Doctrina y Convenios
Sección 113
Contexto histórico y trasfondo
Resumen breve por Steven C. Harper
La sección 113 responde preguntas sobre pasajes de Isaías (capítulos 11 y 52). Fue registrada en el Libro de Escrituras de José en 1838, después de que él se trasladara a Misuri, pero José había estado pensando en el significado de Isaías 11 desde 1823, cuando Moroni comenzó a instruirlo.
Imagina ser un joven oscuro, pobremente educado, un “muchacho de ninguna consecuencia”, como José describió a su yo adolescente (José Smith—Historia 1:22). A los diecisiete años, José oró por perdón y un ángel se le apareció. El ángel comenzó a citar y parafrasear escrituras: Malaquías, Joel, Hechos y todo Isaías 11, entre otros. Regresó una y otra vez esa noche y nuevamente al día siguiente, repitiendo Isaías 11 cada vez, diciendo que estaba a punto de cumplirse.
Ese capítulo invita a los lectores a imaginar a un hombre llamado Isaí como un árbol. Isaí es el padre del rey David en el Antiguo Testamento. Dios prometió a David que el Mesías ocuparía su trono para siempre (2 Samuel 7:13; Lucas 1:32). Isaías 11 trata de la genealogía (las familias a menudo se representan como árboles) del rey legítimo de Israel. También dice que alguien relacionado con Isaí y con Efraín levantará un estandarte (una señal, una bandera, un punto de reunión) para congregar al pueblo del Señor en los últimos días.
Ahora imagina que eres José seis años después, con 24 años de edad, traduciendo lo que hoy conocemos como 2 Nefi 21, todo el texto de Isaías 11. ¿Cuánto comprendes ya de ese capítulo? Avancemos hasta que José tiene 32 años. Han pasado quince años desde que Moroni le citó por primera vez Isaías 11. Para entonces, él ya entendía su significado. Había sido la historia de su vida. Había visto cumplirse las profecías, recibido el sacerdocio y sus llaves para congregar a los dispersos de Israel “a fin de devolverlos al Señor de donde han caído”, ser su revelador y traer de nuevo a Sion (D. y C. 113:8–10).
No está claro si José u otra persona planteó la pregunta en D. y C. 113:1 —¿Quién es el tronco de Isaí, el tallo, mencionado en Isaías 11? La respuesta clara, sin embargo, es Jesucristo. Los eruditos generalmente interpretan todo ese pasaje como una referencia a la misma figura mesiánica, pero José no. José había aprendido a verse a sí mismo como la vara o rama que brotaría del tronco, Jesucristo. Lo expresó de manera críptica más que explícita. Pero a los 32 años, si no antes, José sabía lo que Moroni sabía: que él era “un siervo en las manos de Cristo… sobre quien se ha puesto mucho poder, … el sacerdocio y las llaves del reino, como estandarte y para la congregación” del pueblo del Señor en los últimos días (D. y C. 113:4, 6). La sección 113 también responde las preguntas de Elías Higbee sobre Isaías 52, interpretando parte de su simbolismo a la luz de la sección 86 de Doctrina y Convenios y de lo que José había aprendido por revelación sobre el sacerdocio, Sion y la congregación de Israel.
El Libro de Mormón identificó a José como descendiente de José de Egipto (2 Nefi 3:6–16). Cuando su padre le dio una bendición patriarcal en 1834, esta decía:
“Te bendigo con las bendiciones de tus padres Abraham, Isaac y Jacob; y aun con las bendiciones de tu padre José, el hijo de Jacob. He aquí, él contempló a su posteridad en los postreros días, cuando habrían de ser esparcidos y expulsados por los gentiles, y lloró ante el Señor; buscó diligentemente saber de dónde vendría aquel hijo que habría de sacar a luz la palabra del Señor, mediante la cual ellos podrían ser iluminados y devueltos al verdadero redil, y sus ojos te contemplaron a ti, hijo mío: su corazón se regocijó y su alma quedó satisfecha.”
No está del todo claro en qué momento José entendió que él mismo era el cumplimiento de las profecías de Isaías sobre un siervo de Cristo que establecería un lugar de congregación para Israel y traería de nuevo a Sion. La redacción de la sección 113 a principios de 1838 testifica que estas ideas ocupaban su mente en ese tiempo. La Iglesia estaba en agitación. José trataba de ejercer las llaves del sacerdocio que había recibido recientemente para liberar a los dispersos de Israel de las ataduras sobre sus cuellos y traerlos a Sion (D. y C. 110 y 113:8–10).
Contexto adicional por Casey Paul Griffiths
Doctrina y Convenios 113 es la primera revelación que José recibió en Far West, Misuri. A medida que la oposición seguía creciendo en Kirtland, José Smith y Sidney Rigdon finalmente se vieron obligados a huir por sus vidas el 12 de enero de 1838. Más tarde, José escribió en su historia acerca de este desalentador tiempo:
“Un nuevo año amaneció sobre la Iglesia en Kirtland en toda la amargura del espíritu de la Mobocracia apóstata; que continuó enfureciéndose y creciendo cada vez más hasta que el élder Rigdon y yo nos vimos obligados a huir de su influencia mortal, como hicieron los apóstoles y profetas de la antigüedad, y como dijo Jesús: ‘cuando os persigan en una ciudad, huid a otra.’”
El viaje de José y Sidney hacia Far West tuvo lugar en pleno invierno y bajo condiciones extremas. José describió las circunstancias de la siguiente manera:
“El clima era extremadamente frío, y nos vimos obligados a escondernos en nuestros carruajes, a veces, para eludir el alcance de nuestros perseguidores, que continuaron su persecución por más de 200 millas, armados con pistolas, etc., buscando nuestras vidas. Con frecuencia cruzaban nuestro rastro; dos veces estuvieron en las casas donde nos hospedamos. Una vez pasamos toda la noche en la misma casa con ellos, separados solo por una pared, y escuchamos sus juramentos, imprecaciones y amenazas contra nosotros si llegaban a atraparnos, y tarde en la noche entraron en nuestra habitación y nos examinaron, pero decidieron que no éramos los hombres. En otras ocasiones los cruzamos en las calles, y nos miramos unos a otros, pero no nos reconocieron.”
José llegó a Far West el 14 de marzo y fue cálidamente recibido por los santos allí. Poco después de su llegada, respondió una serie de preguntas relacionadas con las profecías de Isaías. Estas respuestas, algunas de las cuales comienzan con “así dice el Señor”, fueron inscritas por George Robinson en un libro de registro de la Primera Presidencia conocido como el “Libro de Escrituras de José Smith”. Las tres primeras preguntas y sus respuestas correspondientes fueron escritas en el libro bajo el encabezado “Preg. sobre las Escrituras”. Las dos preguntas restantes y sus respuestas se registraron bajo el encabezado “Preguntas de Elías Higby”.
Las tres primeras preguntas están relacionadas con Isaías 11, un capítulo citado a José Smith durante su primera experiencia con el ángel Moroni en 1823 (José Smith—Historia 1:40). Las dos últimas preguntas se refieren a Isaías 52, uno de los pasajes más importantes del Antiguo Testamento sobre la misión de Jesucristo.
Las respuestas a las preguntas en Doctrina y Convenios 113 están redactadas en lenguaje revelador y claramente provienen de inspiración divina. Por esta razón, Brigham Young hizo que la revelación se incluyera en la edición de 1876 de Doctrina y Convenios.
Véase “Introducción histórica”, Questions and Answers, entre aproximadamente el 16 y el 29 de marzo de 1838–A [D. y C. 113:1–6]; y “Introducción histórica”, Questions and Answers, entre aproximadamente el 16 y el 29 de marzo de 1838–B [D. y C. 113:7–10].
Versículos 1–2
El brote del tronco de Isaí
El “brote” del tronco de Isaí se refiere a un descendiente de Isaí (padre del rey David), que es identificado como un siervo en las manos de Cristo en los últimos días.
En estos versículos, el Señor aclara el simbolismo de Isaías 11 y revela que el “brote” del tronco de Isaí no es una metáfora vaga, sino un personaje real: un descendiente de Isaí que será un siervo escogido en las manos de Cristo en los últimos días.
Doctrinalmente, este pasaje nos enseña que el plan de Dios incluye levantar líderes justos de la casa de Israel para cumplir Su obra. El brote representa a alguien que, aunque surge de raíces antiguas, es levantado en un tiempo futuro con un llamamiento especial: colaborar directamente con Cristo en la redención y el recogimiento de Israel. Esto muestra cómo el Señor mantiene viva la herencia de Su pueblo, preparando instrumentos en cada generación.
La imagen del brote también transmite la idea de renuevo, crecimiento y restauración. Así como de un tronco aparentemente muerto puede surgir nueva vida, también del linaje de Isaí —y por extensión del pueblo del convenio— surgiría nueva esperanza y dirección bajo la guía del Señor. El brote no actúa por cuenta propia: es un siervo en las manos de Cristo, recordándonos que todo poder y autoridad legítimos provienen del Salvador.
En un sentido más amplio, este pasaje fortalece la fe en que Dios dirige Su obra a través de instrumentos humanos. Aunque los hombres son imperfectos, cuando son escogidos y sostenidos por Cristo, pueden cumplir propósitos eternos. Esto invita a los santos a reconocer que la Restauración y la reunión de Israel no son hechos aislados, sino parte de un plan profetizado desde la antigüedad.
En resumen, estos versículos nos revelan que el Señor levantará siervos escogidos, descendientes del linaje prometido, para preparar el camino en los últimos días. Son un testimonio de que Cristo es el centro de la obra, y Sus siervos son los instrumentos que Él utiliza para llevar la salvación a Israel y al mundo entero.
Versículos 3–4
La vara y la raíz de Isaí
- La vara es un profeta escogido de la posteridad de José de Egipto, llamado para llevar poder y autoridad al pueblo de Israel.
- La raíz de Isaí es una figura con poder y autoridad dadas por Dios para reunir a Israel en los últimos días.
En esta revelación, el Señor responde a otra de las preguntas sobre Isaías 11, aclarando dos símbolos claves: la vara y la raíz de Isaí.
La vara se refiere a un profeta escogido de la posteridad de José de Egipto. Esta aclaración conecta el linaje de José —que recibió las promesas de prosperidad y de un futuro fructífero (Génesis 49:22–26)— con la obra de los últimos días. La vara es un instrumento en las manos del Señor que porta poder y autoridad, y cuya misión está orientada a guiar y fortalecer al pueblo de Israel en su dispersión. En términos doctrinales, nos enseña que la restauración del evangelio no solo está ligada a la descendencia de Judá (por medio de Isaí y David), sino también al legado de José, mostrando la unidad de las tribus de Israel en la obra redentora de los últimos días.
Por otra parte, la raíz de Isaí representa a un personaje con poder y autoridad conferidos directamente por Dios, con la misión especial de reunir a Israel en los últimos días. La metáfora de la raíz sugiere un papel fundamental, un origen de sustento y estabilidad, del cual surge la vida espiritual para el pueblo del convenio. No es solo alguien con descendencia noble, sino alguien que posee las llaves del sacerdocio y la autoridad divina para congregar a las naciones.
Estos versículos muestran que, en el plan de Dios, diferentes siervos han sido escogidos de distintos linajes para cumplir Su obra. La vara de José y la raíz de Isaí se complementan en la misión redentora: uno como instrumento profético y el otro como figura clave en la reunión final.
En resumen, estos símbolos refuerzan la verdad de que el Señor dirige la historia de Israel mediante siervos escogidos de diversos linajes, dotados de autoridad divina para guiar y reunir a Su pueblo. Ellos no actúan por sí mismos, sino bajo el poder de Cristo, el verdadero centro de toda redención.
Versículos 5–6
Libertad y redención de Israel
El levantarse y sacudirse del polvo, como lo describe Isaías, representa la liberación de Israel de la cautividad espiritual y temporal, al aceptar el evangelio y el poder del sacerdocio.
En este pasaje, el profeta pregunta acerca del significado de la exhortación de Isaías: “Levántate, sacúdete del polvo, oh Jerusalén; suelta las ataduras de tu cuello”. La respuesta divina revela que este lenguaje simbólico describe la liberación de Israel, tanto en un sentido espiritual como temporal.
Levantarse y sacudirse del polvo implica dejar atrás la humillación, la esclavitud y la postración en que el pueblo de Dios había caído a causa de la apostasía y la dispersión. El polvo representa la condición de opresión y olvido; el levantarse simboliza el renacer del convenio y la restauración de la dignidad como hijos de Dios. Así, estos versículos muestran que la verdadera libertad no proviene de cambios políticos o sociales únicamente, sino del poder redentor del evangelio de Jesucristo y de la autoridad del sacerdocio.
Las ataduras del cuello representan las cadenas de la cautividad espiritual: el pecado, la ignorancia, la idolatría y la pérdida de las bendiciones del convenio. El mandato de desatarlas indica que el tiempo de redención ha llegado; mediante la restauración del evangelio, Israel puede recuperar el conocimiento, el poder y la herencia que le fueron prometidos.
Doctrinalmente, esto enseña que la redención de Israel es integral: abarca tanto la liberación espiritual (el perdón, la verdad, la salvación) como la temporal (la reunión, el establecimiento de Sion y la protección de Dios). Es una invitación a cada discípulo a dejar atrás todo lo que esclaviza —el pecado, las dudas, los temores— y a vivir con la confianza de que, bajo el sacerdocio, se recibe la fortaleza para caminar libres y en dignidad.
En resumen, estos versículos son un llamado a despertar y vivir como pueblo redimido, mostrando que la verdadera libertad se halla en Cristo, y que Su sacerdocio restaura a Israel para cumplir su destino eterno.
Versículos 7–8
Fortaleza de Sion y salvación de Israel
El mandato de desatar las ataduras del cuello significa que los hijos de Sion serán libres de la esclavitud y de la opresión, pues Dios restaurará Su poder y dará salvación a Su pueblo.
En estos versículos, el Señor amplía el simbolismo de Isaías al enseñar que el mandato de desatar las ataduras del cuello apunta directamente a la liberación de los hijos de Sion. Ya no serán esclavos ni estarán sujetos a la opresión de Babilonia espiritual o de potencias terrenales, porque Dios mismo restaurará Su poder entre ellos.
Doctrinalmente, aquí se afirma que la redención de Israel no es un evento meramente histórico o nacional, sino un proceso divino en el cual Sion se fortalece mediante la restauración del sacerdocio, las ordenanzas y los convenios. La esclavitud de la que se habla no se limita a la servidumbre física, sino que simboliza también la esclavitud espiritual: el pecado, la ignorancia y la dispersión. El evangelio restaurado abre las cadenas y devuelve a los santos la verdadera libertad.
El hecho de que Dios mismo promete restaurar Su poder muestra que la salvación de Israel no depende de la fuerza humana ni de alianzas políticas, sino del brazo del Señor que actúa en los últimos días. De este modo, los santos pueden enfrentar pruebas y persecuciones con la seguridad de que la liberación final está garantizada.
Además, estos versículos enseñan que Sion no es solo un refugio, sino una fuerza activa de salvación. Al desatarse las ataduras, los hijos de Sion se convierten en un pueblo fuerte, capaz de llevar luz a las naciones y de cumplir el destino profetizado de Israel como bendición para toda la humanidad.
En resumen, estos versículos proclaman que la fortaleza de Sion radica en el poder restaurado de Dios, y que los hijos de Israel, al aceptar el evangelio, serán libres de toda opresión y participarán en la salvación universal.
Comentario final
La sección 113 es como una ventana que se abre para mostrar el poder oculto de las profecías de Isaías y su relación con la Restauración. En un lenguaje sencillo pero profundo, el Señor revela que los símbolos del “brote”, la “vara” y la “raíz de Isaí” apuntan a siervos escogidos con autoridad en los últimos días, levantados para reunir a Israel y conducirlo de nuevo al convenio eterno. Estos versículos dejan claro que la obra de Dios no se limita a un tiempo o a un pueblo, sino que se extiende a todas las tribus dispersas, cumpliendo las promesas hechas a los antiguos patriarcas.
La invitación a “levantarse y sacudirse del polvo” es un poderoso llamado espiritual para Israel, tanto en sentido colectivo como personal. Significa abandonar la esclavitud del pecado, de la ignorancia y de la opresión, y aceptar la luz del evangelio que restaura dignidad y libertad. En ese proceso, Sion se fortalece: ya no será un pueblo débil y perseguido, sino una comunidad viva y resplandeciente, capaz de llevar salvación a todo el mundo.
En conclusión, la sección 113 nos recuerda que Dios cumple Sus promesas con exactitud. Él dirige a Sus siervos con poder, da fortaleza a Su pueblo y garantiza que Israel será redimido. También nos invita a cada uno a sacudirnos de nuestras propias cadenas y vivir como hijos e hijas libres en Cristo. Así, como individuos y como Iglesia, nos preparamos para participar en la gran obra de salvación y reunir a Sion en preparación para la venida gloriosa del Señor.
























