Capítulo 20
La evidencia de la profecía
De todos los medios mediante los cuales pueden ponerse a prueba las afirmaciones de un profeta, me parece que una investigación respecto al cumplimiento de sus profecías es, al mismo tiempo, la más directa y contundente. ¿Ha profetizado? ¿Y se han cumplido sus profecías? Si así ha sido, ¿quién puede dudar de la inspiración del profeta, o de las revelaciones de Dios hacia él? Este fue el medio que el Señor sugirió al antiguo Israel para probar la autenticidad de las afirmaciones de un profeta: “Y si dijeres en tu corazón”, dijo el Señor a Israel, “¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová no ha hablado? Si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él” (Deuteronomio 18:21-22). Y, en sentido inverso, si lo que el profeta habla en el nombre del Señor se cumple, entonces el profeta ha hablado aquello que le fue mandado por el Señor—no lo ha hablado con presunción, y el pueblo está bajo la obligación de respetar su mensaje, ya que les ha dado la mayor evidencia posible de su inspiración divina.
No conozco una prueba más sencilla, pero también más razonable y eficaz que esta. Por supuesto, al aplicarla debe entenderse que muchas de las predicciones que los profetas pronuncian pueden no cumplirse de inmediato. Algunas tal vez no durante la vida del profeta, o incluso en la generación en que vivió; pues a algunos profetas se les ha dado el poder de mirar hacia el futuro, y predecir cosas que no se cumplirán hasta la última generación de los hombres; pero si, llegado el tiempo del cumplimiento de las profecías, estas no se cumplen, el mundo puede saber que el Señor no habló por medio de ese profeta, sino que él habló con presunción, sin revelación de Dios, y el pueblo no necesita prestarle atención a él ni a sus supuestos mensajes.
Acerca del valor del cumplimiento de la profecía como evidencia de inspiración divina, apenas es necesario hablar. Siempre se le ha reconocido, y con razón, como una especie de milagro; y por ello se le ha atribuido todo el valor que se concede a los milagros. El mismo Señor ha reconocido el valor de la evidencia profética; pues cuando quiso que Israel distinguiera entre Él y los dioses de los paganos, les hizo este desafío: “Presentad vuestro caso, dice Jehová; exponed vuestros argumentos, dice el Rey de Jacob. Que los saquen y nos declaren lo que ha de acontecer; cuenten lo que ha pasado desde el principio, y pondremos en ello nuestro corazón, y sabremos también su desenlace; o hacednos oír lo que viene. Dadnos nuevas de lo que ha de venir después, para que sepamos que vosotros sois dioses” (Isaías 41:21–23).
De esto se deduce que el poder de predecir acontecimientos futuros se considera como una facultad que pertenece exclusivamente a Dios, o al espíritu que de Él emana; y aquellos que poseen ese poder, y pueden señalar el cumplimiento de sus profecías como testimonio de su inspiración y autoridad divina, pueden ser considerados como poseedores de una evidencia de carácter especial y de gran fuerza a su favor.
Antes de aplicar la prueba aquí propuesta a las afirmaciones proféticas de José Smith, quisiera hacer notar que al menos dos cosas respecto a la profecía deben establecerse: primero, que la predicción sea anterior al acontecimiento; y segundo, que los acontecimientos sean de tal naturaleza que ningún juicio o previsión meramente humana, sin la ayuda de inspiración o revelación divina, pudiera haberlos anticipado. Además, podría agregar que la creencia en la inspiración divina de un profeta aumentaría considerablemente si sus profecías son de una naturaleza que las haga importantes para los individuos o naciones a quienes van dirigidas. Porque me parece una idea lógica que Dios no da revelaciones a los hombres ni los inspira con respecto a cosas triviales o sin importancia; sino que trata aquellos asuntos que son dignos de Su atención y comunicación. Por ello, en mi opinión, muchos de los que han pretendido tener el don profético están condenados, porque las cosas que presentan son de una naturaleza demasiado trivial como para merecer la atención o la inteligencia de los hombres, y mucho menos la atención de Dios.
La primera profecía que se ha de considerar no fue hecha por José Smith, sino una hecha sobre él por el ángel Moroni, en la ocasión de la primera visita de José a la colina Cumorah, cuando contempló por primera vez las planchas de las cuales luego traduciría el Libro de Mormón. Pero como José Smith fue quien dio a conocer al mundo esta predicción que estoy a punto de citar, en cierto modo es su profecía, y cumplirá todos los propósitos de la prueba que estoy realizando en este capítulo. En aquella entrevista con Moroni, ya mencionada, para que el joven profeta no fuera engañado por los poderes de las tinieblas, se le dio una visión de Satanás y sus huestes y sus métodos de engaño. Cuando la visión terminó, el ángel dijo:
“He aquí, no obstante que has visto esta gran manifestación de poder, por la cual puedes ser capaz de detectar al Maligno, aún te doy otra señal; y cuando se cumpla, entonces sabrás que el Señor es Dios, y que Él cumplirá sus propósitos, y que el conocimiento que contiene este registro llegará a toda nación, tribu, lengua y pueblo bajo todo el cielo. Esta es la señal: Cuando estas cosas comiencen a ser conocidas, es decir, cuando se sepa que el Señor te ha mostrado estas cosas, los obradores de iniquidad procurarán tu ruina: difundirán falsedades para destruir tu reputación, y también procurarán tu vida; pero recuerda esto: si eres fiel, y de aquí en adelante continúas guardando los mandamientos del Señor, serás preservado para sacar estas cosas a la luz; porque a su debido tiempo Él te dará nuevamente el mandamiento de venir y tomarlas. Cuando sean interpretadas, el Señor dará el Santo Sacerdocio a algunos, y ellos comenzarán a proclamar este evangelio y a bautizar por agua, y después de eso tendrán poder para dar el Espíritu Santo por la imposición de manos. Entonces la persecución se desatará más y más: porque se revelarán las iniquidades de los hombres, y los que no estén edificados sobre la roca procurarán destruir esta obra; pero cuanto más se le oponga, más crecerá y se esparcirá más y más, aumentando en conocimiento hasta que sean santificados y reciban una herencia donde reposará sobre ellos la gloria de Dios. […] Tu nombre será conocido entre las naciones, porque la obra que el Señor realizará por medio de tus manos hará que los justos se regocijen y que los malvados se enfurezcan; para unos será tenido en honra, para otros en oprobio; sin embargo, para estos será un terror debido a la grande y maravillosa obra que seguirá a la venida de esta plenitud de mi evangelio.”
Fue en septiembre de 1823 cuando estas palabras proféticas fueron pronunciadas por Moroni—cuatro años antes de que las planchas del Libro de Mormón fueran entregadas a José Smith para traducirlas; seis años antes de que se diera el Sacerdocio; siete años antes de que se organizara la Iglesia; y catorce años antes de que el conocimiento contenido en el Libro de Mormón fuera enviado a una nación extranjera. Sin embargo, esta profecía fue publicada por primera vez al mundo en 1834, en el Messenger and Advocate de los Santos, y se toma de una carta de Oliver Cowdery dirigida a W. W. Phelps, donde se dan elementos de la historia de la Iglesia. Posteriormente, en 1840, estas cartas fueron copiadas del Messenger and Advocate al Times and Seasons, de donde cito las predicciones anteriores.
El escéptico severo insistirá en que la profecía solo puede considerarse con referencia a su cumplimiento desde el momento en que fue publicada al mundo en el Messenger and Advocate en 1834; esto, a primera vista, parecería reducir gran parte del aspecto profético de los pasajes que estoy considerando. Eliminaría la predicción de que, a pesar de la oposición que se levantaría contra el joven profeta, él tendría poder para sacar a la luz el Libro de Mormón; que el Señor daría el Santo Sacerdocio a algunos; que ellos comenzarían a proclamar el evangelio y a bautizar por agua; y a conferir el Espíritu Santo por la imposición de manos. Todo esto sería eliminado por el escéptico porque se podría alegar que todo esto, según se afirma, ocurrió antes de 1834, el momento en que la profecía fue publicada por primera vez. Eliminemos entonces estos elementos; y aún así, la mayor parte de la profecía queda para ser cumplida después de 1834.
Los elementos que quedan son, primero: que el conocimiento de lo que contiene el Libro de Mormón llegará a toda nación, tribu, lengua y pueblo bajo todo el cielo; segundo: que los que no estén edificados sobre la roca de la verdad se opondrán a la obra de Dios, pero que esta crecerá cuanto más se le oponga y se esparcirá cada vez más; tercero: que José Smith será conocido entre las naciones debido a la obra que el Señor realizaría por medio de sus manos—será tenido en honra por los justos, en oprobio por los malvados. Todo esto se cumplió después de 1834, aunque parte de ello ya estaba en proceso de cumplimiento antes y en ese momento—como el hecho de que la obra prosperaba a pesar de la oposición y que el nombre de José era recibido tanto con honra como con reproche entre el pueblo. Procedo ahora a una consideración más detallada del cumplimiento de esta profecía.
Primero, el conocimiento de lo que contiene el Libro de Mormón llegará a toda nación, tribu, lengua y pueblo bajo todo el cielo. En 1834, el Libro de Mormón solo se había publicado en inglés, y se sabía poco de él incluso en los Estados Unidos y Canadá. Sin embargo, aquí hay una predicción de que sería conocido en todo el mundo. Desde entonces, se ha publicado en los siguientes idiomas: francés, alemán, danés, italiano, holandés, galés, sueco, español, hawaiano y maorí. También ha sido traducido, aunque aún no publicado, en hindostaní y hebreo moderno. La proclamación de la nueva dispensación, y por ende también del Libro de Mormón, ha sido hecha por los élderes de la Iglesia de Cristo en las siguientes naciones: Gran Bretaña, Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Noruega, Islandia, Finlandia, Italia, Suiza, Indostán, Malta, Sudáfrica, México, y a muchas de las tribus indígenas de América; en todos los estados de la Unión Americana, la América Británica, las Islas Sandwich, Samoa, Islas Amistosas, Nueva Zelanda, Indias Occidentales, Turquía y Palestina. Aunque esta enumeración no incluye las principales [otras naciones]. Que el conocimiento de lo que contiene el Libro de Mormón llegue aún a las naciones restantes donde el evangelio aún no ha sido proclamado, y a cuyos idiomas el Libro de Mormón aún no ha sido traducido, no puede ponerse en duda; porque este punto de la profecía ha sido tan ampliamente cumplido que el final está a la vista; y si la Iglesia en su infancia y niñez ha logrado tanto, no fracasará en su madurez para cumplir lo que resta.
La proclamación del conocimiento que contiene el Libro de Mormón a todas las naciones, pueblos y lenguas de la tierra no es un acontecimiento que pudiera haber sido predicho por previsión o astucia humana en 1823, ni siquiera en 1834. La recepción que había tenido hasta ese momento el Libro de Mormón estaba lejos de ser halagadora. Solo unas pocas personas lo habían aceptado. Todos los eruditos lo ridiculizaban; los cristianos lo despreciaban y rechazaban porque era una nueva revelación. Se recordará que la creencia universal entre los cristianos era que el volumen de la revelación estaba completo y cerrado para siempre; por lo tanto, cualquier cosa que afirmara ser una nueva revelación era rechazada de inmediato. Frente a todas estas circunstancias, se requería más que simple previsión humana de parte de unos pocos seguidores oscuros y perseguidos de José Smith para ver que llegaría el momento en que el conocimiento contenido en el Libro de Mormón sería proclamado en todas las naciones y lenguas de la tierra.
Segundo, la obra del Señor encontrará oposición, pero crecerá cuanto más se le oponga y se esparcirá más y más. El lector ya sabe que desde sus comienzos, la obra del Señor en esta nueva dispensación enfrentó la oposición más violenta. Solo un año antes de que Oliver Cowdery publicara esta profecía que estamos considerando, mil doscientos Santos fueron expulsados de sus tierras y hogares en el condado de Jackson, Misuri, más de doscientas de sus casas fueron incendiadas y se destruyeron muchas otras propiedades. Pero debo demostrar que la Iglesia enfrentó oposición después de 1834, y que a pesar de esa oposición, la obra creció y su conocimiento se difundió más ampliamente. Así sea. Cinco años después de la expulsión del condado de Jackson, la oposición creció tanto que los habitantes del estado de Misuri, con los oficiales del estado a la cabeza, se alzaron contra los Santos; directa o indirectamente causaron la muerte de unas cuatrocientas personas y expulsaron entre doce mil y quince mil de sus hogares al exilio, confiscaron sus tierras, robaron su ganado y destruyeron otras propiedades con total impunidad.
Ocho años después de su expulsión del estado de Misuri, unos veinte mil Santos fueron expulsados por la violencia de las turbas del estado de Illinois hacia el desierto. Huyeron más allá de los confines de la civilización—viajando mil millas más allá de las fronteras de los Estados Unidos—y se establecieron en los parajes salvajes de las Montañas Rocosas; donde, a pesar de las olas de persecución que han azotado a la Iglesia, esta aún vive, con una membresía más numerosa que nunca, la fe de los Santos más firmemente establecida; y desde esa elevada posición, contempla el mundo y envía a sus representantes autorizados a todos los pueblos de la tierra, para cumplir con el decreto de Jehová de que el evangelio del reino, en los últimos días, será predicado en todo el mundo como testimonio, y entonces vendrá el fin.
Fue una predicción bastante notable que cuanto más se opusiera la obra del Señor en los últimos días, más prosperaría. Aún más notable fue que se predijera que enfrentaría oposición en absoluto, puesto que esta gran obra nació en una tierra donde la constitución del gobierno garantizaba la libertad religiosa. El cumplimiento maravilloso de esta predicción en tales circunstancias es evidencia de que detrás de ella había algo más que mera previsión humana.
Tercero, el nombre de José Smith será conocido entre las naciones. La obra que el Señor realizaría por medio de sus manos haría que los justos se regocijaran y que los malvados se enfurecieran: los primeros tendrían su nombre en honra; los segundos, en oprobio. La probabilidad de que José Smith fuera conocido fuera de la nación donde nació era muy limitada, incluso en 1834, y mucho menos cuando la profecía fue pronunciada por el ángel en 1823. Fue algo extraño decir que su nombre sería tenido entre las naciones ya fuera en honra o en oprobio. Pero el cumplimiento de esa predicción es tan universalmente reconocido que señalarlo es casi innecesario. Basta con decir que en todo lugar donde se ha proclamado la nueva dispensación del evangelio, allí el pueblo ha llegado a conocer el nombre de José Smith, y allí se le conoce para bien o para mal—es tenido en honra o en desprecio—los justos se han regocijado, los malvados se han enfurecido, y en muchos casos han recurrido a la violencia para resistir el mensaje del cielo.
El cumplimiento de los tres elementos recién considerados en la profecía de Moroni prueba la autenticidad de la profecía; por lo tanto, tengo derecho a reclamar para ella la fecha en que fue pronunciada por primera vez, el año 1823. Y al considerarse desde esa fecha—cuando la existencia del Libro de Mormón era desconocida excepto por José Smith; cuando José Smith era un muchacho oscuro, aún en la adolescencia, y desconocido fuera de su propia familia y vecindario inmediato; antes de que se recibiera el Sacerdocio, o se obtuviera la remisión de los pecados mediante el bautismo, o se impartiera el Espíritu Santo por la imposición de manos; antes de que la obra de Dios prosperara a pesar de la oposición—al considerarse desde esa fecha, que sitúa la profecía antes de todos estos acontecimientos, ¡cuánto más resalta el carácter profético de la predicción! ¿Y quién puede cuestionar su inspiración divina?
























