Doctrina y Convenios Sección 108

Doctrina y Convenios
Sección 108


Contexto Histórico

En una mañana invernal del 26 de diciembre de 1835, Lyman Sherman, un hombre de profunda devoción y miembro ya ordenado como setenta, se acercó al profeta José Smith en Kirtland, Ohio, con una petición sincera en su corazón. Deseaba saber con claridad cuál era su deber ante el Señor. Reconociendo la importancia de su consulta, el Profeta buscó la guía divina, y en respuesta, recibió la revelación que ahora se conoce como la Sección 108 de Doctrina y Convenios.

Lyman Sherman había sentido el peso de sus propias imperfecciones y buscaba consuelo y dirección. En la revelación, el Señor comenzó con palabras de amor y esperanza: le aseguró que sus pecados habían sido perdonados, no por su perfección, sino porque había obedecido la voz del Señor al acudir en humildad a buscar consejo del profeta. Esto le brindó paz y alivio, permitiéndole dejar atrás cualquier duda o resistencia interna.

El Señor le aconsejó a Lyman que fuera más cuidadoso en el cumplimiento de los convenios y votos que había hecho. Se le prometieron bendiciones “sumamente grandes” si continuaba fiel en su camino. Además, se le aseguró que sería recordado entre los principales élderes de la Iglesia durante la asamblea solemne que se convocaría más adelante. Este reconocimiento lo colocaría entre los líderes elegidos por el Señor para llevar adelante Su obra.

La revelación también incluía un llamado específico para Lyman: debía predicar el Evangelio donde el Señor lo enviara y, en todas sus acciones, fortalecer a sus hermanos. Esta tarea incluía no solo las palabras que hablara, sino también su ejemplo en la oración, la exhortación y las obras. El Señor prometió estar con él, bendecirlo y liberarlo “para siempre.”

Este momento marcó un cambio significativo en la vida de Lyman Sherman, quien, como muchos otros en esa época, enfrentaba desafíos personales y espirituales mientras buscaba cumplir con los mandatos del Señor. La revelación no solo le brindó guía y consuelo, sino que también reforzó la importancia de la obediencia, la fidelidad y la disposición para servir en el reino de Dios.

La Sección 108 destaca la cercanía y el amor personal del Señor hacia Sus siervos, recordándoles que, aunque imperfectos, pueden ser instrumentos poderosos en Sus manos si confían en Él y buscan Su guía. Para Lyman Sherman, esta revelación fue un recordatorio de que el Señor está al tanto de cada uno de Sus hijos y les ofrece oportunidades de redención, dirección y bendiciones eternas.

La Sección 108 de Doctrina y Convenios enseña principios fundamentales de la fe y el discipulado, incluyendo la importancia del arrepentimiento, la obediencia, la paciencia y el servicio a los demás. Cada versículo destaca el amor personal del Señor por Sus hijos y Su disposición a guiarlos hacia la redención y las bendiciones eternas.
Los principios de esta sección nos invitan a buscar guía divina, ser fieles en nuestros convenios y servir con dedicación a quienes nos rodean. También nos recuerdan que el Señor nunca nos abandona y que Sus bendiciones están reservadas para aquellos que confían en Él y perseveran con fe.


Versículo 1: “De cierto, así te dice el Señor, mi siervo Lyman: Te son perdonados tus pecados, porque has obedecido mi voz al venir aquí esta mañana para recibir consejo del que yo he nombrado.”
El Señor demuestra Su disposición a perdonar a quienes buscan Su guía con humildad. Este versículo enfatiza la importancia de la obediencia y la búsqueda de consejo divino como pasos hacia el perdón y la paz espiritual.

“De cierto, así te dice el Señor, mi siervo Lyman…”
El Señor se dirige directamente a Lyman Sherman, llamándolo “mi siervo”. Este título refleja la relación entre Dios y aquellos que eligen seguirlo y actuar en Su obra. Ser un “siervo” del Señor implica obediencia, humildad y disposición para cumplir con Su voluntad.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “Un siervo del Señor actúa bajo Su dirección, busca Su guía y dedica su vida a Su causa.” (“Siervos del Señor,” Liahona, noviembre de 1995, pág. 52).
El reconocimiento personal del Señor subraya Su interés en cada individuo y Su disposición para dirigirnos personalmente. Este llamado específico resalta la importancia de buscar y cumplir con los designios de Dios.

“Te son perdonados tus pecados…”
El perdón de los pecados es una de las mayores bendiciones del Evangelio, que llega mediante el arrepentimiento y la gracia de Cristo. Aquí, el Señor asegura a Lyman que su arrepentimiento y obediencia lo han hecho digno de esta bendición, otorgándole paz espiritual.
El élder Dieter F. Uchtdorf explicó: “El arrepentimiento no es un castigo; es un don. Es la oportunidad de dejar atrás nuestras cargas y ser limpiados por el poder de la expiación de Cristo.” (“Regocijaos en esto,” Liahona, noviembre de 2013, pág. 21).
Esta declaración del Señor confirma que el arrepentimiento sincero lleva al perdón, renovando nuestra relación con Dios. También resalta el consuelo que el perdón trae a quienes buscan al Señor con humildad.

“…porque has obedecido mi voz al venir aquí esta mañana para recibir consejo del que yo he nombrado.”
El Señor explica que el perdón de Lyman se debe a su obediencia al buscar consejo del Profeta José Smith, quien había sido llamado por Dios. Este acto de fe y humildad refleja la importancia de seguir la revelación y los canales establecidos por el Señor.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “Cuando buscamos guía del Señor mediante los canales adecuados, encontramos respuestas y dirección divina que nos acercan más a Él.” (“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas,” Liahona, mayo de 2018, pág. 93).
La disposición de Lyman para buscar y seguir la guía profética demuestra que las bendiciones del perdón y la paz vienen al actuar en fe y obediencia a la autoridad divina.

Doctrina y Convenios 108:1 es un recordatorio poderoso del amor del Señor y de Su disposición para perdonar a aquellos que buscan Su guía y se arrepienten sinceramente. La frase destaca la importancia de la obediencia, el arrepentimiento y la confianza en los líderes llamados por Dios para guiarnos en el camino del Evangelio.
Este versículo nos inspira a buscar al Señor en nuestras decisiones, a seguir a los profetas y a actuar con fe para recibir las bendiciones del perdón y la paz espiritual. También nos recuerda que el Señor se dirige a cada uno de nosotros con amor personal y conoce nuestras luchas y esfuerzos.
El presidente Spencer W. Kimball resumió este principio al enseñar: “La obediencia y el arrepentimiento sincero son las puertas hacia la paz y el perdón eterno. En el Señor encontramos consuelo y guía para todas las decisiones de la vida.” (“La fe precede al milagro,” Liahona, mayo de 1978, pág. 3).


Versículo 2: “Repose, por tanto, tu alma en cuanto a tu condición espiritual, y no resistas más mi voz.”
Este pasaje enseña que el Señor desea que Sus hijos experimenten paz y confianza en Su plan. La resistencia a Su voz, a menudo debido al temor o la duda, puede ser un obstáculo para recibir Sus bendiciones. Al ceder a Su voluntad, encontramos consuelo y dirección.

“Repose, por tanto, tu alma en cuanto a tu condición espiritual…”
El Señor invita a Lyman Sherman a encontrar paz en Su gracia y a confiar en que sus pecados han sido perdonados. Este llamado a la tranquilidad espiritual resalta el principio de que la fe en la expiación de Jesucristo libera a los fieles de la carga de la culpa y la incertidumbre.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “El Salvador es el Príncipe de Paz, y Su expiación permite que nuestras almas encuentren descanso y reconciliación con Dios.” (“Venid a mí,” Liahona, noviembre de 1997, pág. 65).
Este pasaje subraya que la paz espiritual es una de las bendiciones más preciadas del Evangelio. Es un recordatorio de que, cuando hemos hecho nuestra parte mediante el arrepentimiento, podemos aceptar la paz que Cristo ofrece sin aferrarnos a sentimientos de culpa.

“…y no resistas más mi voz.”
El Señor aconseja a Lyman que deje de resistir Su dirección y Su voluntad. La resistencia puede provenir del miedo, la duda o el orgullo, pero este llamado es un recordatorio de que someterse al Señor trae bendiciones y guía divina.
El presidente Henry B. Eyring declaró: “Cuando resistimos la voz del Señor, ya sea por miedo o incredulidad, nos alejamos de Sus bendiciones. Escuchar Su voz y actuar en fe abre las ventanas de los cielos.” (“Inspiración personal y revelación,” Liahona, noviembre de 2007, pág. 4).
Resistir la voz del Señor puede ser un obstáculo para el progreso espiritual. Este versículo enseña que confiar en la guía divina, incluso cuando no comprendemos completamente Su plan, conduce a mayor paz y crecimiento.

Este versículo enseña la importancia de aceptar la paz que el Señor ofrece y de rendirnos a Su voluntad en lugar de resistir Su voz. Al dejar atrás las dudas y los miedos, podemos abrir nuestros corazones a la guía divina y al poder de Su expiación.
Este versículo nos invita a reflexionar sobre las áreas en las que quizás resistimos la guía del Señor, ya sea por miedo o incertidumbre, y a confiar en que Su voluntad es siempre para nuestro bien. Al actuar con fe y obediencia, encontramos descanso espiritual y podemos avanzar con confianza en el Evangelio.
El presidente Russell M. Nelson expresó este principio al decir: “Cuando confiamos en el Señor y en Su plan, podemos soltar nuestras cargas y experimentar una paz que supera todo entendimiento.” (“La paz en Cristo,” Liahona, mayo de 2019, pág. 89).


Versículo 3: “Levántate y ten más cuidado desde ahora en adelante, de observar los votos que has hecho y que haces, y serás bendecido con bendiciones sumamente grandes.”
Este versículo subraya la importancia de cumplir con los convenios hechos con el Señor. Al esforzarnos por ser fieles, somos receptores de bendiciones espirituales y temporales. La fidelidad a los convenios es una señal de compromiso y amor hacia Dios.

“Levántate y ten más cuidado desde ahora en adelante…”
El Señor invita a Lyman Sherman a levantarse, un símbolo de acción y renovación espiritual. Este llamado implica no solo abandonar cualquier inercia o falta de compromiso, sino también esforzarse por ser más diligente en el cumplimiento de las responsabilidades sagradas.
El presidente Dieter F. Uchtdorf dijo: “El Evangelio de Jesucristo no es un evangelio de quedarse quieto. Nos invita a levantarnos, movernos y cambiar.” (“Tú importas al Señor,” Liahona, noviembre de 2011, pág. 19).
Esta frase subraya la importancia de un cambio proactivo en nuestra vida espiritual. Levantarse indica un compromiso renovado con el progreso y la acción bajo los principios del Evangelio.

“…de observar los votos que has hecho y que haces…”
El Señor destaca la importancia de ser fiel a los convenios y promesas hechas ante Él. La observancia de los votos incluye actuar de acuerdo con los principios del Evangelio y honrar los compromisos asumidos al recibir las ordenanzas sagradas.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Los convenios que hacemos con Dios son compromisos sagrados. Mantenerlos nos permite acceder al poder espiritual y a las bendiciones prometidas.” (“La invitación del Señor al convenio,” Liahona, octubre de 2021, pág. 70).
Cumplir con los convenios demuestra amor, lealtad y obediencia al Señor. La fidelidad a estas promesas es esencial para recibir bendiciones eternas y crecer espiritualmente.

“…y serás bendecido con bendiciones sumamente grandes.”
El Señor promete grandes bendiciones a quienes sean diligentes en guardar Sus mandamientos y cumplir Sus convenios. Estas bendiciones pueden incluir paz espiritual, guía divina y fortaleza para enfrentar desafíos, así como recompensas eternas en Su presencia.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “Cuando honramos los convenios que hacemos con el Señor, recibimos bendiciones más allá de nuestra comprensión.” (“Mantengámonos en lugares santos,” Liahona, noviembre de 2011, pág. 82).
Esta promesa refuerza que la obediencia y la diligencia son recompensadas de manera abundante, tanto en esta vida como en la eternidad. Las bendiciones que el Señor ofrece superan lo que podemos imaginar.

Este versículo destaca la importancia de actuar con diligencia, honrar los convenios y comprometerse continuamente con el progreso espiritual. Al hacerlo, el Señor promete bendiciones que fortalecerán nuestra vida terrenal y prepararán el camino hacia nuestra exaltación.
Este versículo nos inspira a evaluar nuestro nivel de compromiso con los convenios que hemos hecho con el Señor. También nos recuerda que, aunque todos somos imperfectos, siempre podemos levantarnos, esforzarnos más y recibir bendiciones divinas al ser obedientes y diligentes.
El presidente Henry B. Eyring lo expresó de manera sencilla: “El Señor siempre bendice a los que hacen todo lo posible por cumplir con Sus mandamientos y guardar sus convenios.” (“Al servicio del Señor,” Liahona, mayo de 2010, pág. 56).


Versículo 4: “Espera con paciencia hasta que se convoque la asamblea solemne de mis siervos; entonces serás recordado con los primeros de mis élderes y recibirás el derecho, por medio de la ordenación, con el resto de mis élderes que he escogido.”
La paciencia es una virtud esencial en el plan de Dios. Este versículo recuerda que las bendiciones prometidas llegan en el tiempo del Señor y que el esfuerzo fiel será recompensado de acuerdo con Su voluntad.

“Espera con paciencia hasta que se convoque la asamblea solemne de mis siervos…”
El Señor insta a Lyman Sherman a tener paciencia, recordándole que las bendiciones prometidas llegan en el tiempo del Señor y no en el tiempo humano. La mención de una “asamblea solemne” subraya la importancia de las reuniones sagradas en las que se toman decisiones significativas y se confiere poder espiritual.
El élder Neal A. Maxwell enseñó: “La paciencia no es simplemente esperar el tiempo de Dios, sino hacerlo con fe, confianza y disposición para aceptar Su voluntad.” (“Patience,” Ensign, octubre de 1980, pág. 28).
La paciencia es un principio clave del discipulado. Este pasaje enseña que al esperar con fe y humildad, confiando en la voluntad del Señor, nos preparamos para recibir mayores bendiciones en Su debido momento.

“…entonces serás recordado con los primeros de mis élderes…”
El Señor promete que Lyman será contado entre los principales líderes de la Iglesia, reconociendo su fidelidad y disposición para servir. Esto refuerza que el Señor conoce y valora el esfuerzo personal de cada individuo en Su obra.
El presidente Gordon B. Hinckley expresó: “El Señor conoce a cada uno de Sus siervos y recompensa su fidelidad, incluso cuando esa fidelidad no es visible para los demás.” (“El trabajo del Señor,” Liahona, mayo de 1995, pág. 56).
Ser recordado por el Señor significa ser reconocido y llamado para cumplir responsabilidades sagradas. Este versículo destaca que el servicio fiel nunca pasa desapercibido ante el Señor.

“…y recibirás el derecho, por medio de la ordenación, con el resto de mis élderes que he escogido.”
La promesa de ordenación refleja que el poder del sacerdocio y la autoridad para actuar en el nombre del Señor se confieren a través de la debida autoridad y por aquellos que han sido llamados. Esto asegura que los actos realizados en el sacerdocio son válidos ante el Señor.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “La autoridad del sacerdocio se confiere mediante la ordenación bajo las manos de aquellos que poseen las llaves del reino, asegurando así que la obra de Dios se realice en orden.” (“El sacerdocio y el poder de Dios,” Liahona, mayo de 2016, pág. 65).
Este pasaje subraya la importancia de la autoridad ordenada en el sacerdocio y de recibir la ordenación de acuerdo con las leyes de Dios, lo que fortalece la unidad y legitimidad en Su Iglesia.

Este versículo destaca principios esenciales como la paciencia, la fidelidad, el reconocimiento divino y la importancia de la autoridad ordenada en el sacerdocio. El Señor promete bendiciones y responsabilidades a quienes confían en Su tiempo y permanecen fieles a Sus mandamientos.
Este versículo nos enseña a esperar con fe en las promesas del Señor, reconociendo que Su tiempo es perfecto. También nos recuerda la importancia de las ordenanzas y la estructura divinamente ordenada en la Iglesia. Al ser pacientes y obedientes, podemos estar seguros de que el Señor nos usará para cumplir Su obra.
El presidente Thomas S. Monson expresó: “La paciencia y la fe son esenciales mientras seguimos adelante con la certeza de que el Señor siempre cumple Sus promesas en Su debido tiempo.” (“La paciencia, un principio divino,” Liahona, noviembre de 1995, pág. 59).


Doctrina y Convenios 108:7–8: “Fortalece a tus hermanos en toda tu conversación, en todas tus oraciones, en todas tus exhortaciones y en todas tus acciones. Y he aquí, yo estoy contigo para bendecirte y librarte para siempre.”

Los seguidores del convenio de Cristo están “dispuestos a llorar con los que lloran; sí, y a consolar a los que necesitan de consuelo, y a ser testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas, y en todo lugar” (Mosíah 18:9). Vivir como cristiano auténtico requiere más que hablar con bondad—requiere ser bondadoso. Pablo se refiere a la “conversación” como la conducta (Gálatas 1:13). Por tanto, nuestras palabras deben coincidir con nuestros hechos: esa es la diferencia entre quienes verdaderamente han tomado sobre sí el nombre de Cristo. Como un tinte, se impregna hasta el alma, en lugar de ser solo una capa superficial. Por supuesto, nadie es perfecto; todos quedamos cortos respecto a nuestro potencial más elevado. Pero el Señor nos bendecirá en nuestros esfuerzos por ser “un ejemplo de los creyentes, en palabra, en conducta, en caridad” (1 Timoteo 4:12). Nuestra conducta debe reflejar un compromiso interior con Cristo y un humilde deseo de bendecir y elevar a los demás.

Este pasaje de Doctrina y Convenios es una exhortación personal y profunda para vivir una vida cristiana íntegra y consagrada. El mandato del Señor de fortalecer a los hermanos “en toda tu conversación… oraciones… exhortaciones… y acciones” abarca la totalidad del ser: lo que pensamos, decimos y hacemos. No se trata solo de palabras bien dichas, sino de una vida vivida en coherencia con los convenios del evangelio.

El concepto bíblico de “conversación” incluye no solo la manera de hablar, sino el estilo de vida general. Así, este mandamiento llama a los santos a ser consistentes y sinceros: que la fe interna se manifieste externamente en cada aspecto de la vida. Tal integridad es característica de aquellos que han hecho convenios y procuran honrarlos, como se describe en Mosíah 18.

Además, el versículo concluye con una promesa divina: el Señor estará con los fieles “para bendecirlos y librarlos para siempre.” Esta es una bendición de compañía divina continua, especialmente en tiempos de lucha y servicio.

La invitación de Doctrina y Convenios 108:7–8 es clara: ser discípulos auténticos de Cristo requiere una vida coherente con el evangelio en palabra, pensamiento y acción. Fortalecer a los demás no es solo una obra de caridad, sino un reflejo de un compromiso sagrado. El Señor promete Su compañía y liberación a quienes viven de esta manera. Esta revelación es un llamado a vivir el evangelio con integridad y un recordatorio de que no estamos solos en esa búsqueda: Cristo camina con nosotros mientras servimos a Sus hijos.


Versículo 7: “Por tanto, fortalece a tus hermanos en todas tus conversaciones, en todas tus oraciones, en todas tus exhortaciones y en todos tus hechos.”
El Señor llama a Lyman a ser un ejemplo constante para sus hermanos. Este mandato enseña que el servicio en el Evangelio no solo se realiza a través de palabras, sino también mediante el ejemplo diario y las acciones rectas.

“Por tanto, fortalece a tus hermanos en todas tus conversaciones…”
El Señor instruye a Lyman Sherman a usar sus palabras para edificar y fortalecer a los demás. Las conversaciones son una herramienta poderosa para compartir testimonio, consuelo y apoyo espiritual. Este mandato resalta la responsabilidad de los santos de hablar con fe y esperanza.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Unas pocas palabras amables y edificantes pueden cambiar vidas y brindar ánimo cuando más se necesita.” (“El lenguaje del amor,” Liahona, mayo de 2007, pág. 84).
Las palabras tienen el poder de influir positiva o negativamente. Este pasaje nos recuerda que nuestras conversaciones deben ser un reflejo de nuestra fe, inspirando y animando a los demás.

“…en todas tus oraciones…”
El Señor enfatiza que Lyman debe incluir a sus hermanos en sus oraciones. Esto demuestra la importancia de la intercesión espiritual, mostrando amor y apoyo mediante la oración ferviente y sincera.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “Cuando oramos por los demás, especialmente por aquellos que necesitan fortaleza, el Señor obra milagros tanto en sus vidas como en la nuestra.” (“El poder de la oración,” Liahona, mayo de 2009, pág. 44).
Incluir a otros en nuestras oraciones fortalece nuestra relación con ellos y con el Señor. Este acto de intercesión es una demostración de amor cristiano y fe en el poder divino.

“…en todas tus exhortaciones…”
Exhortar a los demás implica animarlos a permanecer firmes en el Evangelio, a cumplir con sus convenios y a buscar al Señor. Esto requiere sabiduría y sensibilidad para ofrecer consejo e inspiración de manera edificante.
El presidente Henry B. Eyring enseñó: “Cada uno de nosotros tiene el deber de fortalecer la fe de los demás y alentarlos a seguir adelante en el camino del convenio.” (“Fortalecedos unos a otros,” Liahona, noviembre de 2004, pág. 47).
Exhortar con amor y dirección divina ayuda a otros a mantenerse en el camino correcto, fortaleciendo su fe y confianza en el Señor.

“…y en todos tus hechos.”
El Señor llama a Lyman a ser un ejemplo a través de sus acciones. Los hechos hablan más fuerte que las palabras, y el ejemplo personal es una herramienta poderosa para inspirar y edificar a otros.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “Tu ejemplo puede ser una luz para guiar a otros hacia Cristo. Es un reflejo de tu testimonio y de tu amor por el Salvador.” (“Sé un ejemplo,” Liahona, mayo de 2005, pág. 112).
Las acciones diarias reflejan nuestras creencias y compromisos. Al vivir de acuerdo con los principios del Evangelio, fortalecemos a quienes nos rodean y damos testimonio de la veracidad de la obra del Señor.

Este versículo es una invitación a edificar y fortalecer a los demás en todos los aspectos de la vida: palabras, oraciones, exhortaciones y acciones. Este versículo subraya que el discipulado abarca cada interacción y cada oportunidad de servicio.
Este versículo nos inspira a evaluar cómo nuestras palabras, oraciones y acciones afectan a los demás. Nos invita a ser conscientes de nuestro impacto y a esforzarnos por fortalecer a quienes nos rodean mediante el amor, el ejemplo y la intercesión espiritual. Al hacerlo, no solo edificamos a otros, sino que también nos acercamos más al Señor.
El presidente Gordon B. Hinckley lo resumió así: “Esforcémonos por ser una influencia positiva en la vida de los demás, usando nuestras palabras y acciones para fortalecerlos y guiarlos hacia el Salvador.” (“El Espíritu de servicio,” Liahona, noviembre de 1986, pág. 54).


Versículo 8: “Y he aquí, estoy contigo para bendecirte y librarte para siempre. Amén.”
El Señor promete Su presencia y protección a aquellos que son fieles. Este versículo es un recordatorio de que Dios está cerca de Sus siervos, ofreciéndoles fortaleza y consuelo en su camino.

“Y he aquí, estoy contigo…”
El Señor asegura a Lyman Sherman Su constante compañía, enfatizando que nunca está solo en su servicio o en su vida. Esta frase refleja la naturaleza personal y cercana de Dios, quien camina con Sus hijos en sus desafíos y responsabilidades.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “El Señor está siempre cerca de quienes lo buscan y confían en Él. Él no nos deja solos en nuestros esfuerzos por ser fieles.” (“Nunca caminarás solo,” Liahona, mayo de 2013, pág. 122).
Esta promesa de compañía divina ofrece consuelo y fortaleza, recordándonos que el Señor está con nosotros incluso en las pruebas más difíciles, siempre dispuesto a guiar y sostener.

“…para bendecirte…”
El Señor promete bendiciones a quienes son fieles y obedecen Su voz. Estas bendiciones pueden ser tanto temporales como espirituales, y reflejan Su amor y Su deseo de que todos Sus hijos progresen hacia la exaltación.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Cuando somos obedientes a los mandamientos de Dios, Su promesa es clara: recibiremos Sus bendiciones, no solo en esta vida, sino también en la eternidad.” (“Obediencia trae bendiciones,” Liahona, mayo de 2011, pág. 33).
Las bendiciones del Señor no son casuales; están ligadas a la obediencia y al compromiso con Su Evangelio. Esta promesa refuerza la confianza de que el Señor desea prosperar a quienes le sirven fielmente.

“…y librarte para siempre.”
El Señor asegura liberación eterna a Lyman Sherman, lo que implica tanto la protección en esta vida como la redención y exaltación en la vida venidera. Esta frase resalta que el propósito final del Evangelio es la salvación y la vida eterna en la presencia de Dios.
El élder Dieter F. Uchtdorf explicó: “La liberación que ofrece el Salvador no es temporal ni parcial. Él nos libera del pecado, de la muerte y del temor, asegurándonos vida eterna si somos fieles.” (“La Expiación y el camino hacia adelante,” Liahona, abril de 2017, pág. 6).
Esta promesa de liberación refleja el poder de la expiación de Cristo y la seguridad que el Señor ofrece a quienes permanecen fieles a Él. La liberación incluye consuelo en las pruebas, protección espiritual y la promesa de una vida eterna gloriosa.

Doctrina y Convenios 108:8 es un versículo lleno de consuelo, fortaleza y esperanza. El Señor promete Su constante compañía, bendiciones abundantes y liberación eterna a quienes lo siguen con fe y obediencia. Estas promesas subrayan la fidelidad de Dios y Su disposición a sostenernos en cada etapa de nuestra jornada espiritual.
Este versículo nos invita a confiar plenamente en el Señor, sabiendo que Él está con nosotros en todo momento. Nos recuerda que Su apoyo, bendiciones y liberación son ciertas, y que nuestra fidelidad y obediencia son fundamentales para recibir estas promesas.
El presidente Gordon B. Hinckley resumió este principio al enseñar: “El Señor nunca nos deja solos. Si le servimos con amor y confianza, sentiremos Su presencia y Sus bendiciones en todas las circunstancias.” (“If Ye Are Prepared Ye Shall Not Fear,” Ensign, noviembre de 2005, pág. 62).

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