Capítulo 9
Una promesa profética de Isaías
Una hermosa y reconfortante Escritura se encuentra en el capítulo 4 de Isaías y nos habla del poder protector de la casa del Señor.
Hablando sobre los últimos días, el Señor hace la siguiente promesa: “Y creará Jehová sobre toda la morada del monte de Sión, y sobre los lugares de sus convocaciones, nube y oscuridad de día, y de noche resplandor de fuego que eche llamas; porque sobre toda gloria habrá un dosel, y habrá un abrigo para sombra contra el calor del día, para refugio y escondedero contra el turbión y contra el aguacero” (Isaías 4:5-6; énfasis añadido).
“Sobre toda la morada” significa sobre cada hogar, y “los lugares de sus convocaciones” se refiere a cada barrio y a cada estaca. Isaías alude al pilar de fuego que guió y protegió al pueblo de Israel en su peregrinación en el desierto. En esa ocasión, sin embargo, el pilar estaba solamente sobre el tabernáculo, no sobre la tienda de cada familia. Pero en los últimos días, cada “morada” tendrá la protección prometida si somos dignos de recibirla mediante la fidelidad a nuestros convenios. Si tenemos ojos para ver, podemos estar al frente de nuestra casa y saber que, espiritualmente hablando, la gloria del Señor, Su pilar, está sobre ella y la defenderá. Esto es también valedero para nuestros barrios y estacas.
Se nos enseña en las Escrituras que es la voluntad del Señor que “todos los que invoquen [Su] nombre, y [le] adoren…se congreguen y permanezcan en lugares santos” cuando los grandes problemas de los últimos días se empiecen a cumplir (D. y C. 101:22). Esto no significa hallar un lugar santo y permanecer allí. Más bien significa “tomar una posición o defender una posición”.
En una batalla, a menudo un general ordena a sus soldados defender cierta posición a toda costa. “¡Tomaremos aquí una posición!”, él les podría decir. Esto es lo que el Señor nos dice a nosotros: “¡Santos de los Últimos Días, tomen una posición en contra de lo malo en lugares santos! ¡Defiendan esa posición a toda costa!”
Hay tres lugares santos que describe Isaías: el hogar, la estaca, y el templo. En estos lugares podemos derrotar a Satanás. Debemos defender estos lugares santos. En ellos debemos tomar una posición. Podremos triunfar sobre el adversario solamente si protegemos el hogar, la estaca y el templo. Éstos, a su vez, nos darán protección. Aquí tendremos la gloria del Señor para defendernos y ayudarnos. No podemos simplemente permitir que las fuerzas del mundo invadan estos tres lugares sagrados. Si lo permitimos, la batalla, y aun la guerra, se perderá.
UNA SOMBRA CONTRA EL CALOR DEL DÍA
Isaías habla de un abrigo o tabernáculo que podría interpretarse como templo. Nos da tres imágenes para describir lo que el templo hará por los Santos de los Últimos Días. El templo es “una sombra contra el calor del día”. Algunas veces el mundo es como un día caluroso de verano que nos abate. No hay nubes en el cielo ni auxilio a la vista. Buscamos con ansiedad un lugar de sombra para protegernos del calor abrasador del sol. Cuando el calor del mundo llega a ser opresivo, el Señor nos dice: “¡Vengan a la sombra de mi casa! ¡Refresqúense! ¡Renuévense! Ningún calor abrasador les alcanzará aquí. Tomen de mi fuente, naden en mi río, y serán capaces de regresar a los desafíos de la vida, preparados para enfrentarlos”.
UN LUGAR DE REFUGIO
Isaías llama al templo “un lugar de refugio”. Ésta es una imagen de batalla y de guerra. En la vida luchamos cotidianamente contra las fuerzas de Satanás y la tentación. Cuando nos sentimos como que vamos a ser barridos por las fuerzas del adversario, el Señor nos dice: “Venid a mi lugar de refugio; descansad un rato. Los dardos del enemigo no os podrán alcanzar aquí. Participad del banquete de mi mesa. Sed fortalecidos y vigorizados. Dejad vuestros temores a un lado. La batalla no va a rugir dentro de estas paredes. Entonces podréis regresar a la batalla y sacar la espada con confianza y con la seguridad de una victoria final”. No es casualidad que las paredes del templo de Salt Lake estén coronadas de almenas. Ellas sugieren un poder donde las fuerzas del mal no pueden penetrar y donde los rectos pueden buscar la seguridad de murallas inconquistables.
ESCONDEDERO CONTRA LA TORMENTA
Isaías llama al templo un “escondedero contra el turbión y contra el aguacero”. Las tormentas de la vida también nos abaten y amenazan “arrastrarnos al abismo de miseria y angustia sin fin”. Busquemos a nuestro alrededor un lugar de refugio para cuando “el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, …cuando todo su granizo y furiosa tormenta [nos] azoten” y abofeteen nuestra fe. (Helamán 5:12.) En medio del viento y los relámpagos, el Señor nos llama: “Vengan a mi casa para que se protejan de la tormenta. Seqúense del agua de lluvia, siéntense junto al calor de mi fuego eterno. Ningún viento arrebatador les alcanzará aquí. Cuando sean animados y con-fortados por mi casa, la tormenta no va a parecer tan negra y el resplandor del sol parecerá que no está tan lejos”.
“Sombra”, “refugio”, “escondedero”. Cada palabra ofrece imágenes poderosas de esperanza y de inspiración para quienes viven cuando la oscuridad “prevalece” y los enemigos se combinan. No debemos nosotros tratar de abatir el calor, ni pelear la batalla, o encogernos contra la tormenta sin aceptar una invitación gratuita del Padre de que seamos renovados ocasionalmente por la protección cálida, segura y de abrigo que nos ofrecen las paredes del templo.
MOLESTO, AFANADO Y TURBADO
En una ocasión, cuando Jesús fue a Betania, María y Marta prepararon una cena para Él. María se sentó a los pies de Jesús para que le enseñara y dejó a Marta para que “sirviera sola”. Las Escrituras dicen que “Marta se preocupaba con muchos quehaceres”. Acercándose al Señor le dijo que le pidiese a María que le ayudase. Con gentileza Jesús se volvió a Marta y le dijo: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (Lucas 10:38-42; énfasis añadido). Hay momentos para servir y los hay para sentarse con quietud y escuchar. No necesitamos escoger entre la devoción de Marta y el anhelo de María.
Sé que en mi propia vida a menudo me he sentido molesto, afanado y turbado por muchas cosas. Éstas no necesitan ser tormentas, batallas o días de sol enardecedor. No son las cosas negativas ni las tentaciones. Algunas veces, nuestro servicio nos pesa mucho. Marta no estaba haciendo nada malo; ella estaba sirviendo al Señor. Pero a pesar de su servicio, algo adicional era también “necesario”.
Muchas veces debemos admitir, que “necesitamos” sentarnos quietamente y descansar mientras escuchamos las palabras de nuestro Señor y Maestro. Tan extraño como parezca, algunas veces necesitamos parar de servir con el fin de escuchar más. A la larga, eso nos ayudará a servir más eficazmente. En la oración dedicatoria del templo de Kirtland, se nos enseña que en el templo seremos preparados para “recibir cuanto fuere necesario” (D. y C. 109:15; énfasis añadido). Obviamente, “cuanto fuere necesario” también abarca nuestra necesi-dad de sentarnos a descansar y escuchar a los pies de Jesús. Ésta es “la buena parte, la cual no [nos] será quitada”.
A menudo pasamos muchas horas cumpliendo con nuestros diferentes llamamientos en la Iglesia, con las responsabilidades familiares, con los deberes de nuestro trabajo, todos los cuales son importantes. Pero podemos sentirnos molestos, afanados, turbados. Pueden pasar los meses sin que nos hayamos sentado quietamente a los pies del Señor para ser refrescados. En el templo se nos invita a bajar las cargas, a sentarnos a descansar y escuchar porque esto es “necesario”. Desde una perspectiva eterna, esto es más necesario que las reuniones de padres y maestros, que las actividades de servicio de la Sociedad de Socorro, que los campamentos de los Boy Scouts, que los juegos de fútbol, que reparar el automóvil para ir al trabajo o que las reuniones de liderazgo del sacerdocio. Es algo necesario a fin de no dejar de tomar una posición contra el destructor.
























