Parte 4
Una Casa de Orden
Nuestro Padre Celestial, …te rogamos que Tu Santo Espíritu dirija nuestros convenios y contratos que hagamos contigo y unos con otros, que los observemos sagradamente, y que Tú los aceptes, y que todos Tus Santos que vengan a estos altares realicen, en la mañana de la resurrección de los justos, todas la bendiciones pronunciadas. (Oración Dedicatoria del Templo de Salt Lake)
Capítulo 11
Mucho se requiere
El cumplimiento de nuestros convenios
El Señor nos dice que Su Casa es una casa de orden. Son los convenios del templo los que crean el orden en Su Casa y también en Su reino eterno. “He aquí, mi casa es una casa de orden, dice Dios el Señor, y no de confusión. ¿Aceptaré una ofrenda que no se haga en mi nombre?, dice el Señor. ¿O recibiré de tus manos lo que yo no he seña lado? ¿Y te señalaré algo, dice el Señor, que no sea por ley, tal como yo y mi Padre decretamos para ti, antes de que el mundo fuese?” (D. y C. 132:8-11).
Como hemos visto, la verdadera oración en el templo trae una multitud de bendiciones, pero nos son dadas condicionalmente. El Señor establece: “Porque de aquel a quien mucho se da, mucho se requiere” (D. y C. 82:3). Advierta que dice se requiere. Algunas veces he citado erróneamente este versículo usando las palabras se espera en vez de se requiere. Pero estas dos palabras tienen significados muy diferentes. El Señor no espera nuestra devoción; Él la requiere.
No hablamos en detalle de los convenios de la casa del Señor, porque éstos son también sagrados. Sin embargo, el élder James E. Talmage dio una descripción general de los convenios del templo en su libro La Casa del Señor. “Las ordenanzas de la investidura comprenden ciertas obligaciones por parte del individuo, tales como el convenio y la promesa de observar la ley de absoluta virtud y castidad, ser caritativo, benevolente, tolerante y puro; consagrar su talento y medios a la propagación de la verdad y el ennoblecimiento de la raza humana; mantener su devoción a la causa de la verdad, y procurar en toda forma contribuir a la gran preparación, a fin de que la tierra quede lista para recibir a su Rey, el Señor Jesucristo. Con la aceptación de cada convenio y la asunción de cada obligación, se pronuncia una bendición prometida, basada en la fiel observancia de las condiciones expuestas” (pág. 90).
ORGANIZAR, PREPARAR, ESTABLECER
Todos aquellos que reciban las hermosas recompensas del servicio en el templo deben hacer sagrados convenios con el Señor. En efecto, nuestra recepción de las bendiciones prometidas depende de nuestro fiel cumplimiento de los convenios del templo. En la oración dedicatoria del Templo de Kirtland, José Smith pidió: “Padre Santo, te rogamos que nos ayudes con tu gracia a nosotros, tu pueblo, al convocar nuestra asamblea solemne, a fin de que se haga para honra tuya y para tu divina aceptación; y de una manera que seamos considerados dignos, ante tu vista, de lograr el cumplimiento de las promesas hechas a nosotros, tu pueblo” (D. y C. 109:10-11). Nos aseguraremos estas promesas si cumplimos estrictamente nuestros convenios.
La relación del convenio que se da en el templo es hermosamente escrita por el uso repetido de tres palabras en la sección 109. Estas tres palabras muestran simplemente que cada parte del convenio tiene una responsabilidad. En el versículo 8 el Señor instruye a los Santos. “ Organizad, preparad todo lo que fuere necesario, estableced una casa, si una casa de oración” (énfasis añadido). Se nos ha pedido organizar-nos, prepararnos y establecernos de modo que la obra del templo pueda proceder. Ésta es nuestra parte del convenio que incluye cada cosa, desde proporcionar fondos para la construcción de templos hasta prepáranos personalmente como se determina en una entrevista para la recomendación para el templo.
En los versículos 15 y 24, las tres palabras son repetidas nuevamente, sólo que esta vez se dan como descripción de lo que el Señor dará a quienes entren en Su templo y guarden los convenios: “Concede, Padre Santo, que todos lo que adoren en esta casa…se organicen de acuerdo con tus leyes y se preparen para recibir cuanto fuere necesario… Te pedimos, Padre Santo, que establezcas al pueblo que adorará y honorablemente retendrá un nombre y una posición en ésta tu casa, por todas las generaciones y por la eternidad” (D. y C. 109:14—15,24). Uno puede verdaderamente sentirla relación del convenio en estas palabras repetidas. Si organizamos, preparamos y establecemos Su Casa, el Señor también nos organizará, nos preparará y nos establecerá “por todas las generaciones y por la eternidad”.
¿OBRAS MUERTAS U ORDENANZAS VIVAS?
En las Escrituras el Señor habla de “obras muertas”. Y nos advierte no confiar en ellas o nos sentiremos desanimados (véase Moroni 8:23; D. y C. 22:2-3). Una obra muerta es una ordenanza desprovista del Espíritu. Todas las ordenanzas, con el fin de asegurar las promesas, deben ser hechas bajo la debida autoridad y selladas por el Espíritu Santo. Este sellamiento viene cuando se logra el cumplimiento de los convenios.
Si no tenemos cuidado, podríamos destacar tanto el hecho de haber recibido la investidura o haber sido sellados en el templo, que quizás demos la impresión de que las bendiciones están aseguradas automáticamente. Cuando el Señor dio la revelación sobre el matrimonio en el templo, dijo a los Santos que debían”cumplir [su] convenio” u “cumplirla ley” si esperan que su matrimonio sea verdadera mente eterno (D. y C. 132:19). De acuerdo con el diccionario, el término cumplir tiene un significado de “ejecutar lo prescrito, guardar, obedecer, respetar”
Todas estas definiciones dan significado a nuestros convenios. Seríamos ingenuos al pensar que una pareja que fue sellada y que nunca regresó al templo o que dejó de ser digna de tener su recomendación podría recibir todas las bendiciones que se le prometieron en la ceremonia del templo. La posibilidad de un compañero eterno está allí, pero su obra es “muerta”, a menos que “cumplan” el convenio. Si no somos dignos de entrar al templo aquí en la tierra, seguramente que nos engañamos si pensamos que seremos dignos de entrar en el reino eterno del Señor para recibir allí todas las bendiciones prometidas a los que son fieles.
NADIE SELLA UN ENVASE VACÍO
Mi esposa a menudo envasa duraznos y peras en el otoño. Un gran esfuerzo es necesario aun para preparar las frutas. Entonces, una vez que están preparadas, las pone en envases, les coloca los sellos, pone las tapas en su lugar y coloca los envases en agua hirviendo. Entonces espera a que los envases se sellen. Ella ha realizado esta operación docenas de veces con centenares de envases. En todo ese tiempo, sin embargo, nunca la he visto sellar un envase vacío. A menos que el envase esté lleno con frutas, no lo sella. Yo dudo que entre los miles de personas que envasan fruta cada año, alguien haya alguna vez sellado un envase vacío. Debe haber algo para conservar o de lo contrario el sello no tiene ningún significado.
Los convenios del sellamiento en el templo son similares. Cuando nos casamos ante el altar del templo, el Señor, en cierto modo, nos da un envase vacío. Entonces nos instruye para que lo llenemos con los hermosos frutos de un matrimonio recto. Conforme mantengamos nuestros convenios y regresemos a menudo para renovarlos y hacer la obra por los muertos, el envase empieza entonces a llenarse. Conforme envejecemos y nuestro amor se profundiza, deseamos preservar para siempre todo lo bueno que hemos almacenado. Nuestra observancia de los convenios permite al Señor colocar el sello en nuestra relación de convenio y preservar los frutos de nuestra actitud por toda la eternidad. Lo mismo sucede con todos los otros convenios del templo. Nadie sella un envase vacío; tampoco el Señor sella convenios vacíos. Primeramente debe haber frutos para preservar.
Nuestra actitud hacia los convenios del templo debe ser seria. No debemos entrar al templo con ligereza. Una de las mayores fuentes de tristeza que yo he experimentado mientras he servido como obispo, ha sido descubrir que muchas parejas que han recibido su investidura y se han casado en el templo, han llegado a ser indignas de regresar a la casa del Señor y han permanecido en ese estado por largo tiempo. A menudo, el mayor obstáculo es el diezmo, y aún así, ¿cuán pequeño es el porcentaje de nuestro ingreso, una décima parte, cuando lo com-paramos con todo lo que podemos recibir si somos fieles? Brigham Young dijo: “Algunas veces debo instruir a hombres y mujeres muy severamente por haber entrado en convenios sin darse cuenta de la naturaleza de los mismos, y que hacen poco o ningún esfuerzo por cumplirlos” (Journal of Discourses 3:332).
George Q. Cannon reiteró el sentimiento de Brigham Young con su propio testimonio: “Cuando el profeta José Smith comunicó primeramente que el Señor le había revelado a él las llaves de la investidura, recuerdo que en cada uno de nosotros había un gran deseo de entender algo acerca de [dicha ordenanza]… ¿Qué sucede hoy? Hay una completa indiferencia, se puede decir, en relación a estas cosas. Gente joven va allí sin ningún deseo en particular excepto el de casarse, sin darse cuenta de la naturaleza de las obligaciones que contraen ni de las promesas que implican dichos convenios. El resultado es que centenares de nosotros vamos a la casa del Señor, recibimos estas bendiciones y salimos sin tener ninguna impresión en particular de lo que hemos hecho” (Gospel Truth 1:228).
Debemos hacer algo mejor que eso. Cuando mucho nos es dado, mucho se nos requiere. Conforme mantengamos los convenios que hayamos hecho en el templo, recibiremos las hermosas bendiciones reservadas para quienes son fieles.
























