El lagar
Justin Collings

“Ningún otro ha tenido una influencia tan profunda sobre todos los que han vivido y los que aún vivirán sobre la tierra.” — “El Cristo viviente: El testimonio de los apóstoles”
Cabeza de Jesús, por Enrique Simonet
Cae la noche
Llega la hora
Fría la suerte
Oscura y torva
Nadie consuela
Nadie fortalece
Amigos flaquean
La sombra crece
Pisado el lagar
Con ira y dureza
Sangrientas sus ropas
Sin quien lo vea
Turba encendida
Antorchas, palos
Traidor conspira
Turnos del malo
Juicio burlado
Falsos testigos
Rencor, veneno
Sin alivio
Llevan a Herodes
Llevan a Pilato
Azotado, escupido
En púrpura atado
Veredicto de Pilato:
¡Nada ha hecho!
Pero grita el pueblo:
¡Crucifícalo, crucifícalo!
Sigue su paso
Sin evitarlo
Monte elevado
Cruz alzando
La muchedumbre
Le vocifera
Romanos rudos
Clavan sus fierros
¡Agua, agua!
Le dan hiel amarga;
¡Padre, Padre—!
¡Perdónales el alma!
Tiembla la tierra
Cielo oscurece
El infierno se agita
Con furia aparece
¡Padre, Padre!
¿Me has dejado?
Eli, lama
Sabactani…?
Todo es tiniebla
Cielo escondido
Desierto estéril
Velo endurecido
Mas su amor sigue
Inalterado
¡Padre, Padre—!
¡Todo ha acabado!
Ahora abre
Las prisiones
Como el alba
Son sus dones
Suena la trompeta
Firme, audaz
Viene el Mesías
Día triunfal
Alaben la hora
Cuenten victoria
Trono de poder
Corona de gloria
Tierra redimida
Pecado vencido
Muerte sin fuerza
Satanás rendido
Misericordias
Ríos de vida
Reino sin mancha
Al Padre invita
El lagar del cielo
Pisado ha sido
Esta es mi voz—
El Unigénito nacido
El precio es pagado
El premio ganado
Lo que el Padre pidió
¡Ya se ha osado!
























