Doctrina y Convenios
Sección 111
Contexto histórico y trasfondo
Resumen breve por Steven C. Harper
La revelación de la sección 111, recibida el 6 de agosto de 1836, reorientó a José y a sus compañeros. Estaban tan preocupados por pagar sus deudas que habían recurrido a una estrategia poco prudente. La revelación les enseñó a pensar en tesoros en términos de vidas humanas (“personas… a quienes reuniré”) y a no inquietarse demasiado por sus deudas (DyC 111:2, 5). Es una revelación consoladora.
Así como a los santos de Misuri se les pedía abandonar otro condado, José y los santos de Ohio terminaron la Casa del Señor en Kirtland a gran costo. Las bendiciones resultantes superaron con creces el valor de cada centavo, pero el proceso dejó a José endeudado por alrededor de 13,000 dólares, con más gastos en camino.
En esas circunstancias, José tomó un riesgo. Un hombre llamado Jonathan Burgess le había dicho que había mucho dinero enterrado en el sótano de una casa en Salem, Massachusetts. Afirmaba saber dónde estaba y aseguraba que era la única persona viva que lo sabía. José, su hermano Hyrum, Oliver Cowdery y Sidney Rigdon partieron hacia Salem en julio, con planes de encontrarse con Burgess, ubicar la casa y, con suerte, hallar el tesoro. Finalmente encontraron la casa, pero no estaba en venta ni en alquiler, y se marcharon de Salem sin poder acceder a ella.
El historiador de la Iglesia B. H. Roberts escribió que “mientras estaban en Salem, el Profeta recibió una revelación en la cual la insensatez de este viaje es severamente reprendida”. Quizá el élder Roberts fue demasiado sensible a la insistencia de los escritores antagonistas en recalcar la búsqueda de tesoros en la juventud de José (véase José Smith—Historia 1:55–57). Sin embargo, el Señor no reprende severamente a José en la sección 111. De hecho, dice que no está descontento con el profeta, a pesar de sus “necedades”, entendidas como “un acto débil o absurdo, no altamente criminal; un acto que es inconsistente con los dictados de la razón o con las reglas ordinarias de prudencia”.
En esta y en otras revelaciones dadas en momentos de ansiedad o presión para José y los santos, la respuesta del Señor es serena y controlada. José estaba abrumado por las deudas al punto de tomar riesgos insensatos. El Señor le responde que Él reunirá los tesoros y las almas de Salem para Sion en su debido tiempo. José y sus compañeros respondieron buscando el lugar donde el Señor quería que permanecieran: una casa en Union Street, no lejos de donde Nathaniel Hawthorne escribía relatos sobre tesoros enterrados en Salem y el periódico local publicaba rumores similares. Allí visitaron casa por casa y predicaron. El 19 de agosto visitaron el East India Marine Society Museum, mostrándose relativamente tranquilos en su esfuerzo por obedecer la revelación, dejar de preocuparse en exceso por las deudas y por lo que no podían controlar en Sion, y enfocarse más bien en las almas, tanto pasadas como presentes.
Estos esfuerzos condujeron a algunos de los “tesoros” mencionados por el Señor en el versículo 10. Al regresar de otro viaje a Salem en 1841, Hyrum Smith se reunió con Erastus Snow, le dio una copia de la sección 111 y lo animó a ir allí y cosechar a las “muchas personas” que el Señor había prometido reunir a su debido tiempo (DyC 111:1). Con gran sacrificio personal y familiar, el élder Snow fue. Él y Benjamin Winchester comenzaron la cosecha y otros siguieron. En 1841 el Salem Gazette anunció que “un hombre trabajador muy digno y respetable, junto con su esposa, fueron bautizados por inmersión en la fe mormona”. Seis meses después, el Salem Register informó que “el mormonismo avanza con un ímpetu perfecto en esta ciudad”.
La Iglesia también ha investigado a los primeros habitantes de Salem. Los registros antiguos de Salem y de las áreas circundantes se han preservado y están disponibles para la investigación genealógica, conduciendo a las ordenanzas sagradas de la Casa del Señor.
Con la sección 111, el Señor transformó la necedad en tesoros, en su debido tiempo.
Contexto adicional por Casey Paul Griffiths
A fines del verano de 1836, José Smith, Hyrum Smith, Oliver Cowdery y Sidney Rigdon viajaron al este de los Estados Unidos, visitando la ciudad de Nueva York, Boston y Salem, Massachusetts, antes de regresar a Kirtland en septiembre. José Smith recibió Doctrina y Convenios 111 el 6 de agosto de 1836, mientras el grupo se encontraba en Salem. Aparte de una carta que Oliver escribió a su hermano Warren y otra que José escribió a su esposa Emma, no existen documentos contemporáneos que indiquen el motivo del viaje a Salem. Sin embargo, es probable que el viaje estuviera al menos parcialmente motivado por las preocupaciones sobre las finanzas de la Iglesia. El costo de terminar la Casa del Señor en Kirtland, sumado a las persecuciones sufridas por los miembros en Misuri, había generado una creciente carga financiera para la Iglesia. El Señor aborda directamente la ansiedad sentida por estos líderes en la revelación (DyC 111:5–6).
Dos personas que no estuvieron directamente involucradas en el viaje declararon que éste estaba relacionado con la búsqueda de un tesoro perdido. Un panfleto de 1843, escrito por James C. Brewster, hablaba brevemente de una “casa que fue alquilada en la ciudad de Boston, con la expectativa de encontrar una gran suma de dinero enterrada en o cerca del sótano”. Brewster fue suspendido de la Iglesia en 1837, cuando tenía solo dieciséis años, y más tarde escribió el panfleto acusando a los líderes de la Iglesia de buscar tesoros. En 1889, cincuenta y tres años después del viaje del Profeta, Ebenezer Robinson escribió un relato más detallado del viaje. Robinson trabajó estrechamente con José Smith mientras el Profeta vivía en Kirtland, pero abandonó la Iglesia después de la muerte de José. Redactó su relato como editor de The Return, una publicación asociada con la Iglesia de Cristo de David Whitmer.
Según el relato de Robinson, “un hermano de la Iglesia de apellido Burgess había llegado a Kirtland y declaró que una gran cantidad de dinero había sido escondida en el sótano de cierta casa en Salem, Massachusetts, que había pertenecido a una viuda, y él pensaba que era la única persona viva que tenía conocimiento de ello o de la ubicación de la casa. Vimos al hermano Burgess, pero Don Carlos Smith nos habló respecto al tesoro escondido. Su declaración fue tomada en serio por los hermanos, y se dieron pasos para tratar de obtener el tesoro”. El relato de Robinson concuerda en parte con algunos documentos de la época. Una nota promisoria a Jonathan Burgess fechada el 17 de agosto de 1836 fue publicada como parte de los Joseph Smith Papers, y José Smith mencionó en una carta a Emma haber encontrado “muy afortunada y providencialmente” la casa de un “hermano Burjece”.
Algunas partes del relato de Robinson son cuestionables y deben leerse con cautela. Por ejemplo, Robinson afirmó que José alquiló la casa en cuestión y no encontró ningún tesoro. Pero en la carta de José a Emma, éste indica que no pudo alquilar ni siquiera tener acceso a la casa. La carta fue escrita dos semanas después de que el grupo llegara a Salem, y ellos partieron poco después de enviarla, lo cual indica que nunca accedieron a la casa, como Robinson había afirmado. Cabe señalar que el relato de Robinson fue escrito muchos años después de los acontecimientos y que él finalmente abandonó la Iglesia, en parte, por preocupaciones temporales.
En la revelación, el Señor asegura a los élderes que “hay más de un tesoro para vosotros en esta ciudad” (DyC 111:10) y les aconseja “inquirir diligentemente acerca de los más antiguos habitantes y fundadores de esta ciudad” (DyC 111:9). Si la búsqueda de un tesoro fue lo que motivó a José Smith y a sus compañeros a visitar Salem, nunca dieron seguimiento a esa preocupación, aunque José escribió a Emma que creía que podrían acceder a la casa en unos meses. Sea cual fuere la motivación del viaje, el Profeta y sus compañeros regresaron pronto a Kirtland, enfrentando una creciente crisis financiera y espiritual en la Iglesia allí.
Véase “Historical Introduction,” Revelation, 6 August 1836 [DyC 111].
Versículos 1:
“Yo, el Señor vuestro Dios”
Esta frase establece desde el principio la voz y autoridad divina de la revelación.
El Señor se presenta no solo como Dios, sino como vuestro Dios —una expresión personal, relacional y cercana.
Nos recuerda que el Señor no habla desde la distancia, sino desde una relación de pacto con Sus siervos.
Él es el Dios que conoce sus corazones, sus intenciones y sus debilidades.
Doctrinalmente, esto enseña que la corrección del Señor siempre nace del amor del Dios del convenio, no del enojo de un juez distante.
“no estoy disgustado con vuestro viaje hasta acá”
Aquí el Señor manifiesta Su misericordia y comprensión.
José Smith y sus compañeros habían viajado a Salem en busca de un tesoro para ayudar a la Iglesia, pero el viaje no fue inspirado directamente por revelación.
Aun así, el Señor declara que no está disgustado.
Esto revela una verdad profunda: Dios distingue entre el error sincero y la rebelión deliberada.
Cuando Sus siervos actúan con rectitud de intención, aunque su juicio sea imperfecto, Él no los reprende con enojo, sino que los guía con paciencia.
Doctrinalmente, aprendemos que el Señor no mide solo nuestras acciones, sino también nuestros motivos.
Su amor permanece constante incluso cuando nuestras decisiones no resultan como esperábamos.
“no obstante vuestras imprudencias”
Esta frase reconoce la limitación humana sin condenarla.
El Señor admite que hubo imprudencia —una falta de sabiduría o de discernimiento completo—, pero no la usa para rechazar a Sus siervos.
El contraste entre “no obstante” y “imprudencias” expresa la gracia divina en acción: el Señor sigue obrando con nosotros a pesar de nuestros errores.
Esta es una manifestación clara del principio enseñado en Romanos 8:28:
“A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.”
Doctrinalmente, esta frase enseña que la gracia de Cristo no solo perdona el pecado, sino que también redime la torpeza, la falta de experiencia y los errores de juicio.
Él convierte nuestras decisiones imperfectas en lecciones de crecimiento espiritual.
“iré delante de ti” (continuación del mismo versículo)
Aunque no está incluida literalmente en tu cita principal, esta parte completa la idea.
Después de reconocer la imprudencia, el Señor hace una promesa: no te abandonaré, sino que iré delante de ti.
Esta es una imagen de dirección divina: el Señor no camina detrás para señalar fallos, sino delante para mostrar el camino correcto.
Doctrinalmente, esto enseña que la presencia del Señor no se retira cuando erramos, sino que se convierte en guía para nuestro retorno y corrección.
Él redime no solo el alma, sino también la historia de quienes confían en Él.
Síntesis doctrinal
Cada frase del versículo revela una faceta del carácter del Señor:
| Frase | Doctrina principal |
| “Yo, el Señor vuestro Dios” | Dios es cercano, personal y misericordioso con Sus siervos. |
| “no estoy disgustado con vuestro viaje hasta acá” | El Señor valora la intención recta más que la ejecución perfecta. |
| “no obstante vuestras imprudencias” | La gracia divina abarca los errores sinceros y los convierte en oportunidades de aprendizaje. |
| “iré delante de ti” | Cristo no abandona, sino que guía y redirige incluso nuestros caminos equivocados. |
El Señor, en Su amor perfecto, no se disgusta con los errores sinceros de Sus hijos. Aunque actuemos con comprensión limitada, Su gracia puede transformar nuestras imprudencias en crecimiento y seguir guiándonos hacia Su propósito eterno.
Doctrina y Convenios 111:1 nos revela con dulzura el corazón compasivo del Señor.
Aunque Sus siervos actuaron con buena intención pero con juicio limitado, Él no los reprendió con severidad, sino que les habló con paciencia y esperanza.
En esta revelación aprendemos que Dios no se disgusta con los que buscan hacer el bien, aun cuando tropiezan en el intento.
Su amor es más grande que nuestras torpezas, y Su sabiduría puede convertir incluso nuestras imprudencias en caminos de aprendizaje y bendición.
El Señor no exige perfección inmediata; exige fidelidad y humildad para seguir aprendiendo.
Así como dijo a José Smith, también nos dice a nosotros:
“No obstante tus imprudencias, iré delante de ti.”
Esa es la promesa eterna del Evangelio: que la gracia de Cristo no solo nos perdona, sino que nos acompaña, nos enseña y redime cada paso del camino, hasta que nuestras decisiones imperfectas se transformen en instrumentos de Su perfecta voluntad.
Versículos 1–4
El Señor guía incluso en aparentes errores
El Señor habla a José Smith y a sus compañeros en Salem, Massachusetts. Aunque ellos habían ido con la esperanza de encontrar dinero para aliviar las deudas de la Iglesia, el Señor les recuerda que Él tiene tesoros preparados para ellos, pero no necesariamente los que esperan. Se enseña que aun en decisiones que parecen equivocadas, el Señor puede dirigir y sacar provecho para Su obra.
En este pasaje el Señor se dirige a José Smith y a sus compañeros, quienes viajaron a Salem, Massachusetts, con la esperanza de encontrar un recurso económico que aliviara las deudas de la Iglesia. Humanamente, parecía un movimiento equivocado o incluso una pérdida de tiempo; sin embargo, el Señor les recuerda que Sus caminos son más altos que los del hombre y que Él tiene propósitos aun en los eventos que parecen errores.
Doctrinalmente, estos versículos enseñan que Dios puede convertir las equivocaciones humanas en oportunidades divinas. Aunque José y los suyos fueron a Salem con una expectativa material (hallar dinero), el Señor les señala que hay un “tesoro” más importante preparado: no el oro o la riqueza, sino las personas dispuestas a recibir el evangelio. Así, el pasaje subraya una lección eterna: lo que para los hombres es un fracaso, para Dios puede ser el inicio de una nueva obra.
También se recalca la importancia de la confianza en la dirección del Señor. El profeta, aun siendo vidente, estaba aprendiendo que el Señor dirige la obra de maneras inesperadas. Esto nos enseña que incluso los siervos escogidos deben caminar por fe y aceptar que los planes del Señor no siempre coinciden con las expectativas humanas.
En la práctica, este pasaje ofrece consuelo y dirección a todos los discípulos de Cristo. A veces creemos haber tomado malas decisiones o haber desperdiciado esfuerzos, pero si permanecemos fieles, el Señor puede transformar nuestras aparentes equivocaciones en instrumentos para Su obra. Él ve más allá de lo inmediato y nos recuerda que el verdadero tesoro siempre está en las almas que se acercan a Él.
En conclusión, los versículos 1–4 de la sección 111 nos muestran que Dios gobierna aun en lo que parece casualidad o error, y que Sus propósitos son más grandes que los nuestros. El fracaso humano no limita la obra divina; al contrario, puede ser el escenario donde se manifiesta la sabiduría y la dirección del Señor.
Versículos 5–6
Tesoro espiritual en Salem
El Señor declara que en la ciudad hay tesoros de gran valor, no tanto materiales, sino en forma de personas que recibirán el evangelio. Los misioneros deben buscar y encontrar a los honestos de corazón que están preparados.
En estos versículos el Señor cambia la perspectiva de los siervos que habían viajado a Salem. Ellos fueron con la expectativa de encontrar tesoros materiales para pagar las deudas de la Iglesia, pero el Señor les revela que los verdaderos tesoros de la ciudad no están en el oro ni en la plata, sino en las personas preparadas para recibir el evangelio.
Aquí se enseña una verdad doctrinal fundamental: el mayor tesoro en el reino de Dios son las almas humanas. Tal como declaró el Señor en otra ocasión: “La gloria de Dios es la inteligencia, o en otras palabras, la luz y la verdad” (D. y C. 93:36), y “el valor de las almas es grande a la vista de Dios” (D. y C. 18:10). Estas escrituras se conectan con lo que el Señor revela en Salem: los tesoros más valiosos no son monetarios, sino espirituales, porque tienen un valor eterno.
Además, el Señor instruye a Sus siervos a buscar y encontrar a los honestos de corazón, aquellos que ya han sido preparados por Él. Esto enseña el principio de que el evangelio no se lleva al azar: hay personas que han sido preparadas, mediante experiencias y circunstancias, para reconocer la verdad cuando la escuchen. La obra misional, entonces, no es solo un esfuerzo humano, sino un proceso guiado por la providencia divina.
En un plano práctico, estos versículos nos ayudan a comprender que el Señor dirige nuestros pasos hacia personas específicas que necesitan escuchar el evangelio. Muchas veces buscamos una solución material y el Señor responde con una oportunidad espiritual. La verdadera riqueza de la Iglesia y de nuestra vida personal se mide en la conversión de almas, no en la acumulación de bienes.
En conclusión, los versículos 5–6 de la sección 111 enseñan que el verdadero “tesoro” está en las almas que aceptan el evangelio. El Señor invita a Sus siervos a reconocer ese valor eterno y a enfocar sus esfuerzos en la búsqueda de los honestos de corazón, recordándonos que cada persona dispuesta a venir a Cristo es una joya de incalculable precio en Su reino.
Versículos 7–9
El Señor prepara a los que recibirán el evangelio
El Señor asegura que en Salem hay hijos Suyos listos para aceptar la verdad, y que con el tiempo ellos serán recogidos. Se enseña que Dios prepara a Sus hijos en diferentes lugares para recibir el mensaje de salvación.
En estos versículos, el Señor ofrece una visión esperanzadora: en Salem hay hijos Suyos ya preparados para recibir el evangelio. Esto cambia por completo el enfoque de la misión. Los siervos que pensaban en términos de recursos materiales ahora son invitados a pensar en términos espirituales: no se trata de encontrar dinero, sino de encontrar personas.
Doctrinalmente, aquí se enseña un principio central de la obra misional: el Señor prepara los corazones de los hombres y mujeres antes de que Sus siervos lleguen a ellos. La conversión nunca depende solo del esfuerzo humano, sino de un proceso divino en el que el Espíritu Santo toca corazones, despierta preguntas, y dispone a las personas para aceptar la verdad cuando llegue el momento. Por eso, la misión de los siervos es buscar, discernir y recoger a los que ya han sido preparados por Dios.
El pasaje también resalta el carácter universal y anticipatorio de la obra del Señor. No hay lugar que esté fuera de Su alcance; incluso en ciudades donde no se espera encontrar receptividad, Él tiene hijos listos para escuchar Su voz. Esto confirma lo que el Salvador enseñó en Juan 10:16: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; a aquellas también debo traer”.
En un plano práctico, estos versículos enseñan a los discípulos de Cristo a tener fe y paciencia en la obra del Señor. A veces los frutos no llegan inmediatamente, pero el Señor asegura que, “con el tiempo”, Sus hijos serán recogidos. Esto significa que la obra misional no es cuestión de rapidez, sino de fidelidad: la semilla plantada en el corazón preparado dará fruto a su debido tiempo.
En conclusión, los versículos 7–9 de la sección 111 muestran que el Señor es quien dirige la cosecha espiritual. Él ya tiene hijos preparados en cada lugar y, mediante Sus siervos, los recogerá en el tiempo oportuno. Esta enseñanza llena de confianza a los misioneros y a los santos: el evangelio avanza porque es la obra del Señor, y Él mismo prepara a quienes habrán de recibirlo.
Versículos 10
“Pues hay más de un tesoro para vosotros en esta ciudad.”
1. Sentido literal e histórico: El Señor dirigió estas palabras a José Smith y sus acompañantes durante su visita a Salem, Massachusetts, en agosto de 1836. Ellos habían viajado allí con la esperanza de encontrar recursos financieros que ayudaran a la Iglesia a pagar sus deudas. Sin embargo, el Señor reveló que el propósito de su viaje iba más allá de los intereses materiales: había “más de un tesoro” reservado en esa ciudad.
Estos “tesoros” no se limitaban al oro o las riquezas, sino que incluían bendiciones espirituales, oportunidades de aprendizaje y personas preparadas para recibir el Evangelio. En efecto, años más tarde, Salem se convirtió en un lugar donde el mensaje del Evangelio echó raíces y prosperó.
2. El principio de los “tesoros múltiples”: El Señor enseña que sus propósitos siempre son más amplios y profundos que los que el ser humano percibe en el momento.
- Tesoro temporal: Dios puede proveer los medios materiales necesarios cuando se busca primero Su reino (véase Mateo 6:33).
- Tesoro espiritual: Más valioso aún es el conocimiento, el testimonio, las experiencias y las relaciones que fortalecen la fe.
- Tesoro humano: Muchas veces el “tesoro” son las personas —corazones receptivos, futuros líderes, familias preparadas— que el Señor pone en nuestro camino.
3. Aplicación doctrinal: La expresión “más de un tesoro” enseña varias verdades doctrinales:
a) Dios dirige con propósitos ocultos. El Señor puede guiarnos a lugares o experiencias que parecen tener un propósito inmediato, pero en realidad está preparando bendiciones múltiples que solo veremos con el tiempo (véase D. y C. 122:7).
b) Los tesoros espirituales superan a los materiales. El Señor recordó a los siervos que los verdaderos tesoros no siempre se encuentran en la riqueza, sino en la sabiduría, la revelación y la fe (véase Mateo 6:19–21). Lo que el Señor valora como “tesoro” puede ser una nueva comprensión, una amistad inspirada o una oportunidad de servicio.
c) Dios dispone las circunstancias para nuestro crecimiento. La promesa de “más de un tesoro” subraya que Dios multiplica las bendiciones de aquellos que confían en Él, incluso cuando los resultados visibles son distintos de los esperados. Cada experiencia puede convertirse en una fuente de crecimiento espiritual, paciencia, y testimonio.
4. Implicaciones personales:
- En cada lugar y situación hay más de un propósito divino.
El creyente prudente aprende a mirar más allá de la superficie y a preguntar: ¿Qué quiere el Señor que aprenda aquí? ¿A quién debo bendecir? ¿Qué tesoro invisible me espera? - Los “tesoros” del Señor son acumulativos.
Un solo acto de obediencia puede abrir múltiples puertas de bendición: conocimiento, relaciones, oportunidades de servicio, consuelo espiritual, etc. - El Señor cumple Su palabra de maneras inesperadas.
Como con José Smith, el Señor puede no conceder exactamente lo que buscamos, pero sí algo mucho más grande: la revelación, la madurez espiritual y las conexiones eternas que nos preparan para Su obra.
El versículo 10 de Doctrina y Convenios 111 enseña que el Señor transforma cada experiencia en una fuente de tesoros múltiples para los que confían en Él. Aunque Sus caminos no siempre concuerdan con nuestras expectativas, Él obra para nuestro bien y dispone cada circunstancia para nuestro crecimiento.
Los verdaderos tesoros no siempre se hallan en el oro ni en la fortuna, sino en la fe, la sabiduría, la obediencia y las almas que llegamos a tocar en el proceso.
El Señor, en Su sabiduría, convierte nuestras búsquedas temporales en bendiciones espirituales y multiplica los tesoros de aquellos que siguen Su dirección, aun cuando no comprendan plenamente Su propósito en el momento.
Versículos 11
“Por tanto, sed prudentes como la serpiente, y al mismo tiempo sin pecado; y yo dispondré todas las cosas para vuestro bienestar, en cuanto podáis recibirlas. Amén.”
“Sed prudentes como la serpiente” — La sabiduría en la acción
Esta frase retoma el consejo que el Salvador dio a Sus discípulos en Mateo 10:16:
“Sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas.”
El Señor aconseja a Sus siervos que sean astutos, discernidores y sabios, no ingenuos frente al mundo. En este contexto, José Smith y sus compañeros estaban en Salem buscando oportunidades financieras para aliviar las deudas de la Iglesia. El Señor no reprende su iniciativa, pero sí les enseña que la prudencia espiritual y temporal deben acompañar toda decisión.
Ser “prudente como la serpiente” no implica ser engañoso, sino actuar con previsión, discreción y sabiduría inspirada. La serpiente, símbolo de cautela, observa antes de moverse; así también el discípulo del Señor debe actuar con reflexión guiada por el Espíritu.
“Y al mismo tiempo sin pecado” — El equilibrio entre sabiduría y pureza
El Señor agrega este mandato para evitar que la prudencia se transforme en astucia mundana o manipulación egoísta.
La verdadera prudencia debe estar templeada por la rectitud. El Señor invita a Sus siervos a combinar la inteligencia práctica con la integridad espiritual.
Un santo puede ser sagaz, estratégico y sabio sin perder la inocencia y la rectitud moral.
En palabras modernas, el Señor enseña el principio del discernimiento sin corrupción: actuar con inteligencia sin comprometer la pureza del corazón. Este equilibrio es esencial en la obra del Reino y en la vida diaria.
“Yo dispondré todas las cosas para vuestro bienestar” — La providencia divina
Aquí el Señor ofrece una promesa consoladora: a pesar de los errores, Él tiene poder para transformar las circunstancias en bendiciones.
Esta declaración refleja la doctrina de Romanos 8:28:
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.”
Dios dispone los acontecimientos conforme a Su sabiduría eterna, no según nuestra impaciencia o comprensión limitada.
Incluso cuando las decisiones humanas son imperfectas, el Señor puede redirigir los resultados hacia el bienestar espiritual de Sus siervos, si ellos permanecen fieles.
Esta frase también enseña un principio de confianza: el Señor no siempre revela de inmediato cómo o cuándo actuará, pero Su mano ordena los eventos con propósito y misericordia.
“En cuanto podáis recibirlas” — La capacidad de recibir revelación
Dios no sólo dispone las cosas, sino que lo hace de acuerdo con nuestra capacidad espiritual de recibir y comprender.
La revelación y las bendiciones divinas llegan progresivamente, en la medida en que el corazón del discípulo está preparado.
Esto enseña el principio de la gradualidad espiritual: el Señor nos da “línea por línea, precepto por precepto” (2 Nefi 28:30).
Así, incluso los retrasos o las aparentes decepciones pueden ser parte del proceso divino para madurar nuestra fe y prudencia antes de recibir mayores responsabilidades o bendiciones.
El versículo 111:11 reúne cuatro principios esenciales de la vida espiritual:
| Principio | Significado | Aplicación práctica |
| Prudencia | Sabiduría inspirada y previsión guiada por el Espíritu | Pensar antes de actuar, buscar consejo, escuchar al Espíritu |
| Pureza | Mantener la rectitud moral y espiritual | No comprometer la verdad ni la integridad por conveniencia |
| Providencia divina | Dios dispone todas las cosas para el bien de los fieles | Confiar en el Señor incluso en los fracasos o caminos inciertos |
| Capacidad de recibir | El Señor da según nuestra preparación espiritual | Cultivar humildad, paciencia y sensibilidad espiritual |
Doctrina y Convenios 111:11 enseña una verdad profunda:
Dios no sólo guía nuestros pasos, sino también nuestras lecciones.
Cuando obramos con prudencia y pureza, Él dispone las circunstancias —aun las difíciles o erradas— para nuestro crecimiento eterno.
El Señor no espera perfección inmediata, sino una combinación de sabiduría y santidad, y promete que Su mano invisible transformará todo para nuestro bienestar eterno, “en cuanto podamos recibirlo”.
Versículos 10–11
Confianza en la guía del Señor
El Señor promete que, si Sus siervos lo siguen y buscan conforme a Su voluntad, Él abrirá puertas y cumplirá Sus propósitos. El verdadero “tesoro” no es el oro, sino las almas que serán reunidas para el reino.
En los versículos finales de esta sección, el Señor dirige a Sus siervos hacia el principio clave que debía guiar su misión: la confianza absoluta en Su dirección. Les asegura que si lo siguen y buscan conforme a Su voluntad, Él abrirá las puertas necesarias y cumplirá Sus propósitos. La promesa es clara: los resultados de la obra no dependen de la astucia humana ni de la fuerza de los hombres, sino del poder del Señor que guía a Sus siervos.
Doctrinalmente, esto enseña que el verdadero tesoro que Dios da no es material, sino espiritual. José Smith y sus compañeros esperaban hallar recursos económicos para las deudas de la Iglesia, pero el Señor los instruye a cambiar la perspectiva: el tesoro real son las almas recogidas para el reino de Dios. Este principio se conecta con la declaración de Cristo: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo” (Mateo 6:19–20).
El pasaje también resalta que la obra del Señor es progresiva y segura. Aunque las expectativas de Sus siervos puedan frustrarse, el Señor tiene un plan mayor que se cumplirá en Su debido tiempo. El énfasis está en la obediencia y la fe: el deber del discípulo es seguir la guía del Señor, confiando en que Él abrirá puertas cuando sea necesario.
En la práctica, estos versículos nos ayudan a comprender que la vida de los discípulos está llena de aparentes desvíos o caminos inesperados, pero ninguno de ellos escapa al plan divino. Cuando buscamos primero el reino de Dios, las bendiciones materiales y espirituales vendrán en su justo orden. El Señor transforma las expectativas humanas en bendiciones eternas.
En conclusión, los versículos 10–11 de la sección 111 nos recuerdan que el tesoro más grande en la obra de Dios son las almas salvadas. Si confiamos en la guía del Señor y actuamos conforme a Su voluntad, Él abrirá caminos que nosotros no podríamos imaginar y Sus propósitos se cumplirán plenamente.
Comentario final
La sección 111 es un hermoso recordatorio de cómo el Señor convierte las expectativas humanas en oportunidades divinas. José Smith y sus compañeros viajaron a Salem, Massachusetts, buscando un alivio material para las deudas de la Iglesia. Desde la lógica humana, esa expedición parecía un error, un desvío innecesario. Sin embargo, el Señor les habló en esa circunstancia para enseñarles que ningún esfuerzo es inútil cuando se camina en fe, porque aun en las aparentes equivocaciones, Su mano dirige el rumbo.
El mensaje central de la revelación es que el verdadero “tesoro” no está en el oro ni en la riqueza terrenal, sino en las almas que han de ser recogidas para el reino de Dios. En Salem, más que dinero, había personas preparadas, hijos de Dios listos para recibir el evangelio. El Señor quería que Sus siervos comprendieran que Su obra no se mide en términos financieros, sino en términos espirituales y eternos.
Además, el Señor les recordó que Él es quien prepara a los hombres y mujeres para recibir la verdad. Su tarea no era forzar ni inventar resultados, sino buscar con diligencia a los honestos de corazón que ya habían sido preparados. Esta perspectiva convierte la misión en un acto de confianza: los siervos van donde el Señor los envía y Él mismo abre las puertas y dispone los corazones.
La sección concluye con una invitación poderosa a la confianza en la guía divina. Aunque los planes humanos fallen, el Señor cumple los Suyos. Aunque las expectativas de riqueza no se cumplieron, se reveló un tesoro mucho mayor: la oportunidad de recoger almas y edificar el reino eterno.
En resumen, la sección 111 nos enseña que el Señor transforma lo que parece error en parte de Su plan, que el verdadero tesoro son las almas redimidas, y que la confianza en Su guía abre puertas donde el hombre solo ve obstáculos. Es un recordatorio eterno de que, al seguir al Señor, ningún esfuerzo es en vano, porque Él dirige a Sus siervos hacia aquello que realmente tiene valor eterno.
























