Doctrina y Convenios Sección 53

Doctrina y Convenios
Sección 53


Contexto Histórico

Era el 8 de junio de 1831 en Kirtland, Ohio. Apenas dos días antes, había concluido una conferencia histórica de la Iglesia en la que se habían realizado importantes ordenaciones al sacerdocio y se habían dado instrucciones específicas para los élderes en su obra misional. En medio de esta intensa actividad espiritual y organizativa, un miembro llamado Algernon Sidney Gilbert, movido por su deseo de servir fielmente, buscó la guía del Señor.

Sidney Gilbert, un converso reciente y socio comercial de Newel K. Whitney, tenía un profundo interés en saber cuál era su rol dentro de la Iglesia naciente. Aunque ya estaba contribuyendo al bienestar de los santos a través de su experiencia en negocios, sintió la necesidad de recibir una dirección divina más específica. En respuesta a su solicitud, José Smith, el Profeta, consultó al Señor, quien dio la revelación que ahora conocemos como la Sección 53 de Doctrina y Convenios.

En esta revelación, el Señor habló directamente a Sidney Gilbert, reconociendo sus oraciones y su búsqueda sincera de orientación. Le mandó renunciar al mundo, un llamado a abandonar cualquier apego a lo secular y centrarse completamente en los propósitos de Dios. El Señor le instruyó que asumiera el oficio de élder, con la responsabilidad de predicar el Evangelio, enseñar el arrepentimiento, y ministrar la ordenanza del don del Espíritu Santo mediante la imposición de manos.

Además, se le asignó un rol administrativo como agente del obispo, un puesto crucial en ese momento. Como la Iglesia estaba en sus etapas iniciales, necesitaba establecer una infraestructura para manejar las propiedades, las finanzas y otros aspectos temporales. Sidney Gilbert fue llamado a trabajar junto con Edward Partridge, el primer obispo de la Iglesia, para organizar y gestionar los recursos de los santos, particularmente en la tierra de Misuri, que había sido señalada como el lugar donde se establecería Sión.

En el contexto de esta revelación, Sidney Gilbert también recibió la instrucción de acompañar a José Smith y Sidney Rigdon en su viaje a Misuri. Este viaje no solo tenía un propósito práctico, sino también simbólico: fortalecer la unidad y el compromiso de los líderes clave de la Iglesia hacia el establecimiento de Sión.

El Señor concluyó esta revelación con una enseñanza profunda: solo se salva aquel que persevera hasta el fin. Este recordatorio subraya la naturaleza continua del discipulado. Sidney Gilbert no solo debía aceptar este llamamiento, sino que también tenía la responsabilidad de ser fiel y diligente en su labor a lo largo de su vida.

La Sección 53 se dio en un momento crítico de crecimiento y organización para la Iglesia. Sidney Gilbert aceptó su llamamiento con humildad y desempeñó un papel importante en los primeros esfuerzos de la Iglesia por establecer Sión. Sin embargo, su vida estuvo marcada por desafíos significativos. Finalmente, murió en 1834 debido a una enfermedad contraída mientras servía en la obra del Señor, demostrando su fidelidad hasta el fin.

Este relato nos muestra cómo los primeros santos, como Sidney Gilbert, no solo recibieron revelaciones personales que guiaron su camino, sino que también se comprometieron profundamente con el establecimiento del reino de Dios en la tierra, a menudo a un gran costo personal.


La Sección 53 es un recordatorio de que el Señor llama a Sus hijos a roles específicos según Su propósito, y que estos llamamientos requieren sacrificio, dedicación y fidelidad. Sidney Gilbert recibió un llamamiento tanto espiritual como temporal, mostrando que todos los aspectos de la obra del Señor son sagrados y necesarios para el establecimiento de Su reino. La invitación implícita en estos versículos es buscar al Señor, cumplir con nuestras responsabilidades y perseverar con fe hasta el fin.


Doctrina y Convenios 53 – “Llamamiento de Sidney Gilbert”


La sección 53 fue dada por revelación a José Smith el 6 de junio de 1831, en Kirtland, Ohio. Está dirigida a Algernon Sidney Gilbert, un converso reciente que deseaba saber cuál era su deber dentro de la Iglesia. Esta revelación responde a su petición personal y establece el patrón de cómo el Señor guía a Sus siervos individualmente.

  1. El Señor responde a las peticiones personales (v. 1): “Es menester que te hable con respecto a tu llamamiento y ministerio.”
    El Señor escucha a los que buscan dirección y está dispuesto a revelarles su deber. Este versículo enseña la doctrina de la revelación personal. Cada miembro tiene un lugar y una función en la obra del Señor, y Él está dispuesto a revelarla cuando se pide con fe.
  2. La conversión es el comienzo, no el fin (v. 2–3): Sidney Gilbert había sido recientemente bautizado, y el Señor le recuerda que ahora le toca ser ordenado y proseguir fielmente. El discipulado es una progresión continua: conversión → ordenación → servicio constante.
  3. Una misión temporal y otra eterna (v. 4): El Señor le dice que debe ir con su hermano (el profeta José Smith) a Misuri. Esta es una misión inmediata, pero también una preparación para un servicio más amplio y duradero. Enseña que muchas veces los llamamientos pequeños preparan a los santos para tareas más grandes.
  4. Un llamamiento secular con propósito sagrado (v. 5–6): Aunque Sidney Gilbert servirá como agente de la Iglesia (una función comercial), su llamamiento es considerado sagrado y necesario. Esta revelación muestra que el trabajo secular puede formar parte integral del Reino de Dios cuando se hace con rectitud y bajo mandamiento.
  5. La obra del Señor se realiza en rectitud (v. 7): El Señor espera que Sidney Gilbert actúe “en justicia”. El carácter del siervo del Señor es tan importante como su función. Integridad, obediencia y justicia son condiciones esenciales para servir eficazmente.

El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “En el Reino del Señor, no hay división entre lo espiritual y lo temporal. Todo lo que hacemos, incluso nuestras responsabilidades profesionales o administrativas, puede ser sagrado si lo hacemos en rectitud y conforme a Su voluntad.” — Presidente Dallin H. Oaks, “Nuestro deber sagrado para con los pobres”, Conferencia General, octubre de 2021.

La historia de Sidney Gilbert es poderosa porque muestra que el Señor se interesa por cada uno de nosotros personalmente. Él no solo guía a los profetas, sino también a los recién conversos. Nos da llamamientos que pueden parecer menores (como ser agente de bienes), pero que contribuyen directamente a la edificación de Sion.

También aprendemos que todo trabajo que se hace para el Señor, ya sea espiritual o temporal, es sagrado si se realiza en obediencia y justicia. Esto cambia la forma en que vemos nuestras tareas diarias: cualquier deber en la Iglesia o en el hogar puede tener valor eterno si lo hacemos con rectitud.

Doctrina y Convenios 53 es un modelo de cómo el Señor revela deberes personales, dignifica toda forma de servicio, y exige rectitud como base de la autoridad espiritual. Enseña que en el Reino de Dios no hay tareas pequeñas, solo oportunidades grandes de demostrar fe, obediencia y compromiso.


1. Llamamiento Divino y Respuesta


Versículo 1: “He aquí, te digo, mi siervo Sidney Gilbert, que he oído tus oraciones; y has recurrido a mí para que el Señor tu Dios te manifieste lo concerniente a tu llamamiento y elección en la iglesia que yo, el Señor, he levantado en estos días.”
Este versículo destaca el principio de que Dios escucha las oraciones sinceras de Sus hijos y está dispuesto a revelarles Su voluntad. Sidney Gilbert acudió al Señor con fe, y esta revelación es una respuesta directa a su búsqueda. Esto nos recuerda que la revelación personal es un componente esencial del Evangelio.

“He aquí, te digo, mi siervo Sidney Gilbert…”
El uso de “mi siervo” muestra la relación cercana entre el Señor y aquellos a quienes llama para servir en Su obra. Esta frase refleja que quienes sirven en la Iglesia son llamados por Dios y actúan bajo Su autoridad.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “El Señor llama a quienes necesitan aprender y a quienes pueden enseñar, porque Su obra se lleva a cabo a través de Sus siervos.” (“Lord, Increase Our Faith,” octubre de 1987).
Esta frase subraya que cada miembro llamado a un rol específico en la Iglesia es considerado un siervo del Señor, con un propósito divino detrás de su llamamiento.

“Que he oído tus oraciones…”
Este reconocimiento muestra que el Señor escucha y responde las oraciones sinceras de Sus hijos. Sidney Gilbert había buscado dirección en cuanto a su lugar en la Iglesia, y el Señor le respondió directamente.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “La oración es el medio por el cual podemos recibir la guía divina. Dios siempre escucha, y en Su tiempo, responde.” (“En busca de la verdad,” octubre de 2011).
Dios está atento a las necesidades y preocupaciones de cada individuo. La oración sincera es un canal poderoso para obtener Su guía y apoyo.

“Y has recurrido a mí para que el Señor tu Dios te manifieste lo concerniente a tu llamamiento y elección en la iglesia…”
Este pasaje refuerza que la guía divina es esencial para comprender los llamamientos y roles dentro de la Iglesia. Dios no solo llama a Sus siervos, sino que también les proporciona dirección específica sobre cómo cumplir con Su obra.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El Señor nunca te pedirá que hagas algo sin prepararte y proporcionarte las herramientas para llevarlo a cabo.” (“Ask, Seek, Knock,” octubre de 2009).
El hecho de que Sidney Gilbert busque confirmación sobre su rol resalta un principio clave del Evangelio: la necesidad de buscar activamente la revelación personal para comprender y cumplir el propósito divino.

“Que yo, el Señor, he levantado en estos días.”
El Señor reafirma que la Iglesia es Suya y que Él es quien la dirige. Esto establece Su autoridad divina en el liderazgo de la Iglesia y Su propósito eterno en organizarla en estos últimos días.
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la Iglesia restaurada del Salvador, con todos los poderes y doctrinas de los cielos.” (“La Iglesia es la Iglesia de Jesucristo,” octubre de 2021).
Esta frase afirma que el Señor está a la cabeza de Su Iglesia y que cada acción en Su organización tiene un propósito divino en el plan de salvación.


Este versículo muestra la relación cercana y personal entre el Señor y aquellos que buscan Su guía en espíritu de oración. Sidney Gilbert fue reconocido como un siervo del Señor, llamado a un propósito específico dentro de la Iglesia. Este pasaje enseña principios clave del discipulado: la importancia de la oración sincera, la disposición a recibir revelación personal y la confianza en que Dios guía Su obra.

El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “Dios confía en nosotros para que busquemos Su voluntad y sigamos Su dirección.” (“Come Unto Christ,” abril de 1988).

En resumen, este versículo no solo es una revelación para Sidney Gilbert, sino una lección eterna para todos los miembros de la Iglesia sobre la importancia de buscar, recibir y actuar conforme a la voluntad divina en los roles que se nos asignan en la obra del Señor.


2. Renuncia al Mundo


Versículo 2: “He aquí, yo, el Señor, que fui crucificado por los pecados del mundo, te doy el mandamiento de renunciar al mundo.”
Renunciar al mundo implica dejar de lado los valores y prioridades mundanas para centrarse en los propósitos divinos. Este versículo enfatiza que el discipulado requiere un cambio de corazón y un compromiso con el Señor, quien dio Su vida por la humanidad.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Los verdaderos discípulos del Salvador se distinguen por su disposición a dejar el mundo atrás para seguir a Cristo.” (“Seguidlo a Él,” abril de 2019).

“He aquí, yo, el Señor, que fui crucificado por los pecados del mundo…”
Aquí, el Señor enfatiza Su papel central en el plan de salvación como el Redentor que sufrió y murió por los pecados de la humanidad. Este recordatorio no solo subraya Su sacrificio expiatorio, sino también la magnitud de Su amor por todos los hijos de Dios.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “El sacrificio expiatorio de Jesucristo es el evento central de toda la historia humana. Todo en el plan de salvación depende de Él.” (“None Were with Him,” abril de 2009).
El sacrificio de Cristo no solo hace posible la redención, sino que también es la base de nuestra obligación de seguirlo. Reconocer Su expiación nos impulsa a responder con fe y obediencia.

“Te doy el mandamiento de renunciar al mundo.”
Renunciar al mundo significa abandonar valores, actitudes y prioridades contrarias al Evangelio. Implica vivir según los principios de Dios en lugar de conformarse a los patrones del mundo. Este mandamiento exige una transformación espiritual que refuerce nuestra identidad como discípulos de Cristo.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “Renunciar al mundo significa elegir la gloria de Dios por encima de la alabanza de los hombres. Significa dar prioridad a lo eterno sobre lo temporal.” (“Choices for Eternity,” mayo de 2022).
Renunciar al mundo es un acto continuo de sacrificio y dedicación. Requiere un esfuerzo consciente para rechazar las distracciones y tentaciones que podrían alejarnos de nuestra meta eterna.


Este versículo encapsula dos aspectos esenciales del discipulado: reconocer la centralidad de Jesucristo y Su sacrificio expiatorio, y actuar en consecuencia al apartarnos de las influencias mundanas para centrarnos en lo divino. La invitación a renunciar al mundo no es un rechazo de las cosas buenas que pueda ofrecer, sino una exhortación a priorizar el reino de Dios sobre cualquier otra cosa.

El élder Neal A. Maxwell explicó: “Renunciar al mundo no significa aislarnos de él, sino estar en él sin ser de él, reflejando la luz de Cristo en todo lo que hacemos.” (“Settle This in Your Hearts,” octubre de 1992).

En resumen, este versículo nos llama a reflexionar sobre nuestras prioridades y a evaluar si estamos alineando nuestra vida con las enseñanzas de Cristo. La renuncia al mundo no solo fortalece nuestra relación con Dios, sino que también nos prepara para recibir las bendiciones prometidas de la vida eterna.


3. La Responsabilidad de Predicar el Evangelio


Versículo 3: “Toma sobre ti mi ordenación, sí, la de élder, para predicar la fe y el arrepentimiento y la remisión de pecados, según mi palabra, y la recepción del Santo Espíritu por la imposición de manos.”
Este versículo define las responsabilidades del oficio de élder, centrándose en predicar los principios fundamentales del Evangelio: fe, arrepentimiento, bautismo y el don del Espíritu Santo. Esto resalta el deber misional que tienen todos los que son ordenados al sacerdocio.

“Toma sobre ti mi ordenación, sí, la de élder…”
Análisis doctrinal:
El Señor llama a Sidney Gilbert a aceptar el oficio de élder en el Sacerdocio de Melquisedec. Este llamamiento conlleva responsabilidades sagradas y la autoridad para actuar en el nombre de Dios en asuntos espirituales. La ordenación al sacerdocio no es solo un honor, sino una comisión divina para servir.
El élder Dale G. Renlund declaró: “El sacerdocio es el poder de Dios para bendecir a Sus hijos. Conlleva una responsabilidad solemne y sagrada.” (“El sacerdocio y el poder de Dios,” abril de 2021).
La ordenación al sacerdocio es un recordatorio de que aquellos que reciben este poder tienen el deber de actuar como instrumentos en las manos del Señor para bendecir a los demás.

“Para predicar la fe y el arrepentimiento y la remisión de pecados…”
El propósito central del sacerdocio es predicar el Evangelio de Jesucristo, invitando a las personas a desarrollar fe en Él, arrepentirse de sus pecados y recibir las ordenanzas necesarias para la salvación. Esto refleja el patrón establecido en el ministerio terrenal del Salvador.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “El arrepentimiento es la clave para experimentar la redención y la alegría del Evangelio. Es el mensaje central que debemos llevar al mundo.” (“El poder del arrepentimiento,” abril de 2019).
Los élderes tienen el deber sagrado de ser testigos de Cristo, ayudando a los demás a reconciliarse con Dios a través de la fe y el arrepentimiento.

“Según mi palabra, y la recepción del Santo Espíritu por la imposición de manos.”
La imposición de manos es una ordenanza sagrada mediante la cual se confiere el don del Espíritu Santo, esencial para la conversión y el discipulado continuo. Este acto es una manifestación tangible del poder del sacerdocio y de la autoridad de Dios en Su Iglesia.
El élder David A. Bednar enseñó: “El don del Espíritu Santo es el mayor don que podemos recibir en esta vida. Es un guía constante y una fuente de revelación personal.” (“Recepción del Espíritu Santo,” abril de 2006).
El llamado a administrar esta ordenanza resalta la conexión directa entre el sacerdocio y la salvación personal. Los élderes tienen la responsabilidad de ser instrumentos para que los miembros reciban la influencia constante del Espíritu Santo.


Este versículo establece los principios básicos del discipulado y del servicio en el sacerdocio. Llamar a Sidney Gilbert a servir como élder resalta que el sacerdocio es una responsabilidad sagrada que requiere dedicación al servicio de los demás y fidelidad a los principios del Evangelio. Las responsabilidades incluyen predicar el arrepentimiento y administrar las ordenanzas esenciales para la salvación.

El presidente Thomas S. Monson afirmó: “El sacerdocio es el poder divino otorgado al hombre para actuar en el nombre de Dios. Sus responsabilidades son inmensas, pero las bendiciones son aún mayores.” (“The Sacred Call of Service,” octubre de 2010).

En resumen, este versículo nos recuerda que el sacerdocio es un llamamiento para actuar como representantes de Cristo en la tierra. Aquellos que lo portan deben cumplir con su deber de predicar el Evangelio y administrar las ordenanzas sagradas, llevando luz y esperanza a los hijos de Dios.


4. Servicio Administrativo en la Iglesia


Versículo 4: “Y también para ser agente de esta iglesia en el lugar que el obispo designará, de conformidad con los mandamientos que se darán más adelante.”
El Señor llama a Sidney Gilbert a servir como agente del obispo, mostrando que la obra del Señor incluye tanto responsabilidades espirituales como administrativas. Esto subraya la importancia de la organización temporal en el establecimiento de Sión.
El élder D. Todd Christofferson explicó: “La obra temporal y la espiritual están inseparablemente unidas en el Evangelio de Jesucristo.” (“Las bendiciones del Evangelio,” octubre de 2019).

“Y también para ser agente de esta iglesia…”
El rol de “agente” se refiere a la responsabilidad de gestionar asuntos temporales en nombre de la Iglesia. Este llamamiento enfatiza que la obra del Señor incluye tanto responsabilidades espirituales como administrativas. El servicio temporal en la Iglesia es esencial para apoyar la misión de edificar Sión.
El élder D. Todd Christofferson enseñó: “La obra temporal y la espiritual no son separadas; ambas están destinadas a apoyar el propósito eterno del plan de Dios.” (“La ley del ayuno,” octubre de 2014).
El servicio como agente demuestra que los asuntos materiales pueden consagrarse al Señor y jugar un papel vital en el progreso de Su reino.

“En el lugar que el obispo designará…”
Este fragmento subraya el principio de que los llamamientos en la Iglesia se realizan bajo la dirección de líderes con autoridad. En este caso, el obispo, como administrador de los bienes consagrados, tiene la responsabilidad de asignar tareas específicas según las necesidades de la Iglesia.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “El Señor guía a Sus líderes para tomar decisiones en armonía con Su voluntad, para el beneficio de toda la Iglesia.” (“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas,” abril de 2018).
La delegación de responsabilidades bajo la dirección de líderes inspirados asegura que la obra de la Iglesia esté organizada y sea eficiente.

“De conformidad con los mandamientos que se darán más adelante.”
Este pasaje reconoce que el Señor revela Su voluntad progresivamente, según las necesidades de Su pueblo. Los mandamientos y las instrucciones futuras dependerán de las circunstancias y la preparación espiritual de los santos.
El élder Neal A. Maxwell enseñó: “Dios revela línea por línea, precepto por precepto, para que aprendamos y progresemos según nuestra capacidad de obedecer.” (“Los propósitos de Dios,” abril de 1991).
La frase destaca la importancia de la obediencia continua y la disposición para seguir la guía del Señor a medida que Él revela Su voluntad.


Este versículo destaca la importancia de los asuntos temporales dentro de la obra de la Iglesia y cómo estos están interrelacionados con la edificación espiritual de los santos. El llamado de Sidney Gilbert como agente subraya que cada aspecto de la obra del Señor, ya sea espiritual o administrativo, es sagrado y esencial para el establecimiento de Sión.

El presidente Gordon B. Hinckley declaró: “Cada llamamiento en la Iglesia, sin importar cuán visible o mundano pueda parecer, tiene un propósito divino en el gran plan de Dios.” (“Todo buen regalo viene de Dios,” octubre de 1999).

En resumen, este versículo nos recuerda que los santos son llamados a servir en diferentes capacidades, según los principios de obediencia, revelación y consagración. Este servicio, tanto temporal como espiritual, fortalece la Iglesia y promueve el crecimiento del reino de Dios en la tierra.


5. Perseverancia hasta el Fin


Versículo 7: “Y además, quisiera que aprendieras que solo se salva aquel que persevera hasta el fin.”
Este versículo enfatiza la naturaleza continua del discipulado. La salvación no es solo el resultado de un momento de conversión, sino de un compromiso constante a lo largo de la vida. Perseverar significa seguir esforzándose, incluso frente a pruebas y dificultades.
El presidente Thomas S. Monson dijo: “El discipulado es un camino que requiere esfuerzo constante y dedicación diaria.” (“Perseverar hasta el fin,” abril de 2008).

“Y además, quisiera que aprendieras…”
El Señor enseña que aprender es una parte esencial del progreso espiritual. La enseñanza de este versículo implica que la salvación y la perseverancia requieren conocimiento espiritual que debe ser adquirido y aplicado en la vida diaria.
El élder David A. Bednar dijo: “Aprender y actuar según la verdad revelada son elementos esenciales del discipulado.” (“Buscar conocimiento por la fe,” abril de 2016).
El aprendizaje continuo es clave para comprender las verdades del Evangelio y vivir en armonía con ellas, permitiendo que nuestra fe se fortalezca y nos lleve a la acción.

“Que solo se salva aquel…”
Este fragmento recalca que la salvación es condicional y depende de la obediencia y fidelidad del individuo. Aunque la gracia de Jesucristo es esencial, nuestra respuesta a Su sacrificio determina nuestra preparación para recibir la salvación.
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “La salvación no se gana; es un don, pero debemos aceptarlo viviendo de acuerdo con el Evangelio.” (“La gracia del Salvador,” abril de 2015).
La salvación no es automática; requiere un compromiso activo y continuo de alinearse con los mandamientos de Dios y perseverar en ese esfuerzo.

“Que persevera hasta el fin.”
La perseverancia hasta el fin es un principio central del Evangelio. Implica mantener la fe, guardar los convenios y permanecer firmes a pesar de las pruebas y desafíos. Este concepto subraya la importancia de la fidelidad constante a lo largo de la vida.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Perseverar hasta el fin significa seguir el camino del Evangelio, incluso cuando el camino sea difícil o incierto.” (“La necesidad de perseverar,” abril de 2009).
La perseverancia no es simplemente una resistencia pasiva, sino un esfuerzo activo para crecer espiritualmente, aprender de las pruebas y avanzar hacia la vida eterna.


Este versículo encapsula la esencia del discipulado continuo: aprender, vivir y perseverar. El Señor no solo espera que aceptemos el Evangelio, sino que lo vivamos plenamente hasta el final de nuestras vidas. La salvación, aunque gratuita por la gracia de Jesucristo, requiere nuestra fidelidad y dedicación para completar el camino.

El élder Neal A. Maxwell dijo: “La perseverancia no es un simple sufrimiento en el tiempo, sino la prueba final de nuestra fe y devoción.” (“La medida de nuestra devoción,” abril de 1995).

En resumen, este versículo nos recuerda que el camino hacia la salvación es uno de aprendizaje continuo y esfuerzo activo. Perseverar hasta el fin no es solo una meta, sino un proceso diario que fortalece nuestra relación con el Salvador y nos prepara para recibir las bendiciones eternas que Él ha prometido.


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