Doctrina y Convenios
Sección 63
Contexto Histórico
El 30 de agosto de 1831, José Smith recibió la revelación conocida como la Sección 63 de Doctrina y Convenios en Kirtland, Ohio, apenas unos días después de regresar de su viaje a la tierra de Sion en Misuri. Durante esta época, la Iglesia estaba en sus primeros años de organización, y muchos santos sentían un profundo deseo de obtener más luz y conocimiento sobre el recogimiento en Sion y otros aspectos relacionados con el establecimiento del reino de Dios.
El viaje a Misuri había reforzado la importancia de Sion como un lugar central para el recogimiento de los santos, pero también dejó muchas preguntas prácticas y espirituales sin respuesta. Al regresar a Kirtland, José Smith y sus compañeros sintieron la necesidad de buscar la dirección del Señor sobre temas críticos como la adquisición de tierras en Sion, la preparación para la Segunda Venida y las instrucciones para los santos en general.
La revelación aborda una amplia gama de temas, comenzando con una advertencia sobre el día de la ira del Señor que vendría sobre los inicuos. También instruye a los santos sobre la naturaleza de las señales y milagros, enseñando que estas siguen a los creyentes y no son un medio para producir fe. Además, el Señor reprende a aquellos que han pecado gravemente, incluyendo los de corazón adúltero, y les llama al arrepentimiento.
La revelación también contiene importantes instrucciones sobre la compra de tierras en Sion, advirtiendo que la tierra debía ser adquirida pacíficamente, ya sea por compra o por sangre, aunque el derramamiento de sangre estaba prohibido para los santos. Se destaca que los santos deben actuar con paciencia y orden al congregarse en Sion, evitando la confusión que podría llevar a problemas.
El Señor también revela información sobre la resurrección y la transfiguración de la tierra en el Milenio, ofreciendo esperanza y visión a los fieles. Asimismo, amonesta a aquellos que toman Su nombre en vano y advierte que sólo aquellos que actúan con autoridad divina pueden hacerlo sin caer bajo condenación.
Finalmente, la revelación incluye instrucciones específicas para algunos de los líderes de la Iglesia, como Sidney Rigdon y Newel K. Whitney, instándolos a ajustar sus acciones según los principios de rectitud y prudencia.
En resumen, la Sección 63 responde a las preguntas de los santos en un tiempo de gran expectativa y crecimiento, proporcionando guía práctica y espiritual para avanzar en la obra del Señor. La revelación reafirma la importancia del arrepentimiento, la obediencia y la fe en el proceso de establecer Sion y prepararse para la Segunda Venida de Cristo.
La Sección 63 enseña sobre la justicia de Dios, la importancia de la fe, la gravedad del pecado, y las bendiciones eternas prometidas a los fieles. Estos versículos destacan principios clave que invitan al arrepentimiento, la obediencia y la esperanza en el plan divino. Al seguir estas enseñanzas, los santos pueden prepararse para la Segunda Venida y la vida eterna en la presencia del Señor.
1. Advertencia sobre el día de la ira del Señor
Versículos 2, 6: “Sí, en verdad os digo, escuchad la voz de aquel cuya ira está encendida en contra de los inicuos y los rebeldes.”
“Por tanto, de cierto digo: Cuídese el inicuo, y el rebelde tema y tiemble, y selle sus labios el incrédulo, porque el día de la ira les sobrevendrá como torbellino, y toda carne sabrá que yo soy Dios.”
Estos versículos advierten a los inicuos que el día de la ira del Señor es seguro y llegará como un torbellino, afectando a toda carne. Subrayan la justicia divina y la necesidad de arrepentirse para evitar estas consecuencias.
“Sí, en verdad os digo, escuchad la voz de aquel cuya ira está encendida en contra de los inicuos y los rebeldes.”
El Señor enfatiza Su carácter justo al declarar que Su ira está dirigida contra los inicuos y los rebeldes. Esta frase destaca que Dios no tolerará el pecado ni la desobediencia persistente. La justicia divina es una característica esencial del Señor, equilibrando Su amor y misericordia con Su rectitud.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Dios es amor, pero también es justicia, y la justicia exige que las leyes eternas sean cumplidas.” (“Dios es el mismo ayer, hoy y siempre”, Conferencia General, abril de 1999).
Este pasaje nos recuerda que, aunque el Señor es misericordioso, también espera que vivamos en rectitud y obedezcamos Sus mandamientos para evitar Su juicio.
“Por tanto, de cierto digo: Cuídese el inicuo, y el rebelde tema y tiemble,”
El Señor llama al inicuo y al rebelde a reflexionar sobre su condición y a arrepentirse antes de enfrentar Su juicio. El temor y el temblor no son meramente emocionales, sino una advertencia para reconocer la seriedad de la justicia divina y las consecuencias del pecado.
El élder Neil L. Andersen enseñó: “El arrepentimiento es un acto de humildad que nos salva de la inevitable justicia de Dios cuando permanecemos en el pecado.” (“El arrepentimiento es un don”, Conferencia General, octubre de 2009).
Este llamado al arrepentimiento nos invita a abandonar la iniquidad y buscar refugio en la misericordia del Salvador antes de que sea demasiado tarde.
“Y selle sus labios el incrédulo,”
El Señor advierte que los incrédulos, quienes podrían usar sus palabras para difundir dudas o desprecio hacia las cosas sagradas, deberán guardar silencio. Esto refleja el respeto y la reverencia que se espera hacia el evangelio y Su obra.
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “Debemos hablar con fe y testimonio, no permitiendo que la incredulidad y la duda dominen nuestras palabras.” (“La fe es para el futuro”, Conferencia General, abril de 2017).
Este pasaje refuerza la necesidad de usar nuestras palabras para edificar y no para desviar a otros de la verdad.
“Porque el día de la ira les sobrevendrá como torbellino, y toda carne sabrá que yo soy Dios.”
El “día de la ira” simboliza el juicio final o los eventos apocalípticos en los que la justicia divina será plenamente manifestada. La comparación con un torbellino refleja la rapidez y el impacto ineludible de estos eventos. Al final, todos reconocerán el poder y la soberanía de Dios.
El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “El día de la ira del Señor será un día de justicia para los inicuos, pero de redención para los fieles.” (“La Segunda Venida del Señor”, Conferencia General, abril de 1982).
Este versículo motiva a los fieles a perseverar y advierte a los inicuos que el juicio de Dios no puede ser evadido.
Estos versículos destacan el equilibrio entre la misericordia y la justicia de Dios. Su amor por Sus hijos lo lleva a advertir y llamar al arrepentimiento, pero también a actuar con justicia contra los inicuos y los rebeldes. Las enseñanzas modernas reafirman que el arrepentimiento es el camino para evitar la ira del Señor y prepararse para Su gloriosa Segunda Venida. Este mensaje nos insta a vivir con humildad, rectitud y fe, reconociendo a Dios como el Supremo Gobernante y Salvador de la humanidad.
2. Las señales vienen por la fe
Versículos 9-10: “Pero he aquí, la fe no viene por las señales, mas las señales siguen a los que creen.”
“Sí, las señales vienen por la fe, no por la voluntad de los hombres, ni como les plazca, sino por la voluntad de Dios.”
El Señor enseña que la fe precede a las señales, no al revés. Este principio enfatiza que las señales y milagros son manifestaciones de la voluntad de Dios, no medios para convencer a los incrédulos.
“Pero he aquí, la fe no viene por las señales, mas las señales siguen a los que creen.”
Este principio enseña que la fe no se origina en las señales o milagros, sino que surge de un testimonio interior del Espíritu Santo. Las señales son manifestaciones externas que confirman la fe de quienes ya creen. Este orden refuerza que la verdadera fe es un don espiritual que precede a las evidencias físicas.
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “El testimonio, que es la fuente de nuestra fe, viene por el poder del Espíritu Santo, no por señales externas.” (“El don del Espíritu Santo”, Conferencia General, abril de 2006).
Este versículo nos recuerda que debemos buscar fortalecer nuestra fe mediante la oración, el estudio de las Escrituras y la obediencia, en lugar de esperar señales que nos convenzan.
“Sí, las señales vienen por la fe,”
Las señales son el resultado de la fe genuina. El Señor concede milagros y manifestaciones a quienes ejercen una fe sincera en Él. Estas señales no son otorgadas como recompensa, sino como una confirmación de Su poder y gracia hacia los creyentes.
El élder Dallin H. Oaks explicó: “Las señales son para fortalecer la fe de aquellos que ya creen, no para persuadir a los incrédulos.” (“La fe y las señales”, Conferencia General, abril de 2000).
Este principio subraya que debemos enfocarnos en desarrollar una fe firme, ya que las señales seguirán naturalmente como resultado de nuestra devoción.
“No por la voluntad de los hombres, ni como les plazca,”
Los milagros y las señales no están bajo el control humano. No podemos demandar o manipular a Dios para que manifieste Su poder. Las señales ocurren conforme a Su voluntad, en el momento y el lugar que Él determine.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “El Señor actúa en Su propio tiempo y de acuerdo con Su sabiduría perfecta, no según los deseos humanos.” (“Revelación para la iglesia, revelación para nuestra vida”, Conferencia General, abril de 2018).
Este versículo nos enseña humildad y paciencia al esperar las manifestaciones del poder de Dios, reconociendo Su soberanía.
“Sino por la voluntad de Dios.”
Las señales y milagros ocurren de acuerdo con los propósitos divinos. Dios utiliza las señales no solo para confirmar la fe de los creyentes, sino también para cumplir Su plan y Su obra entre los hombres.
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “Los milagros son una expresión del amor y la voluntad de Dios para bendecir a Sus hijos, siempre según Su sabiduría.” (“El poder de los milagros”, Conferencia General, octubre de 2006).
Este principio refuerza que debemos confiar en la sabiduría de Dios, sabiendo que las señales ocurren con propósito y según Su voluntad perfecta.
Estos versículos de Doctrina y Convenios 63 enseñan que la fe no depende de las señales, sino que las señales son un testimonio visible de la fe ya existente. También subrayan que los milagros están bajo la dirección y voluntad de Dios, no de los hombres. Las enseñanzas modernas refuerzan que la verdadera fe se desarrolla mediante una relación personal con Dios, y las señales, aunque importantes, no son el fundamento de nuestra creencia. Este mensaje nos anima a buscar una fe profunda y duradera que no dependa de evidencias externas, sino de una conexión espiritual genuina con el Señor.
3. Llamado al arrepentimiento y advertencia sobre el adulterio
Versículos 16-18: “El que mira a una mujer para codiciarla, o si alguien comete adulterio en su corazón, no tendrá el Espíritu, sino que negará la fe y temerá.”
“De cierto digo, que estos no tendrán parte en la primera resurrección.”
Estos versículos muestran que los pecados de inmoralidad afectan directamente la espiritualidad y la relación con Dios. La pureza es esencial para mantener el Espíritu y participar en las bendiciones eternas.
“El que mira a una mujer para codiciarla,”
Este principio enseña que el pecado no se limita a acciones físicas, sino que también abarca pensamientos y deseos inadecuados. Codiciar implica permitir que pensamientos impuros encuentren lugar en el corazón, lo cual viola el mandamiento de pureza. La santidad empieza en la mente y el corazón.
El presidente David O. McKay enseñó: “Ningún hombre puede romper la ley de la castidad ni siquiera en pensamiento sin afectar su carácter.” (“Pureza personal”, Conferencia General, abril de 1956).
Este pasaje nos recuerda la importancia de guardar nuestros pensamientos y deseos en pureza para evitar caer en tentación y pecado.
“O si alguien comete adulterio en su corazón,”
Jesucristo amplió la definición de adulterio al incluir los pensamientos y deseos inmorales, enfatizando que la rectitud comienza en el interior. Este enfoque subraya que las intenciones del corazón son tan importantes como las acciones externas.
El élder Jeffrey R. Holland explicó: “El pecado comienza en la mente antes de manifestarse en las acciones. Guardar el corazón limpio es vital para evitar caer en la transgresión.” (“De almas, símbolos y sacramentos”, Devocional de BYU, enero de 1988).
Este principio nos insta a proteger nuestras mentes y corazones de pensamientos que puedan alejarnos de los estándares del Señor.
“No tendrá el Espíritu,”
El pecado, ya sea en pensamiento o en acción, aleja la influencia del Espíritu Santo. La pureza es esencial para mantener la compañía del Espíritu, que es nuestro guía, consuelo y protector espiritual.
El presidente Ezra Taft Benson dijo: “El Espíritu Santo no puede morar en un templo impuro. La pureza abre la puerta para recibir Su influencia.” (“Un corazón limpio”, Conferencia General, abril de 1989).
Este pasaje enfatiza que la impureza espiritual crea una barrera que nos separa de la guía y los dones del Espíritu Santo.
“Sino que negará la fe y temerá.”
El pecado no confesado y no abandonado lleva a una pérdida de fe y a un estado de temor y culpa. El alejamiento del Espíritu Santo resulta en una separación espiritual que causa inseguridad y dudas.
El élder Richard G. Scott enseñó: “El pecado no arrepentido destruye la confianza y reemplaza la paz con temor.” (“El poder del arrepentimiento”, Conferencia General, abril de 1995).
Este principio muestra que el pecado no arrepentido afecta tanto nuestra relación con Dios como nuestra confianza personal.
“De cierto digo, que estos no tendrán parte en la primera resurrección.”
La primera resurrección está reservada para los justos que han vivido en fidelidad y arrepentimiento. Este versículo subraya que el pecado grave no resuelto, como el adulterio, tiene consecuencias eternas, excluyendo a los transgresores de las bendiciones de la primera resurrección.
El élder D. Todd Christofferson declaró: “El arrepentimiento sincero abre las puertas de la gracia y las bendiciones eternas, incluyendo la participación en la primera resurrección.” (“Arrepentimiento: un mensaje de amor”, Conferencia General, abril de 2011).
Este pasaje nos insta a vivir con rectitud y arrepentirnos rápidamente para asegurar nuestra participación en las bendiciones eternas.
Estos versículos destacan la seriedad de mantener la pureza moral en pensamientos y acciones. Enseñan que el pecado, incluso en el corazón, aleja al Espíritu y tiene consecuencias eternas si no se aborda mediante el arrepentimiento. Las enseñanzas modernas de los profetas y apóstoles refuerzan que la pureza es fundamental para nuestra relación con Dios y para recibir Sus bendiciones eternas. Este mensaje nos motiva a vivir con pureza y a arrepentirnos con sinceridad para mantenernos en el camino de la exaltación.
4. Promesas para los fieles
Versículos 20-21: “El que persevere con fe y haga mi voluntad, vencerá; y recibirá una herencia sobre la tierra cuando venga el día de la transfiguración.”
“Cuando la tierra sea transfigurada según el modelo que les fue mostrado a mis apóstoles sobre el monte, relato cuya plenitud todavía no habéis recibido.”
Estas promesas ofrecen esperanza a quienes perseveran en la fe. La herencia en la tierra transfigurada simboliza las bendiciones eternas para los justos.
“El que persevere con fe y haga mi voluntad, vencerá;”
La perseverancia en la fe y la obediencia son condiciones fundamentales para vencer las pruebas de la vida y alcanzar las promesas de Dios. La fe activa nos permite confiar en el Señor y actuar conforme a Su voluntad, incluso en momentos de dificultad.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “La perseverancia en la fe es esencial para nuestra salvación. Debemos mantenernos firmes y no rendirnos.” (“Perseverar hasta el fin”, Conferencia General, octubre de 2013).
Este principio nos anima a enfrentar las pruebas con fe y determinación, confiando en que la victoria espiritual es posible cuando seguimos al Salvador.
“Y recibirá una herencia sobre la tierra cuando venga el día de la transfiguración.”
Esta promesa alude al Milenio, cuando la tierra será transfigurada y purificada. Aquellos que han sido fieles recibirán una herencia terrenal gloriosa como parte del reino de Dios. Este concepto subraya la recompensa eterna para los justos.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “La transfiguración de la tierra será un tiempo de paz y justicia, reservado para los fieles que han seguido al Señor.” (“El recogimiento de Israel”, Conferencia General, octubre de 2018).
Este pasaje nos llena de esperanza, recordándonos que nuestra fidelidad será recompensada con una herencia en una tierra renovada y gloriosa.
“Cuando la tierra sea transfigurada según el modelo que les fue mostrado a mis apóstoles sobre el monte,”
Este versículo se refiere al evento del monte de la Transfiguración, donde Pedro, Santiago y Juan fueron testigos de la gloria divina de Cristo y de un anticipo de la transfiguración de la tierra en el Milenio. Este “modelo” simboliza la exaltación y pureza que la tierra alcanzará.
El élder Bruce R. McConkie escribió: “El monte de la Transfiguración fue un evento donde se mostró la gloria futura del Salvador y del mundo venidero.” (“Doctrina Mormona”, p. 456).
Este evento anticipa las bendiciones y el estado exaltado que los justos experimentarán en la tierra renovada, vinculando la transfiguración personal con la transformación global.
“Relato cuya plenitud todavía no habéis recibido.”
El Señor aclara que no toda la información sobre este evento ha sido revelada, lo que sugiere que hay más conocimiento divino por recibir en el futuro. Este versículo nos invita a buscar revelación continua y estar abiertos a aprender más sobre los misterios del reino.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El Señor revela Sus misterios a medida que estamos preparados para recibirlos.” (“Revelación para la iglesia, revelación para nuestra vida”, Conferencia General, abril de 2018).
Este principio nos motiva a vivir dignamente y buscar conocimiento adicional a través del Espíritu Santo, confiando en que Dios revelará más verdades a Su debido tiempo.
Estos versículos destacan la importancia de la perseverancia, la fe y la obediencia como caminos hacia la exaltación y las bendiciones eternas. También nos ofrecen una visión de la gloria futura de la tierra transfigurada y las herencias prometidas a los justos. Las enseñanzas modernas refuerzan que el Señor revela gradualmente Sus propósitos y que nuestra fidelidad es clave para recibir las bendiciones eternas. Este mensaje inspira esperanza, paciencia y dedicación a los mandamientos, recordándonos que los esfuerzos fieles serán recompensados en el tiempo del Señor.
5. El recogimiento en Sion debe hacerse con orden
Versículo 24: “Y ahora bien, he aquí, la voluntad del Señor vuestro Dios concerniente a sus santos es que se reúnan juntamente en la tierra de Sion, no con prisa, no sea que haya confusión, lo cual trae pestilencia.”
El Señor instruye a los santos a proceder con paciencia y orden al congregarse en Sion. El apresuramiento y la falta de preparación pueden llevar a confusión y problemas.
“Y ahora bien, he aquí, la voluntad del Señor vuestro Dios concerniente a sus santos”
El Señor revela que el recogimiento de los santos es Su voluntad. Esto refleja Su propósito eterno de reunir a Su pueblo en lugares santos para recibir Sus bendiciones y protección. El recogimiento no es solo físico, sino también espiritual, simbolizando la unidad en la fe y el compromiso con los convenios.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “El recogimiento de Israel es el evento más importante que ocurre en la tierra hoy en día.” (“El recogimiento de Israel”, Conferencia General, octubre de 2006).
Este pasaje nos recuerda que el recogimiento en Sion es central en el plan del Señor para preparar a Su pueblo para la Segunda Venida.
“Es que se reúnan juntamente en la tierra de Sion,”
El mandato de reunirse en Sion subraya la importancia de la comunidad de santos. Sion no es solo un lugar físico, sino un estado espiritual de pureza, unidad y consagración. El recogimiento en Sion es una preparación para el establecimiento del reino de Dios en la tierra.
El presidente Brigham Young enseñó: “Sion será el lugar donde los santos se reunirán para vivir en rectitud y prepararse para la venida del Salvador.” (“Discourses of Brigham Young”, p. 118).
Este principio nos invita a trabajar en la construcción de Sion tanto en nuestras vidas personales como en nuestras comunidades.
“No con prisa, no sea que haya confusión,”
El Señor advierte contra el apresuramiento y la falta de orden en el proceso del recogimiento. La prisa puede llevar a la confusión, y la confusión obstaculiza la obra del Señor. La paciencia y el orden son esenciales para cumplir con Sus propósitos divinos.
El presidente Dieter F. Uchtdorf dijo: “En la obra del Señor, el orden es fundamental. Actuar con prisa sin planificación trae caos en lugar de progreso.” (“Organización divina”, Conferencia General, abril de 2010).
Este pasaje nos enseña que el progreso espiritual y colectivo debe realizarse bajo la guía del Señor, con paciencia y cuidado.
“Lo cual trae pestilencia.”
La confusión que resulta de la prisa puede causar desorden físico, emocional y espiritual, lo que puede traer consecuencias negativas para el bienestar del pueblo del Señor. La “pestilencia” aquí puede interpretarse como problemas o adversidades que surgen de actuar sin la debida preparación.
El élder Neal A. Maxwell comentó: “El apresuramiento y la impaciencia pueden llevar a errores innecesarios y consecuencias desafortunadas en la obra del Señor.” (“El don del tiempo”, Conferencia General, octubre de 1986).
Este principio nos advierte sobre las consecuencias de actuar fuera de la dirección del Señor y nos recuerda que Su obra debe realizarse con cuidado y preparación.
Este versículo de Doctrina y Convenios 63 nos enseña la importancia del recogimiento de los santos bajo la guía del Señor. Nos invita a trabajar en la construcción de Sion con paciencia, orden y obediencia. Las enseñanzas modernas refuerzan que la prisa y la confusión pueden interrumpir la obra del Señor, mientras que actuar con fe y preparación garantiza Su bendición y éxito. Este mensaje es una invitación a confiar en el tiempo del Señor y a contribuir a la edificación de Sion con esfuerzo constante y guiado por el Espíritu.
6. Advertencia sobre las guerras y el derramamiento de sangre
Versículo 33: “He jurado en mi ira y he decretado guerras sobre la faz de la tierra, y los inicuos matarán a los inicuos, y el temor se apoderará de todo hombre.”
Este versículo advierte que las guerras son un resultado de la iniquidad, y el Señor las permite como parte de Su justicia. También destaca que los justos serán preservados según Su voluntad.
“He jurado en mi ira y he decretado guerras sobre la faz de la tierra,”
Este versículo refleja el juicio de Dios sobre un mundo lleno de iniquidad. Las guerras son una manifestación de la justicia divina, permitidas como consecuencia del pecado y la rebelión. Sin embargo, Dios no es la causa del conflicto, sino que estas guerras son el resultado de la elección humana y de la influencia de Satanás.
El élder M. Russell Ballard explicó: “Las guerras son a menudo el resultado de la iniquidad y la desobediencia colectiva. El arrepentimiento y la rectitud son el camino hacia la paz.” (“El plan del amor de Dios”, Conferencia General, octubre de 2016).
Este principio nos enseña que la justicia de Dios permite que las consecuencias del pecado colectivo se manifiesten en conflictos y destrucción, recordándonos la necesidad del arrepentimiento y la obediencia.
“Y los inicuos matarán a los inicuos,”
El Señor permite que los inicuos sean instrumentos de Su juicio sobre otros inicuos. Este principio refuerza la idea de que el mal lleva a la autodestrucción. Los actos de iniquidad provocan caos y violencia que no solo afectan a los justos, sino que también vuelven contra quienes los cometen.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “El mal destruye a aquellos que lo practican; es un camino de autodestrucción y desesperanza.” (“Con fe y esperanza en Cristo”, Conferencia General, abril de 1998).
Este versículo nos recuerda que las consecuencias del pecado y la iniquidad son inevitables y que solo alinear nuestras vidas con la voluntad de Dios podemos evitar este ciclo de destrucción.
“Y el temor se apoderará de todo hombre.”
El temor que se menciona aquí es una respuesta natural al caos y la incertidumbre generados por las guerras y la iniquidad. Sin embargo, aquellos que confían en el Señor y siguen Sus mandamientos pueden encontrar paz y consuelo, incluso en medio de la agitación mundial.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “La fe en Jesucristo nos libera del miedo, incluso en tiempos de prueba y dificultad.” (“No temáis, soy yo”, Conferencia General, octubre de 2015).
Aunque el temor es común en un mundo lleno de conflictos, este pasaje nos invita a fortalecer nuestra fe en Dios, quien nos ofrece paz y refugio en medio de la tormenta.
Este versículo de Doctrina y Convenios 63 resalta la justicia divina y las consecuencias del pecado colectivo. Las guerras y el caos son el resultado de la iniquidad, y el temor surge cuando las personas se alejan de la protección del Señor. Sin embargo, las enseñanzas modernas nos aseguran que la fe en Jesucristo puede proporcionar esperanza, fortaleza y consuelo en medio de la agitación. Este mensaje nos llama a vivir en rectitud, buscando la paz interior y exterior a través de una relación fiel con el Salvador.
7. La resurrección y el Milenio
Versículos 49-51: “Cuando el Señor venga, y las cosas viejas dejen de ser, y todas las cosas se tornen nuevas, se levantarán de los muertos y no morirán después, y recibirán una herencia ante el Señor en la ciudad santa.”
“Los niños crecerán hasta envejecer; los ancianos morirán; mas no dormirán en el polvo, antes serán cambiados en un abrir y cerrar de ojos.”
Estas promesas ofrecen una visión del Milenio y la resurrección, donde los justos disfrutarán de una vida transformada y eterna en la presencia del Señor.
“Cuando el Señor venga, y las cosas viejas dejen de ser, y todas las cosas se tornen nuevas,”
Este versículo describe el evento de la Segunda Venida de Cristo, cuando el mundo será renovado y transformado para alinearse con el propósito divino. Las “cosas viejas” representan el estado caído de la humanidad y la creación, mientras que las “cosas nuevas” reflejan un mundo purificado, lleno de paz y rectitud.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “La Segunda Venida de Cristo marcará el comienzo de una era de justicia y paz, donde todas las cosas serán restauradas en su pureza y gloria.” (“Prepararnos para Su venida”, Conferencia General, abril de 2019).
Este pasaje nos llena de esperanza, ya que anuncia la renovación completa del mundo y la culminación del plan de salvación.
“Se levantarán de los muertos y no morirán después, y recibirán una herencia ante el Señor en la ciudad santa.”
Este versículo se refiere a la resurrección de los justos, quienes serán restaurados a una condición glorificada e inmortal. Su herencia en la “ciudad santa” simboliza la exaltación y la morada eterna con el Señor.
El presidente Dallin H. Oaks explicó: “La resurrección es el don universal del Salvador para toda la humanidad, pero la gloria de la resurrección depende de nuestra fidelidad.” (“La resurrección y el juicio”, Conferencia General, abril de 2000).
Este principio nos motiva a vivir con rectitud, sabiendo que nuestra herencia eterna está directamente relacionada con nuestra obediencia a los mandamientos.
“Los niños crecerán hasta envejecer;”
Durante el Milenio, las condiciones terrenales serán distintas. Este versículo implica que los niños que nacen durante esa época tendrán la oportunidad de crecer, desarrollarse y alcanzar su potencial en un entorno perfecto y lleno de paz.
El presidente Joseph Fielding Smith enseñó: “Durante el Milenio, el crecimiento y desarrollo de los niños ocurrirá en un entorno donde la influencia de Satanás estará ausente.” (“Doctrinas de Salvación”, tomo 1, p. 86).
Este pasaje muestra que el Milenio será un tiempo de gran bendición, donde los niños crecerán en un ambiente de rectitud y gozo.
“Los ancianos morirán; mas no dormirán en el polvo, antes serán cambiados en un abrir y cerrar de ojos.”
Los ancianos que vivan durante el Milenio no experimentarán una muerte tradicional. En lugar de ello, serán transformados instantáneamente de un estado mortal a un estado inmortal, eliminando el sufrimiento asociado con la muerte. Esto refleja la condición exaltada del mundo durante el Milenio.
El élder Bruce R. McConkie explicó: “La transformación del estado mortal al inmortal durante el Milenio será un cumplimiento del plan de salvación en su máxima expresión.” (“Mormon Doctrine”, p. 490).
Este versículo resalta la gracia y misericordia del Señor al proporcionar una transición gloriosa para Sus hijos fieles en ese tiempo.
Estos versículos ofrecen una visión inspiradora del Milenio y la resurrección, describiendo un tiempo en el que la justicia y la paz prevalecerán. Las enseñanzas modernas confirman que la transformación de la tierra y de los individuos será un cumplimiento del plan de salvación, y que los justos disfrutarán de una existencia exaltada y llena de gloria. Este mensaje nos anima a vivir con fe y esperanza, preparándonos para participar en estas bendiciones eternas.
8. Advertencia contra usar el nombre del Señor en vano
Versículo 62: “Porque he aquí, de cierto os digo, que hay muchos que están bajo esta condenación, que toman el nombre del Señor y lo usan en vano sin tener autoridad.”
Este versículo subraya la seriedad de tratar el nombre del Señor con reverencia. También advierte que sólo quienes actúan con Su autoridad pueden representarlo sin caer bajo condenación.
“Porque he aquí, de cierto os digo, que hay muchos que están bajo esta condenación,”
El Señor señala que aquellos que toman Su nombre en vano enfrentan una condenación espiritual. Esto enfatiza la seriedad de tratar las cosas sagradas con reverencia. Tomar el nombre de Dios de manera inapropiada, especialmente sin autoridad, implica una falta de respeto y puede llevar a un juicio severo.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El uso del nombre del Señor exige reverencia y respeto, porque Su nombre representa Su misión, Su autoridad y Su sacrificio.” (“Venid al Salvador”, Conferencia General, abril de 1997).
Este pasaje nos recuerda que nuestras palabras y acciones deben reflejar reverencia hacia el Señor y Su obra divina.
“Que toman el nombre del Señor y lo usan en vano”
Usar el nombre del Señor en vano incluye emplearlo sin propósito sagrado, de manera frívola o en situaciones inapropiadas. También se refiere a asumir el nombre del Señor sin vivir según Sus enseñanzas, lo que es una forma de hipocresía.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “El tercer mandamiento, no tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano, es un recordatorio de que Su nombre debe ser usado con respeto y propósito.” (“Mantén viva tu fe”, Conferencia General, octubre de 1995).
Este principio subraya la importancia de respetar el nombre del Señor no solo en nuestras palabras, sino también en nuestras acciones.
“Sin tener autoridad.”
El uso del nombre del Señor requiere autoridad divina. Los profetas, apóstoles y líderes de la Iglesia tienen la autoridad para actuar en Su nombre. Usar el nombre del Señor sin esta autoridad es un acto de usurpación y una falta de respeto hacia Su sacerdocio.
El élder Dallin H. Oaks enseñó: “La autoridad para hablar y actuar en el nombre de Dios viene exclusivamente a través de Su sacerdocio y aquellos debidamente ordenados y designados.” (“La autoridad del sacerdocio en la Iglesia restaurada”, Conferencia General, abril de 2014).
Este pasaje resalta que debemos respetar las ordenanzas y estructuras establecidas por el Señor para actuar en Su nombre.
Este versículo subraya la importancia de tratar el nombre del Señor con la máxima reverencia y respeto, recordando que Su uso no autorizado o irreverente conlleva condenación. Las enseñanzas modernas refuerzan que las cosas sagradas, incluido el nombre de Dios, deben ser manejadas con dignidad y bajo la autoridad apropiada. Este mensaje nos invita a reflexionar sobre cómo nuestras palabras y acciones reflejan nuestro respeto hacia el Señor y Su misión. Nos motiva a vivir con rectitud y reverencia, asegurándonos de honrar el nombre de Dios en todas las circunstancias.
9. Día de amonestación y preparación
Versículo 58: “Porque este es un día de amonestación y no de muchas palabras. Porque yo, el Señor, no seré burlado en los últimos días.”
Este versículo enfatiza que vivimos en un tiempo de preparación para el regreso de Cristo. El Señor advierte que Sus mandamientos deben tomarse en serio y que las consecuencias son reales.
“Porque este es un día de amonestación y no de muchas palabras.”
El Señor declara que el tiempo en el que vivimos es un período en el que Su voz y advertencias son claras y urgentes. Este “día de amonestación” refleja la necesidad de actuar y prepararnos para los acontecimientos venideros, en lugar de simplemente escuchar sin responder. La revelación y las advertencias del Señor están diseñadas para motivar al arrepentimiento y la obediencia.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “Las palabras de los profetas de hoy son una amonestación clara para prepararnos espiritualmente y permanecer firmes en la verdad.” (“Escucha a los profetas”, Conferencia General, abril de 2018).
Este principio nos llama a tomar en serio las palabras del Señor y actuar sobre Sus enseñanzas, en lugar de postergar nuestra obediencia.
“Porque yo, el Señor, no seré burlado en los últimos días.”
El Señor advierte que nadie puede ignorar o desobedecer Sus mandamientos sin enfrentar las consecuencias. Su justicia prevalecerá, y aquellos que intenten burlarse de Su obra o de Sus profetas encontrarán Su juicio. Esto subraya la seriedad de tratar Su evangelio con reverencia y compromiso.
El presidente Gordon B. Hinckley declaró: “No podemos burlarnos de Dios ni tomar a la ligera Sus enseñanzas sin enfrentar las consecuencias eternas.” (“Una voz de amonestación”, Conferencia General, octubre de 1999).
Este pasaje nos recuerda que la justicia de Dios es segura y que debemos vivir con integridad y devoción, evitando cualquier actitud que trivialice Sus mandamientos.
Este versículo de Doctrina y Convenios 63 nos llama a reconocer la importancia del tiempo en el que vivimos. Es un día de preparación y advertencia, donde el Señor nos insta a actuar con fe y obediencia. Nos recuerda que la justicia de Dios es inmutable y que nuestras acciones tienen consecuencias eternas. Las enseñanzas modernas subrayan que este es un momento para ser activos en nuestra fe, preparar nuestras vidas para la Segunda Venida y honrar al Señor en todas las cosas. Este mensaje nos inspira a vivir con seriedad, humildad y un compromiso renovado con el evangelio.























