“Buscad conocimiento”
Élder Levi Edgar Young
Del Primer Consejo de los Setenta
Presidente McKay; hermanos y hermanas: Hoy hemos tenido varios visitantes, muchos de los cuales fueron metodistas que vinieron desde Australia. Parecían estar complacidos con su visita a este edificio y con lo que escucharon. Ahora mismo, entre la congregación, se encuentra el superintendente de escuelas de Copenhague, Dinamarca. Con él vienen otras personas de ese país. Recordamos bien haber estado en su ciudad y haber visitado la universidad que usted representa. Usted me dice que se graduó allí, y recuerdo que sobre las puertas de entrada de su campus hay una gran águila de bronce, algo semejante a nuestra águila en el Eagle Gate, aquí al este. Debajo de su águila de bronce hay una expresión latina que recuerdo. Dice: coelestem adspicit lucem. El águila mira hacia la luz celestial, y esto me recuerda el verdadero motivo por el cual los Santos de los Últimos Días estamos reunidos en este edificio hoy. Podría decir que nosotros también estamos mirando hacia la luz celestial y esa expresión viene a mi mente al recordar la hermosa águila y la frase latina que ustedes conocen tan bien.
Cuando llega la conferencia general, observamos que la Sociedad de Socorro de la Iglesia celebra sus reuniones con las hermanas que vienen de todas partes del mundo donde hay miembros, la mayoría de ellas madres en esta gran organización. Las madres han desempeñado un papel muy importante en nuestra historia, porque han dado a luz y criado a hombres que han sido honrados con el sacerdocio de Dios. ¡Cómo han preservado la santidad de la vida familiar! Recordamos con orgullosa gratitud a la madre pionera en el Monumento de la Gaviota, aquí mismo, una obra maestra de Mahonri Young. La figura de la madre expresa dignidad, energía, ternura y resistencia. El rostro es un tipo familiar de carácter y mansedumbre, lo que le da cierta nobleza. La influencia del monumento es la de un profundo pensamiento y una fe en la vida y en Dios. Benjamin Ide Wheeler escribió estas palabras sobre la madre pionera:
“Por sendas ásperas, rodeadas de hambre y peligros, avanzó hacia la visión de una patria mejor. A una asamblea de hombres ocupados en las recompensas perecederas del día, ella llevó la triple levadura de una sociedad perdurable: la fe, la mansedumbre y el hogar, con la crianza de los hijos.”
Aunque en los pocos minutos que tengo voy a dirigirme a los Setentas, comprendo que cualquier verdad que se exprese será una lección para todos los hermanos que poseen el sacerdocio de Dios. Los Setentas tienen una asignación específica que ninguno de nosotros puede olvidar.
Tomando su nombre del número de los discípulos de nuestro Señor, los Setentas forman el consejo central de la actividad misional de la Iglesia. Desde el comienzo de su organización en 1835, los Setentas sintieron la necesidad de una biblioteca de consulta completa, y en Times and Seasons, 1.º de enero de 1845, se publicó el siguiente artículo:
“Entre las mejoras que se están llevando a cabo en esta ciudad [Nauvoo], ninguna merece mayor elogio que la Biblioteca de los Setentas. Esta empresa se ha iniciado sobre una base y una escala lo suficientemente amplias como para abarcar las artes y las ciencias de todo el mundo, de modo que los Setentas, mientras viajan por la faz del globo como los ‘soldados de carrera’ del Señor, puedan recoger todas las cosas curiosas, tanto naturales como artificiales, con todo el conocimiento, inventos y maravillosos ejemplos de genio que han adornado el mundo durante casi seis mil años… [formando] el cimiento de la mejor biblioteca del mundo” (Times and Seasons, 5:762).
Tras la destrucción de Nauvoo, los sueños del pueblo nunca se perdieron, y el 7 de abril de 1851 leemos, en la quinta epístola general de la Iglesia, lo siguiente al describir la Ciudad del Lago Salado:
“El 27 de noviembre, el quórum de los Setentas, reunido en conferencia, acordó erigir una extensa rotonda en la Gran Ciudad del Lago Salado, que se llamaría el ‘Salón de la Ciencia de los Setentas’, y José Young, su presidente, fue nombrado fideicomisario y superintendente de la obra.”
Truman O. Angell, el arquitecto del Templo de Salt Lake, fue comisionado para dibujar los planos del edificio. El gran diseño que trazó el élder Angell fue hallado muchos años después, y se fotografió y publicó en un artículo de la Utah State Historical Review en julio de 1946.
Si el proyecto se hubiera llevado a cabo, la estructura habría tenido un interés arquitectónico extraordinario. Tenía una majestad y una belleza que superaban a cualquier edificio de su clase en la frontera estadounidense, en cuanto a originalidad y dignidad. Estaba destinada a ser el depósito no sólo de la biblioteca de los Setentas, sino también de la biblioteca traída a Utah en 1851. Debido a la pobreza del pueblo, que apenas comenzaba a establecer sus hogares, el presidente Brigham Young persuadió a su hermano José, presidente de los Setentas, de no construirla por algunos años. Por esa razón, el edificio nunca se inició. Sin embargo, los Setentas continuaron recopilando libros y pronto tuvieron una excelente biblioteca de los clásicos antiguos y modernos de la literatura. Entre esos libros se encontraban:
- The Holy Bible (La Santa Biblia)
• Las obras de John Locke
• La Germania de Tácito
• Fausto, de Goethe (Goethe’s Faust)
• Historia de la Tierra Santa (History of the Holy Land)
• Teología Natural, de Paley (Paley’s Natural Theology)
• El progreso del peregrino, de Bunyan (Bunyan’s Pilgrim’s Progress)
• La expedición del comodoro Perry al Japón (Commodore Perry’s Japan Expedition)
• Testamento de los Doce Patriarcas
• Maravillas de la naturaleza, de Josiah Priest (Wonders of Nature)
• Diccionario latino de Ainsworth (Ainsworth’s Latin Dictionary)
• Gramática griega de Hackenberg (Hackenberg’s Greek Grammar)
• Lord Nelson, de Southey (Southey’s Lord Nelson)
• Los viajes de Marco Polo (Marco Polo’s Travels)
• El viaje de un naturalista, de Charles Darwin (Charles Darwin’s Voyage of a Naturalist)
Estos pocos títulos indican los tipos de historia y literatura que los Setentas estaban reuniendo. La enseñanza de lo que tales libros contienen serán siempre verdades que debemos recordar. La literatura de los siglos que se ha conservado transmite el pensamiento de que los hombres tuvieron conocimiento de grandes verdades que han influido en la humanidad y han producido la civilización que hoy tenemos. Recuerdo que, al terminar una conferencia de William James en la Universidad de Harvard, el erudito filósofo dijo estas palabras:
“He hallado gran consuelo últimamente al meditar sobre los pasajes que muestran la personalidad del Espíritu Santo y su distinción con respecto al Padre y al Hijo. Es un tema que requiere investigación para ser descubierto, pero cuando se comprende, da al hombre una sensación mucho más viva y verdadera de la plenitud de la Deidad y de Su obra en nosotros, que cuando pensamos solamente en el Espíritu por el efecto que produce en nosotros.”
El presidente Brigham Young emitió la siguiente instrucción en 1850:
“Es muy deseable que todos los Santos aprovechen toda oportunidad de asegurarse por lo menos un ejemplar de todo tratado valioso sobre educación; todo libro, mapa, gráfico o diagrama que pueda contener material interesante, útil y atractivo, para captar la atención de los niños y hacer que amen aprender a leer; y también toda clase de escritos históricos, matemáticos, filosóficos, geográficos, geológicos, astronómicos, científicos, prácticos y toda otra variedad de escritos, mapas, etc., útiles e interesantes, para presentarlos al registrador general de la Iglesia cuando lleguen a su destino, de los cuales se pueda sacar material importante e interesante para compilar las obras más valiosas sobre todas las ciencias y materias, para beneficio de la generación que está surgiendo. Tenemos una imprenta, y cualquiera que pueda llevar buen papel de impresión o de escribir al valle se estará bendiciendo a sí mismo y a la Iglesia. También queremos toda clase de instrumentos matemáticos, junto con todos los ejemplares raros de curiosidades naturales y obras de arte que se puedan reunir.”
Rara vez se puede leer una frase que exprese un ideal más elevado que el que el Profeta José Smith nos dio cuando escribió: “Y como no todos tienen fe, buscad diligentemente y enseñad unos a otros palabras de sabiduría; sí, buscad de los mejores libros palabras de sabiduría; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” D. y C. 88:118
Es un concepto hermoso, porque los buenos libros de historia y los excelentes escritos literarios nos dan a los grandes descubridores e intérpretes de la vida. Nos introducen en un mundo intelectual y se ofrecen a nuestro uso y nos brindan gozosos su compañía. Nada es más gratificante e inspirador en nuestra vida intelectual que las lecciones que dan los buenos libros, y por buenos libros queremos decir lo mejor de la literatura del mundo. Al estudiar la historia de los primeros misioneros de la Iglesia, los encontramos como hombres de libros.
En la oración que ofreció el Profeta José Smith en la dedicación del Templo de Kirtland, Ohio, el 27 de marzo de 1836, encontramos estas palabras: “Y te rogamos, Santo Padre, que todos los que adoren en esta casa sean enseñados palabras de sabiduría de los mejores libros y que busquen conocimiento, tanto por el estudio como por la fe, según tú lo has dicho” D. y C. 109:14
Vivimos en una época de libros, escritos sobre todos los temas y desde muchos puntos de vista. Educarse para buscar conocimiento en los mejores libros es una admonición que debemos recordar con cuidado y gran sinceridad. Saber cuáles son los buenos libros es un arte. Cualquier misionero puede obtener una lista de la mejor literatura del mundo de parte de personas que saben qué es la buena literatura. Aprended a leer lo mejor y, con el tiempo, el evangelio se convertirá en un campo de pensamientos inmortales. “La belleza de un gran libro —dice Emerson— es la belleza de la propia mente de uno.” Pensad por un momento en la Santa Biblia.
El libro de Génesis ocupa, en verdad, el primer lugar en la literatura del mundo. Es más reciente que algunos escritos de Caldea o Egipto que han llegado hasta nosotros, y es incomparablemente la composición más noble de las edades tempranas en sus características morales y espirituales (Geikie, Hours with the Bible).
“Por elevada que sea nuestra opinión del genio científico, filosófico y religioso de los narradores de Génesis 1–3, lo que más importa para nosotros, y para la formación religiosa de la juventud, es el hecho de que fueron hombres que se entregaron por completo a Dios, y que obtuvieron su conocimiento de Él” (Rudolph Kittel, de la Universidad de Leipzig, Scientific Study of the Old Testament).
“El primer folio del registro mosaico —dice Jean Paul— tiene más peso que todos los volúmenes de los hombres de ciencia y filósofos.” “Y tiene razón —añade Geikie— porque le debemos a ese folio la revelación más temprana y más grandiosa de aquel primer principio de toda religión: la existencia, la unidad, la personalidad y el gobierno moral de Dios.”
Todo estudiante de la historia de la Iglesia conoce la escuela secundaria que se estableció en el Templo de Kirtland. A los alumnos se les enseñaba inglés leyendo la mejor literatura y los clásicos antiguos. El director de la escuela era el profesor H. M. Hawes. También se establecieron clases de hebreo, griego y latín; el profesor de hebreo era Joshua Seixas. He averiguado que la asistencia a estas clases por parte de los élderes era muy numerosa, y en los registros encontramos la declaración de cómo el Profeta José Smith asistía noche tras noche a las clases de hebreo y griego. Sin duda, él percibía y respondía a la belleza de esos idiomas, porque sólo quienes han estudiado griego, latín y hebreo conocen la hermosura y riqueza de la literatura que ha llegado hasta nuestros días desde aquellos tiempos remotos. El Profeta José Smith nos muestra la grandeza de la declaración: “Buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (véase D. y C. 88:118), y José Young, presidente de todos los Setentas en su época, insistía en que los Setentas, en sus respectivos quórumes, fuesen estudiantes de literatura, filosofía y religión. Miles de ellos adoptaron el lema: “El conocimiento es poder.” La belleza de esta idea radica en el hecho de que el concepto que los Santos de los Últimos Días tienen de lo que significa conocimiento encierra esta verdad: que Dios nos bendice cuando nos acercamos a Él con profunda fe y pedimos Su bendición al obtener conocimiento. Se abren nuestra mente y nuestro corazón, y llegamos a ser estudiantes en el verdadero sentido de la palabra, pues es bajo la dirección de Dios que aprendemos, y Jesucristo, nuestro Redentor, se convierte en nuestro mayor maestro.
Deseo citarles las palabras del Profeta José Smith acerca de lo que significa enseñar y del ideal de educación al que todos debemos aspirar. Son palabras que se encuentran en la sección 88 de Doctrina y Convenios:
“Enseñaos diligentemente y mi gracia acompañará a los que sean obedientes, para que sean instruidos más perfectamente en teoría, en principio, en doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertenecen al reino de Dios, que os conviene comprender; de las cosas que están en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra; cosas que han sido, cosas que son, cosas que pronto han de suceder; cosas que están en casa, cosas que están lejos; las guerras y la confusión de las naciones, y los juicios que sobre la tierra están por venir; y también un conocimiento de países y de reinos” D. y C. 88:78–79
“Creo que puedo desafiar con seguridad a cualquiera —dice el presidente B. H. Roberts— a señalar un campo de conocimiento más amplio que el que se indica aquí. Abarca toda verdad espiritual, toda verdad científica y todo conocimiento secular: conocimiento del pasado, del presente y del futuro, de los cielos y de la tierra…”
Para concluir, deseo citar las palabras de John Fiske, historiador de Harvard de hace cincuenta años, quien dijo a una clase de historia:
“El porvenir se nos ilumina con los brillantes colores de la esperanza. La lucha y el dolor desaparecerán. La paz y el amor reinarán supremos. El sueño de los poetas, la enseñanza de los sacerdotes y profetas, la inspiración de los grandes músicos, queda confirmado a la luz del conocimiento moderno, y cuando nos ceñimos para realizar la obra de la vida, podemos mirar hacia el tiempo en que, en el más verdadero sentido, los reinos de este mundo llegarán a ser el reino de Cristo Apoc. 11:15 y Él reinará por los siglos de los siglos, Rey de reyes y Señor de señores” Apoc. 19:16
























