La Fe Precede al Milagro

La Fe Precede al Milagro
Basado en discursos de
Spencer W. Kimball

Capítulo veintitrés

La preparación
Las diez vírgenes


Los habitantes de tiempos antiguos esperaron con ansias la venida del Señor y por ello preguntaron: “¿Cuándo sucederán todas esas cosas?” Los pioneros también pensaron que estaba cerca el día y se mantuvieron pendientes de todas las señales; nuestros abuelos esperaron el retoño de la higuera; nuestros padres el enrojecimiento de los cielos; y nosotros, pro­piamente, hemos oído todas nuestras vidas que la segunda venida del Señor está cerca.

¿Acaso a veces perdemos la fe, la paciencia, la esperanza, y nos cansamos de esperar porque el día es largo y el suceso se demora?

El escritor de Hebreos nos advierte:
No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. (Hebreos 10:35-37.)

Me temo que muchas personas que hace cinco años tenían una despensa bien surtida, una alacena bien abastecida y una provisión de productos de primera necesidad para un año ya han dejado que su reserva disminuya. Me temo también que muchas personas han dejado que su seguro expire. La muerte no parece estar muy próxima, pues por el momento no hay indicios de calamidad ni tampoco el hambre parece estar a la puerta.

Es difícil prepararse para un suceso cuyo cumplimiento ha demorado por tanto tiempo. Muchos lo han hallado demasiado dificultoso, de modo que duermen sin ninguna precaución debida. Pero el día se aproxima y finalmente vendrá; de eso no hay duda. Lo único que no se sabe es “Cuándo”.

Los Apóstoles de los días antiguos también estaban im­pacientes por saber cuándo sucederían tales acontecimientos. A ellos el Señor Jesús les dijo antes de su ascensión: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad. (Hechos 1:7.)

El apóstol Pablo también dijo a los tesalonicenses:
Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán.
Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. (1 Tesalonicenses 5:2-4.)

Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa.

Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis. (Mateo 24:43-44.)

Muchas de las parábolas y dichos del Señor instan a los hombres a prepararse para Su segunda venida y para el final de este período de la existencia del mundo. Un ejemplo es la parábola del joven rico insensato que, creyéndose seguro en las cosas temporales, derribó sus graneros inadecuados y los edificó mayores y allí guardó todos sus frutos y sus bienes.

Luego se habló a sí mismo: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? (Lucas 12:19-20.)

El Señor también nos dio la parábola de los peces y la red: Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera. (Mateo 13:47-48.)

Recuerdo que en mi primer viaje a Hawai, los santos samoanos y hawaianos se encontraban reunidos en una gran celebración. En el programa de la mañana de ese día se incluyó un hukilau, al cual se me invitó a participar. Con unos viejos pantalones guardapolvos (overoles), caminé por entre el agua del mar junto con ellos. Los barcos habían extendido sus redes a lo largo de la profundidad y todos empezamos a tirar de las mismas. “¡Ahora!”, gritaban, y juntos jalábamos con fuerza. A medida que la red cargada se aproximaba más a la orilla de la playa, parecía más llena y más pesada, y las revoltosas olas nos cubrían una y otra vez. Finalmente la red estuvo casi a superfi­cie de tierra y los peces empezaron a saltar frenéticamente, tratando de escapar. Por fin, sudando, tirando y resollando, logramos llevar hasta la arena la pesca lograda. Se había pescado peces de muchas clases, grandes y pequeños, gruesos y largos en forma de serpiente. Con los ojos saltones y las bocas sofocadas, aquellos peces luchaban por respirar. Los que ya sabían de peces y por lo tanto podían distinguirlos, sacaron a los que no les servían y los echaron de nuevo al mar. Los que eran comestibles fueron separados y llevados al fuego para el festín.

Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos. (Mateo 13:49.)

El Señor también nos refirió la parábola del granjero que sembró buena semilla en su campo, pero cuyos enemigos plantaron cizaña en el mismo. Al crecer el trigo junto a la cizaña en el mismo campo, le preguntaron al dueño de la tierra: » ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?» El padre de familia dijo entonces;

Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero. (Mateo 13:30.)

La hora de la siega está a la mano. Ciertamente los vástagos de la higuera ya están retoñando, el verano se acerca y las señales de los tiempos presagian la siega en que ha de realizarse la separación de los justos entre los injustos. Tal como lo predijo el Señor desde las alturas del Monte de los Olivos, hoy encontramos falsos Cristos e impostores sobre la tierra.

¿Es que ha habido alguna otra época en la historia en la que tantas naciones, grandes y pequeñas, se han visto involucradas en guerras, como hoy día? ¿Es que ha existido algún otro tiempo en el que haya habido más rumores de guerras y amenazas e intrigas que el de hoy? Allí tenemos a Rusia y China, África y Viet-Nam, el Cercano Oriente e Irlanda. Los lugares cambian, pero el alboroto continúa.

Jesús habló de carestías de alimentos y pestilencias, y nos vienen a la mente Biafra y Bangladesh. El predijo terremotos y otros disturbios terrestres, y nos recordamos de los terremotos y derrumbes de California, Chile, Japón y Alaska, y de inundaciones sin precedentes en los Estados Unidos. Por supuesto que el fin se acerca tal como lo indican las señales de los tiempos, pero ¿cuándo ocurrirá?

porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá.
Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa  de  los  escogidos,   aquellos  días   serán  acortados. (Mateo 24:21-22.)

Como amonestación general tenemos las condiciones actuales del mundo, pero no contamos con un horario preciso.

Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre. (Mateo 24:27.)

El Redentor declaró más adelante:
E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas.
Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.
Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.
Pero el día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. (Mateo 24:29-31, 36.)

Sin amonestación anticipada, no es posible prepararse a última hora.

Otra parábola que Él también nos dio para ayudarnos a ver más claramente la importancia de estar siempre preparados es la de las Diez Vírgenes, que es una poderosa amonestación para todos los hombres.

Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo.
Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas.
Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite;
mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.
Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron.
Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!
Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas.
Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan.
Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas.
Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta.
Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos!
Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.
Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir. (Mateo 25:1-13.)

Personalmente, creo que las Diez Vírgenes representan a los miembros de la Iglesia de Jesucristo y no a las masas del mundo. Todas las vírgenes, tanto las prudentes como las insensatas, habían aceptado la invitación a la cena de bodas; estaban enteradas del programa y se les había anunciado el día importante que vendría. No eran ellas los gentiles, los bárbaros o los paganos, ni necesariamente eran gente corrupta o réproba, más bien eran personas conocedoras que insensata­mente no se habían preparado para los acontecimientos vitales que estaban por afectar sus vidas eternas.

Tenían el evangelio de salvación y exaltación, pero no habían hecho de éste el centro de sus vidas. Conocían el camino, mas su lealtad y devoción fueron mínimas. Ahora yo os pregunto: ¿De qué os sirve un automóvil sin motor, una taza sin contenido, una mesa sin comida o una lámpara sin aceite?

Apresurándose a buscar sus lámparas para que les alumbraran el camino a la medianoche, la mitad de ellas las encontraron vacías. Se habían engañado a sí mismas. Fueron unas insensatas estas cinco vírgenes descuidadas. Aparentemente, el esposo se había demorado por razones que eran justas y aceptables. El tiempo había pasado y él no había llegado. Habían oído hablar de su venida por mucho tiempo y tantas veces, que la declaración parecía haber perdido importancia para ellas. ¿Es que vendría alguna vez? Tanto tiempo había transcurrido desde que lo estaban esperando que habían llegado a la conclusión de que nunca aparecería, de que tal vez era un mito.

Miles de nosotros nos encontramos en esa misma condición hoy día. Nuestra confianza ha disminuido y nuestra paciencia casi se ha agotado. Es difícil esperar y mantenerse preparado todo el tiempo. Pero no podemos permitirnos el dormirnos. El Señor nos ha dado esta parábola como una amonestación especial.

A la medianoche se oyó el clamor vital: “¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!” Entonces se levantaron todas las vírgenes y arreglaron sus lámparas.

Aun las insensatas arreglaron las suyas, pero se les había acabado el aceite y no tenían ninguna reserva para llenarlas de nuevo. Se apresuraron a tratar de reponer el tiempo perdido, mas, siendo muy tarde ya, se dieron cuenta de la tragedia de no estar preparadas. Se les había instruido y advertido todas sus vidas.

¡A medianoche! Precisamente a la hora más oscura, cuando menos lo esperaban, vino el esposo. Cuando el mundo esté lleno de tribulación y se necesite ayuda, y parezca que el tiempo ya ha pasado y que la espera ya es inútil, entonces vendrá Cristo. Las medianoches de la vida son las horas precisas en que los cielos le ofrecen al hombre el alivio a su cansancio. Más cuando el clamor llega, ya no hay tiempo para prepararse. Las lámparas encendidas forman entonces figuras de júbilo sobre la ladera, y la procesión se encamina hacia el lugar del banquete, mientras que aquellos que no tienen lámparas o aceite se quedan en la oscuridad. Cuando tratan de cumplir con los requisitos a última hora y finalmente llegan al lugar, la puerta ya se ha cerrado. Durante el día, los prudentes y los insensatos son difíciles de diferenciar, mas la medianoche es la hora de la prueba y del juicio —y del gozo prometido. Pablo escribió:
Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche…
Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.
Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. (1 Tesalonicenses 5:2, 6-7.)

Las vírgenes insensatas les pidieron a las otras que les dieran de su aceite, pero la preparación espiritual no puede compartirse en un instante. Las prudentes tenían que irse, o de lo contrario el esposo se hubiera ido sin ser recibido. Ellas necesitaban todo el aceite para su propio uso; y no les era posible salvar a las insensatas. La responsabilidad era individual.

No se trató de egoísmo o falta de bondad de parte de las prudentes. El tipo de aceite que se necesita para iluminar el camino y alumbrar en la oscuridad no es del que se puede compartir así no más. ¿Cómo se podría compartir la obediencia a la ley de los diezmos; una mente tranquila como producto de una vida recta, o la acumulación de conocimiento? ¿Cómo se podrían compartir la fe y el testimonio? ¿Cómo se podrían compartir con otros nuestras actitudes o nuestra castidad, o la experiencia de haber servido una misión? ¿Cómo se podría compartir con otros, así simplemente, los privilegios del templo? Cada quien debe obtener esa clase de aceite por sí mismo.

Las vírgenes insensatas no estaban renuentes a comprar aceite; sabían que tenían que proveerse del mismo, pero simplemente lo aplazaron para más tarde, ignorando la hora en que el esposo llegaría.

En la parábola, el aceite se puede comprar en el mercado. En nuestras vidas, el aceite de la preparación se acumula gota a gota por medio de una vida de rectitud. La asistencia a las reuniones sacramentales les agrega aceite a nuestras lámparas gota por gota a través de los años. El ayuno, la oración familiar, la orientación familiar, el control de los apetitos de la carne, la predicación del evangelio, el estudio de las Escrituras —cada acto de dedicación y obediencia constituye una gota que se agrega a nuestra reserva. Los actos de bondad, el pago de ofrendas y de diezmos, las acciones y pensamientos castos y el matrimonio bajo el convenio eterno —todos éstos contribuyen sustancialmente a incrementar el aceite con el que podemos reabastecer a medianoche nuestras lámparas vacías.

Esperar hasta la medianoche ya es muy tarde para aquellos que han pospuesto su preparación.

Mas he aquí, vuestros días de probación ya pasaron; habéis demorado el día de vuestra salvación hasta que es eternamente demasiado tarde ya, y vuestra destrucción está asegurada. . . . (Helamán 13:38.)

En el poema “Guinevere”, de Tennyson, la reina, al arrepentirse de su infidelidad, reconoce que ya no puede reponer el daño que ha causado:
¡Tarde es y obscura está la noche fría! ¡Tarde, muy tarde, mas paso hay todavía! Es tarde, es tarde, ya no podéis entrar.
Sin luz ayer, y hoy de ello arrepentidos, se ablandará el esposo al vernos convertidos. Es tarde, es tarde, ya no podéis entrar.

¡No hay luz! ¡Tarde es y fría la noche obscura! ¡Abridnos para hallar esa luz que perdura! Es tarde, es tarde, ya no podéis entrar.
¿No dicen que el esposo es tierno con su mies? ¡Abridnos, aunque es tarde para besar sus pies! Es tarde, es tarde, ya no podéis entrar. (Traducción libre)

El día de la fiesta de bodas se aproxima; la venida del Señor está a la mano y hay muchos entre nosotros que no están listos para ese evento grande y glorioso. Sobre esto, el Señor ha dicho:
Aquel siervo que conociendo la voluntad de su Señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes.

Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco, porque todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá. (Lucas 12:47-48.)

Para aquellos que escuchen las advertencias y hagan las preparaciones correspondientes, para los que a la medianoche sean encontrados con sus lámparas llenas del aceite de justicia, para aquellos que tengan paciencia, que perseveren en sus sufrimientos y que vivan llenos de devoción, la promesa es que se sentarán en el banquete con su Señor.

Y en aquel día, cuando yo venga en mi gloria, se cumplirá la parábola que hablé acerca de las diez vírgenes.
Porque aquellos que son prudentes y han recibido la verdad, y han tomado al Espíritu Santo por guía, y no han sido engañados, de cierto os digo que éstos no serán talados ni echados al fuego, sino que aguantarán el día.
Y les será dada la tierra por herencia; y se multiplicarán y se harán fuertes, y sus hijos crecerán sin pecado hasta salvarse. (DyC 45:56-58.)

… y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo. . . . El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. (Apocalipsis 21:3-5, 7.)