Doctrina y Convenios
Sección 66
Contexto Histórico
A finales de octubre de 1831, William E. McLellin llegó a Hiram, Ohio, buscando respuestas espirituales. William, un converso reciente a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, había experimentado una transformación significativa al aceptar el Evangelio restaurado. A pesar de ello, tenía inquietudes personales y espirituales que deseaba resolver. Sin compartir sus preguntas específicas con nadie, decidió poner a prueba al profeta José Smith para ver si este podía recibir respuestas a cinco preguntas que había formulado en secreto al Señor.
En ese tiempo, José Smith estaba profundamente ocupado con la obra de la Restauración, incluida la preparación de los santos para sus responsabilidades en Sion y la predicación del Evangelio. En respuesta a la solicitud de McLellin, José consultó al Señor, quien dio una revelación que abordó no solo las preguntas secretas de William, sino también sus desafíos personales y su misión futura. Esta revelación, registrada como la Sección 66 de Doctrina y Convenios, fortaleció la fe de McLellin en la autoridad profética de José Smith.
La revelación comienza con una bendición para William E. McLellin, reconociendo su arrepentimiento y aceptación del Evangelio. Sin embargo, el Señor también le señaló áreas específicas en las que necesitaba mejorar. A pesar de haber recibido el convenio sempiterno —la plenitud del Evangelio restaurado—, McLellin aún debía arrepentirse completamente de ciertas cosas que no complacían al Señor.
El Señor le mostró Su voluntad para su vida, llamándolo a proclamar el Evangelio en las tierras del este, testificando en todo lugar y razonando con la gente. Este llamado misional no solo era una respuesta a su deseo de servir, sino también una oportunidad para que McLellin fortaleciera su fe y superara sus debilidades personales.
El Señor dio a McLellin instrucciones específicas para su misión, incluyendo trabajar junto con Samuel H. Smith, hermano del Profeta, quien debía acompañarlo. Se le recordó que el Señor estaría con ellos, fortaleciendo su esfuerzo conjunto.
La revelación también contenía advertencias claras. Se le instó a abandonar toda iniquidad y se le advirtió específicamente sobre una tentación persistente: el adulterio. Esta mención directa no solo evidenció el conocimiento divino de sus luchas personales, sino que también sirvió como una guía y un llamado al arrepentimiento.
El Señor prometió bendiciones a McLellin si perseveraba en su ministerio y se mantenía fiel: una corona de vida eterna y un lugar a la diestra del Padre. Esta promesa fue una reafirmación del amor y la misericordia del Señor, quien siempre está dispuesto a guiar y redimir a quienes buscan Su ayuda.
La revelación dada a McLellin es un ejemplo poderoso de cómo el Señor responde a las oraciones sinceras y dirige a Sus hijos individualmente. También refuerza la autoridad profética de José Smith, quien recibió detalles precisos que respondían directamente a las preguntas secretas de William.
A través de esta revelación, el Señor demostró Su interés personal en los desafíos individuales de Sus seguidores, pero también Su expectativa de que ellos vivan conforme a Su voluntad. Al hacerlo, el Señor no solo abordó las inquietudes personales de McLellin, sino que también le dio una visión de su potencial y su papel en la edificación del Reino.
La Sección 66 subraya la relación personal y reveladora que Dios desea tener con Sus hijos. Este episodio histórico también muestra cómo la obediencia y el arrepentimiento conducen a mayores oportunidades para servir y recibir bendiciones eternas. Aunque William E. McLellin enfrentaría dificultades más adelante en su vida, esta revelación es un recordatorio de que Dios siempre está dispuesto a guiarnos y fortalecer nuestra fe cuando buscamos Su voluntad con sinceridad.
La Sección 66 aborda temas esenciales como el arrepentimiento, el llamado misional, la superación de la tentación y las bendiciones de la fidelidad. Cada versículo resalta el amor del Señor al guiar a Sus hijos y ofrecerles la oportunidad de mejorar y progresar espiritualmente. La revelación a William E. McLellin es un recordatorio de que el Señor conoce nuestras necesidades individuales y nos da las herramientas para cumplir con nuestro potencial eterno.
1. Arrepentimiento y la plenitud del Evangelio
Versículo 2: “De cierto te digo, bendito eres por haber recibido mi convenio sempiterno, sí, la plenitud de mi evangelio, enviado a los hijos de los hombres para que tengan vida y lleguen a ser partícipes de las glorias que serán reveladas en los postreros días, como lo escribieron los profetas y los apóstoles en días antiguos.”
Este versículo destaca la bendición de recibir el convenio sempiterno, la plenitud del Evangelio restaurado. Nos recuerda que este convenio trae no solo vida eterna, sino también la oportunidad de participar en las glorias del Reino de Dios. Aceptar este convenio implica vivir conforme a los mandamientos y seguir el plan de Dios.
El élder Jeffrey R. Holland explicó: “El Evangelio restaurado es la plenitud de todo lo que el Señor desea dar a Sus hijos, para que puedan regresar a Su presencia” (Conferencia General, abril de 2006).
“De cierto te digo, bendito eres por haber recibido mi convenio sempiterno,”
El “convenio sempiterno” se refiere al convenio eterno que Dios ha establecido con Sus hijos, el cual se centra en la plenitud del Evangelio restaurado. Aceptar este convenio es una expresión de fe y compromiso con el plan de salvación. Es una bendición que no solo nos conecta con Dios, sino que también nos proporciona el marco para vivir de manera digna y alcanzar las promesas eternas.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Los convenios no solo son acuerdos entre nosotros y Dios; son un reconocimiento de Su amor por nosotros y Su deseo de darnos todo lo que tiene” (Conferencia General, abril de 2006).
Aceptar el convenio sempiterno implica un compromiso profundo de vivir de acuerdo con las leyes y ordenanzas del Evangelio.
“Sí, la plenitud de mi evangelio,”
La “plenitud del Evangelio” se refiere a la totalidad de las enseñanzas, ordenanzas y principios restaurados por medio de José Smith, incluyendo las llaves del sacerdocio y los convenios sagrados que conducen a la exaltación. Esta plenitud había estado ausente de la tierra durante la Gran Apostasía, pero fue restaurada en estos últimos días para bendecir a toda la humanidad.
El presidente Russell M. Nelson explicó: “La restauración de la plenitud del Evangelio significa que tenemos acceso a todo lo necesario para regresar a la presencia de Dios y ser como Él” (Conferencia General, abril de 2020).
El Evangelio restaurado no está incompleto ni fragmentado, sino que contiene todo lo que necesitamos para nuestra salvación y exaltación.
“Enviado a los hijos de los hombres para que tengan vida”
El propósito principal del Evangelio es otorgar vida en su sentido más completo: vida eterna y abundante. El Salvador enseñó: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Esto implica no solo existencia física, sino también gozo, propósito y la posibilidad de regresar a la presencia de Dios.
El élder D. Todd Christofferson declaró: “El Evangelio de Jesucristo da significado y dirección a nuestras vidas, ayudándonos a encontrar la verdadera felicidad ahora y la vida eterna después” (Conferencia General, abril de 2015).
El Evangelio es el medio por el cual experimentamos la plenitud de la vida tanto en esta existencia como en la venidera.
“Y lleguen a ser partícipes de las glorias que serán reveladas en los postreros días,”
El Evangelio nos prepara para recibir las glorias eternas prometidas a los fieles. Estas glorias incluyen la exaltación, la comunión con Dios y la participación en la obra divina. En los últimos días, el Señor está revelando grandes verdades, muchas de las cuales estaban ocultas, para preparar a Su pueblo para Su regreso.
El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Dios nos invita a participar de Su gloria al vivir de acuerdo con Su plan eterno y al recibir las bendiciones de los convenios y las ordenanzas del Evangelio” (Conferencia General, octubre de 1978).
Estas glorias no son abstractas, sino promesas concretas que se cumplen al vivir fielmente.
“Como lo escribieron los profetas y los apóstoles en días antiguos.”
Este fragmento señala la continuidad del Evangelio a lo largo de la historia. Los profetas y apóstoles antiguos profetizaron la restauración de la plenitud del Evangelio y testificaron de las bendiciones que vendrían en los últimos días. La Restauración es el cumplimiento de esas profecías.
El élder Dieter F. Uchtdorf explicó: “La Restauración de la plenitud del Evangelio no es un evento aislado, sino el cumplimiento de profecías dadas por Dios desde el principio del tiempo” (Conferencia General, abril de 2014).
Esto conecta la obra de los últimos días con los propósitos eternos de Dios revelados a través de Sus siervos a lo largo de las dispensaciones.
Este versículo encapsula la esencia del plan de salvación y la obra de la Restauración. Al aceptar el convenio sempiterno y vivir de acuerdo con la plenitud del Evangelio, los hijos de Dios acceden a las bendiciones de la vida eterna y se preparan para las glorias prometidas en los últimos días. También destaca el cumplimiento de las profecías antiguas, mostrando que el plan de Dios es coherente y continuo.
El presidente Russell M. Nelson resumió: “El Evangelio restaurado de Jesucristo no solo es verdadero; es completo. Nos permite encontrar significado, propósito y felicidad en esta vida y prepararnos para la eternidad” (Conferencia General, abril de 2020).
En conclusión, este versículo nos invita a reflexionar sobre el privilegio de recibir la plenitud del Evangelio y la responsabilidad de vivir conforme a sus enseñanzas para alcanzar las promesas eternas de Dios.
2. Corrección divina y el llamado al arrepentimiento
Versículo 3: “De cierto te digo, mi siervo William, te encuentras limpio, mas no del todo; arrepiéntete, pues, de las cosas que no me complacen, dice el Señor, porque él te las mostrará.”
Este versículo refleja el amor del Señor al corregir a aquellos que desea guiar. Aunque William E. McLellin había hecho progresos espirituales, el Señor le recordó que aún necesitaba arrepentirse de ciertos errores. Esto subraya la naturaleza continua del arrepentimiento como parte esencial del progreso espiritual.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El arrepentimiento es un proceso continuo y un don del Señor que nos permite alinearnos con Su voluntad y recibir Su gracia” (Conferencia General, abril de 2019).
“De cierto te digo, mi siervo William, te encuentras limpio, mas no del todo;”
El Señor reconoce los esfuerzos de William E. McLellin por arrepentirse y vivir el Evangelio, pero también señala que aún tiene áreas de mejora. Esto refleja la naturaleza continua del arrepentimiento y el progreso espiritual. Aunque podemos hacer mucho bien, siempre hay aspectos que necesitan purificación y alineación con la voluntad de Dios.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El Señor ama a cada uno de nosotros a pesar de nuestras imperfecciones y siempre nos invita a mejorar, a ser más como Él y a acercarnos más a Su luz” (Conferencia General, octubre de 2019).
Esta frase destaca que el estado de limpieza es un proceso progresivo y no un logro inmediato.
“Arrepiéntete, pues, de las cosas que no me complacen,”
El llamado al arrepentimiento es una invitación al cambio y a la mejora continua. Dios muestra Su amor al llamarnos a dejar atrás nuestras debilidades y pecados para poder recibir Sus bendiciones. El arrepentimiento es un principio esencial del Evangelio, que nos permite reconciliarnos con Dios y avanzar hacia la vida eterna.
El élder Dieter F. Uchtdorf explicó: “El arrepentimiento no es un castigo; es el camino hacia la libertad, la felicidad y la paz duraderas” (Conferencia General, abril de 2013).
Este mandato es un recordatorio de que el arrepentimiento es un regalo que nos capacita para superar nuestras debilidades.
“Dice el Señor, porque él te las mostrará.”
El Señor promete guiar a William al mostrarle las áreas específicas que necesitan corrección. Esto refleja la naturaleza personal y reveladora del arrepentimiento: Dios nos ayuda a identificar nuestras faltas a través de Su Espíritu, permitiéndonos saber exactamente qué debemos cambiar para estar más en armonía con Su voluntad.
El presidente Henry B. Eyring enseñó: “Cuando pedimos al Señor que nos muestre nuestras debilidades, Su Espíritu puede revelarnos con claridad las cosas que debemos corregir para alinearnos con Su plan” (Conferencia General, abril de 2007).
El Señor no solo nos invita al arrepentimiento, sino que también nos proporciona las herramientas para identificar y superar nuestros desafíos espirituales.
Este versículo encapsula la misericordia y la justicia del Señor. Aunque William E. McLellin había progresado espiritualmente, el Señor le recuerda que el camino hacia la perfección es continuo y requiere humildad y disposición para arrepentirse. El llamado al arrepentimiento es una expresión del amor de Dios, quien desea que todos Sus hijos sean purificados y alcancen Su presencia.
El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “El arrepentimiento es un proceso divino que nos permite alinear nuestras vidas con la voluntad de Dios y recibir Su gracia en plenitud” (El Milagro del Perdón, p. 326).
En conclusión, este versículo nos recuerda que el arrepentimiento no es un evento único, sino un proceso continuo que nos purifica y nos acerca a Dios. El Señor está dispuesto a mostrarnos nuestras debilidades para que podamos superarlas con Su ayuda, siempre guiados por Su amor y Su deseo de que alcancemos la vida eterna.
3. El llamado misional
Versículo 5: “He aquí, de cierto te digo, es mi voluntad que proclames mi evangelio de tierra en tierra, y de ciudad en ciudad, sí, en las regiones circunvecinas donde no se haya proclamado.”
Este versículo enfatiza la responsabilidad de los discípulos de Cristo de llevar Su Evangelio a aquellos que no lo han recibido. El llamado a predicar de “tierra en tierra” refleja la misión global de la Iglesia, que sigue siendo relevante hoy en día.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “Cada uno de nosotros puede ser un misionero, al compartir el Evangelio con nuestros amigos, familiares y aquellos que buscan la verdad” (Conferencia General, abril de 2005).
“He aquí, de cierto te digo,”
La frase introductoria subraya que el mensaje proviene directamente del Señor, marcando su carácter divino y su importancia. El uso de “de cierto te digo” enfatiza la solemnidad y la verdad del mandato, lo que refuerza que este llamado no es opcional, sino una responsabilidad sagrada para quien lo recibe.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Cuando el Señor habla, debemos escuchar y actuar con fe, sabiendo que Sus palabras están llenas de verdad y propósito eterno” (Conferencia General, abril de 2018).
La revelación directa es una manifestación del amor de Dios, quien guía a Sus hijos de manera personal y específica.
“Es mi voluntad que proclames mi evangelio”
El mandato de proclamar el Evangelio refleja la misión central de la Iglesia y de cada discípulo de Cristo. La predicación del Evangelio es el medio por el cual se invita a todos a venir a Cristo, recibir Sus ordenanzas salvadoras y participar en el plan de salvación. Este llamado implica responsabilidad, esfuerzo y fe para compartir la verdad.
El élder David A. Bednar explicó: “La proclamación del Evangelio no es solo una tarea asignada a los misioneros de tiempo completo. Es una responsabilidad sagrada de todos los miembros del Reino de Dios” (Conferencia General, octubre de 2008).
Predicar el Evangelio no solo bendice a quienes lo escuchan, sino también a quienes lo proclaman, fortaleciendo su testimonio.
“De tierra en tierra, y de ciudad en ciudad,”
Este llamado misional es expansivo, indicando que el Evangelio debe ser llevado a todos los rincones de la tierra. La repetición refuerza el carácter universal de la obra misional, recordando que el mensaje de salvación no está limitado a una región o pueblo, sino destinado a todas las naciones.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “El Evangelio restaurado es un mensaje universal. Su luz debe brillar en todo el mundo, alcanzando a todos aquellos que buscan la verdad” (Conferencia General, abril de 1995).
La obra de compartir el Evangelio no tiene fronteras y está en constante expansión.
“Sí, en las regiones circunvecinas donde no se haya proclamado.”
El énfasis en las “regiones circunvecinas donde no se haya proclamado” refleja la importancia de llegar a aquellos que aún no han escuchado el Evangelio. Este mandato resalta la prioridad de llevar el mensaje a nuevos lugares y personas, asegurando que todos tengan la oportunidad de aceptar el plan de salvación.
El élder Dieter F. Uchtdorf declaró: “Debemos buscar a aquellos que no han oído el mensaje restaurado de Jesucristo y extenderles la invitación de venir a Él” (Conferencia General, octubre de 2013).
La obra misional no solo consiste en fortalecer a los santos, sino también en alcanzar a los que aún no conocen la verdad.
Este versículo encapsula la visión universal del Evangelio restaurado y el llamado divino a compartirlo con todos los hijos de Dios. El mandato de predicar de “tierra en tierra” y en “regiones circunvecinas” subraya la necesidad de expandir constantemente la obra misional, llegando a aquellos que aún no han recibido la oportunidad de escuchar el mensaje de salvación.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “La obra misional es una manifestación del amor de Dios por Sus hijos. Al compartir el Evangelio, ayudamos a cumplir Su propósito eterno de llevar a todos Sus hijos a casa” (Conferencia General, abril de 2010).
En conclusión, este versículo nos recuerda la responsabilidad sagrada de llevar el Evangelio a todos los lugares posibles. Este esfuerzo no solo bendice a quienes escuchan el mensaje, sino también a quienes lo proclaman, fortaleciendo su fe y cumpliendo con la voluntad del Señor en los últimos días.
4. Superar la tentación
Versículo 10: “Procura no verte abrumado. Abandona toda iniquidad. No cometas adulterio: una tentación que te ha molestado.”
Este versículo muestra el conocimiento personal del Señor sobre las luchas de cada individuo. La advertencia específica a McLellin destaca la importancia de reconocer las tentaciones y buscar la fortaleza divina para superarlas. También subraya la gravedad del adulterio y su impacto en la vida espiritual.
El élder Richard G. Scott enseñó: “El Señor conoce nuestras debilidades y nos da poder para superarlas si confiamos en Él y buscamos Su ayuda con sinceridad” (Conferencia General, abril de 2013).
“Procura no verte abrumado.”
El Señor aconseja a William E. McLellin que no se deje abrumar por los desafíos y las responsabilidades de la vida. Este consejo subraya la importancia de confiar en Dios, priorizar lo esencial y no permitir que las preocupaciones del mundo nos desanimen o desvíen de nuestra misión espiritual.
El presidente Dieter F. Uchtdorf enseñó: “A menudo sentimos que tenemos que hacerlo todo, pero el Señor no espera que llevemos toda la carga solos. Él está dispuesto a ayudarnos si acudimos a Él en fe” (Conferencia General, abril de 2010).
Este consejo nos recuerda que al confiar en el Señor y buscar Su guía, podemos encontrar paz incluso en medio de las pruebas.
“Abandona toda iniquidad.”
El arrepentimiento completo requiere el abandono de todo pecado, no solo de aquellos que consideramos más graves. Este mandato enfatiza que Dios no tolera ninguna forma de pecado en nuestras vidas y que solo al esforzarnos por eliminar toda iniquidad podemos recibir la plenitud de Sus bendiciones.
El presidente Spencer W. Kimball declaró: “El verdadero arrepentimiento implica abandonar el pecado por completo y no volver a él. Solo entonces podemos recibir el perdón pleno del Señor” (El Milagro del Perdón, p. 173).
Abandonar toda iniquidad es un requisito esencial para la purificación y el progreso espiritual.
“No cometas adulterio: una tentación que te ha molestado.”
El Señor aborda directamente una tentación específica que William enfrentaba, demostrando Su conocimiento personal de nuestras luchas. El adulterio, como un grave pecado contra la ley de castidad, tiene profundas consecuencias espirituales, emocionales y sociales. El Señor nos insta a resistir estas tentaciones y vivir de manera moralmente limpia.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “La ley de castidad es un principio eterno que protege nuestra pureza, nuestra felicidad y nuestra relación con Dios. Resistir la tentación es posible con la ayuda divina” (Conferencia General, octubre de 1998).
El llamado del Señor a evitar el adulterio destaca la necesidad de pureza moral para permanecer en Su presencia y recibir Sus bendiciones.
Este versículo combina una advertencia práctica y espiritual, resaltando la necesidad de equilibrio emocional, arrepentimiento sincero y pureza moral. Dios demuestra Su amor al dirigirnos personalmente hacia un camino de mayor rectitud y fortaleza espiritual.
El presidente Thomas S. Monson dijo: “El Señor conoce nuestras luchas y nos dará la fuerza para superarlas si nos volvemos a Él con fe y humildad” (Conferencia General, abril de 2013).
En conclusión, este versículo es un recordatorio de que el Señor conoce nuestras debilidades individuales y nos brinda instrucciones específicas para superarlas. Al confiar en Su guía, podemos evitar sentirnos abrumados, abandonar toda iniquidad y vivir vidas de pureza y propósito. Estas acciones no solo nos preparan para enfrentar nuestras tentaciones, sino también para recibir las bendiciones prometidas de paz y vida eterna.
5. Promesas eternas por la fidelidad
Versículo 12: “Persevera en estas cosas hasta el fin, y tendrás una corona de vida eterna a la diestra de mi Padre, que es lleno de gracia y de verdad.”
Este versículo destaca la promesa de una recompensa eterna para aquellos que permanecen fieles y perseveran en su servicio al Señor. La “corona de vida eterna” simboliza la exaltación y la bendición de vivir en la presencia de Dios.
El presidente Spencer W. Kimball declaró: “La perseverancia hasta el fin es esencial para recibir las bendiciones más grandes que el Señor tiene preparadas para Sus hijos” (Conferencia General, octubre de 1977).
“Persevera en estas cosas hasta el fin,”
La perseverancia hasta el fin es un principio esencial del Evangelio. No basta con empezar bien; debemos mantener nuestra fe y obediencia a lo largo de nuestra vida, enfrentando pruebas y desafíos con firmeza y confianza en el Señor. Este mandato enfatiza la constancia como requisito para alcanzar la vida eterna.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “La perseverancia no es simplemente una sugerencia en el Evangelio; es una condición necesaria para recibir las bendiciones eternas prometidas por el Señor” (Conferencia General, abril de 2014).
El acto de perseverar implica depender continuamente del Señor y vivir conforme a Sus enseñanzas, incluso en tiempos difíciles.
“Y tendrás una corona de vida eterna”
La “corona de vida eterna” simboliza la exaltación, el estado más elevado de gloria en el reino celestial. Esta promesa está reservada para aquellos que son fieles, perseveran y se mantienen en el camino del discipulado. Representa la victoria final sobre el pecado y la muerte, lograda a través de Cristo.
El presidente Spencer W. Kimball explicó: “La corona de vida eterna es la culminación de todo lo que Dios desea para nosotros: vivir en Su presencia y participar de Su gloria para siempre” (Conferencia General, octubre de 1978).
Esta promesa es un recordatorio de las bendiciones eternas que esperan a los fieles que se esfuerzan por guardar sus convenios.
“A la diestra de mi Padre,”
Estar a la diestra del Padre es una expresión que denota honor, confianza y una posición de gran privilegio en el reino celestial. Este lenguaje sugiere que los fieles que perseveran compartirán en la gloria y poder de Dios, siendo coherederos con Cristo.
El apóstol Pablo escribió: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Romanos 8:16-17).
Este versículo subraya que el discipulado fiel lleva a una herencia eterna junto a Dios y Su Hijo.
“Que es lleno de gracia y de verdad.”
Dios, como fuente de toda gracia y verdad, garantiza que Sus promesas son justas y eternas. Su gracia nos capacita para perseverar y Su verdad asegura que Su plan de salvación es firme y fiable. Confiar en Su naturaleza perfecta nos fortalece en nuestro camino hacia la exaltación.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “La gracia de Dios es el poder por el cual superamos nuestras debilidades y alcanzamos nuestras metas eternas; Su verdad es la luz que guía nuestro camino” (Conferencia General, abril de 2018).
Esta descripción del Padre refuerza nuestra confianza en Su capacidad de cumplir todas Sus promesas.
Este versículo encapsula el camino del discipulado: perseverar con fe y obediencia, confiando en la gracia y verdad de Dios, hasta alcanzar la corona de vida eterna. Nos recuerda que el Señor recompensa abundantemente a quienes perseveran, no solo con paz en esta vida, sino con una herencia eterna a Su lado.
El presidente Thomas S. Monson expresó: “El camino del discipulado puede ser arduo, pero las recompensas son eternas. La corona de vida eterna espera a todos aquellos que sigan adelante con fe hasta el fin” (Conferencia General, abril de 2012).
En conclusión, este versículo nos invita a mantenernos firmes en nuestra fe y obediencia, recordándonos que las bendiciones prometidas del Padre son seguras y gloriosas para quienes perseveran hasta el fin. La corona de vida eterna no es solo un premio, sino el cumplimiento del propósito eterno de Dios para Sus hijos.
Nota: “Si tienes un versículo en particular sobre el que deseas profundizar, házmelo saber y con gusto te proporcionaré más información al respecto.” En Deja un comentario
























