Capítulo 30
La Misericordia
La misericordia es uno de los atributos de Dios:
“Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia.”
“Tendré misericordia del que yo tenga misericordia.”
“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva.”
Dios es perfecto en todos sus atributos, y por tanto, dispensa misericordia perfecta.
La mayor esperanza y propósito del hombre es llegar a alcanzar las perfecciones de Dios. El Salvador indicó que esta meta es posible:
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.”
El propósito de este capítulo es examinar el divino atributo de la misericordia, a fin de que podamos disfrutarlo y desarrollarlo en nuestro propio carácter.
— La misericordia permanece para siempre
Como atributo del Dios Eterno, la misericordia permanece para siempre. Los profetas unánimemente declaran este principio.
La misericordia de Dios se manifiesta en Sus creaciones, tanto en los cielos como en la tierra; en todas Sus obras y en el hecho de que se acuerda de nosotros en nuestra baja condición. El sacrificio expiatorio de nuestro Señor —la verdad central de toda existencia— se llevó a cabo por motivo de Su infinita misericordia, y es por Su misericordia que los hombres reciben grandes promesas.
— Se siembra justicia, se recoge misericordia
En sentido general, todos somos recipientes de la misericordia de Dios. La tierra ha sido creada y poblada, y sus moradores recibirán la inmortalidad por motivo de la misericordia y condescendencia de Dios.
Sin embargo, la misericordia de Dios tiene una aplicación más precisa y personal, y es en este sentido que comúnmente se emplea la palabra. Se otorga la misericordia por razón de la gracia y el amor de Dios, pero se concede de acuerdo con la ley; y, como sucede con todas las bendiciones del Señor, se recibe mediante el cumplimiento de la ley sobre la cual se basa.
En cuanto a la misericordia, esta ley es la justicia, pues como lo expresó el profeta Oseas: “Sembrad para vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia.” Sin embargo, no existe promesa de misericordia para los impíos. Dios declaró a Moisés que Él haría
“misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”;
y el mismo profeta proclama en otro lugar: “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado.”
La misma ley se ha dado en esta dispensación: “Y hacia los que han sido fieles y han hecho bien… yo, el Señor, soy misericordioso y los bendeciré.”
Aunque la misericordia obra de acuerdo con la ley, es, no obstante, un don de Dios: “Seré misericordioso para con vuestras flaquezas.”
Es un don concedido a los mansos y a los justos. Por motivo de que “Dios es misericordioso”, podemos arrepentirnos “de lo que has hecho, que sea contrario del mandamiento que te di.”
Siendo misericordioso, Él perdona los pecados. Nuestra esperanza de salvación se debe a la misericordia del Señor.
— Justicia y misericordia
La misericordia no se opone a la justicia; ambos atributos obran conforme al mismo sistema:
“La misericordia tiene compasión de la misericordia y reclama lo suyo.”
No hay antagonismo entre la misericordia y la justicia.
“¿Acaso crees que la misericordia puede robar a la justicia? Te digo que no; ni un ápice.”
Por motivo de la gracia de Dios manifestada en la expiación de Cristo, la misericordia
“sobrepuja a la justicia y provee a los hombres la manera de poder tener fe para arrepentirse. Y así la misericordia puede satisfacer las exigencias de la justicia, y ciñe a los hombres con brazos de seguridad; mientras que aquel que no ejerce la fe hasta arrepentirse queda abandonado a todas las disposiciones de las exigencias de la justicia; por tanto, sólo para aquel que tiene fe para arrepentirse se realizará el gran y eterno plan de la redención.”
“La misericordia no tiene derecho”
sobre quienes no se vuelven al Señor. Sin embargo:
“Dios llamó a los hombres… diciendo: Si os arrepentís y no endurecéis vuestros corazones, entonces tendré misericordia de vosotros por medio de mi Hijo Unigénito; por tanto, el que se arrepintiere y no endureciere su corazón, tendrá derecho a la misericordia, por medio de mi Hijo Unigénito, para la remisión de sus pecados; y éstos entrarán en mi descanso.”
— Todos pueden disfrutar del don de la misericordia
El plan infinito de la misericordia está al alcance de todos los hombres que cumplan sus condiciones:
“El espíritu nunca es demasiado viejo para allegarse a Dios. Todos pueden alcanzar la misericordia y el perdón, si no han cometido el pecado imperdonable.”
Así se refirió el profeta José Smith a “la grandeza de la compasión y benevolencia divina”,
especialmente en lo que respecta a la obra por los muertos.
El plan de la misericordia se aplica tanto a quienes han tenido la oportunidad de escucharlo en esta vida, como a quienes no la han tenido aún.
La misericordia es para todos aquellos que se arrepienten y son fieles; y la salvación es su recompensa. El género humano es el recipiente de las bendiciones de la piedad y misericordia que provienen de Dios, y todo ello es parte de Su bondad infinita.
— Para morar en la casa del Señor
¿Cómo puede el hombre corresponder a esta bondad infinita de Dios? Participando en el plan decretado para nuestro beneficio, aceptando este ofrecimiento misericordioso. Si conformamos nuestras vidas con dicho plan, disfrutaremos de sus beneficios tanto en esta vida como en la venidera:
“Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,
y en la casa de Jehová moraré por largos días.”
— Sed misericordiosos
El plan de la misericordia tiene como objeto que todos los hijos de nuestro Padre Celestial lleguen a heredar
“todo lo que mi Padre tiene.”
Se nos requiere que desde ahora comencemos a hacer de los atributos divinos parte de nuestras vidas:
“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti:
Solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.”
La amonestación de nuestro Señor es clara y directa:
“Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.”
En un discurso pronunciado en el Tabernáculo de Salt Lake, antes de que el edificio estuviera terminado, el presidente Brigham Young dijo:
“Orad siempre por todos aquellos que están al alcance de la misericordia.
Los buenos desean el bien para todos… El genio de nuestra religión consiste en sentir misericordia hacia todos y hacerles el bien en tanto que nos lo permitan.”
Y agregó:
“Dios bendiga a los humildes y a los justos, y tenga compasión de nosotros
por motivo de las debilidades que hay en nuestra naturaleza;
y tomando en cuenta nuestras grandes debilidades e ignorancia como seres mortales,
seamos misericordiosos unos con otros.”
En su Sermón del Monte, nuestro Señor bendijo a quienes poseen este divino rasgo de carácter:
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.”
























