Tu estudio de — El Libro De Mormón
Primera Parte:
1 Nefi Hasta Palabras de Mormón
Primer Nefi Capítulo 2
En este capítulo, el Señor advierte a Lehi que tome a su familia y huya al desierto. Por supuesto, Lehi obedece y deja sus riquezas y posesiones temporales detrás. Algunos lectores se sienten inclinados a preguntar por qué Lehi no se dejó también en casa a Lamán y Lemuel, en lugar de tener que soportar los muchos problemas que causaron. Si bien es cierto que Lehi y Sariah son los que mejor pueden contestar esta pregunta, podríamos aventurarnos a considerar algunas respuestas posibles. Primero que nada, los padres que son fieles no pierden la esperanza de que sus hijos descarriados se arrepentirán, y a menudo estos lo hacen. Existen otros aspectos posibles a considerar al dar una respuesta. Por ejemplo, es posible que no solo el miembro rebelde o descarriado de la familia necesite aprender una lección, sino que los miembros fieles de la familia también tengan la necesidad de desarrollar paciencia, sabiduría y perdón al dar sus mejores esfuerzos para ayudar al ser querido descarriado a que vuelva, etc. Además, en dichas circunstancias también se aprenden infinidad de atributos que son propios de los seres exaltados.
1 PORQUE he aquí, aconteció que el Señor habló a mi padre, sí, aun en un sueño, y le dijo: Bendito eres tú, Lehi, por lo que has hecho; y porque has sido fiel, y has declarado a este pueblo las cosas que yo te mandé, he aquí, tratan de quitarte la vida.
2 Y sucedió que el Señor le mandó a mi padre, en un sueño, que partiese para el desierto con su familia.
3 Y aconteció que fue obediente a la palabra del Señor; por tanto, hizo lo que el Señor le mandó.
4 Y ocurrió que salió para el desierto; y abandonó su casa, y la tierra de su herencia, y su oro, su plata y sus objetos preciosos, y no llevó nada consigo, salvo a su familia, y provisiones y tiendas, y se dirigió al desierto.
Aquí hay otra “evidencia interna” de que el Libro de Mormón es una traducción de un idioma antiguo del Oriente Próximo (de las lenguas semíticas). Cuenta las veces que aparece la letra “y” en el versículo 4, arriba; dicho uso es muy típico en estos idiomas.
5 Y descendió por los contornos cerca de las riberas del Mar Rojo (a unos 300 y 330 kilómetros de Jerusalén), y viajó por el desierto por los lados que están más próximos a este mar; y viajó por el desierto con su familia, integrada por Saríah, mi madre, y Lamán, Lemuel y Sam, mis hermanos mayores.
De acuerdo con 2 Nefi 5:6, la familia de Lehi aumentó al tener dos hijos más (Jacob y José, y otras hijas).
6 Y aconteció que después de haber viajado tres días por el desierto, asentó su tienda en un valle situado a la orilla de un río de agua.
La frase “un río de agua” arriba en el versículo 6, es otra evidencia interna de que la historia del Libro de Mormón es una traducción de un registro antiguo cuyos orígenes vienen de la Tierra Santa. En esa tierra árida hay muchos “ríos” cuyos cauces están generalmente secos y se les llama comúnmente “wadis” (valles). Aquí, Nefi clarifica que este “río” sí llevaba agua durante el tiempo en que ellos acamparon junto a su orilla.
7 Y sucedió que erigió un altar de piedras y presentó una ofrenda al Señor, y dio gracias al Señor nuestro Dios.
La construcción de un altar y el presentar una ofrenda al Señor tal cual aparecen en el versículo 7, arriba, es un recordatorio de que Lehi y su familia adoran a Dios de acuerdo con las leyes y ceremonias del Antiguo Testamento (compárese con Éxodo 20:24-26). La gente del Libro de Mormón continuará guardando la Ley de Moisés hasta que el Salvador aparezca y les dé las leyes mayores del Nuevo Testamento, tal y como se registra en 3 Nefi.
8 Y al río que desaguaba en el Mar Rojo dio el nombre de Lamán (esto era un gran honor para Lamán); y el valle se extendía por las riberas del río y llegaba hasta cerca de su desembocadura.
9 Y cuando mi padre vio que las aguas del río desembocaban en la fuente del Mar Rojo, habló a Lamán, diciendo: ¡Oh, si fueras semejante a este río, fluyendo continuamente en la fuente de toda rectitud! (Quizás quiera decir que Lehi deseaba que los hechos y deseos de Lamán estuvieran siempre confluyendo con la voluntad del Señor y siguieran el curso de la rectitud).
10 Y dijo también a Lemuel: ¡Oh, si fueras tú semejante a este valle, firme, constante e inmutable en guardar los mandamientos del Señor!
Un amigo mío compartió conmigo algo muy interesante que un discursante explicó durante una conferencia de estaca respecto a la diferencia de personalidad que tenían Lamán y Lemuel. Ambos elegían la iniquidad una y otra vez, pero de manera diferente. Lehi, como buen padre había observado esto, y le dio un buen consejo a cada hijo en el que se daba un símbolo diferente como posible solución a sus debilidades individuales; en este caso los símbolos son un río y un valle. Por un lado, Lamán toma sus propias iniciativas para seguir caminos o cursos de iniquidad. De ahí que Lehi quisiera que su hijo fuera como un río, siempre fluyendo en rectitud. Si Lamán tuviera presente dicho símbolo en su vida, cuán diferentes serían sus obras. Por otro lado, es fácil ver que la personalidad de Lemuel era más débil. Éste dependía de otros para tomar decisiones. Una y otra vez, Lemuel se deja llevar por la opinión de Lamán, de ahí que Lemuel necesite ser firme e inmutable como un valle para superar esta debilidad. Estas comparaciones nos llevan a reflexionar en que todos nosotros somos diferentes y a nivel individual necesitamos aprender lecciones diferentes para hallar soluciones válidas a nuestras debilidades personales. De ahí que el Espíritu Santo nos instruya a cada uno de manera diferente. Al estudiar, al escuchar a los profetas, al reflexionar, al recibir consejo de nuestros líderes del sacerdocio, incluyendo al padre (patriarca) o a la madre de la familia, quizás también nosotros podamos identificar algún símbolo con el que nos identifiquemos y que nos ayude a superar la mayor de nuestras debilidades o piedras de tropiezo. ¿Cuál símbolo crees que tendría un significado o valor especial para ti?
Tras haber reflexionado en cuanto a un símbolo valioso que tenga aplicación a una debilidad individual, examinemos ahora algunos de los motivos posibles por los que Lamán y Lemuel tienen una conducta rebelde y no cesan de murmurar. Una razón por la cual analizamos esto es que nosotros mismos podamos evitar tales comportamientos. Otra razón es que posiblemente podamos entender mejor por qué estos dos hermanos continúan causando problemas a lo largo del registro de Nefi. Y otra razón más podría ser que ganemos una perspectiva mejor en cuanto a la paciencia que el Señor tiene con todos nosotros al darnos una oportunidad tras otra para arrepentirnos y cambiar nuestros caminos (conductas).
Parece ser que ni Lamán ni Lemuel honran a su padre, uno de los Diez Mandamientos que sin duda alguna se les había enseñado. Ambos parecen ser materialistas, según los comentarios de Nefi en el versículo li que sigue. Parece que no son espirituales o sensibles a las cosas de Dios, según el versículo 12. Es evidente que no creen en las palabras de otros profetas con respecto a la destrucción de Jerusalén, según el versículo 13. Y además, otra razón para dicha insensibilidad espiritual y rebelión puede que sea revelada por Nefi en la segunda mitad del versículo 13. Si prestas atención a sus palabras, te darás cuenta de cuán impactante y seria es la condición de Lamán y Lemuel. Nefi nos dice que “eran semejantes a los judíos que estaban en Jerusalén”.
Veamos lo que el Profeta Jeremías dijo en cuanto a la maldad que se permitían los judíos en Jerusalén durante ese periodo de la historia. En Jeremías 9:2-3 dice (usaremos negrita para resaltar):
2 ¡Oh, quién me diese en el desierto un albergue de caminantes, para que dejase a mi pueblo y de ellos me apartase! Porque todos ellos son adúlteros, asamblea de traidores.
3 Y tensaron su lengua como arco para lanzar mentira; y no se fortalecieron para la verdad en la tierra, porque de mal en mal procedieron y no me conocen, dice Jehová.
Jeremías 6:15 nos dice que los judíos habían alcanzado ese punto de insensibilidad espiritualidad en el que ya no se sentían avergonzados por sus maldades. Leámoslo (usaremos negrita para resaltar):
15 ¿Se han avergonzado de haber hecho abominación? Ciertamente no se han avergonzado, ni aun saben tener vergüenza; por tanto, caerán entre los que caigan; cuando los castigue, caerán, dice Jehová.
Tal y como lo expresa Jeremías 5:7-8, parece ser que la inmoralidad sexual tenía una presencia desmedida y salvaje entre los judíos durante esta época (usaremos negrita para resaltar):
7 ¿Cómo te he de perdonar por esto? Tus hijos me abandonaron y juraron por lo que no es Dios. Los sacié y cometieron adulterio, y a casa de rameras fueron en tropel (en grupos o tropas).
8 Como caballos bien alimentados y fogosos, cada cual relinchaba tras la esposa de su prójimo.
En D y C 42:23, a continuación, se nos advierte de una de las terribles consecuencias que tiene la inmoralidad sexual continuada. Se trata de la pérdida del Espíritu. Cuando las personas pierden el Espíritu, dejan de ver lo malo como algo incorrecto o incluso peligroso. Y más aún, llegan al punto de percibir a las personas justas y los principios rectos como locura.
DyC 42:23
23 Y el que mirare a una mujer para codiciarla negará la fe, y no tendrá el Espíritu; y si no se arrepiente, será expulsado.
Si bien no podemos asegurar que Lamán y Lemuel estaban participando de tal maldad, la declaración de Nefi de que “eran semejantes a los judíos” es una razón sólida para considerarlo y además es un consejo poderoso para que todos nosotros evitemos tales males en nuestras propias vidas. Sea cual sea el caso, Lamán y Lemuel se habían vuelto muy egoístas e insensibles a las cosas espirituales. Esto se convirtió en una caída en espiral en sus vidas que les llevaría incluso a tener deseos en sus corazones de asesinar.
11 Esto habló (Lehi) por causa de la dureza de cerviz de Lamán y Lemuel; pues he aquí, murmuraban contra su padre en muchas cosas, porque era un hombre visionario, y los había sacado de la tierra de Jerusalén, abandonando la tierra de su herencia, y su oro, y su plata y sus objetos preciosos, para perecer en el desierto. Y decían que había hecho esto por motivo de las locas imaginaciones de su corazón.
12 Y así era como Lamán y Lemuel, que eran los mayores, murmuraban en contra de su padre; y hacían esto porque no conocían la manera de proceder de aquel Dios que los había creado.
13 Ni creían tampoco que aquella gran ciudad de Jerusalén pudiera ser destruida conforme a las palabras de los profetas; y eran semejantes a los judíos que estaban en Jerusalén, los cuales procuraban quitarle la vida a mi padre.
14 Y aconteció que mi padre les habló en el valle de Lemuel con poder, pues estaba lleno del Espíritu, al grado de que sus cuerpos temblaron delante de él, y los confundió, de modo que no osaron hablar contra él; por tanto, hicieron lo que él les mandó.
Por lo menos podríamos aprender dos lecciones del versículo 14, arriba. Una sería que a pesar de que Lamán y Lemuel eran muy rebeldes, el Señor todavía les dio una experiencia milagrosa la cual les podía ayudar a arrepentirse y volverse rectos, si es que así lo elegían ellos. Otra lección es que cuando ignoramos los susurros suaves del Espíritu y continuamos escogiendo la iniquidad, el Señor tiene que “subir el volumen”, por decirlo de algún modo, para tratar de persuadirnos a escuchar y a arrepentimos. Y así está ocurriendo en nuestros días, con las fuerzas de la naturaleza incrementando en cuanto al número de tormentas, terremotos, pestes, desastres naturales, etc. porque muchos de los habitantes de la tierra han ignorado las invitaciones más suaves a venir a Cristo (véase DyC 88:88-90).
15 Y vivía mi padre en una tienda.
16 Y sucedió que yo, Nefi, siendo muy joven todavía, aunque grande de estatura, y teniendo grandes deseos de conocer los misterios (las verdades y doctrinas básicas, véase «Misterios de Dios” en la GEE) de Dios, clamé (oró con gran poder) por tanto al Señor; y he aquí que él me visitó y enterneció mi corazón, de modo que creí todas las palabras que mi padre había hablado; así que no me rebelé en contra de él como lo habían hecho mis hermanos.
Hay una lección importante que podemos aprender de Nefi, en el versículo 16, arriba. Algunas personas se preguntan si es incorrecto el dudar o cuestionarse algunos temas relacionados con el evangelio. Considerando que Dios nos ha dado el don del albedrío, la respuesta debe ser «No”. Sin embargo, sí que es incorrecto e insensato el rebelarse. Aquello que hagamos con las dudas que surjan en nuestros corazones nos edificará o nos derrumbará. Cuando surgieron dudas en las mentes de Lamán y Lemuel en cuanto a su padre y sus visiones, etc., ellos eligieron murmurar y rebelarse. Una lectura cuidadosa del versículo 16, nos da a entender que Nefi también tenía dudas en su corazón, porque él mismo nos dice que el Señor “me visitó y enterneció mi corazón, de modo que creí todas las palabras que mi padre había hablado; así que no me rebelé. . . .” La actitud y proceder de Nefi era diferente a la de sus dos hermanos mayores. Nefi tenía un corazón honesto, un gran deseo de conocer las verdades y doctrinas básicas del evangelio y el deseo de saber la verdad en cuanto a lo que su padre había enseñado. Con humildad oró al Señor hasta recibir una respuesta dulce y segura en cuanto a la veracidad de las revelaciones de su padre. Así pues, recaía sobre Nefi la responsabilidad de seguir fielmente a su padre, el profeta.
17 Y le hablé a Sam, declarándole las cosas que el Señor me había manifestado por medio de su Santo Espíritu. Y aconteció que él creyó en mis palabras.
Sam es una de mis personas favoritas en el Libro de Mormón. Siento gran ternura por él y espero poder llegar a conocerlo algún día. A pesar de que es mayor que Nefi, lo sigue y lo asiste fielmente. Me recuerda a Hyrum Smith, el hermano mayor de José Smith. Tanto Sam como Hyrum, aunque eran hermanos mayores, parecen poseer el don de creer en las palabras de otros (un don del Espíritu que se menciona en DyC 46:14). Los dos siguieron y apoyaron fielmente a sus hermanos menores (profetas) a lo largo de sus vidas.
18 Mas he aquí, Lamán y Lemuel no quisieron escuchar mis palabras; por lo que, afligido por la dureza de sus corazones, rogué al Señor por ellos (es evidente que Nefi ama y se preocupa por sus hermanos mayores a pesar de ser rebeldes).
19 Y aconteció que el Señor me habló, diciendo: Bendito eres tú, Nefi, a causa de tu fe, porque me has buscado diligentemente con humildad de corazón.
20 Y según guardéis mis mandamientos, prosperaréis y seréis conducidos a una tierra de promisión, sí, a una tierra que yo he preparado para vosotros, una tierra escogida sobre todas las demás (simboliza el cielo, la gloria celestial, la exaltación).
21 Y según se rebelen tus hermanos contra ti, serán separados de la presencia del Señor.
Aquí hay, posiblemente, una lección importante para todos nosotros. Quizás Nefi no obtuvo la respuesta que el quería. Era obvio que él había estado orando por las almas y la salvación de Lamán y Lemuel. En lugar de recibir una confirmación de que se salvarían, se le recordó que sus hermanos tienen el albedrío y que su juicio dependería del uso que hicieran de dicho albedrío. Sin embargo, en el siguiente versículo, a Nefi se le asegura que si él continúa guardando los mandamientos, él sí se salvará.
Por tanto, se nos recuerda que debemos hacer todo lo que podamos para salvar a otros, sin dejar de orar por ellos. Pero no podemos forzar a nadie a que se salve en contra de su albedrío.
22 Y según tú guardes mis mandamientos, serás puesto por gobernante y maestro sobre tus hermanos (esta profecía se cumple y la veremos a medida que seguimos con el Libro de Mormón).
23 Porque he aquí, el día en que se rebelaren contra mí, yo los maldeciré con penosa maldición, y no tendrán ningún poder sobre tu posteridad (los descendientes de Nefi), a menos que ella también se rebelare contra mí.
24 Y si tu posteridad (descendientes de Nefi) se rebelare contra mí, ellos (los descendientes de Lamán y Lemuel) les serán por azote (problemas) a tus descendientes, para estimularlos a que se acuerden de mí. (En otras palabras, si fuese necesario, los lamanitas causarán problemas a los nefitas para estimularlos a que se arrepientan).
























