Doctrina y Convenios Sección 52

Doctrina y Convenios
Sección 52


La Sección 52 de Doctrina y Convenios se recibió en un momento de transición y crecimiento significativo para la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Aquí tienes el contexto histórico para comprender mejor su trasfondo:
Esta revelación fue dada el 6 de junio de 1831 en Kirtland, Ohio, durante una conferencia que comenzó el 3 de junio del mismo año.

En este momento, la Iglesia había crecido rápidamente en Ohio después de que los primeros misioneros, incluidos Oliver Cowdery y sus compañeros, predicaran allí en 1830. Esto llevó a un aumento de conversos, lo que estableció a Kirtland como un centro importante de actividad eclesiástica.

Durante esta conferencia, se realizó por primera vez la ordenación de élderes al oficio de sumo sacerdote, marcando una expansión importante en la estructura del sacerdocio de la Iglesia. Esto señaló un reconocimiento de mayores responsabilidades y autoridad dentro del liderazgo.

En Kirtland, hubo experiencias con manifestaciones espirituales que se atribuían al Espíritu Santo, pero algunas eran falsas y provenientes de espíritus engañadores. En esta revelación, el Señor proporcionó normas claras para discernir lo que viene de Dios.

Misuri ya había sido identificado como un lugar profetizado para la Sión futura. En esta sección, los élderes recibieron la instrucción de viajar a Misuri para asistir a una conferencia y predicar en el camino. Esta revelación fortaleció la conexión entre Kirtland y Misuri como centros clave de la Iglesia en desarrollo.

El viaje a Misuri no solo era logísticamente desafiante, sino que simbolizaba la obediencia, la fe y el compromiso de los primeros miembros de la Iglesia en cumplir con los mandamientos del Señor. Estos viajes serían una oportunidad para predicar el Evangelio y establecer ramas de la Iglesia en nuevas áreas.

La revelación contiene instrucciones específicas para diversos élderes sobre cómo viajar, enseñar y servir. También incluye advertencias sobre fidelidad y disciplina para aquellos que no cumplieran con los estándares establecidos.

La revelación establece una “norma en todas las cosas” (versículo 14) para discernir los espíritus, subrayando la necesidad de una guía divina en medio de manifestaciones espirituales variadas.

Se reafirma la importancia de enseñar las verdades contenidas en las Escrituras y de confiar en el Espíritu Santo como guía en el ministerio.

Los viajes asignados promovieron la colaboración y el fortalecimiento del compañerismo entre los élderes, con el objetivo final de construir Sión en Misuri. El recordatorio de cuidar a los pobres y afligidos (versículo 40) refleja la misión fundamental de los Santos de los Últimos Días de seguir el ejemplo de Cristo.

Esta revelación demuestra la dirección activa del Señor en los asuntos de la Iglesia y refuerza el compromiso de los primeros miembros para avanzar en el establecimiento del reino de Dios en la tierra.

La Sección 52 está llena de enseñanzas prácticas y principios doctrinales esenciales para los primeros Santos y para los creyentes actuales. Los temas de obediencia, predicación, discernimiento y servicio reflejan los pilares de una vida consagrada al Señor. Cada versículo destacado invita a actuar con fe y a seguir el ejemplo de Cristo en todas las cosas.


Doctrinal de Doctrina y Convenios 52


La sección 52 fue dada en junio de 1831, durante una conferencia especial de la Iglesia en Kirtland, Ohio. Es significativa porque establece un modelo para el crecimiento de la Iglesia, la predicación del evangelio y el discernimiento espiritual.

1. Confirmación del poder de Dios en la Iglesia (v. 1–2): El Señor reafirma que la Iglesia fue organizada por Su voluntad y que Sus siervos han hablado por el poder del Espíritu. Esto valida el trabajo de los profetas modernos y del Espíritu como fuente de verdad.

2. El mandamiento de ir a Misuri (v. 3–5): El Señor instruye a los élderes a viajar hacia Misuri, donde se revelará la tierra de Sion. Esto marca el inicio de la identificación de Sion como lugar físico y espiritual de recogimiento y pureza.

3. Un modelo para no ser engañados (v. 9–21): El Señor provee una “norma en todas las cosas” para discernir entre lo verdadero y lo falso. Él describe que aquellos que obran con un espíritu contrito, que edifican con humildad y que guardan las ordenanzas son aceptados por Él. Esta sección es crucial para la doctrina del discernimiento espiritual y la protección contra el engaño, especialmente en tiempos de crecimiento de la Iglesia.

4. Asignaciones misionales específicas (v. 22–41): Se llama a varios élderes a predicar de dos en dos. El patrón de la predicación en parejas, que aún hoy se mantiene en la obra misional de la Iglesia, se inicia aquí. También se enfatiza la obediencia, la humildad y la dependencia en el Espíritu al predicar.

5. Advertencia contra la apostasía (v. 8, 39): Se menciona que algunos serán desechados si no obedecen. Este principio enseña que el sacerdocio y la autoridad no son garantías automáticas de rectitud, y que la fidelidad constante es requerida.

El élder David A. Bednar enseñó sobre el discernimiento espiritual en relación con esta sección: “Dios nos ha dado normas para no ser engañados. El Espíritu Santo es la clave. Una persona humilde y obediente podrá discernir con claridad lo que proviene de Dios y lo que no. En Doctrina y Convenios 52, el Señor nos da una norma espiritual basada en el arrepentimiento, la obediencia y la humildad.” — David A. Bednar, “Discernimiento espiritual”, Devocional de CES, 23 de febrero de 2010

Doctrina y Convenios 52 nos muestra cómo el Señor guía a Su Iglesia mediante revelación directa. Vemos cómo Él organiza, dirige y protege a Sus siervos mientras avanzan en la proclamación del evangelio. Un principio clave es la necesidad de discernimiento espiritual, que se logra mediante la obediencia, humildad, y rectitud personal.

Esta sección también destaca el modelo de liderazgo y organización divina. El llamamiento a predicar en parejas no solo proporciona seguridad y apoyo, sino que también refleja el patrón celestial de testimonio en unidad.

Finalmente, el mensaje de esta revelación continúa siendo relevante: en un mundo lleno de voces confusas, el Señor da un modelo claro para conocer la verdad y evitar el engaño. La promesa es que, si seguimos Su modelo con fe, Él nos fortalecerá y nos guiará a Sion —espiritualmente y literalmente.


1. Dirección Divina


Versículo 2: “Yo, el Señor, os haré saber lo que quiero que hagáis desde ahora hasta la próxima conferencia, la cual se verificará en Misuri, sobre la tierra que consagraré a los de mi pueblo…”
Este versículo subraya la guía constante del Señor hacia Su pueblo. Dios no solo establece metas a largo plazo, sino que también proporciona dirección específica para los pasos inmediatos, asegurando que Su obra avance de manera ordenada. Es un recordatorio de que Él revela Su voluntad progresivamente.

“Yo, el Señor, os haré saber lo que quiero que hagáis…”
Esta frase refleja la doctrina de la revelación continua, un principio fundamental del Evangelio de Jesucristo. El Señor dirige personalmente a Sus siervos y a Su Iglesia mediante instrucciones específicas, lo que demuestra Su implicación activa en los asuntos de los santos.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “En nuestra Iglesia, recibimos dirección y guía constantes de Dios. Él está en los detalles de nuestra vida personal y colectiva.” (“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas,” abril de 2018).
Esta frase resalta la confianza que los miembros de la Iglesia deben tener en que Dios revela Su voluntad, ya sea mediante profetas o inspiración personal, para que Su obra progrese conforme a Su plan.

“Desde ahora hasta la próxima conferencia…”
El concepto de conferencias en la Iglesia demuestra la importancia de la comunicación periódica entre los líderes y los miembros. Estas reuniones son momentos establecidos por el Señor para enseñar, instruir y unificar a Su pueblo.
El élder Neil L. Andersen dijo: “Las conferencias generales son una oportunidad para recibir la palabra del Señor a través de Sus siervos escogidos.” (“La conferencia general: Una gran bendición,” abril de 2014).
Esta frase subraya que las conferencias no son solo eventos organizativos, sino momentos sagrados de revelación y guía divina, fortaleciendo a la Iglesia en su unidad y propósito.

“La cual se verificará en Misuri, sobre la tierra que consagraré a los de mi pueblo…”
La tierra mencionada en esta frase está ligada a la doctrina de Sión, el lugar donde los santos han de congregarse en preparación para la Segunda Venida de Cristo. “Consagrar” implica dedicar y apartar algo para un propósito sagrado, lo que requiere que el pueblo también sea digno y santo.
El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Sión no es solo un lugar físico, sino un pueblo puro y justo.” (“El milagro de la misión,” octubre de 1974).

El llamado a Misuri recuerda la visión de Sión como un lugar físico y un estado espiritual. Este mandato enfatiza la importancia de preparar tanto el corazón como el entorno para cumplir con el propósito divino.

Esta revelación demuestra que el Señor dirige Su obra con precisión y propósito. Cada frase destaca principios esenciales: la revelación continua, la unidad del pueblo mediante conferencias y el establecimiento de Sión como un espacio consagrado. La guía divina no solo asegura el progreso de Su Iglesia, sino que también otorga dirección personal a quienes buscan Su voluntad.

El presidente Gordon B. Hinckley expresó: “El Señor nunca nos dejará solos. A medida que sigamos Sus instrucciones, encontraremos paz y seguridad.” (“The Great Things Which God Has Revealed,” abril de 2005).

La invitación implícita para los santos actuales es confiar en que Dios revelará Su voluntad a Su debido tiempo y estar dispuestos a obedecer con fe. Este patrón divino de guía y preparación es un recordatorio de que Él está profundamente involucrado en el establecimiento de Su reino en la tierra.


Versículo 9: “Y viajen desde allí, predicando la palabra por el camino, no diciendo sino las cosas escritas por los profetas y apóstoles, y lo que el Consolador les enseñe mediante la oración de fe.”
El énfasis en enseñar solo lo que los profetas y apóstoles han escrito y lo que el Espíritu Santo inspire asegura la pureza del mensaje del Evangelio. Este versículo destaca la importancia de predicar bajo la dirección del Espíritu y mantenerse alineado con las Escrituras.

“Y viajen desde allí, predicando la palabra por el camino…”
Este mandato subraya el deber de compartir el Evangelio en todas las oportunidades posibles. No se trata solo de un destino final, sino de predicar mientras se camina, aprovechando cada momento para enseñar. Esta frase enfatiza la obra misional como un esfuerzo continuo y en constante movimiento.
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “El Evangelio de Jesucristo no es algo que guardamos para nosotros mismos; es algo que compartimos.” (“Atraer a otros al Salvador,” abril de 2016).
Los santos son llamados a ser misioneros en todo momento y lugar, llevando el mensaje de salvación a quienes encuentren, reflejando su compromiso con el Evangelio.

“No diciendo sino las cosas escritas por los profetas y apóstoles…”
Aquí se destaca la importancia de predicar únicamente doctrinas correctas y autorizadas, basadas en las Escrituras y en las enseñanzas de los líderes ordenados por Dios. Esto protege a los miembros de interpretaciones personales o enseñanzas erróneas.
El presidente Harold B. Lee enseñó: “Cualquier doctrina que enseñemos debe estar en armonía con las palabras de los profetas y las Escrituras.” (“Stand Ye in Holy Places,” 1974).
El mensaje misional debe centrarse en la verdad revelada, ya que esto asegura que las enseñanzas sean edificantes y alineadas con la voluntad divina.

“Y lo que el Consolador les enseñe mediante la oración de fe.”
El Consolador, o Espíritu Santo, es el guía principal en la obra misional. Los misioneros deben depender de la revelación personal para saber qué enseñar y cómo responder a las necesidades espirituales de las personas. La oración de fe es esencial para recibir esta guía divina.
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “El Espíritu Santo es el maestro más eficaz de todas las cosas espirituales.” (“La obra de enseñar,” abril de 1991).
La combinación de las Escrituras y la guía del Espíritu Santo asegura que los mensajes sean inspirados y relevantes para cada situación.

Este versículo se encuentra en el contexto de una revelación dada a José Smith en junio de 1831, instruyendo a los élderes sobre cómo proceder en su ministerio. Contiene tres principios doctrinales esenciales:

  1. Predicar la palabra en el camino: El Señor no solo manda a los discípulos a predicar, sino a hacerlo en todo momento, incluso mientras viajan. Esto refuerza el concepto de que la obra misional no tiene pausas y debe formar parte integral de la vida diaria.
  2. Doctrina basada en las Escrituras y el Espíritu: Se les instruye a enseñar solamente lo que ha sido revelado por los profetas y apóstoles, junto con la instrucción que venga del Consolador, el Espíritu Santo. Esta combinación asegura la pureza doctrinal y la guía espiritual personalizada, evitando opiniones personales no inspiradas.
  3. El Consolador y la oración de fe: La dependencia del Espíritu Santo y la oración indica que la revelación personal es esencial en la obra del Señor, y que cada maestro debe buscar la guía divina para saber qué decir y cómo decirlo.

Élder D. Todd Christofferson explicó: “Al dar Su palabra a Sus siervos, el Señor establece una norma clara para el ministerio. No debemos enseñar nuestras propias ideas o filosofías, sino declarar las palabras de Cristo tal como Él las ha revelado por medio de Sus profetas, antiguos y modernos, y por medio del Espíritu Santo. Solo así su enseñanza tiene poder salvador.” — Élder D. Todd Christofferson, “La doctrina de Cristo”, Conferencia General, abril de 2012.

Este versículo nos recuerda que la verdadera predicación del Evangelio requiere dos cosas: fundamento doctrinal en las escrituras reveladas y dirección continua del Espíritu Santo. No es suficiente ser elocuente o tener buena intención; es necesario estar anclado en la palabra de Dios y buscar constantemente Su guía mediante la oración.

Hoy más que nunca, cuando tantas voces compiten por nuestra atención, este modelo divino nos enseña a distinguir la verdad del error y a hablar solo lo que edifica y salva. También nos recuerda que la revelación personal es accesible para todos los que oran con fe.


Versículo 10: “Vayan de dos en dos, y así prediquen por el camino a toda congregación, bautizando en el agua, e imponiendo las manos a la orilla del agua.”

Este versículo contiene instrucciones específicas para los élderes en cuanto a cómo llevar a cabo su ministerio, y presenta varias doctrinas fundamentales:

  1. Ir de dos en dos: Esta práctica es modelo del patrón del Salvador (véase Lucas 10:1). Enseña la importancia del apoyo mutuo, la rendición de cuentas espiritual y el testimonio compartido. Esta forma de servir fortalece la fe de los misioneros y protege la obra del Señor de errores o abusos.
  2. Predicar por el camino a toda congregación: El mandamiento es claro: predicar en todo lugar y a toda persona posible. Refuerza la naturaleza universal del Evangelio y el principio de que no hay personas excluidas del llamado al arrepentimiento y la salvación.
  3. Bautizar en el agua e imponer las manos: Estos son los elementos esenciales de la ordenanza del bautismo y la confirmación. El bautismo por inmersión simboliza la muerte y resurrección espiritual (Romanos 6:4), y la imposición de manos confiere el don del Espíritu Santo (Hechos 8:17), completando así el nuevo nacimiento.
  4. “A la orilla del agua”: Esta frase indica la proximidad inmediata entre el bautismo y la confirmación, subrayando que el nuevo converso debe recibir el Espíritu Santo tan pronto como sea posible, para ser plenamente miembro del Reino de Dios.

El presidente Russell M. Nelson enseñó: “La obra misional es fundamental en el plan del Señor. Él ha establecido cómo debe hacerse: de dos en dos, predicando Su Evangelio y administrando las ordenanzas de salvación. Estas ordenanzas deben realizarse correctamente, por la debida autoridad, y en el orden divinamente señalado: fe, arrepentimiento, bautismo y la recepción del Espíritu Santo.” — Presidente Russell M. Nelson, “El recogimiento de Israel”, Conferencia General, octubre de 2006.

Este versículo nos recuerda que la obra misional no es una invención humana, sino un mandato divino, con procedimientos establecidos por el Señor mismo. Ir de dos en dos no es una simple estrategia; es un patrón celestial. Bautizar y confirmar al borde del agua no es solo simbólico, sino también práctico: muestra el deseo de Dios de que Sus hijos reciban sin demora las bendiciones del Espíritu.

Además, predicar “a toda congregación” nos insta a no ser selectivos, a proclamar el Evangelio con valentía y amor a todos los hijos de Dios, sin prejuicios.

Doctrina y Convenios 52:10 es un versículo profundamente instructivo para todos los que llevan el Evangelio al mundo. Enseña el modelo de ministración en compañerismo, la importancia de predicar a todos sin excepción, y la necesidad de administrar ordenanzas con rapidez y rectitud. Es un recordatorio poderoso de que el Señor dirige Su obra, y nosotros debemos seguir Su modelo fielmente.


Versículo 11: “Porque así dice el Señor: Acortaré mi obra en justicia, porque vienen días en que enviaré juicio hasta lograr la victoria.”

Este versículo revela una declaración solemne sobre la obra de Dios en los últimos días. Presenta tres verdades doctrinales profundas:

  1. “Acortaré mi obra en justicia”: Esta frase puede interpretarse como una aceleración del recogimiento y la predicación del Evangelio antes de la Segunda Venida. El Señor está apresurando Su obra (véase D. y C. 88:73) con el fin de bendecir a Sus hijos y darles la oportunidad de arrepentirse antes del juicio.
  2. “Vienen días”: Esta advertencia tiene un carácter escatológico (de los últimos tiempos), anunciando una época de cambios intensos, en los que los juicios de Dios se manifestarán sobre la tierra. Es un llamado a prepararse espiritualmente.
  3. “Enviaré juicio hasta lograr la victoria”: El Señor declara que su justicia triunfará. No se trata de venganza, sino del cumplimiento de Su propósito eterno: redimir a los justos y ejecutar juicio sobre la maldad, de manera que Su reino se establezca con rectitud.

El presidente Joseph Fielding Smith enseñó: “El Señor ha declarado que acortará Su obra en justicia. Esto significa que la obra del recogimiento y la proclamación del Evangelio irá adelante con tal rapidez y poder, que no será posible detenerla. Se cumplirá Su palabra, se dará oportunidad a los que quieran arrepentirse, y después vendrá el juicio.” — Joseph Fielding Smith, Doctrina de Salvación, tomo 1, pág. 235.

Este versículo nos invita a ver el tiempo presente con una perspectiva eterna. Vivimos días en los que el Señor está apresurando Su obra: la tecnología, los templos, las misiones, el acceso a las Escrituras, todo está ocurriendo a un ritmo acelerado. Esto es evidencia del cumplimiento literal de esta profecía.

Al mismo tiempo, este apresuramiento no debe llenarnos de temor, sino de un sentido de urgencia espiritual. El juicio de Dios no es para destruir arbitrariamente, sino para purificar la tierra y establecer justicia. Aquellos que se alinean con Su voluntad serán preservados y bendecidos.

Doctrina y Convenios 52:11 es una declaración profética que combina esperanza y advertencia. El Señor está acortando Su obra, lo que nos exige estar espiritualmente preparados y activos. También promete que la justicia y la verdad prevalecerán. A nosotros nos corresponde responder con fe, arrepentimiento y participación activa en Su obra redentora.


Versículo 14: “Y además, os daré una norma en todas las cosas, para que no seáis engañados; porque Satanás anda por la tierra engañando a las naciones.”
El Señor proporciona una “norma” o guía clara para discernir los espíritus verdaderos de los falsos. Esto es crucial en un tiempo de revelación y manifestaciones espirituales, donde el engaño podría infiltrarse fácilmente. Este versículo destaca la necesidad de vigilancia espiritual y dependencia en Dios.

“Y además, os daré una norma en todas las cosas…”
El Señor establece una guía o norma para que Sus santos puedan discernir entre lo verdadero y lo falso. Esta norma está arraigada en principios eternos y en la revelación continua. Una “norma” divina ayuda a los santos a mantener su enfoque en el Evangelio verdadero y evitar desviaciones doctrinales.
El presidente Harold B. Lee declaró: “El Evangelio de Jesucristo proporciona una norma perfecta para discernir entre la verdad y el error.” (“Decisiones para la eternidad,” octubre de 1973).
Esta frase enfatiza que la vida del discípulo requiere una constante evaluación de las enseñanzas, acciones y revelaciones personales a la luz de los principios del Evangelio.

“Para que no seáis engañados…”
El engaño es una de las principales herramientas de Satanás para desviar a los hijos de Dios. Este versículo refleja la misericordia del Señor al proporcionar una norma para protegernos del error y del peligro espiritual.
El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “La forma más segura de evitar el engaño es aferrarnos a la palabra de Dios tal como se encuentra en las Escrituras y en las enseñanzas de los profetas vivientes.” (“La palabra viva de Dios,” abril de 1986).
La norma divina protege a los santos de ser arrastrados por ideas que aparentan ser buenas pero que no provienen de Dios.

“Porque Satanás anda por la tierra engañando a las naciones.”
Esta frase afirma la realidad de la oposición en el plan de Dios. Satanás tiene un papel activo en intentar desviar a las personas de la verdad mediante el engaño, la confusión y la imitación de lo divino.
El élder M. Russell Ballard dijo: “El adversario es un maestro del engaño y trabajará incansablemente para confundirnos y alejarnos de nuestro propósito divino.” (“Protege tu fe,” octubre de 2014).
Los santos deben estar alerta y fortalecerse espiritualmente para no caer en las trampas del adversario, quien busca confundir y dividir a los hijos de Dios.

Este versículo destaca la preocupación amorosa del Señor por proteger a Sus hijos de los engaños de Satanás. Al proporcionar una norma, Dios permite a Sus seguidores identificar la verdad y permanecer firmes en ella. Esta norma está basada en las Escrituras, la revelación personal y las enseñanzas de los profetas vivientes.

El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Cuando confiamos en el Señor y seguimos Sus normas divinas, evitamos el error y encontramos la paz que solo Él puede ofrecer.” (“La paz del Salvador,” abril de 2019).

El mensaje central de este versículo es que Dios desea que Sus hijos estén espiritualmente equipados para discernir la verdad, resistir el mal y avanzar en el camino del Evangelio con fe y seguridad. Es un recordatorio de que la fidelidad a los principios divinos es la mejor defensa contra el engaño en un mundo lleno de confusión.


Versículo 17: “Y además, el que tiemble bajo mi poder será fortalecido, y dará frutos de alabanza y sabiduría, de acuerdo con las revelaciones y las verdades que os he dado.”
Los frutos del Espíritu incluyen sabiduría y alabanza. Este versículo muestra que el poder de Dios no solo inspira reverencia (temblor), sino que también fortalece y guía a Sus siervos hacia acciones y enseñanzas edificantes.

“Y además, el que tiemble bajo mi poder será fortalecido…”
“Temblar bajo mi poder” refleja la reverencia y humildad que experimentan quienes sienten profundamente la influencia del Espíritu Santo. Este temblor no es signo de debilidad, sino de sensibilidad espiritual. Ser fortalecido por Dios implica recibir Su poder para enfrentar desafíos y cumplir con responsabilidades sagradas.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “La verdadera humildad no es debilidad; es el reconocimiento del poder y la majestad de Dios y de nuestra dependencia de Él.” (“El espíritu de gratitud,” octubre de 1997).
La humildad y la sensibilidad al Espíritu permiten a los santos ser fortalecidos por el Señor, quien capacita a Sus siervos para cumplir con Sus mandamientos.

“Y dará frutos de alabanza y sabiduría…”
Los frutos del Espíritu, como la alabanza y la sabiduría, son manifestaciones de una conexión profunda con Dios. La alabanza representa gratitud y reconocimiento hacia el Señor, mientras que la sabiduría refleja un entendimiento divino que guía las decisiones y acciones.
El élder Neal A. Maxwell enseñó: “La verdadera sabiduría celestial lleva a una mayor adoración, gratitud y deseo de servir.” (“La adoración reverente,” abril de 1986).
Quienes permanecen firmes en el poder de Dios no solo son edificados espiritualmente, sino que también influyen positivamente en los demás al compartir sabiduría divina y alabanza sincera.

“De acuerdo con las revelaciones y las verdades que os he dado.”
La alabanza y la sabiduría verdaderas están fundamentadas en las revelaciones y las verdades del Evangelio. Esto enfatiza la necesidad de alinearse con la doctrina revelada y las enseñanzas de los profetas. Las verdades de Dios son eternas y forman la base de la fe y el entendimiento de Sus hijos.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “El Señor ha prometido que revelará Su voluntad a aquellos que busquen aprender Su verdad y seguirla.” (“La verdad eterna,” abril de 2022).
La conexión con las verdades reveladas es esencial para que los santos experimenten el poder transformador de Dios y produzcan frutos espirituales.

Este versículo enseña que aquellos que se humillan y buscan al Señor con sinceridad experimentan Su poder fortalecedor. Esa fortaleza les capacita para dar frutos espirituales que benefician tanto su vida como la de los demás. La combinación de humildad, reverencia y alineación con las verdades reveladas asegura que los santos no solo sobrevivan espiritualmente, sino que prosperen y crezcan en gracia y conocimiento.

El presidente Ezra Taft Benson afirmó: “Cuando nos humillamos ante Dios y dependemos de Su poder, Él nos eleva a alturas que no podríamos alcanzar por nosotros mismos.” (“Humillaos delante del Señor,” octubre de 1989).

La invitación implícita de este versículo es buscar la influencia del Espíritu, permitir que el poder de Dios opere en nuestra vida y producir frutos que glorifiquen Su nombre y fortalezcan Su obra. Esto requiere humildad, obediencia y un compromiso constante con las verdades reveladas.


Versículos  14–19: “Una norma para no ser engañados”

Este pasaje es clave para comprender cómo discernir entre el espíritu de Dios y los espíritus falsos. El Señor establece una norma (o patrón) doctrinal y espiritual clara para que los santos no sean engañados por imitaciones espirituales, ya que Satanás también obra entre las naciones (v. 14).

  1. Versículo 14 – El Señor da una norma contra el engaño:
    Aquí se nos recuerda que el adversario anda engañando a las naciones, y que necesitamos una “norma”, es decir, un patrón confiable que proviene de Dios, para discernir la verdad de la falsedad espiritual. Esta norma es esencial en una época de confusión doctrinal o emocional.
  2. Versículos 15–16 – El contrito y obediente es aceptado:
    El Señor enseña que un espíritu contrito, lenguaje humilde y edificación espiritual son señales verdaderas de alguien inspirado. Pero estas señales deben ir acompañadas de la obediencia a las ordenanzas, lo que excluye cualquier espiritualidad falsa que no esté anclada en convenios reales.
  3. Versículo 17 – El que tiembla bajo el poder de Dios será fortalecido:
    Sentir temor reverente (temblar) ante la majestad divina no es señal de debilidad, sino de sensibilidad espiritual. Tal persona será fortalecida por Dios y dará frutos espirituales: sabiduría y alabanza, conforme a las verdades reveladas.
  4. Versículo 18 – El que no da frutos según esta norma no es de Dios:
    Esta es una advertencia directa. Las señales exteriores, los dones aparentes, o el carisma personal no significan nada sin frutos reales de rectitud y obediencia. Esta es una clara advertencia contra los falsos profetas o doctrinas atractivas pero vacías.
  5. Versículo 19 – “Mediante esta norma discerniréis”:
    Finalmente, el Señor establece que esta norma será el criterio universal para discernir todos los espíritus. Es una guía segura para los santos en todos los tiempos y lugares, y un antídoto contra el engaño espiritual.

El presidente Harold B. Lee explicó: “El Señor nos ha dado una norma por la cual podemos conocer si un mensaje viene de Él o no. Debemos juzgarlo por sus frutos y por su fidelidad a las ordenanzas del Evangelio. Cualquier mensaje que contradiga las revelaciones y las ordenanzas de Dios no es de Él, sin importar cuán atractivo o poderoso parezca.” — Harold B. Lee, “Detecting False Spirits,” en Stand Ye in Holy Places, 1974, pág. 144.

Vivimos en una época en la que abunda la información espiritual falsa: mensajes emocionales sin base doctrinal, movimientos religiosos sin autoridad, y líderes carismáticos sin convenios. En este contexto, Doctrina y Convenios 52:14–19 nos ofrece una herramienta divina de discernimiento:

  • ¿El mensaje edifica?
  • ¿Proviene de un corazón contrito?
  • ¿El mensajero obedece las ordenanzas?
  • ¿Los frutos son sabiduría y alabanza a Dios?
  • ¿Se ajusta a las revelaciones verdaderas?

Si no cumple con esta norma, no es de Dios.

Esta escritura también nos invita a evaluarnos a nosotros mismos. ¿Somos humildes? ¿Edificamos? ¿Obedecemos las ordenanzas? ¿Producimos frutos reales del Evangelio?

Doctrina y Convenios 52:14–19 establece una norma clara, eterna y segura para discernir entre lo verdadero y lo falso. Es una guía doctrinal esencial para la Iglesia en los últimos días, un recordatorio de que la espiritualidad verdadera siempre está unida a la humildad, la obediencia, y los frutos del Espíritu.


Versículos 22-23:
22
“Y además, de cierto os digo, salgan también mis siervos Thomas B. Marsh y Ezra Thayre para la misma tierra, predicando la palabra por el camino.”
23 “Y además, salgan mis siervos Isaac Morley y Ezra Booth para la misma tierra, predicando también la palabra por el camino.”

Estos versículos forman parte de una revelación dada a José Smith durante la conferencia en Kirtland en junio de 1831, en la que se designaron compañeros misionales para predicar el Evangelio y viajar a Misuri. Varios principios doctrinales sobresalen:

  1. Llamamientos específicos con propósito divino: El Señor llama individualmente a Sus siervos por nombre y los designa para misiones específicas. Esto enseña que la obra misional no es genérica ni aleatoria, sino planificada y guiada por revelación.
  2. Predicar en el camino: El mandato de “predicar la palabra por el camino” indica que la obra del Señor se hace continuamente, incluso durante el viaje, no solo al llegar al destino. Es un llamado a estar constantemente enfocados en el propósito espiritual.
  3. Compañerismo en la obra: El emparejamiento de los élderes muestra el modelo divino de ministración en compañerismo (véase también D. y C. 52:10). Esto no solo brinda apoyo y protección, sino que potencia el testimonio, en cumplimiento de la ley del testimonio de dos testigos (véase 2 Corintios 13:1).
  4. Obediencia y disposición: Estos llamados prueban la obediencia inmediata y la fe de los primeros líderes de la Iglesia, quienes debían dejar sus hogares y familias para cumplir con su misión.

El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “No hay obra más importante que la del recogimiento de Israel, y el Señor llama a Sus siervos individualmente y por nombre para cumplir esta misión eterna. Él los envía no solo al destino final, sino en cada paso del camino, porque hay almas por rescatar por todas partes.” — Élder Jeffrey R. Holland, “La obra misional y la obra del recogimiento”, Conferencia General, octubre de 2020.

Estos versículos nos invitan a considerar cómo respondemos nosotros al llamado del Señor, especialmente cuando ese llamado exige sacrificio, movimiento y fe. El Señor conoce a cada uno de Sus siervos por nombre y les asigna misiones con propósito. También nos recuerda que la obra del Señor no espera “momentos ideales”; incluso el trayecto hacia una meta es campo fértil para compartir el Evangelio.

Además, el modelo de ir en pareja refuerza la idea de que la fuerza espiritual y el testimonio se multiplican cuando servimos unidos. Así como los primeros élderes predicaban en el camino, también nosotros debemos testificar a lo largo de nuestra jornada diaria, dondequiera que estemos.

Doctrina y Convenios 52:22–23 testifica que el Señor dirige personalmente Su obra, que llama a cada siervo con un propósito claro, y que espera obediencia, fe y diligencia. La frase “predicando la palabra por el camino” se convierte en una guía para todos los discípulos de Cristo: nuestra vida misma debe ser una predicación constante del Evangelio.


Versículos 24–27
24 “Y además, emprendan su viaje mis siervos Edward Partridge y Martin Harris, junto con mis siervos Sidney Rigdon y José Smith, hijo.”
25 “También vayan mis siervos David Whitmer y Harvey Whitlock a esa misma tierra, predicando por el camino.”
26 “Y salgan para la misma tierra mis siervos Parley P. Pratt y Orson Pratt, predicando por el camino.”
27 “Vayan también mis siervos Solomon Hancock y Simeon Carter a esa misma tierra, predicando por el camino.”

Estos versículos forman parte de la revelación que organizó a los primeros misioneros en 1831 con destino a Misuri. En conjunto, muestran principios doctrinales importantes:

  1. El Señor llama a Sus siervos por nombre: El Salvador designa a líderes claves—José Smith, Sidney Rigdon, Martin Harris, entre otros—mostrando que Él dirige Su Iglesia personalmente. La dirección divina y personalizada de la obra misional es una manifestación del sacerdocio y del gobierno celestial.
  2. Compromiso colectivo y liderazgo conjunto: No solo los élderes comunes son llamados, sino también los líderes prominentes como el obispo Edward Partridge y el profeta José Smith. Esto enseña que la obra del Señor exige compromiso de todos, sin importar el rango o cargo.
  3. “Predicando por el camino”: Esta instrucción se repite en los versículos anteriores y continúa aquí, reforzando la doctrina de que la obra misional es continua, no limitada a un destino o evento específico. Cada tramo del viaje es una oportunidad para compartir el Evangelio.
  4. Unión en compañerismo: Cada llamado se realiza en pares misioneros, reflejando el patrón del Salvador. Este modelo fortalece la enseñanza, la seguridad y la rendición de cuentas espiritual (véase D. y C. 42:6).

El élder David A. Bednar enseñó: “El Señor conoce a quién necesita cada persona en su camino para ser tocada por el Evangelio. No es casualidad con quién se nos llama a servir ni dónde se nos envía. Él organiza Su obra con exactitud divina, y espera que estemos listos para predicar, incluso por el camino.” — Élder David A. Bednar, “Llamados a la obra”, Conferencia General, abril de 2017.

Estos versículos muestran cómo el Señor establece un orden perfecto en la organización de Su obra. Él llama a los individuos correctos, en las combinaciones correctas, al lugar correcto, en el momento correcto. También nos enseña que la predicación del Evangelio no se limita a reuniones formales o a un púlpito, sino que ocurre en el trayecto, en la jornada, en la vida misma.

Es significativo que incluso los líderes más prominentes como el profeta y sus consejeros fueran llamados a ir “por el camino” a predicar. Esto nos recuerda que ningún llamamiento exime del deber de testificar de Jesucristo. Cada miembro tiene la responsabilidad de llevar luz a otros, esté en la Primera Presidencia o en la banca del capilla.

Doctrina y Convenios 52:24–27 revela la intencionalidad divina en la organización de la obra misional, y nos invita a seguir ese mismo patrón hoy: vivir de modo que cada paso, cada conversación, y cada relación sea una oportunidad para compartir el Evangelio. Al igual que aquellos primeros discípulos, somos llamados por nombre, en un tiempo determinado, para cumplir un propósito eterno.


Versículo 34: “El que sea fiel será protegido y bendecido con mucho fruto.”
La fidelidad en el cumplimiento de los mandamientos y asignaciones divinas garantiza la protección y bendiciones abundantes. Este versículo refuerza el principio de que la obediencia trae consigo frutos espirituales y temporales.

“El que sea fiel…”
La fidelidad implica obediencia constante a los mandamientos de Dios, lealtad a Sus convenios y un compromiso firme con el Evangelio. Ser fiel requiere perseverancia ante pruebas y desafíos, confiando en que Dios cumplirá Sus promesas.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “La fidelidad significa que seguimos adelante en la fe, haciendo lo mejor que podemos, confiando en que el Señor hará el resto.” (“Keep the Faith,” octubre de 1985).
La fidelidad es el fundamento de una vida cristiana, ya que permite a los santos recibir las bendiciones prometidas por el Señor al mantener Sus mandamientos y confiar en Su plan.

“Será protegido…”
La protección de Dios no significa que los fieles estarán libres de pruebas o dificultades, sino que serán guiados y fortalecidos para superarlas. Esta protección puede ser física, espiritual o emocional, según la necesidad y la voluntad del Señor.
El presidente Thomas S. Monson afirmó: “Cuando somos fieles, el Señor nos protege de aquello que podría apartarnos de nuestro camino eterno.” (“Be of Good Cheer,” abril de 2009).
La protección divina es una promesa que asegura que, mientras seamos fieles, Dios estará con nosotros, guiándonos y cuidándonos en medio de los desafíos de la vida.

“Y bendecido con mucho fruto.”
El “fruto” representa las bendiciones tangibles e intangibles que resultan de la fidelidad. Estas incluyen gozo, paz, progreso espiritual y éxito en los esfuerzos justos. También se relaciona con la capacidad de influir positivamente en la vida de los demás y avanzar en la obra del Señor.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “El Señor derrama Sus bendiciones más abundantes sobre quienes guardan Sus mandamientos y Le siguen con fe.” (“La máxima prioridad del Señor,” octubre de 2021).
Los frutos de la fidelidad no solo son evidencias de la bondad de Dios, sino también testimonios visibles de Su mano en la vida de Sus hijos.

Este pasaje enseña principios fundamentales del Evangelio: la fidelidad, la protección divina y las bendiciones abundantes que Dios otorga a Sus hijos obedientes. Aunque las pruebas son inevitables, la promesa de protección y fruto es un recordatorio de que el Señor recompensa a quienes Le siguen con amor y lealtad.

El presidente Ezra Taft Benson declaró: “Cuando somos fieles al Señor, Él multiplica nuestros esfuerzos y bendiciones de maneras que no siempre podemos prever.” (“Flooding the Earth with the Book of Mormon,” octubre de 1988).

La invitación del Señor en este versículo es vivir con fidelidad, sabiendo que Su protección y bendiciones están aseguradas para quienes confían en Él. Esta promesa brinda esperanza y fortaleza para enfrentar las dificultades de la vida con fe en las promesas de Dios.


Versículo 40: “Y recordad en todas las cosas a los pobres y a los necesitados, a los enfermos y a los afligidos, porque el que no hace estas cosas no es mi discípulo.”
Este versículo enfatiza la esencia del discipulado cristiano: servir a los demás. La caridad no es opcional, sino un requisito fundamental para ser considerado discípulo de Cristo.

“Y recordad en todas las cosas a los pobres y a los necesitados…”
Este llamado subraya la importancia de la caridad, una de las virtudes fundamentales del Evangelio de Jesucristo. Recordar a los pobres y necesitados no es solo un acto ocasional, sino una actitud constante de empatía, servicio y amor cristiano.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Nunca nos sentimos más cerca de nuestro Salvador que cuando ayudamos a los necesitados.” (“What Have I Done for Someone Today?” octubre de 2009).
Recordar a los necesitados implica acción. Más allá de la intención, el Evangelio nos insta a actuar con generosidad, compartiendo lo que tenemos con aquellos en necesidad.

“A los enfermos y a los afligidos…”
El Evangelio de Jesucristo incluye un mandato específico de cuidar a los enfermos y consolar a los que están afligidos. Este principio refleja el ministerio terrenal del Salvador, quien dedicó Su vida a sanar tanto física como espiritualmente.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “Cuando extendemos nuestras manos para sanar y consolar, estamos siguiendo el ejemplo del Salvador.” (“Actuar con fe y amor,” abril de 2022).
Cuidar de los enfermos y afligidos no solo alivia su sufrimiento, sino que también nos permite actuar como instrumentos en las manos de Dios, reflejando Su amor y compasión.

“Porque el que no hace estas cosas no es mi discípulo.”
Ser un discípulo de Cristo implica más que profesar fe; requiere acción. Este versículo enfatiza que la verdadera devoción al Salvador se manifiesta en cómo tratamos a los demás, especialmente a los más vulnerables.
El presidente Dieter F. Uchtdorf declaró: “El discipulado genuino no se mide por la cantidad de conocimiento, sino por cómo aplicamos ese conocimiento para bendecir a los demás.” (“Ser discípulos del Salvador,” octubre de 2016).
Este mandato es una invitación a evaluar nuestra vida y nuestras prioridades. Ser un discípulo significa actuar con amor y servicio hacia todos, especialmente aquellos en necesidad.

Este versículo encapsula la esencia del discipulado cristiano: amar y servir a los demás como lo hizo Jesucristo. La verdadera devoción no se mide solo en creencias o palabras, sino en cómo vivimos el mandamiento de amar al prójimo. Este enfoque en los pobres, los enfermos y los afligidos refleja la prioridad del Salvador por los marginados y necesitados.

El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “No podemos acercarnos más al Salvador que cuando extendemos la mano para ayudar a aquellos que más lo necesitan.” (“Are We Not All Beggars?” octubre de 2014).

La invitación del Señor en este versículo es clara: para ser verdaderos discípulos, debemos mirar más allá de nosotros mismos y actuar con amor y caridad hacia todos los hijos de Dios. Este llamado a servir nos permite convertirnos en las manos del Salvador en la tierra, llevando Su luz y esperanza a quienes más lo necesitan.


Versículo 43: “Pero he aquí que yo, el Señor, apresuraré la fundación de la ciudad en su tiempo y coronaré a los fieles con gozo y regocijo.”
Aquí se reafirma la promesa de la fundación de Sión como un evento seguro y ordenado en el tiempo del Señor. Este versículo brinda esperanza y ánimo a los Santos para perseverar, confiando en que serán recompensados por su fidelidad.

“Pero he aquí que yo, el Señor, apresuraré la fundación de la ciudad en su tiempo…”
Esta frase hace referencia al establecimiento de Sión, un lugar físico y espiritual donde los santos serán reunidos. “Apresuraré” indica que el Señor está comprometido a cumplir Su propósito, pero lo hará conforme a Su cronología divina, según estén preparados los santos.
El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Sión no será establecida de manera apresurada por el hombre, sino en el tiempo y con la guía del Señor.” (“La preparación para Sión,” octubre de 1978).
El establecimiento de Sión no es solo un objetivo colectivo, sino un llamado personal a prepararse espiritualmente para ser dignos de participar en esa comunidad sagrada.

“Y coronaré a los fieles con gozo y regocijo.”
La “corona” simboliza la recompensa eterna que el Señor otorga a quienes permanecen fieles a Sus mandamientos y convenios. Este gozo no es pasajero, sino una satisfacción eterna que proviene de haber cumplido con los propósitos de Dios.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “El gozo eterno es el resultado de vivir el Evangelio y cumplir con nuestras responsabilidades divinas.” (“El gozo del Señor,” octubre de 2016).
La fidelidad a Dios trae recompensas tanto en esta vida como en la eternidad. Este gozo y regocijo representan la culminación de un discipulado fiel y la comunión con el Señor.

Este versículo encapsula dos principios clave: la paciencia en el tiempo del Señor y la promesa de recompensas eternas para quienes permanecen fieles. El “apresurar” la obra de Sión no implica impaciencia, sino un cumplimiento divino que se da cuando los santos están listos para recibir las bendiciones prometidas. Asimismo, el “gozo y regocijo” son recordatorios de que la vida eterna no solo es un destino, sino un estado de plenitud y comunión con Dios.

El presidente Joseph Fielding Smith enseñó: “Dios siempre cumple Sus promesas. Aunque parezcan demorarse, Su obra y gloria se cumplirán en Su tiempo perfecto.” (“Doctrina de Salvación,” vol. 1).

La invitación de este versículo es vivir con fidelidad, paciencia y esperanza, sabiendo que el Señor cumplirá Su obra y que los fieles serán recompensados con gozo eterno en Su presencia. Es un recordatorio de que el tiempo y las bendiciones de Dios son perfectos, y nuestra tarea es prepararnos continuamente para recibirlos.


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