Doctrina y Convenios Sección 106

Doctrina y Convenios
Sección 106


Contexto Histórico

En el frío noviembre de 1834, en la comunidad de Kirtland, Ohio, José Smith recibió una revelación del Señor dirigida a Warren A. Cowdery, el hermano mayor de Oliver Cowdery. Warren, un hombre que recientemente había aceptado el Evangelio y que había comenzado a servir con diligencia, recibió esta revelación como guía para su nueva asignación dentro de la Iglesia.

Warren residía en la localidad de Freedom, Nueva York, y se había destacado por su disposición a dejar atrás las influencias de los hombres para seguir el llamado del Señor. A pesar de haber enfrentado desafíos personales, incluyendo momentos de orgullo y vanidad, Warren había mostrado humildad al aceptar el “cetro” del Señor y dedicarse a Su obra.

El Señor lo llamó a un rol significativo: ser sumo sacerdote presidente sobre la Iglesia en Freedom y las regiones circundantes. Este llamamiento incluía la responsabilidad de predicar el Evangelio, amonestar al pueblo y ser una luz para quienes lo rodeaban. Se le instó a dedicar todo su tiempo a esta tarea sagrada, con la promesa de que al buscar primero el reino de Dios, todas las cosas necesarias le serían añadidas.

En esta revelación, el Señor también habló del tiempo en que la Segunda Venida se acercaba. Aunque sería inesperada para el mundo, como un ladrón en la noche, los “hijos de luz” no serían sorprendidos, siempre y cuando estuvieran preparados y espiritualmente alertas. Este mensaje no solo era para Warren, sino también para todos los santos, recordándoles la necesidad de vivir con propósito, dedicación y esperanza en el regreso del Salvador.

El Señor expresó Su gozo por la humildad de Warren y le prometió bendiciones significativas si continuaba en la fidelidad. Estas bendiciones incluían gracia, confianza y la preparación de una corona en las mansiones celestiales. Aunque reconoció que Warren aún enfrentaba debilidades, también aseguró que si se mantenía firme y se humillaba ante el Señor, sería exaltado.

Esta revelación no solo dirigía a Warren en su llamamiento, sino que también establecía principios universales: la importancia de dedicarse plenamente al servicio del Señor, la promesa de que los fieles no serían sorprendidos por los eventos de los últimos días, y la certeza de que quienes se humillan ante Dios recibirán Su gracia y bendiciones eternas. Para Warren A. Cowdery, esta revelación marcó un momento clave en su vida, reafirmando su propósito y el significado de su servicio en el reino de Dios.

Doctrina y Convenios 106 enseña principios importantes sobre el liderazgo, la dedicación al servicio, la preparación para la Segunda Venida y las bendiciones que resultan de la humildad y la fidelidad. Los santos son llamados a confiar en las promesas del Señor, a prepararse espiritualmente y a cumplir sus deberes con diligencia, sabiendo que el Señor recompensa a Sus siervos con gracia, fortaleza y bendiciones eternas.


Versículo 1: “Es mi voluntad que mi siervo Warren A. Cowdery sea nombrado y ordenado sumo sacerdote presidente de mi iglesia en la tierra de Freedom y las regiones circunvecinas.”
Este versículo establece un principio clave en la organización de la Iglesia: el Señor llama a líderes locales para guiar y fortalecer a los santos en sus respectivas áreas. Los sumos sacerdotes presidentes son responsables de enseñar, amonestar y dirigir a los miembros, sirviendo como instrumentos en las manos de Dios para el crecimiento espiritual de Su pueblo.

“Es mi voluntad…”
El Señor declara Su voluntad en cuanto al llamamiento de Warren A. Cowdery, estableciendo que los llamamientos en Su Iglesia no son asignaciones humanas, sino designaciones divinas. Este principio refuerza la doctrina de que el liderazgo en la Iglesia se basa en la revelación directa de Dios.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “Nadie puede ocupar un cargo en esta Iglesia a menos que sea llamado por alguien con la autoridad debida y confirmado por revelación.” (“What This Work Is All About,” Ensign, agosto de 1995, pág. 2).
Esta frase subraya la importancia de buscar la voluntad del Señor en los llamamientos eclesiásticos. Los líderes son escogidos no por sus méritos humanos, sino por el conocimiento perfecto del Señor sobre sus capacidades y disposición para servir.

“…que mi siervo Warren A. Cowdery sea nombrado y ordenado…”
El Señor designa específicamente a Warren para ser ordenado como sumo sacerdote presidente. Esto ilustra la estructura organizada y dirigida por revelación de la Iglesia, donde los líderes son llamados a diferentes responsabilidades según las necesidades locales.
El presidente Thomas S. Monson dijo: “En esta Iglesia, el llamamiento a un oficio es sagrado. Cuando el Señor llama a alguien, también lo capacita para cumplir con ese llamamiento.” (“Heeding the Call,” Ensign, noviembre de 1994, pág. 43).
Esta frase destaca que los llamamientos en la Iglesia son sagrados y vienen acompañados de poder y autoridad divina para actuar en el nombre del Señor, siempre y cuando se ejerzan con rectitud.

“…sumo sacerdote presidente de mi iglesia en la tierra de Freedom y las regiones circunvecinas.”
El Señor especifica el alcance del llamamiento de Warren, indicando que su responsabilidad es liderar la Iglesia en un área específica. Este detalle refleja la organización local de la Iglesia y el principio de que el Señor establece líderes para guiar a Sus hijos en sus circunstancias únicas.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “El Señor siempre ha organizado Su reino por medio de líderes locales que guían bajo Su dirección divina.” (“Prophets, Seers, and Revelators,” Ensign, noviembre de 2004, pág. 6).
La asignación específica de responsabilidades demuestra la atención del Señor a los detalles en la administración de Su Iglesia. Cada área y cada congregación reciben la guía necesaria para su crecimiento espiritual y temporal.

Este versículo resalta principios clave de la organización divina de la Iglesia, como la revelación en los llamamientos, la sagrada naturaleza del liderazgo y la importancia de la organización local. Al llamar a Warren A. Cowdery como sumo sacerdote presidente, el Señor demuestra Su interés personal en la dirección de cada área de Su Iglesia y Su confianza en quienes llama.
En la actualidad, este versículo nos recuerda que debemos respetar y sostener a nuestros líderes, sabiendo que han sido llamados por revelación. También enfatiza que cada miembro tiene un papel único en la edificación del reino de Dios y que el Señor capacita a quienes llama, independientemente de sus debilidades iniciales. La confianza en los llamamientos divinos fortalece la unidad y el propósito dentro de la Iglesia.


Versículo 3: “Y dedique su tiempo entero a este alto y santo llamamiento que ahora le doy, buscando con diligencia el reino del cielo y su justicia, y todas las cosas necesarias serán añadidas, porque el obrero es digno de su salario.”
Este versículo resalta la importancia de la completa dedicación al servicio del Señor, recordando que quienes priorizan el reino de Dios recibirán las bendiciones necesarias. Es un recordatorio de que el Señor cuida de Sus siervos cuando confían en Él y trabajan con diligencia.

“Y dedique su tiempo entero a este alto y santo llamamiento que ahora le doy…”
El Señor instruye a Warren A. Cowdery a consagrarse completamente a su llamamiento como sumo sacerdote presidente, reflejando la importancia de priorizar los deberes del Evangelio. Este mandato enseña que los llamamientos en la Iglesia no son tareas temporales o secundarias, sino responsabilidades sagradas que requieren enfoque y devoción total.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “No hay llamamiento pequeño en esta Iglesia. Cada asignación requiere nuestra dedicación total y fe en el Señor, que nos ayudará a cumplirla.” (“Los llamamientos en la Iglesia,” Liahona, noviembre de 1995, pág. 70).
El llamado a dedicar “todo el tiempo” subraya la consagración personal al servicio del Señor. Aquellos que se comprometen plenamente a Sus labores reciben el poder y las bendiciones necesarias para cumplir con sus responsabilidades.

“…buscando con diligencia el reino del cielo y su justicia…”
El Señor recuerda que el enfoque principal de quienes sirven en Su obra debe ser el reino de los cielos y vivir en rectitud. Este principio alinea el servicio en la Iglesia con el propósito eterno de edificar Sion y preparar al pueblo para el regreso de Cristo.
El Salvador enseñó: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mateo 6:33). El presidente Russell M. Nelson agregó: “Cuando buscamos al Señor primero, Él nos guía para cumplir nuestras prioridades eternas y recibir Sus bendiciones prometidas.” (“Busca la perfección del Salvador,” Liahona, noviembre de 2019, pág. 88).
Este mandato enfatiza que el servicio a Dios no solo implica acción, sino también la búsqueda continua de Su voluntad y justicia. La diligencia en buscar el reino celestial es esencial para el crecimiento personal y colectivo en la Iglesia.

“…y todas las cosas necesarias serán añadidas, porque el obrero es digno de su salario.”
El Señor promete que quienes prioricen Su obra serán bendecidos con las cosas necesarias para su bienestar temporal y espiritual. Esta frase refleja la confianza que los siervos del Señor deben tener en que Él cuidará de sus necesidades mientras ellos cumplen Sus mandamientos.
El élder D. Todd Christofferson declaró: “El Señor nunca es indiferente a las necesidades de aquellos que sacrifican su tiempo y talentos para Su obra. Sus promesas son seguras.” (“La ley de la consagración,” Liahona, noviembre de 2010, pág. 6).
La promesa de que “todas las cosas necesarias serán añadidas” es una garantía divina de que el Señor cuida de Sus siervos. Esto no significa necesariamente riqueza material, sino que asegura que el Señor proveerá para que puedan cumplir con Su obra.

Este versículo enseña principios esenciales sobre la consagración, la búsqueda del reino de Dios y la confianza en las promesas divinas. El llamado a dedicar todo el tiempo a un llamamiento refleja el nivel de compromiso que el Señor espera de quienes participan en Su obra. La promesa de provisión divina es una muestra de Su amor y cuidado por quienes confían en Él.
Hoy, este versículo nos recuerda que debemos priorizar los asuntos del reino de Dios sobre los intereses terrenales. Al hacerlo, el Señor promete cuidar de nuestras necesidades, fortalecernos en nuestras responsabilidades y bendecirnos con lo necesario para cumplir Su obra. Este enfoque no solo es aplicable a quienes tienen llamamientos de tiempo completo, sino también a cada miembro al esforzarse por cumplir sus convenios con fe y dedicación.


Versículo 4: “Además, de cierto os digo que la venida del Señor se aproxima, y sorprenderá al mundo como ladrón en la noche.”
Aquí el Señor enfatiza que la Segunda Venida será inesperada para el mundo. Este versículo llama a los santos a permanecer espiritualmente alertas y preparados, para que no sean sorprendidos. Esta preparación incluye vivir de manera recta y buscar constantemente el Espíritu del Señor.

“Además, de cierto os digo que la venida del Señor se aproxima…”
El Señor afirma que Su regreso está cercano, recordando a los santos que la Segunda Venida es un evento seguro y en proceso de cumplimiento. Aunque el momento exacto permanece desconocido, este recordatorio impulsa a los fieles a estar constantemente preparados y espiritualmente alerta.
El élder Dallin H. Oaks enseñó: “No sabemos cuándo será la Segunda Venida del Salvador, pero sabemos que debemos estar preparados para recibirlo en cualquier momento.” (“Preparados para Su venida,” Liahona, mayo de 2004, pág. 7).
Esta frase refuerza la idea de vivir cada día como si el Señor pudiera regresar en cualquier momento, cultivando una vida de rectitud, obediencia y servicio constante.

“…y sorprenderá al mundo como ladrón en la noche.”
El Señor advierte que Su venida será inesperada para el mundo. La metáfora del “ladrón en la noche” subraya la necesidad de preparación, ya que aquellos que no estén espiritualmente alertas se encontrarán desprevenidos. Este lenguaje refleja el contraste entre los hijos de luz (preparados) y los del mundo (impreparados).
El apóstol Pablo enseñó: “Porque vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón.” (1 Tesalonicenses 5:4). El presidente Russell M. Nelson también declaró: “El día del Señor será una sorpresa para quienes no estén preparados, pero para los que vigilan y oran, será un día de gozo y no de temor.” (“Preparación para la Segunda Venida,” Liahona, mayo 2004, pág. 18).
Esta frase resalta que el Señor no busca causar sorpresa, sino advertir a los fieles para que estén espiritualmente listos. Los santos deben vivir en un estado de vigilancia constante, actuando como “hijos de luz”.

Este versículo enfatiza la certeza de la Segunda Venida y la importancia de estar preparados espiritualmente. La advertencia de que el regreso del Señor será inesperado para el mundo llama a los santos a vivir en santidad, a velar y a estar siempre listos para recibir al Salvador con gozo.
En la actualidad, este versículo nos inspira a evaluar nuestra preparación espiritual y a fortalecer nuestra relación con el Señor. Vivir en un estado de preparación no significa temor constante, sino confianza en las promesas del Salvador y en la seguridad de Su regreso. Cada día, al seguir Sus enseñanzas, podemos asegurarnos de que Su venida será para nosotros un día de luz y redención.
El élder Jeffrey R. Holland lo expresó así: “El estar preparados espiritualmente no es solo para evitar la sorpresa del regreso del Señor, sino para disfrutar la paz y el gozo que provienen de vivir con rectitud.” (“Israel, Israel, God Is Calling,” Liahona, noviembre 2012, pág. 83).


Doctrina y Convenios 106:4–5: “Y otra vez, de cierto os digo que la venida del Señor se acerca, y sobrevendrá al mundo como ladrón en la noche; por tanto, ceñid vuestros lomos para que seáis hijos de luz, y aquel día no os sobrecoja como a ladrón.”

Las Escrituras hablan del Maestro regresando “como ladrón en la noche” (1 Tesalonicenses 5:2; 2 Pedro 3:10). Es cierto que ningún mortal conocerá el día exacto de la segunda venida del Señor. Sin embargo, a los santos se les promete que, si están en sintonía con el Espíritu, podrán reconocer la estación o época.

El apóstol Pablo usó la analogía de una mujer embarazada a punto de dar a luz. Ella puede no saber la hora ni el día exacto en que nacerá el niño, pero algo sabe con certeza: será pronto. Los sentimientos, las impresiones y las señales en su cuerpo así lo testifican.

De manera similar, aquellos que prestan atención a las Escrituras, y especialmente a los oráculos vivientes (los profetas), se mantendrán como “hijos de la luz y del día”, y no de la noche ni de las tinieblas (1 Tesalonicenses 5:5).

Este pasaje destaca la inminencia de la Segunda Venida del Salvador y la necesidad urgente de estar espiritualmente preparados. El Señor advierte que Su venida será inesperada para el mundo, como lo es un ladrón en la noche, pero no tiene por qué serlo para los justos.

Aquellos que viven con los lomos ceñidos—es decir, en estado de vigilancia, pureza y diligencia espiritual—serán reconocidos como “hijos de luz”. No solo evitarán ser sorprendidos por ese gran día, sino que lo anticiparán con esperanza, reverencia y gozo.

El evangelio no es simplemente una doctrina de conocimiento, sino una invitación a vivir en un estado constante de preparación y fidelidad. La analogía de la mujer embarazada enseña que quienes viven conforme al Espíritu sentirán, como señales internas, que el gran día del Señor se acerca. Esta sensibilidad espiritual proviene de vivir en sintonía con las Escrituras y con las enseñanzas de los profetas vivientes.

La advertencia del Señor en Doctrina y Convenios 106:4–5 no es motivo de temor, sino una llamada a la preparación gozosa. Aunque el mundo será sorprendido, los santos no tienen por qué ser tomados desprevenidos. El secreto está en vivir como hijos de la luz, atentos a las impresiones del Espíritu, a las señales de los tiempos y a las enseñanzas de los profetas del Señor.

El llamado a ceñir nuestros lomos es un llamado a accionar, a vigilar, a permanecer firmes en la fe, con los ojos puestos en Cristo y los corazones purificados.
La venida del Señor se acerca. ¿Estamos listos para recibirlo como amigos preparados, y no como extraños sorprendidos?

“Estad, pues, preparados en todo momento.” (D. y C. 38:42)


Versículo 5: “Por tanto, ceñid vuestros lomos para que seáis hijos de luz, y no os sorprenda ese día como ladrón.”
Este versículo complementa el anterior, llamando a los santos a ceñir sus lomos, un símbolo de preparación activa. Ser “hijos de luz” implica vivir conforme a la verdad y estar alineados con los principios del Evangelio, lo que asegura que la Segunda Venida será un evento de gozo y no de temor.

“Por tanto, ceñid vuestros lomos…”
La frase “ceñid vuestros lomos” es una expresión simbólica que se utiliza en las escrituras para referirse a la preparación activa y la disposición para el servicio o para enfrentar desafíos. En este contexto, el Señor exhorta a Sus seguidores a estar espiritualmente listos para la Segunda Venida y para cumplir con Sus mandamientos.
El élder Dieter F. Uchtdorf explicó: “Ceñir nuestros lomos espiritualmente significa estar preparados, ser proactivos y dedicarnos a las cosas que realmente importan para nuestra salvación y la salvación de los demás.” (“Permaneced firmes en la fe,” Liahona, noviembre de 2006, pág. 39).
Este mandato subraya que la preparación espiritual no es pasiva, sino un esfuerzo constante y activo. Los santos deben equiparse con las herramientas del Evangelio, como la oración, el estudio de las escrituras y el arrepentimiento, para estar listos para cualquier eventualidad.

“…para que seáis hijos de luz…”
Ser “hijos de luz” implica vivir de acuerdo con los principios de verdad y justicia enseñados por Cristo. Esta designación distingue a quienes siguen al Salvador y están espiritualmente preparados para recibirlo, de aquellos que permanecen en la oscuridad de la incredulidad o el pecado.
El apóstol Pablo enseñó: “Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas.” (1 Tesalonicenses 5:5).
El presidente Russell M. Nelson también declaró: “Ser hijos de luz significa reflejar la luz de Cristo en nuestras vidas, actuar con rectitud y ser un ejemplo para el mundo.” (“Una nueva visión para la juventud,” Liahona, noviembre de 2018, pág. 88).
El llamamiento a ser “hijos de luz” destaca la responsabilidad de los santos de vivir como ejemplos de rectitud, irradiando la luz de Cristo a quienes los rodean. Es un llamado a la acción diaria y al compromiso con los principios del Evangelio.

“…y no os sorprenda ese día como ladrón.”
El Señor advierte que Su regreso será inesperado para el mundo, pero promete que los “hijos de luz” no serán sorprendidos si están preparados espiritualmente. Esto refuerza la importancia de la vigilancia constante y la preparación para la Segunda Venida.
El presidente Henry B. Eyring enseñó: “Aquellos que vigilan y oran siempre estarán listos para el regreso del Salvador. Para ellos, Su venida no será motivo de temor, sino de gran gozo.” (“El día del Señor se aproxima,” Liahona, mayo de 1998, pág. 66).
Esta frase nos enseña que, aunque el momento exacto de la Segunda Venida es desconocido, los santos no necesitan temer si están espiritualmente preparados. La vigilancia constante asegura que estén listos para recibir al Salvador con confianza y paz.

En este versículo es un recordatorio claro de la necesidad de preparación espiritual activa. Al ceñir nuestros lomos y vivir como hijos de luz, los santos pueden estar seguros de que el día del Señor no los tomará por sorpresa. Este versículo también destaca la importancia de ser una luz para el mundo, irradiando la verdad y el ejemplo de Cristo en nuestra vida diaria.
Hoy, este versículo nos invita a reflexionar sobre nuestro nivel de preparación espiritual. ¿Estamos viviendo como “hijos de luz”? ¿Estamos vigilantes y listos para recibir al Salvador? Este llamado a la acción nos inspira a renovar nuestro compromiso con el Evangelio, a ser proactivos en nuestra rectitud y a iluminar a los demás con nuestra fe.
El élder Jeffrey R. Holland lo resumió así: “Prepararse para la venida del Señor no es un evento único, sino una forma de vida. Cada día, al vivir con rectitud, nos acercamos más a ese glorioso encuentro con Él.” (“Esperad al Salvador,” Liahona, noviembre de 2012, pág. 92).


Versículo 6: “Y además, de cierto os digo que hubo gozo en los cielos cuando mi siervo Warren se humilló ante mi cetro y se apartó de las artimañas de los hombres.”
Este versículo destaca la alegría divina y celestial que ocurre cuando una persona elige el camino del Señor sobre las influencias del mundo. La humildad ante el Señor permite que Su gracia opere en nuestras vidas y transforma nuestra naturaleza.

“Y además, de cierto os digo que hubo gozo en los cielos…”
El gozo en los cielos es una expresión recurrente en las escrituras, que indica que las decisiones justas de los hombres tienen repercusiones eternas. Aquí, se subraya que los actos de humildad y arrepentimiento traen alegría no solo al Señor, sino también a los ángeles y a quienes están en la presencia divina.
Jesucristo enseñó: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.” (Lucas 15:7). El presidente Dieter F. Uchtdorf declaró: “Cada vez que un hijo de Dios se arrepiente y vuelve al camino correcto, hay un júbilo en los cielos, porque ellos comprenden el valor eterno de esa decisión.” (“Ven, sígueme,” Liahona, mayo de 2013, pág. 64).
Esta frase resalta que el arrepentimiento y la humildad son acciones que no solo benefician al individuo, sino que también glorifican a Dios y alegran a los cielos. Esto refleja el amor y la atención que el cielo tiene por cada alma.

“…cuando mi siervo Warren se humilló ante mi cetro…”
El “cetro” es un símbolo de autoridad divina y gobierno justo. Al humillarse ante el cetro del Señor, Warren A. Cowdery reconoció el poder y la soberanía de Dios, sometiéndose a Su voluntad. Este acto de humildad demuestra fe y confianza en que el camino del Señor es superior al de los hombres.
El élder Neal A. Maxwell enseñó: “La verdadera humildad es reconocer la mano de Dios en nuestra vida y someternos voluntariamente a Su guía.” (“Consecrate Thy Performance,” Ensign, mayo de 2002, pág. 36).
El acto de humillarse ante el Señor simboliza una disposición a abandonar el orgullo y a aceptar Su voluntad. Este es un paso esencial en el proceso de conversión y en la preparación para servir en los propósitos divinos.

“…y se apartó de las artimañas de los hombres.”
El Señor reconoce que Warren tomó la decisión de alejarse de las influencias del mundo y de las artimañas de los hombres, es decir, prácticas engañosas o motivadas por intereses egoístas. Este cambio marca un compromiso personal de alinear sus acciones con los principios del Evangelio.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “Es fácil dejarse llevar por las corrientes del mundo, pero el verdadero discípulo de Cristo elige con valentía el camino recto, aunque sea difícil.” (“Decisiones Determinan el Destino,” Liahona, noviembre de 2003, pág. 57).
Alejarse de las artimañas de los hombres es un acto de valentía espiritual que requiere discernimiento y determinación. Este esfuerzo refleja la transformación interna que ocurre cuando alguien se compromete con el Evangelio.

En este versículo se enseña principios profundos sobre la humildad, el arrepentimiento y la conversión. Warren A. Cowdery, al someterse al Señor y alejarse de las influencias del mundo, se convirtió en un ejemplo de lo que significa ser un verdadero discípulo. Este versículo también destaca que nuestras decisiones tienen un impacto eterno y que incluso las elecciones individuales son celebradas en los cielos.
Este versículo nos invita a reflexionar sobre nuestra disposición para someternos al Señor, alejarnos de las influencias negativas del mundo y buscar el gozo eterno que proviene de una vida centrada en Cristo. Al igual que Warren, podemos traer gozo a los cielos al tomar decisiones justas y humildes.
El presidente Russell M. Nelson lo expresó de esta manera: “Cuando escogemos al Señor por encima del mundo, no solo somos bendecidos en esta vida, sino que también nos convertimos en una fuente de gozo eterno para Él y para todos los que están en los cielos.” (“Toma tu cruz y sigue al Salvador,” Liahona, noviembre de 2021, pág. 7).


Doctrina y Convenios 106:7: “Por tanto, bendito es mi siervo Warren, porque tendré misericordia de él; y, no obstante la vanidad de su corazón, lo levantaré en la medida en que se humille ante mí.”

Es lamentable que Warren Cowdery, hermano mayor de Oliver Cowdery, no siguiera el ejemplo de José Smith, quien expresó antes de recibir la revelación para Warren:
“Ningún mes me encontró más ocupado que noviembre; pero como mi vida consistía en actividad y esfuerzo inquebrantable, hice de esta mi regla: Cuando el Señor manda, hazlo” (Historia de la Iglesia, 2:170).

Warren Cowdery se unió a la Iglesia en 1831 y se retiró en 1838. No regresó ni siquiera cuando su hermano Oliver fue reunido con la Iglesia en 1848.

Esta revelación nos enseña mucho sobre el Señor y sobre nosotros mismos. El Señor nos conoce perfectamente. Conoce nuestras debilidades y defectos, pero aun así nos ama y desea bendecirnos con una corona de justicia, si nos humillamos y permanecemos fieles (D. y C. 106:8).
Los cielos se regocijan cuando abandonamos lo mundano y nos volvemos al Señor (D. y C. 106:6). Nuestra dicha será eterna si perseveramos hasta el fin.

Este versículo revela una doctrina reconfortante: la misericordia del Señor no depende de la perfección humana, sino de la disposición a humillarse ante Él. Aunque el Señor reconoció “la vanidad” en el corazón de Warren Cowdery, también prometió levantarlo si él se humillaba.

Aquí se nos muestra un principio profundo del Evangelio: el arrepentimiento sincero y la humildad atraen el poder redentor del Salvador, aun en medio de nuestras imperfecciones. El Señor no espera que seamos sin defecto, pero sí espera que seamos dóciles, humildes y dispuestos a cambiar.

A diferencia de su hermano Oliver, Warren no regresó a la Iglesia tras haberse apartado. Pero el Señor le ofreció misericordia y una promesa condicionada: “en la medida en que se humille…”. Esta condición muestra que la exaltación no es automática, sino relacional y progresiva, y está ligada a nuestra fidelidad continua.

Doctrina y Convenios 106:7 nos enseña que la misericordia de Dios es más grande que nuestras debilidades, pero también que Sus bendiciones están condicionadas a nuestra humildad y fidelidad. Todos tenemos áreas de orgullo o vanidad que deben ser refinadas, pero el Señor no nos desecha por ello. Él extiende Su mano, dispuesto a levantarnos, si nosotros bajamos nuestra propia altivez para acercarnos a Él.

Este pasaje también nos recuerda que, aunque algunos puedan apartarse del camino, el Señor continúa invitando, corrigiendo y ofreciendo Su gracia. Pero esa gracia solo se activa en quienes están dispuestos a humillarse, seguir aprendiendo y ser moldeados por Él.

“Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6).


Versículo 8: “Y le daré gracia y confianza para que se sostenga firme; y si continúa siendo un testigo fiel y una luz a la iglesia, he preparado para él una corona en las mansiones de mi Padre.”
Este versículo promete bendiciones eternas a quienes son fieles en sus llamamientos y permanecen como testigos constantes de la verdad. El Señor asegura que Su gracia fortalecerá a Sus siervos, capacitándolos para cumplir con sus responsabilidades y recibir la exaltación.

“Y le daré gracia y confianza para que se sostenga firme…”
El Señor promete a Warren A. Cowdery la ayuda divina necesaria para cumplir con su llamamiento y enfrentar los desafíos. La “gracia” se refiere al poder habilitador de Cristo, que fortalece a los fieles más allá de sus capacidades humanas. La “confianza” implica que, al actuar con fe, Warren obtendrá seguridad y valentía para mantenerse firme en su servicio.
El presidente Dieter F. Uchtdorf enseñó: “La gracia de Dios no solo nos limpia de los pecados, sino que también nos da fuerza para hacer cosas que no podríamos lograr por nosotros mismos.” (“La gracia de Dios,” Liahona, mayo de 2015, pág. 109).
Este pasaje subraya que el Señor no solo llama a Sus siervos, sino que también les da las herramientas espirituales para cumplir con sus responsabilidades. La gracia y la confianza son dones que fortalecen a quienes dependen del Señor.

“…y si continúa siendo un testigo fiel y una luz a la iglesia…”
La condición de recibir bendiciones adicionales está ligada a la fidelidad y al compromiso continuo. Ser un “testigo fiel” implica defender y proclamar la verdad del Evangelio, mientras que ser “una luz” significa ser un ejemplo de rectitud que inspira a otros.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Nuestro ejemplo, como testigos fieles, ilumina el camino para aquellos que buscan la verdad y necesitan el Evangelio en sus vidas.” (“La luz del Evangelio,” Liahona, noviembre de 2002, pág. 81).
Este llamado a ser un testigo fiel y una luz no es solo un mandato personal, sino también una responsabilidad hacia la comunidad de la Iglesia. Cada acto de fidelidad fortalece no solo al individuo, sino también a la congregación.

“…he preparado para él una corona en las mansiones de mi Padre.”
El Señor promete una “corona”, símbolo de victoria, exaltación y recompensas eternas, a aquellos que son fieles hasta el fin. Las “mansiones” en la casa del Padre representan las bendiciones eternas reservadas para los que perseveran en el Evangelio.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Nuestro destino eterno depende de nuestra fidelidad aquí en la tierra. El Señor ha prometido prepararnos un lugar en Su reino si permanecemos fieles.” (“Los tres propósitos de la vida,” Liahona, noviembre de 1993, pág. 44).
La corona en las mansiones celestiales es una de las mayores promesas del Evangelio, reservada para aquellos que se humillan, son fieles y perseveran en el servicio del Señor.

Doctrina y Convenios 106:8 encapsula principios fundamentales del Evangelio: la gracia de Cristo, la necesidad de fidelidad y la promesa de la exaltación. El Señor asegura a Sus siervos que, aunque enfrenten desafíos, Su gracia y fortaleza los sostendrán. Al ser testigos fieles y ejemplos de luz, pueden alcanzar las mayores bendiciones espirituales.
En nuestra vida, este versículo nos recuerda que el Señor nunca nos deja solos en nuestras responsabilidades. Si confiamos en Su gracia y somos fieles en nuestros llamamientos, no solo seremos fortalecidos en esta vida, sino que también heredaremos las bendiciones eternas. Ser una “luz” significa vivir de manera que inspiremos y guiemos a otros hacia Cristo.
El élder Jeffrey R. Holland lo expresó así: “Si somos fieles, el Señor preparará un lugar para nosotros en Su reino, donde Su gracia y amor estarán siempre con nosotros.” (“La expiación infinita de Cristo,” Liahona, noviembre de 2011, pág. 26).

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