Capítulo 10
“No hay fuerza contra
tan grande multitud”
Si somos tentados a reducir a un extremo el poder protector del templo, sólo necesitamos buscar en las Escrituras para hallar un testimonio adicional de su influencia en tiempos de tribulación de los que se habla en el Antiguo Testamento. Cuando Josafat, rey de Judá, enfrentó a un fuerte ejército que lo rodeaba, al cual sabía que su gente no podía hacer frente, “hizo pregonar ayuno a todo Judá” y entonces fue al templo a orar. Notemos las palabras de su oración: “Jehová Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista? Dios nuestro, ¿no echaste tú los moradores de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la descendencia de Abraham tu amigo para siempre? Y ellos han habitado en ella, y te han edificado en ella santuario a tu nombre, diciendo: Si mal viniere sobre nosotros, o espada de castigo, o pestilencia, o hambre, nos presentaremos delante de esta casa, y delante de ti (porque tu nombre está en esta casa), y a causa de nuestras tribulaciones clamaremos a ti, y tú nos oirás y salvarás…¡Oh Dios nuestro!…en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos” (2 Crónicas 20:3-12).
El Señor escuchó la oración de Josafat y le respondió: “Paraos, estad quietos y ved la salvación de Jehová” (2 Crónicas 20:17), lo cual ellos hicieron el próximo día. Los de la gran multitud, que venían contra Judá, empezaron a pelear entre ellos mismos y “se mataron los unos a los otros” (v.22) y no tocaron a Judá. Lo que el Señor estuvo dispuesto a hacer por el pueblo de Josafat, con certeza lo hará por nosotros cuando nos enfrentemos a nuestros enemigos y a poderes que reconozcamos que “no tenemos fuerzas contra ellos”.
EN EL PRIMER AÑO, EN EL MES PRIMERO.
Otra ocasión desesperada en la historia de Judá ocurrió cuando Ezequías llegó a ocupar el trono real. Como ahora, la oscuridad prevalecía sobre Judá, en tal ocasión en la forma del poderío de Asiría. Ésta y otras fuerzas amenazaban destruir su pueblo. Parte de las tribus del Norte ya habían sido capturadas por los asirios. Judá se encontraba en un estado de apostasía. En esas circunstancias tan desafiantes el primer acto oficial del rey Ezequías, de tan sólo veinticinco años de edad, es muy significativo. “En el primer año de su reinado, en el mes primero, abrió las puertas de la casa de Jehová, y las reparó. E hizo venir a los sacerdotes y levitas, y los reunió en la plaza oriental. Y les dijo: ¡Oídme, levitas! Santifícaos ahora, y santificad la casa de Jehová el Dios de vuestros padres, y sacad del santuario la inmundicia. Porque nuestros padres se han rebelado, y han hecho lo malo ante los ojos de Jehová nuestro Dios; porque le dejaron, y apartaron sus rostros del tabernáculo de Jehová, y le volvieron las espaldas. Y aun cerraron las puertas del pórtico, y apagaron las lámparas; no quemaron incienso, ni sacrificaron holocausto en el santuario al Dios de Israel…Hijos míos, no os engañéis ahora, porque Jehová os ha escogido a vosotros para que estéis delante de él y le sirváis, y seáis sus ministros, y le queméis incienso” (2 Crónicas 29:3-11; énfasis añadido).
Hoy también, hay miembros de la Iglesia que enfrentan grandes problemas, tanto de índole temporal como espiritual. En ocasiones también hemos “apartado nuestro rostro del tabernáculo de Jehová,… hemos cerrado las puertas…y apagado las lámparas”. ¿Somos nosotros también negligentes? A menudo muchas presiones demandan nuestro tiempo y nuestra atención. Sin embargo, considerando los tiempos y las fuerzas que acosan a nuestras familias, ¿no deberíamos seguir entonces el ejemplo de Ezequías y “santificar la casa de Jehová en el primer mes del primer año”? (énfasis añadido).
VENID A SU SANTUARIO
Los resultados de las acciones de Ezequías son también instructivos. Después de renovar la adoración en el templo, el pueblo de Ezequías regresó a la casa del Señor para renovar sus convenios. Ezequías “escribió cartas a Efraín y a Manases [las tribus del Norte], para que viniesen a Jerusalén a la casa de Jehová”.
En ese tiempo, la tribu del Sur, la tribu de Judá, estaba separada, y a menudo en guerra con las diez tribus del Norte que eran guiadas por Efraín. A pesar de eso, Ezequías les ofreció su invitación. “Fueron, pues, correos con cartas de mano del rey y de sus príncipes por todo Israel y Judá, como el rey lo había mandado, y decían: Hijos de Israel, volveos a Jehová el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, y él se volverá al remanente que ha quedado de la mano de los reyes de Asiría
No endurezcáis, pues, ahora vuestra cerviz como vuestros padres; someteos a Jehová, y venid a su santuario, el cual él ha santificado para siempre” (2 Crónicas 30:1-9; énfasis añadido).
La oferta bondadosa de Ezequías fue mayormente desatendida por las tribus del Norte. Cuando pasaron “los correos de ciudad en ciudad por la tierra de Efraín y Manases, hasta Zabulón… se reían y burlaban de ellos” (2 Crónicas 30:10). ¿Cómo podría el simple acto de regresar al servicio y a los ritos del templo ofrecer protección contra la poderosa Asiría? Al final, solamente el reinado de Ezequías y unas pocas personas de las tribus del Norte atendieron al llamado.
Hay una conclusión triste al rechazo de las tribus del Norte para regresar al santuario. “En el cuarto año del rey Ezequías, [tres años después] …subió Salmanasar rey de los asirios contra Samaría [la capital de las tribus del Norte], y la sitió, y la tomaron al cabo de tres años…. Y el rey de Asiría llevó cautivo a Israel a Asiria….por cuanto no habían atendido a la voz de Jehová su Dios, sino que habían quebrantado su pacto” (2 Reyes 18:9-12).
Éste es el comienzo de la dispersión de las diez tribus perdidas de Israel. Si hubiesen atendido a la invitación de Ezequías de regresar a la Casa del Señor y adorarle, la historia de Israel podría haber sido diferente.
¿EN QUIÉN CONFÍAS?
Después de someter las tribus del reino del Norte de Israel, el ejército de Asiría fue contra Ezequías en Jerusalén y sitió la ciudad. Llenos de confianza, los emisarios de Asiria gritaron a los que defendían las murallas: “¿Qué confianza es ésta en que te apoyas? Dices (pero son palabras vacías): Consejo tengo y fuerzas para la guerra. Mas ¿en qué confías…? Y si me decís: Nosotros confiamos en Jehová nuestro Dios… No os engañe Ezequías, porque no os podrá librar de mi mano. Y no os haga Ezequías confiar en Jehová, diciendo: Ciertamente nos librará Jehová,… ¿Acaso alguno de los dioses de las naciones ha librado su tierra de la mano del rey de Asiria?” (2 Reyes 18:19-33).
Pero el pueblo, renovado por su adoración y por el ejemplo de Ezequías, “calló, y no le respondió palabra” (2 Reyes 18:36). Ellos esperaron la salvación del Señor. Cuando Ezequías escuchó las palabras de los emisarios del rey de Asiria y sabiendo que no había una forma lógica en que pudiera hacer frente al poderoso ejército asirio, “se cubrió de cilicio, y entró en la casa de Jehová”. Allí ofreció en favor de su pueblo una profunda oración. El Señor le respondió a Ezequías asegurándole que el rey de Asiria “no entrará en esta ciudad, ni echará saeta en ella… Y aconteció que aquella misma noche salió un ángel de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos. Entonces Senaquerib, rey de Asiria se fue” (2 Reyes 19:1, 32, 35-36).
Hoy en día no enfrentamos ejércitos que nos invaden, pero las fuerzas que se combinan contra nuestras familias son, por cierto, no menos peligrosas. Creo firmemente que el Señor estará dispuesto a ofrecer las mismas bendiciones que ofreció al pueblo de Ezequías si nosotros aceptamos Su invitación de “venir a Su santuario”.
UN EZEQUÍAS MODERNO
A la luz de ese poderoso ejemplo del Antiguo Testamento, es interesante notar un modelo similar en Doctrina y Convenios. En 1841, el Señor instruyó a José Smith que hiciera una proclamación que sería enviada “a todos los reyes del mundo, hasta sus cuatro ángulos, al honorable presidente electo, a los eminentes gobernadores de la nación en que vives y a todas las naciones de la tierra esparcidas en el extranjero. Escríbase con el espíritu de mansedumbre y con el poder del Espíritu Santo” (D. y C. 124:3-4).
¿Cuál fue el tema central de la proclamación? Tal como en los días del rey Ezequías, fue una invitación para ir al templo y hallar allí seguridad ante las tribulaciones y los tumultos de los últimos días. Advierta que el Señor, después de instruir a José Smith que enviara esta proclamación a todas las naciones, dijo: “Porque el día de mi visitación viene pronto, a la hora que no pensáis; y ¿dónde habrá seguridad para mi pueblo y refugio para aquellos que quedaren?. [Recuerde que la invitación de Ezequías fue para el ‘remanente que ha quedado’ (2 Crónicas 30:6.)] ¡Despertad, o reyes de la tierra! ¡Venid, oh venid con vuestro oro y con vuestra plata en auxilio de mi pueblo, a la casa de las hijas de Sión!”. Esta invitación a los reyes de las naciones fue seguida por una invitación para todos los Santos a venir “y edifica[r] una casa en [Su] nombre, para que en ella more el Altísimo” (D. y C. 124:10-11,27; énfasis añadido).
La invitación se envió. Fue mayormente desatendida por las naciones del mundo, pero los Santos respondieron y construyeron el templo de Nauvoo, y hemos continuado construyendo templos desde ese día. La seria lección de los días de Ezequiel se repite. Los Santos que vienen al santuario pueden confiar en la salvación milagrosa del Señor contra fuerzas y situaciones algunas veces sobrecogedoras. ¿Podríamos acaso, también nosotros, no tener razón para esperar que el enemigo no “lanzará sus saetas” contra las bases de nuestras familias?
LA LECCIÓN DEL CONDADO DE JACKSON
En los oscuros días de los ataques del populacho en el Condado de Jackson, Misuri, los Santos se volvieron al Señor pidiendo protección y consejo. Él les dio un mandamiento y les dijo: “Si Sión hace estas cosas, prosperará, y se ensanchará y llegará a ser gloriosa en extremo, y muy grande y muy terrible” (D. y C. 97:18). ¿Cuál fue el mandamiento? “Es mi voluntad que se me edifique una casa en la tierra de Sión, semejante al modelo que os he dado. Sí, edifíquese cuanto antes con los diezmos de mi pueblo. He aquí, éste es el diezmo y el sacrificio que yo, el Señor, requiero de las manos de ellos, a fin de que se me edifique una casa para la salvación de Sión’ (D. y C. 97:10-12; énfasis añadido).
Los Santos no construyeron el templo en el Condado de Jackson. El mandamiento de edificar una casa “cuanto antes” debió haberles sonado como una demanda extraña a la luz de su situación. Sus cuerpos habían sido untados con alquitrán y cubiertos de plumas. Su imprenta había sido destruida y sus hogares habían sido saqueados y quemados. Aún así el Señor les estaba aconsejando que fueran al centro de Independence, Misuri, y empezaran a poner los cimientos para un templo.
A menudo me he preguntado qué habría pasado si todos los Santos de Misuri hubiesen dejado lo que ellos estaban haciendo, y hubiesen tomado sus herramientas y marchado en masa a Independence y empezado a poner los cimientos para el templo. Habría requerido un tremendo valor, pero la historia de la Iglesia habría sido muy diferente. No debemos nunca subestimar el poder protector del templo. “Cada vez que un templo es dedicado al Señor”, dijo Spencer W. Kimball, “la oscuridad retrocede más y la luz viene al mundo” (Teachings of Spencer W. Kimball, pág. 534). La luz es tan necesaria (y quizás más aún) en nuestros días como lo fue en tiempos pasados.
MEDITE BIEN SOBRE SUS CAMINOS
Después de su cautiverio en Babilonia, el remanente de Israel regresó a su tierra y otra vez debió enfrentar grandes antagonismos y peligros. Ésa fue también una época grave. Sus pequeñas fuerzas tuvieron que encarar el poder de los elementos mundanales que les rodeaban. Tenían grandes dificultades y se hallaban en plena pobreza, y aunque habían regresado con el propósito específico de reconstruir el templo, éste continuaba aún en ruinas. El Señor dijo entonces al pueblo: “Meditad bien sobre vuestros caminos El que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto…. Buscáis mucho y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé de un soplo. ¿Por qué?… Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa”. La gente pensaba que no tenía “tiempo” para construir la casa del Señor, pero parecía tener “tiempo . .. [para] habitar en [sus] casas artesonadas”. (Hageo 1:2-9.)
El mensaje de Hageo despertó el espíritu del pueblo “y vinieron y trabajaron en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios”. (Hageo 1:14.) El que reorganizaran sus prioridades causó de inmediato que el Señor los bendijera, tanto espiritual como temporalmente. También recibieron esta consoladora promesa: “Cobrad ánimo, pueblo . . . , y trabajad; porque yo estoy con vosotros,… mi espíritu estará en medio de vosotros, no temáis…. Haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa;… y daré paz en este lugar’. (Hageo 2:4-9; cursiva agregada.) Este compromiso de colocar la Casa del Señor en primer lugar les solucionó otros problemas, aun los de naturaleza económica. Quizás John A. Widtsoe pensó en esta historia cuando hizo esta promesa a los Santos: “Quienes procuren ayudar a los que se encuentran del otro lado, recibirán por ello ayuda en todos los particulares de su vida. No creo que haya una mejor preparación para nuestras labores en las granjas, las oficinas o cualquier otro campo de acción, que pasar unas pocas horas en el templo, participar de su influencia y servir generosamente para beneficio de aquellos que están del otro lado del velo.” (Improvement Era, octubre de 1952, pág. 719.)
RECIBIR TANTO A CAMBIO DE TAN POCO ESFUERZO
Con frecuencia he pedido a mis alumnos que preparen un comentario sobre Doctrina y Convenios 109, sección que contiene la oración dedicatoria del Templo de Kirtland. Su tarea consiste en identificar cada una de las bendiciones mencionadas en ella que los santos reciben merced a la adoración en el templo. (Sugiero también que ésta es una magnífica asignación para todo aquel que desee obtener una mayor apreciación del templo.) Después de completar esa lista, tienen que analizar cada palabra o frase que indique lo que se debe hacer para recibir tales bendiciones. Es maravilloso leer sus comentarios, de los que he podido obtener muchas ideas, pero uno de ellos en particular me impresionó sobremanera. Después de enumerar las bendi-ciones que había podido identificar e indicar cómo pueden recibirse, cierta alumna agregó el siguiente comentario: “Creo que es realmente significativo y una evidencia del carácter de nuestro Señor que podamos recibir tanto a cambio de tan poco esfuerzo”.
Quiero hacer eco y dar testimonio en cuanto a sus palabras. Nuestros esfuerzos en el templo para beneficio propio y el de nuestras familias y nuestros antepasados son infinitamente pequeños en comparación con la enorme fuente de bendiciones que el Señor nos ha prometido si participamos en “el más glorioso de todos los [temas] que pertenecen al evangelio sempiterno” (D. y C. 128:17). Porque la sola protección del Señor es suficiente para que todos nuestros esfuerzos sean recompensados.
Ruego que este reconocimiento nos inspire a cantar, como lo hizo David: “¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová. … Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos”. (Salmos 84:1-2,10.) “Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, para que habite en tus atrios; seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo templo”. (Salmos 65:4.)
























