El primer libro de Nefi

Tu estudio de — El Libro De Mormón
Primera Parte:
1 Nefi Hasta Palabras de Mormón

Primer Nefi Capítulo 7

Es interesante observar que durante este tiempo se pide nuevamente a los hijos de Lehi y Saríah que vuelvan a Jerusalén.

Y esta vez Lamán y Lemuel no se oponen (no se quejan ni murmuran); quizás porque en esta ocasión hay algo para ellos, específicamente, mujeres (esposas). Esto puede darnos otra pista en cuanto a sus personalidades.

Una cosa más antes de empezar con este capítulo. Podemos ver la mano del Señor al proporcionar, de antemano, una familia con el número exacto de hijas solteras. Nos damos cuenta de que hay cinco que necesitan esposas. Estos son Lamán, Lemuel, Sam, Nefi y Zoram. La familia de Ismael tiene cinco hijas solteras y dos hijos casados con sus familias. Además, se nos da a entender que los dos hijos de Ismael estaban casados dentro de la familia de Lehi.

El apóstol Erastus Snow dijo que José Smith relató que tal era el caso. A partir de aquí podemos concluir que Lehi y Saríah tenían dos hijas mayores, y que se habían casado con los hijos de Ismael y ya tenían familias propias. Aquí está la cita del Eider Snow (usaremos negrita para resaltar):

“El Profeta José nos informó que el registro de Lehi, el cual estaba en las 116 páginas que tradujo primero y que luego fueron robadas, y del cual se da un resumen en el Primer Libro de Nefi, el cual es un registro de Nefi, nos aclara que éste era del linaje de Manasés; pero que Ismael era del linaje de Efraín, y que sus hijos se casaron con mujeres de la familia de Lehi, y que los hijos de Lehi se casaron con las hijas de Ismael”. (Journal of Discourses, 26 vols. [London: Latter-day Saints’ Book Depot, 1854-1886], 23: 185 – 186).

1 Y AHORA quisiera que supieseis que cuando mi padre Lehi hubo concluido de profetizar concerniente a su posteridad (descendientes), el Señor le habló de nuevo, diciendo que no convenía que él (no era bueno para él), Lehi, llevase a su familia sola al desierto; sino que sus hijos debían tomar mujeres por esposas para levantar posteridad (hijos) para el Señor en la tierra de promisión.

2 Y aconteció que el Señor le mandó que yo, Nefi, y mis hermanos volviésemos a la tierra de Jerusalén, y lleváramos a Ismael y su familia al desierto.

3 Y aconteció que yo, Nefi, y mis hermanos viajamos otra vez por el desierto para subir a Jerusalén.

Puede que haya algún simbolismo importante que contenga una lección muy valiosa para nosotros en el hecho de que se pida a los cuatro hermanos que regresen nuevamente a Jerusalén. De su viaje anterior a Jerusalén podemos observar que mientras uno está al servicio del Señor, las dificultades pueden llevar al fortalecimiento o al debilitamiento espiritual, dependiendo del uso que hagamos de nuestro albedrío. Lamán y Lemuel se debilitaron. Nefi y Sam se fortalecieron.

Ahora van a tener otra oportunidad (otra jornada de viaje). Este hecho es como un simbolismo que se aplica a nosotros. A lo largo de nuestras vidas se nos dan muchas, muchas oportunidades para que podamos superar las mismas pruebas una y otra vez. Por ejemplo, si “fallamos” (suspendemos o no superamos) la prueba de la Palabra de Sabiduría, la podemos “retomar», al aplicar el principio del arrepentimiento.

Si no superamos la prueba de “ser amables con el prójimo”, también se nos dan multitud de oportunidades extra para tratar de pasar dicha prueba. Si no pasamos la prueba de “santificar el día de reposo”, se nos dan muchos días de reposo adicionales en los que lo podemos hacerlo mejor.

A estas alturas en el Libro de Mormón, el Señor es lo suficientemente benévolo (bondadoso) para dar a Lamán y Lemuel otra oportunidad para “retomar” la prueba (o el examen) de «regresar a Jerusalén», junto con Nefi y Sam, quienes ya pasaron la prueba la última vez. De hecho, parece que cuando no superamos una de las pruebas del Señor, lo podemos retomar junto a santos fieles que ya han superado esas pruebas. Tales santos son unos ejemplos buenos para nosotros.

4 Y sucedió que llegamos a la casa de Ismael, y hallamos favor ante sus ojos, de modo que pudimos anunciarle las palabras del Señor,

5 Y el Señor ablandó el corazón de Ismael y los de su casa; por tanto, viajaron con nosotros al desierto a la tienda de nuestro padre.

Será muy interesante cuando sepamos el resto de los detalles del encuentro que Nefi y sus hermanos tuvieron con Ismael y su familia. Nos damos cuenta de que, así como Nefi cargó el peso de la responsabilidad para obtener las planchas de bronce durante su última jornada a Jerusalén, esta vez parece que todos se reparten la responsabilidad. Por lo menos, el uso de la palabra «nosotros”, en el versículo 4, arriba, nos lleva a dicha conclusión. En esta ocasión, el Señor también estaba involucrado, y ablandó los corazones de Ismael y su familia (véase el versículo 5, arriba) para que se fueran con ellos. No cabe duda de que todos sintieron el Espíritu del Señor y así pudieron comenzar a edificar sus testimonios, lo cual lleva a un incremento en el nivel de responsabilidad al obedecer los mandamientos del Señor.

La cita de Erastus Snow, en la nota al principio de este capítulo, nos da a entender que Ismael era de la tribu de Efraín. Repetiremos nuevamente una parte de dicha cita y usaremos negrita para resaltar:

«El Profeta José nos informó que. . . Ismael era del linaje de Efraín, y que sus hijos se casaron con mujeres de la familia de Lehi, y que los hijos de Lehi se casaron con las hijas de Ismael, cumpliendo así las palabras de Jacob sobre Efraín y Manasés en el capítulo 48 de Génesis, las cuales dicen: ‘y mi nombre sea llamado en ellos y el nombre de mis padres Abraham e Isaac; y multiplíquense en gran manera en medio de la tierra’. Así pues, estos descendientes de Manasés y Efraín crecieron juntos sobre el continente americano. (Journal of Discourses, 26 vols. [London: Latter-day Saints’ Book Depot, 1854-1886], 23: 185 – 186).

6 Y mientras íbamos por el desierto, he aquí que Lamán y Lemuel, dos de las hijas, y los dos hijos de Ismael y sus familias se rebelaron contra nosotros, es decir, contra mí, Nefi, y contra Sam y contra Ismael, y su esposa y sus otras tres hijas.

7 Y aconteció que en su rebelión deseaban regresar a la tierra de Jerusalén. (Era obvio que no creían que Jerusalén sería destruida, a pesar de que muchos profetas lo habían manifestado).

8 Y yo, Nefi, afligido por la dureza de sus corazones, les hablé, sí, a Lamán y a Lemuel, diciendo: He aquí, vosotros sois mis hermanos mayores y ¿cómo es que sois tan duros de corazón, y tan ciegos de entendimiento, que tenéis necesidad de que yo, vuestro hermano menor, tenga que hablaros, sí, y daros el ejemplo?

9 ¿Cómo es que no habéis escuchado la palabra del Señor?

Una manera en la que podemos mantener nuestros testimonios vivos y fuertes es recordar (retener en la memoria) las bendiciones que el Señor nos ha dado en el pasado. Entre otros, en Alma 5:6 tenemos un buen ejemplo de esto. Y en los próximos tres versículos Nefi usará la palabra “olvidado” tres veces. “Olvidar” las bendiciones pasadas del Señor es una manera de perder o ignorar el testimonio personal.

10 ¿Cómo es que os habéis olvidado de haber visto a un ángel del Señor?

11 Sí, y ¿cómo es que habéis olvidado cuán grandes cosas el Señor ha hecho por nosotros, librándonos de las manos de Labán, y también ayudándonos a obtener los anales (las planchas de bronce)?

12 Sí, y ¿cómo es que habéis olvidado que el Señor tiene poder de hacer todas las cosas según su voluntad, para los hijos de los hombres, si es que ejercen la fe en él? Por tanto, seámosle fieles.

En el versículo anterior, Nefi nos recuerda que para que se manifieste el poder del Señor en nuestras vidas, son requisitos fundamentales la fe y la fidelidad. Si examinamos nuestras vidas, ¿cómo nos sentimos en cuanto a nuestra fe en Cristo y nuestra fidelidad a los convenios hechos con Dios? ¿Qué podemos hacer, además de recordar las bendiciones pasadas, para que nuestra fe y fidelidad sigan creciendo?

13 Y si es que le somos fieles, obtendremos la tierra de promisión; y sabréis en un tiempo venidero que será cumplida la palabra del Señor respecto a la destrucción de Jerusalén; porque todo cuanto el Señor ha dicho respecto de su destrucción se cumplirá.

14 Pues he aquí, el Espíritu del Señor pronto cesará de luchar con ellos; porque han rechazado a los profetas y han arrojado a Jeremías en una prisión. Y han procurado quitarle la vida a mi padre, hasta el punto de hacerlo huir del país.

En el versículo 14, arriba, aprendemos que el Espíritu del Señor todavía no había cesado en Su intento de rescatar a los habitantes de Jerusalén de sus iniquidades (maldad) y dirigirlos hacia Dios. Debido a la paciencia del Señor, se requiere mucha iniquidad para que el Señor retire Su Espíritu de Sus hijos. Sin embargo, es evidente que en esa época, los ciudadanos de Jerusalén y alrededores estaban yendo más allá del límite de la iniquidad. Por cierto, en Jeremías 37:3 a 38:28 puedes leer sobre el encarcelamiento de Jeremías a manos del joven rey Sedequías. La conducta de Sedequías claramente nos recuerda que la maldad no promueve ni el pensamiento racional ni el sentido común.

15 Y ahora bien, he aquí os digo que si volvéis a Jerusalén, también pereceréis con ellos. Así pues, si lo preferís, subid allá (adelante, regresad a Jerusalén si así lo deseáis), y recordad las palabras que os hablo, que si vais, también pereceréis (moriréis); porque así me constriñe (me manda) a hablar el Espíritu del Señor.

16 Y aconteció que cuando yo, Nefi, hube hablado estas palabras a mis hermanos, se irritaron (enojaron) contra mí. Y se lanzaron sobre mí, porque se habían enojado en extremo, y me ataron con cuerdas, pues intentaban quitarme la vida, para luego abandonarme en el desierto, a fin de que fuera devorado por animales salvajes.

Anteriormente hablamos de la bondad del Señor al darnos a cada uno de nosotros muchas oportunidades para superar los malos pensamientos y las conductas incorrectas. Dijimos que incluso el mandamiento de regresar nuevamente a Jerusalén era una bendición del Señor porque les daba a Lamán y Lemuel otra oportunidad para «superar” la prueba (examen). En este sentido, también dijimos que Lamán y Lemuel no habían superado la primera prueba de «ida y vuelta a Jerusalén” y que Sam y Nefi sí la superaron. Nuestra esperanza aumentó un poco cuando Lamán y Lemuel se mostraron dispuestos a volver por segunda vez a Jerusalén, pero acabamos de ver que su egoísmo y rebelión los hicieron caer tan bajo que llegaron a cometer asesinato en sus corazones.

Una vez más están fallando al “retomar” el «examen” o la prueba de ir y volver a Jerusalén. Y no solo eso, además han convencido a algunos miembros de la familia de Ismael para que se unan a ellos. Por el contrario, la fe de Nefi sigue creciendo a través de la adversidad y una obediencia paciente y persistente. Podemos ver esta fe en acción al continuar con el capítulo.

17 Pero aconteció que oré al Señor, diciendo: ¡Oh Señor, según mi fe en ti, líbrame de las manos de mis hermanos; sí, dame fuerzas para romper estas ligaduras (cuerdas) que me sujetan!

Nefi estaba literalmente atado con cuerdas, sin embargo, estas cuerdas también pueden simbolizar la incredulidad, dudas e iniquidad que ataban el corazón de Lamán y Lemuel. Nefi pide con fe que él no caiga preso de tales ligaduras espirituales. También nosotros debemos orar siempre para librarnos de tales ataduras o tropezaderos. (Véase 3 Nefi 18:15,18 y Lucas 18:1).

18 Y cuando hube pronunciado estas palabras, he aquí, fueron sueltas las ligaduras de mis manos y de mis pies, y poniéndome delante de mis hermanos, les hablé otra vez.

A estas alturas nuestra esperanza sería, que tanto Lamán como Lemuel y los otros que estaban enojados, se humillasen y se disculpasen al presenciar el milagro de la liberación de las ligaduras. Sin embargo, nos desilusionamos. Quizás, una de las lecciones que aprendemos de esta escena en el Libro de Mormón es que la maldad incesante e intencionada conduce a un orgullo más profundo y cruel, el cual lleva a seguir causando daño a pesar de lo obvio.

19 Y aconteció que se enfurecieron conmigo de nuevo y trataron de apoderarse de mí; pero he aquí, una de las hijas de Ismael (espero que esta era la mujer con la que Nefi termina casándose), sí, y también su madre y uno de los hijos de Ismael, suplicaron a mis hermanos de tal manera que ablandaron sus corazones, y cesaron en sus esfuerzos por quitarme la vida.

20 Y sucedió que se sintieron apesadumbrados (tristes) de su maldad, al grado de que se humillaron delante de mí, suplicándome que les perdonara aquello que habían hecho conmigo. (Esta es una evidencia de que todavía no han dejado de sentir y nos da esperanza de que todavía se arrepentirán y se acercarán a Dios a pesar de todo. El Señor todavía sigue trabajando con ellos y les da todas las oportunidades posibles para que usen su albedrío sabiamente).

21 Y aconteció que les perdoné sinceramente todo cuanto me habían hecho, y los exhorté a que pidieran al Señor su Dios que los perdonara. Y aconteció que así lo hicieron. Y después de haber orado al Señor, emprendimos otra vez la marcha hacia la tienda de nuestro padre.

La disposición de Nefi al perdonar totalmente a sus ofensores es un ejemplo maravilloso para todos nosotros. No solo les da una oportunidad de empezar de nuevo, sino que además Nefi libera su propia alma, corazón y mente de la carga pesada que suponen los sentimientos negativos que se dan al albergar amargura y posiblemente odio. Así pues, tanto los ofensores (los que causaron el daño) como él mismo, son librados de una carga emocional dañina.

22 Y aconteció que bajamos a la tienda de nuestro padre; y cuando yo, mis hermanos y toda la casa de Ismael hubimos llegado a la tienda de mi padre, ellos dieron gracias al Señor su Dios; y le ofrecieron sacrificios y holocaustos.

Si asumimos que la frase “le ofrecieron sacrificios” incluye a Lamán y Lemuel, esto implica que tenían el sacerdocio. De acuerdo con Joseph Fielding Smith, en esta época en el Libro de Mormón, se trataría del Sacerdocio de Melquisedec. Joseph Fielding Smith enseñó lo siguiente (utilizamos negrita para resaltar):

“Los nefitas eran descendientes de José. Lehi descubrió esto al leer las planchas de bronce. Él era descendiente de Manasés, y la familia de Ismael, la cual acompañó a Lehi, era de la tribu de Efraín (Alma 103). Por lo tanto no había Levitas acompañando a Lehi en el hemisferio occidental.

En estas condiciones los nefitas oficiaron en virtud del sacerdocio de Melquisedec desde los días de Lehi hasta el tiempo de la aparición de nuestro Salvador entre ellos”.

“Si bien es cierto que Nefi ‘consagró a Jacob y José’ para que fueran sacerdotes y maestros sobre la tierra de los nefitas, el hecho de que los términos sacerdotes y maestros estén en plural indica que no se trataba de un oficio definido del sacerdocio. Más bien, se trataba de una asignación general para enseñar, dirigir y amonestar al pueblo. De otro modo, los términos sacerdote y maestro se hubieran dado en singular. .

“De estos y otros pasajes numerosos aprendemos que fue por la autoridad del Sacerdocio de Melquisedec que los nefitas administraron desde la ocasión en que salieron de Jerusalén hasta el tiempo de la venida de Jesucristo”. (Joseph Fielding Smith, Answers to Gospel Questions, 1:124-26. ‘Respuestas a preguntas del evangelio’).

Primer Nefi Capítulo 8