Doctrina y Convenios Sección 79

Doctrina y Convenios
Sección 79


Contexto Histórico

En marzo de 1832, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días estaba en sus primeros años de organización y expansión. José Smith, el Profeta, dirigía la obra desde Hiram, Ohio, un lugar que servía como centro de revelación y administración de la Iglesia. En este contexto, la predicación del evangelio era una prioridad crucial para cumplir con el mandato divino de llevar el mensaje de la Restauración a todas las naciones.

Uno de los misioneros destacados de esta época fue Jared Carter, quien había sido bautizado en 1831 y poco después fue llamado a servir en varias misiones. Había demostrado gran éxito en compartir el evangelio, llevando a la conversión a muchos, incluidos miembros influyentes como John Tanner, quien más tarde desempeñaría un papel importante en el sostenimiento financiero de la Iglesia. Esta revelación específica, dada el 12 de marzo de 1832, renueva su llamado a predicar en las tierras del este, reiterando la confianza del Señor en su fidelidad y capacidad.

La Sección 79 refleja la estructura de las misiones en los primeros días de la Iglesia. Los misioneros eran enviados con fe, sin mucha preparación material, confiando plenamente en el poder del Espíritu Santo y en la providencia de Dios. En este caso, Jared Carter fue llamado a predicar “de un lugar a otro, y de ciudad en ciudad,” una práctica común que permitía a los misioneros seguir la guía del Espíritu y encontrar a aquellos preparados para recibir el evangelio.

El Señor promete enviar al Consolador, el Espíritu Santo, para enseñar a Jared Carter “la verdad y el camino que debe seguir.” Esta guía personal fue esencial para los misioneros, quienes enfrentaban desafíos significativos como persecución, rechazo y las dificultades de viajar largas distancias con recursos limitados.

El versículo 3 contiene una promesa simbólica: “lo coronaré de nuevo con gavillas.” En el contexto agrícola de la época, las gavillas representaban los frutos de la cosecha, una metáfora que simboliza las almas que Jared Carter ayudaría a convertir al evangelio. Esto demuestra que el éxito en la obra misional no solo depende de la habilidad humana, sino también de la fidelidad y la guía divina.

En el último versículo, el Señor anima a Jared Carter a regocijarse y no temer, reafirmando que Jesús mismo lo respalda en su labor. Este mensaje no solo fortaleció a Jared Carter, sino que también ofreció consuelo y motivación a otros misioneros que enfrentaban circunstancias similares.

La misión de Jared Carter tuvo un impacto significativo en el crecimiento temprano de la Iglesia. Fue un ejemplo de cómo los misioneros dedicados y fieles pudieron llevar el evangelio a muchas personas en un período de tiempo relativamente corto. Sus esfuerzos reflejan el espíritu pionero de los primeros santos, quienes, a pesar de las dificultades, cumplieron con los mandamientos del Señor con fe y determinación.

La Sección 79 es un testimonio del apoyo divino para aquellos llamados a predicar el evangelio. Refleja la fe y el sacrificio de los primeros misioneros, así como las promesas del Señor de guiar y bendecir a Sus siervos fieles. Este llamado personal a Jared Carter es representativo de la confianza que Dios deposita en todos aquellos que se esfuerzan por avanzar Su obra, asegurándoles que Su Espíritu estará con ellos para guiar y fortalecer su labor.

La Sección 79 destaca la importancia de la obra misional, el papel fundamental del Espíritu Santo como guía, y las bendiciones eternas prometidas a los siervos fieles. Estos versículos reflejan principios universales del evangelio que siguen siendo aplicables hoy, inspirando a los santos a cumplir con sus responsabilidades con fe, gratitud y confianza en las promesas del Señor.


Versículo 1: “De cierto te digo, que es mi voluntad que mi siervo Jared Carter vaya otra vez a las tierras del este, de un lugar a otro, y de ciudad en ciudad, mediante el poder de la ordenación con que ha sido ordenado, para proclamar alegres nuevas de gran gozo, sí, el evangelio eterno.”
Este versículo subraya el carácter divino del llamamiento misional. El Señor no solo llama a Jared Carter a predicar el evangelio, sino que también define la naturaleza de su misión: llevar “alegres nuevas de gran gozo” a través del poder del sacerdocio. Esto resalta la importancia de la obra misional como una tarea sagrada que bendice tanto al misionero como a aquellos que reciben el mensaje.

“De cierto te digo, que es mi voluntad”
El Señor establece que el llamado misional es Su voluntad, subrayando que los llamamientos en Su reino no son casuales ni arbitrarios. Este principio doctrinal refleja la revelación personal que guía la obra del Señor y Su conocimiento perfecto de Sus siervos y sus capacidades.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Cuando el Señor llama a alguien a Su servicio, Él lo califica para la labor.” (Conferencia General, abril de 2006).
La voluntad divina detrás de los llamamientos asegura a los siervos que su labor es respaldada por el Señor. Esto inspira confianza y fortaleza al realizar sus deberes.

“Que mi siervo Jared Carter vaya otra vez a las tierras del este”
El llamado específico de Jared Carter a regresar “otra vez” a las tierras del este refleja cómo el Señor dirige la obra misional hacia lugares específicos, según Su sabiduría. También resalta la continuidad en la obra, invitando a los siervos a regresar y fortalecer los lugares donde previamente han trabajado.
El presidente Ezra Taft Benson explicó: “La obra misional requiere dedicación constante, porque el Señor sabe dónde están los corazones preparados para recibir el evangelio.” (Conferencia General, octubre de 1984).
El regreso a un lugar conocido demuestra la importancia de la perseverancia en la obra del Señor. A menudo, el evangelio necesita ser sembrado y regado antes de dar frutos.

“De un lugar a otro, y de ciudad en ciudad”
Este pasaje enfatiza la flexibilidad y el carácter itinerante de la obra misional en los primeros días de la Iglesia. Los misioneros no se limitaban a un solo lugar, sino que seguían el Espíritu y las circunstancias para llevar el evangelio a todas partes.
En Doctrina y Convenios 42:8, el Señor instruyó: “Y proclamaréis el evangelio desde la tierra de Sion hacia sus alrededores, de ciudad en ciudad, y de pueblo en pueblo.”
El movimiento continuo simboliza la expansión del evangelio. A medida que los misioneros se desplazaban, cumplían con el mandato de llevar el evangelio a todas las naciones, confiando en la guía del Señor.

“Mediante el poder de la ordenación con que ha sido ordenado”
La obra misional se realiza bajo la autoridad del sacerdocio. Jared Carter es recordado de que su labor no se basa solo en habilidades humanas, sino en el poder conferido a él a través de su ordenación.
El élder Dallin H. Oaks dijo: “La autoridad del sacerdocio confiere poder divino para enseñar, bendecir y edificar el reino de Dios en la tierra.” (Conferencia General, abril de 2014).
El reconocimiento de la autoridad del sacerdocio refuerza la confianza del misionero en que su labor es respaldada por el poder de Dios, asegurando que su obra será guiada y fructífera.

“Para proclamar alegres nuevas de gran gozo, sí, el evangelio eterno.”
El mensaje misional es descrito como “alegres nuevas de gran gozo,” enfatizando la naturaleza positiva y transformadora del evangelio. Su carácter eterno subraya que este mensaje no es temporal ni cultural, sino un plan divino que abarca todas las dispensaciones.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El evangelio es realmente buenas nuevas, porque ofrece esperanza, redención y una conexión eterna con Dios y nuestras familias.” (Conferencia General, abril de 2018).
El evangelio eterno no solo bendice a quienes lo reciben, sino que también llena de gozo a quienes lo proclaman, al participar en la obra redentora del Salvador.

Este versículo encapsula varios principios fundamentales de la obra misional: la dirección divina, la autoridad del sacerdocio, la movilidad de los misioneros y la naturaleza gozosa y eterna del evangelio. El Señor demuestra Su conocimiento perfecto al llamar a Jared Carter para cumplir una tarea específica, guiado por Su voluntad y respaldado por Su poder.
El llamado de Jared Carter a predicar “alegres nuevas de gran gozo” nos recuerda que el evangelio eterno es el mensaje más importante que podemos compartir. La obra misional, llevada a cabo con autoridad divina, es una demostración del amor y el compromiso de Dios hacia todos Sus hijos, ofreciendo esperanza y salvación a quienes estén dispuestos a recibirla.


Versículo 2: “Y enviaré sobre él al Consolador, que le enseñará la verdad y el camino que debe seguir;”
Este versículo destaca la promesa del Espíritu Santo como guía esencial para la obra misional. El Consolador no solo fortalece al misionero, sino que también lo dirige en su labor, asegurando que las decisiones que tome estén alineadas con la voluntad divina. Esta promesa sigue siendo relevante para los misioneros y los miembros hoy en día, quienes también dependen del Espíritu para recibir orientación en sus responsabilidades.

“Y enviaré sobre él al Consolador,”
El Consolador, identificado como el Espíritu Santo, es una promesa divina de guía, fortaleza y compañía. En el contexto misional, esta promesa asegura que Jared Carter no estaría solo en su obra, sino que recibiría el poder divino para enseñar y testificar. El Espíritu Santo actúa como el maestro supremo y el medio principal para obtener conocimiento divino.
El presidente Henry B. Eyring enseñó: “El don del Espíritu Santo es uno de los mayores dones que podemos recibir. Nos guía, nos consuela y nos da poder para cumplir con las tareas que el Señor nos asigna.” (Conferencia General, abril de 2015).
La promesa del Consolador resalta que la obra misional no depende únicamente de la capacidad humana. El Espíritu Santo fortalece y guía a los misioneros, dándoles confianza en que su labor está dirigida por Dios.

“Que le enseñará la verdad”
El Espíritu Santo es el espíritu de verdad (véase Juan 16:13). En la obra misional, el Consolador ayuda al misionero a comprender y enseñar las verdades del evangelio de manera clara y poderosa, tocando el corazón de los oyentes.
El élder David A. Bednar explicó: “El Espíritu Santo no solo enseña la verdad, sino que también testifica de ella, llevando las palabras del misionero al corazón de aquellos que escuchan.” (Conferencia General, octubre de 2005).
El Consolador no solo enseña al misionero, sino que también confirma al oyente la veracidad del mensaje, uniendo a ambas partes en un testimonio compartido de las verdades eternas.

“Y el camino que debe seguir;”
El Consolador no solo enseña principios de verdad, sino que también proporciona dirección específica. En el contexto de Jared Carter, esto incluye guía literal para saber dónde ir y qué hacer, además de orientación espiritual para discernir las necesidades de aquellos a quienes enseña.
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “El Espíritu Santo es un guía personal, que nos muestra el camino y nos advierte de los peligros, tanto físicos como espirituales.” (Conferencia General, abril de 1983).
El Consolador actúa como un mentor divino, ayudando al misionero a navegar los desafíos de su asignación y asegurando que su esfuerzo esté alineado con los propósitos de Dios.

El versículo 2 destaca la centralidad del Espíritu Santo en la obra del Señor. En el evangelio restaurado, el Consolador no solo proporciona conocimiento y testimonio, sino que también empodera y dirige. Este principio es crucial no solo para los misioneros, sino para todos los miembros, ya que el Espíritu Santo es el guía constante en nuestras responsabilidades y desafíos diarios.

El versículo 2 reafirma el papel indispensable del Espíritu Santo en la obra de Dios. La promesa de que Jared Carter recibiría el Consolador refleja el amor del Señor por Sus siervos y Su compromiso de equiparlos con poder y guía celestial. Este versículo también es un recordatorio para todos los santos de la importancia de buscar y seguir la influencia del Espíritu Santo en nuestras vidas.
La promesa del Consolador como maestro y guía destaca que la obra del Señor no se basa en el esfuerzo humano únicamente, sino en el poder divino. Al confiar en el Espíritu Santo, los misioneros y los santos pueden cumplir con sus responsabilidades con confianza, sabiendo que están siendo dirigidos por Dios en cada paso del camino.


Versículo 3: “Y si es fiel, lo coronaré de nuevo con gavillas.”
El Señor utiliza la metáfora de las gavillas para simbolizar las almas que Jared Carter traerá al evangelio. Este versículo enfatiza que el éxito en la obra misional está vinculado a la fidelidad del misionero. La promesa de ser “coronado con gavillas” es una muestra del gozo eterno que proviene de ayudar a otros a recibir la salvación.

“Y si es fiel,”
La fidelidad es el principio fundamental para obtener las promesas de Dios. Ser fiel implica obedecer los mandamientos, perseverar en la obra del Señor y actuar con diligencia en las tareas asignadas. Este condicionamiento resalta que las bendiciones prometidas dependen de la obediencia continua del siervo.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “La obediencia es la demostración más pura de nuestro amor a Dios. Las bendiciones de la fidelidad siempre se nos otorgarán, aunque tal vez no de la manera que esperamos.” (Conferencia General, abril de 2019).
El énfasis en la fidelidad refuerza que la obra del Señor requiere dedicación constante. La fidelidad no es solo una condición para recibir bendiciones, sino una manifestación de confianza en el Señor y Su plan.

“Lo coronaré de nuevo con gavillas.”
La metáfora de las gavillas representa las almas que Jared Carter traerá al evangelio a través de su esfuerzo misional. Ser “coronado” con gavillas significa gozar del fruto de su labor y participar en el gozo eterno que proviene de ayudar a otros a recibir la salvación.
El presidente Spencer W. Kimball explicó: “No hay mayor gozo que el de traer almas a Cristo. Este es el trabajo más importante que hacemos como discípulos del Salvador.” (Conferencia General, octubre de 1976).

El apóstol Pablo también utilizó un simbolismo agrícola similar en Romanos 1:13, donde se refirió al deseo de cosechar frutos espirituales entre los gentiles.
El acto de coronar con gavillas simboliza el reconocimiento divino y el gozo eterno por el servicio fiel. Cada alma que se convierte al evangelio es un reflejo del poder de Dios y la dedicación del misionero.

Este versículo conecta dos principios esenciales: la fidelidad en la obra del Señor y las bendiciones que resultan de esa fidelidad. A través de la metáfora de las gavillas, el Señor muestra que el éxito espiritual no se mide por estándares terrenales, sino por el impacto eterno que tiene en la vida de las personas.

El versículo 3 resalta la relación directa entre la fidelidad en la obra misional y las bendiciones prometidas. La imagen de ser “coronado con gavillas” subraya el gozo y la recompensa eterna que provienen de traer almas a Cristo. Este pasaje inspira a los misioneros y a todos los santos a esforzarse con dedicación, sabiendo que el Señor reconoce y recompensa cada esfuerzo fiel.
El llamado a la fidelidad y la promesa de ser “coronado con gavillas” es un recordatorio de que el trabajo en la obra del Señor tiene consecuencias eternas. A través del servicio dedicado, los siervos de Dios no solo participan en la redención de otros, sino que también se aseguran una herencia de gozo y gratitud eterna en el reino de Dios.


Doctrina y Convenios 79:1–3


Cuando somos llamados al servicio en la Iglesia, tenemos derecho a la inspiración del Señor en nuestros respectivos llamamientos. Debemos buscar la guía del Espíritu Santo para enseñar la verdad con amor y para entender cómo bendecir a los demás.
El evangelio es un mensaje de gozo y felicidad. Aquellos que viven por el Espíritu no tienen semblantes tristes ni se sienten agobiados por el “peso de gloria” (2 Corintios 4:17).
Y quienes comprenden la riqueza del evangelio saben que no necesitamos ser mandados en todas las cosas. El Señor desea que usemos nuestra inteligencia para tomar buenas decisiones.
Él espera que usemos nuestras facultades para avanzar con fe. Claramente, Él desea que vengamos a Él, que consultemos con Él, que busquemos humildemente Su inspiración en los asuntos más importantes.
Tener la compañía del Espíritu Santo significa que estamos esforzándonos por vivir en armonía con el Espíritu para así poder recibir respuestas, dirección y consuelo del Señor.

Este texto subraya principios clave del discipulado en el contexto del servicio dentro de la Iglesia. El llamamiento a servir no es simplemente una asignación administrativa; es una invitación divina a colaborar con el Señor, y al hacerlo, se nos promete Su guía mediante el Espíritu Santo.

Uno de los puntos más notables es la declaración de que el Evangelio es gozo, no una carga. A veces, el deber religioso puede malinterpretarse como algo pesado o rígido, pero cuando se vive por el Espíritu, el Evangelio se transforma en una fuente de fortaleza, gozo y paz. Incluso el «peso de gloria», que Pablo menciona como los desafíos de la vida cristiana, se ve en una perspectiva de esperanza eterna, no como un lastre emocional.

Además, el texto destaca la madurez espiritual que se espera de los discípulos de Cristo: no estar esperando instrucciones para cada detalle de la vida, sino actuar con sabiduría, fe e inspiración, consultando con Dios en los asuntos más profundos. Esta autonomía espiritual no es independencia de Dios, sino dependencia deliberada y reflexiva.

Este mensaje es profundamente liberador y empoderador. Nos recuerda que cada uno de nosotros, cuando servimos, no lo hacemos solos. El Espíritu Santo puede ser nuestro compañero constante, guiándonos no solo en decisiones importantes, sino también en las cosas cotidianas que marcan la diferencia en la vida de los demás.

A veces dudamos de nuestras capacidades o sentimos que no estamos a la altura de un llamamiento. Pero el Señor no llama a los capacitados; capacita a los llamados. Y lo hace por medio de Su Espíritu. El requisito no es la perfección, sino la disposición a aprender, a amar y a actuar con fe.

Finalmente, vivir en sintonía con el Espíritu no significa estar en un estado de solemnidad constante, sino vivir con gozo, energía, claridad y propósito. El Evangelio no es una carga; es una bendición. Y cuanto más aprendemos a caminar por el Espíritu, más entendemos que la verdadera libertad está en la obediencia amorosa a Dios.


Versículo 4: “Por tanto, regocíjese tu corazón, mi siervo Jared Carter, y no temas, dice tu Señor, que es Jesucristo. Amén.”
El Señor concluye con un mensaje de consuelo y ánimo, recordándole a Jared Carter que no tiene motivos para temer, ya que Jesucristo está con él. Este versículo resalta la relación cercana y personal entre el Salvador y Sus siervos, quienes son fortalecidos y sostenidos por Su amor y poder.

“Por tanto, regocíjese tu corazón, mi siervo Jared Carter,”
El Señor invita a Jared Carter a regocijarse en su llamado misional. Este mandato refleja la perspectiva divina de que el servicio al evangelio es motivo de gozo y una oportunidad sagrada, no una carga. Dios nos llama a servir con alegría y confianza en Su plan.
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “El evangelio de Jesucristo es un mensaje de gozo. Su propósito es llenarnos de esperanza, paz y felicidad, aun en medio de las pruebas.” (Conferencia General, octubre de 2015).
El gozo en el servicio surge de la conexión con Dios y de la confianza en que nuestra labor contribuye al progreso eterno de Su obra. La invitación a regocijarse nos recuerda que el servicio misional no solo bendice a quienes escuchan el evangelio, sino también a quienes lo proclaman.

“Y no temas,”
El Señor reconoce que el temor es una reacción natural ante las responsabilidades y desafíos de la obra misional. Sin embargo, Su mandato de “no temer” es un recordatorio de que, con Su ayuda, no hay nada que los siervos fieles no puedan superar. Este principio se encuentra repetidamente en las Escrituras como una invitación a la fe y a confiar en el poder de Dios.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “El temor es el enemigo de la fe. Cuando confiamos en el Señor, Su amor perfecto expulsa todo temor.” (Conferencia General, abril de 2014).
El mandato de no temer es una invitación a reemplazar la duda con fe y la incertidumbre con esperanza. En la obra del Señor, la confianza en Su poder elimina cualquier inseguridad.

“Dice tu Señor, que es Jesucristo.”
El versículo culmina reafirmando que estas palabras vienen directamente de Jesucristo, el Salvador y Redentor. Esta identificación personal del Señor como el autor del mensaje añade peso y autoridad a Sus palabras. Es un recordatorio de que aquellos que sirven en Su obra son respaldados por Él mismo.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “Jesucristo es el centro de nuestra fe y nuestro mensaje. Él no solo guía Su obra, sino que camina junto a nosotros mientras la realizamos.” (Conferencia General, octubre de 2002).
El Señor se identifica personalmente para enfatizar que Él está presente en la obra y que Sus siervos no están solos. Esto fortalece la confianza del misionero y renueva su compromiso con la labor sagrada.

El versículo 4 combina tres principios clave: el gozo en el servicio, la superación del temor y la seguridad de que Jesucristo respalda a Sus siervos. Estas enseñanzas son relevantes no solo para los misioneros, sino para todos los que enfrentan desafíos en el cumplimiento de sus responsabilidades en el reino de Dios.

Este versículo es un mensaje de ánimo y consuelo para Jared Carter y para todos los que sirven en la obra del Señor. Nos recuerda que el servicio al evangelio debe ser motivo de gozo, no de temor, porque Jesucristo está con nosotros, guiándonos y sosteniéndonos en cada paso del camino.
La invitación a regocijarse y no temer, dada directamente por Jesucristo, es una promesa de que Él está al lado de Sus siervos. Este versículo inspira a enfrentar los desafíos del servicio con fe, alegría y la certeza de que la obra es dirigida por el Salvador mismo.

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