Educador Religioso Vol. 24 Núm. 2 · 2023

El lagar

Justin Collings

“Ningún otro ha tenido una influencia tan profunda sobre todos los que han vivido y los que aún vivirán sobre la tierra.” — “El Cristo viviente: El testimonio de los apóstoles”
Cabeza de Jesús, por Enrique Simonet

Cae la noche
Llega la hora
Fría la suerte
Oscura y torva

Nadie consuela
Nadie fortalece
Amigos flaquean
La sombra crece

Pisado el lagar
Con ira y dureza
Sangrientas sus ropas
Sin quien lo vea

Turba encendida
Antorchas, palos
Traidor conspira
Turnos del malo

Juicio burlado
Falsos testigos
Rencor, veneno
Sin alivio

Llevan a Herodes
Llevan a Pilato
Azotado, escupido
En púrpura atado

Veredicto de Pilato:
¡Nada ha hecho!
Pero grita el pueblo:
¡Crucifícalo, crucifícalo!

Sigue su paso
Sin evitarlo
Monte elevado
Cruz alzando

La muchedumbre
Le vocifera
Romanos rudos
Clavan sus fierros

¡Agua, agua!
Le dan hiel amarga;
¡Padre, Padre—!
¡Perdónales el alma!
Tiembla la tierra
Cielo oscurece
El infierno se agita
Con furia aparece

¡Padre, Padre!
¿Me has dejado?
Eli, lama
Sabactani…?

Todo es tiniebla
Cielo escondido
Desierto estéril
Velo endurecido

Mas su amor sigue
Inalterado
¡Padre, Padre—!
¡Todo ha acabado!

Ahora abre
Las prisiones
Como el alba
Son sus dones

Suena la trompeta
Firme, audaz
Viene el Mesías
Día triunfal

Alaben la hora
Cuenten victoria
Trono de poder
Corona de gloria

Tierra redimida
Pecado vencido
Muerte sin fuerza
Satanás rendido

Misericordias
Ríos de vida
Reino sin mancha
Al Padre invita

El lagar del cielo
Pisado ha sido
Esta es mi voz—
El Unigénito nacido

El precio es pagado
El premio ganado
Lo que el Padre pidió
¡Ya se ha osado!