Doctrina y Convenios
Sección 56
Contexto Histórico
Era el 15 de junio de 1831, y en Kirtland, Ohio, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días enfrentaba desafíos internos relacionados con la obediencia a los mandamientos revelados y la implementación de la ley de consagración. Uno de los eventos clave que condujeron a esta revelación involucró a Ezra Thayre, un miembro prominente de la Iglesia, y su falta de cumplimiento con las instrucciones previas del Señor.
En una revelación anterior (Sección 52), Thayre había sido llamado a viajar a Misuri junto a Thomas B. Marsh para participar en el establecimiento de Sión. Sin embargo, debido a su orgullo y egoísmo, Thayre no cumplió con el mandamiento. Esto creó una situación complicada, ya que su comportamiento afectó no solo a su compañero asignado, sino también a la obra general de la Iglesia.
Adicionalmente, Thayre estaba viviendo en la granja de Frederick G. Williams, un lugar designado para apoyar a los santos. Sin embargo, no cumplió con las responsabilidades asociadas con esta asignación, lo que complicó aún más la implementación de la ley de consagración en la comunidad.
Paralelamente, los santos en Thompson, Ohio, enfrentaban conflictos internos. Las tensiones surgieron debido a problemas relacionados con la consagración de propiedades y la incapacidad de algunos miembros para trabajar unidos. Este ambiente de rebelión y dureza de corazón exacerbó las dificultades en la región y requería corrección divina.
En respuesta a esta situación, José Smith recibió la revelación que ahora conocemos como la Sección 56. En esta revelación, el Señor reprendió tanto a Ezra Thayre como a los santos en Thompson por su falta de humildad, obediencia y disposición para cumplir con Sus mandamientos. La revelación también revocó el llamado de Thayre para viajar a Misuri, asignando en su lugar a Thomas B. Marsh y Selah J. Griffin para continuar con la obra.
El Señor dejó claro que tiene el poder de “mandar y revocar” según Su voluntad, y que las bendiciones prometidas dependen de la obediencia de Sus hijos. Además, el Señor instruyó a los santos en Thompson a arrepentirse y a trabajar unidos bajo la dirección de Newel Knight, quien permanecería con ellos como líder espiritual.
La revelación también incluye fuertes advertencias tanto a los ricos como a los pobres:
- A los ricos: Se les condena por su falta de generosidad hacia los necesitados, advirtiéndoles que sus riquezas podrían corromper sus almas si no las utilizan para bendecir a los demás.
- A los pobres: Se les reprende por no tener corazones contritos ni disposición para trabajar con sus propias manos, advirtiendo que la pobreza no excusa la codicia o la pereza.
El Señor, sin embargo, bendice a los pobres puros de corazón, prometiéndoles que heredarán la tierra y serán liberados por Su poder.
La Sección 56 tuvo un impacto profundo en la Iglesia. Subrayó la importancia de la obediencia individual y colectiva en la obra del Señor, mostrando que el progreso de Su reino depende de la disposición de los miembros para cumplir con los mandamientos. También enfatizó que las bendiciones de Sión no se otorgan automáticamente, sino que requieren fe, humildad y esfuerzo.
La Sección 56 demuestra cómo el Señor dirige Su obra y corrige a Sus hijos cuando es necesario. A través de esta revelación, aprendemos que el orgullo, la desobediencia y la falta de cooperación pueden obstaculizar el progreso espiritual, mientras que el arrepentimiento, la humildad y el trabajo diligente abren la puerta a las bendiciones prometidas. Esta experiencia en Kirtland sirve como un recordatorio eterno de que la obediencia y el arrepentimiento son esenciales para construir Sión y recibir las bendiciones de Dios.
La Sección 56 nos llama a reflexionar sobre la importancia de la obediencia, el arrepentimiento y la responsabilidad hacia los demás, especialmente hacia los pobres. También subraya que el Señor dirige Su obra según Su sabiduría divina y que las bendiciones prometidas son condicionales a nuestra disposición para cumplir con Sus mandamientos. La invitación es clara: ser humildes, actuar con generosidad y seguir al Salvador con fe y perseverancia.
1. Obediencia y Discipulado
Versículo 2: “Y el que no tome su cruz y me siga, y guarde mis mandamientos, no será salvo.”
Este versículo subraya que el discipulado requiere sacrificio y compromiso. Tomar la cruz implica enfrentar desafíos con fe y seguir a Cristo con determinación. La obediencia a los mandamientos es esencial para la salvación.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “Seguir al Salvador significa aceptar Su voluntad por encima de la nuestra y vivir de acuerdo con Sus enseñanzas.” (“Choices for Eternity,” mayo de 2022).
“Y el que no tome su cruz y me siga…”
El llamado a “tomar la cruz” implica aceptar las pruebas, sacrificios y responsabilidades que conlleva el discipulado. Seguir a Cristo significa alinearse con Su ejemplo y enseñanzas, aun cuando esto requiera enfrentar desafíos y renunciar a comodidades mundanas.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “Tomar nuestra cruz significa aceptar con fe los desafíos que vienen al seguir a Cristo y confiar en Su poder redentor.” (“El camino del convenio,” octubre de 2021).
El discipulado auténtico requiere esfuerzo activo y la voluntad de asumir las cargas necesarias para avanzar en el camino hacia la exaltación.
“Y guarde mis mandamientos…”
Guardar los mandamientos es una expresión tangible de nuestro amor y fidelidad hacia Dios. Esta frase subraya que la obediencia es fundamental para demostrar nuestra devoción y para recibir las bendiciones prometidas.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “La obediencia a los mandamientos de Dios trae paz en este mundo y la certeza de la vida eterna en el mundo venidero.” (“El precio de la obediencia,” abril de 2013).
La obediencia no es solo una regla, sino el medio por el cual mostramos nuestra confianza en Dios y participamos de Su plan de felicidad.
“No será salvo.”
La salvación está condicionada a nuestra disposición de aceptar a Cristo, tomar nuestra cruz y obedecer Sus mandamientos. Este pasaje enseña que la gracia de Cristo está disponible para todos, pero solo aquellos que la acepten con un corazón obediente y fiel podrán recibirla en plenitud.
El élder D. Todd Christofferson declaró: “La gracia de Cristo nos da acceso a la salvación, pero debemos aceptar Su invitación mediante nuestra fe y obediencia.” (“Redención y arrepentimiento,” abril de 2016).
La salvación es un don divino, pero requiere una respuesta activa de nuestra parte. Sin la disposición a seguir al Salvador y obedecer, no podemos acceder a Sus bendiciones eternas.
Este versículo encapsula la esencia del discipulado cristiano: aceptar con humildad y fe los desafíos que conlleva seguir a Cristo, guardar los mandamientos y confiar en Su gracia. Tomar nuestra cruz no es simplemente soportar las pruebas, sino hacerlo con la determinación de seguir al Salvador en todas las cosas.
El presidente Ezra Taft Benson dijo: “Cristo exige todo de nosotros, no porque quiera privarnos, sino porque al darnos por completo, nos transforma en lo que necesitamos ser para entrar en Su presencia.” (“El sacrificio del Salvador y nuestra responsabilidad,” abril de 1988).
En resumen, este versículo nos llama a reflexionar sobre nuestra disposición a llevar nuestra cruz, a obedecer los mandamientos con amor y a seguir al Salvador con la certeza de que esta es la única manera de alcanzar la salvación.
2. El Poder del Señor para Mandar y Revocar
Versículo 4: “Por lo que, yo, el Señor, mando y revoco, conforme me plazca; y todo esto recaerá sobre la cabeza de los rebeldes, dice el Señor.”
El Señor tiene autoridad para ajustar Su obra según Su sabiduría divina. Este versículo enseña que Sus mandamientos y llamados son condicionales a la obediencia, y que los rebeldes serán responsables de las consecuencias de su desobediencia.
El élder Neal A. Maxwell afirmó: “El Señor dirige Su obra según Su tiempo y Su propósito, ajustando los caminos de Sus siervos para cumplir Su plan eterno.” (“El sometimiento al Señor,” abril de 1985).
“Por lo que, yo, el Señor, mando y revoco, conforme me plazca…”
El Señor declara Su soberanía y autoridad absoluta para dirigir Su obra y ajustar Sus mandamientos según Su sabiduría y propósito divino. Esto no implica inconstancia en Dios, sino Su capacidad para adaptar Sus instrucciones a las necesidades, circunstancias y disposición de Sus hijos.
El élder Neal A. Maxwell enseñó: “El Señor guía Su obra según Su sabiduría infinita y en armonía con Su propósito eterno, aunque Sus decisiones puedan no ser claras para nosotros de inmediato.” (“La voluntad del Señor,” octubre de 1985).
El Señor tiene un conocimiento perfecto del plan de salvación y puede cambiar las instrucciones para cumplir Su propósito eterno, siempre actuando en justicia y amor.
“Y todo esto recaerá sobre la cabeza de los rebeldes…”
Los que rechazan los mandamientos de Dios y persisten en la rebelión asumen las consecuencias de sus acciones. Este principio refleja la justicia divina, que exige responsabilidad por las elecciones hechas, especialmente cuando se resiste activamente la voluntad del Señor.
El presidente Russell M. Nelson afirmó: “La obediencia a los mandamientos de Dios nos protege; la desobediencia, por el contrario, nos expone a las consecuencias naturales del pecado.” (“Obediencia al Evangelio restaurado,” abril de 2020).
La rebelión contra el Señor no solo interrumpe la relación con Él, sino que también acarrea consecuencias espirituales y temporales que afectan nuestra progresión eterna.
“Dice el Señor.”
El énfasis en “dice el Señor” reafirma que estas palabras provienen directamente de Dios, cuya autoridad es incuestionable. Este cierre subraya la importancia de tomar en serio las palabras reveladas y actuar con fe y obediencia.
El élder Jeffrey R. Holland dijo: “Cuando el Señor habla, debemos escuchar con atención y actuar con decisión, sabiendo que Sus palabras son eternas.” (“El Dios viviente y verdadero,” octubre de 2007).
La frase final resalta que el mensaje no es una opinión o sugerencia, sino una instrucción divina con implicaciones eternas.
Este versículo resalta la soberanía de Dios y Su derecho divino de dirigir Su obra según Su voluntad, mientras recuerda a los santos que la rebelión contra Sus mandamientos tiene consecuencias serias. Aunque Su plan puede incluir cambios y ajustes, Su propósito eterno de salvar a Sus hijos permanece constante.
El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “Dios no cambia, pero Sus instrucciones a veces lo hacen para alinearse con las necesidades y preparación de Su pueblo.” (“El evangelio en un mundo cambiante,” abril de 1989).
En resumen, este versículo invita a reflexionar sobre nuestra disposición para aceptar la dirección del Señor, incluso cuando Sus instrucciones cambian o parecen difíciles de comprender. También nos recuerda que la obediencia trae paz y protección, mientras que la rebelión lleva al aislamiento espiritual y a las consecuencias de la desobediencia.
3. El Arrepentimiento como Requisito
Versículo 8: “Y además, os digo, que es preciso que mi siervo Ezra Thayre se arrepienta de su orgullo y egoísmo, y obedezca el mandamiento anterior que le di, respecto al lugar en donde vive.”
El arrepentimiento es un principio esencial del Evangelio. Este versículo muestra que el orgullo y el egoísmo son barreras para cumplir con los mandamientos de Dios y que la obediencia requiere humildad y cambio de corazón.
El presidente Dieter F. Uchtdorf enseñó: “El arrepentimiento no es un castigo; es el camino hacia la paz y el poder en Cristo.” (“El don del arrepentimiento,” abril de 2007).
“Y además, os digo, que es preciso que mi siervo Ezra Thayre se arrepienta…”
El arrepentimiento es un principio central del Evangelio y una manifestación de la misericordia de Dios. Este llamado al arrepentimiento indica que el Señor está dispuesto a perdonar y restaurar a Ezra Thayre si muestra un cambio genuino de corazón y acción.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El arrepentimiento es el proceso mediante el cual cambiamos y nos alineamos con Dios. Es un don que nos permite progresar y recibir Su gracia.” (“El poder del arrepentimiento,” abril de 2019).
El arrepentimiento no solo es necesario para recibir el perdón, sino que también nos permite volver a alinearnos con el plan de Dios y recibir Sus bendiciones.
“De su orgullo y egoísmo…”
El orgullo y el egoísmo son barreras espirituales que nos separan de Dios y de los demás. El orgullo impide reconocer nuestra dependencia del Señor, mientras que el egoísmo limita nuestra disposición para cumplir Sus mandamientos y servir a los demás.
El presidente Ezra Taft Benson afirmó: “El orgullo es el gran obstáculo para nuestro progreso espiritual. Es la raíz de muchos pecados y el opuesto a la humildad necesaria para seguir a Cristo.” (“Cuidado con el orgullo,” abril de 1989).
El orgullo y el egoísmo son actitudes que deben ser eliminadas a través del arrepentimiento y la humildad para poder recibir la guía y las bendiciones del Señor.
“Y obedezca el mandamiento anterior que le di, respecto al lugar en donde vive.”
La obediencia a los mandamientos de Dios es una prueba de fe y una condición para recibir Sus bendiciones. En este caso, la desobediencia de Ezra Thayre en relación con su lugar de residencia no solo obstaculizó su progreso espiritual, sino también el de la comunidad.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “La obediencia es la manifestación más pura de nuestro amor hacia Dios. Es mediante la obediencia que alcanzamos el propósito eterno de nuestra existencia.” (“El precio de la obediencia,” abril de 2013).
Obedecer los mandamientos específicos que el Señor nos da demuestra nuestra disposición a confiar en Su sabiduría y a cumplir nuestro papel en Su plan.
Este versículo ilustra el principio de que el arrepentimiento y la obediencia son esenciales para corregir errores, superar barreras espirituales y alinearnos con la voluntad de Dios. La referencia al orgullo y el egoísmo como áreas de mejora subraya que estos rasgos deben ser reemplazados por humildad y dedicación al Evangelio.
El élder Jeffrey R. Holland afirmó: “El Señor no busca perfección inmediata, sino corazones contritos y una disposición a cambiar. Su gracia nos capacita para mejorar y crecer.” (“Venid a mí,” octubre de 1998).
En resumen, este versículo es un llamado a la reflexión personal sobre las actitudes y acciones que podrían alejarnos de Dios. Al arrepentirnos sinceramente y obedecer Sus mandamientos, podemos recibir Su guía, Su paz y Sus bendiciones.
4. Generosidad y Responsabilidad hacia los Pobres
Versículo 16: “¡Ay de vosotros, hombres ricos, que no queréis dar de vuestros bienes a los pobres!, porque vuestras riquezas corromperán vuestras almas…”
Los ricos tienen la responsabilidad de usar sus recursos para bendecir a los necesitados. Este versículo advierte contra el egoísmo y el materialismo, recordando que las riquezas mal usadas pueden convertirse en una carga espiritual.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Aquellos que han recibido más tienen una mayor responsabilidad de dar más.” (“El espíritu de generosidad,” abril de 2000).
“¡Ay de vosotros, hombres ricos, que no queréis dar de vuestros bienes a los pobres!”
El Señor condena la falta de generosidad hacia los necesitados, destacando que los bienes materiales deben ser vistos como una herramienta para bendecir a los demás, no como un fin en sí mismos. Este “ay” es una advertencia sobre las consecuencias espirituales del egoísmo y la avaricia.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Aquellos que han recibido más están en deuda con aquellos que tienen menos, y tienen la responsabilidad de compartir sus bendiciones.” (“Una obra maravillosa y un prodigio,” abril de 2000).
La riqueza no es intrínsecamente mala, pero su mal uso, como la retención de ayuda a los pobres, demuestra una falta de caridad y de compromiso con los principios del Evangelio.
“Porque vuestras riquezas corromperán vuestras almas…”
La acumulación de riquezas sin generosidad puede conducir a una corrupción espiritual, donde el amor al dinero desplaza el amor a Dios y al prójimo. Esto refleja la enseñanza del Salvador de que “ninguno puede servir a dos señores” (Mateo 6:24).
El élder Dallin H. Oaks enseñó: “El peligro no está en poseer riquezas, sino en permitir que las riquezas nos posean a nosotros.” (“Vivir para lo eterno,” abril de 2015).
Las riquezas mal utilizadas pueden endurecer el corazón y distraernos de nuestras responsabilidades espirituales, alejándonos del propósito eterno de amar y servir.
Este versículo es una advertencia directa a aquellos que priorizan las riquezas sobre las necesidades del prójimo. El Evangelio enseña que el verdadero valor de los bienes materiales radica en cómo se utilizan para bendecir a los demás y edificar el reino de Dios. El egoísmo y la falta de generosidad no solo afectan a los necesitados, sino que también dañan el alma de quienes se niegan a compartir.
El presidente Thomas S. Monson dijo: “La caridad, el amor puro de Cristo, nos impulsa a compartir lo que tenemos con los demás. Es mediante la generosidad que nos acercamos más a Dios.” (“El gozo de dar,” diciembre de 2008).
En resumen, este versículo nos llama a examinar nuestra relación con los bienes materiales y a recordar que nuestra verdadera riqueza reside en el servicio, la caridad y las relaciones significativas con Dios y con los demás. La generosidad es una manifestación de nuestro compromiso con el Evangelio y de nuestra disposición a seguir el ejemplo del Salvador.
5. La Bendición de los Pobres Puros de Corazón
Versículo 18: “Pero benditos los pobres que son puros de corazón, cuyos corazones están quebrantados y cuyos espíritus son contritos, porque verán el reino de Dios que viene con poder y gran gloria para liberarlos…”
Este versículo resalta que la pobreza material no es una barrera para recibir las bendiciones de Dios. Los pobres que son humildes y puros de corazón recibirán consuelo y herencia eterna.
El presidente Henry B. Eyring afirmó: “Los pobres de espíritu que confían en el Señor encontrarán fortaleza y gozo en Su reino.” (“Bienaventurados los pobres de espíritu,” abril de 2009).
“Pero benditos los pobres que son puros de corazón…”
Ser pobre en lo material no garantiza bendiciones espirituales; lo que distingue a estos pobres es la pureza de su corazón, su humildad y disposición para confiar en Dios. Este principio enseña que el estado del corazón es más importante que las circunstancias temporales.
El presidente Henry B. Eyring dijo: “Los pobres de corazón son aquellos que reconocen su dependencia de Dios y están abiertos a Su guía.” (“El corazón quebrantado,” abril de 2007).
La pureza de corazón se refleja en la fe, la sinceridad y el deseo de seguir al Señor, independientemente de las condiciones externas.
“Cuyos corazones están quebrantados y cuyos espíritus son contritos…”
Un corazón quebrantado y un espíritu contrito son requisitos fundamentales para la verdadera conversión y para acceder a la gracia de Cristo. Este estado de humildad permite que el Espíritu Santo actúe en nuestras vidas, llevando paz y renovación espiritual.
El élder D. Todd Christofferson enseñó: “Un corazón quebrantado es un corazón dispuesto a cambiar, a aceptar la corrección y a alinearse con la voluntad de Dios.” (“El sacrificio de un corazón quebrantado,” abril de 2004).
Este pasaje subraya que la verdadera humildad y arrepentimiento son esenciales para recibir las bendiciones espirituales y la redención del Señor.
“Porque verán el reino de Dios que viene con poder y gran gloria para liberarlos…”
La promesa de “ver el reino de Dios” se refiere tanto al reconocimiento espiritual del poder y gloria de Dios en esta vida como a la redención y liberación final en Su reino eterno. Este versículo promete esperanza y consuelo para quienes permanecen fieles en circunstancias difíciles.
El élder Jeffrey R. Holland afirmó: “El Señor viene con poder y gloria para redimir a Sus hijos, especialmente a los que han sido humildes y contritos.” (“Venid a mí,” octubre de 1998).
La liberación mencionada no es solo física o temporal, sino también espiritual y eterna, como recompensa a la fe y la pureza de corazón.
Este versículo destaca que las bendiciones espirituales no están reservadas para quienes poseen riquezas o privilegios materiales, sino para aquellos que son pobres de espíritu, puros de corazón y dispuestos a humillarse ante Dios. La promesa de ver el reino de Dios y experimentar Su redención demuestra que el Señor valora más las cualidades internas que las circunstancias externas.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “Los humildes y contritos recibirán el mayor galardón: una relación cercana con Dios y una herencia en Su reino eterno.” (“El poder del discipulado,” octubre de 2016).
En resumen, este versículo nos invita a cultivar corazones puros y espíritus humildes, recordándonos que el Señor viene con poder y gloria para bendecir y redimir a quienes le son fieles. La verdadera riqueza se encuentra en la comunión con Dios y en la esperanza de Su reino eterno.
6. Promesas para los Obedientes
Versículo 20: “Y su posteridad heredará la tierra de generación en generación, para siempre jamás.”
El Señor promete bendiciones eternas a los que son fieles y obedientes, incluyendo una herencia duradera para sus generaciones. Este versículo refleja la visión de Sión como un lugar de paz y prosperidad para los justos.
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “Las promesas del Señor son seguras y duraderas para aquellos que perseveran en fe y obediencia.” (“El reino eterno de Dios,” octubre de 2014).
“Y su posteridad heredará la tierra…”
Este pasaje alude a una promesa del Señor de que los fieles recibirán una herencia duradera en la tierra, no solo como una bendición temporal, sino como parte de Su plan eterno. La tierra, en este contexto, simboliza seguridad, estabilidad y un lugar donde se puede edificar Sión y vivir según los principios del Evangelio.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “La tierra prometida siempre ha sido un símbolo del amor de Dios por Sus hijos fieles, un lugar donde pueden prosperar física y espiritualmente.” (“La plenitud de las bendiciones del convenio,” abril de 2022).
La herencia de la tierra no es solo un regalo físico, sino una muestra de la fidelidad de Dios hacia Sus hijos que guardan Sus mandamientos y permanecen fieles.
“De generación en generación…”
Esta frase destaca la naturaleza eterna de las bendiciones del Señor, que no solo afectan a la persona fiel, sino también a su descendencia. La fidelidad de una generación puede abrir las puertas para que las generaciones futuras reciban bendiciones espirituales y temporales.
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “Las decisiones rectas que tomamos ahora afectan profundamente a nuestras generaciones futuras, preparándolas para recibir las promesas del Señor.” (“Nuestro legado espiritual,” abril de 1999).
La promesa a la posteridad enfatiza la importancia de vivir de manera que nuestras acciones inspiren a las generaciones venideras a seguir los caminos del Señor.
“Para siempre jamás.”
La promesa de una herencia eterna subraya que las bendiciones de Dios no son limitadas a esta vida, sino que se extienden al estado eterno. La expresión “para siempre jamás” apunta a la naturaleza duradera de las promesas del convenio, que culminan en la exaltación y la vida eterna.
El presidente Henry B. Eyring dijo: “Las promesas del Señor son seguras y eternas, y Él cumplirá cada una de ellas para Sus hijos que permanecen fieles.” (“Las promesas del convenio,” octubre de 2007).
Esta frase da esperanza de que las bendiciones del Señor no son pasajeras, sino parte de Su plan eterno para Sus hijos fieles.
Este versículo refleja el compromiso del Señor de bendecir a los que son fieles, asegurando no solo su prosperidad espiritual y temporal, sino también la de sus descendientes. La herencia de la tierra y las bendiciones de generación en generación muestran que el Señor honra Su pacto con aquellos que guardan Sus mandamientos y establecen un legado de rectitud.
El presidente Ezra Taft Benson afirmó: “La mayor obra que hacemos será dentro de las paredes de nuestro hogar, asegurando que nuestras generaciones futuras reciban las bendiciones del Señor.” (“Fortalezcamos a nuestras familias,” octubre de 1986).
En resumen, este versículo nos invita a vivir de manera que nuestras decisiones de hoy fortalezcan no solo nuestra relación con Dios, sino también el futuro espiritual de nuestras familias. La fidelidad en el presente puede asegurar una herencia eterna de paz, prosperidad y comunión con el Señor para nuestras generaciones venideras.
Nota: “Si tienes un versículo en particular sobre el que deseas profundizar, házmelo saber y con gusto te proporcionaré más información al respecto.” En Deja un comentario
























