Un Nuevo Testigos de Dios Volumen 3


Capítulo 6

Evidencias externas (Continuación) – Evidencia de la Biblia.


I.—El lugar del patriarca José en Israel. Las promesas a él y a su descendencia.

No es parte de mi propósito tratar extensamente cualquier argumento que pueda basarse en las evidencias bíblicas de la veracidad del Libro de Mormón. Ese campo ya ha sido trabajado por otros. De hecho, desde el comienzo ha sido una de las principales fuentes utilizadas por los élderes de la Iglesia para sustentar las afirmaciones del Libro de Mormón. No obstante, trataré dicha evidencia solo de manera incidental, y derivando su importancia principalmente de las circunstancias que la relacionan con el plan general ampliado de Israel y con la obra del Mesías que el Libro de Mormón pone de manifiesto.

Con ese enfoque, llamo la atención sobre la bendición de Jacob sobre la cabeza de sus nietos, Efraín y Manasés. Debe recordarse que a José, el hijo de Jacob, se le otorgó una doble porción de honor en Israel. Aunque ningún tribu lleva especialmente su nombre, dos tribus son suyas por medio de sus hijos: la tribu de Efraín y la tribu de Manasés. Esto ocurrió de la siguiente manera: Rubén, el primogénito de Jacob, deshonró a su padre al profanar su lecho con Bilha, su concubina. Por tan grave crimen, perdió su lugar como príncipe en la casa de Israel, y ese lugar fue otorgado indirectamente a José. Digo “indirectamente” porque fue Efraín, el hijo menor de José, quien recibió la bendición del primogénito, y fue colocado como el primero de las tribus de Israel. Es por eso que el Señor solía decir: “Yo soy padre para Israel, y Efraín es mi primogénito.”

Como prueba de lo expuesto, cito el siguiente pasaje:

“Los hijos de Rubén, primogénito de Israel. (Él era el primogénito; pero por cuanto profanó el lecho de su padre, su primogenitura fue dada a los hijos de José hijo de Israel; y no fue contado por la primogenitura. Porque Judá fue el más fuerte entre sus hermanos, y de él vino el príncipe; mas la primogenitura fue de José).”

Es decir, no conforme al derecho de nacimiento natural, sino conforme a la designación patriarcal hecha por Jacob a favor de Efraín. Efraín, entonces, tomó el lugar de Rubén: el lugar del primogénito. Pero también existía una tribu de Manasés en Israel, además de la de Efraín, y así se dio a José una doble porción, ya que de él proceden dos tribus en Israel.

Ahora, con respecto a otras bendiciones conferidas a José y a sus hijos: cuando Jacob y su hijo José fueron reunidos en Egipto, el viejo patriarca se regocijó al ver a los dos hijos de José: Efraín y Manasés. Y ahora, el relato bíblico:

“Y los sacó José de entre sus rodillas, y se inclinó a tierra. Entonces José tomó a ambos, a Efraín con su derecha hacia la izquierda de Israel, y a Manasés con su izquierda hacia la derecha de Israel, y los acercó a él. Mas Israel extendió su mano derecha y la puso sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su izquierda sobre la cabeza de Manasés, colocando sus manos adrede, aunque Manasés era el primogénito.

Y bendijo a José, y dijo: El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me mantiene desde que existo hasta este día, el ángel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes; y sea perpetuado en ellos mi nombre, y el nombre de mis padres Abraham e Isaac; y multiplíquense en gran manera en medio de la tierra.

Y viendo José que su padre ponía su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, le causó disgusto; y sostuvo la mano de su padre para cambiarla de sobre la cabeza de Efraín a la cabeza de Manasés. Y dijo José a su padre: No así, padre mío, porque este es el primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza. Mas su padre no quiso, y dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; también él llegará a ser un pueblo, y también será grande; pero su hermano menor será más grande que él, y su descendencia llegará a ser multitud de naciones. Y los bendijo aquel día, diciendo: En ti bendecirá Israel, diciendo: Dios te haga como a Efraín y como a Manasés. Y puso a Efraín antes que a Manasés.”

Y nuevamente, cuando el patriarca Jacob dio su bendición final a sus hijos, dijo de José:

“Rama fructífera es José, rama fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro. Le causaron amargura; lo asaetearon, y le aborrecieron los arqueros. Mas su arco se mantuvo poderoso, y los brazos de sus manos se fortalecieron por las manos del Fuerte de Jacob (por el nombre del Pastor, la Roca de Israel), por el Dios de tu padre, el cual te ayudará; por el Dios Omnipotente, el cual te bendecirá con bendiciones de los cielos de arriba, con bendiciones del abismo que está abajo, con bendiciones de los pechos y del vientre.

Las bendiciones de tu padre fueron mayores que las bendiciones de mis progenitores, hasta el término de los collados eternos; sean sobre la cabeza de José, y sobre la frente del que fue apartado de entre sus hermanos.”

Moisés también parece haber sido impresionado con la idea de que José recibiría una porción sobre sus hermanos; pues al bendecir a las tribus de Israel, al llegar a José, dijo:

“Bendita del Señor sea su tierra, por los frutos preciosos del cielo, por el rocío, y por el abismo que yace abajo; por los frutos preciosos que produce el sol, y por las cosas preciosas que da la luna; por lo principal de los montes antiguos, y por las cosas preciosas de los collados eternos; por las cosas preciosas de la tierra y su plenitud, y por la buena voluntad del que habitó en la zarza: venga la bendición sobre la cabeza de José, y sobre la coronilla del que fue apartado de entre sus hermanos. Su gloria es como la del primogénito de su toro, y sus cuernos, como cuernos de búfalos; con ellos acorneará a los pueblos hasta los confines de la tierra: y ellos son los diez millares de Efraín, y ellos son los millares de Manasés.”

Una comparación de las bendiciones dadas a las otras tribus con las bendiciones de José convencerá a quien la haga de cuán mayores son las bendiciones prometidas a José que las de sus hermanos, especialmente en lo que respecta a la extensión y fertilidad de las tierras que ocuparán sus descendientes. Además, a la luz de todo lo dicho en estas declaraciones proféticas, no cabe duda de que los descendientes de José, las tribus de Efraín y Manasés, serán muy prominentes en los asuntos de Israel y desempeñarán un papel importante en el gran drama de Dios mediante el cual llevará a cabo la restauración de su pueblo, Israel, y la redención del mundo.

Resumiendo estas bendiciones proféticas, podemos decir que:

  • A la tribu de Efraín se le otorga el lugar y honor del primogénito en Israel;
  • Le corresponde a él el “acornear a los pueblos”, es decir, la participación de Efraín en el recogimiento de Israel en los últimos días;
  • La descendencia de Manasés llegará a ser un gran pueblo, mientras que Efraín se convertirá en una multitud de naciones, más grande que Manasés, como corresponde a la tribu del primogénito: “ellos son los diez millares de Efraín, y ellos son los millares de Manasés”;
  • La tierra poseída por la posteridad de José será particularmente grande y fértil, bendecida con los frutos preciosos del cielo, con los frutos preciosos que produce el sol, con lo principal de los montes antiguos, con las cosas preciosas de los collados eternos, y con las riquezas de la tierra y su plenitud;
  • José es como una rama fructífera cuyas ramas se extienden sobre el muro (es decir, sus posesiones se extienden de alguna manera más allá de los límites reconocidos de la herencia palestina de Israel);
  • Los brazos y manos de José serán fortalecidos por las manos del poderoso Dios de Jacob;
  • El Dios de Israel ayudará a José y lo bendecirá con las bendiciones de lo alto, del abismo, de los pechos y del vientre (es decir, será bendecido en su posteridad);
  • Las bendiciones de Jacob han prevalecido sobre las bendiciones de sus antecesores, “hasta los confines de los collados eternos” (quizá una herencia territorial mayor);
  • Estas bendiciones de Jacob, que han “prevalecido” sobre (es decir, superado a) las bendiciones de sus progenitores, habrían de realizarse en José.

Estas son las promesas de Dios a José. Pero, ¿dónde están las evidencias, ya sea en la historia bíblica o en la historia secular, de que los descendientes de José hayan llegado alguna vez al cumplimiento de estas notables y generosas promesas? De hecho, ¿no están prácticamente perdidas las tribus de José en la historia de Israel, en lo que respecta al conocimiento disponible por medio de la Biblia, otras fuentes hebreas o la historia general? La tribu de Judá se convirtió en el poder dominante en la historia de Israel en Palestina, y es la única tribu en Israel que ha conservado una existencia distintiva en tiempos modernos.

¿Entonces, han fallado en cumplirse las promesas de Dios a José, proclamadas por Jacob en sus bendiciones patriarcales inspiradas, y repetidas solemnemente por el gran profeta Moisés? Si no es así, ¿dónde está la evidencia de su cumplimiento? No se encontrará, a menos que los hombres vuelvan su atención y acepten el registro de José, el Libro de Mormón.

Pero una vez aceptado el Libro de Mormón—un libro que es en esencia una historia de los descendientes de José—¡he aquí cuán plenamente se revela el cumplimiento de las bendiciones proféticas sobre la descendencia de José! Aquí en América, los descendientes de José verdaderamente llegaron a ser una multitud de naciones; aquí, en verdad, poseyeron una tierra bendecida con los frutos preciosos del cielo, pues a través de los profetas nefitas se dio a conocer la voluntad de Dios, la venida del Mesías y la redención del hombre que Él llevaría a cabo. Es más, el Hijo de Dios mismo, en su estado glorificado y resucitado, vino personalmente y les enseñó cara a cara las cosas grandes concernientes a la salvación del hombre; apóstoles inspirados continuaron con ese gran mensaje y, por siglos, guiaron a un pueblo numeroso en el camino de la verdad y la rectitud, hasta que la cosecha de almas en América superó la de cualquier otro pueblo.

En América, los descendientes de José ciertamente poseyeron una tierra célebre por los frutos preciosos del sol, por los recursos de los montes antiguos, y por las riquezas de los collados eternos: el oro, la plata, el hierro, los yacimientos de carbón, los campos petroleros, y todo aquello que los montes y colinas de América prodigan en abundancia; una tierra famosa por las cosas preciosas de la tierra y por su plenitud; una tierra que abarca todos los climas, desde las regiones ecuatoriales hasta las zonas templadas y frías; una tierra de riqueza prodigiosa, con valles fértiles, extensos bosques, una tierra que produce todo tipo de alimentos, frutas y fibras necesarias para el sustento del hombre; una tierra cuya grandeza y belleza asombran los sentidos con su magnificencia; una tierra suficiente para imperios, rodeada de mares abundantes; una tierra consagrada a las instituciones libres y a la rectitud—en una palabra, la tierra de José.

Con la migración de los descendientes de José a esta tierra, José es verdaderamente una rama fructífera, una rama fructífera junto a una fuente, cuyas ramas se extienden sobre el muro; y aunque sus descendientes en esta tierra pasaron por distintas circunstancias, con días oscuros en los que el pecado, tanto individual como nacional, ensombreció sus anales, también tuvieron épocas notables de rectitud, durante las cuales se añadieron muchos nombres a la gran lista mundial de guerreros, estadistas y profetas, que merecen ser recordados junto a los más grandes y mejores personajes del mundo. Entre los guerreros, figuran nombres como Alma, Moroni (el héroe de la república nefitas, 100–56 a. C.), Mormón, Helamán, Teáncum; y aunque estuvieron comprometidos en causas erróneas, también Amlici y Amalickías, entre otros de los lamanitas. Entre los estadistas, están el primer Nefi, el rey Benjamín, Mosíah II, Alma el joven, Nefíhah y Pahorán. Entre los profetas, se cuentan Lehi, el primer Nefi, Jacob, Mosíah I, Abinadí, Amón (hijo de Mosíah), Alma el mayor, también Alma el joven, Samuel el lamanita, Nefi (hijo de Helamán, en la segunda mitad del siglo antes de Cristo), Nefi (jefe de los apóstoles del Mesías), Mormón (autor del registro abreviado conocido como el Libro de Mormón), Moroni (hijo de Mormón), entre otros.

Los descendientes de José en América establecieron y mantuvieron durante mil años lo que con propiedad puede llamarse una civilización cristiana; porque, instruidos por sus profetas durante los seiscientos años que ocuparon la tierra de América antes de la venida del Mesías, creyeron firmemente en el Cristo que había de venir, y esperaban la redención de la humanidad mediante su expiación, sosteniendo con razón que había tanto mérito en mirar con fe hacia la expiación de Cristo, aceptando su poder redentor, como habría después al mirar hacia atrás cuando ya se hubiese cumplido. Durante los cuatro siglos posteriores a la venida de Cristo, los nefitas tuvieron, por supuesto, el testimonio de su aparición entre ellos y sus enseñanzas personales del evangelio, lo cual influyó profundamente en el carácter de su civilización.

Durante el período mencionado, existieron reinos, repúblicas y gobiernos eclesiásticos cristianos. Se desarrollaron las ciencias y las artes que naturalmente podían surgir de una colonia de hebreos ilustrados que emigraron desde Palestina hacia América en el año 600 a. C.; y los monumentos arruinados de civilización que se observan en América fueron en parte construidos por sus manos. La extensión de estos monumentos y el grado de civilización que representan son cuestiones que ya han sido tratadas.

El Libro de Mormón también contiene grandes promesas sobre los eventos futuros relacionados con la redención y glorificación de los descendientes de José en esta tierra prometida de América—la tierra de José, pues así lo declaró el mismo Señor Jesucristo. Al dirigirse a los doce discípulos que había llamado al ministerio en el mundo occidental, dijo:

“Vosotros sois mis discípulos; y sois una luz para este pueblo, que es un remanente de la casa de José. Y he aquí, esta es la tierra de vuestra herencia; y el Padre os la ha dado.”

El Libro de Mormón da a conocer que sobre esta tierra de José se fundará una gran ciudad llamada Sion, o una Nueva Jerusalén. El Mesías resucitado, mientras aún enseñaba el evangelio en persona a los nefitas y hablaba sobre este tema, dijo:

“Y acontecerá que estableceré a mi pueblo, oh casa de Israel. Y he aquí, a este pueblo lo estableceré en esta tierra [refiriéndose a los continentes de América], para el cumplimiento del convenio que hice con vuestro padre Jacob; y será una Nueva Jerusalén. Y los poderes del cielo estarán en medio de este pueblo; sí, aun yo estaré en medio de vosotros.”

Y continuando con su discurso, añadió:

“Porque acontecerá, dice el Padre, que en aquel día, cualquiera que no se arrepienta y venga a mi Amado Hijo, a ese lo apartaré de entre mi pueblo, oh casa de Israel; y ejecutaré venganza y furor sobre ellos, como sobre los gentiles, cosa que no han oído. Pero si se arrepienten y escuchan mis palabras, entrarán en el convenio y serán contados entre este remanente de Jacob, a quienes he dado esta tierra por herencia, y ayudarán a mi pueblo, el remanente de Jacob, y también a cuantos de la casa de Israel vengan, para que edifiquen una ciudad, la cual será llamada la Nueva Jerusalén; y entonces ayudarán a mi pueblo para que sea recogido, los que están esparcidos sobre toda la faz de esta tierra, hacia la Nueva Jerusalén. Y entonces descenderá entre ellos el poder del cielo; y también yo estaré en medio de ellos.”

Moroni, sin embargo, es aún más explícito. Él declara que el profeta jaredita Éter vio los días de Cristo y habló acerca de una Nueva Jerusalén sobre la tierra de América:

“Y también habló concerniente a la casa de Israel y a la Jerusalén de donde Lehi debía salir; que después de ser destruida, sería edificada de nuevo como ciudad santa para el Señor, por lo cual no podía ser una Nueva Jerusalén, porque había existido en tiempos antiguos, pero sería edificada otra vez, y se convertiría en una ciudad santa del Señor; y sería edificada para la casa de Israel; y que una Nueva Jerusalén sería edificada sobre esta tierra, para el remanente de la descendencia de José; porque estas cosas han sido un símbolo; porque así como José llevó a su padre a la tierra de Egipto, y allí murió, así también el Señor sacó un remanente de la descendencia de José de la tierra de Jerusalén, para que fuese misericordioso con la descendencia de José y no perecieran, así como fue misericordioso con el padre de José para que no pereciera; por tanto, el remanente de la casa de José será edificado sobre esta tierra; y será una tierra de su herencia; y edificarán una ciudad santa para el Señor, semejante a la Jerusalén antigua; y no volverán a ser confundidos hasta que venga el fin, cuando la tierra pasará.”

Los continentes de América, entonces, según este pasaje, son la herencia de José, y aquí se ha de edificar una ciudad santa para el Señor, que será la capital del mundo occidental, una Nueva Jerusalén—Sion. Esta ciudad será fundada y glorificada por los numerosos descendientes de José, quienes serán recogidos en esta tierra, y también por todos los que se unan a ellos en rectitud en tan grande obra—en especial las razas gentiles; y juntos serán establecidos en pacífica posesión de la tierra hasta el fin del mundo.

La exaltación y gloria de este futuro imperio profetizado para los descendientes de José y las razas gentiles—la grandeza de su civilización y la seguridad de su justicia; el brillo de sus logros; la excelencia de sus comodidades materiales y la belleza y sencillez tanto de la vida individual como comunitaria, aún puede que no se comprendan del todo, aunque ya pueden vislumbrarse en parte a la luz de la civilización moderna; lo suficiente, con la ayuda de esa luz, para establecer confianza en que la realización superará los sueños de los antiguos profetas, por gloriosos que parezcan.

El Libro de Mormón, de principio a fin, es fiel a esta idea josefina; está impregnado de ella. José es la figura central en todo el libro. Su espíritu atraviesa todo el plan. Aprendemos en el Libro de Mormón acerca de un gran vidente que surgirá de entre los descendientes de este patriarca José, para sacar a luz la palabra del Señor para ellos, algo muy acorde con el papel importante que José y su descendencia desempeñarán en los asuntos del mundo occidental en los últimos días.

Este asunto es mencionado por Lehi en la bendición que da a su hijo José, nacido durante el viaje en el desierto de Palestina a América:

“Y ahora bien, José, mi hijo menor, a quien he sacado del desierto de mis aflicciones, que el Señor te bendiga para siempre, porque tu descendencia no será destruida del todo. Porque he aquí, tú eres el fruto de mis lomos; y yo soy descendiente de José, que fue llevado cautivo a Egipto. Y grandes fueron los convenios que el Señor hizo con José; por lo tanto, José verdaderamente vio nuestro día. Y obtuvo del Señor la promesa de que del fruto de sus lomos el Señor Dios levantaría una rama justa para la casa de Israel; no el Mesías, sino una rama que sería desgajada; sin embargo, sería recordada en los convenios del Señor, de modo que el Mesías se manifestaría a ellos en los últimos días, con espíritu de poder, para sacarlos de las tinieblas a la luz; sí, de tinieblas ocultas y del cautiverio a la libertad. Porque José verdaderamente testificó, diciendo: Un vidente levantará el Señor mi Dios, quien será un vidente escogido para el fruto de mis lomos. Sí, José dijo verdaderamente: Así me dice el Señor: Levantaré un vidente escogido del fruto de tus lomos, y será muy estimado entre el fruto de tus lomos. Y a él le daré mandamiento de hacer una obra para el fruto de tus lomos, sus hermanos, la cual será de gran valor para ellos, al llevarlos al conocimiento de los convenios que he hecho con tus padres. Y le daré mandamiento de que no hará ninguna otra obra, excepto la que yo le mande. Y lo engrandeceré ante mis ojos, porque hará mi obra. Y será grande como Moisés, a quien he dicho que levantaré para vosotros, para librar a mi pueblo, oh casa de Israel. Y levantaré a Moisés del fruto de tus lomos; y a él le daré poder para sacar a luz mi palabra para la descendencia de tus lomos; y no sólo para sacar a luz mi palabra, dice el Señor, sino para convencerlos de mi palabra que ya ha salido entre ellos. Por tanto, el fruto de tus lomos escribirá; y el fruto de los lomos de Judá escribirá; y lo que sea escrito por el fruto de tus lomos, y también lo que sea escrito por el fruto de los lomos de Judá, crecerá juntamente, para confundir falsas doctrinas, y poner fin a contenciones, y establecer paz entre el fruto de tus lomos, y llevarlos al conocimiento de sus padres en los últimos días; y también al conocimiento de mis convenios, dice el Señor. Y de la debilidad será hecho fuerte, en aquel día cuando mi obra comience entre todo mi pueblo, para restaurarte, oh casa de Israel, dice el Señor.”

Y así profetizó José, diciendo:

“He aquí, al vidente lo bendecirá el Señor; y aquellos que procuren destruirlo serán confundidos; porque esta promesa que he obtenido del Señor, respecto del fruto de mis lomos, será cumplida. He aquí, estoy seguro del cumplimiento de esta promesa. Y su nombre será llamado como mi nombre; y será como el nombre de su padre. Y será semejante a mí; porque las cosas que el Señor sacará a luz por su mano, por el poder del Señor, llevarán a mi pueblo a la salvación.”

El lector observará que esta antigua profecía se cumple en la persona del profeta José Smith, quien, tanto por su nombre, como por su carácter y su obra, cumple completamente con los términos de la profecía.

Hay otro asunto relacionado con el patriarca José que deseo mencionar, quizás insignificante en comparación con los temas mayores que hemos estado considerando, pero realmente importante, ya que se compone de detalles que suelen ser pasados por alto por un impostor que intentara hacer pasar por revelación una obra como el Libro de Mormón.

Se recordará que, después de que la colonia de Lehi hubo viajado algunos días en el desierto, el profeta-líder envió a sus hijos de regreso a Jerusalén para obtener una copia de las Escrituras hebreas y las genealogías de sus padres. Esta copia de las Escrituras y genealogías fue obtenida por los hijos de Lehi de un tal Labán, un hombre evidentemente de considerable influencia en Jerusalén. Este registro estaba escrito en caracteres egipcios. Y ahora, el punto donde estos hechos se conectan con la idea josefina del Libro de Mormón:

Debe recordarse que José alcanzó la posición de príncipe en Egipto, cuando esa nación era sin duda la principal potencia política del mundo, y fue nombrado segundo en el reino después del faraón, por lo que era un hombre de muy alta dignidad, un hecho que difícilmente sería olvidado por su posteridad. Sin duda, estaba profundamente instruido en todas las cosas egipcias, incluyendo el idioma escrito, muy probablemente en la forma conocida como hierática, que, al igual que los antiguos jeroglíficos, se usaba en el estilo sacerdotal de escritura egipcia. Creo estar justificado al concluir que José estaba instruido en esta escritura, ya que tomó por esposa a Asenat, hija del sumo sacerdote de Heliópolis (On), y así llegó a estar estrechamente vinculado, si no completamente identificado, con la casta sacerdotal de Egipto. El carácter profundamente religioso del patriarca y de su raza naturalmente lo habría interesado en el saber religioso de un país tan profundamente espiritual como lo era Egipto. ¿No es posible que estos hechos hayan motivado a su posteridad a conservar entre ellos el conocimiento egipcio de su gran antepasado?

A José, recordémoslo, se le concedió el derecho de primogenitura en Israel a través de Efraín. Labán, de quien los hijos de Lehi obtuvieron los registros egipcios, era un descendiente de José, sin duda en la línea de los hijos mayores, ya que conservaba las genealogías y también esta copia egipcia de las Escrituras sagradas.

Lehi era un erudito en egipcio y fue capaz de leer esta versión de las Escrituras hebreas y su genealogía, registrada en caracteres egipcios.

Este registro egipcio se convirtió en la base de la literatura sagrada nefita; es decir, la mayoría de sus registros sagrados fueron grabados en caracteres egipcios, modificados por ellos y llamados “egipcio reformado”.

Consideremos estos hechos en forma condensada y sucinta:

  1. José, hijo de Jacob, llega a ser príncipe en Egipto, se casa con la hija del príncipe de On, y sin duda se instruye en el saber egipcio.
  2. Sin duda, estos hechos motivarían a su posteridad a preservar el conocimiento egipcio de su gran antepasado.
  3. A José se le otorga el derecho de primogenitura en Israel a través de su hijo menor, Efraín.
  4. Labán, de quien los hijos de Lehi obtienen la copia egipcia de las Escrituras hebreas y las genealogías, es descendiente de José, probablemente por línea de los hijos mayores, ya que conservaba las genealogías y las Escrituras.
  5. Lehi es un erudito en egipcio y puede leer esta versión de las Escrituras hebreas.
  6. Esta copia egipcia de las Escrituras hebreas se convierte en la base de la literatura nefita.

Así, tenemos una serie de hechos que coinciden notablemente con las afirmaciones hechas sobre el registro nefita, que fue escrito en egipcio “reformado”, es decir, en un carácter egipcio modificado.

Sin embargo, estas circunstancias solo se mencionan de manera oscura y incidental. Jamás habrían sido desarrolladas por un impostor; y nunca fueron mencionadas por José Smith ni por ninguno de sus colaboradores inmediatos como evidencias valiosas en apoyo a los reclamos del libro. Sin embargo, no puedo evitar pensar que sí lo son, y por eso llamo la atención sobre ellas aquí.

II.—Las profecías de Isaías sobre la aparición del Libro de Mormón

En el libro de las profecías de Isaías se encuentra la siguiente notable predicción:

Deteneos y maravillaos; ofuscaos y quedaos ciegos; están borrachos, pero no de vino; se tambalean, pero no por sidra. Porque Jehová derramó sobre vosotros espíritu de sueño profundo, y cerró vuestros ojos; cubrió a vuestros profetas y a vuestros jefes, a los videntes. Y os será toda visión como palabras de un libro sellado, el cual, si se da al que sabe leer, y se le dice: Lee ahora esto, él dirá: No puedo, porque está sellado. Y si se da el libro al que no sabe leer, y se le dice: Lee ahora esto, él dirá: No sé leer. Dice, pues, el Señor: Por cuanto este pueblo se me acerca con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón lejos está de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado; por tanto, he aquí que nuevamente haré una obra maravillosa entre este pueblo, una obra maravillosa y un prodigio; porque perecerá la sabiduría de sus sabios, y se desvanecerá la inteligencia de sus entendidos. ¡Ay de los que se esconden de Jehová encubriendo el consejo, y sus obras están en tinieblas, y dicen: ¿Quién nos ve, y quién nos conoce? Vuestra perversidad ciertamente será reputada como el barro del alfarero. ¿Acaso dirá la obra del que la hizo: No me hizo? ¿Dirá la cosa formada del que la formó: No entendió? ¿No será transformado el Líbano en un campo fértil, y el campo fértil no será tenido por bosque? En aquel día los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán de entre la oscuridad y de las tinieblas. Entonces los mansos aumentarán su alegría en Jehová, y los pobres entre los hombres se gozarán en el Santo de Israel. Porque el violento será acabado, y el escarnecedor será consumido, y serán talados todos los que velan por hacer iniquidad; los que con palabra hacen pecar al hombre, los que arman lazo al que reprende en la puerta, y sin razón hacen apartar al justo. Por tanto, así dice Jehová, que redimió a Abraham, acerca de la casa de Jacob: No será ahora avergonzado Jacob, ni su rostro se pondrá pálido; porque verá a sus hijos, obra de mis manos, en medio de él, que santificarán mi nombre, y santificarán al Santo de Jacob, y temerán al Dios de Israel. Y los extraviados de espíritu aprenderán inteligencia, y los murmuradores aprenderán doctrina.

En el Libro de Mormón tenemos una versión nefita de esta profecía tomada de los escritos de Isaías, los cuales, se recordará, estaban incluidos en las Escrituras que la colonia de Lehi trajo de Jerusalén. El primer Nefi aplica esta profecía al registro de su propio pueblo, el Libro de Mormón, y a las circunstancias que acompañarían su aparición en los últimos días; todo lo cual se encuentra en el capítulo 27 de Segundo Nefi. En la versión nefita de la profecía queda claro que la razón por la cual el libro original se mantiene alejado del mundo es el hecho de que una parte de él estaba sellada. Los versículos iniciales del capítulo 27 de 2 Nefi trasladan la escena de esta profecía a la tierra habitada por los nefitas, es decir, a América, y describen la oscuridad espiritual tanto en esa tierra como en todas las naciones de la tierra, después de lo cual el registro dice:

Y acontecerá que el Señor os sacará las palabras de un libro, y serán las palabras de los que han dormido. Y he aquí, el libro estará sellado; y en él habrá una revelación de Dios, desde el principio del mundo hasta su fin. Por tanto, debido a las cosas que están selladas, no se entregarán en el día de la maldad y abominaciones del pueblo. Por tanto, el libro será retenido. Pero el libro será entregado a un hombre, y él entregará las palabras del libro, que son las palabras de los que han dormido en el polvo; y él entregará estas palabras a otro; pero las palabras que están selladas no las entregará, ni entregará el libro. Porque el libro será sellado por el poder de Dios, y la revelación que fue sellada permanecerá en el libro hasta el propio debido tiempo del Señor, para que salgan a luz; porque he aquí, revelan todas las cosas desde la fundación del mundo hasta su fin. Y vendrá el día en que las palabras del libro que están selladas serán leídas desde las azoteas; y serán leídas por el poder de Cristo: y todas las cosas serán reveladas a los hijos de los hombres, y cualesquiera cosas que hayan de ser, hasta el fin de la tierra.

Luego sigue la declaración de que habrá Tres Testigos Especiales que contemplarán el libro por el poder de Dios, y algunos otros testigos que lo verán conforme a la voluntad de Dios. Después de la descripción de la aparición de este libro, se describe también un despertar espiritual entre los hombres, en un orden y fraseología muy semejantes a la última parte de la profecía de Isaías.

Por supuesto, esta profecía se cumplió en los varios eventos que ya hemos señalado y que resultaron en la aparición del Libro de Mormón y el testimonio que le acompañó por parte de los Testigos. Es decir, se cumplió cuando se trajo a la luz el registro nefita, después de tantas generaciones, y se convirtió, para quienes lo reciben, en las palabras de los que dormían, la voz que habla desde el polvo; cuando José Smith y Martin Harris entregaron una transcripción de los caracteres del registro nefita al Dr. Samuel Mitchell y al Profesor Anthon, “las palabras del libro que estaba sellado” fueron entregadas por hombres a quienes eran eruditos, diciendo: lee esto, te ruego; y la respuesta de estos eruditos —con burla, o incidentalmente al enterarse de que el libro estaba sellado— fue que no podían leer un libro sellado; cuando el libro fue entregado a uno que no era instruido, José Smith, quien se maravilló de que se le pidiera a alguien no instruido traducir el libro; cuando el Señor despreció a quienes se acercan a Él con sus labios pero tienen el corazón lejos, y cuyo temor hacia Él es enseñado por preceptos de hombres; cuando el Señor procedió a hacer una obra maravillosa y un prodigio, por la cual la sabiduría de los sabios del mundo fue hecha como nada; cuando la sabiduría de Dios fue exaltada sobre la sabiduría de los hombres; cuando los sordos oyeron las palabras del libro, y los ojos de los ciegos vieron desde la oscuridad; cuando la alegría de los mansos aumentó en el Señor, y los pobres se regocijaron en el Santo de Israel; cuando Él expresó su desprecio por quienes hacen pecar al hombre por una palabra (¿se refiere a aquellos que rechazan el Libro de Mormón por las imperfecciones de su lenguaje?); cuando declaró la pronta redención de la casa de Israel, con el regreso del favor del Señor a Jacob, cuyo rostro ya no se empalidecerá; cuando los que erraron en espíritu llegaron a la comprensión, y los que murmuraban aprendieron doctrina—todo lo cual ha ocurrido o está en proceso de desarrollarse como consecuencia de la aparición de este volumen de escrituras americanas, el registro de José, por medio del cual el mundo está siendo iluminado acerca de la gloria ampliada de Israel, tanto la pasada como la que aún está por venir.

La gran dificultad en relación con esta profecía, al aplicarla al registro nefita y su aparición, radica en la transferencia de sus escenas desde Palestina hacia América. El versículo inicial del capítulo comienza con una referencia a Jerusalén:

“¡Ay de Ariel, de Ariel, ciudad donde habitó David! Añadid un año tras otro; matad sacrificios. Mas yo pondré a Ariel en apretura, y habrá tristeza y llanto.”

“Ariel, la ciudad donde habitó David,” designa con demasiada claridad a Jerusalén como para admitir duda alguna; y parecería que todo lo que sigue a continuación se relacionaría con la ciudad de David, Jerusalén. Es decir: el asedio, la destrucción, la humillación, el hablar desde el polvo, los poderosos que serán como tamo, y la destrucción que vendrá sobre las naciones que luchen contra “Ariel”. Todo esto, digo, a primera vista parece referirse a Jerusalén, o “Ariel”, y hace que la transferencia de las partes proféticas restantes del capítulo hacia América y la aparición del registro nefita resulte algo difícil. Sin embargo, en el segundo versículo del capítulo hay una transición repentina de “Ariel” hacia otro lugar que será al Señor “como” Ariel; y sobre este punto solía decir el ya fallecido Orson Pratt:

El profeta [Isaías] predice, primero, la aflicción que vendría sobre Ariel, y en segundo lugar, predice otro acontecimiento que sería al Señor “como Ariel”. Este último evento se expresa con estas palabras: “Y será para mí como Ariel.” ¿Cómo fue con Ariel? Su pueblo sería afligido y atribulado con “pesadumbre y tristeza.” ¿Y cómo sería con el pueblo o las naciones que serían “como Ariel”? Se retrata claramente en los versículos 3 y 4: “Y acamparé contra ti alrededor, y pondré sitio contra ti con baluarte, y levantaré contra ti fortalezas. Y serás abatida, hablarás desde la tierra, y desde el polvo será oída tu palabra; será tu voz de la tierra como de un espíritu familiar, y tu habla susurrará desde el polvo.” Ahora preguntamos: ¿Qué nación sobre la tierra ha sido visitada con una aflicción semejante a la de Ariel o Jerusalén? Respondemos que el Libro de Mormón nos informa que la nación de los nefitas, que eran un remanente de José y habitaron la antigua América, fue abatida por sus enemigos. Cientos de miles fueron masacrados en sus terribles guerras. Su aflicción verdaderamente puede decirse que fue “como la de Ariel.” Ariel fue severamente afligida en diferentes épocas, y se alzaron baluartes y otras fortificaciones contra ella—juicios similares acontecieron al remanente de José. Isaías no dice que Ariel hablará desde la tierra, sino que muestra claramente que la nación que sería afligida “como Ariel”, después de ser abatida, hablaría desde la tierra. Las palabras de los profetas de Jerusalén o Ariel nunca hablaron desde la tierra, su voz jamás fue “baja desde el polvo.” Pero las palabras de los profetas entre el remanente de José sí han hablado desde la tierra, y su “voz escrita” ha susurrado desde el polvo.

A esto puede añadirse además la siguiente reflexión: que la aparición del registro nefita, las circunstancias que acompañaron ese evento, los resultados de un conocimiento más amplio respecto a la doctrina y la iluminación del mundo acerca de Israel en América, y la gloria futura que acompañará la restauración de ese antiguo pueblo—todo esto encaja con las profecías restantes del capítulo 29 de Isaías, y de las cuales no tenemos en ningún otro lugar un relato de su cumplimiento. Por lo tanto, debemos decir o bien que estas notables profecías de Isaías aún no se han cumplido, o que se cumplen en conexión con las experiencias de los nefitas en América, y la aparición de sus escrituras abreviadas: el Libro de Mormón.

III.—La profecía del Mesías respecto a las “otras ovejas” distintas de las que están en Palestina y que deben oír Su voz

En el evangelio de San Juan tenemos la siguiente declaración y profecía de labios del mismo Mesías:

“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un solo rebaño, y un solo pastor.”

La explicación usual de la parte profética de este pasaje es que Jesús aquí hace referencia a los gentiles como siendo las otras ovejas. Un gran comentario dice:

Él se refiere a los gentiles que perecen, ya “ovejas suyas” por el amor de su corazón y por el propósito de su gracia de “traerlos” a su debido tiempo.

Y luego la frase “oirán mi voz” se explica como:

Esto no es el lenguaje de una simple previsión de que [los gentiles] creerían, sino la expresión de un propósito de atraerlos hacia Él mediante un llamado interior y eficaz, que infaliblemente resultará en su acceso espontáneo a Él.

Sin embargo, frente a esta interpretación se alza el hecho de que cuando Jesús fue importunado por sus apóstoles para atender las súplicas de la mujer cananea en las regiones de Tiro, Él les dijo:

“No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.”

Por lo tanto, cuando dice en Juan:

“También tengo otras ovejas que no son de este redil; a ésas también debo traer, y oirán mi voz, y habrá un rebaño y un pastor”,

ciertamente hacía referencia a alguna rama de la casa de Israel, y no a los gentiles.

Cuando el Mesías se apareció entre los nefitas, quienes—recordemos—eran una rama de la casa de Israel, y una rama muy importante también, como hemos visto, pues son descendientes de José, el Mesías declaró que fue en esa visita a los nefitas donde se cumplió los términos de su profecía del Nuevo Testamento.

La ocasión en que reveló esta verdad a los nefitas fue cuando eligió a los Doce Discípulos en el mundo occidental, y les dio su comisión. El pasaje dice:

Y aconteció que cuando Jesús hubo pronunciado estas palabras, dijo a aquellos doce a quienes había escogido: Vosotros sois mis discípulos; y sois una luz para este pueblo, que es un remanente de la casa de José. Y he aquí, esta es la tierra de vuestra herencia; y el Padre os la ha dado. Y en ningún momento me ha dado el Padre mandamiento de decírselo a vuestros hermanos en Jerusalén; ni en ningún momento me ha dado el Padre mandamiento de hablarles acerca de las otras tribus de la casa de Israel, que el Padre ha sacado de la tierra. Esto es lo que me mandó el Padre que les dijera: Que tengo otras ovejas, que no son de este redil; a ésas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño y un pastor. Y ahora bien, a causa de la dureza de cerviz y la incredulidad, no comprendieron mi palabra; por tanto, el Padre me mandó que no les dijera más sobre esto. Pero en verdad os digo que el Padre me ha mandado, y yo os lo digo, que fuisteis separados de entre ellos a causa de su iniquidad; por tanto, es por causa de su iniquidad que no saben de vosotros. Y en verdad os digo otra vez, que el Padre ha separado a las otras tribus de ellos; y es por causa de la iniquidad de ellos [los judíos], que no saben de ellas. Y en verdad os digo que vosotros sois aquellos de quienes dije: Tengo otras ovejas que no son de este redil; a ésas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño y un pastor.”

A la luz del hecho ya señalado de que Jesús no pudo haberse referido a los gentiles en esta profecía sobre “otras ovejas”, puedo decir de esta profecía lo mismo que dije respecto a las del capítulo 29 de Isaías: que o bien debemos decir que no tenemos conocimiento del cumplimiento de esta notable predicción del Nuevo Testamento, o debemos aceptar que tuvo su cumplimiento, como enseña el Libro de Mormón, en la venida y ministerio de Jesús a la rama de la casa de Israel en América.

He abordado la cuestión de la evidencia y el argumento desde las escrituras judías en favor de la veracidad del Libro de Mormón hasta el punto que fue mi propósito original, remitiendo a quienes deseen profundizar más minuciosamente en esta rama del tema a los tratados de otros élderes que han dedicado sus obras a ello.