Doctrina y Convenios
Sección 60
Contexto histórico
El 8 de agosto de 1831, en Independence, condado de Jackson, Misuri, los élderes que habían viajado hasta esta tierra santa, recientemente dedicada como Sión, buscaban guía sobre sus próximos pasos. Habían participado en la consagración de la tierra y del sitio del futuro templo, y ahora deseaban saber qué requería el Señor de ellos antes de regresar a sus hogares.
Esta revelación llegó en un momento en que se enfatizaba la responsabilidad de predicar el evangelio y utilizar los dones espirituales otorgados por el Señor. Algunos de los élderes habían mostrado una notable disposición para cumplir con su misión, mientras que otros habían sido más reservados, evitando abrir sus bocas para declarar el mensaje del Salvador debido al temor al rechazo o la crítica. El Señor, complacido con la obediencia de algunos, expresó descontento con aquellos que no utilizaban los talentos que se les habían dado, advirtiéndoles que podrían perder incluso lo que ya tenían si no actuaban con más fidelidad.
El Señor dio instrucciones claras para el viaje de regreso. Los élderes debían dividirse en grupos y predicar el evangelio entre las congregaciones de los inicuos en su camino de regreso, sin apresurarse ni caer en la ira o contención. En particular, Sidney Rigdon, José Smith y Oliver Cowdery recibieron la orden de viajar a través de Saint Louis y Cincinnati, levantando sus voces para declarar la palabra de Dios con valentía y mansedumbre.
Además, el Señor instruyó que Edward Partridge, el obispo de la iglesia, distribuyera fondos para ayudar a los élderes en su viaje, con la expectativa de que quienes pudieran reembolsar esa ayuda lo hicieran más adelante. Se reiteró la importancia de no desperdiciar el tiempo ni esconder los talentos dados por Dios. Incluso se dio el mandato de sacudir el polvo de los pies como testimonio contra aquellos que rechazaran el evangelio, pero hacerlo en secreto y sin provocar ira.
La revelación también subrayó la responsabilidad individual de cada élder de actuar con diligencia, fe y mansedumbre al cumplir su llamado misional. En su contexto, la Sección 60 refleja la transición de los santos hacia una mayor responsabilidad personal en la obra misional, destacando la importancia de usar los dones divinos y cumplir con los mandamientos del Señor sin temor.
Esta revelación marcó un momento significativo en la historia temprana de la iglesia, ya que instaba a los líderes a enfocarse en la obra del evangelio y a aprovechar cada oportunidad para testificar de Cristo. Fue un recordatorio de que el Señor espera un esfuerzo constante y valiente de quienes han recibido el privilegio de participar en su obra.
La Sección 60 instruye sobre la responsabilidad de utilizar los talentos espirituales, la importancia de predicar el evangelio y el compromiso de hacerlo con humildad, valentía y dedicación. También recuerda la soberanía de Dios y la necesidad de ser buenos mayordomos del tiempo y los dones que Él nos ha dado. Estos principios nos invitan a participar activamente en la obra del Señor con fe, sin temor y siempre confiando en su dirección.
1. Usar los talentos dados por Dios
Versículo 2: “Mas con algunos no estoy muy complacido, porque no quieren abrir su boca, sino que esconden el talento que les he dado, a causa del temor de los hombres. ¡Ay de estos!, porque mi enojo está encendido en contra de ellos.”
Este versículo subraya la responsabilidad de usar los talentos y dones que Dios nos ha dado para avanzar en Su obra. Es un recordatorio de que el temor a los hombres no debe impedirnos cumplir con nuestros llamamientos y testificar de Cristo. Tal como en la parábola de los talentos (Mateo 25:14–30), esconder los dones espirituales trae desagrado al Señor.
“Mas con algunos no estoy muy complacido, porque no quieren abrir su boca,”
El Señor muestra su descontento hacia quienes no cumplen con su responsabilidad de testificar de Cristo y proclamar el evangelio. Este acto de abrir la boca es más que hablar; implica valentía, fe y disposición para compartir la verdad, incluso frente a la oposición.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Nunca permitamos que el temor de los hombres nos impida hacer lo correcto. Se necesita valentía para seguir al Salvador.” (“Tened buen ánimo”, Conferencia General, abril de 2009).
Este principio subraya que la disposición a hablar en nombre del Señor es una manifestación de nuestro amor y fe en Él.
“Sino que esconden el talento que les he dado,”
Esta frase hace eco de la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30), donde se condena a quien enterró su talento en lugar de multiplicarlo. Esconder los talentos dados por Dios no solo limita nuestro crecimiento espiritual, sino que también priva a otros de las bendiciones que podríamos compartir.
El élder David A. Bednar dijo: “Cada uno de nosotros ha recibido dones espirituales que deben ser desarrollados y compartidos para edificar el reino de Dios.” (“El corazón de un discípulo”, Conferencia General, abril de 2011).
Este pasaje nos recuerda que nuestros talentos no son solo para beneficio personal, sino para la edificación de otros y el cumplimiento de la obra del Señor.
“A causa del temor de los hombres.”
El temor de los hombres puede ser un obstáculo poderoso que nos impide cumplir con nuestras responsabilidades espirituales. Este temor, a menudo vinculado al orgullo, nos distrae de agradar a Dios y de buscar su aprobación. El evangelio enseña que debemos superar este miedo y confiar en el Señor.
El presidente Russell M. Nelson afirmó: “Cuando nos enfocamos en Cristo y no en el mundo, el temor desaparece y la fe aumenta.” (“Cristo es el centro de nuestra fe”, Conferencia General, abril de 2019).
Este principio invita a los santos a centrarse en agradar a Dios en lugar de temer las opiniones o críticas de los hombres.
“¡Ay de estos!, porque mi enojo está encendido en contra de ellos.”
El enojo del Señor aquí no es arbitrario, sino una expresión de su justicia y su descontento por el desperdicio de oportunidades espirituales. Esto subraya la seriedad de la obra del Señor y la responsabilidad que tenemos al recibir dones espirituales.
El élder Dallin H. Oaks dijo: “La responsabilidad de cumplir con nuestros llamamientos y usar nuestros talentos es una parte fundamental del discipulado cristiano.” (“El crecimiento en el reino”, Conferencia General, octubre de 2000).
Este versículo nos advierte que el desobedecer o desatender nuestra responsabilidad espiritual tiene consecuencias, porque estamos llamados a participar activamente en la obra de Dios.
Este pasaje destaca la responsabilidad de usar los talentos y dones que Dios nos ha confiado para testificar de Cristo y edificar su reino. Esconder esos talentos debido al temor de los hombres no solo desagrada al Señor, sino que limita nuestro propio progreso espiritual y el impacto que podríamos tener en otros. Las enseñanzas modernas refuerzan la importancia de actuar con valentía, superar el temor y centrarnos en agradar a Dios. Este mensaje nos inspira a ser valientes, a confiar en el Señor y a compartir su evangelio con fidelidad y amor.
2. La importancia de predicar el evangelio
Versículo 8: “Y salgan de Saint Louis los demás, de dos en dos, y prediquen la palabra, no con prisa, entre las congregaciones de los impíos, hasta que vuelvan a las iglesias de donde vinieron.”
Este pasaje enfatiza el mandato misional de predicar el evangelio, siguiendo el modelo establecido por el Salvador de enviar a sus discípulos de dos en dos (Lucas 10:1). La instrucción de no hacerlo con prisa destaca la necesidad de dedicación y profundidad al compartir el mensaje del evangelio.
“Y salgan de Saint Louis los demás, de dos en dos,”
El mandato de predicar “de dos en dos” sigue el modelo establecido por el Salvador durante su ministerio terrenal (véase Lucas 10:1). Este enfoque fomenta la fortaleza mutua, la seguridad y la inspiración compartida entre los misioneros. También permite una enseñanza más efectiva al combinar talentos y perspectivas.
El presidente Henry B. Eyring dijo: “Trabajar juntos en la obra del Señor trae poder, guía e inspiración que no se logran solos.” (“Unidos en la obra del Señor”, Conferencia General, abril de 2010).Este principio muestra que la obra misional no se realiza en aislamiento, sino en unidad, fortaleciendo a quienes participan en ella y aumentando su eficacia.
“Y prediquen la palabra, no con prisa,”
La frase “no con prisa” sugiere que el compartir el evangelio debe hacerse con paciencia, dedicación y un enfoque en las necesidades de quienes reciben el mensaje. La obra misional no es solo una tarea para completar, sino un esfuerzo amoroso y deliberado para invitar a otros a venir a Cristo.
El élder Dieter F. Uchtdorf explicó: “Cuando enseñamos el evangelio, debemos hacerlo con amor, paciencia y respeto, permitiendo que el Espíritu guíe nuestro mensaje.” (“Invitar a todos a venir a Cristo”, Conferencia General, abril de 2016).
Este pasaje recalca que el evangelio debe compartirse con sensibilidad, asegurándose de que los corazones estén abiertos a recibir la verdad.
“Entre las congregaciones de los impíos,”
El evangelio debe ser predicado incluso en lugares donde no es bien recibido o donde la rectitud no es evidente. Esto refleja el amor universal de Dios y su deseo de que todos sus hijos tengan la oportunidad de escuchar su mensaje de salvación, independientemente de sus circunstancias actuales.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Cada alma es preciosa a los ojos de Dios, y nadie está fuera del alcance de su amor redentor.” (“Mirad a los demás con el corazón lleno de amor”, Conferencia General, octubre de 2009).
Este principio resalta que el evangelio es para todos y que los misioneros deben estar dispuestos a trabajar con fe y valentía en cualquier entorno.
“Hasta que vuelvan a las iglesias de donde vinieron.”
El regreso a las iglesias de origen después de cumplir con el mandato misional refleja el principio de rendición de cuentas y de continuar fortaleciendo la comunidad de santos. Los misioneros no solo comparten el evangelio en el camino, sino que también regresan para edificar y fortalecer a sus hermanos en la fe.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “La obra del Señor incluye tanto encontrar a los que están fuera como fortalecer a los que están dentro.” (“En la obra misional”, Conferencia General, octubre de 2018).
Este versículo subraya la importancia de un equilibrio entre la obra externa de predicar el evangelio y la edificación interna de las congregaciones.
Este versículo enseña principios clave de la obra misional: unidad, paciencia, inclusión y fortalecimiento mutuo. Predicar de dos en dos refuerza la cooperación y la inspiración compartida; hacerlo sin prisa asegura que el mensaje se entregue con amor y sensibilidad. Además, llevar el evangelio a “los impíos” refleja el alcance universal del amor de Dios, mientras que el regreso a las iglesias de origen subraya la necesidad de edificar continuamente la comunidad de santos. Las enseñanzas modernas reafirman que cada aspecto de este versículo contribuye al progreso del reino de Dios en la tierra.
3. No desperdiciar el tiempo ni esconder los talentos
Versículo 13: “He aquí, se les ha enviado a predicar mi evangelio entre las congregaciones de los inicuos; por tanto, les doy este mandamiento: No desperdiciarás tu tiempo, ni esconderás tu talento en la tierra para que no sea conocido.”
Este versículo reafirma que el tiempo y los talentos deben usarse para el bien, especialmente en la obra del Señor. Nos recuerda que los dones espirituales son para compartir y edificar a otros, no para guardarlos egoístamente o dejarlos sin desarrollar.
“He aquí, se les ha enviado a predicar mi evangelio entre las congregaciones de los inicuos;”
El mandato de predicar el evangelio, incluso entre aquellos que no son receptivos o que llevan una vida de iniquidad, demuestra el amor universal de Dios y su deseo de que todos tengan la oportunidad de escuchar su mensaje. Este principio se basa en la doctrina de que el evangelio es para toda criatura (Marcos 16:15) y en la importancia de extender la invitación del arrepentimiento y la salvación.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Dios ama a todos sus hijos y desea que todos tengan la oportunidad de escuchar su evangelio, independientemente de sus circunstancias actuales.” (“El amor de Dios”, Conferencia General, octubre de 2021).
Este versículo nos recuerda que nuestra responsabilidad como discípulos de Cristo es llevar el mensaje del evangelio incluso a aquellos que pueden parecer menos dispuestos a aceptarlo.
“Por tanto, les doy este mandamiento: No desperdiciarás tu tiempo,”
El tiempo es un recurso sagrado que Dios nos ha dado para llevar a cabo su obra y cumplir con nuestros propósitos eternos. El Señor nos advierte contra la ineficiencia o el descuido en su servicio, enfatizando la importancia de utilizar cada oportunidad para edificar el reino de Dios.
El presidente Thomas S. Monson afirmó: “El tiempo es un don precioso, y debemos usarlo sabiamente, enfocándonos en lo que más importa: nuestra relación con Dios y nuestra familia, y nuestra participación en su obra.” (“En el sendero del deber”, Conferencia General, octubre de 2010).
Este mandamiento nos invita a reflexionar sobre cómo usamos nuestro tiempo y a asegurarnos de que nuestras prioridades estén alineadas con los propósitos divinos.
“Ni esconderás tu talento en la tierra para que no sea conocido.”
Esta frase alude a la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30), donde el siervo que enterró su talento fue condenado por no utilizarlo para el bien. El Señor espera que desarrollemos y compartamos los dones espirituales y talentos que hemos recibido para edificar a los demás y avanzar en su obra.
El presidente Spencer W. Kimball declaró: “El desarrollo y uso de los talentos es una forma de expresar gratitud a Dios y cumplir con nuestro potencial divino.” (“Los talentos: Nuestra responsabilidad para con Dios”, Conferencia General, abril de 1975).
Este principio subraya la importancia de no solo reconocer nuestros talentos, sino también usarlos activamente para bendecir a los demás y glorificar a Dios.
Este pasaje destaca tres principios clave: la universalidad del mensaje del evangelio, la administración sabia del tiempo y el uso diligente de los talentos otorgados por Dios. El Señor nos llama a predicar su palabra sin importar las circunstancias, a emplear nuestro tiempo con sabiduría y a desarrollar y compartir los dones que nos ha dado. Las enseñanzas modernas de los profetas refuerzan que nuestro tiempo y talentos son recursos sagrados que deben ser usados en la obra de Dios. Este versículo nos inspira a ser activos y responsables en nuestra participación en el plan divino, confiando en que cada esfuerzo justo será recompensado por el Señor.
4. Testimonio contra los que rechazan el evangelio
Versículo 15: “Y sacudirás el polvo de tus pies contra aquellos que no te reciban, no en su presencia, no sea que los provoques, sino en secreto; y lava tus pies como testimonio en contra de ellos en el día del juicio.”
Este principio simboliza la separación espiritual de quienes rechazan el evangelio. El acto de sacudir el polvo de los pies no debe hacerse con ira o contención, sino como un testimonio solemne de haber cumplido con el deber misional. Refleja la justicia de Dios al permitir que cada persona ejerza su albedrío.
“Y sacudirás el polvo de tus pies contra aquellos que no te reciban,”
Sacudir el polvo de los pies es un acto simbólico que representa el cumplimiento del deber misional y la separación espiritual de aquellos que rechazan el evangelio. Este acto no es una expresión de condenación personal, sino una declaración solemne de que el mensaje del evangelio ha sido presentado y rechazado. Este principio refleja la doctrina del albedrío, que permite a cada persona aceptar o rechazar la verdad.
El élder Bruce R. McConkie enseñó: “Sacudir el polvo de los pies es un testimonio simbólico de que los misioneros han hecho todo lo posible por compartir el evangelio.” (“Doctrinal New Testament Commentary”, tomo 1, p. 352).
Este acto es una forma de entregar la responsabilidad del rechazo al evangelio a quien lo rechaza, dejando el juicio en las manos de Dios.
“No en su presencia, no sea que los provoques,”
La instrucción de no realizar este acto en presencia de quienes rechazan el mensaje refleja la necesidad de actuar con humildad y evitar la confrontación. El evangelio debe compartirse con amor y respeto, incluso en el rechazo. Este principio enseña que no debemos buscar contiendas o conflictos al proclamar la verdad.
El presidente Thomas S. Monson dijo: “La manera en que compartimos el evangelio es tan importante como el mensaje mismo. Siempre debemos actuar con amor y respeto.” (“El valor de invitar”, Conferencia General, octubre de 2008).
Este principio nos invita a compartir el evangelio de manera pacífica, asegurándonos de que nuestras acciones reflejen el espíritu de Cristo.
“Sino en secreto; y lava tus pies como testimonio en contra de ellos en el día del juicio.”
Lavar los pies en secreto como testimonio es un acto simbólico de entrega de la situación al Señor. Indica que los misioneros han cumplido su deber de testificar, dejando el resultado en manos de Dios. Este acto refuerza que el juicio pertenece exclusivamente al Señor y que los misioneros deben continuar su obra sin cargar con el peso de la decisión de otros.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Dios, en su infinita justicia y misericordia, juzgará a todos según sus obras y el conocimiento que han recibido.” (“Juicio y justicia divinos”, Conferencia General, abril de 2018).
Este acto simboliza la confianza en que Dios llevará a cabo un juicio justo y misericordioso, mientras que los siervos del Señor deben continuar con su labor sin resentimiento ni amargura.
Este versículo enseña principios importantes sobre el testimonio, el respeto por el albedrío y la confianza en el juicio divino. Sacudir el polvo de los pies y lavar los pies en secreto son actos simbólicos que reflejan la disposición de los siervos de Cristo para cumplir con su deber sin contienda ni juicio personal. Las enseñanzas modernas enfatizan que nuestra responsabilidad es invitar con amor y paciencia, dejando el resto en las manos del Señor. Este pasaje nos inspira a trabajar en la obra misional con fe, humildad y respeto por las decisiones de los demás, recordando que el juicio final pertenece a Dios.
5. Dios gobierna sobre todas las cosas
Versículo 4: “Porque yo, el Señor, reino en los cielos y entre las huestes de la tierra; y en el día en que yo integre mis joyas, todos los hombres sabrán qué es lo que declara el poder de Dios.”
Este versículo declara el dominio soberano de Dios y Su capacidad para cumplir sus propósitos. La referencia a “mis joyas” alude a los justos, quienes serán recogidos por el Señor en los últimos días (véase Malaquías 3:17). Es un recordatorio de que el evangelio está enmarcado en el plan eterno de Dios.
“Porque yo, el Señor, reino en los cielos y entre las huestes de la tierra;”
Este pasaje declara la soberanía de Dios sobre todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra. Su reinado no está limitado por tiempo ni espacio, y su poder se extiende a todas las criaturas y acontecimientos. Este principio nos recuerda que Dios está en control y que todas las cosas están sujetas a Su voluntad y plan eterno.
El presidente Russell M. Nelson afirmó: “Dios es el gran Gobernante del universo. Su reino es eterno, y todas las cosas están bajo Su dominio.” (“Confíen en el Señor”, Conferencia General, octubre de 2021).
Este reconocimiento de la soberanía de Dios fortalece nuestra fe, especialmente en tiempos de incertidumbre, recordándonos que podemos confiar en Su plan divino.
“Y en el día en que yo integre mis joyas,”
Las “joyas” mencionadas aquí se refieren a los justos que han sido refinados y preparados para ser recogidos por el Señor en los últimos días. Este simbolismo subraya que los santos son preciosos a los ojos de Dios y que aquellos que son fieles serán reunidos para participar en Su reino glorioso (véase Malaquías 3:17).
El presidente Gordon B. Hinckley declaró: “Cada alma justa es una joya en las manos de Dios, y Él las recogerá para Su propósito eterno.” (“El gozo de los santos fieles”, Conferencia General, abril de 1999).
Este versículo motiva a los santos a buscar la rectitud y la consagración, sabiendo que Dios los valora y tiene un lugar especial reservado para ellos en Su obra eterna.
“Todos los hombres sabrán qué es lo que declara el poder de Dios.”
Este pasaje profetiza que llegará un momento en que el poder de Dios será evidente para toda la humanidad. Esto se alinea con las enseñanzas sobre la Segunda Venida de Cristo, cuando todo ojo lo verá y toda rodilla se doblará ante Él (véase Filipenses 2:10–11). Es un recordatorio de que, aunque algunos rechacen o ignoren a Dios ahora, Su gloria será innegable en el futuro.
El élder Dallin H. Oaks enseñó: “En el gran día de Su venida, nadie podrá negar el poder y la majestad de Dios. Ese día será de gloria para los justos y de juicio para los inicuos.” (“Preparación para la Segunda Venida”, Conferencia General, abril de 2004).
Este principio refuerza nuestra esperanza y confianza en el cumplimiento de las promesas divinas, recordándonos que nuestro testimonio y esfuerzo en el evangelio serán vindicados por el poder de Dios.
Este versículo enseña poderosos principios sobre la soberanía de Dios, Su amor por los justos y Su manifestación futura de poder y gloria. Reconocer a Dios como nuestro Rey y Creador nos inspira a vivir con fe y obediencia, sabiendo que somos valorados como Sus “joyas” y que, en el momento señalado, Su poder será evidente para toda la humanidad. Las enseñanzas modernas nos recuerdan que este conocimiento debe impulsarnos a prepararnos espiritualmente y a fortalecer nuestro compromiso con el evangelio, mientras confiamos en el propósito eterno de Dios.

























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