El Libro de Abraham

Abraham 2:1–13
EL CONVENIO ABRAHÁMICO O DE ABRAHAM

Abraham 2:1. El hambre se agravó en la tierra.

Lo más probable es que el hambre en la tierra haya sido causada por una sequía, un periodo prolongado de tiempo seco durante el cual las cosechas se arruinan y los animales mueren por falta de alimentos. Fíjate en cómo el Señor utilizó el hambre para que ejerciera influencia en Abraham y su familia: un hambre en Ur hizo que Taré, el padre de Abraham, dejara la idolatría y se uniera a sus hijos en la tierra de Harán (véase Abraham 1:30); el hambre en Ur también hizo que Abraham sintiera la necesidad imperante de partir de Ur (véase Abraham 2:1–2); el hambre fue quizás el motivo por el cual Abraham se fue de la tierra de Harán y probablemente lo que causó la muerte de Taré (véase Abraham 2:17; véase también Génesis 11:32); el hambre persuadió a Abraham y a su familia a dejar la tierra de Canaán y a seguir viaje a Egipto (véase Abraham 2:21). (Véase también Helamán 11:3–20.)

Abraham 2:6. ¿Cuál fue la “tierra extraña” que se le prometió a Abraham?

Tanto la Biblia como el libro de Abraham indican que la tierra extraña es la tierra de Canaán (véase Génesis 17:8; Abraham 2:15). No es la misma tierra que, según se registra en Moisés 7.6–8, poseyó el pueblo de Canaán. La Canaán de Abraham adquirió su nombre de Canaán, el cuarto hijo de Cam (véase Génesis 9:22; 10:6). Canaán y los de su casa habitaron originalmente en la región que se encuentra en las tierras bajas hacia la costa del Mediterráneo, en Palestina. En ocasiones se habla de Canaán como de todo el territorio al oeste del Río Jordán, desde Dan al norte hasta Beerseba en el sur. Ése es el mismo territorio que Josué dividió entre las doce tribus de Israel (véase Josué 14–21). Con el fin de aprender más acerca de la tierra y el pueblo de Canaán, véase Génesis 15:18–21; 24:1–4; 28:1–2, 8–9; y Josué 24:11.

Jerusalén
Damasco
Río Éufrates
Nínive
Río Tigris
Babilonia

Muchos de los descendientes de Abraham han vivido en la tierra de Canaán, aunque de tanto en tanto, algunos de ellos han sido expulsados de esa tierra prometida (véase Abraham 2:6). El presidente Joseph Fielding Smith explicó: “Los descendientes de Abraham, las tribus de Israel, vinieron a ser el pueblo elegido del Señor de acuerdo con la promesa. El Señor los honró, los alimentó, los cuidó con gran celo, hasta que llegaron a ser una gran nación en la tierra que el Señor había dado a sus padres. A pesar de este tierno cuidado y de las instrucciones y advertencias que este pueblo recibía de tiempo en tiempo a través de sus profetas, no pudo comprender la bondad del Señor y se apartó de Él. Por causa de su rebelión fue expulsado de su tierra y esparcido entre las naciones” (Doctrina de Salvación, tomo I, págs. 158–159).

Abraham 2:6. Una posesión perpetua.

El élder Bruce R. McConkie enseñó que “la herencia de Abraham en Canaán, para él y para su simiente, es una herencia eterna, una herencia que perdurará en el tiempo y en la eternidad. Esa promesa es la esperanza de Israel, la esperanza de que los mansos heredarán la tierra, primero durante la era milenaria y finalmente en ese estado inmortal, cuando la tierra se convierta en una esfera celestial” (Doctrinal New Testament Commentary, tomo II, pág. 71).

Abraham 2:6, 9–11. El convenio abrahámico.

La promesa de Dios.

Referencia de las Escrituras.

La tierra.

Abraham 2:6.

La posteridad.

Abraham 2:9.

El sacerdocio.

Abraham 1:18.

La salvación y la exaltación.

Abraham 2:10.

El élder Bruce R. McConkie explicó:

“En lo que concierne a las bendiciones eternas, Abraham posee la misma posición que Noé en relación con todos aquellos que han vivido desde su época. Aun quienes no sean su simiente literal recibirán sus bendiciones eternas por intermedio de él y del convenio que Dios hizo con él. Reiteradamente el Señor hizo promesas a Abraham de que él llegaría a ser una nación grande y también de que en él ‘serán benditas… todas las familias de la tierra’ (Génesis 12:2–3). A él se le prometió la tierra de Canaán como una herencia eterna para él y para su simiente. ‘Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada’ (Génesis 13:16). Eso se refiere al aumento eterno, ya que es imposible que la descendencia de un hombre exceda en número al polvo de la tierra. ‘Mira ahora los cielos’ le dijo el Señor, ‘y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia’. Y Abraham ‘creyó a Jehová, y le fue contado por justicia’. (Génesis 15:5–6.) Todas esas cosas son parte del convenio abrahámico.

“Y nuevamente el Señor le dijo a Abraham: ‘He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes… Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y estableceré mi pacto entre mi y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos’ (Génesis 17:4–8). Abraham hizo entonces convenios tanto por él mismo como por su descendencia de que tanto él como ellos servirían al Señor Jehová, que a Su vez les prometió aumento eterno.

“Y así se expone el convenio abrahámico en su forma mejor y más pura, en lo que a la antigua palabra respecta: [y cita Abraham 2:9–11].

“¿Qué es entonces el convenio abrahámico? Es que tanto Abraham como su descendencia (incluso los adoptados a su familia) tendrán todas las bendiciones del Evangelio, del sacerdocio y de la vida eterna. La puerta para la vida eterna es el matrimonio celestial; ese santo orden del matrimonio permite a la unidad familiar continuar en la eternidad, para que de ese modo las personas que la integran tengan posteridad tan numerosa como las arenas de la playa o las estrellas del cielo. El convenio abrahámico permite a los hombres crear unidades familiares eternas a semejanza de la familia de Dios, nuestro Padre Celestial. Una parte menor del convenio es que la descendencia de Abraham tiene el destino milenario de heredar como posesión eterna la misma tierra de Canaán, por donde los pies de los justos han andado en tiempos pasados” (A New Witness for the Articles of Faith, págs. 503–504; véase también “El convenio abrahámico”, págs. 96–101 de este manual).

Abraham 2:10. Los descendientes de Abraham.

El élder John A. Widtsoe declaró: “Todos los que aceptan el Evangelio se convierten en miembros adoptivos de la familia de Abraham” (Evidences and Reconciliations, pág. 399). El profeta José Smith enseñó: “Al descender el Espíritu Santo sobre uno que es de la descendencia literal de Abraham, viene con calma y serenidad, y toda su alma y cuerpo sienten tan solamente el espíritu puro de la inteligencia; mientras que el efecto del Espíritu Santo en un gentil es purgar la sangre vieja y convertirlo efectivamente en descendiente de Abraham. El hombre en quien no hay (físicamente) la sangre de Abraham, debe sufrir una creación nueva por medio del Espíritu Santo” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 177).

Abraham 2:11. “En ti continuará este derecho, y en tu descendencia”.

Abraham deseó las bendiciones de los padres: el derecho de administrar en el Sacerdocio de Melquisedec. Él fue un heredero legítimo y, en virtud de su rectitud, llegó a ser sumo sacerdote en el Sacerdocio de Melquisedec (véase Abraham 1:2). El Señor le prometió que su posteridad sería heredera legítima del sacerdocio. “El ser heredero del convenio abrahámico en sí no hace que la persona sea “escogida”; lo que sí quiere decir es que esa persona ha sido escogida para llevar el Evangelio, de una manera responsable, a todos los pueblos de la tierra. La posteridad de Abraham ha realizado la obra misional en todas las naciones desde la época de Abraham. (Mateo 3:9; Abraham 2:9–11)” (Bible Dictionary, “Abraham, covenant of”, pág. 602).

El presidente Ezra Taft Benson dijo: “La responsabilidad de la simiente de Abraham, que somos nosotros, es ser misioneros para llevar ‘este ministerio y sacerdocio a todas las naciones’ (Abraham 2:9)” (“El Libro de Mormón y Doctrina y Convenios”, Liahona, julio de 1988, pág. 88).

Las mismas llaves del sacerdocio que se le otorgaron a Abraham se han restaurado sobre la tierra en los últimos días. El 3 de abril de 1836, un profeta llamado Elías se apareció a José Smith y a Oliver Cowdery en el recién dedicado Templo de Kirtland y les entregó el “evangelio de Abraham, diciendo que en nosotros y en nuestra descendencia serían bendecidas todas las generaciones después de nosotros’ (D. y C. 110:12). Con esas llaves del sacerdocio nuevamente sobre la tierra, las personas pueden recibir todas las bendiciones dadas a Abraham (véase D. y C. 132:29–33).

Abraham 2:13. “Bien haré si escucho tu voz”.

El profeta José Smith enseñó: “El Señor guió a Abraham en todos sus asuntos familiares; con él conversaron ángeles y aun el Señor mismo; le fue dicho a dónde debía de ir y cuándo debía de parar; y prosperó grandemente en todo lo que emprendió, porque él y su familia obedecieron los consejos del Señor” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 306).


Abraham 2:14–25
ABRAHAM CONTINÚA SU VIAJE

Abraham 2:14. Una cronología de los últimos años de la vida de Abraham.

Edad

Acontecimiento

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Abraham parte de Ur para la tierra de Harán (véase Abraham 2:3–4).

62

Abraham y su familia parten de la tierra de Harán hacia la tierra de Canaán (véase Abraham 2:14; adviértase que en Génesis 12:4 nos dice que él tenía 75 años cuando salió de Harán).

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Abraham y su familia viven en Egipto (véase Génesis 12:11–20).

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Abraham se establece en Hebrón (en la tierra de Canaán) y el Señor se le aparece nuevamente (véase Génesis 13).

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Abraham rescata a Lot y se reúne con Melquisedec (véase Génesis 14).

86

Nace Ismael, el hijo de Abraham con Agar (véase Génesis 16:16).

99

El Señor se le aparece nuevamente a Abraham y le confirma Su convenio con él (véase Génesis 17:1).

100

Nace Isaac, el hijo de Abraham con Sara (véase Génesis 21:5).

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Abraham obedece el mandamiento de ofrecer a su hijo Isaac como sacrificio al Señor, el convenio de Abraham se confirma nuevamente (véase Génesis 22).

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Fallece Sara, la esposa de Abraham (véase Génesis 23).

175

Abraham muere y es enterrado con Sara en Hebrón (véase Génesis 25:7–10).

El llamamiento de Abraham de dejar Ur de los caldeos e ir a las tierras de Canaán y Egipto cambió el curso de su vida, de las vidas de sus descendientes y finalmente de otras naciones y civilizaciones.

Abraham 2:19. El Señor se le aparece nuevamente a Abraham.

Las Escrituras revelan numerosas oportunidades en que el Señor habló o se le apareció a Abraham. Hasta el momento, el libro de Abraham nos ha hablado acerca de:

  • Una visión de Dios, un ángel y la voz del Señor mientras Abraham se encontraba sobre el altar (véase Abraham 1:15–19).
  • La aparición del Señor mientras Abraham se encontraba orando en la tierra de Harán (véase 2:6–11).
  • Otra aparición del Señor en respuesta a la oración de Abraham al entrar en la tierra de Canaán (véase el vers. 19).

Más tarde, el Señor habló o se le apareció a Abraham:

  • Antes de que Abraham fuera a Egipto (véase Abraham 2:22).
  • Después que regresó de Egipto y se estableció en la tierra de Canaán (véase Génesis 13:14–18).
  • Cuando oró por descendencia (véase Génesis 15).
  • Cuando tenía noventa y nueve años (véase Génesis 17).
  • Cuando intercedió por los habitantes de Sodoma (véase Génesis 18:17–33).
  • Cerca del tiempo en que Isaac nació (véase Génesis 21:12–14).
  • Cuando se le mandó que ofreciera a Isaac como holocausto (véase Génesis 22:1–2).
  • Durante el holocausto de Isaac en el monte (véase Génesis 22:6–19).

“Abraham recibió todas las cosas, todo cuanto recibió, por revelación y mandamiento, por mi palabra, dice el Señor, y él ha entrado en su exaltación y se sienta sobre su trono” (D. y C. 132:29).

Abraham 2:22–25. Abraham y Sarai en Egipto.

El Facsímile 3 muestra que Abraham no sólo sobrevivió su experiencia en Egipto, sino que también recibió la invitación de Faraón de sentarse en el trono y de enseñar principios de astronomía. El Señor bendijo a Abraham y a Sarai espiritual, social y económicamente durante la permanencia de ellos en Egipto (véase también Génesis 12:16–20).

Abraham 2:24–25. La obediencia de Sarai.

A Sarai se le indicó que dijera a los egipcios que ella era hermana de Abraham. Fue una prueba de su fe y al mismo tiempo, sin duda alguna, una difícil experiencia para Abraham. Todo lo que el Señor manda a una persona es recto y debemos obedecer (véase Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 313). Abraham y Sarai comprendieron ese principio y pasaron la prueba divina que el Señor había puesto delante de ellos. El élder Mark E. Petersen escribió: “Con el fin de protegerse, Abraham dijo a Faraón que Sara era su hermana, lo cual era cierto. Si él hubiese revelado que ella era su esposa, es probable que lo hubiesen matado. Sin embargo, al pensar Faraón que Sara era hermana de Abraham, estuvo dispuesto a comprarla por un buen precio” (Abraham, Friend of God, pág. 69; véase también Génesis 20:12; con el fin de obtener información adicional sobre el tema, véase S. Kent Brown, “Biblical Egypt: Land of Refuge, Land of Bondage”, Ensign, septiembre de 1980, págs. 45, 47).

El nombre Sarai proviene de la raíz de una palabra que quiere decir “princesa” en hebreo y “reina” en el idioma acadio. No cabe la menor duda de que Sarai fue una mujer sumamente espiritual. El élder Bruce R. McConkie explicó: “El Señor nunca manda a apóstoles ni a profetas ni a hombres justos a ministrar a Su pueblo sin antes poner a su lado a mujeres tan espirituales como ellos. Bajo Cristo, Adán, el gran sumo sacerdote, gobierna sobre los hombres de todas las edades, pero él no puede hacerlo solo; Eva, su esposa, gobierna a su lado, poseyendo cualidades parecidas y logros propios. Abraham fue probado como muy pocos hombres lo han sido cuando el Señor le mandó ofrecer a Isaac sobre el altar (Génesis 22:1–19); y Sara tuvo que afrontar problemas similares cuando el Señor le mandó que ocultara de los egipcios que era la esposa de Abraham… De la misma forma, en todas las dispensaciones y en todas las épocas en las que ha habido hombres santos, ha habido también mujeres santas. Nadie está solo delante del Señor. La exaltación de uno depende de la del otro” (Doctrinal New Testament Commentary, tomo III, pág. 302).