No se turbe vuestro corazón

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La Sociedad de Socorro


“Necesitamos mujeres organizadas y mujeres capacitadas para organizar; necesitamos mujeres con capacidad ejecutiva, que puedan planificar, dirigir y administrar, mujeres que puedan enseñar, mujeres que puedan dar su opinión.”

Es mi propósito proveer un respaldo por el que me siento incapacitado, a una organización a la que nunca he pertenecido, pero que ha ennoblecido enormemente mi vida y la de mi familia. Jamás he llenado los requisitos para ser miembro de esa organización; sin embargo, continua siendo una gran influencia sobre mi persona.

La Sociedad de Socorro es una de las organizaciones femeninas más antiguas del mundo. Cuenta con miembros en cerca de 70 naciones, sobrepasando la cantidad de un millón cada año; el total de miembros incrementa en miles y solamente las mujeres tienen el privilegio de pertenecer a la misma.

Cuando el profeta José Smith la organizo, dijo a las mujeres:

“Recibiréis instrucciones mediante el orden del Sacerdocio que Dios ha establecido, a través de aquellos que han sido llamados para dirigir los asuntos de la Iglesia en esta última dispensación; y ahora doy vuelta a la llave en vuestro provecho en el nombre del Señor, y esta sociedad se alegrara y el conocimiento y la inteligencia abundaran, desde este momento y para siempre.” (History of the Church, 4:607.)

El Profeta les dijo que la organización sería una sociedad de caridad y conforme a vuestra naturaleza”, luego de lo cual agregó: “Si vivís de acuerdo con vuestros privilegios, los ángeles no podrán menos que ser vuestros compañeros”. (Ibid., 4: 605.)

El presidente George Albert Smith dijo:

“Sois más bendecidas que ninguna otra mujer en el mundo. Fuisteis las primeras mujeres que jamás hayan tenido esta concesión; las primeras mujeres que cuentan con una voz en la obra de una iglesia. Es de Dios que viene tal concesión y vino como resultado de la revelación a un Profeta del Señor. Desde entonces, pensad en los beneficios de que han disfrutado las mujeres de este mundo. No sólo vosotras, quienes sois miembros de la Iglesia, habéis disfrutado de las bendiciones de la igualdad, sino que cuando el profeta José Smith dio vuelta la llave para la emancipación de la mujer, lo hizo para todo el mundo; y el total de mujeres que pueden disfrutar de las bendiciones de libertad religiosa y civil ha ido en aumento de generación en generación.” (Relief Society Magazine, dic. de 1945, pág. 717.)

Yo no haría ningún esfuerzo por ser admitido en la Sociedad de Socorro, ya que los provechos que puedo sacar de la misma son mayores si dejo que siga siendo una organización para la mujer. Es mucho más lo que me beneficia de este modo, que si fuera miembro de la misma. Confío en que su nombre, la Sociedad de Socorro, jamás sea cambiado, pues está ligado estrechamente a lo que el Profeta encomendó a la mujer. Su programa eficazmente balanceado cubre todas y cada una de las necesidades que por naturaleza son inherentes a la mujer.

Todos sus miembros se ven constantemente expuestos a la literatura, al arte, a la música, a los acontecimientos de actualidad, a la ciencia del hogar, y, en Forma particular, a la vida espiritual. Se alienta a la mujer a cristalizar todo sentimiento, impulso y talento dignos.

Cuando mi esposa regresa de hacer las compras en el mercado, algunas mercaderías se dejan a mano para utilizarlas inmediatamente; otras se colocan en los estantes para utilizarlas más adelante. También separamos aquellas mercaderías que se supone usaremos tan sólo en una emergencia.

Cuando mi esposa regresa de la Sociedad de Socorro sucede casi lo mismo, aun cuando lo que trae consigo es mercadería espiritual. Algunas de esas mercaderías se usan enseguida, mientras que otras se almacenan, aunque la gran mayoría son para dar a otras personas.

Lo que ella trae de la Sociedad de Socorro se Lo repone constantemente cada vez que asiste, y es asombroso ver cómo sigue haciendo uso todavía del conocimiento que recibió la primera vez que asistió a la Sociedad de Socorro.

Como ya lo he dicho, no me beneficio en lo personal como miembro de la Sociedad de Socorro, mas como familia, nos beneficiamos al estar relacionados con mujeres que pertenecen.

Hace muchos años se publicó en la Iglesia la siguiente declaración:

“El lugar que le corresponde a la mujer en la Iglesia es junto al hombre, y no delante ni detrás de él.” (Evidences and Reconciliations, por John A. Widtsoe, pág. 305. Bookcraft, recopilado por G. Homer Durham.)

En una forma organizada, la Sociedad de Socorro simboliza la relación prevaleciente entre el hombre y la mujer dentro de la Iglesia.

La Sociedad de Socorro es para la mujer virtuosa, para la mujer responsable, para la mujer organizada, es para la mujer reverente, para la mujer espiritual, para aquella que es diligente y para la mujer casada, tanto como para la soltera, ya sean jóvenes o mayores.

Se invita a engrosar estas filas también a aquellas mujeres que sean irresponsables, desorganizadas, o descuidadas. Esta organización puede ser una bendición inmensurable para las mujeres que se sientan solas.

Poco tiempo después de los servicios fúnebres que se hicieron por la primera esposa del presidente Harold B. Lee, me encontraba yo entre un grupo de personas, junto a su hija Helen. Alguien le expresó su pesar por el fallecimiento de su madre, y le dijo: “Ella ha cuidado bien de su padre. No me cabe duda de que él se sentirá solo y echará de menos todas las cosas que ella hacía por él”.

Helen respondió con marcada sabiduría:

“Quizás usted no comprenda”, dijo, “no es que el eche de menos todas las cosas que mi madre hacía por él. Es a ella a quien echa de menos, pues necesita tener alguien por quien luchar.”

Todos necesitamos tener alguien por quien luchar, y cuando esa necesidad no se satisface nos sentimos solos. A la manera del Señor, la Sociedad de Socorro llena ese vacío.

Hermanas, os necesitamos allí. Necesitamos mujeres que respalden la decencia y la calidad en todas las cosas, desde la moda en el vestir hasta los aspectos sociales más discutidos.

Necesitamos mujeres organizadas y mujeres capacitadas para organizar; necesitamos mujeres con capacidad ejecutiva, que puedan planificar, dirigir y administrar, mujeres que puedan enseñar, mujeres que puedan dar su opinión.

Tenemos una gran necesidad de mujeres que puedan recibir inspiración que las guíe personalmente en lo que enseñan, y en sus deberes como líderes.

Necesitamos mujeres que tengan el don del discernimiento, que tengan una visión amplia de las tendencias mundanas a fin de detectar aquellas que, aunque generalmente aceptadas, resultan peligrosas.

Necesitamos mujeres que puedan ubicarse en aquellas posiciones que, no siendo las más aceptadas, sean las correctas.

Al organizar la Sociedad de Socorro, el profeta José Smith dijo que es indispensable “contar con un carácter decidido, además de con la consabida caridad”.

Yo no apoyo a la Sociedad de Socorro tan sólo por tratarse de una organización de la Iglesia, sino por lo que aporta individualmente a aquellas mujeres que pertenecen a ella.

A las hermanas de la Iglesia les digo, y esto es importante, que la asistencia a la Sociedad de Socorro no es optativa. Es tan obligatorio para la mujer el incorporar en su vida las virtudes inculcadas por la Sociedad de Socorro, como lo es para el hombre el implantar en la suya la estructura de carácter promulgada por el Sacerdocio.

Recientemente tuve oportunidad de escuchar a varias hermanas analizando el alcance de la Sociedad de Socorro. Una joven dijo: “Es sumamente difícil despertar el interés, ya sea de las mujeres mayores como de las jóvenes. Si contamos con una lección o proyecto en el que estén interesadas las jóvenes, las mayores no asisten. ¡Es tan difícil complacer a todas por igual!”

Me aflige sobremanera saber que hay hermanas que se quedan sentadas en su casa esperando que alguien las convenza de que asistan a la Sociedad de Socorro. Eso no está bien.

Cuando hay hermanas que oran y se esfuerzan por hacer una presentación digna, ellas merecen ayuda; y el simple hecho de asistir a la reunión constituye una gran contribución.

Parece ser que algunas hermanas echan una mirada a lo que ofrece la Sociedad de Socorro, como el inapetente examina el menú en un restaurante, buscando algo que tiente su paladar.

Hermanas tenéis responsabilidad de asistir a la Sociedad de Socorro, igual que los hermanos la tienen de asistir a las reuniones del Sacerdocio.

He escuchado a algunas hermanas decir: “No asisto a la Sociedad de Socorro porque no saco nada de provecho de sus reuniones”. Permitidme daros una lección.

En 1888 las organizaciones de la Sociedad de Socorro y de Mujeres Jóvenes de la Iglesia fueron aceptadas como miembros del Consejo Nacional de Mujeres y del Consejo Internacional. Estas organizaciones fueron establecidas primordialmente para promover la causa de la mujer y mejorar su condición y la del niño en todas partes.

En aquellos días nuestras delegadas tenían buenos y malos días dependiendo de las circunstancias, del liderazgo y de la actitud que se tuviera hacia la Iglesia mormona.

En abril de 1945 Belle Smith Spafford fue llamada como presidenta de la Sociedad de Socorro, y tan sólo un par de semanas después, llegó una carta del Consejo Nacional de Mujeres, anunciando su reunión anual a celebrarse en Nueva York.

La hermana Spafford ya había asistido a estas reuniones y en vista de su experiencia previa junto a sus consejeras consideró cuidadosamente la invitación durante varias semanas. Decidieron recomendar al Presidente de la Iglesia que la Sociedad de Socorro dejara de ser miembro de estos consejos. Elaboraron una declaración de recomendación, anotando las razones a las que obedecían sus puntos de vista.

Casi temblando y con incertidumbre en cuanto a cómo debían proceder, la hermana Spafford colocó el documento sobre el escritorio del presidente George Albert Smith, diciendo: “La presidencia de la Sociedad de Socorro desea recomendar que la Mesa General finalice su condición de miembro del Consejo Nacional de Mujeres, así como del Consejo Internacional, por las razones expuestas en este documento”.

El presidente Smith lo leyó cuidadosamente. “¿No han sido miembros de esas organizaciones durante más de medio siglo?”, le preguntó.

La hermana Spafford le explicó cuan costoso resultaba ir a Nueva York, el tiempo que consumía y describió la humillación que a menudo tenían que soportar. Recomendó que se retiraran porque “nada sacamos de provecho de estos consejos”.

Este sabio y anciano Profeta se reclinó en su silla y miró a la hermana Spafford con una expresión que denotaba cierta molestia. “¿Desean retirarse por no sacar ningún provecho de la organización?”, le preguntó.

“Esa es la manera en que nos sentimos”, respondió ella.

“Dígame una cosa”, le dijo entonces el presidente Smith, “¿qué es lo que ustedes están aportando a la organización? Hermana Spafford”, agregó, “usted me sorprende. ¿Es que acaso piensa sólo en lo que puede sacar de provecho? ¿No toma en cuenta lo que ustedes deben aportar?”

Procedió luego a devolverle el documento y le dijo con considerable firmeza: “Continúen como miembros de estos consejos y hagan sentir su influencia”.

Y así lo hicieron. La hermana Spafford aceptó la gentil observación del sabio y anciano Profeta, y llegó el día en que ella fue electa presidenta de la organización.

Hago llegar a cada hermana de la Iglesia el mismo mensaje. Si no asistís a la Sociedad de Socorro porque es poco o nada lo que sacáis de provecho, me preguntó, queridas hermanas, ¿qué es lo que vosotras estáis aportando a la organización?

Respaldo a la Sociedad de Socorro sin vacilación alguna, pues seque ha sido organizada mediante la inspiración del Dios Todopoderoso, y ha sido bendecida desde sus comienzos. Sé que es un sol de amanecer y no un ocaso. Sé que la luz y el poder que emana de ella seguirá creciendo y no disminuyendo.

Sé que la Sociedad de Socorro es dirigida por mujeres sabias e inspiradas. Mediante su esfuerzo se desvanecerán las frustraciones de las mal capacitadas, de las solitarias, de las solteras, en medio de la seguridad y la felicidad.

El desconcierto de las carentes de inspiración y de aquellas mal orientadas, se verá reemplazado por convicción y buena visión.

Tras meses de profunda oración sobre este asunto, habiendo preguntado a Aquel a quien pertenece esta organización, sin reservas, sin vacilaciones, respaldo y apoyo a la Sociedad de Socorro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y ruego a Dios que bendiga a estas nuestras hermanas, y que las fortalezca. Esta es Su Iglesia, y la dirige un Profeta del Señor. En el nombre de Jesucristo. Amén.


Discurso pronunciado en la conferencia general octubre de 1978

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