Doctrina y Convenios Sección 59

Doctrina y Convenios
Sección 59


Contexto histórico

En el verano de 1831, los primeros miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días estaban estableciéndose en el condado de Jackson, Misuri, un lugar que el Señor había designado como la tierra de Sión. Había esperanza y reverencia en el aire mientras estos pioneros dedicaban la tierra y preparaban el sitio para la construcción de un futuro templo. Entre los miembros reunidos estaba Polly Knight, una mujer fiel y devota, cuya salud había estado en declive pero cuyo deseo más ferviente era llegar a Sión y poner los pies sobre la tierra consagrada.

El 7 de agosto de 1831, apenas días después de la dedicación de la tierra, Polly Knight falleció, convirtiéndose en la primera miembro de la iglesia en morir en Sión. Este evento marcó un momento solemne y significativo para los santos, ya que recordaba la naturaleza sagrada de la tierra y la importancia de las promesas eternas del Señor. En este contexto, José Smith recibió una revelación que ofrecía consuelo, dirección y doctrina a los santos en Sión.

La revelación, conocida como la Sección 59, proporcionó enseñanzas clave sobre cómo los santos debían vivir en Sión. El Señor declaró que aquellos que habían venido a Sión con corazones puros serían bendecidos, tanto en vida como en la eternidad. Además, la revelación enfatizó la importancia de guardar el día de reposo, amar a Dios y al prójimo, y dar gracias en todas las cosas. También enseñó sobre la necesidad de ofrecer sacrificios espirituales, como un corazón quebrantado y un espíritu contrito, y de vivir con gratitud y moderación en el uso de las bendiciones materiales de la tierra.

El día de reposo fue particularmente destacado como un tiempo para descansar de las obras temporales y rendir devociones al Altísimo. Se instruyó a los santos a usar este día para ofrecer sacramentos y confesarse ante el Señor, con corazones agradecidos y semblantes alegres. El Señor también prometió que aquellos que obedecieran estas enseñanzas serían bendecidos con la abundancia de la tierra y paz en esta vida, junto con la vida eterna en el mundo venidero.

La revelación no solo ofreció consuelo a los santos afligidos por la pérdida de Polly Knight, sino que también estableció un modelo de vida para los que vivieran en Sión. Era un recordatorio de que Sión no era solo un lugar físico, sino también un estado espiritual de consagración, gratitud y obediencia a los mandamientos de Dios. Este mensaje ayudó a los santos a centrarse en sus responsabilidades espirituales mientras trabajaban para establecer el reino de Dios en la tierra.

Estos versículos de la Sección 59 destacan principios fundamentales como la obediencia, el amor, la gratitud y la devoción a Dios. También reflejan la interconexión entre lo espiritual y lo temporal, mostrando que la vida en Sión implica tanto la adoración fiel como la administración sabia de las bendiciones materiales. La paz y la vida eterna son las promesas supremas para quienes siguen estos principios.


1. Las bendiciones de los fieles en Sión


Versículos 2–3: “Porque los que vivan heredarán la tierra; y los que mueran descansarán de todos sus trabajos, y sus obras los seguirán; y recibirán una corona en las mansiones de mi Padre que he preparado para ellos. Sí, benditos son aquellos cuyos pies descansan sobre la tierra de Sion, que han obedecido mi evangelio; porque recibirán como recompensa las cosas buenas de la tierra, la cual producirá con su fuerza.”
Estos versículos destacan las bendiciones prometidas a los santos fieles en Sión, tanto en vida como después de la muerte. Es un recordatorio de que la obediencia y el sacrificio traen recompensas eternas, incluyendo paz y reposo espiritual.

“Porque los que vivan heredarán la tierra;”
La promesa de “heredar la tierra” se refiere a la bendición futura de los justos de poseer la tierra en su estado paradisiaco tras la Segunda Venida de Cristo. Este principio está vinculado a las enseñanzas sobre la Tierra como una herencia para los fieles, conforme a las palabras de Cristo: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5).
El presidente Joseph Fielding Smith explicó: “Los santos serán los herederos de la tierra cuando sea renovada y reciban su gloria celestial.” (“Doctrina de Salvación”, tomo 1, p. 87).
Este versículo ofrece esperanza para los fieles al recordarles que su obediencia les asegurará una herencia eterna en un mundo purificado y glorificado.

“Y los que mueran descansarán de todos sus trabajos, y sus obras los seguirán;”
Este principio enseña que la muerte no es el final para los justos, sino un descanso de las tribulaciones terrenales, mientras sus buenas obras continúan teniendo efecto en el plan eterno de Dios. Esto refleja la doctrina de que las obras tienen un impacto eterno, como se enseña en Apocalipsis 14:13: “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor… y sus obras con ellos siguen.”
El presidente Russell M. Nelson afirmó: “En la eternidad, nuestras obras y compromisos con el Señor se recordarán y traerán frutos inmortales.” (“El gozo del Señor es nuestra fortaleza”, Conferencia General, octubre de 2016).
Este pasaje resalta la conexión eterna entre nuestras obras en la mortalidad y las bendiciones que recibiremos en el más allá.

“Y recibirán una corona en las mansiones de mi Padre que he preparado para ellos.”
La “corona” simboliza la exaltación y la recompensa celestial que se otorga a los justos. Esta frase refuerza la promesa de Jesucristo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay… voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2).
El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “La exaltación es el más alto galardón que podemos recibir, una corona de gloria que simboliza nuestra herencia como hijos e hijas de Dios.” (“La promesa de la exaltación”, Conferencia General, abril de 2020).
Este principio nos recuerda que la recompensa última de la fidelidad no es solo el descanso, sino también una gloria eterna y una unión con Dios en las mansiones celestiales.

“Sí, benditos son aquellos cuyos pies descansan sobre la tierra de Sion, que han obedecido mi evangelio;”
La tierra de Sión simboliza tanto un lugar físico como un estado espiritual de pureza y consagración. “Descansar” en Sión significa vivir en paz, rectitud y armonía con los principios del evangelio. La obediencia al evangelio es el requisito fundamental para disfrutar de las bendiciones de Sión.
El élder Bruce R. McConkie explicó: “Sión es el refugio de los justos, un lugar donde reina la rectitud y donde el Señor promete morar entre su pueblo.” (“Doctrinal New Testament Commentary”, tomo 1, p. 295).
Este pasaje nos invita a considerar a Sión no solo como un lugar geográfico, sino como un estado de dedicación espiritual.

“Porque recibirán como recompensa las cosas buenas de la tierra, la cual producirá con su fuerza.”
Dios promete que los justos serán bendecidos tanto espiritual como materialmente. Las “cosas buenas de la tierra” incluyen abundancia en alimentos, recursos y bienestar, pero también representan el fruto de una vida recta y obediente.
El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “Cuando vivimos en rectitud, el Señor bendice nuestras labores y multiplica nuestras bendiciones temporales y espirituales.” (“La ley de la cosecha”, Conferencia General, octubre de 1985).
Este principio nos recuerda que la obediencia al evangelio no solo asegura bendiciones eternas, sino también provisiones terrenales según la voluntad de Dios.

Este pasaje combina promesas eternas con bendiciones temporales, destacando que la obediencia al evangelio trae descanso, paz y recompensas tanto en esta vida como en la eternidad. Las enseñanzas de los profetas modernos reafirman que nuestras obras, fe y consagración no solo afectan nuestro presente, sino que aseguran una herencia gloriosa en las mansiones de Dios. Este texto inspira a los santos a buscar con diligencia la rectitud y a participar activamente en la construcción de Sión, tanto física como espiritualmente.


2. Amar a Dios y al prójimo


Versículos 5–6: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma, mente y fuerza; y en el nombre de Jesucristo lo servirás. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hurtarás; no cometerás adulterio; no matarás, ni harás ninguna cosa semejante.”
Este mandamiento resume los principios fundamentales del evangelio: amar a Dios y al prójimo. Estas enseñanzas son la base para una vida recta y armoniosa, tanto con Dios como con los demás.

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma, mente y fuerza;”
El mandamiento de amar a Dios con todo nuestro ser es la base del evangelio. Implica una devoción total que abarca nuestras emociones (corazón), nuestra espiritualidad (alma), nuestra capacidad intelectual (mente) y nuestras acciones físicas (fuerza). Este amor debe reflejarse en la obediencia a los mandamientos y la consagración a la obra del Señor.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El amor a Dios se demuestra mejor al vivir sus mandamientos y al ponerlo a Él en primer lugar en nuestra vida.” (“El primer gran mandamiento”, Conferencia General, octubre de 2022).
Este mandamiento nos llama a una relación integral con Dios, donde cada aspecto de nuestra vida está dedicado a honrarlo y servirlo.

“Y en el nombre de Jesucristo lo servirás.”
Servir a Dios en el nombre de Jesucristo refleja nuestra fe en el Salvador como mediador y guía. Todo acto de servicio debe realizarse con la intención de glorificar a Dios y seguir el ejemplo de Cristo, quien dedicó su vida al servicio desinteresado.
El élder Dieter F. Uchtdorf afirmó: “El servicio en el nombre de Jesucristo no solo bendice a quienes reciben nuestra ayuda, sino también a nosotros mismos al acercarnos más a Dios.” (“El servicio al prójimo y al Señor”, Conferencia General, abril de 2010).
Servir en el nombre de Cristo nos recuerda que somos instrumentos en sus manos, llevando a cabo su obra en la tierra con humildad y dedicación.

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
El amor al prójimo complementa el amor a Dios y es una señal de verdadera conversión. Este amor incluye el respeto, la empatía, el perdón y el deseo de procurar el bienestar de los demás como lo haríamos por nosotros mismos.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “El amor por los demás es el corazón del evangelio de Jesucristo. Al amar a nuestro prójimo, mostramos nuestro amor por Dios.” (“El amor, el motivo más puro”, Conferencia General, octubre de 2010).
Este mandamiento nos desafía a salir de nuestro egoísmo y a buscar formas de servir y edificar a quienes nos rodean, siguiendo el ejemplo del Salvador.

“No hurtarás; no cometerás adulterio; no matarás, ni harás ninguna cosa semejante.”
Estos mandamientos establecen normas de comportamiento moral y social que promueven la paz, la confianza y la rectitud. El hurto, el adulterio y el asesinato son actos que destruyen relaciones y socavan los principios del evangelio. Al obedecer estas leyes, mostramos respeto por los derechos y la dignidad de los demás.
El élder Dallin H. Oaks declaró: “Los mandamientos de Dios son los principios eternos que aseguran el bienestar y la felicidad de todos sus hijos.” (“Obediencia a los mandamientos”, Conferencia General, abril de 2013).
Estos principios fundamentales son esenciales para una sociedad justa y armoniosa, así como para nuestro crecimiento espiritual individual.

Este pasaje encapsula los dos grandes mandamientos: amar a Dios y al prójimo. Estos principios son el fundamento del evangelio y nos guían hacia una vida de devoción, servicio y rectitud moral. Las enseñanzas modernas de los profetas y apóstoles refuerzan que, al vivir estos mandamientos, no solo nos acercamos a Dios, sino que también contribuimos a la paz y el bienestar en nuestras comunidades. Este mensaje es una invitación a centrar nuestra vida en el amor, el servicio y la obediencia como expresión de nuestra fe en Jesucristo.


3. Guardar el día de reposo


Versículos 9–10: “Y para que más íntegramente te conserves sin mancha del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo; porque, en verdad, este es un día que se te ha señalado para descansar de tus obras y rendir tus devociones al Altísimo.”
El día de reposo es un tiempo sagrado para renovar nuestra relación con Dios y purificar nuestro espíritu. Al observarlo con devoción, los santos reciben fuerzas tanto físicas como espirituales para la semana venidera.

“Y para que más íntegramente te conserves sin mancha del mundo”
Este versículo enseña que una vida centrada en Dios incluye acciones regulares que nos ayudan a mantenernos espiritualmente puros y alejados de las influencias del mundo. Esto subraya la importancia de participar en actividades que refuercen nuestra relación con el Señor, como la oración, el estudio de las Escrituras y el servicio.
El élder D. Todd Christofferson explicó: “La santificación es un proceso que nos limpia del pecado y nos separa del mundo, permitiéndonos ser más como Cristo.” (“La expiación y el camino del discipulado”, Conferencia General, abril de 2015).
Este pasaje destaca que la pureza espiritual no se alcanza pasivamente; requiere participación activa en las ordenanzas y en la adoración.

“Irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo;”
La “casa de oración” se refiere a lugares sagrados donde se reúnen los santos para adorar, como capillas o templos. Ofrecer los sacramentos en el día santo incluye participar de la Santa Cena, renovando nuestros convenios con Dios y recordando el sacrificio expiatorio de Jesucristo.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El participar de la Santa Cena cada semana es una de las formas más sagradas de demostrar nuestro amor por el Salvador y nuestro compromiso con Él.” (“El convenio del día del Señor”, Conferencia General, abril de 2015).
Este versículo subraya la importancia de la adoración colectiva y la renovación de convenios como parte fundamental de nuestra vida espiritual.

“Porque, en verdad, este es un día que se te ha señalado para descansar de tus obras”
El día santo, o día de reposo, es un mandamiento dado por Dios para descansar de las preocupaciones temporales y dedicar tiempo al Señor. Este principio está arraigado en la creación, cuando Dios descansó el séptimo día (Génesis 2:2–3).
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “El día de reposo es una oportunidad para recargar nuestro espíritu y recordar las cosas que más importan.” (“Un día santo, el día del Señor”, Conferencia General, octubre de 1998).
Este principio refuerza la idea de que el descanso del día santo no solo es físico, sino también espiritual, un tiempo para reflexionar sobre las bendiciones de Dios.

“Y rendir tus devociones al Altísimo.”
El día santo está dedicado a rendir adoración y expresar gratitud al Señor a través de la oración, el servicio, el estudio del evangelio y la participación en ordenanzas sagradas. Estas devociones fortalecen nuestra relación con Dios y nos preparan para la semana que viene.
El presidente Henry B. Eyring dijo: “El día del Señor es una oportunidad para demostrar nuestro amor por Dios al enfocarnos en Él y en su obra.” (“La ley del día de reposo”, Conferencia General, octubre de 2014).
Este versículo nos recuerda que nuestras devociones en el día santo deben ser sinceras y centradas en el Señor, lo que nos ayuda a alinear nuestras prioridades espirituales.

Este pasaje subraya la importancia de observar el día de reposo como un medio para fortalecer nuestra pureza espiritual, renovar nuestros convenios y rendir adoración sincera al Señor. El día santo es un don que nos permite desconectarnos de las distracciones del mundo y conectarnos más profundamente con Dios y su propósito para nuestras vidas. Las enseñanzas de los profetas modernos reafirman que el día de reposo, observado correctamente, es una fuente de paz, renovación y guía divina. Este mandamiento es una invitación a hacer del día santo un tiempo sagrado y transformador en nuestra relación con Dios.


4. Gratitud y sacrificios espirituales


Versículos 7–8: “Darás las gracias al Señor tu Dios en todas las cosas. Ofrecerás un sacrificio al Señor tu Dios en rectitud, sí, el de un corazón quebrantado y un espíritu contrito.”
La gratitud y los sacrificios espirituales son esenciales para vivir en armonía con Dios. Este pasaje nos enseña que un corazón agradecido y humilde es el sacrificio más valioso que podemos ofrecer.

“Darás las gracias al Señor tu Dios en todas las cosas.”
La gratitud es una expresión fundamental de humildad y fe. Este mandamiento nos recuerda que debemos reconocer la mano de Dios en todos los aspectos de nuestra vida, tanto en las bendiciones como en las pruebas. La gratitud nos conecta con Dios y nos ayuda a desarrollar un corazón lleno de paz y gozo.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Un corazón agradecido… nos lleva a pensar en nuestras bendiciones en lugar de nuestras pérdidas, y nos llena de gratitud hacia Dios.” (“Un corazón lleno de gratitud”, Conferencia General, octubre de 2010).
La gratitud constante transforma nuestra perspectiva, permitiéndonos reconocer el amor y las bendiciones de Dios incluso en medio de las dificultades.

“Ofrecerás un sacrificio al Señor tu Dios en rectitud,”
En la dispensación actual, los sacrificios físicos han sido reemplazados por sacrificios espirituales. Ofrecer sacrificios en “rectitud” significa vivir en obediencia y consagrar nuestra vida al servicio de Dios y nuestro prójimo. Este principio refleja el llamado a ser íntegros y sinceros en nuestras ofrendas espirituales.
El élder Neal A. Maxwell explicó: “Nuestro sacrificio más importante es rendir nuestra voluntad a la voluntad de Dios. En eso radica la verdadera consagración.” (“No hay lugar para lo promedio”, Conferencia General, abril de 2001).
Ofrecer sacrificios en rectitud nos acerca más a Dios, ayudándonos a convertirnos en instrumentos más eficaces en sus manos.

“Sí, el de un corazón quebrantado y un espíritu contrito.”
Un corazón quebrantado y un espíritu contrito representan humildad, arrepentimiento y sumisión a la voluntad de Dios. Este tipo de sacrificio espiritual es esencial para recibir el perdón de los pecados y las bendiciones de la Expiación de Jesucristo (véase 3 Nefi 9:20).
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Un corazón quebrantado y un espíritu contrito son evidencias de que nos rendimos completamente a Dios y buscamos su guía y misericordia.” (“La Expiación de Jesucristo”, Conferencia General, octubre de 1996).
Este sacrificio espiritual nos permite desarrollar una relación más profunda con el Salvador y recibir fortaleza y sanación a través de su gracia.

Este pasaje nos enseña que la gratitud y los sacrificios espirituales son esenciales para nuestra relación con Dios. La gratitud nos ayuda a reconocer la abundancia de sus bendiciones y a mantener una perspectiva eterna. Un corazón quebrantado y un espíritu contrito nos preparan para recibir las bendiciones de la Expiación y progresar espiritualmente. Las enseñanzas de los profetas modernos reafirman que estos principios son fundamentales para nuestra conversión y para desarrollar una vida de devoción al Señor. Al vivir con gratitud y humildad, podemos experimentar el poder redentor y transformador del evangelio en nuestra vida diaria.


5. Las bendiciones materiales de la tierra


Versículos 16–18: “De cierto os digo, que si hacéis esto, la abundancia de la tierra será vuestra, las bestias del campo y las aves del cielo, y lo que trepa a los árboles y anda sobre la tierra; sí, y la hierba y las cosas buenas que produce la tierra, ya sea para alimento, o vestidura, o casas, alfolíes, huertos, jardines o viñas.”
Dios promete a los santos que, al vivir en rectitud, serán bendecidos con las cosas materiales necesarias para su sustento y bienestar. La abundancia de la tierra es tanto una bendición como una responsabilidad para usarla sabiamente.

“De cierto os digo, que si hacéis esto, la abundancia de la tierra será vuestra;”
Esta promesa condicional muestra que las bendiciones materiales y temporales están ligadas a nuestra obediencia a los mandamientos de Dios. La “abundancia de la tierra” incluye recursos materiales suficientes para cubrir nuestras necesidades, otorgados como resultado de nuestra fidelidad. Este principio está alineado con la ley de la siembra y la cosecha (Gálatas 6:7).
El presidente Ezra Taft Benson dijo: “Cuando vivimos el evangelio, se nos promete que la tierra rendirá sus frutos en abundancia.” (“La obediencia trae bendiciones”, Conferencia General, abril de 1988).
Este pasaje refuerza que el Señor tiene el poder de bendecirnos temporalmente cuando somos obedientes, reconociendo siempre que todas las cosas vienen de Él.

“Las bestias del campo y las aves del cielo, y lo que trepa a los árboles y anda sobre la tierra;”
Dios creó la tierra y todas las criaturas vivientes para el beneficio del hombre. Este pasaje subraya la relación simbiótica entre los hijos de Dios y su creación, mostrando que estas bendiciones se otorgarán a quienes las usen sabiamente y con gratitud.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “La creación de esta tierra fue un acto de amor divino, y debemos ser buenos administradores de sus recursos.” (“La creación”, Conferencia General, abril de 2000).
Este principio nos invita a valorar y cuidar la creación de Dios, utilizando los recursos con responsabilidad y gratitud.

“Sí, y la hierba y las cosas buenas que produce la tierra, ya sea para alimento, o vestidura, o casas, alfolíes, huertos, jardines o viñas.”
La tierra y sus frutos son dadas por Dios para satisfacer nuestras necesidades temporales. El versículo abarca todo lo esencial para la vida humana: alimento, ropa, refugio y medios para sostenernos. Este principio refleja la doctrina de que Dios proporciona abundantemente cuando somos mayordomos justos.
El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Dios espera que utilicemos las bendiciones de la tierra sabiamente, sin derroche, reconociendo que todo lo que tenemos proviene de Él.” (“Ser buenos mayordomos”, Conferencia General, abril de 1977).
Este pasaje nos recuerda que todas las cosas que usamos para nuestra supervivencia y comodidad provienen de Dios, y debemos utilizarlas con moderación y gratitud.

Este pasaje nos enseña que las bendiciones materiales, como la abundancia de la tierra y sus frutos, son un don de Dios que depende de nuestra obediencia y gratitud. También destaca nuestra responsabilidad como mayordomos de los recursos que Dios nos ha dado, utilizándolos sabiamente para nuestro beneficio y el de los demás. Las enseñanzas modernas refuerzan la importancia de vivir con gratitud, cuidar la creación divina y recordar que la verdadera riqueza no se encuentra en las posesiones materiales, sino en la relación con Dios que estas bendiciones reflejan. Al actuar como administradores justos, podemos disfrutar de las bondades de la tierra mientras honramos al Señor por su generosidad.


6. Paz en esta vida y vida eterna


Versículo 23: “Aprended, más bien, que el que hiciere obras justas recibirá su galardón, sí, la paz en este mundo, y la vida eterna en el mundo venidero.”
Este versículo resume el propósito del evangelio: recibir paz en la vida terrenal y la recompensa eterna de vivir con Dios. Las obras justas son el camino para alcanzar estas bendiciones.

“Aprended, más bien, que el que hiciere obras justas recibirá su galardón;”
El versículo enfatiza la relación entre las acciones justas y las bendiciones prometidas. Las “obras justas” incluyen obediencia a los mandamientos, servicio al prójimo y devoción a Dios. Este principio refleja la ley de la justicia: las bendiciones de Dios están directamente relacionadas con nuestras decisiones y acciones (DyC 130:20-21).
El élder D. Todd Christofferson enseñó: “La obediencia a los principios del evangelio trae consigo las bendiciones que el Señor promete, ya sea en esta vida o en la eternidad.” (“La recompensa de la rectitud”, Conferencia General, abril de 2011).
Este pasaje nos recuerda que las obras rectas no solo son un deber, sino un camino hacia las bendiciones divinas.

“Sí, la paz en este mundo,”
La paz prometida aquí no se refiere a la ausencia de problemas, sino a la tranquilidad interna y el consuelo que provienen de vivir de acuerdo con el evangelio de Jesucristo. Esta paz es un don del Espíritu Santo y una bendición que acompaña a los fieles en medio de las pruebas de la vida.
El presidente Russell M. Nelson afirmó: “La paz duradera se encuentra solo al vivir los principios del evangelio de Jesucristo.” (“La paz del Salvador”, Conferencia General, abril de 2019).
Este principio nos invita a buscar la paz interna a través de una vida recta, confiando en que Dios nos sostendrá, incluso en tiempos difíciles.

“Y la vida eterna en el mundo venidero.”
La vida eterna es la mayor de todas las bendiciones de Dios y consiste en vivir en la presencia del Padre Celestial, con nuestra familia, en un estado de plenitud y gozo eterno. Este galardón es accesible solo a través de Jesucristo y requiere fe, arrepentimiento y perseverancia hasta el fin (Juan 17:3).
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “La vida eterna es el propósito final de nuestra existencia terrenal y la meta que todos debemos buscar.” (“Viviendo para la eternidad”, Conferencia General, abril de 1998).
Este versículo conecta nuestras obras en la tierra con las recompensas eternas, recordándonos que la vida terrenal es una preparación para recibir la gloria celestial.

Este pasaje encapsula el propósito del evangelio: alinear nuestras acciones con los principios divinos para recibir las bendiciones de paz en esta vida y la vida eterna en la próxima. Las enseñanzas modernas de los profetas refuerzan que la paz verdadera y la exaltación solo se encuentran al seguir a Cristo y vivir rectamente. Este versículo nos invita a actuar con intención y devoción, reconociendo que nuestras obras tienen un impacto eterno y que el mayor galardón que podemos recibir es estar en la presencia de Dios.

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