Doctrina y Convenios
Sección 50
La Sección 50 de Doctrina y Convenios fue revelada el 9 de mayo de 1831 en Kirtland, Ohio, durante una etapa temprana de la Iglesia, cuando los miembros estaban aprendiendo a distinguir entre las verdaderas manifestaciones espirituales y las falsas influencias que podían infiltrarse en la obra del Señor.
Con el crecimiento de la Iglesia en Kirtland, comenzaron a surgir diversas manifestaciones espirituales entre los miembros. Algunos afirmaban tener visiones y recibir revelaciones, pero no todas estas experiencias eran de origen divino. Había una necesidad urgente de establecer un marco doctrinal claro para evaluar estas experiencias.
En ese tiempo, algunas tradiciones religiosas locales promovían fenómenos espirituales exagerados, como gritos, convulsiones y otras conductas extremas. Estas influencias externas confundieron a algunos miembros que no sabían cómo discernir lo que era verdaderamente de Dios. José Smith buscó revelación sobre este tema después de que los élderes de la Iglesia expresaran preocupación por su incapacidad para comprender y discernir entre los espíritus verdaderos y falsos.
La revelación tenía como objetivo: Aclarar que no todas las manifestaciones espirituales eran de Dios y que algunos espíritus falsos intentaban engañar incluso a los fieles (versículos 1-3). El Señor proporcionó una guía para evaluar las manifestaciones espirituales basándose en si estas edifican y son consistentes con la luz y la verdad del evangelio (versículo 23). Recordar que el Espíritu Santo es la fuente de toda verdad y que tanto los que predican como los que escuchan deben ser guiados por el Espíritu (versículos 14-22). Alentar a los líderes a confiar en el poder y la autoridad que el Señor les había dado para discernir y actuar contra los espíritus falsos (versículos 30-32).
El Señor advierte que hay espíritus falsos esparcidos por la tierra, y que Satanás busca engañar y destruir a los fieles (versículos 2-3). Esto subraya la necesidad de discernimiento espiritual.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “El adversario intentará imitar las cosas de Dios para confundir y desviar. Es esencial estar anclados en la doctrina verdadera para evitar ser engañados.” (Conferencia General, octubre de 2004).
El Señor instruye que la predicación y la recepción del evangelio deben hacerse a través del Espíritu Santo, lo que garantiza que ambas partes sean edificadas y regocijadas (versículos 17-22).
El élder David A. Bednar dijo: “El Espíritu Santo no solo es un testificador de la verdad, sino también un maestro divino que ilumina y edifica tanto al que enseña como al que aprende.” (Conferencia General, abril de 2006).
El principio clave de discernimiento es que todo lo que no edifica o no está alineado con la luz y la verdad no proviene de Dios (versículo 23). Este es un criterio fundamental para evaluar manifestaciones espirituales.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El Espíritu del Señor siempre edificará y unificará. Cualquier influencia que divida o destruya no es de Dios.” (Conferencia General, abril de 2021).
El Señor se describe a sí mismo como el Buen Pastor y la Roca de Israel, asegurando a los fieles que, si edifican sobre Él, nunca caerán (versículo 44).
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “Cuando edificamos sobre el Salvador, nuestra fundación es firme e inquebrantable, incluso ante las tormentas de la vida.” (Conferencia General, octubre de 2010).
Esta sección sigue siendo relevante para los miembros de la Iglesia en la actualidad, ya que: En un mundo donde muchas voces compiten por nuestra atención, los principios de esta sección nos ayudan a distinguir entre lo divino, lo humano y lo falso. Tanto en la enseñanza como en el aprendizaje del evangelio, el Espíritu Santo es esencial para comprender la verdad y ser edificados. Saber que tenemos el poder del sacerdocio y la guía del Espíritu nos da confianza para enfrentar las influencias negativas.
La Sección 50 es una guía fundamental para los santos en la tarea de discernir entre lo que es de Dios y lo que no lo es. Nos recuerda que el Señor está al tanto de nuestras necesidades espirituales y nos ofrece herramientas para enfrentar los desafíos que se presentan cuando buscamos Su verdad. Al confiar en el Espíritu Santo y en las enseñanzas del Salvador, podemos avanzar con claridad, edificando nuestra fe y ayudando a otros a encontrar el camino hacia la luz.
Los temas clave de la Sección 50 giran en torno al discernimiento espiritual, la edificación mutua y la centralidad de Jesucristo en nuestra vida. Nos enseñan a confiar en el Espíritu Santo para guiar nuestras acciones y a edificar sobre la roca de Cristo para evitar el engaño y progresar en luz y verdad. Estos principios son fundamentales para el crecimiento espiritual y la preparación para la Segunda Venida.
Doctrina y Convenios 50
Esta revelación fue dada en mayo de 1831, en Kirtland, Ohio. En ese momento, algunos miembros de la Iglesia estaban confundidos por manifestaciones espirituales que no venían de Dios. El Señor dio esta revelación para ayudar a los santos a discernir entre lo verdadero y lo falso.
1. Advertencia sobre espíritus falsos (vv. 1–9): El Señor advierte que no todos los que se manifiestan como espirituales lo son en verdad. Satanás busca engañar incluso a los escogidos. Esta sección reafirma que Dios no actúa por confusión, sino por entendimiento y edificación.
2. Principio clave: Lo que no edifica no viene de Dios (vv. 10–23): Aquí se enseña una regla clara de discernimiento: si algo no edifica, no es de Dios. Los verdaderos mensajeros hablan por el poder del Espíritu, y los oyentes también reciben por el Espíritu. Así, ambos se edifican mutuamente. Este patrón revela que la obra de Dios es recíproca, clara y santificadora.
3. El papel de la verdad y el Espíritu (vv. 24–29): El Señor declara que “la verdad es conocimiento de las cosas como son, como fueron y como han de ser” (v. 24), y que el Espíritu de verdad es esencial para discernir. Aquí se enseña una doctrina fundamental: el Espíritu Santo testifica de la verdad eterna.
4. La ley de la edificación (vv. 30–36): El Señor instruye a los élderes a predicar con el Espíritu, y a que quien lo reciba lo haga también por el Espíritu. La comunicación espiritual verdadera es simétrica: tanto el que habla como el que escucha lo hacen bajo la influencia del Espíritu.
5. Promesa de paz y protección (vv. 37–46): A quienes permanecen en el Espíritu, el Señor promete que serán llenos de luz y que Satanás no tendrá poder sobre ellos. Esta es una promesa reconfortante para quienes buscan la verdad en medio de confusión espiritual.
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “La verdad es la norma definitiva del discernimiento. El Espíritu Santo no confundirá ni atemorizará. Él edificará, iluminará y conducirá hacia Cristo. Doctrina y Convenios 50 enseña cómo reconocer lo que viene de Dios y lo que no. Si algo no edifica, no es de Él.” — Boyd K. Packer, “El don del Espíritu Santo: Una fuente de paz”, Conferencia General, abril de 2000
Doctrina y Convenios 50 es una de las revelaciones más claras sobre el discernimiento espiritual. En un mundo donde abundan las voces contradictorias y los engaños espirituales, el Señor nos da una norma: todo lo que edifica, ilumina y lleva a Cristo es de Él; lo que confunde o destruye, no lo es.
Esta revelación nos recuerda que el Espíritu Santo es esencial para entender la verdad, tanto en la predicación como en la recepción del mensaje. La verdadera adoración y enseñanza deben fluir del Espíritu y retornar al Espíritu, edificando tanto al maestro como al alumno.
En resumen, esta sección nos llama a vivir con tal espiritualidad que podamos reconocer, con claridad, la voz del Señor en medio de muchas voces. La promesa es segura: si somos fieles al Espíritu de verdad, Satanás no tendrá poder sobre nosotros y estaremos llenos de luz.
1. Los Espíritus Falsos y el Engaño del Adversario
Versículo:2 “He aquí, de cierto os digo, que hay muchos espíritus que son falsos, los cuales se han esparcido por la tierra, engañando al mundo.”
El Señor advierte sobre la presencia de espíritus falsos que buscan engañar a las personas, incluso a los fieles. Este versículo subraya la necesidad de discernir espiritualmente para evitar ser llevados por influencias que no son de Dios.
“He aquí, de cierto os digo”
El Señor introduce esta declaración con énfasis, subrayando que lo que sigue es una verdad inmutable y de importancia crítica. La expresión “de cierto os digo” refuerza la autoridad divina del mensaje.
El presidente Russell M. Nelson explicó:”Cuando el Señor habla con este tono de claridad, nos invita a prestar atención cuidadosa y actuar con fe.” (Conferencia General, octubre de 2018).
El uso de esta introducción asegura que los oyentes comprendan la seriedad del mensaje, especialmente cuando se trata de discernir entre influencias espirituales.
“Que hay muchos espíritus que son falsos”
El Señor advierte que no todas las manifestaciones espirituales son de origen divino. Satanás y sus seguidores buscan imitar las manifestaciones de Dios para confundir y desviar a las personas.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “El adversario es un maestro del engaño, capaz de imitar ciertas manifestaciones espirituales para desviar incluso a los más fieles.” (Conferencia General, octubre de 2004).
Este principio nos insta a estar espiritualmente alertas y a utilizar el Espíritu Santo como nuestra guía para discernir entre lo verdadero y lo falso.
“Los cuales se han esparcido por la tierra”
Los espíritus falsos no están limitados a ciertos lugares o grupos; su influencia es global. Esto destaca la necesidad universal de estar anclados en la verdad del evangelio y guiados por el Espíritu.
El presidente Boyd K. Packer dijo: “En este mundo saturado de influencias confusas, debemos buscar la guía del Espíritu Santo para navegar con seguridad.” (Conferencia General, abril de 1989).
La frase enfatiza que la influencia de los espíritus falsos está presente en todas partes, lo que exige un esfuerzo constante para permanecer firmes en la fe.
“Engañando al mundo”
El propósito principal de los espíritus falsos es engañar, desviar y destruir la fe. Satanás utiliza la confusión y el engaño para oponerse a la obra de Dios y desviar a las almas del camino del evangelio.
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “Satanás prospera en la confusión y en el caos. Su propósito es sembrar dudas y llevar a las personas lejos de la verdad.” (Conferencia General, abril de 2017).
El engaño del adversario no siempre es obvio; a menudo se presenta como algo atractivo o aparentemente bueno, lo que hace necesario el discernimiento espiritual constante.
Este versículo de la Sección 50 nos enseña principios fundamentales para nuestra vida espiritual: No todas las manifestaciones espirituales provienen de Dios. Debemos utilizar el don del Espíritu Santo para discernir la verdad de los engaños. Los espíritus falsos están esparcidos por toda la tierra, lo que requiere que estemos siempre alertas y anclados en el evangelio. Solo a través del Espíritu de verdad podemos evitar ser engañados y mantenernos firmes en el camino del evangelio.
La advertencia del Señor en este versículo es tanto un recordatorio como una promesa. Si permanecemos fieles y utilizamos los dones espirituales que Él nos ha dado, podemos discernir entre el bien y el mal, evitar el engaño y caminar con seguridad hacia la vida eterna. Este mensaje es una invitación a fortalecer nuestra relación con el Espíritu Santo y a confiar en la guía divina en todas las cosas.
2. Predicar y Recibir por el Espíritu
Versículo:14 “A predicar mi evangelio por el Espíritu, sí, el Consolador que fue enviado para enseñar la verdad.”
El evangelio debe predicarse y recibirse por medio del Espíritu Santo, asegurando que tanto el mensajero como el receptor sean edificados y guiados por la verdad divina.
“A predicar mi evangelio por el Espíritu”
El Señor establece que la predicación del evangelio debe hacerse bajo la guía del Espíritu Santo, quien inspira al mensajero para transmitir la verdad con poder y autoridad. Sin la influencia del Espíritu, el mensaje carece de la fuerza necesaria para tocar los corazones.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Sin el Espíritu Santo, no hay conversión verdadera. Ninguna cantidad de preparación intelectual o elocuencia puede reemplazar el poder del Espíritu en el proceso de enseñar y aprender el evangelio.” (Conferencia General, octubre de 2013).
Este principio subraya que la efectividad de enseñar el evangelio no depende solo del conocimiento del maestro, sino de su capacidad para actuar como un instrumento del Espíritu.
“Sí, el Consolador”
El Consolador es uno de los nombres del Espíritu Santo, quien tiene el papel de consolar, guiar y fortalecer a los hijos de Dios. En el contexto de la predicación del evangelio, el Consolador brinda confianza al maestro y consuelo al receptor.
El presidente Henry B. Eyring declaró: “El Consolador trae paz a nuestras almas y nos da el valor para compartir el evangelio en maneras que son significativas y poderosas.” (Conferencia General, abril de 2018).
La presencia del Consolador en el proceso de predicar garantiza que el mensaje no solo instruya, sino que también consuele y motive a los oyentes a acercarse a Dios.
“Que fue enviado para enseñar la verdad”
El Espíritu Santo es el maestro supremo de la verdad. Fue enviado por el Padre y el Hijo para testificar de Cristo y guiar a las personas a toda verdad. Su misión incluye revelar el evangelio y confirmar su veracidad.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “El Espíritu Santo es el mensajero divino que lleva la verdad a nuestros corazones y confirma su veracidad en nuestra alma.” (Conferencia General, abril de 2020).
La función del Espíritu como maestro asegura que tanto los que predican como los que escuchan sean iluminados y guiados hacia el conocimiento de la verdad.
Este versículo resalta principios doctrinales esenciales para la predicación del evangelio: Enseñar el evangelio es más efectivo cuando está guiado por el Espíritu Santo, quien da poder y autoridad divina al mensaje. El Espíritu Santo, en su rol de Consolador, fortalece tanto al maestro como al estudiante en el proceso de aprender y aceptar el evangelio. La verdad del evangelio no se comprende completamente sin la influencia del Espíritu Santo, quien confirma su veracidad en el corazón.
Este versículo es una invitación a depender del Espíritu Santo en toda obra misional y enseñanza del evangelio. El Consolador no solo guía a los maestros en lo que deben decir, sino que también prepara el corazón de los oyentes para recibir el mensaje. Al predicar con el Espíritu, participamos en el propósito divino de traer luz y verdad al mundo, asegurándonos de que nuestras palabras toquen los corazones y transformen vidas.
3. Principio de Edificación
Versículo:23 “Y lo que no edifica no es de Dios, y es tinieblas.”
Este principio central enseña que cualquier manifestación o enseñanza que no contribuya a la edificación espiritual no proviene de Dios. Es una guía práctica para evaluar la validez de las experiencias espirituales.
“Y lo que no edifica no es de Dios”
Este principio establece que todo lo que proviene de Dios tiene un propósito edificante y eleva el espíritu. Lo que no contribuye al crecimiento espiritual, emocional o intelectual no tiene su origen en Él. La obra de Dios siempre busca edificar, fortalecer y elevar a Sus hijos.
El élder David A. Bednar enseñó: “Todo lo que es de Dios conduce al crecimiento espiritual, fortalece nuestra fe en Cristo y nos lleva a edificar a los demás.” (Conferencia General, octubre de 2011).
Este segmento nos invita a evaluar nuestras acciones, pensamientos y actividades diarias. Si no tienen un propósito edificante, probablemente no estén alineadas con la voluntad de Dios.
“Y es tinieblas”
La frase enfatiza que lo que no edifica pertenece al ámbito de las tinieblas, o sea, a lo que aleja del propósito divino. Las tinieblas simbolizan confusión, engaño y falta de verdad. En contraste con la luz de Dios, las tinieblas carecen de valor eterno y conducen al error.
El presidente Russell M. Nelson explicó: “El adversario busca distraernos con cosas que parecen inofensivas pero que no edifican y, por ende, no nos acercan a la luz de Cristo.” (Conferencia General, abril de 2019).
Esta parte de la declaración nos advierte sobre las influencias que, aunque aparentemente inofensivas, nos alejan de la verdad y la edificación espiritual.
Este versículo de la Sección 50 enseña un principio fundamental para la vida cristiana: discernir entre lo que edifica y lo que no. Nos ayuda a distinguir entre lo que proviene de Dios y lo que no. Esto es clave para mantenernos en el camino del evangelio. Nos invita a reflexionar sobre nuestras actividades y decisiones, asegurándonos de que contribuyen a nuestra edificación espiritual y la de los demás. Nos alerta contra las influencias que no aportan valor eterno y que podrían alejarnos de la luz de Cristo.
Este principio nos da una herramienta práctica para mantenernos en la senda del evangelio: si algo no edifica, no es de Dios. Al buscar activamente lo que fortalece nuestra relación con el Salvador y evita las distracciones del adversario, avanzamos hacia una vida más llena de luz, paz y propósito. Al recordar que Dios es la fuente de todo lo edificante, podemos mantenernos firmes en Su luz, evitando las tinieblas que nos desvían del camino eterno.
4. Luz y Crecimiento Espiritual
Versículo:24 “Lo que es de Dios es luz; y el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz, y esa luz se hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto.”
La luz espiritual es progresiva y crece a medida que perseveramos en rectitud. Este versículo subraya la importancia de vivir conforme a la verdad para recibir mayor claridad y entendimiento espiritual.
“Lo que es de Dios es luz”
Todo lo que proviene de Dios trae claridad, verdad y propósito, simbolizado por la luz. La luz representa la influencia divina que ilumina el entendimiento espiritual, guía a las personas hacia el bien y revela la verdad.
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “La luz de Cristo está en todas partes y en todos nosotros. Es el medio por el cual el Espíritu Santo ilumina nuestras mentes y corazones.” (Conferencia General, abril de 2005).
La luz de Dios contrasta con las tinieblas, que simbolizan el pecado, la confusión y el alejamiento de la verdad. Este principio subraya que solo las cosas de Dios conducen a la edificación y el progreso espiritual.
“Y el que recibe luz y persevera en Dios”
Recibir luz implica aceptar la influencia divina en nuestras vidas. Perseverar en Dios significa vivir de acuerdo con Su evangelio, seguir a Jesucristo y mantenerse fiel incluso en tiempos de pruebas.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “Cuando seguimos la luz de Cristo, progresamos espiritualmente y recibimos más guía y bendiciones. La perseverancia es esencial para obtener la plenitud de las promesas de Dios.” (Conferencia General, abril de 2018).
La luz espiritual es un don que se incrementa cuando respondemos a ella con obediencia y constancia. La perseverancia asegura que esa luz no solo permanezca, sino que también crezca.
“Recibe más luz”
El crecimiento espiritual es progresivo. Cuando actuamos en base a la luz que hemos recibido, el Señor nos otorga mayor conocimiento y entendimiento. Este principio está alineado con la ley celestial de que “a quien mucho se da, mucho se requiere” (Lucas 12:48).
El élder David A. Bednar enseñó: “La luz del evangelio llega línea sobre línea, precepto por precepto, permitiendo que nuestra fe y conocimiento crezcan de manera continua.” (Conferencia General, abril de 2012).
Dios recompensa nuestra fidelidad con mayor claridad espiritual y entendimiento, permitiéndonos acercarnos más a Él y cumplir con Su propósito eterno.
“Y esa luz se hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto”
La frase describe el proceso de santificación y perfeccionamiento espiritual. El “día perfecto” se refiere a la exaltación y a la plenitud de conocimiento y gloria en la presencia de Dios.
El presidente Spencer W. Kimball dijo: “La perfección es un proceso, no un evento. Al seguir la luz de Cristo, alcanzamos mayores niveles de verdad y rectitud que nos preparan para estar en la presencia de Dios.” (Conferencia General, octubre de 1977).
Este principio destaca que el crecimiento espiritual no tiene límites mientras perseveremos. La luz de Dios nos prepara para la vida eterna y para llegar a ser como Él.
La declaración resalta principios fundamentales del evangelio: Todo lo que proviene de Dios ilumina nuestra vida y nos dirige hacia el bien. Recibir luz es solo el comienzo; la verdadera bendición viene al perseverar y actuar en base a esa luz. Al seguir la luz de Cristo, avanzamos hacia el día perfecto, la exaltación y la vida eterna.
Este versículo es una invitación a buscar y recibir la luz divina, actuando en base a la verdad revelada y permaneciendo firmes en el evangelio. Nos recuerda que nuestro progreso espiritual depende de nuestra disposición a vivir conforme a la luz que hemos recibido. Al perseverar en Dios, esa luz se hace más brillante, guiándonos hacia la plenitud de Su gloria y la perfección en Cristo. Este es el propósito central del plan de salvación: convertirnos en seres de luz, preparados para morar con Dios.
5. El Poder de Cristo como Buen Pastor
Versículo:43 “Yo soy en el Padre y el Padre en mí; y por cuanto me habéis recibido, vosotros sois en mí y yo en vosotros.”
El Salvador reafirma Su papel como nuestro intercesor y guía. Aquellos que lo reciben y edifican sus vidas sobre Él encuentran seguridad espiritual y unidad con Dios.
“Yo soy en el Padre y el Padre en mí”
Esta frase destaca la perfecta unidad y armonía entre Dios el Padre y Jesucristo. Aunque son seres distintos, están completamente unidos en propósito, amor y poder, y juntos realizan la obra de la redención.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo están unidos en un propósito eterno: traer a Sus hijos a la inmortalidad y la vida eterna.” (Conferencia General, abril de 2002).
La unidad del Padre y del Hijo nos enseña sobre el modelo divino de cooperación y amor perfecto, al que estamos invitados a aspirar como discípulos.
“Y por cuanto me habéis recibido”
Recibir a Cristo implica aceptar Su evangelio, vivir Sus enseñanzas y confiar en Su expiación para nuestra salvación. Este acto de aceptación es un requisito fundamental para formar parte de Su reino.
El élder Jeffrey R. Holland dijo: “Recibir al Salvador no es simplemente creer en Él, sino seguirlo, amarlo y vivir de acuerdo con Su evangelio todos los días.” (Conferencia General, octubre de 2014).
Al aceptar a Cristo en nuestras vidas, nos alineamos con Su voluntad y comenzamos a disfrutar de una relación personal con Él que trae paz, fortaleza y propósito.
“Vosotros sois en mí”
Esta frase refleja el poder del convenio y la relación especial que los discípulos fieles tienen con Cristo. Al hacer convenios con Él y guardar Sus mandamientos, somos espiritualmente unidos a Él y recibimos Su gracia.
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “Cuando hacemos convenios con el Salvador, nos unimos a Él. Su fortaleza y amor nos sostienen en cada desafío de la vida.” (Conferencia General, abril de 2016).
Estar “en Cristo” significa vivir en comunión con Él, permitiendo que Su expiación transforme nuestra vida y nos haga dignos de regresar al Padre.
“Y yo en vosotros”
Cristo promete estar presente en la vida de aquellos que lo aceptan y lo siguen. Su influencia guía, consuela y fortalece a Sus discípulos en todas las circunstancias.
El presidente Russell M. Nelson explicó: “El Salvador vive en aquellos que lo siguen. Su influencia sutil y poderosa trae esperanza, fortaleza y consuelo.” (Conferencia General, octubre de 2021).
La promesa de que Cristo está “en nosotros” asegura Su cercanía constante, especialmente en momentos de dificultad, y nos ayuda a sentir Su amor y Su guía divina.
Este versículo enseña principios fundamentales para nuestra relación con el Salvador y el Padre Celestial: El Padre y el Hijo están perfectamente unidos, y nosotros estamos invitados a participar de esa unidad al seguir a Cristo. Al aceptar a Cristo, nos unimos a Él a través de convenios que fortalecen nuestra conexión con Dios y nos permiten recibir Su gracia. La promesa de que Cristo está “en nosotros” es una fuente de fortaleza y esperanza para superar los desafíos de la vida.
Este versículo es una invitación a desarrollar una relación íntima y significativa con el Salvador, a través de la fe, la obediencia y los convenios sagrados. Nos recuerda que la verdadera felicidad y propósito se encuentran al estar espiritualmente unidos a Cristo y al Padre, disfrutando de Su amor y Su guía en cada aspecto de nuestra vida. Este es el camino para la exaltación y la vida eterna.
6. Confianza en el Buen Pastor
Versículo:44 “Por tanto, estoy en medio de vosotros, y soy el buen pastor y la roca de Israel. El que edifique sobre esta roca nunca caerá.”
Cristo es el fundamento seguro sobre el cual debemos construir nuestras vidas. Este versículo nos asegura que, si permanecemos fieles a Él, estaremos espiritualmente protegidos y firmes.
“Por tanto, estoy en medio de vosotros”
Esta frase resalta la cercanía y presencia constante del Salvador en la vida de Sus discípulos. Él no es un observador distante, sino un guía activo que camina con nosotros en nuestras pruebas y alegrías.
El presidente Henry B. Eyring declaró: “El Señor siempre está cerca, especialmente cuando enfrentamos desafíos. Su promesa de estar en medio de nosotros nos asegura que no estamos solos en nuestra jornada.” (Conferencia General, abril de 2015).
El Salvador está siempre presente, fortaleciéndonos y guiándonos. Este principio nos invita a buscar Su compañía y a reconocer Su mano en todas las cosas.
“Y soy el buen pastor”
Jesucristo se identifica como el Buen Pastor, un título que destaca Su amor, cuidado y sacrificio por Sus ovejas. Como pastor, Él nos conoce personalmente, nos guía y protege de los peligros espirituales.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “El Buen Pastor no solo guía a Sus ovejas, sino que está dispuesto a dar Su vida por ellas. Él nos llama por nuestro nombre y nos cuida con amor perfecto.” (Conferencia General, abril de 2015).
La imagen del Buen Pastor subraya la relación personal y amorosa que Cristo tiene con cada uno de nosotros, así como Su disposición a sacrificarse por nuestro bienestar eterno.
“Y la roca de Israel”
La roca de Israel simboliza la firmeza, estabilidad y seguridad que provienen de edificar nuestra fe en Jesucristo. Él es la base inamovible sobre la cual debemos construir nuestra vida espiritual.
El presidente Gordon B. Hinckley declaró: “Cristo es la roca sobre la cual debemos edificar nuestra vida. Ningún otro fundamento puede soportar las tormentas de la vida con tanta seguridad.” (Conferencia General, octubre de 2001).
Edificar sobre la roca de Cristo nos asegura estabilidad espiritual, protección contra las pruebas y una esperanza constante en la vida eterna.
“El que edifique sobre esta roca nunca caerá”
Edificar sobre la roca de Cristo implica vivir según Sus enseñanzas, guardar convenios y confiar plenamente en Su poder redentor. Aquellos que hacen esto reciben la promesa de seguridad eterna.
El élder Dieter F. Uchtdorf explicó: “Edificar sobre Cristo significa hacer de Él el centro de nuestras vidas. Cuando lo hacemos, estamos firmes y no seremos movidos por las tempestades de la vida.” (Conferencia General, abril de 2012).
Esta promesa nos da confianza y esperanza: cuando nuestra vida está fundamentada en Cristo, no seremos derrotados por las adversidades ni llevados por falsas doctrinas.
Este versículo resalta principios centrales del evangelio: Él está con nosotros, guiándonos y fortaleciéndonos en cada momento. Su amor y sacrificio por nosotros nos aseguran que siempre estaremos bajo Su cuidado protector. Cristo es el fundamento inamovible que proporciona estabilidad y seguridad a nuestras vidas. Aquellos que edifican sobre Cristo no caerán, incluso frente a los desafíos más difíciles.
Este pasaje nos invita a centrar nuestra vida en Jesucristo, reconociéndolo como nuestro Buen Pastor y nuestra Roca. Si seguimos Su ejemplo, hacemos convenios con Él y guardamos Sus mandamientos, podemos enfrentar cualquier prueba con la confianza de que no caeremos. Esta seguridad espiritual es un recordatorio poderoso de que Cristo es nuestra esperanza, fortaleza y salvación eterna.
Versículo 40-42: El amor, la guía y la promesa de salvación que Jesucristo ofrece a Sus discípulos. Aunque los santos pueden estar en etapas tempranas de desarrollo espiritual, el Salvador los asegura con Su amor, Su victoria sobre el mundo y Su compromiso de guiarlos a la vida eterna. Este mensaje combina humildad y esperanza: los discípulos deben aceptar su necesidad de crecimiento espiritual, pero pueden confiar en que Cristo los ayudará a alcanzar la plenitud de Su promesa.
Versículo 40: “He aquí, sois niños pequeños y no podéis soportar todas las cosas por ahora; debéis crecer en gracia y en el conocimiento de la verdad.”
Este versículo resalta el proceso gradual de aprendizaje espiritual. El Señor compara a Sus discípulos con “niños pequeños”, destacando que el crecimiento espiritual toma tiempo y ocurre en etapas, según la capacidad de cada persona.
El presidente Boyd K. Packer explicó: “La madurez espiritual no se logra de inmediato, sino línea sobre línea, precepto por precepto. Dios nos da Su luz a medida que estamos preparados para recibirla.” (Conferencia General, octubre de 2009).
El crecimiento espiritual requiere humildad para aceptar que no sabemos ni comprendemos todo de inmediato. El Señor guía a Sus hijos en el conocimiento de la verdad, dándoles lo que pueden soportar y ayudándolos a progresar gradualmente.
Versículo 41: “No temáis, pequeñitos, porque sois míos, y yo he vencido al mundo, y vosotros sois de aquellos que mi Padre me ha dado.”
Cristo asegura a Sus discípulos que son Suyos y les pide que no teman. Su victoria sobre el mundo a través de Su expiación ofrece consuelo y esperanza. Este versículo resalta el amor personal de Cristo y Su papel como Salvador.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Cristo nos ha dicho que no tengamos miedo porque Él ha vencido al mundo. Su victoria asegura nuestra salvación y nos da esperanza en medio de nuestras pruebas.” (Conferencia General, abril de 2015).
Este versículo ofrece seguridad en el amor de Cristo. Al saber que somos Suyos y que Él ha vencido al pecado y a la muerte, podemos enfrentar nuestras pruebas con confianza y fe.
Versículo 42: “Y ninguno de los que el Padre me ha dado se perderá.”
Cristo promete que ninguno de aquellos que el Padre le ha dado se perderá. Esto enfatiza la seguridad espiritual de los fieles que permanecen en el camino del convenio y confían en el Salvador.
El élder Dieter F. Uchtdorf explicó: “Jesucristo no solo es nuestro Salvador, sino también nuestro protector eterno. Aquellos que permanecen con Él pueden tener la certeza de que no serán perdidos.” (Conferencia General, abril de 2016).
Esta declaración refleja el poder redentor de Cristo y Su compromiso de cuidar y guiar a quienes son fieles. También recuerda a los discípulos que, mientras se esfuercen por seguirlo, Él garantizará su salvación.
Estos versículos enseñan principios doctrinales fundamentales: Como niños pequeños, no podemos comprender todo de inmediato, pero debemos esforzarnos por crecer en gracia y en el conocimiento de la verdad. Somos Suyos y Él ha vencido al mundo, ofreciéndonos esperanza y fortaleza para enfrentar nuestras pruebas. Aquellos que permanecen en el camino del convenio no serán abandonados; el Salvador garantiza su salvación.
Estos versículos invitan a cada discípulo a tener paciencia con su propio progreso espiritual, a confiar en el amor constante de Cristo y a permanecer firmes en el evangelio. Nos recuerdan que, aunque somos imperfectos y en desarrollo, somos preciados para el Salvador, quien nos guía con amor hacia la plenitud de Su promesa de salvación eterna.
























