Un Nuevo Testigos de Dios Volumen 3


Capítulo 7

Evidencias externas – La evidencia de la Iglesia.


La evidencia de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días respecto al Libro de Mormón surge de la relación del libro con la Iglesia. Es decir, la Iglesia es una consecuencia de la aparición del libro. No es que en el libro se encuentre una descripción de la organización de la Iglesia tal como la conocemos, ni que se nombren sus oficiales o sus funciones, y mucho menos que se indiquen los alcances y límites de su autoridad. Todo lo que concierne a la organización de la Iglesia, y en gran parte al desarrollo de sus doctrinas, todo lo que pertenece a la Iglesia, en efecto, proviene de una serie de revelaciones directas a José Smith posteriores a la aparición del Libro de Mormón.

Estas revelaciones fueron dadas con el propósito específico de dar origen a la Iglesia tal como existe ahora: el depósito de la autoridad divina en esta nueva dispensación, y la instrumentalidad para proclamar la verdad al mundo y perfeccionar la vida de quienes la reciben. La Iglesia, en otras palabras, es el trabajo posterior del profeta inspirado que tradujo el registro nefitas al idioma inglés. El establecimiento de la Iglesia y el desarrollo de sus doctrinas fue la continuación de la obra que comenzó con la Primera Visión de José Smith, la visita del ángel Moroni, y la traducción y publicación del registro nefitas.

¿Justifica esta continuación de la obra, como se ve en la organización de la Iglesia y el desarrollo de sus doctrinas, las expectativas despertadas por el Libro de Mormón y la manera en que fue revelado? ¿Ha surgido algo que valga la pena como resultado de la revelación del Libro de Mormón? El principio “por sus frutos los conoceréis” puede tener una aplicación más amplia que la de ser una simple prueba de sistemas éticos o de maestros religiosos. Puede aplicarse como prueba a todo lo que pretenda ser una verdad. Por lo tanto, lo que ha resultado de la aparición del Libro de Mormón es una cuestión importante. La respuesta a esa pregunta puede hacer mucho por la vindicación del libro o por su condena; puede establecer su verdad o probar que no es en absoluto digno de su pretensión de origen divino.

Sostengo que es una verdad evidente por sí misma que una revelación de Dios no solo debe contener en sí misma elementos que sea importante que el hombre conozca y que sean dignos de que Dios los revele, sino que debe conducir a resultados dignos de una revelación y dignos de Dios. Es aquí, por tanto, donde la Iglesia se convierte en testigo de la veracidad del Libro de Mormón; pues si bien ni la organización de la Iglesia ni todas sus doctrinas provienen directamente de una descripción contenida en las páginas del libro, sin embargo, la Iglesia es un resultado de ese movimiento del cual puede decirse que el Libro de Mormón es un factor importante. El Libro de Mormón no puede ser verdadero y que la Iglesia de Cristo no llegue a existir como hecho acompañante.

De hecho, varias profecías en el Libro de Mormón indican claramente el establecimiento de la Iglesia como consecuencia de la aparición de ese registro, como se evidencia en las siguientes:

“Y acontecerá que el Señor Dios comenzará su obra entre todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos, para efectuar la restauración de su pueblo sobre la tierra.”

El Salvador, además, al predecir la realización de su obra en los últimos días, cuando el registro nefitas habría de salir a la luz, al hablar de los gentiles entre quienes sería revelado, dice:

“Si se arrepienten y escuchan mis palabras, estableceré mi iglesia entre ellos, y entrarán en el convenio, y serán contados entre este remanente de Jacob, a quien he dado esta tierra por herencia.”

También al primer Nefi se le concedió contemplar el establecimiento de la iglesia de Cristo en los últimos días, pues dijo:

“Contemplé la iglesia del Cordero de Dios, y su número era pequeño. No obstante, contemplé que la iglesia del Cordero, que eran los santos de Dios, también estaban sobre toda la faz de la tierra; y sus dominios eran pequeños, a causa de la maldad de la ramera grande que vi.”

Además, junto con el desarrollo de los hechos sucesivos que llevaron a la existencia del Libro de Mormón, hubo una serie de revelaciones dadas que predecían y preparaban el establecimiento de una organización eclesiástica. Como prueba de esta afirmación, me refiero a las primeras visiones de José Smith, tal como fueron descritas por el profeta mismo en el primer volumen de la Historia de la Iglesia, y especialmente como las relató en la carta escrita al Sr. John Wentworth en 1842; también al relato del profeta sobre las diversas visitas de Moroni, y las profecías de ese ángel concernientes a la manifestación de la obra del Señor, “y cómo y de qué manera habría de conducirse su reino en los últimos días”; también a las dieciocho secciones de Doctrina y Convenios desde la sección 2 hasta la sección 20, inclusive, que comprenden aquellas revelaciones dadas entre septiembre de 1823 hasta principios de abril de 1830—el período durante el cual el Libro de Mormón fue revelado y traducido—y en las cuales se hacen frecuentemente declaraciones proféticas sobre la venida de la Iglesia.

La última revelación de esta serie—la sección veinte—es aquella en la que se dan las primeras instrucciones prácticas para efectuar la organización de la Iglesia.

Quien examine estos escritos—sin mencionar las frecuentes alusiones al mismo asunto en todo el Libro de Mormón—se convencerá de que la aparición del libro debía necesariamente resultar en el establecimiento de la Iglesia.

La Iglesia que así llegó a existir no puede ser verdadera si el Libro de Mormón es falso. Si el libro no es verdadero, entonces José Smith es un impostor, un falso profeta, y un impostor y falso profeta no puede fundar una verdadera Iglesia de Cristo; por lo tanto, si la Iglesia es la verdadera Iglesia de Cristo, constituye una evidencia bastante concluyente de que el libro, tan inseparablemente unido a ella, tan vitalmente relacionado con ella, también es verdadero. Por supuesto, es concebible que tanto la Iglesia como el libro sean falsos, pero es inconcebible que uno sea verdadero y el otro falso. Se deduce, por tanto, que cualesquiera hechos que existan en la organización y doctrinas de la Iglesia que tiendan a establecerla como de origen divino, también tienden a establecer la autenticidad divina del Libro de Mormón.

Aquí tenemos un campo de evidencia y argumento casi inagotable; pero gran parte de ello—puedo decir que todo aquello con lo que deseo tratar—ya ha sido utilizado en el volumen uno de New Witnesses, como sigue:

  • Capítulo XIV: “Adecuación en el desarrollo de la nueva dispensación.”
  • Capítulo XV: “La evidencia de una doctrina escritural y perfecta.”
  • Capítulo XXIV: “La Iglesia fundada por José Smith, un monumento a su inspiración.”
  • Capítulos XXV-XXVI: “Testimonio de la inspiración y del llamamiento divino de José Smith, derivado de la amplitud de la obra que introdujo.”
  • Capítulo XXVII: “Evidencia de inspiración derivada de la sabiduría en el plan propuesto para la mejora de la condición temporal de la humanidad.”
  • Capítulos XXVIII, XXIX, XXX: “Evidencia de inspiración divina en José Smith derivada de sus doctrinas respecto a la extensión del universo, el lugar del hombre en él y su doctrina referente a Dios.”

Las evidencias y argumentos presentados en todos estos capítulos, por tanto, deben considerarse como incorporados aquí y formando parte de mi argumento a favor de la veracidad del Libro de Mormón, así como del origen divino de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Después de haber incorporado este cuerpo de evidencias y argumentos del primer volumen de New Witnesses, me siento justificado al decir: Es la Iglesia la que da testimonio de la veracidad del Libro de Mormón, más que el Libro de Mormón quien da testimonio de la Iglesia. Y esto no se dice en desmérito del Libro de Mormón. Solo es decir que lo que surge del libro es mayor que el libro mismo; que el majestuoso roble es mayor que la bellota de la cual creció—un árbol gigantesco; que el todo es mayor que una de las partes; que la obra en toda su plenitud es mayor que uno de los incidentes en los que esa obra tuvo su origen.