Educador Religioso Vol. 24 Núm. 2 · 2023

La Proclamación sobre la Familia
El contexto secular y espiritual

Michael A. Goodman y W. Justin Dyer


La comprensión que tiene la sociedad sobre el rol y la naturaleza del matrimonio ha cambiado considerablemente con el tiempo. ¿Cuánto de nuestra comprensión proviene de normas sociales en comparación con la dirección profética?


Dentro del evangelio restaurado de Jesucristo, “La familia: Una proclamación para el mundo” es, sin duda, uno de los documentos más influyentes producidos en los últimos cien años. Desde que se dio en 1995, ha sido citada más de 250 veces en conferencias generales, cuelga en las paredes de muchos hogares Santos de los Últimos Días y se presenta a líderes en todo el mundo. De hecho, en la primera reunión en la historia entre un Papa y un Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, el presidente Russell M. Nelson le entregó al papa Francisco dos obsequios: una estatua del Christus y una copia de la proclamación sobre la familia.

A pesar de su posición central dentro de las enseñanzas del evangelio restaurado de Jesucristo, el propósito y lugar de la proclamación ha sido debatido tanto por miembros como por personas ajenas a la Iglesia. El propósito de este artículo es proporcionar claridad tanto sobre el contexto cultural como sobre la naturaleza profética de la proclamación sobre la familia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. En la primera mitad de este artículo exploramos el entorno cultural y legal, así como los acontecimientos en el momento de la creación de la proclamación. Examinamos el papel de la proclamación en estos eventos, así como su papel en eventos posteriores. El conocimiento del contexto y los usos de la proclamación sobre la familia ha llevado a algunos a cuestionar su rol y naturaleza. Estas personas se preguntan: ¿Debe verse la proclamación como una declaración de verdades divinas o como una declaración de políticas cambiantes basadas en la comprensión limitada de los líderes de la Iglesia sobre el tema? En este artículo, buscaremos aportar mayor claridad a esta importante cuestión.

Occidente replantea el matrimonio: el contexto social/cultural de la proclamación

El presidente Gordon B. Hinckley declaró que “La familia: Una proclamación para el mundo” se dio para ayudar a las personas a evitar “el engaño respecto a normas y valores” y para reafirmar “las normas, doctrinas y prácticas relativas a la familia que los profetas, videntes y reveladores de esta Iglesia han declarado repetidamente a lo largo de su historia.”

Aunque las normas familiares han cambiado considerablemente con el tiempo, el último medio siglo ha sido testigo de los cambios más rápidos y fundamentales en la historia de las leyes matrimoniales occidentales y de la comprensión cultural del matrimonio. Aunque la evolución de esta cultura es un tema demasiado amplio para tratarlo en detalle aquí, dos áreas que han influido poderosamente en el funcionamiento del matrimonio en la sociedad son el auge del individualismo expresivo y la revolución sexual. La mayoría de las personas tiene una comprensión básica de los cambios en las normas sexuales que se desarrollaron en las décadas de 1960 y 1970 en los Estados Unidos. Aunque el concepto de inmoralidad sexual ha existido durante milenios, al menos en Occidente la sexualidad se veía predominantemente como algo apropiado entre personas casadas. Sin embargo, la revolución sexual de los años 60 y 70 logró en gran medida disociar la sexualidad del matrimonio y de la procreación. Donde antes el sexo prematrimonial y extramatrimonial se consideraba al menos moralmente cuestionable, si no objetable, se volvió mucho más común que tales objeciones fueran vistas como anticuadas e incluso opresivas.

El individualismo expresivo ha recibido menos atención en la esfera pública. Quizás el tratamiento más extenso del concepto se encuentra en el libro de Robert Bellah Habits of the Heart. El individualismo expresivo otorga una importancia primordial al derecho del individuo al autorrealización personal, lo cual en el pasado podía perseguirse mediante “las virtudes tradicionales del altruismo, el autosacrificio y la simpatía hacia los demás”, pero que ha dado paso a los valores terapéuticos de la autorrealización, la autoestima y la autoaceptación.

Dentro del individualismo expresivo, el mayor “bien” es la expresión de uno mismo, comoquiera que el individuo elija definirse. Las normas matrimoniales reflejadas en la cultura y las leyes actuales han sido profundamente influenciadas por este enfoque en el individuo. Tras la revolución sexual, los individuos comenzaron a buscar matrimonios que les resultaran más atractivos en lo interpersonal, y no solo aquellos que satisfacían metas religiosas, económicas y familiares extensas (que eran las bases comunes del matrimonio anteriormente). La gratificación del individuo y de sus expresiones personales se convirtió en la principal preocupación moral. Emergió una nueva forma de matrimonio, el “matrimonio individualista”, que prioriza la satisfacción individual dentro del matrimonio por encima de todo lo demás. Desde la década de 1960, las leyes y normas matrimoniales comenzaron a reflejar más prominentemente estos valores, una tendencia que ha continuado hasta el presente. Dentro de un matrimonio individualista, el deseo mutuo es necesario para iniciar el matrimonio, pero estos se consideran “exitosos solo en la medida en que continúan satisfaciendo las necesidades psicológicas más íntimas de cada cónyuge.” Con este nuevo enfoque del matrimonio, las leyes relativas al matrimonio y al divorcio comenzaron a cambiar rápidamente, favoreciendo las preferencias de los individuos que contraían matrimonio por encima de consideraciones familiares, religiosas o sociales más amplias. La lógica pasó a ser: “Cualquier cosa que un individuo desee en un matrimonio es lo que debe poder tener, independientemente de cualquier otra consideración.” Sin embargo, esta actitud favoreció a quienes deseaban disolver un matrimonio por encima de quienes deseaban conservarlo. Es decir, si un cónyuge deseaba terminar el matrimonio y el otro deseaba mantenerlo, las leyes favorecían a quien deseaba terminarlo.

No obstante, sería incompleto no reconocer que este cambio de actitud no comenzó en los años 60. Desde el siglo XVIII, algunos individuos ya argumentaban en contra de la institución del matrimonio misma, considerándola represiva y digna de ser abolida. Incluso la “familia biológica” (una estructura familiar basada en las expectativas y roles que los padres biológicos tenían entre sí y hacia sus hijos) fue vista como una “tiranía” que debía superarse mediante una reestructuración radical de la sociedad y los medios tecnológicos de reproducción.

Aunque algunos podrían sugerir que solo las personas más conservadoras se preocupan por los cambios en la institución del matrimonio, tanto estudiosos conservadores como progresistas han señalado que estos cambios han generado una mayor fragilidad en las relaciones familiares. Por ejemplo, la académica progresista Stephanie Coontz señala que los lazos familiares se han debilitado sustancialmente en tiempos recientes:

En todas partes el matrimonio se está volviendo más opcional y más frágil. En todas partes se está desgastando el vínculo que antes era predecible entre el matrimonio y la crianza de los hijos. Y en todas partes las relaciones entre hombres y mujeres están experimentando transformaciones rápidas y, en ocasiones, traumáticas. De hecho, me di cuenta de que las relaciones entre hombres y mujeres han cambiado más en los últimos treinta años que en los tres mil anteriores.

Estos cambios produjeron no solo un cambio cultural sino también legal. Las leyes de divorcio cambiaron drásticamente con la introducción del divorcio sin culpa. Una consecuencia natural de esta nueva conceptualización del matrimonio fue un cambio fundamental en la legislación matrimonial para incluir a las parejas del mismo sexo. Aunque las relaciones homosexuales habían sido aceptadas en muchas partes de la civilización occidental, la unicidad evidente de la relación entre hombre y mujer la colocaba en una categoría distinta de las relaciones entre personas del mismo sexo. Desde la antigua Grecia (que aceptaba e incluso elogiaba los comportamientos homosexuales), Aristófanes en los escritos de Platón argumentaba que, si bien el alma gemela de uno podía ser del mismo sexo, uno no se casaría con esa persona: el matrimonio era entre hombre y mujer. Sin embargo, con el matrimonio individualista, las sociedades de los últimos siglos comenzaron a considerar que limitar la definición del matrimonio a la relación entre hombres y mujeres constituía una forma de discriminación. Esto ocurrió a pesar de la singularidad de la relación entre varón y mujer, que había llevado a prácticamente todas las sociedades a definir el matrimonio como entre hombre y mujer hasta ese momento.

Con las nuevas bases morales sobre las que se asentaba el matrimonio individualista, en mayo de 1970 la primera pareja del mismo sexo solicitó una licencia de matrimonio en los Estados Unidos. Aunque no tuvo éxito, la corriente cultural que condujo a este intento continuaría creciendo durante las décadas siguientes a medida que se afianzaba la concepción individualista del matrimonio. Sin embargo, esta corriente no fue simplemente una cruzada a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo; representó una reconsideración total de las relaciones familiares. Esta ola trajo consigo los rápidos cambios a los que se refería Coontz, incluyendo el aumento de las tasas de divorcio, la convivencia sin matrimonio y los nacimientos fuera del matrimonio, que comenzaron a alterar fundamentalmente la naturaleza de la vida familiar en Occidente. Estos y otros temas relacionados con la familia no fueron simplemente fenómenos culturales. Varios de estos temas familiares aparecieron en fallos importantes de la Corte Suprema de los Estados Unidos. Dentro de este contexto, examinamos eventos culturales clave, tendencias sociales y respuestas de la Iglesia en las dos décadas que precedieron a la proclamación sobre la familia.

Las décadas de 1970 y 1980

La cultura y las leyes en torno al matrimonio experimentaron un cambio sustancial en las décadas de 1970 y 1980. Por ejemplo, en comparación con los años 60, la década de 1970 mostró un aumento del 50 por ciento en la tasa de divorcios y una duplicación en la tasa de nacimientos fuera del matrimonio. De 1970 a 1980, el número de parejas que cohabitaban más que se triplicó, el porcentaje de niños nacidos de mujeres solteras casi se duplicó, la tasa de matrimonios cayó un 15 por ciento, y la tasa de divorcios aumentó un 52 por ciento. La legislación y las políticas que reconocían las uniones y matrimonios entre personas del mismo sexo comenzaron a incrementarse, aunque los cambios legales en esta área fueron lentos. En la década de 1970, tres parejas del mismo sexo solicitaron licencias de matrimonio, pero les fueron negadas.

Durante este tiempo, el énfasis de la Iglesia en la familia pareció crecer. Según el Corpus de la Conferencia General SUD, el uso de la palabra “familia” en conferencia general se duplicó de los años 60 a los 70, con un aumento constante en casi todas las décadas posteriores. En 1970, la Iglesia designó los lunes por la noche como la noche reservada para la noche de hogar, formalizando un programa que había comenzado décadas antes. En octubre de ese año fue la primera vez que se dijo en conferencia general que la “familia” estaba “bajo ataque”, y la Iglesia comenzó a producir cada vez más material destinado a defender a la familia de las diversas amenazas que enfrentaba.

La década de 1980 vio un alejamiento aún mayor del modelo tradicional de familia. Entre 1969 y 1983, todos los estados de EE. UU., excepto Dakota del Sur y Nueva York, adoptaron alguna forma de divorcio sin culpa. Durante este tiempo, aumentaron la legislación y las políticas que reconocían las uniones y matrimonios entre personas del mismo sexo. En 1984, Berkeley, California se convirtió en la primera ciudad en ofrecer beneficios de pareja doméstica a sus empleados, y ese mismo año la Asociación Unitaria Universalista fue la primera gran denominación protestante en aprobar los matrimonios entre personas del mismo sexo. También se comenzaron a aprobar leyes antidiscriminatorias; por ejemplo, Wisconsin se convirtió en 1982 en el primer estado en prohibir la discriminación por orientación sexual. También se impugnaban casos relacionados con la sodomía, aunque estos cambios fueron graduales. Por ejemplo, la Corte Suprema confirmó la ley antisodomía de Georgia en 1986.

Durante la década de 1980, la familia siguió siendo un tema destacado en la conferencia general. Los líderes de la Iglesia también estaban proporcionando información a los líderes locales sobre la homosexualidad. En 1981, la Iglesia publicó la segunda edición de un folleto titulado La homosexualidad, que proporcionaba orientación a los líderes de la Iglesia que trabajaban con los miembros.

La década de 1990: un punto de inflexión en la legislación sobre la familia

Aunque las tasas de divorcio disminuyeron su ritmo de crecimiento entre las décadas de 1980 y 1990 (aunque seguían siendo altas), la tasa de nacimientos fuera del matrimonio, la convivencia sin casarse y las familias monoparentales continuaron en aumento. Esta también fue una década decisiva en la legislación sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. En diciembre de 1990, tres parejas del mismo sexo solicitaron licencias de matrimonio en el Departamento de Salud de Hawái y les fueron denegadas. Siguió una demanda, pero fue desestimada en octubre de 1991. Al mes siguiente, la Primera Presidencia, compuesta por los presidentes Ezra Taft Benson, Gordon B. Hinckley y Thomas S. Monson, emitió una carta a todos los miembros de la Iglesia titulada “Normas de moralidad y fidelidad”. La carta, publicada el 14 de noviembre de 1991, se enfocaba en los estándares de pureza sexual, declarando el comportamiento homosexual y lésbico (entre otras cosas) como pecaminoso y haciendo una distinción entre pensamientos, sentimientos y comportamientos homosexuales.

La demanda de Hawái de 1991 fue apelada ante la Corte Suprema del estado, y en 1993 esa corte dictaminó que limitar el matrimonio a la pareja hombre-mujer constituía discriminación basada en el sexo. El caso regresó a tribunales inferiores, donde la carga de la prueba recaía sobre el estado para demostrar un interés legítimo en negar a las parejas del mismo sexo la posibilidad de casarse. Este hecho fue notable, ya que fue la primera vez en los Estados Unidos que una corte de última instancia utilizó un principio constitucional como base para el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Durante 1994, mientras el caso avanzaba en los tribunales, la Iglesia estuvo activa en varios frentes en apoyo al matrimonio tradicional en Hawái. Esto incluyó una carta de la Primera Presidencia dirigida a los líderes de la Iglesia en todo el mundo titulada “Matrimonios del mismo género”. La carta afirmaba que “los principios del evangelio y las sagradas responsabilidades que se nos han dado requieren que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se oponga a cualquier esfuerzo por otorgar autorización legal a los matrimonios entre personas del mismo género” y que los líderes de la Iglesia “alientan a los miembros a apelar a legisladores, jueces y otros funcionarios gubernamentales para preservar los propósitos y la santidad del matrimonio entre un hombre y una mujer, y rechazar todos los esfuerzos por otorgar autorización legal u otra aprobación oficial o apoyo a los matrimonios entre personas del mismo género.”

Aunque Hawái fue uno de los primeros estados en abordar seriamente la legislación sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, el tema se estaba extendiendo por todo el país. Impulsados por estos y otros acontecimientos, los legisladores en Washington, D.C., también participaron activamente en el debate sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, aprobando la Ley de Defensa del Matrimonio (DOMA, por sus siglas en inglés) en 1996, la cual permitía a los estados no reconocer los matrimonios del mismo sexo celebrados en otros estados.

El año 1994 fue designado como el “Año Internacional de la Familia” por las Naciones Unidas. La ONU solicitó a dos conferencias abordar temas relacionados con la familia: la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo en El Cairo (5 al 13 de septiembre) y la Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing (4 al 15 de septiembre). Estas conferencias generaron mucha discusión dentro del Cuórum de los Doce Apóstoles y parecen haber sido eventos clave que llevaron a la creación de la proclamación. La Iglesia envió representantes a la conferencia de Beijing y, según el élder Boyd K. Packer, “no fue agradable lo que ellos [los representantes] escucharon.” Aunque no profundizó en esa afirmación, el élder Packer señaló que leyó los documentos de una sesión en la conferencia de El Cairo en la cual “no se mencionó la palabra matrimonio. Era una conferencia sobre la familia, pero ni siquiera se mencionó el matrimonio.”

Cuando se anunció una conferencia sobre la familia que tendría lugar en Salt Lake City, el élder Packer dijo: “Algunos de nosotros hicimos la recomendación: ‘Ellos vienen aquí. Más nos vale proclamar nuestra posición.’” El élder M. Russell Ballard describió la situación de forma similar: “Se celebraron varias conferencias mundiales que trataban directa o indirectamente sobre la familia. . . . En medio de todo lo que se estaba agitando en el mundo sobre este tema, la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles pudieron ver la importancia de declarar al mundo el verdadero papel revelado de la familia en el plan eterno de Dios.”

La proclamación

Fue en este entorno que se creó “La familia: Una proclamación para el mundo”. La proclamación se convirtió rápidamente en el documento central de la Iglesia para definir sus principios sobre la familia tanto en la esfera privada como en la pública. Como se señaló anteriormente, desde el principio los líderes de la Iglesia usaron la proclamación en sus interacciones con líderes mundiales para “promover aquellas medidas diseñadas para mantener y fortalecer a la familia como la unidad fundamental de la sociedad.” Como ha dicho el presidente Nelson: “A lo largo de los años, he entregado copias de la proclamación a muchos líderes gubernamentales que no pertenecen a nuestra fe y que han estado agradecidos, diciéndoles que eran libres de usarla de cualquier forma que desearan.” En junio de 2006, cuando aún era el élder Nelson, citó la proclamación sobre la familia en el Capitolio de los Estados Unidos en apoyo a una enmienda constitucional que protegiera el matrimonio tradicional.

A lo largo de los años, la proclamación ha sido incluida en informes amicus curiae en al menos siete casos judiciales: Baehr v. Miike (Hawái), 1997; Perry v. Schwarzenegger (California), 2010; Massachusetts v. U.S. Department of Health and Human Services, 2011; Hollingsworth v. Perry (California), 2013; Kitchen v. Herbert (Utah), 2014; De Leon v. Perry (Texas), 2014; y Obergefell v. Hodges (Estados Unidos), 2015. Con respecto a este último caso, Obergefell v. Hodges, la Iglesia se unió a dieciocho grupos religiosos en un informe amicus presentado ante la Corte Suprema de los Estados Unidos en relación con el matrimonio entre personas del mismo sexo. Una parte del informe dice: “El matrimonio es fundamental para la doctrina de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Una proclamación doctrinal formal declara que ‘[e]l matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios.’” Ya sea por coincidencia o no, varias opiniones disidentes sobre este informe reflejan principios contenidos en la proclamación. Por ejemplo, el juez John Roberts señala que el matrimonio trata fundamentalmente de establecer un modelo familiar que implica (1) que quienes conciben hijos se hagan cargo de ellos, y (2) la promoción de una unión de por vida, sexualmente fiel, entre un hombre y una mujer.

En una declaración tres días después del fallo de la Corte Suprema que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo, la Primera Presidencia, compuesta por los presidentes Thomas S. Monson, Henry B. Eyring y Dieter F. Uchtdorf, volvió a hacer referencia a la proclamación sobre la familia, diciendo: “Los cambios en la ley civil no cambian, ni pueden cambiar, la ley moral que Dios ha establecido… Invitamos a todos a repasar y comprender la doctrina contenida en ‘La familia: Una proclamación para el mundo.’” La Primera Presidencia instruyó a todos los líderes locales a “reunirse con todos los adultos, hombres jóvenes y mujeres jóvenes el 5 o el 12 de julio, en una reunión distinta a la sacramental, y leerles toda la declaración.” La Iglesia continuó utilizando la proclamación sobre la familia en relación con casos judiciales en todo el mundo. Por ejemplo, en 2016 se leyó una carta de la Iglesia en todas las congregaciones de México, citando la proclamación como razón para que los miembros se opusieran al matrimonio entre personas del mismo sexo en ese país.

El contexto espiritual y eclesiástico del origen de la proclamación:
Conectando el contexto secular y el espiritual

Como se ha demostrado anteriormente, “La familia: Una proclamación para el mundo” no fue creada en un vacío. Los acontecimientos que precedieron a la creación de la proclamación y sus muchos usos públicos y políticos desde el principio ilustran gran parte del contexto en el que este documento sagrado cobró vida. Seguramente, otros acontecimientos o cuestiones que no forman parte del registro público también influyeron en el origen del documento. Algunos Santos de los Últimos Días, al enterarse del contexto político y público en el que se dio la proclamación sobre la familia, han cuestionado qué papel, si alguno, desempeñaron Dios y la revelación en el proceso. Algunas personas han argumentado que el documento no es más que una declaración política de política institucional. Como dijo un exmiembro: “Hace dieciocho años, quince hombres crearon un documento político de una página que ellos y otros miembros SUD usarían contra la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo en Hawái durante su versión de la Proposición 8 allá por 1995. Irónicamente, lo llamaron La familia: Una proclamación para el mundo.”

Esta persona no está sola en esa creencia. No es raro ver sentimientos similares compartidos por algunas personas tanto dentro como fuera de la Iglesia. Tal conclusión no es ilógica si el enfoque principal de una persona está en el contexto secular de la proclamación, o si cuestiona la validez de las enseñanzas que contiene. El presidente Dallin H. Oaks reconoció esta realidad cuando comentó que muchos de los que tienden a enfocarse principalmente en el razonamiento secular con respecto a esta y otras cuestiones “consideran la proclamación sobre la familia simplemente como una declaración de política que debería cambiarse.” Pero ¿es esta la única conclusión posible, o incluso la más lógica? ¿Es posible conocer el contexto secular del documento y aun así llegar a la conclusión razonada de que el documento es lo que la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce afirman que es—la mente y la voluntad de Dios?

La manera en que los miembros perciben la proclamación sobre la familia tiene profundas consecuencias sobre su testimonio del evangelio restaurado de Jesucristo, sobre el papel de los profetas y apóstoles dentro de la Iglesia, y sobre las doctrinas relacionadas con el género, la sexualidad y la familia. El presidente Oaks lo expresó de esta manera: “Hace cuarenta años, el presidente Ezra Taft Benson enseñó que ‘cada generación tiene sus pruebas y su oportunidad de sostenerse y probarse a sí misma.’ Creo que nuestra actitud hacia la proclamación sobre la familia y nuestro uso de ella es una de esas pruebas para esta generación.” Los miembros de la Iglesia y otras personas que creen que el contexto de la proclamación demuestra que es más bien una declaración de política que una declaración doctrinal son, obviamente, más propensos a cuestionar la veracidad de sus enseñanzas. Tal vez dicho más claramente, la cuestión en juego es si la proclamación es una declaración de verdad divina y eterna o simplemente una política institucional modificable. Aunque una clara mayoría de los miembros de la Iglesia expresa confianza general en las enseñanzas de la Iglesia, en temas relacionados con el género, la sexualidad y la familia, esa confianza parece estar disminuyendo para una minoría de miembros. Las preguntas relacionadas con muchas de las enseñanzas de la proclamación sobre la familia parecen ser más fuertes entre las generaciones más jóvenes.

Comprensión actual de los miembros respecto al género, la sexualidad y la familia

En su encuesta Next Mormons Survey (NMS) de 2016, Jana Reiss preguntó a un panel representativo a nivel nacional de Santos de los Últimos Días sus opiniones sobre varios temas relacionados con el género, la sexualidad y la familia. Los resultados indican una división generacional moderada. Parece haber una tendencia en las generaciones más jóvenes a estar menos seguras de las enseñanzas de la Iglesia en general, y específicamente de aquellas contenidas en la proclamación sobre la familia. La figura 1 ilustra algunos de los hallazgos del NMS. Las barras representan el porcentaje de miembros que consideran cada acción como moralmente incorrecta.

Figura 1. Santos de los Últimos Días que creen que es moralmente incorrecto tener un aborto, una aventura amorosa o un hijo fuera del matrimonio.

De manera similar, cuando el Pew Research Center preguntó si la homosexualidad debía ser aceptada por la sociedad, el número de miembros de la Iglesia que estuvo de acuerdo aumentó del 24 por ciento en 2007 al 36 por ciento en 2014, y en el estudio NMS, ese número había crecido al 48 por ciento en 2016. Entre el 50 y el 60 por ciento de los milénials Santos de los Últimos Días estuvieron de acuerdo en que la homosexualidad debería ser aceptada por la sociedad. Dada la ambigüedad de lo que se entiende por que la sociedad “acepte la homosexualidad”, podría interpretarse que estos miembros creen que la sociedad debería aceptar la identidad homosexual de una persona, en lugar de su conducta sexual homosexual. Aunque esto probablemente sea cierto para muchos miembros, otra pregunta dentro del NMS muestra que, para muchos milénials Santos de los Últimos Días, esa aceptación también incluye la aceptación del comportamiento sexual homosexual. Cuando se les preguntó si el sexo homosexual, ya sea entre personas casadas o no casadas, era moralmente incorrecto, el 60 por ciento de los milénials dijo que el sexo homosexual entre personas no casadas era inmoral, mientras que solo el 50 por ciento consideró inmoral el sexo homosexual entre personas casadas.

Figura 2. La moralidad de la conducta sexual homosexual.

Aunque no es mayoría en ninguna de las dos preguntas, la mitad de los milénials Santos de los Últimos Días encuestados afirmó que cree que el sexo homosexual entre personas casadas es moral. Para estos milénials, parece haber una desconexión clara con las enseñanzas de la proclamación sobre la familia, que declara que los “poderes de la procreación deben emplearse únicamente entre el hombre y la mujer, legítimamente casados como esposo y esposa.” Tal desconexión encaja con la narrativa de que la proclamación sobre la familia es en gran medida una declaración de política institucional más que una declaración profética y doctrinal. Sin embargo, esa narrativa no concuerda con la forma en que la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce han descrito y definido el documento durante más de dos décadas.

Definiciones y descripciones proféticas de la proclamación sobre la familia

Con el fin de obtener una visión completa de cómo ha sido definida y descrita la proclamación sobre la familia por los líderes de la Iglesia, estudiamos todas las referencias a la proclamación sobre la familia hechas en la conferencia general desde que fue presentada el 23 de septiembre de 1995. Desde su publicación, ha habido más de 250 referencias a la proclamación sobre la familia en conferencias generales, junto con muchas más en publicaciones periódicas y materiales curriculares de la Iglesia. La mayoría de las referencias a la proclamación han sido hechas por miembros de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce Apóstoles (≈65 por ciento), siendo las líderes auxiliares generales femeninas quienes la han citado con mayor frecuencia después de ellos (≈20 por ciento), y otros líderes generales varones completan el resto de las referencias (≈15 por ciento). Cada miembro de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce que fue coautor del documento lo ha citado en la conferencia general, y la mayoría de ellos ha hecho referencia a la proclamación en múltiples ocasiones. Este patrón continúa hoy, con casi todos los miembros actuales de la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce haciendo numerosas referencias a la proclamación sobre la familia en la conferencia general.

La mayoría de estas referencias no buscan definir ni describir la proclamación sobre la familia, sino más bien enseñarla o simplemente mencionarla. Sin embargo, se han hecho decenas de declaraciones que sí buscan definir o describir el documento y su contenido. Nuevamente, la mayoría de estas declaraciones provienen de miembros de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce. Un análisis de estas declaraciones revela numerosos temas que se han abordado de forma reiterada. Cuando estos líderes describen o definen la proclamación sobre la familia, los temas más frecuentes giran en torno a que la proclamación es: (1) inspirada, (2) revelada, (3) una verdad eterna, (4) un principio o doctrina, y (5) una profecía. A continuación, se utilizarán declaraciones representativas de la dirección general de la Iglesia para ilustrar cada uno de estos temas. Aunque podrían incluirse muchas más declaraciones en cada categoría, no se intentará abarcar todas las referencias dentro de cada tema.

Inspirada

Varios miembros de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce introducen sus enseñanzas en relación con la proclamación sobre la familia haciendo referencia a la naturaleza inspirada del documento. Al destacar la responsabilidad de los padres entre sí y hacia sus hijos, el élder L. Tom Perry explicó: “El documento inspirado ‘La familia: Una proclamación para el mundo’ declara: ‘El esposo y la esposa tienen la solemne responsabilidad de amarse y cuidarse el uno al otro y de cuidar a sus hijos.’ ‘He aquí, herencia de Jehová son los hijos’ (Salmos 127:3).” De manera similar, el año siguiente a la presentación de la proclamación sobre la familia, el élder Richard G. Scott habló sobre la naturaleza inspirada del documento: “Estudien cuidadosamente y utilicen la proclamación de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce sobre la familia. Fue inspirada por el Señor.” Tres años después, el élder Ballard advirtió contra aquellos que intentarían cambiar las enseñanzas esenciales y dadas por Dios que se encuentran en la proclamación sobre la familia: “También son falsos profetas y falsos maestros aquellos que intentan cambiar las doctrinas dadas por Dios y fundamentadas en las Escrituras, que protegen la santidad del matrimonio, la naturaleza divina de la familia y la doctrina esencial de la moralidad personal. . . . Para justificar su rechazo de las leyes inmutables de Dios que protegen a la familia, estos falsos profetas y falsos maestros incluso atacan la proclamación inspirada sobre la familia emitida al mundo en 1995 por la Primera Presidencia y los Doce Apóstoles.”

Revelada / Revelación / Reveladores

Cuando el presidente Hinckley presentó la proclamación sobre la familia, recalcó que las enseñanzas contenidas en el documento provienen de profetas, videntes y reveladores:
“Nosotros, la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles, emitimos ahora una proclamación a la Iglesia y al mundo como una declaración y reafirmación de normas, doctrinas y prácticas relativas a la familia, que los profetas, videntes y reveladores de esta Iglesia han declarado repetidamente a lo largo de su historia.”

El élder W. Eugene Hansen dio un testimonio explícito de la naturaleza reveladora del documento al declarar:
“Les dejo mi testimonio de que la proclamación sobre la familia, a la que me referí anteriormente, es una revelación de nuestros días proporcionada por el Señor a través de Sus profetas de los últimos días.”

De manera similar, el presidente Oaks dio su testimonio sobre la naturaleza reveladora del documento cuando proclamó:
“Testifico de la veracidad e importancia eterna de la proclamación sobre la familia, revelada por el Señor Jesucristo a Sus Apóstoles para la exaltación de los hijos de Dios.”

Verdad

La hermana Bonnie Oscarson, Presidenta General de las Mujeres Jóvenes, testificó sobre las verdades contenidas en el documento revelado:

“Cuando el presidente Gordon B. Hinckley leyó por primera vez ‘La familia: Una proclamación para el mundo’ hace 20 años, estábamos agradecidos y valoramos la claridad, sencillez y verdad de este documento revelador. No nos dimos cuenta entonces cuán desesperadamente necesitaríamos estas declaraciones básicas en el mundo actual como el criterio por el cual podríamos juzgar cada nueva corriente de dogma mundano que nos llega desde los medios de comunicación, Internet, académicos, televisión, películas e incluso legisladores. La proclamación sobre la familia se ha convertido en nuestro punto de referencia para juzgar las filosofías del mundo, y testifico que los principios establecidos en esta declaración son tan verdaderos hoy como lo fueron cuando nos fueron dados por un profeta de Dios hace casi 20 años.”

El élder Neil L. Andersen se ha referido a la proclamación sobre la familia como una declaración de verdad en varias ocasiones. En la conferencia general de octubre de 2017, reafirmó el testimonio del presidente Oaks al repetir en su propio discurso lo que el presidente Oaks había enseñado en esa misma conferencia:
“Testifico que la proclamación sobre la familia es una declaración de verdad eterna, la voluntad del Señor para Sus hijos que buscan la vida eterna.”

Después de compartir varias enseñanzas de la proclamación en la conferencia general de abril de 2019, el élder Andersen testificó simplemente:
“Estas son verdades eternas” y que “al meditar en oración la proclamación con el ojo de la fe, comprendemos mejor cómo los principios están hermosamente conectados, apoyándose mutuamente y revelando el plan de nuestro Padre para Sus hijos.”

El presidente Oaks también testificó de la veracidad de la proclamación sobre la familia al enseñar que:
“La revelación moderna define la verdad como ‘el conocimiento de las cosas como son, como fueron y como han de ser’ (Doctrina y Convenios 93:24). Esa es una definición perfecta para el plan de salvación y para ‘La familia: Una proclamación para el mundo’.”

Principios / Doctrinas

Aunque las palabras doctrina y principios se usaban con frecuencia en los primeros días de la Iglesia para referirse a enseñanzas en general, durante las últimas décadas los miembros de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce han utilizado estas palabras, especialmente doctrina, de manera regular y coherente para referirse a verdades eternas e inmutables. Es en ese mismo sentido que han hecho referencia de forma constante a la naturaleza de las enseñanzas contenidas en la proclamación sobre la familia. El presidente Dieter F. Uchtdorf es uno de varios miembros de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce que ha enfatizado la naturaleza eterna de las doctrinas y principios:

“Los procedimientos, programas, políticas y modelos de organización son útiles para nuestro progreso espiritual aquí en la tierra, pero no olvidemos que están sujetos a cambio. En contraste, el núcleo del evangelio—la doctrina y los principios—nunca cambiará.”

Al describir las enseñanzas de la proclamación sobre la familia, la dirección general de la Iglesia casi siempre se refiere a ellas como doctrinas o principios. En 1996, el élder Robert D. Hales enseñó:

“Hace un año, la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días emitieron una proclamación al mundo referente a la familia. Resume principios eternos del evangelio que se han enseñado desde el principio de la historia registrada, incluso antes de que se creara la tierra.”

El élder Perry enfatizó el poder de aferrarse a las verdades doctrinales inmutables reiteradas en la proclamación sobre la familia:

“La doctrina de la familia y del hogar fue reiterada recientemente con gran claridad y contundencia en ‘La familia: Una proclamación para el mundo.’ Declaró la naturaleza eterna de las familias y luego explicó la conexión con la adoración en el templo. La proclamación también declaró la ley sobre la cual se basa la felicidad eterna de las familias. . . . Dios revela a Sus profetas que hay absolutos morales. . . . El mundo cambia constantemente y de forma dramática, pero Dios, Sus mandamientos y las bendiciones prometidas no cambian. Son inmutables e inalterables.”

El élder David B. Haight explicó que la doctrina y los principios contenidos en la proclamación sobre la familia nos han guiado desde los días de Adán y continuarán haciéndolo hasta el fin:

“Ese maravilloso documento reúne la dirección escritural que hemos recibido y que ha guiado la vida de los hijos de Dios desde la época de Adán y Eva, y que continuará guiándonos hasta la escena final del gran desenlace.”

El élder Andersen lo expresó de forma sencilla al exhortar a los miembros de la Iglesia a “repasar . . . la doctrina contenida en ‘La familia: Una proclamación para el mundo.’

Profetas / Profecía

Numerosas declaraciones en conferencia general relacionadas con la proclamación sobre la familia han incluido la importante verdad de que esta proclamación es un documento producido por profetas, y que las doctrinas que contiene son proféticas. Desde su introducción, más de 30 de las 230 referencias al documento en la conferencia general han mencionado o enfatizado su origen y naturaleza proféticos; varias de estas referencias ya han sido citadas anteriormente. El élder Richard J. Maynes, de los Setenta, nos recordó que:

“Hemos recibido una comisión divina de profetas, videntes y reveladores de los últimos días en el documento ‘La familia: Una proclamación para el mundo.’

El élder Hales explicó que debemos “ver, escuchar, leer, estudiar y compartir las palabras de los profetas para estar prevenidos y protegidos”, porque:

“Por ejemplo, ‘La familia: Una proclamación para el mundo’ fue dada mucho antes de que experimentáramos los desafíos que ahora enfrenta la familia.”

Una de las declaraciones más claras vino del élder Ballard cuando afirmó que:

“La proclamación es un documento profético, no solo porque fue emitida por profetas, sino porque se adelantó a su tiempo. Advierte contra muchas de las cosas que han amenazado y socavado a las familias durante la última década y llama a la prioridad y al énfasis que las familias necesitan si han de sobrevivir en un entorno que parece cada vez más tóxico para el matrimonio tradicional y las relaciones entre padres e hijos.”

Reafirmación de verdades

Como se señaló anteriormente, las enseñanzas contenidas y enfatizadas en la proclamación sobre la familia están ligadas al contexto cultural de los últimos días. Este es el mismo patrón que Dios siempre ha utilizado, y es una de las razones principales por las cuales llama profetas cada vez que tiene un pueblo dispuesto a seguirlo. El presidente John Taylor enseñó lo siguiente con respecto a la necesidad de un profeta en nuestros días:

Necesitamos un árbol viviente—una fuente viviente—una inteligencia viviente, que proceda del sacerdocio viviente en el cielo, a través del sacerdocio viviente en la tierra… Y desde el momento en que Adán recibió por primera vez una comunicación de Dios, hasta el momento en que Juan, en la isla de Patmos, recibió su comunicación, o hasta que José Smith tuvo los cielos abiertos para él, siempre se requirieron nuevas revelaciones, adaptadas a las circunstancias peculiares en que se encontraban las iglesias o los individuos. La revelación de Adán no instruyó a Noé a construir su arca; ni la revelación de Noé le dijo a Lot que abandonara Sodoma; ni ninguna de estas habló sobre la salida de los hijos de Israel de Egipto. Todos ellos recibieron revelaciones para sí mismos, al igual que Isaías, Jeremías, Ezequiel, Jesús, Pedro, Pablo, Juan y José. Y así debemos hacerlo nosotros también, o naufragaremos.

Pero ese conocimiento revelador no siempre requiere nueva doctrina. En el caso de la proclamación sobre la familia, el presidente Hinckley declaró explícitamente que la proclamación es “una declaración y reafirmación de normas, doctrinas y prácticas relativas a la familia que los profetas, videntes y reveladores de esta Iglesia han declarado repetidamente a lo largo de su historia.” Esta realidad ha sido reiterada por varios miembros de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce. Varias fuentes han recopilado listas de cada doctrina contenida en la proclamación sobre la familia y cuándo se han enseñado esas doctrinas a lo largo de la historia de la Iglesia.

Conexiones lingüísticas

Otro testimonio de que la proclamación sobre la familia es una reafirmación de doctrina profética proviene del lenguaje mismo del documento. Un estudio del vocabulario específico de la proclamación sobre la familia muestra claramente que las enseñanzas y el lenguaje utilizados en todo el documento han sido enfatizados por miembros de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce en sus enseñanzas durante décadas, y especialmente en los años que precedieron directamente a su presentación. La Tabla 1 contiene declaraciones tomadas de cinco discursos distintos dados en las conferencias generales de octubre de 1993 y octubre de 1994. Estas declaraciones también demuestran claramente que aquellos a quienes sostenemos como profetas, videntes y reveladores son responsables tanto del contenido como del lenguaje de la proclamación sobre la familia.

La mayoría de los miembros asumiría esto como un hecho obvio, pero una afirmación común entre quienes no creen en la naturaleza profética de la proclamación sobre la familia es que el documento no es más que una declaración de política institucional (en lugar de una declaración doctrinal), y que en realidad fue redactado por abogados de la Iglesia.[72] El razonamiento para tal afirmación generalmente se basa en el hecho de que la proclamación sobre la familia ha sido utilizada por la Iglesia con fines legales, como en los informes amicus curiae. Sin embargo, como se demuestra en la tabla siguiente, tal afirmación solo puede tomarse en serio si se ignora el hecho de que las mismas enseñanzas—frecuentemente usando el mismo lenguaje exacto—han sido compartidas por numerosos apóstoles y profetas en sus discursos de la conferencia general. La afirmación de que los abogados de la Iglesia fueron la fuente de las enseñanzas y el lenguaje utilizados por varios miembros de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce en sus discursos antes de la introducción de la proclamación sobre la familia parece ser insostenible.

Tabla 1. Lenguaje de discursos de conferencias generales similar al utilizado en “La familia: Una proclamación para el mundo”

Boyd K. Packer, “For Time and All Eternity,” Liahona (noviembre de 1993), págs. 21–23

  • “El género existía antes, y no comenzó con el nacimiento mortal” (21)
  • “El plan de felicidad requiere la unión recta de varón y hembra, hombre y mujer, esposo y esposa” (21)
  • “Dios bendijo a Adán y Eva ‘y les dijo: Fructificad y multiplicaos’” (21)
  • “La mujer, por su propia naturaleza, también es cocreadora con Dios y la principal cuidadora de los hijos” (22)
  • “El Señor nos ha dicho que es deber de cada esposo y esposa obedecer el mandamiento dado a Adán de multiplicarse y henchir la tierra” (22)
  • “Ningún padre puede eludir esa obligación y esa responsabilidad, y por su cumplimiento adecuado, el Señor nos hará estrictamente responsables” (23)

Dallin H. Oaks, “The Great Plan of Happiness,” Liahona (noviembre de 1993), págs. 72–75

  • “Antes de nuestro nacimiento mortal teníamos ‘una personalidad espiritual preexistente, como hijos e hijas del Padre Eterno’” (72)
  • “La masculinidad y la feminidad, el matrimonio, y el tener y criar hijos son esenciales para el gran plan de felicidad. La revelación moderna deja claro que lo que llamamos género fue parte de nuestra existencia previa al nacimiento” (72)
  • “La distinción entre varón y mujer no es una condición peculiar al breve período de la vida mortal; era una característica esencial de nuestra condición preexistente” (citando a James E. Talmage; 72)
  • “Al primer hombre y a la primera mujer en la tierra, el Señor les dijo: ‘Fructificad y multiplicaos’ (Moisés 2:28; véase también Gén. 1:28; Abr. 4:28). Este mandamiento fue primero en secuencia y primero en importancia” (72)
  • “Fuera de los vínculos del matrimonio, todos los usos del poder procreador son en cierto grado pecaminosos y degradantes” (74)
  • “El matrimonio es ordenado por Dios para el hombre” (74)

M. Russell Ballard, “Equality Through Diversity,” Liahona (noviembre de 1993), págs. 89–91

  • “Aunque hombres y mujeres son iguales ante Dios en sus oportunidades eternas, tienen deberes diferentes, pero igualmente significativos, en Su plan eterno” (89)
  • “A Sus hijos les dio el sacerdocio y las responsabilidades de la paternidad, y a Sus hijas les dio las responsabilidades de la maternidad, cada una con sus funciones correspondientes” (90)
  • “Una familia puede vivir con Él solo después de que un hombre y una mujer sean sellados en matrimonio para la eternidad” (90)
  • “Se les ha dado la responsabilidad principal por las necesidades temporales y físicas de la familia” (90)
  • “Las mujeres tienen el poder de traer hijos al mundo y han recibido el deber y la oportunidad principal como madres de guiarlos, nutrirlos y enseñarles en un ambiente espiritual y amoroso” (90)
  • “Debemos reconocer las duras realidades mortales en todo esto y usar el sentido común y la guía por medio de la revelación personal” (90)

Howard W. Hunter, “Exceeding Great and Precious Promises,” Liahona (noviembre de 1994), págs. 7–8

  • “La Iglesia tiene la responsabilidad—y la autoridad—de preservar y proteger a la familia como fundamento de la sociedad” (9)
  • “La paternidad es una obligación y privilegio sagrado, y los hijos son recibidos como una ‘herencia de Jehová’ (Salmo 127:3)” (9)
  • “Una sociedad preocupada comienza ahora a ver que la desintegración de la familia trae al mundo las calamidades predichas por los profetas” (9)

Howard W. Hunter, “Being a Righteous Husband and Father,” Liahona (noviembre de 1994), págs. 49–51

  • “El matrimonio entre un hombre y una mujer es ordenado por Dios” (49)
  • “Un hombre que posee el sacerdocio considera que la familia es ordenada por Dios” (50)
  • “Estamos bajo mandamiento divino de multiplicarnos y henchir la tierra” (50)
  • “Por designación divina, la responsabilidad de presidir en el hogar recae sobre el poseedor del sacerdocio” (50)
  • “El Señor dispuso que la esposa fuera una ayuda idónea para el hombre (ayuda idónea significa igual)—es decir, una compañera igual y necesaria en una asociación plena” (51)
  • “Ustedes, que poseen el sacerdocio, tienen la responsabilidad, a menos que estén incapacitados, de proporcionar sustento temporal a su esposa e hijos” (51)

Proceso profético

Hasta el año 2017, existían muy pocas declaraciones de fuentes autorizadas sobre los procesos específicos que llevaron a la proclamación sobre la familia. Como se ha demostrado anteriormente, los miembros de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce han hecho referencia constante a la proclamación sobre la familia con términos descriptivos como inspirada, revelada, profética, etc. Sin embargo, había pocos detalles sobre el proceso de formulación y redacción del documento en sí. Eso cambió cuando el presidente Oaks pronunció su discurso de la conferencia general de octubre de 2017 titulado “El plan y la proclamación.” Ese discurso contenía varios detalles importantes que aportaron claridad y corrección a las muchas narrativas que se habían planteado con respecto a la proclamación. Otra fuente importante estuvo disponible en 2019, cuando Sheri Dew publicó su biografía del presidente Nelson, titulada Insights from a Prophet’s Life: Russell M. Nelson. La combinación de ambas fuentes proporciona el panorama más completo actualmente disponible sobre las circunstancias y procesos que condujeron a la creación y publicación de la proclamación sobre la familia.

De la biografía del presidente Nelson aprendemos que el Cuórum de los Doce Apóstoles pasó un día entero en algún momento de 1994 discutiendo diversos temas relacionados con la familia, y se señala que este no era un tema nuevo de conversación. Esta discusión continuó más allá de ese día, con los Doce enfocándose tanto en asuntos doctrinales (aquellas cosas que no podían cambiarse) como en asuntos de política institucional (aquellas cosas que podrían cambiarse) en relación con la familia. Finalmente, se tomó la decisión de “preparar un documento, tal vez incluso una proclamación,” y de presentar ese documento “a la Primera Presidencia para su consideración.” Estos detalles dejan en claro que el impulso original para la creación de la proclamación sobre la familia surgió de las discusiones dentro del Cuórum de los Doce Apóstoles.

Se nombró un comité compuesto por los élderes James E. Faust, Neal A. Maxwell y Russell M. Nelson para crear el primer borrador del documento propuesto. El élder Faust, como el apóstol de mayor antigüedad en el grupo, sugirió que cada uno redactara su propio borrador, y que luego se reunieran los borradores individuales. El documento combinado fue entonces enviado a cada miembro del Cuórum de los Doce para su revisión y corrección. Finalmente, el borrador revisado fue presentado a la Primera Presidencia para su consideración. La Primera Presidencia revisó y refinó el documento aún más y, por último, el documento fue ratificado por toda la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce justo antes del fallecimiento del presidente Howard W. Hunter en marzo de 1995.

El relato del presidente Oaks en la conferencia general de octubre de 2017 añade más detalle a este esquema y enfatiza el papel que desempeñaron la revelación y el Espíritu Santo en la creación del documento. El presidente Oaks explicó que “la inspiración para identificar la necesidad de una proclamación sobre la familia vino a la dirección de la Iglesia hace más de 23 años.” Como se ha mencionado anteriormente, varios desarrollos políticos y sociales a comienzos de los años 90 llevaron a los consejos presididos de la Iglesia a dar un renovado énfasis en asegurar que los miembros de la Iglesia y otros comprendieran el plan de Dios para la familia. El presidente Oaks señaló que algunos se sorprendieron cuando el Cuórum de los Doce inició este proceso, ya que sentían que las doctrinas relacionadas con la familia ya se comprendían bien. Pero, como señaló el presidente Oaks: “Sin embargo, sentimos la confirmación y nos pusimos a trabajar. Los temas fueron identificados y discutidos por miembros del Cuórum de los Doce durante casi un año.”

Aunque el primer borrador fue elaborado por el comité compuesto por los élderes Faust, Maxwell y Nelson, el documento fue trabajado por todo el Cuórum de los Doce durante casi un año completo.

“Se propuso, revisó y corrigió el lenguaje. En oración suplicamos continuamente al Señor por Su inspiración sobre lo que debíamos decir y cómo debíamos decirlo. Todos aprendimos ‘línea por línea, precepto por precepto’, tal como lo ha prometido el Señor (DyC 98:12). Durante este proceso revelador, se presentó un texto propuesto a la Primera Presidencia, que supervisa y promulga las enseñanzas y doctrina de la Iglesia.”

La Primera Presidencia hizo más revisiones antes de que la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce, de forma unida, ratificaran formalmente el documento final bajo la dirección del presidente Howard W. Hunter. El plan original era presentar la proclamación sobre la familia a toda la Iglesia en la conferencia general de abril de 1995. Sin embargo, debido al fallecimiento del presidente Hunter en marzo de 1995, el presidente Hinckley consideró más prudente esperar hasta la conferencia general de octubre de 1995 para presentarla formalmente.

El presidente Hinckley finalmente presentó “La familia: Una proclamación para el mundo” en la reunión general de la Sociedad de Socorro en septiembre de 1995 con las siguientes palabras introductorias:

“Con tanto sofisma que se presenta como verdad, con tanto engaño sobre normas y valores, con tanto atractivo y seducción para asumir la lenta mancha del mundo, hemos sentido que debemos advertir y prevenir.”

Conclusión

Se ha perpetuado, y continúa perpetuándose, una falsa dicotomía que plantea que “La familia: Una proclamación para el mundo” es o bien un documento revelado y profético basado en verdades eternas, o bien una declaración de política escrita principalmente con fines políticos y sujeta a cambio. La versión más caritativa de la segunda mitad de esta dicotomía afirma que el contenido de la proclamación sobre la familia es simplemente la mejor comprensión que tenía el liderazgo de la Iglesia—que no se basa en verdades eternas ni duraderas y, por lo tanto, está sujeta a los errores y limitaciones que son parte natural del entendimiento mortal. Una versión menos caritativa de esta narrativa afirma que el documento fue redactado, si no escrito, por abogados de la Iglesia con fines principalmente políticos.

Como queda claro en la discusión anterior, la proclamación sobre la familia fue ciertamente escrita en un contexto de realidades seculares y culturales que causaban gran preocupación entre los líderes de la Iglesia respecto a la familia. La primera mitad de este artículo detalla algunos de los muchos eventos que precedieron e impulsaron a la Primera Presidencia y al Cuórum de los Doce a actuar. Sin embargo, como queda claro en la segunda mitad del artículo, quienes participaron en la creación de la proclamación sobre la familia, así como toda la dirección de la Iglesia desde entonces, han dejado claro que el documento es mucho más que “las opiniones de quince hombres”: representa la mente y la voluntad de Dios para Sus hijos. El consenso abrumador en todas las declaraciones de los líderes de la Iglesia desde su introducción es que la proclamación sobre la familia es un documento profético basado en verdad revelada y eterna.

“Creo que nuestra actitud hacia y uso de la proclamación sobre la familia es [una prueba] para esta generación. Oro para que todos los Santos de los Últimos Días se mantengan firmes en esa prueba.” — Presidente Dallin H. Oaks

Quizá la declaración más concisa sobre esta realidad fue dada en la conferencia general de octubre de 2017 por el presidente Oaks, quien testificó tanto de la importancia del documento como de su naturaleza profética:

“Testifico que la proclamación sobre la familia es una declaración de verdad eterna, la voluntad del Señor para Sus hijos que buscan la vida eterna. Ha sido la base de la enseñanza y práctica de la Iglesia durante los últimos 22 años y lo seguirá siendo en el futuro. Considérenla como tal, enséñenla, vívanla, y serán bendecidos al avanzar hacia la vida eterna.

Hace cuarenta años, el presidente Ezra Taft Benson enseñó que ‘cada generación tiene sus pruebas y su oportunidad de sostenerse y probarse a sí misma.’ Creo que nuestra actitud hacia la proclamación sobre la familia y nuestro uso de ella es una de esas pruebas para esta generación. Oro para que todos los Santos de los Últimos Días se mantengan firmes en esa prueba. . . .

Testifico de la verdad e importancia eterna de la proclamación sobre la familia, revelada por el Señor Jesucristo a Sus Apóstoles para la exaltación de los hijos de Dios (véase Doctrina y Convenios 131:1–4).”

Una comprensión más precisa del contexto cultural y político que generó la necesidad original y que impulsó el proceso profético mediante el cual se creó la proclamación sobre la familia puede ayudar a los miembros a obtener una mayor comprensión de la forma en que Dios guía a sus profetas según las circunstancias y necesidades de Sus hijos hoy. Un conocimiento más exacto del proceso real utilizado por la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce para crear la proclamación sobre la familia también puede ayudar a los miembros mientras buscan obtener su propio testimonio de las verdades contenidas en “La familia: Una proclamación para el mundo.”