Doctrina y Convenios Sección 97

Doctrina y Convenios
Sección 97


Contexto Histórico y Antecedentes
Resumen breve por Steven C. Harper

Parley Pratt describió Sión durante el verano de 1833 cuando la oposición se intensificó: “La inmigración había llegado en gran número al condado de Jackson; y la Iglesia en ese condado ahora contaba con más de mil almas”. Describió cómo mejoraron sus situaciones de manera industriosa, construyendo casas y cultivando tierras. Dijo que observaban el sábado según la sección 59, pero no mencionó la construcción del templo que se describe en la sección 84. “Dedique casi todo mi tiempo a ministrar entre las iglesias,” escribió Parley,

realizando reuniones, visitando a los enfermos, consolando a los afligidos y dando consejos. También se organizó una escuela de Élderes, sobre la cual fui llamado a presidir. Esta clase, que contaba con aproximadamente sesenta miembros, se reunía una vez a la semana. El lugar de reunión era al aire libre, bajo unos árboles altos, en un lugar apartado en el bosque, donde orábamos, predicábamos y profetizábamos, y nos ejercitábamos en los dones del Espíritu Santo. Aquí se derramaron grandes bendiciones y se manifestaron y enseñaron muchas cosas grandes y maravillosas… Para asistir a esta escuela tenía que caminar, y a veces descalzo, unos seis kilómetros. Esto lo hacía una vez a la semana, además de visitar y predicar en cinco o seis ramas cada semana.

Parley y sus hermanos escribieron a José, buscando la voluntad del Señor respecto a su escuela. Mientras “estábamos ocupados en esto,” escribió Parley, “y en respuesta a nuestra correspondencia con el profeta José Smith, en Kirtland, Ohio, se nos envió esta revelación por él, fechada en agosto de 1833”.

José Smith no sabía cuando recibió la sección 97 que los santos en Sión habían recibido un ultimátum de sus vecinos antagonistas: dejen de obedecer las revelaciones o los forzaremos a hacerlo. En la sección 97, el Señor emite un ultimátum en respuesta. “La hacha está puesta a la raíz del árbol,” dice, “y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y echado al fuego. Yo, el Señor, lo he dicho” (v. 8).

La sección 97 resalta las prioridades del Señor para Sión. “Yo, el Señor, me complazco de que haya una escuela en Sión, y también con mi siervo Parley P. Pratt, porque él permanece en mí” (v. 3). Sin embargo, enseguida, el Señor nota que aún no hay templo en Sión. Requiere que se “construya rápidamente, con el diezmo de mi pueblo,” por medio de la obediencia a la ley del sacrificio que se establece en la sección 97 (vv. 8–12). El templo—o más bien, el cumplimiento de los convenios necesarios para construir y adorar en el templo—será la salvación de Sión.

La sección 97 está conspicuamente llena de declaraciones condicionales (si… entonces). Profetiza condicionalmente que si los santos obedecen el mandamiento de sacrificar para construir un templo en Independence, entonces Sión prosperará y se volverá grande e inmovible. Ella escapará de sus enemigos “si observa hacer todas las cosas que yo le he mandado” (v. 25). Si no, Sión será visitada con graves aflicciones. El futuro de Sión está en manos de los Santos de los Últimos Días. Si los Santos quieren a Sión como su primera prioridad, sacrificarán para construirla y mantenerla santa. En el versículo 27, el Señor le da a Sión una segunda oportunidad. Si Sión ha sido, al menos temporalmente, “movida de su lugar,” es porque muy pocos Santos de los Últimos Días comparten las prioridades del Señor que se establecen en la sección 97 (v. 19).

Parley Pratt testificó que el Señor derramó las bendiciones prometidas de la sección 97 cuando hizo lo que la revelación ordenaba respecto a la escuela para los élderes. “El Señor me dio gran sabiduría,” escribió Parley, “y me capacitó para enseñar y edificar a los Élderes, y consolar y animarles en sus preparativos para la gran obra que teníamos por delante. Yo también me sentí mucho edificado y fortalecido.”

Parley también notó que “esta revelación no fue cumplida por los líderes y la Iglesia en Missouri, en su totalidad.” Como muestra la sección 97, los Santos en Sión no estaban unificados, no todos estaban comprometidos con el cumplimiento de sus convenios. Así que, “no obstante que muchos eran humildes y fieles,” señaló Parley, “el juicio amenazado se derramó hasta el último”.

Contexto adicional por Casey Paul Griffiths

Parley P. Pratt informó que para el verano de 1833, “la inmigración había llegado en gran número al condado de Jackson, Missouri; y la Iglesia en ese condado ya contaba con más de mil almas.” En julio de 1833 llegaron a Kirtland dos cartas, una de Oliver Cowdery y otra de los “hermanos que componían la escuela.” Ninguna de estas cartas ha llegado hasta nosotros. Por el contexto de las cartas, parece que los Santos en Missouri deseaban que José Smith pidiera al Señor una revelación sobre la escuela en Sión. En respuesta, José y otros líderes de la Iglesia inquirieron y recibieron esta revelación, que fue enviada a los miembros de la Iglesia en Missouri como parte de una carta más grande que también contenía dos revelaciones más, que ahora forman parte de Doctrina y Convenios 94 y 98.

La revelación en la sección 97 da seguimiento a los planes previos enviados a los miembros de la Iglesia en Sión, instruyéndoles a construir un templo y comenzar a hacer planes para la ciudad de Sión. Esta revelación contiene advertencias fuertes de que si los Santos no obedecían estos mandamientos y comenzaban el trabajo en el templo, podrían enfrentar severas pruebas. El Señor advierte, “la hacha está puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y echado al fuego” (DyC 97:7).

En el momento en que se dio esta revelación, los líderes de la Iglesia en Kirtland no sabían que la violencia contra los Santos ya había estallado en Missouri. El 20 de julio de 1833, una turba armada, sancionada por el teniente gobernador estatal Lilburn W. Boggs, envió una demanda a los miembros de la Iglesia para que abandonaran el condado de Jackson. La turba saqueó la casa de William W. Phelps y destruyó las copias no encuadernadas del Libro de los Mandamientos, una versión temprana de Doctrina y Convenios, que estaban en la imprenta de la Iglesia dentro de la casa de los Phelps. La turba también lanzó la imprenta por la ventana superior de la casa. John Whitmer u otro empleado de la Iglesia logró salvar los libros manuscritos de revelaciones, y Phelps, junto con algunos miembros de la Iglesia, salvó algunas de las copias impresas de las revelaciones. Durante la confusión, Mary Elizabeth Rollins y su hermana Caroline también corrieron, tomaron algunas copias no encuadernadas de las revelaciones y se escondieron en un campo de maíz cercano para escapar de la turba.

La turba también saqueó la tienda de Sidney Gilbert, y luego empapó de alquitrán y plumas al obispo Edward Partridge y a Charles Allen. El daño solo cesó cuando los líderes de la Iglesia, bajo la amenaza de más violencia por parte de la turba, firmaron un acuerdo para que todos los Santos abandonaran el condado de Jackson antes del 1 de enero de 1834. Buscando ayuda, los Santos en Missouri enviaron a Oliver Cowdery a Ohio para buscar asistencia. Es posible que José Smith haya sabido de los problemas que se gestaban en el condado de Jackson a través de una carta, ahora perdida, que Oliver Cowdery le escribió el 9 de julio. Sin embargo, dado el tipo de comunicaciones de la época, es imposible que José pudiera haber sabido que la tormenta había estallado con toda su furia sobre los Santos en Missouri para el 6 de agosto, cuando José envió la carta que contenía Doctrina y Convenios 94, 97 y 98 a los Santos en Sión. Las advertencias en esta revelación adquieren un tono más conmovedor, sabiendo que el Señor estaba al tanto del peligro que enfrentaban los Santos en Missouri.


Versículos 1-2
Casey Paul Griffiths (Estudioso de la LDS)


Aunque esta revelación reprende generalmente a los Santos en Missouri, el Señor comienza la revelación proclamando que muchos de ellos son verdaderamente humildes y están buscando “aprender sabiduría y encontrar la verdad” (DyC 97:1). Entre los Santos de Missouri que deberían ser elogiados por su integridad frente a las persecuciones estaban dos de los tres testigos del Libro de Mormón, Oliver Cowdery y David Whitmer. William McLellin, que estaba en el condado de Jackson durante las persecuciones, relató más tarde:

En 1833, cuando la turba reinaba triunfante en el condado de Jackson, [Missouri], yo y O[liver] huimos de nuestros hogares, por miedo a la violencia personal… Ofrecieron una recompensa de ochenta dólares por cualquiera que entregara a Cowdery o McLellin en Independence… Me deslicé hacia el asentamiento de los Whitmer, y allí en los solitarios bosques me encontré con David Whitmer y Oliver Cowdery. Les dije, “Hermanos, nunca he visto una visión abierta en mi vida, pero ustedes dicen que la han visto, y por lo tanto saben positivamente. Ahora saben que nuestras vidas están en peligro cada hora, si la turba logra atraparnos. Díganme con el temor de Dios, ¿es cierto ese Libro de Mormón?” Cowdery me miró con seriedad en su rostro y dijo, “Hermano William, Dios envió su santo ángel para declarar la verdad de la traducción a nosotros, y por lo tanto lo sabemos. Y aunque la turba nos mate, aún debemos morir declarando su verdad.” David dijo, “Oliver te ha dicho la solemne verdad, porque no podríamos ser engañados. ¡Te declaro con toda sinceridad su verdad!!” Yo dije, “Hermanos, los creo. No veo ninguna razón para que me mientan ahora, cuando nuestras vidas están en peligro.”

Durante este tiempo, McLellin también registró un ataque de la turba contra Hiram Page, uno de los ocho testigos del Libro de Mormón. Escribió:

Mientras la turba estaba furiosa en el condado de Jackson, [Missouri], en 1833, algunos jóvenes persiguieron a Hiram Page en el bosque, uno de los ocho testigos, y comenzaron a golpearlo y apalearlo con látigos y garrotes. Él suplicó, pero no hubo misericordia. Dijeron que era un maldito mormón, ¡y pensaban golpearlo hasta matarlo! Pero finalmente uno de ellos le dijo, “Si reniegas de ese maldito libro, te dejaremos ir.” Él respondió, “¿Cómo puedo negar lo que sé que es cierto?” Entonces lo golpearon nuevamente. Cuando pensaron que estaba a punto de respirar su último aliento, le dijeron, “¿Ahora qué piensas de tu Dios, y cuando él no te salve?” “Bueno,” dijo él, “yo creo en Dios”—“Bueno,” dijo uno de los más inteligentes entre ellos, “Creo que el maldito tonto se mantendrá firme aunque lo matemos. Dejémoslo ir.” Pero su vida estuvo a punto de agotarse. Estuvo confinado a su cama por un largo tiempo. Así fue para un hombre que sabe por sí mismo. El conocimiento está más allá de la fe o la duda. Es certeza absoluta.

Aunque los Santos en Missouri fueron reprendidos por el Señor debido a sus transgresiones (ver DyC 101:1–8), es importante recordar que muchos fueron fieles a sus testimonios. Las persecuciones en Missouri surgieron debido a una mezcla de las transgresiones de los Santos y la intolerancia y el fanatismo de los colonos originales del condado de Jackson, que veían la llegada de los Santos como una amenaza a su poder político.

Citando las fuentes de la oposición externa a los Santos, Parley P. Pratt escribió más tarde, “La porción de los habitantes del condado de Jackson que no pertenecían a la Iglesia, se puso celosa de nuestra creciente influencia y números. Los demagogos políticos temían que llegáramos a gobernar el condado; y los sacerdotes religiosos y fanáticos sentían que éramos rivales poderosos, y que estábamos a punto de superar a todas las demás sociedades en el estado en número, poder e influencia. Estos sentimientos, y las falsas declaraciones e influencias que surgieron de ellos, dieron origen a la organización de una compañía de forajidos, cuyo objeto declarado era expulsar a la Iglesia de los Santos del condado.”


Versículo 2: “De cierto, de cierto os digo, benditos son, porque prevalecerán; pues yo, el Señor, manifiesto misericordia a todos los mansos, y a cuantos sea mi voluntad, a fin de que yo sea justificado cuando los traiga a juicio.”
Este versículo resalta que los mansos y humildes recibirán la misericordia del Señor y prevalecerán incluso en medio de la persecución. Este principio refleja el carácter divino de Dios como justo y misericordioso, dispuesto a fortalecer a los fieles en sus desafíos. Es un recordatorio de que la mansedumbre no es debilidad, sino poder bajo control.

“De cierto, de cierto os digo, benditos son, porque prevalecerán”
El Señor comienza con una afirmación segura: los santos fieles son bendecidos y prevalecerán. Esto implica que, a pesar de las dificultades y la oposición que enfrenten, Su poder y promesas asegurarán su victoria final. Este principio refleja el carácter protector de Dios hacia Sus fieles, como se enseña en Doctrina y Convenios 121:7-8, donde el Señor consuela a José Smith con la promesa de que sus aflicciones serán solo “por un momento” y que “al final prevalecerás”.
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “Las bendiciones de Dios no se retrasan. Llegarán en el tiempo perfecto del Señor, y cuando prevalezcamos en la fe, veremos cómo Él transforma nuestras pruebas en triunfos.” (“La esperanza de los discípulos”, Conferencia General, octubre de 2016).
La promesa de prevalecer recuerda a los santos que la fidelidad no es en vano. Las bendiciones pueden no ser inmediatas, pero son seguras en el tiempo y propósito del Señor.

“Pues yo, el Señor, manifiesto misericordia a todos los mansos”
El Señor declara Su disposición a mostrar misericordia a los mansos, quienes poseen humildad, paciencia y una disposición para aceptar Su voluntad. Este atributo es central en el evangelio, como lo enseñó Jesucristo en Mateo 5:5: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.” La mansedumbre no es debilidad, sino una fortaleza espiritual que permite a las personas confiar en Dios y no reaccionar con ira o orgullo.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “La mansedumbre es una cualidad divina. Es la disposición de someterse al Señor en todas las cosas, sabiendo que Su camino es mejor que el nuestro.” (“El espíritu de la mansedumbre”, Conferencia General, octubre de 1982).
La mansedumbre atrae la misericordia de Dios porque demuestra un corazón dispuesto a ser guiado y transformado por Él. Este atributo nos prepara para recibir Sus bendiciones eternas.

“Y a cuantos sea mi voluntad”
Esta frase subraya que las acciones del Señor están guiadas por Su voluntad perfecta, que siempre está orientada al bienestar eterno de Sus hijos. La voluntad de Dios no siempre es completamente comprensible para los mortales, pero está fundamentada en Su sabiduría infinita, como se enseña en Isaías 55:8-9: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová.”
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Cuando confiamos en la voluntad de Dios, aceptamos Su plan para nosotros, incluso cuando no lo entendemos completamente. Su voluntad es siempre para nuestro bien.” (“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas”, Conferencia General, abril de 2018).
Confiar en la voluntad del Señor nos permite ver más allá de nuestras limitaciones y reconocer que Su propósito para nosotros es eterno y glorioso.

“A fin de que yo sea justificado cuando los traiga a juicio”
Esta declaración refleja el carácter justo y misericordioso de Dios. Él juzga de manera perfecta y con justicia, asegurándose de que Sus acciones sean completamente rectas. Este principio se alinea con Doctrina y Convenios 137:9, que enseña que el Señor juzga a los hombres según los deseos de sus corazones y sus obras.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “El juicio de Dios está lleno de misericordia, comprensión y amor. Es el juicio de un Padre que busca la exaltación de Sus hijos.” (“El milagro de la misericordia”, Conferencia General, abril de 2012).
El juicio de Dios no es arbitrario ni severo, sino que está enraizado en Su amor y deseo de redimirnos. Él es plenamente justo porque ve el corazón y el alma de cada persona.

El versículo 2 resalta verdades doctrinales profundas sobre la fidelidad, la mansedumbre y la justicia divina. El Señor promete que los fieles prevalecerán, muestra misericordia a los mansos y actúa según Su voluntad perfecta para bendecir y guiar a Sus hijos. Además, Su juicio es justo y misericordioso, reflejando Su carácter divino.

Este versículo invita a los santos a cultivar mansedumbre, confiar en la voluntad del Señor y esforzarse por ser dignos de Su misericordia. Al hacerlo, pueden enfrentar las pruebas con fe, sabiendo que al final prevalecerán y recibirán las bendiciones prometidas.


Versículo 3: “He aquí, concerniente a la escuela en Sion, os digo que yo, el Señor, estoy bien complacido con que exista una escuela en Sion, y también con mi siervo Parley P. Pratt, porque permanece en mí.”
El Señor subraya la importancia de buscar conocimiento, tanto espiritual como secular, como parte del crecimiento personal y comunitario. Este reconocimiento a la escuela en Sion destaca cómo la educación es fundamental en el progreso de los santos y en el establecimiento de Sion como un lugar de sabiduría y rectitud.

“He aquí, concerniente a la escuela en Sion”
El Señor resalta la importancia de una escuela en Sion, mostrando que la educación no es solo una meta temporal, sino un elemento esencial del progreso espiritual y colectivo de los santos. La educación en Sion no se limita al aprendizaje secular; incluye un entendimiento más profundo de las verdades eternas. Esto se alinea con el mandato divino de buscar conocimiento por “el estudio y también por la fe” (Doctrina y Convenios 88:118).
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “La educación es un principio eterno. Cuanto más aprendamos en esta vida sobre las cosas que son verdaderas y eternas, mejor preparados estaremos para la vida que vendrá.” (“Un llamado a la excelencia”, Conferencia General, abril de 1995).
El establecimiento de una escuela en Sion subraya el compromiso del Señor con el aprendizaje integral. Este enfoque combina conocimiento secular y espiritual, preparando a los santos para liderar y servir con sabiduría.

“Yo, el Señor, estoy bien complacido con que exista una escuela en Sion”
El Señor expresa Su aprobación por la creación de un espacio dedicado al aprendizaje en Sion. Esto refleja Su voluntad de que los santos desarrollen sus talentos, incrementen su comprensión y utilicen ese conocimiento para edificar Su reino. En Doctrina y Convenios 93:36, el Señor declara que “la gloria de Dios es la inteligencia”, vinculando directamente la búsqueda de conocimiento con el crecimiento espiritual.
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “El aprendizaje continuo nos acerca a Dios. Al aprender, desarrollamos nuestras capacidades y aumentamos nuestra capacidad de servir a los demás y al Señor.” (“Dos principios del evangelio que bendecen la vida”, Conferencia General, octubre de 2010).
El Señor valora los esfuerzos de los santos por mejorar su entendimiento. Este reconocimiento demuestra que buscar conocimiento y aplicarlo de manera justa y sabia es una forma de adoración y servicio.

“Y también con mi siervo Parley P. Pratt”
Parley P. Pratt es señalado por su dedicación y fidelidad en la enseñanza y dirección de la escuela en Sion. Su mención específica muestra que el Señor observa y reconoce los esfuerzos individuales. Este principio resalta la doctrina de que cada contribución a la obra del Señor es significativa y valiosa, como se enseña en Doctrina y Convenios 1:38, donde el Señor dice que cualquier palabra pronunciada por Sus siervos es como si Él mismo la pronunciara.
El presidente Thomas S. Monson dijo: “El Señor usa a personas comunes para llevar a cabo Su obra extraordinaria. Él reconoce y bendice los esfuerzos de quienes sirven con fidelidad.” (“El servicio brinda gozo”, Conferencia General, octubre de 2009).
La mención de Parley P. Pratt destaca cómo el servicio fiel es reconocido y recompensado por el Señor. También inspira a otros a trabajar con diligencia, sabiendo que sus esfuerzos no pasan desapercibidos ante Dios.

“Porque permanece en mí”
El Señor resalta la conexión espiritual de Parley P. Pratt con Él. Permanecer en el Señor implica vivir de acuerdo con Sus mandamientos, tener fe constante y actuar como un instrumento en Sus manos. Este principio se conecta con la enseñanza de Jesucristo en Juan 15:5: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto.”
El presidente Russell M. Nelson declaró: “Permanecer en el Señor significa caminar con Él todos los días, confiar en Su guía y servir con amor y humildad.” (“Camina conmigo”, Conferencia General, abril de 2022).
Permanecer en el Señor es una invitación a vivir una vida centrada en el Salvador. Esta relación espiritual asegura que nuestras acciones estén alineadas con Su voluntad, permitiendo que nuestras obras den frutos duraderos.

El versículo 3 pone de manifiesto la importancia de la educación espiritual y secular en Sion, así como el valor del servicio fiel y la conexión personal con el Señor. El establecimiento de una escuela en Sion y el reconocimiento de Parley P. Pratt reflejan el deseo del Señor de que Sus santos sean instruidos en conocimiento y justicia.

Este versículo nos invita a valorar la educación como un medio para servir mejor en el reino de Dios. También nos inspira a permanecer en el Señor y a servir con fidelidad, sabiendo que nuestros esfuerzos son observados, reconocidos y bendecidos por Él. La obra del Señor requiere aprendizaje continuo, humildad y disposición para actuar con rectitud.


Versículos 3-6
Casey Paul Griffiths (Estudioso de la LDS)


Durante este mismo tiempo, Parley Pratt ayudó a establecer una Escuela de los Élderes (Profetas) entre los Santos en Missouri, de acuerdo con las instrucciones dadas en Doctrina y Convenios 88. Parley luego registró:

Esta clase, que contaba con unos 60 miembros, se reunía para instrucción una vez a la semana. El lugar de reunión era al aire libre, bajo unos árboles altos, en un lugar apartado en el bosque, donde orábamos, predicábamos, profetizábamos, y nos ejercitábamos en los dones del Espíritu Santo. Aquí se derramaron grandes bendiciones, y muchas cosas grandes y maravillosas se manifestaron y enseñaron. El Señor me dio gran sabiduría y me capacitó para enseñar y edificar a los Élderes, y para consolar y animarles en sus preparativos para la obra que teníamos por delante. También fui mucho edificado y fortalecido. Para asistir a esta escuela tenía que caminar, y a veces descalzo, unos seis kilómetros. Esto lo hacía una vez a la semana, además de visitar y predicar en cinco o seis ramas cada semana.

La Escuela de los Élderes que Parley P. Pratt dirigió fue otro ejemplo del bien que ocurría entre los Santos en Sión. Aunque el Señor reprendió y corrigió a algunos miembros de la escuela, Parley fue elogiado por su labor. Dios prometió a Parley una “multiplicidad de bendiciones, en exponer todas las escrituras y misterios para la edificación de la escuela” (DyC 97:5). Esta promesa puede aplicarse de manera amplia a todos aquellos que enseñan en la Iglesia, ya sea que enseñen a adultos, jóvenes o niños. Varios pasajes en Doctrina y Convenios resaltan la importancia de enseñar (por ejemplo, DyC 42:12; 68:25; 88:77; 93:42), y en un sentido más amplio, cada miembro de la Iglesia es un maestro. En el Nuevo Testamento, Pablo colocó el rol de los maestros solo detrás de los profetas y apóstoles (1 Corintios 12:28).


Versículos 7-9
Casey Paul Griffiths (Estudioso de la LDS)


Después de elogiar a los humildes y fieles en Sión, el Señor se dirige a la parte más inmediata y ominosa de Su mensaje en esta sección: Sión está en peligro. La redacción utilizada en los versículos 7-9 guarda un estrecho paralelismo con las advertencias dadas por Juan el Bautista en el Nuevo Testamento (Mateo 3:10, Lucas 3:9) y Alma el Joven en el Libro de Mormón (Alma 5:52). Tanto Alma como Juan presentan sus advertencias a la sombra de la venida del verdadero Mesías, y en el caso de Alma, las grandes guerras con los lamanitas que se encuentran en la última parte del libro de Alma.

En este caso, la hacha ya había comenzado a cortar el árbol y los Santos ya se encontraban en medio de una seria oposición. El Señor ofrece esta advertencia con una oportunidad para arrepentirse si los Santos se unen y comienzan su trabajo en el templo en Sión. Parley P. Pratt más tarde señaló con algo de tristeza, “Esta revelación [DyC 97] no fue cumplida por los líderes y la Iglesia en Missouri, en su totalidad; no obstante, muchos eran humildes y fieles. Por lo tanto, el juicio amenazado se derramó hasta el último, como lo mostrará la historia de los cinco años siguientes (1833–38).”


Doctrina y Convenios 97:8


El presidente David O. McKay enseñó que “la espiritualidad es la conciencia de la victoria sobre uno mismo y de la comunión con lo Infinito” (Gospel Ideals, pág. 390). No se trata solo de que los individuos lleguen a dominarse a sí mismos—sus deseos, apetitos y pasiones—sino que, además, sean conscientes de dicho dominio. De este dominio personal proviene una confianza serena y firme, una paz que confirma la aprobación de Dios.

El profeta José Smith enseñó que “una religión que no requiera el sacrificio de todas las cosas jamás tendrá poder suficiente para producir la fe necesaria para obtener la vida y la salvación” (Lectures on Faith, 6:7). Un individuo que está dispuesto a darlo todo en sacrificio—sin retener ni siquiera su propia vida, si se le pidiera entregarla—obtiene el conocimiento de que el curso de vida que sigue está de acuerdo con la voluntad de Dios.

Esa seguridad, esa esperanza, proporciona un ancla para el alma, una influencia estabilizadora en un tiempo de agitación.

Doctrina y Convenios 97:8 describe a los que son «puros de corazón» y están dispuestos a sacrificar todas las cosas por el Señor. La espiritualidad auténtica no se mide por actos públicos o sentimientos superficiales, sino por una entrega interna y total al Señor y Su voluntad.

El presidente McKay destaca que la espiritualidad incluye conciencia personal: el individuo no solo actúa correctamente, sino que reconoce su crecimiento espiritual como fruto del dominio sobre sí mismo y la cercanía con Dios. Esta conciencia no es orgullo, sino un testimonio interno de paz, aprobación divina y alineación con lo eterno.

La enseñanza del profeta José Smith añade una dimensión profunda: el sacrificio total es el precio de la verdadera fe salvadora. En un mundo que predica comodidad y autosatisfacción, esta doctrina exige renunciar a todo lo que nos impida seguir a Cristo sin reservas.

Este tipo de espiritualidad no solo transforma al alma individual, sino que sostiene al discípulo fiel en medio de la turbulencia y la adversidad. Es una fe con raíces profundas, capaz de soportar las pruebas de los últimos días.

Doctrina y Convenios 97:8 nos invita a vivir una espiritualidad profunda, real y comprometida. No basta con aparentar rectitud; el Señor busca discípulos que estén dispuestos a sacrificar todo por Él, incluso su propia voluntad.

El dominio de uno mismo y la comunión con Dios son el fruto de la fe viva, de una religión que exige entrega total. A cambio, el Señor otorga paz, poder espiritual, y una esperanza inquebrantable—un ancla para el alma en tiempos de confusión.

Vivir con esta espiritualidad no solo nos transforma, sino que nos prepara para estar firmes con Cristo en cualquier circunstancia, con el alma en calma y la mirada fija en lo eterno.


Versículo 8: “De cierto os digo, que todos los que de entre ellos saben que su corazón es sincero y está quebrantado, y su espíritu es contrito, y están dispuestos a cumplir sus convenios con sacrificio, sí, cualquier sacrificio que yo, el Señor, mandare, estos son aceptados por mí.”
La sinceridad y el sacrificio son clave para ser aceptados por el Señor. Este versículo enfatiza que cumplir los convenios requiere dedicación y disposición a sacrificar lo necesario para seguir al Señor. Es un llamado a mantener un corazón puro y un espíritu contrito.

“De cierto os digo, que todos los que de entre ellos saben que su corazón es sincero y está quebrantado”
El Señor comienza resaltando la importancia de un corazón sincero y quebrantado, lo que implica humildad, sinceridad y un deseo genuino de seguirle. Tener un corazón quebrantado significa reconocer nuestra dependencia del Señor y nuestra necesidad de Su redención. Este principio se encuentra en Salmos 34:18, donde se promete que el Señor está cerca de los quebrantados de corazón.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Un corazón quebrantado y un espíritu contrito son un reconocimiento sincero de nuestra necesidad de un Salvador. Esta disposición nos prepara para recibir Su gracia.” (“El poder de la exaltación,” Conferencia General, octubre de 2019).
Un corazón quebrantado no es señal de debilidad, sino de fortaleza espiritual. Es la condición necesaria para experimentar el cambio verdadero y permitir que el Señor trabaje en nuestra vida.

“Y su espíritu es contrito”
Un espíritu contrito denota arrepentimiento genuino y un deseo de hacer la voluntad de Dios. La contrición implica una profunda tristeza por el pecado y una resolución firme de apartarse de él. Este principio se alinea con Doctrina y Convenios 20:37, que menciona la necesidad de un corazón quebrantado y un espíritu contrito como requisitos para el bautismo.
El élder Bruce R. McConkie declaró: “La contrición del espíritu es una muestra de verdadera humildad, un arrepentimiento sincero y un deseo de ser moldeado por las manos del Señor.” (“El evangelio de la expiación,” Ensign, octubre de 1978).
El espíritu contrito es esencial para acercarnos a Dios. Nos permite alinearnos con Su voluntad y recibir Su gracia y misericordia.

“Y están dispuestos a cumplir sus convenios con sacrificio”
El Señor destaca la disposición a cumplir los convenios mediante el sacrificio, lo que refleja el compromiso de consagrar todo lo que somos y tenemos al servicio de Dios. El sacrificio es un principio eterno, como se enseña en Doctrina y Convenios 59:8, donde se nos invita a ofrecer sacrificios de justicia.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “El verdadero sacrificio es una expresión de nuestra gratitud al Señor por Sus bendiciones y un símbolo de nuestra devoción hacia Él.” (“Nuestro compromiso con el Señor,” Conferencia General, abril de 1987).
El sacrificio no solo fortalece nuestro carácter, sino que también demuestra nuestra fe y amor hacia Dios. Es una manifestación de nuestra voluntad de colocar Su obra por encima de todo.

“Sí, cualquier sacrificio que yo, el Señor, mandare”
El Señor establece que los santos deben estar dispuestos a ofrecer cualquier sacrificio que Él requiera. Esto puede incluir tiempo, recursos, o incluso renunciar a deseos personales para cumplir con Sus mandamientos. Este principio se relaciona con el sacrificio de Abraham, quien estuvo dispuesto a ofrecer a su hijo Isaac, como se relata en Génesis 22:2-12.
El élder Neal A. Maxwell dijo: “La disposición a sacrificar cualquier cosa que el Señor nos pida es una prueba de nuestra fe en Él y de nuestra confianza en Su plan eterno.” (“Consagración personal,” Ensign, mayo de 1995).
El sacrificio total requiere confianza en el Señor. Este tipo de obediencia absoluta nos permite recibir bendiciones eternas y progresar espiritualmente.

“Estos son aceptados por mí”
El Señor asegura que aquellos que cumplen estas condiciones son aceptados por Él. Ser aceptado por el Señor significa estar en armonía con Su voluntad y recibir Su aprobación y bendiciones. Esto se refleja en Doctrina y Convenios 52:15, donde se enseña que los mansos y humildes son aceptados por Él.
El presidente Howard W. Hunter enseñó: “El mayor deseo de nuestro corazón debe ser ser aceptados por el Señor. Este es el resultado de la obediencia, el sacrificio y el amor hacia Él.” (“Un corazón apacible y humilde,” Conferencia General, octubre de 1994).
La aceptación del Señor es el propósito final de nuestra obediencia. Esta promesa brinda consuelo y motivación a quienes buscan servirle con sinceridad y sacrificio.

Este versículo destaca principios doctrinales clave: humildad, contrición, obediencia y sacrificio. El Señor establece que Su aceptación depende de un corazón quebrantado, un espíritu contrito y una disposición a cumplir los convenios, incluso cuando ello requiera sacrificios significativos. Este versículo nos recuerda que el sacrificio y la obediencia son el camino hacia la aprobación divina y las bendiciones eternas.

Al reflexionar sobre este versículo, los santos pueden evaluar su disposición a sacrificar por el Señor y renovar su compromiso con Sus convenios. La promesa de ser aceptados por Dios brinda esperanza y fortaleza en medio de las pruebas, asegurando que Su gracia y amor nos sostendrán mientras buscamos seguirle fielmente.


Versículo 10: “De cierto os digo, es mi voluntad que se me edifique una casa en la tierra de Sion, semejante al modelo que os he dado.”
El templo es un lugar donde los santos pueden recibir revelación, santificarse y estar en la presencia del Señor. Este versículo resalta la centralidad del templo en la obra del Señor y la importancia de seguir las instrucciones divinas en su construcción.

“De cierto os digo”
El Señor comienza con una afirmación solemne y directa, subrayando la importancia de Su mensaje. La repetición de esta frase en las Escrituras indica Su compromiso con la verdad y la seriedad de la instrucción que sigue. Este patrón se encuentra en varios momentos de las revelaciones, como en Doctrina y Convenios 1:1, donde el Señor afirma Su autoridad al hablar a todos los hijos de los hombres.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Cuando el Señor habla, Su mensaje está lleno de amor y propósito eterno. Cada palabra que Él pronuncia está diseñada para bendecir y guiar a Sus hijos.” (“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas”, Conferencia General, abril de 2018).
El inicio del versículo establece que lo que sigue es una declaración divina con peso eterno. Es un recordatorio de que cada instrucción del Señor merece nuestra atención y obediencia.

“Es mi voluntad”
El Señor deja claro que la construcción de una casa en Sion no es una sugerencia, sino Su voluntad divina. Este concepto resalta que los mandamientos del Señor están diseñados para avanzar en Su obra y bendecir a Sus hijos. En Doctrina y Convenios 58:26-27, el Señor explica que aquellos que buscan cumplir Su voluntad actúan de manera proactiva y con celo.
El élder Neal A. Maxwell enseñó: “Hacer la voluntad del Señor implica confiar plenamente en Su plan y estar dispuestos a alinearnos con Su propósito eterno, incluso cuando no lo comprendemos completamente.” (“Sométete a Su voluntad,” Ensign, mayo de 1988).
El cumplimiento de la voluntad del Señor requiere fe, humildad y acción. Al entender que Su voluntad es perfecta, los santos pueden confiar en que seguir Sus mandamientos traerá bendiciones tanto temporales como eternas.

“Que se me edifique una casa”
El mandato de construir una “casa” se refiere específicamente a un templo, que es un lugar sagrado dedicado al Señor. Los templos son fundamentales en la obra del Señor, ya que son lugares donde los convenios se hacen y se guardan, y donde los fieles pueden acercarse más a Él. Este principio está bien establecido en Doctrina y Convenios 124:40-41, donde el Señor declara que los templos son lugares de santidad en los que Su gloria puede residir.
El presidente Thomas S. Monson dijo: “El templo es un faro de luz en un mundo de oscuridad. Es un lugar de revelación, santidad y consuelo eterno.” (“Bendiciones del templo,” Conferencia General, abril de 2011).
El templo no solo es un edificio, sino un símbolo de la conexión entre lo terrenal y lo divino. Construirlo es un acto de fe que invita la presencia del Señor a la tierra y bendice a quienes lo utilizan con propósito y reverencia.

“En la tierra de Sion”
La “tierra de Sion” representa no solo un lugar físico, sino también un estado espiritual. Sion es definida por el Señor como “los puros de corazón” (Doctrina y Convenios 97:21). El templo, como centro de Sion, actúa como un refugio y un lugar de purificación, lo que permite a los santos fortalecer su fe y compromiso con el Señor.
El élder D. Todd Christofferson enseñó: “Sion no es solo un lugar físico, sino un ideal espiritual. La construcción de templos en Sion refleja nuestro compromiso de vivir en rectitud y pureza.” (“Ven a Sion,” Conferencia General, octubre de 2008).
El establecimiento de un templo en la tierra de Sion refuerza la idea de que Sion es tanto un lugar de reunión como un estado de pureza espiritual. Los santos que participan en esta obra contribuyen al crecimiento de la comunidad y a su propio progreso eterno.

“Semejante al modelo que os he dado”
El Señor instruye que el templo debe construirse de acuerdo con un modelo específico que Él ha dado, subrayando que los templos son diseñados según principios divinos. Este detalle se conecta con la revelación dada a Moisés para construir el tabernáculo, conforme a un modelo celestial (Éxodo 25:9). Los templos modernos siguen este patrón divino, diseñados para reflejar el orden y la santidad del reino de Dios.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “El diseño y propósito del templo están inspirados por Dios. Cada detalle está cuidadosamente dispuesto para reflejar Su gloria y facilitar nuestra conexión con Él.” (“Las ordenanzas y los convenios sagrados del templo,” Conferencia General, abril de 2022).
Construir el templo según el modelo del Señor asegura que cumpla Su propósito sagrado. Este principio nos enseña la importancia de seguir la revelación exacta y confiar en Su sabiduría en todos los aspectos de Su obra.

Este versículo destaca el mandato divino de construir templos como centros de santidad y conexión con Dios. Cada frase subraya principios esenciales: la importancia de seguir la voluntad del Señor, la centralidad de los templos en Su obra, y la necesidad de actuar conforme a Su diseño divino.

Este versículo es un recordatorio de que la construcción de templos no es solo un acto físico, sino un símbolo de nuestra dedicación al Señor y nuestra disposición para obedecerle. Los templos son faros espirituales en un mundo caótico, lugares donde los santos pueden renovar su fe, cumplir convenios sagrados y prepararse para la vida eterna. El llamado a construir una casa para el Señor nos inspira a participar en Su obra con dedicación y reverencia.


Doctrina y Convenios 97:15–16

Y en tanto que mi pueblo edifique una casa para mí en el nombre del Señor, y no permita que ninguna cosa impura entre en ella, para que no sea contaminada, mi gloria reposará sobre ella; sí, y mi presencia estará allí, porque yo entraré en ella, y todos los puros de corazón que entren en ella verán a Dios.

“¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón” (Salmo 24:3–4).
Cuando entramos en la casa del Señor, se espera que lo hagamos con manos limpias (acciones) y corazón puro (deseos o motivos). Las personas que son impías, manchadas por pecados graves no arrepentidos, no pueden sentir las influencias elevadoras y santificadoras que fluyen libremente hacia quienes se esfuerzan por guardar sus convenios.

Los miembros de la Iglesia han sido llamados a ser un pueblo amante del templo y asistente al templo. La adoración en el templo nos permite rendir servicio vicario por quienes nos precedieron y asegurar que nuestra vida esté en orden, que estamos esforzándonos lo mejor posible por resistir el mal y guardar nuestros convenios con fidelidad y devoción.

Quienes lo hacen, llegan a ver a Dios.

Doctrina y Convenios 97:15–16 expresa con poder la santidad y el propósito supremo del templo. No se trata solo de un lugar sagrado; es la casa del Señor, un espacio donde Su gloria y Su presencia pueden morar si Su pueblo lo santifica y mantiene puro.

La promesa de que “mi presencia estará allí” y “los puros de corazón verán a Dios” es una de las más grandes que puede recibir un discípulo de Cristo. En el contexto de adoración en el templo, ver a Dios no se limita a una manifestación literal, sino que también incluye percibirlo con claridad espiritual, entender Su voluntad, sentir Su amor, y recibir revelación personal.

El énfasis en manos limpias y corazones puros refleja el principio de que la preparación personal es esencial para recibir las bendiciones del templo. Aquellos que entran al templo con pecado no arrepentido o con intenciones impuras no pueden experimentar la plenitud del Espíritu que allí se derrama.

La adoración regular en el templo, combinada con un esfuerzo sincero por vivir los convenios, transforma al individuo. Fortalece la fe, refina el carácter, y acerca el alma al Dios viviente.

Doctrina y Convenios 97:15–16 nos revela que el templo es mucho más que un símbolo: es un lugar real de encuentro con Dios. Aquellos que lo edifican, lo cuidan, y lo honran con su vida, reciben la promesa de Su presencia y Su gloria.

En un mundo de impureza y confusión, el templo es un refugio de luz y orden, donde los que se esfuerzan por ser limpios y puros pueden ser santificados y elevados. La adoración en el templo no solo bendice a los muertos, sino que purifica a los vivos, acercándolos más al cielo.

Quienes aman el templo, lo visitan con regularidad, y viven sus convenios, experimentarán lo que significa verdaderamente «ver a Dios»: conocerle, sentirle y reflejarle. Esa es la promesa y la bendición suprema del Santo Templo del Señor.


Versículos 10-17
Casey Paul Griffiths (Estudioso de la LDS)


Los planes para la ciudad de Sión enviados en junio, agosto y noviembre de 1833 incluían un complejo de veinticuatro templos en el corazón de la ciudad. Sin embargo, los Santos debían comenzar a construir el complejo con una sola estructura, y los planes para este primer templo fueron enviados a los Santos en Missouri en junio y agosto de 1833. Los planes de este templo se parecían en muchos aspectos al Templo de Kirtland. El interior del templo contaría con un gran espacio para reuniones congregacionales, con doce púlpitos representando diferentes oficios dentro del sacerdocio mayor y menor, ubicados en cada extremo de la sala.

Los planes fueron enviados a los Santos de Missouri a principios de junio de 1833, pero no tomaron ninguna acción antes de que comenzaran los ataques de la turba a los Santos en el mes siguiente. Si los Santos en Missouri hubieran cumplido con estas revelaciones, es posible que la ciudad hubiera sido construida (DyC 95:18, 25–26). Sin embargo, los Santos no cumplieron, y el Señor, aceptando las ofrendas y sacrificios de los Santos como suficientes para demostrar el arrepentimiento por su fracaso en construir el primer templo en Missouri, luego removió el mandamiento de construir la ciudad (DyC 124:49–51).


Versículos 18-21
Casey Paul Griffiths (Estudioso de la LDS)


Aunque la tierra para la ciudad de Sión y sus templos fue identificada por revelación, la tierra en sí no era el componente más importante de la ciudad. En última instancia, una ciudad está compuesta por personas. Si se quitan las cosas materiales y la gente está unida, la ciudad permanece.

Cuando la ciudad de Enoc fue llevada al cielo (Moisés 7:69), asumimos que no quedó un gran agujero en el suelo. De manera similar, cuando Melquisedec y la ciudad de Salem fueron llevados por Dios (José Smith—Traducción Génesis 14:34), la tierra donde más tarde se construyó la ciudad de Jerusalén permaneció. Sión es un pueblo.

Sin embargo, la tierra que el Señor designó como Sión es importante. El Señor luego decreta que “Sión no será movida de su lugar, no obstante que sus hijos estén dispersos” (DyC 101:17). Los Santos aún regresarán a Missouri y construirán la ciudad de Sión en su lugar predestinado. En el versículo 21, el Señor recuerda a los Santos que, aunque poseían la tierra de Sión en el momento de la revelación, no habían construido la ciudad. Todos los Santos deben construir la ciudad en sus corazones antes de que la ciudad física pueda llegar a existir. En este sentido, la ciudad de Sión se construirá a lo largo del mundo, en todas las comunidades en las que habiten los puros de corazón, particularmente entre los Santos de los Últimos Días.


Doctrina y Convenios 97:21

Al principio de la historia de la Iglesia restaurada, se pidió a los santos que se reunieran en Sion, el lugar donde los santos pudieran formar un núcleo fuerte, combinar sus talentos y recursos, y proporcionar un punto central desde el cual enviar misioneros. Una vez que se estableció una base fuerte y estable hacia fines del siglo XIX, los líderes de la Iglesia comenzaron a enfatizar lo que el Salvador ya había enseñado años antes en las revelaciones: que Sion no era solo una ubicación o lugar de recogimiento, sino también un estado de ser, un estado mental y espiritual.

Sobre la Sion de Enoc, las Escrituras testifican: “Y el Señor llamó a su pueblo SION, porque eran de un solo corazón y una sola mente, y moraban en rectitud; y no había pobres entre ellos” (Moisés 7:18).

Sion es un pueblo, y Sion es el lugar donde mora ese pueblo.

Doctrina y Convenios 97:21 enseña que “esta es Sion: el pueblo puro de Dios”, revelando una de las verdades más profundas y hermosas de la Restauración: Sion no es solo un lugar geográfico, sino una condición espiritual y comunitaria. Desde los días de Enoc hasta hoy, el Señor ha llamado Sion al grupo de personas que vive en rectitud, en unidad y en consagración.

Originalmente, los santos fueron llamados a reunirse físicamente en lugares designados (como Misuri, Nauvoo o Salt Lake City), pero el Señor dejó claro que la verdadera Sion se construye donde hay personas puras de corazón, no importa el lugar. Sion es donde el pueblo de Dios está unido en propósito y fe, y vive de acuerdo con los principios del Evangelio.

La referencia a Moisés 7:18 es clave: Sion es donde hay unidad, rectitud y ausencia de pobreza, no solo económica, sino también espiritual. Este modelo celestial nos enseña que la edificación de Sion comienza en el alma y se extiende a la comunidad.

Doctrina y Convenios 97:21 nos recuerda que Sion no es solo un destino; es un camino y una forma de vida. No necesitamos viajar a un lugar específico para construir Sion: podemos edificarla en nuestros hogares, barrios, estacas y comunidades, dondequiera que haya corazones consagrados al Señor.

Ser el «pueblo puro de Dios» implica vivir en santidad, buscar la unidad, cuidar a los necesitados, y seguir al Salvador con fidelidad. Sion es el reflejo colectivo de muchas vidas individuales consagradas.

Cuando vivimos en armonía con Dios y con nuestros semejantes, Sion florece—no solo como un ideal profético, sino como una realidad viva entre nosotros. Esa es la Sion que el Señor vendrá a redimir.


Versículo 21: “Por tanto, de cierto, así dice el Señor: Regocíjese Sion, porque esta es Sion: los puros de corazón; por consiguiente, regocíjese Sion mientras se lamentan todos los inicuos.”
Este versículo redefine Sion no como un lugar geográfico, sino como un estado espiritual: ser “puros de corazón”. Este concepto subraya que Sion puede existir donde haya rectitud y pureza, independientemente de las circunstancias externas.

“Por tanto, de cierto, así dice el Señor”
El uso de la frase “de cierto, así dice el Señor” indica la naturaleza solemne y autorizada de la declaración. Este lenguaje muestra que lo que sigue es una verdad divina y eterna, enfatizando la importancia de prestar atención a las palabras de Dios. En las Escrituras, esta frase aparece en momentos críticos para subrayar mandamientos, promesas y advertencias.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Cuando el Señor habla, no es simplemente un mensaje para considerar; es una guía que debemos seguir con fe y exactitud.” (“Escuchen al Señor,” Conferencia General, abril de 2020).
Este inicio solemne establece que el mensaje es de origen divino y requiere ser recibido con reverencia y obediencia. Subraya la autoridad del Señor al declarar lo que define a Sion.

“Regocíjese Sion”
El mandato de regocijarse refleja la alegría y el gozo que provienen de vivir en rectitud y estar alineados con los propósitos del Señor. Este regocijo no depende de las circunstancias externas, sino de una conexión espiritual con Dios y de la seguridad de estar en Su favor. Doctrina y Convenios 78:18 enseña que el Señor desea que Sus hijos sean consolados y que Sus almas se regocijen.
El élder Jeffrey R. Holland dijo: “El gozo verdadero se encuentra en la relación que tenemos con nuestro Padre Celestial y Su Hijo, no en las cosas del mundo.” (“Un gozo perfecto,” Conferencia General, octubre de 2016).
El regocijo en Sion es una expresión de gratitud y confianza en las bendiciones y promesas del Señor, incluso en medio de pruebas y desafíos.

“Porque esta es Sion: los puros de corazón”
El Señor redefine Sion como una condición espiritual: “los puros de corazón”. Esto significa que Sion no es solo un lugar físico, sino un estado de pureza y rectitud de sus habitantes. Doctrina y Convenios 101:18 también reafirma que los puros de corazón serán los que habiten en Sion. La pureza de corazón implica sinceridad, humildad y un deseo de seguir al Salvador.
El élder David A. Bednar enseñó: “Convertirse en puros de corazón es el resultado de arrepentirse sinceramente, cumplir con los convenios y permanecer firmes en Cristo.” (“Conviértete en santo por medio de la expiación de Cristo,” Conferencia General, octubre de 2014).
La pureza de corazón define el carácter de los ciudadanos de Sion, recordándonos que Sion no se construye solo con manos, sino con corazones y mentes dedicados al Señor.

“Por consiguiente, regocíjese Sion mientras se lamentan todos los inicuos”
El contraste entre el regocijo de Sion y el lamento de los inicuos refleja el juicio de Dios y el cumplimiento de Su justicia. Aquellos que permanecen en rectitud experimentarán gozo, mientras que los inicuos, al rechazar las invitaciones del Señor, enfrentarán las consecuencias de sus decisiones. En Moisés 7:18, Sion es descrita como un pueblo unido en rectitud, protegido del sufrimiento de los inicuos.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “Sion será un refugio para quienes elijan vivir en rectitud. Aquellos que rechacen el evangelio lamentarán su decisión cuando se enfrenten a las consecuencias eternas.” (“El recogimiento de Sion,” Conferencia General, octubre de 1991).
El contraste subraya la importancia de elegir la rectitud. Aunque los tiempos puedan parecer oscuros, Sion siempre será un lugar de gozo y paz para quienes vivan de acuerdo con los principios del evangelio.

Este versículo define a Sion como un lugar espiritual donde residen los puros de corazón. Este estado de pureza y rectitud es lo que permite a los santos experimentar el verdadero gozo del evangelio, independientemente de las circunstancias externas. Al mismo tiempo, este versículo advierte sobre las consecuencias de la iniquidad, mostrando el contraste entre el gozo de los justos y el lamento de los inicuos.

La invitación a regocijarse en Sion es un llamado a esforzarse por alcanzar la pureza de corazón y a reconocer que la verdadera felicidad proviene de una vida centrada en Cristo. Este versículo nos motiva a construir Sion en nuestros hogares, comunidades y corazones, asegurándonos un lugar en el gozo eterno prometido por el Señor.


Versículo 25: “Sin embargo, Sion escapará si procura hacer todo lo que le he mandado.”
El Señor promete protección a Sion si los santos son obedientes. Este versículo refleja la relación de pacto entre Dios y Su pueblo: Su misericordia y salvación están disponibles, pero dependen de la fidelidad y el esfuerzo continuo de los santos para cumplir con Sus mandamientos.

“Sin embargo, Sion escapará”
Esta frase subraya que, a pesar de las pruebas y los desafíos, Sion tiene la promesa de escapar y recibir la protección del Señor. “Escapará” implica una liberación divina que no está garantizada automáticamente, sino que depende de la obediencia de los santos. Este principio se alinea con la promesa de protección en Doctrina y Convenios 45:68, donde el Señor asegura que Sion será un lugar de refugio para los justos.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “El Señor siempre ha preparado un lugar de refugio para los justos, ya sea físico o espiritual. En esos lugares, nos protege y nos da fuerzas para perseverar.” (“Refugio de la tormenta,” Conferencia General, octubre de 2014).
La frase asegura a los fieles que Sion será protegida si los santos permanecen unidos en rectitud. Es un recordatorio de que el poder de Dios puede liberar a Su pueblo en tiempos de crisis.

“Si procura”
El uso de la palabra “procura” indica esfuerzo, dedicación y persistencia. No se trata de una simple declaración de intención, sino de una acción continua y deliberada para cumplir con los mandamientos. Este principio resalta la importancia de trabajar activamente para alcanzar las bendiciones prometidas, como se enseña en Éter 12:27, donde el Señor promete fortalecer a quienes se esfuerzan humildemente por seguirle.
El presidente Thomas S. Monson dijo: “La salvación no es un evento pasivo. Requiere esfuerzo y dedicación constante por parte de cada uno de nosotros.” (“Nunca dejes de intentarlo,” Conferencia General, octubre de 2013).
El esfuerzo continuo es un componente clave en la relación de pacto con el Señor. Procurar implica más que solo desear; requiere acción deliberada y constante.

“Hacer todo lo que le he mandado”
El Señor establece que la protección de Sion está condicionada a la obediencia completa a Sus mandamientos. No se trata de cumplir solo con algunas cosas, sino con todo lo que Él ha mandado. Este principio se alinea con Doctrina y Convenios 82:10, donde el Señor promete estar obligado a bendecir a los obedientes, pero también advierte que las bendiciones están condicionadas al cumplimiento de los mandamientos.
El presidente Howard W. Hunter enseñó: “La obediencia total a los mandamientos de Dios es una expresión de nuestra confianza en Su sabiduría y amor. Esa obediencia nos lleva a recibir las bendiciones más grandes.” (“El gozo de la obediencia,” Conferencia General, octubre de 1994).
La obediencia completa demuestra nuestra confianza en el Señor y nuestra disposición a someternos a Su voluntad. Es un recordatorio de que las bendiciones prometidas están ligadas a nuestra fidelidad en guardar Sus mandamientos.

Este versículo enseña que la protección de Sion no es automática, sino que depende del esfuerzo continuo y de la obediencia completa de los santos. Procurar cumplir con los mandamientos del Señor implica dedicación, humildad y acción persistente, mientras se confía en las promesas divinas.

Este versículo es una invitación a los santos a reflexionar sobre su disposición para obedecer al Señor en todas las cosas. Es un llamado a trabajar unidos como Sion, esforzándose por vivir los principios del evangelio con integridad. Al hacerlo, no solo aseguramos la protección de Sion, sino que también fortalecemos nuestra relación personal con Dios y nuestra capacidad para enfrentar las pruebas con fe y confianza en Su poder salvador.


Versículos 22-28
Casey Paul Griffiths (Estudioso de la LDS)


Cuando estallaron las primeras persecuciones en el condado de Jackson, nadie pudo haber concebido cuán largo y difícil sería el camino para redimir a Sión. Casi dos siglos después, todavía estamos mirando hacia la construcción de la Nueva Jerusalén. Unos meses antes de que comenzaran las persecuciones contra los Santos en Missouri, José Smith les escribió, buscando desesperadamente que se arrepintieran antes de que la ventana de oportunidad para construir la ciudad de Sión se cerrara. En enero de 1833, siete meses antes de que los ataques de la turba comenzaran con fuerza, José escribió:

“El Señor tendrá un lugar desde el cual su palabra saldrá en estos últimos días con pureza, porque si Sión no se purifica para ser aprobada en todas las cosas ante su vista, él buscará—otro pueblo[,] porque su obra continuará hasta que Israel sea reunido, y aquellos que no oigan su voz deben esperar sentir su ira. Permítanme decirles, busquen purificarse, y también a todos los habitantes de Sión, no sea que la ira del Señor se encienda con furia.

Arrepiéntanse, arrepiéntanse, es la voz de Dios, a Sión, y aunque parezca extraño, es cierto[,] la humanidad persistirá en la autojustificación hasta que toda su iniquidad sea expuesta y su carácter más allá de ser redimido, y aquello que atesoran en sus corazones sea expuesto a la mirada de la humanidad, les digo a ustedes—(& lo que les digo a ustedes, se lo digo a todos) escuchen la voz de advertencia de Dios, no sea que Sión caiga, y el Señor jure en su ira… Los hermanos en Kirtland oran por ustedes sin cesar, pues conociendo los terrores del Señor, temen mucho por ustedes… Todo lo que podemos decir como conclusión es, si la fuente de nuestras lágrimas no se seca[,] aún lloraremos por Sión, esto de su hermano que tiembla enormemente por Sión—y por la ira del cielo que la espera si no se arrepiente.”


En estos versículos, José Smith se dirige a los Santos de los Últimos Días en un tono urgente y solemne, advirtiendo sobre la necesidad de arrepentirse para evitar la ira del Señor. Este pasaje resalta varios principios doctrinales clave:

  1. La necesidad de purificación personal y colectiva:
    José Smith exhorta a los Santos a purificarse, tanto individualmente como como pueblo. Esto refleja un principio fundamental en las escrituras, que nos insta a ser santos y a mantenernos libres de la iniquidad para poder recibir las bendiciones de Dios. La purificación es un proceso constante, tanto a nivel personal como colectivo, y es esencial para ser aprobados por el Señor en todas las cosas.
  2. La ira del Señor como respuesta a la desobediencia:
    El Señor, a través de José Smith, advierte que si Sión no se purifica, la ira de Dios se desatará. Esta advertencia es una de las muchas en las escrituras que señalan que la desobediencia y la falta de arrepentimiento pueden llevar a consecuencias graves. En la historia de Israel, la falta de arrepentimiento resultó en juicios divinos, y el mismo principio se aplica a la dispensación moderna. La ira de Dios no es arbitraria; es el resultado de rechazar Sus mandamientos y de no hacer el esfuerzo de arrepentirse.
  3. El arrepentimiento como una constante necesidad:
    La repetición del llamado al arrepentimiento («Arrepiéntanse, arrepiéntanse») subraya la importancia de esta doctrina central en el evangelio. El arrepentimiento no es solo un acto inicial, sino una invitación continua a mantener una relación recta con Dios. Es un proceso diario que permite la purificación del alma, y sin él, el pueblo de Sión no podrá cumplir su destino de ser una ciudad santa.
  4. La advertencia contra la autojustificación:
    José Smith observa que el ser humano tiende a justificarse a sí mismo incluso cuando está en pecado, lo que es un obstáculo para el arrepentimiento genuino. La autojustificación es una actitud que impide el crecimiento espiritual porque se basa en negar la necesidad de cambio. Las escrituras enseñan que debemos humillarnos y reconocer nuestra necesidad de la misericordia de Dios para poder recibir Su perdón y Su guía.
  5. El papel de los líderes y la intercesión:
    Los líderes de la Iglesia, como los hermanos en Kirtland, oran sin cesar por los Santos en Missouri, demostrando el principio de intercesión en las escrituras. Los líderes espirituales tienen la responsabilidad de velar por el bienestar de los miembros de la Iglesia, y esto incluye interceder ante el Señor en su favor, especialmente en tiempos de crisis o desobediencia. Esta intercesión refleja el amor y la preocupación que los líderes deben tener por el pueblo de Dios.
  6. La necesidad de arrepentimiento antes de la redención:
    José Smith también subraya que antes de que Sión sea redimida, debe haber un arrepentimiento genuino. Esto se alinea con la enseñanza de que la redención espiritual y física de Sión está condicionada a la rectificación moral del pueblo. En las escrituras, la redención de Sión es tanto un proceso espiritual (purificación y santificación) como un proceso físico (la construcción de la ciudad y el templo). El arrepentimiento es la clave para avanzar en ambos aspectos.
  7. La realidad de las consecuencias de no arrepentirse:
    Finalmente, la advertencia de José Smith de que, si no se arrepienten, vendrá la ira del Señor, resalta la importancia de escuchar las advertencias divinas y actuar sobre ellas. Las escrituras enseñan que Dios es paciente y misericordioso, pero también justo. Si no se responde a la invitación de arrepentirse, las consecuencias de desobedecer pueden ser inevitables.

Estos versículos de Doctrina y Convenios no solo sirven como una advertencia para los Santos de los Últimos Días de la época de José Smith, sino que también tienen un mensaje universal para los santos en todas las dispensaciones. La purificación personal y colectiva, el arrepentimiento constante, y la necesidad de humillarse ante Dios son principios que siguen siendo fundamentales para la progresión espiritual de los miembros de la Iglesia. Además, el llamado a ser santos y a construir la ciudad de Sión, tanto en los corazones como en la práctica, continúa siendo una tarea pendiente y una bendición prometida para los fieles.


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