Algunas Verdades Fundamentales
Élder Bruce R. McConkie
Del Primer Consejo de los Setenta
Ciertas verdades básicas deben ser aceptadas por todos los hombres que ahora viven si han de obtener para sí la plenitud de aquella recompensa que está preparada en las mansiones del Padre. Estas grandes verdades solo se conocen por revelación. Se revelan en el evangelio, y son creídas con gran devoción por los fieles miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Muchas de ellas han sido enseñadas con poder y convicción (en las sesiones de esta conferencia) por los Oráculos vivientes que presiden este reino. Se han enseñado con claridad, y con aquella autoridad y poder que proceden del Espíritu Santo y de ninguna otra fuente. Permítaseme ser lo bastante atrevido como para recapitular, al acercarnos al final de la conferencia, algunas de estas grandes verdades fundamentales.
Creemos que hay un Dios en el cielo que es infinito y eterno D. y C. 20:17 un Ser todopoderoso, omnipotente—un Personaje de tabernáculo, un Ser a cuya imagen expresa hemos sido creados nosotros, los hombres mortales, en cuanto a nuestro cuerpo.
Creemos que Él posee todo poder y toda sabiduría; que sabe todas las cosas; que en Su infinita gracia, amor y condescendencia hacia nosotros ha dispuesto el plan de creación, de redención, de salvación y de posible progreso hacia una exaltación eterna en lo alto.
Creemos que Él es literalmente nuestro Padre Celestial; que somos Su descendencia espiritual; que moramos con Él en las eternidades preexistentes, fuimos enseñados por Él, vimos Su rostro, conocimos los términos y condiciones que se aplican al plan de salvación y deseamos, con un anhelo abrumador, que nosotros, Sus hijos espirituales, pudiéramos progresar hasta el estado en que tendríamos cuerpos gloriosos y alcanzáramos el estado de exaltación que Él entonces tenía.
Creemos que Él dirigió la creación de esta tierra y de todas las cosas que hay en ella; que puso aquí a Adán y Eva, el primer hombre y la primera mujer; que les mandó multiplicarse y llenar la tierra con posteridad Gén. 1:28 y proveer cuerpos para las huestes de hijos espirituales que aún vivían y moraban en Su presencia.
Creemos que Adán cayó para que los hombres existiesen 2 Nefi 2:25 que la caída de Adán trajo al mundo una muerte temporal y una muerte espiritual—la muerte temporal siendo algo que acompaña a la mortalidad y que, en el momento oportuno, da por resultado la separación del cuerpo y el espíritu; y la muerte espiritual siendo el ser expulsado de la presencia de Dios y morir en cuanto a las cosas del espíritu o las cosas de justicia.
Creemos que después de la caída del hombre, la voz de Dios fue oída por Adán y su posteridad; que ángeles que venían de la presencia de Dios les ministraron; que el don del Espíritu Santo fue derramado sobre aquellos que buscaban diligentemente al Señor—por medio de lo cual la plenitud del evangelio, el plan de redención y de salvación, se dio a conocer; y que este plan fue revelado de era en era en períodos que llamamos dispensaciones del evangelio.
Creemos que en la plenitud de los tiempos prometidos el Mesías nació en el mundo como el Hijo literal de Dios; que vino a este mundo con vida en sí mismo, fue la vida y la luz del mundo; y que por mandamiento del Padre (teniendo el poder de poner Su vida y volverla a tomar Juan 10:17) [vino] para efectuar la expiación infinita y eterna.
Creemos que Él es literalmente el Hijo de Dios, así como usted y yo somos hijos e hijas de nuestros padres, y que, como dijo el ángel al rey Benjamín, “la salvación fue, es y ha de venir en y por la sangre expiatoria de Cristo, el Señor Omnipotente” Mosíah 3:18
Creemos que Él, de hecho, efectuó la expiación infinita y eterna; que fue levantado sobre la cruz; que murió, fue resucitado, levantándose de nuevo al tercer día para ascender a la Majestad en lo alto.
Creemos que Él rescató a todos los hombres, incondicionalmente, de los efectos temporales de la caída de Adán, en el sentido de que todos los hombres se levantarán en inmortalidad y vivirán eternamente en ese estado, con el cuerpo y el espíritu inseparablemente unidos; y que Él ofreció a todos los hombres un rescate condicional de los efectos espirituales de la caída de Adán, a condición de que los hombres se arrepientan y permanezcan en las verdades y leyes del evangelio eterno que se revelan de era en era.
Creemos que la época predicha de densa oscuridad, de apostasía, vino y sucedió a la dispensación meridiana, y que no fue sino hasta nuestros días que la plenitud de luz y verdad volvió a irrumpir sobre la tierra.
Creemos que Dios ha hablado de nuevo; que Su voz se ha oído otra vez entre los hombres; que nuevamente ángeles han ministrado desde Su presencia; que otra vez el don del Espíritu Santo ha sido derramado sobre aquellos que han buscado al Señor—por medio de lo cual una vez más se ha establecido entre los hombres el reino de Dios, se ha organizado la Iglesia de Jesucristo, y se ha decretado que permanecerá hasta la venida del Hijo del Hombre, y, por supuesto, por siempre jamás.
Creemos que José Smith, hijo, fue el poderoso profeta de la restauración; que por la gracia y condescendencia de Dios (habiendo sido preparado el joven profeta desde la eternidad para su misión) recibió línea sobre línea, precepto sobre precepto Isa. 28:10 llave, poder y autoridad tras llave, poder y autoridad, hasta que todas las cosas fueron restauradas y todo poder y don se tuvieron nuevamente, de modo que los hombres pudieran ser salvos y exaltados en el reino del Padre.
Creemos, como nuestras Escrituras lo declaran tan claramente, que:
“José Smith, el Profeta y Vidente del Señor, ha hecho más por la salvación de los hombres en este mundo, a excepción de Jesús solamente, que cualquier otro hombre que haya vivido en él” D. y C. 135:3
Creemos que este plan de salvación—poseído en la antigüedad y restaurado de nuevo en nuestros días—consiste en lo siguiente: que los hombres deben llegar a un conocimiento de la naturaleza y clase de Ser que es Dios. Deben aprender Su carácter, Sus atributos y perfecciones. Deben tener fe en el Señor Jesucristo; deben arrepentirse de sus pecados; deben ser bautizados en agua y en el Espíritu por administradores legales que tienen poder para atar en la tierra y sellar en los cielos; y después deben perseverar en justicia y en fe, viviendo de toda palabra que proceda de la boca de Dios Mateo 4:4 hasta el fin de sus respectivos períodos de probación mortal.
Creemos algo más, como varios de estos hermanos han dicho durante esta conferencia: que “ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón, en el Señor” 1 Cor. 11:11 sino que la puerta hacia la exaltación y la plenitud de la vida eterna en el reino del Padre es el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio; y así como los hombres pueden entrar por la puerta del arrepentimiento y el bautismo y lograr por sí mismos una salvación en la vida venidera mediante la fe y la diligencia, así también pueden entrar por la puerta del matrimonio celestial y, condicionado a que guarden ese convenio, levantarse en la resurrección como esposo y esposa, continuando la unidad familiar por toda la eternidad y, de ese modo, finalmente—como miembros de la familia de Dios, miembros de la Iglesia del Primogénito—llegar a ser coherederos con Jesucristo y recibir, heredar y poseer todas las cosas.
Ahora bien, creemos que Dios no hace acepción de personas Hech. 10:34 que un alma es tan preciosa a Su vista en este día como lo ha sido en cualquier época de la historia de la tierra Alma 39:17 y que Él está tan dispuesto ahora como lo estuvo en los días de cualquier profeta antiguo o de cualquier pueblo fiel que vivió antes, a revelar a Sus hijos en la tierra las verdades de salvación; y Él las revelará a todo hombre que se acerque a Él con fe, creyendo y buscando sabiduría, tal como vino aquel joven Profeta cuando llegó la hora de la apertura de esta última y gloriosa dispensación.
Estoy agradecido más allá de toda medida de expresión por la absoluta certeza que hay en mi corazón respecto a la divinidad de esta obra, y sé que Dios Todopoderoso dará este conocimiento a cualquier hombre y abrirá la puerta a la posible y eventual salvación y exaltación a todo hombre que acuda con fe, creyendo, llamando a la puerta y pidiendo recibir la verdad.
En el nombre de Jesucristo. Amén.
























