
La Fe Precede al Milagro
Basado en discursos de
Spencer W. Kimball
Capitulo treinta y dos
El Libro de Mormón
Un libro de mensajes vitales
Hay un libro que a la fecha he leído ya varias veces; no obstante, cada vez que me embarco nuevamente en su lectura, estimula en mí mayor interés.
Se trata de una historia de valor, fe y fortaleza; de perseverancia, sacrificio y logros sobrehumanos; de intriga, venganza, desastres, guerras, asesinatos y robos; de idolatría y salvajismo; de milagros, visiones y otras manifestaciones espirituales; de profecías y del cumplimiento de las mismas.
Por el escenario de este drama de la vida y a través de las diferentes épocas, han desfilado muchos actores con vistosos y exóticos atavíos, desde el cuerpo desnudo del guerrero pintado de sangre hasta la pródiga y decorativa pompa de las cortes reales —algunos actores han resultado ser repugnantes y degradados; otros, tan cercanos a la perfección que conversan con ángeles y con Dios. Han desfilado los sembradores y segadores, los artesanos, los ingenieros, los comerciantes, los trabajadores; el libertino en su desenfreno; el alcohólico con su licor; el degenerado pudriéndose en su perversión sexual; el guerrero en su armadura; y el misionero hincado de rodillas.
Es una historia de acción rápida que cubre la duración total de la vida; una historia de ideologías opuestas; de monarquías, jurisdicciones y del gobierno de las masas. Sus escenas trasladan al lector desde un océano o continente hasta el otro. Promete hablar sobre los “últimos días de Dios”, pero a cambio registra los días finales de pueblos enteros y el triunfo de Dios. La distinción de razas se hace presente con su horrenda fealdad; asimismo los prejuicios raciales con su odio; y la multiplicidad de credos con sus amargos conflictos.
Desde que este “éxito de librería» salió de la imprenta, ha sido impreso en casi veinticuatro idiomas, y se ha producido más de medio millón de ejemplares al año; millones de copias se hallan en las bibliotecas públicas y privadas y en numerosos hoteles y moteles, al lado de la Biblia. ¿Podría considerarse lo suficientemente instruida una persona que no ha leído este libro?
Su historia tiene un mensaje vital para todo pueblo. Los gentiles encontrarán en él la historia de su pasado y el potencial de su destino. El pueblo judío encontrará la delineación de su futuro. Se revelan los convenios de Dios con los judíos y las promesas concernientes a Jerusalén, su antigua ciudad, y sus tierras. También revela la manera en que el tan perseguido pueblo judío, esparcido y torturado desde su dispersión, puede allegarse a los suyos. Se amonesta a los gentiles a “no. . . escarnecer ni menospreciar a los judíos, ni hacer burla de ellos, ni de ninguno del resto de la casa de Israel”, porque el Señor recordará su convenio con ellos cuando le respondan. El libro contiene también la historia de los antepasados de los indios de América y explica la razón del color oscuro de su piel.
En este libro los arqueólogos podrán encontrar tema de apasionamiento al leer acerca de las ruinas de antiguas ciudades, carreteras y edificios y de probables tesoros de arte enterrados y valiosos registros todavía por ser descubiertos.
Los aficionados a las exploraciones y a los viajes se enterarán de insólitas migraciones y travesías por los océanos, acosadas de peligros de tempestades, arrecifes escondidos, huracanes y aun rebeliones en alta mar. La primera travesía interoceánica que se registra tuvo lugar hace aproximadamente cuarenta siglos y fue realizada en ocho barcos de navegación de la longitud de un árbol y con la cubierta, el fondo y los costados ajustados herméticamente como un vaso y los extremos terminados en punta, como una salsera-submarino, iluminados únicamente por piedras cristalinas luminosas. Esta flota de barcos fue impelida por los vientos y las corrientes del océano, desembarcando en un punto común de las Américas, probablemente en la costa occidental.
Hubo otras travesías en el océano además de ésta. Una de las más grandes de tales migraciones, y tal vez el viaje más trascendental de la historia, tuvo que ver con un grupo de gente que abandonó Jerusalén en vísperas de la destrucción encabezada por Nabucodonosor. El punto de desembarque fue probablemente la costa occidental de Sudamérica, a donde los impulsaron las corrientes del océano. Viajaron en un barco construido por un joven que posiblemente jamás había visto un barco de navegación oceánica.
Este extraordinario libro también registra la migración de 5.400 personas que en grupo navegaron hacia el norte sobre la costa del Pacífico en barcos muy grandes, buscando nuevas tierras que conquistar. Se dice que algunos de ellos parecen haber sido impelidos por las fuertes corrientes del océano del occidente hacia las islas del mar, convirtiéndose así en los progenitores de los polinesios.
El estudiante del desarrollo de las sociedades también encontrará en este peculiar libro una relación de la desintegración de las naciones a causa del orgullo, la vida cómoda y los lujos, acabando por tener que sufrir hambre y restricciones. Verá a pueblos unidos luchando por su libertad y su consiguiente degeneración en guerras de aniquilación mutua y en la destrucción de esa libertad. Verá la tierra mecerse con espigas de grano de siega, al gusano de seda hilar sus tejidos, a los rebaños y hatos pastar en los campos, a las viñas y huertos producir frutos, y a un pueblo ataviado con ricos adornos. Verá canteras, talleres de carpintería, minas de explotación y talleres de artesanía y luego paisajes devastados, hogares incendiados, tierras estériles, enemigos en lucha abierta, tierras desérticas. Verá torres y templos, cortes reales y palacios de ricos colmados de lujos, derroche, inmoralidad y corrupción, comparables a las mismas plagas de Babilonia, Jerusalén y Roma.
Verá pueblos prosperar en sus comunidades; los verá pagando impuestos del cincuenta por ciento o más y luego retornar a la esclavitud y el cautiverio. Verá gobiernos avaros de poder, paternalistas y centralizados, avanzar hacia una inevitable revolución que termina por dejarlos en la miseria, pero que los libera para empezar de nuevo de los escombros.
El astrónomo y el geólogo verán esclarecidas señales del cielo y nuevas estrellas; noches sin oscuridad, tan brillantes “como el sol de mediodía”; tres días sin sol ni reflexión posible de ninguna otra luz, y un vapor de oscuridad tan denso, que velas, antorchas y fuego resultan inútiles. “Se desató una gran tormenta, como jamás se había conocido en toda la tierra”, se registra, y hubo terribles tempestades, truenos y relámpagos extremados, y torbellinos de proporciones de tornados y huracanes —lo suficientemente veloces como para tragarse pueblos enteros y dejarlos en el olvido— desviaciones, plegaduras, alteraciones y desprendimientos telúricos y fallas terráqueas, todos causando remociones y hundimientos de grandes ciudades. Se habla de maremotos que borraron comunidades enteras y de muchas ciudades y cuerpos humanos que fueron consumidos por el fuego. Las obras de los siglos se ven destruidas, quemadas, enterradas y borradas del mapa; la tierra experimenta sacudimientos de tal intensidad y duración, que “La superficie” de ésta se ve desfigurada, siendo tales espasmos terráqueos una señal de rebelión de la tierra contra la crucifixión de su Creador.
Por medio de este gran libro los ingenieros se informarán de que en aquellos siglos los hombres erigieron edificios, templos y carreteras de cemento; que las ciudades y los pueblos se encontraban intervinculados por caminos pavimentados, y que cuando se talaron los bosques, se inició un programa de reforestación para el futuro.
Los psicólogos encontrarán en él estudios sobre el comportamiento humano, las funciones de la mente y el proceso de razonamiento por el cual los hombres tratan de convencerse a sí mismos de que “lo bueno es malo, y lo malo es bueno”. Verán desenvolverse miles de años de historia y podrán ver no solamente episodios de vida de los individuos, sino también las causas y los efectos en una historia total de las razas.
Este extenso tratado debería ser objeto de estudio de políticos y líderes gubernamentales, a fin de seguir el curso de la grandeza y decadencia de los imperios y detectar las diferencias entre el arte de gobernar y la demagogia. Verán naciones nacer en medio de guerras, vivir en guerra, deteriorarse y morir en medio de las mismas por siglos. También encontrarán respuestas a problemas de capital y trabajo, deshonestidad, impuestos confiscatorios, corrupción y fraude; también a problemas de disensiones, rupturas internas y guerras civiles. Verán a un juez superior, frustrado por la creciente corrupción, renunciar al asiento judicial para dedicarse a hacer proselitismo a favor de la justicia; príncipes que prefieren enseñar a los hombres más bien que gobernarlos; y hasta un rey que cultiva la tierra para proveerse el sustento propio, evitando así convertirse en una carga para el pueblo al que sirve.
Los científicos leerán acerca de piedras que proveyeron luz; de pueblos que, por lo menos 1500 años antes de Colón, sabían que la tierra era redonda y que giraba alrededor del sol; se enterarán de su posesión de un instrumento peculiar en forma de esfera de bronce esmeradamente labrada y con dos agujas, a tal punto receptiva, que, a pesar de las direcciones del globo, les indicaba el rumbo que debían tomar. También registraba los sentimientos, las emociones y las rebeliones internas de sus usuarios, al grado de dejar de funcionar apropiadamente cuando había discordia entre ellos. Este instrumento, que asimismo les señalaba los lugares idóneos para caza silvestre, registraba periódicamente inscripciones sumamente claras de leer, las cuales incrementaban su conocimiento respecto a las vías del Señor.
Los miembros del servicio militar podrán aprender mucho en cuanto a estrategias e intrigas, evacuaciones y moral. Los conflictos de guerrillas, guerras de sitio y la política de destrucción total no se originaron en los días de la Guerra Civil [EUA] ni tampoco en Rusia, sino más bien fueron programas de sobrevivencia que existían siglos antes de Colón.
Aprenderán que las grandes civilizaciones se estancan a la sombra de las guerras y dejan de sobrevivir cuando a causa de la reincidencia de éstas, los pueblos emigran y abandonan los campos, dejando el ganado en manos de soldados improductivos; cuando a causa de las batallas se destruyen los bosques sin esperanza de reforestación, y los agricultores y constructores se convierten en guerreros. Mientras que se encuentran en los campos de batalla, es imposible que los hombres siembren, cultiven o cosechen, o que construyan en medio del combate. Las guerras largas y sangrientas representan ciudades saqueadas, incendiadas y abandonadas a la ruina, confiscación de impuestos, pueblos degenerados y culturas decaídas.
Tanto la victoria como la derrota dejan a los países devastados y a los conquistadores y a los derrotados debilitados. La maldad ocasiona la guerra y ésta provoca destrucción y sufrimiento, odio y efusión de sangre tanto de culpables como de inocentes.
Este libro debe ser suficiente evidencia de la futilidad de las guerras y de los riesgos de la injusticia. Sus pocos profetas, inmersos en un mar de barbarie, encuentran difícil prevenir el desmoronamiento y colapso final de los pueblos corruptos. Se da una grande, pero a la vez condicional, promesa:
Y esta tierra será una tierra de libertad para los gentiles; y no habrá reyes sobre la tierra. . . .
Y fortificaré esta tierra contra todas las otras naciones.
. . . yo, el Señor, el rey de los cielos, seré su rey, y eternamente seré una luz para aquellos que oigan mis palabras. (2 Nefi 10:11-12, 14.)
Los ministros y sacerdotes también encontrarán en este libro material para sermones, y los hombres en general hallarán respuestas definitivas y categóricas a preguntas complicadas, tales como ¿Existe vida después de la muerte? ¿Resucitarán nuestros cuerpos literalmente? ¿A dónde van los espíritus de los hombres en el período entre la muerte y la resurrección? ¿Puede alguien salvarse en la inmundicia? ¿Cuál es la organización correcta de la Iglesia de Cristo? ¿Puede alguien salvarse sin el bautismo? ¿Es una práctica errónea bautizar a los niños pequeños? ¿Es esencial poseer cierta autoridad específica para administrar ordenanzas religiosas? ¿Es la revelación continua una necesidad y una realidad? ¿Es Jesús el verdadero Hijo de Dios?
En este libro se registra la gloriosa venida del Salvador a su templo en América. Se habla de cómo bendijo a los niños pequeñitos y lloró mientras los ángeles descendían del cielo y los rodeaban. Se explica cómo Jesucristo organizó su Iglesia con Doce Apóstoles, llamados discípulos, a quienes se dieron el mismo sacerdocio, autoridad y llaves que se les había otorgado a sus contemporáneos, Pedro, Santiago y Juan al otro lado de la tierra.
La venida del Redentor resucitado a este continente fue sumamente asombrosa —la misma suave y penetrante voz de los cielos que se escuchó en el Jordán y en el Monte de la Transfiguración los sobrecogió al anunciarles: “He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco, en quien he glorificado mi nombre: a él oíd”. (3 Nefi 11:7.)
Y luego vieron a un hombre que descendía del cielo y llevaba puesta una túnica blanca, el que se paró en medio de ellos, diciendo: “He aquí, yo soy Jesucristo. . . soy el Dios de Israel, y el Dios de toda la tierra, y. . .he sido muerto por los pecados del mundo”. Y la multitud metió sus manos en su costado y palpó las marcas de los clavos y supo con certeza que Él era el verdadero Cristo que acababa de ser crucificado al otro lado del mar y que recientemente había ascendido al cielo, y que ahora se encontraba entre ellos para enseñarles su evangelio de salvación.
Este histórico registro habla de los tres hombres que, tal como Juan el Revelador, todavía se encuentran sobre la tierra después de haber transcurrido aproximadamente dos mil años desde su nacimiento mortal —hombres que no han sufrido las penas de la muerte, mas ejercen control sobre los elementos, que se dan a conocer cuando lo desean y se trasladan a cualquier extremo del globo terrestre cuando es necesario, que no pueden ser encarcelados, ni quemados en un horno de fuego, ni enterrados en fosas, ni destruidos por bestias.
Este relato habla de un grupo de gente que por causa de su fe prefirió enterrar sus armas y morir víctima de sus enemigos, antes que quitarles la vida a éstos; también de un grupo de jóvenes que heredaron una gran fe de sus madres, quienes les enseñaron a confiar en la protección de Dios, y del resultado del ejercicio de esa fe al encontrarse en el campo de batalla 2.060 de ellos. Muchos de los hombres que los cercaron murieron, mientras que muchos otros fueron heridos de gravedad, mas a causa de la fe de los 2.060 y de sus madres, ninguno de ellos padeció la muerte.
Sin embargo, y no obstante todo lo que se ha dicho, el interés que el libro encierra para los arqueólogos, historiadores, científicos políticos y los demás no es el valor principal que ofrece al hombre. En cambio, sí lo es su poder de transformarlo en un ser semejante a Cristo y digno de la exaltación.
Este libro es la palabra de Dios. Es un poderoso segundo testigo de Cristo. Es evidente, por lo tanto, que todos los verdaderos creyentes que aman al Redentor abrazarán abiertamente cualquier evidencia adicional de Su divinidad.
Este registro inspiracional nunca ha sido alterado por traductores desautorizados ni teólogos partidistas, sino que ha llegado al mundo en su forma pura, de los historiadores y compiladores facultados hasta nuestras manos, por medio de una traducción inspirada. El libro no se encuentra a prueba, —pero sus lectores sí.
He aquí un tomo de Escrituras tan antiguas como la creación misma y tan recientes y vibrantes como el mañana; conecta el tiempo con la eternidad; es un registro de revelaciones y es un compañero de la Biblia traído desde Europa por medio de inmigrantes. Concuerda perfectamente con la Biblia en cuanto a tradiciones, historia, doctrina y profecía, aun cuando ambos fueron escritos simultáneamente en dos hemisferios distintos y bajo diversas circunstancias. El libro hasta predice la reacción que el mundo mostraría al presentárseles este registro escondido:
¡Una Biblia! ¡Una Biblia! ¡Tenemos una Biblia, y no puede haber más Biblia!
Mas así dice el Señor Dios: Oh necios, tendrán una Biblia; y vendrá de los judíos. . . .
¡Oh, necios, vosotros que decís: Una Biblia; tenemos una Biblia y no necesitamos más Biblia! ….
¿No sabéis que. . . gobierno arriba en los cielos y abajo en la tierra; y manifiesto mi palabra a los hijos de los hombres, sí, sobre todas las naciones de la tierra?
¿Por qué murmuráis por tener que recibir más de mi palabra? ¿No sabéis que el testimonio de dos naciones os es un testigo de que yo soy Dios, que me acuerdo tanto de una nación como de otra? ….
Y hago esto para mostrar a muchos que soy el mismo ayer, hoy y para siempre. . . . Y no supongáis que porque hablé una palabra, no puedo hablar otra; porque aún no está terminada mi obra. … (2 Nefi 29:3-4, 6-9.)
Luego dice el Señor que llegará el día en que juntará a todos los esparcidos que han sido fieles en un solo rebaño y que El será su Pastor. Además agrega que todavía habrán de recobrarse los registros de las Diez Tribus de Israel.
Y acontecerá que los judíos tendrán las palabras de los nefitas, y los nefitas tendrán las palabras de los judíos; y los nefitas y los judíos tendrán las palabras de las tribus perdidas de Israel; y éstas poseerán las palabras de los nefitas y los judíos. (2 Nefi 29:3-4, 6-9.)
Tal nos parece escuchar la advertencia del Todopoderoso: “Los insensatos hacen burla, mas se lamentarán”, y “¡Ay de aquel que rechace la palabra de Dios!” Uno de los profetas escribió: “Y si creéis en Cristo, creeréis en estas palabras, porque son las palabras de Cristo”.
En el último capítulo del libro aparece la infalible promesa de que toda persona que lo lea con deseos sinceros y en oración, a fin de confirmar su divinidad, recibirá tal confirmación. Aparte de cualquier otra razón por la que el Libro de Mormón pueda interesarnos, la que se destaca prominentemente es la de estudiarlo con toda devoción y oración: sólo así podremos obtener verdadero conocimiento de Dios y saber lo que El desea de nosotros.
























