Parte 2
Una Casa de Instrucción
Hoy te dedicamos la obra completa, con todas sus pertenencias, a fin de que sea santa a Tus ojos; para que sea una casa de oración, una casa de alabanza y adoración; para que Tu gloria descanse sobre ella; para que Tu santa presencia esté en ella continuamente; para que sea la morada de Tu muy amado Hijo, nuestro Salvador; para que los ángeles que estén delante de Tu faz sean los santos mensajeros que la visitarán, comunicándonos Tus deseos y Tu voluntad, a fín de que sea santificada y consagrada en todas sus partes como casa santa a Ti, el Dios de Israel, el Rey Omnipotente del género humano. (Oración Dedicatoria del Templo de Salt Lake)
Capítulo 2
Aprendamos de los símbolos
La mayoría de nosotros tenemos una memoria muy vivida de la primera vez que fuimos al templo para recibir nuestra investidura. Yo recién había sido llamado como misionero y tuve que viajar al Templo de Los Ángeles. No sabía lo que me esperaba. No obstante algunos aspectos de mi investidura fueron hermosamente edificantes para mí, muchos otros me resultaron confusos. Salí un tanto confundido y con un poco de temor. Desde entonces he descubierto que mi experiencia no fue única. También llegué a la conclusión de por qué mi primera experiencia no fue todo lo que yo anticipaba. No entendía la manera en la cual el Señor enseña a Sus hijos en Su casa. Si lo hubiese entendido, mi ansiedad y confusión habrían desaparecido aún cuando mi grado de comprensión quizás hubiera permanecido igual.
INVESTIDOS CON PODER
El libro de Doctrina y Convenios nos enseña que en el templo seremos “investidos con poder de lo alto” (D. y C. 38:32). La mayor parte de ese poder viene del conocimiento o inteligencia que recibimos. Por lo tanto, para ser investidos con el poder que el Señor desea que recibamos, debemos saber cómo aprender en Su casa.
En el templo, el Espíritu es el maestro. Él nos instruye, con frecuencia, a través de los símbolos que comprenden la investidura. Debemos estar alerta y prestar atención a todo lo que vemos y oímos; entonces le permitiremos al Espíritu que nos enseñe y nos traiga el entendimiento. Si vamos al templo y tan sólo nos sentamos, sin hacer un esfuerzo por aprender, perderemos la mayoría de las grandes bendiciones que el templo tiene para ofrecer. “Cuando usted regrese al [templo]”, enseñó el élder David B. Haight, “venga con un corazón abierto, inquisitivo y contrito, y permita al Espíritu enseñarle por revelación lo que los símbolos pueden significar para usted” (“Conference Report”, abril de 1992, pág. 20; énfasis añadido). La verdadera enseñanza en el templo no es una instrucción de grupo. Cada alma es invitada a tener su propio tutor personal, el cual es el Espíritu, quien va a adaptar los símbolos a sus necesidades específicas y a su nivel de madurez, al mismo tiempo que invita a la activa participación de cada persona en el proceso de aprendizaje. Este tipo de enseñanza llevó al élder John A. Widtsoe a declarar: “Cuánto quisiera que la instrucción fuese dada así de bien en cada aula escolar a través de la tierra, y así enseñaríamos con más eficacia de lo que ahora lo hacemos” (“Temple Worship”).
En la oración dedicatoria del Templo de Kirtland, Ohio, José Smith oró a favor de todos quienes viniesen al templo, pidiendo al Señor que ellos “crezcan en ti y reciban la plenitud del Espíritu Santo” (D. y C. 109:15). Esa plenitud es esencial para descubrir las profundidades que las ordenanzas del templo revelan. Por cuando la dignidad y pureza de vida nos califican para recibir los dones y la compañía del Espíritu Santo, los convenios y el estilo de vida enseñados en el templo, según los cuales nos comprometemos a vivir, en ellos y de ellos mismos nos traen la plenitud prometida en la oración de José Smith. Además, la serenidad y la paz del templo en sí contribuyen también a la plenitud del Espíritu Santo. En el templo, nuestro espíritu está más en calma y estamos alejados del ruido y del tumulto del mundo exterior; le damos así al Espíritu una mayor oportunidad para que susurre verdades a nuestra alma. Con la plenitud del Espíritu Santo, podemos ser enseñados en un nivel superior.
José Smith una vez instruyó a los Santos a acrecentar el poder del Espíritu para revelar la verdad a nuestra mente. Él dijo: “Una persona podrá beneficiarse si percibe la primera impresión del espíritu de la revelación. Por ejemplo, cuando sentís que la inteligencia pura fluye en vosotros, podrá repentinamente despertar en vosotros una corriente de ideas… Y así, por conocer y entender el Espíritu de Dios, podréis crecer en el principio de la revelación hasta que lleguéis a ser perfectos en Cristo Jesús” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 179; énfasis añadido). Note que aprendemos y crecemos en el principio de revelación. Quizás no recibamos una plenitud la primera vez, pero vendrá en cuanto continuemos buscando el entendimiento en el templo. Recuerde, estamos invitados a “crecer en la Casa del Señor”.
Conforme nuestro espíritu madura, seremos más receptivos a las enseñanzas del Espíritu Santo. Nuestra madurez no puede alcanzar su plenitud sin el templo. En verdad, la misma palabra investidura, sugiere algo que se otorga y que trae un crecimiento gradual pero continuo.
La investidura es un obsequio, pero es una clase muy especial de obsequio; es algo así como una donación. La mayoría de las donaciones que se hacen para una fundación son establecidas para que puedan perpetuarse por sí solas. Por ejemplo, una compañía da como donación una suma grande de dinero a una universidad para financiar la investigación en las artes o en las ciencias médicas. La universidad no gasta la donación original. A ellos les es permitido gastar solamente los intereses que la donación original genera. La investidura del templo es diseñada de una manera similar. La naturaleza simbólica permite enseñar o dar continuamente a través de muchos años en la vida de una persona. Jesús prometió a la mujer samaritana, “el agua que yo le daré será … una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14). De ese pozo continuaría brotando Su dulzura constantemente. El poder de la investidura es su habilidad para enviar a nuestra mente y a nuestro corazón conocimiento que fluye sin interrupción. Los símbolos son el obsequio original. La multiplicidad del significado y de la edificación es como el interés que genera perpetuamente la donación original.
“INMENSAS REALIDADES”
El élder John A. Widtsoe explicó: “La investidura en sí misma es simbólica; es una serie de símbolos de inmensas realidades, demasiado inmensas para un entendimiento completo. Quienes vayan al templo y al salir sientan que el servicio no fue hermoso, se habrán ocupado de las apariencias externas y habrán fallado en entender su significado interno. Es el significado de las cosas lo que cuenta en la vida….
“La adoración en el templo implica un gran esfuerzo mental y suma concentración si es que vamos a entender los símbolos poderosos que pasan delante de nosotros. Cada cosa debe ser puesta en orden para afinar el corazón, la mente, y el alma para la obra…
“Al hombre o la mujer que vaya al templo con los ojos abiertos, prestando atención a los símbolos y a los convenios, y haciendo un esfuerzo firme y continuo por entender el pleno significado, Dios va a hablar Su palabra y le dará revelaciones. El proceso de recibir la inves-tidura es así ampliamente simbólico…. Es algo tan lleno de revelaciones para quienes quieran ejercitar su fortaleza de buscar y ver, que no hay palabras humanas que puedan explicar o hacer claras las posibilidades que residen en el servicio del templo. El proceso de la investidura, el cual fue dado por revelación, puede ser mejor entendido por revelación; y para aquellos que buscan más vigorosamente, con corazones puros, la revelación será más grande” (Temple Worship, pág. 63). Es esta rica profundidad del simbolismo lo que hace que la ordenanza de la investidura sea una fuente inagotable de conocimiento y de edificación.
En una ocasión se me preguntó: “¿Por qué los símbolos del templo son tan diferentes de cualquier otra cosa que hemos experimentado antes en la Iglesia?”. Ellos son diferentes por un propósito maravilloso que muestra la gran sabiduría del Señor. La diferente naturaleza de los símbolos en sí misma requiere una explicación. Aun nos impulsa a hacernos preguntas. Nos invita a meditar y a reflexionar: “¿Qué es lo que significa? ¿Por qué hacemos esto? ¿Por qué se nos muestra esto? ¿Cuál es el significado de la ropa?”. Quizás esto es lo que el Señor quiere que nosotros hagamos, y que continuemos haciéndolo hasta que las respuestas nos lleguen. Los símbolos son diferentes a fin de que no lleguemos a acostumbrarnos a verlos y que no cesemos de hacernos preguntas. Si usted se ha sentido confundido por los símbolos del templo, quizás deba ser así. Está bien que nos mantengamos intrigados con ellos y que meditemos sobre ellos y los estudiemos, permitiendo al Espíritu revelar su poder uno por uno. El peligro no está en que pensemos que son inusuales, sino en que dejemos totalmente de pensar. Los símbolos tienen el fin de ayudarnos a vencer esta tendencia humana. Es también muy importante recordar que las ordenanzas del templo constituyen una totalidad. Son como una obra de teatro en cuatro actos, un bello poema con cuatro versos, o una canción con cuatro estrofas. Podemos tener un acto, verso o estrofa de nuestra predilección; pero para recibir el significado completo de la obra, debemos permanecer atentos a cada uno de esos cuatro actos, versos o estrofas. Regresemos al baptisterio, hagamos con frecuencia las ordenanzas preparatorias y participemos en los sellamientos. Aprenderemos más al hacer esto que si constantemente repetimos solamente la sesión de la investidura.
EL PODER DEL LENGUAJE SIMBÓLICO
La enseñanza a través de símbolos puede ser muy poderosa. Los símbolos pueden sugerir muchas diferentes verdades a diferentes personas en diferentes etapas de su vida. Entonces nos van a edificar de acuerdo con nuestras necesidades presentes y nunca van a llegar a ser irrelevantes.
El poder de la escritura simbólica es maravillosamente explicado por George MacDonald, un mentor cristiano del apologista C. S. Lewis. No obstante que él no estaba refiriéndose al simbolismo del templo, su punto de vista es aplicable. “Una obra genuina de arte debe significar muchas cosas”, escribió. “Entre más verdadero sea su arte, más cosas va a significar”. No existe un artista más verdadero que el Señor y, por supuesto, Su obra maestra se halla en el santo templo. Si los símbolos mortales pueden tener muchos significados, ¿cuánto más podríamos esperar descubrir en los símbolos presentados por el Señor?
MacDonald continuó su descripción del poder del lenguaje simbólico con los siguientes pensamientos: “Lo mejor que usted puede hacer por sus semejantes, después de despertar su conciencia, no es darles cosas en qué pensar, sino despertar cosas que están en ellos; o sea, hacer que piensen cosas por sí mismos.
“Lo mejor que la naturaleza hace por nosotros es producir en cada uno tales estados de ánimo en los cuales nacen los pensamientos de gran importancia. ¿Acaso hay algún aspecto de la naturaleza que despierte un solo pensamiento? ¿Acaso nos sugiere solamente una cosa determinada? ¿Acaso hace que dos hombres diferentes en el mismo lugar y en el mismo momento piensen la misma cosa? ¿Es por lo tanto un fracaso, por cuanto no tiene un significado determinado? ¿No significa nada el que despierte algo más profundo que el entendimiento ese poder que es la base de los pensamientos?… La naturaleza engendra estados de ánimo, provoca pensamientos…
“En cada cosa que Dios ha hecho, existe un significado ascendente; estrato sobre estrato, Él expresa el mismo sentimiento en niveles cada vez más altos de ese pensamiento…
“Si la meta de un escritor es la convicción lógica, entonces no puede desperdiciar ningún esfuerzo que no sea lógico. No solamente para ser entendido sino para escapar de ser mal entendido. Cuando su objetivo es el de motivar por la sugerencia, o causar la imaginación, entonces él debe acometer el alma del lector como el viento acomete a un arpa eólica. Si hay música en mi lector, gustosamente la despertaré” {The Gifts ofthe Child Christ 1:23-28; énfasis añadido).
Los puntos de vista de MacDonald son especialmente verdaderos en lo referente al templo. Hablando en forma general, nosotros no “aprendemos” el significado de los grandes y exaltadores símbolos del Evangelio. Más bien “recordamos” su significado, por cuanto fuimos enseñados sobre el poder que está detrás de ellos aún antes de nuestro nacimiento. En la tierra, un velo se nos puso en nuestra mente, pero a menudo se nos recuerda que ese velo es muy delgado en la casa del Señor. La palabra despertar es una buena descripción de cómo el conocimiento es a menudo impartido en el templo. Recuerde, el Espíritu Santo es el maestro en el templo, y se nos ha prometido que podemos recibir la plenitud de Su poder. Jesús enseñó a Sus discípulos en la Última Cena que una de las misiones del Espíritu Santo es que “nos recordará todas las cosas” (Juan 14:26).
El presidente Joseph F. Smith también sugirió este despertar a las verdades a través del poder del Espíritu: “Todas estas verdades salientes, las cuales llegan con tanta fuerza a hacer su morada en la mente y en el corazón, parecen no ser otra cosa que el despertar de las memorias del espíritu. ¿Acaso podemos conocer alguna cosa aquí que no sabíamos ya antes de venir? ¿No son los medios del conocimiento en el primer estado iguales a aquéllos en éste?”. Pero para poder extraer de ese conocimiento, debemos esforzarnos por salir de ‘la prisión’ de la mor-talidad” (Doctrina del Evangelio, énfasis añadido).
La esperanza y la confianza son engendradas en esta verdad. Nuestra tarea de descubrimiento en el templo parece tener más probabilidades de éxito si nos damos cuenta que la enormidad de verdades halladas allí ya están durmiendo en nuestro recuerdo. Debemos entonces pedir al Espíritu que nos ayude a despertarlas.
Quienes asisten al templo con frecuencia y se han familiarizado con la manera de las enseñanzas del Señor han descubierto ya que el significado detrás de un símbolo tiende a venir “todo de una vez”, como una verdad que es despertada o recordada, o no del todo. O, como lo dijese José Smith: “Una persona podrá beneficiarse si percibe la primera impresión del espíritu de la revelación. Por ejemplo, cuando sentís que la inteligencia pura fluye en vosotros, podrá repentinamente despertar en vosotros una corriente de ideas” (“Enseñanzas del Profeta José Smith”, pág. 179; énfasis añadido).
C. S. Lewis, comentando acerca del entendimiento de George MacDonald sobre la escritura simbólica, añadió sus puntos de vista sobre su propia experiencia: “Va más allá de la expresión de cosas que ya hemos sentido. Despierta en nosotros sensaciones que nunca hemos tenido anteriormente, que no hemos anticipado tener, y es como si saliésemos de nuestro modo normal de conciencia y fuésemos poseídos de ‘gozo no prometido en nuestro nacimiento’. Nos llega hasta debajo de nuestra piel, nos golpea más profundamente que nuestros pensamientos o aun que nuestras pasiones, nos crea conflictos con viejas certidumbres hasta que todas las preguntas son reabiertas y, en general, nos lleva a un despertar más completo que lo que experimentaremos en la mayor parte de nuestra vida” (George MacDonald, An Anthology, pág. 16 -17).
No obstante que las descripciones de MacDonald y de Lewis fueron escritas acerca de trabajos literarios, ellos describen la esencia del modo de instrucción del templo. Debemos aprender cómo aprender a la manera del Señor. En Su casa el método es mayormente simbólico, por cuando los símbolos proveen uno de los métodos de aprendizaje más poderosos que pueden abarcarlo todo. Debemos aprender a confiar en el poder inherente de los símbolos, aun cuando podamos sentirnos nosotros mismos como niños al tratar de descifrarlos. Con el tiempo y con paciencia, nuestro espíritu madurará, la plenitud del Espíritu Santo se destilará en nosotros y empezaremos a despertar.
Las verdades del templo son profundamente hermosas, edificantes y gozosas. Nuestro deseo y esfuerzo por descubrirlas deben ser igual en belleza, si es que la plenitud de su fuerza y maravilla va a ser apreciada verdaderamente. Por eso el Señor protege la santidad de Sus verdades más profundas y sagradas, presentándolas solamente a quienes las deseen profundamente y cuya vida, sacrificio y obediencia han desarrollado en ellos plena intimidad con el Espíritu. Mucho es lo que se logra también fuera del templo. Cuanto más refleja nuestra vida obediencia y dedicación a los deseos del Señor, más poderosamente opera el Espíritu en nosotros. Cuando llevamos al templo ese poder acrecentado del Espíritu, entonces podemos esperar ser enseñados las verdades maravillosas y edificantes que bendicen nuestra vida y la de los miembros de nuestra familia.
























