Conferencia General Abril de 1963
Ustedes Han Oído Mi Voz

por el Élder S. Dilworth Young
Del Primer Consejo de los Setenta
Hace aproximadamente un año, estaba leyendo en Doctrina y Convenios y me encontré con un versículo de una de las secciones. Supongo que todos han tenido una experiencia similar a la que yo tuve al leer. Creo que el Profeta tuvo una experiencia así el día que leyó, “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios” (véase Santiago 1:5), pues ese pasaje saltó a su vista; y así también este versículo saltó a la mía. Durante un año más o menos lo he estado leyendo de vez en cuando, contemplándolo. Ahora me gustaría leérselo a ustedes, pero primero quisiera darle su contexto.
Allá en 1829, el Señor, a través del Profeta José Smith, dijo que serían designados doce discípulos, que, por supuesto, conocemos como apóstoles, y designó a dos de los tres testigos para escogerlos. Y luego hizo algo que para mí es extraordinario. Comenzó a instruir a los Doce antes de que fueran escogidos, y después de haberlos instruido, les dio este versículo. En 1835, como saben, se eligió a los Doce, y en una ocasión se les llamó y se les dieron instrucciones. Oliver Cowdery fue el portavoz; y después de haberles dado unas instrucciones muy poderosas y conmovedoras, estaba tan conmovido que tuvo que detenerse dos o tres veces para llorar. Finalmente leyó la revelación a la que me refiero y este versículo.
Brigham Young quedó tan impresionado por él que lo copió en su diario con su escritura laboriosa. A mí también me impresiona. Estas son las palabras:
“Estas palabras no son de hombres ni de hombre, sino de mí; por lo tanto, testificarán que son de mí y no de hombre;
“Porque es mi voz la que os habla; (ahora, esto ocurre seis años después de que lo escucharon) porque os son dadas por mi Espíritu, y por mi poder podéis leérselas unos a otros; y si no fuera por mi poder, no las tendríais.” Y este es el versículo: “Por lo tanto, podéis testificar que habéis oído mi voz y conocéis mis palabras.” (D. y C. 18:34-36)
Lo que me impresiona de esto es, y nunca lo había pensado antes, que cuando leo un versículo en Doctrina y Convenios estoy oyendo la voz del Señor además de leer sus palabras, si escucho con el Espíritu.
Ahora, he oído decir muchas veces que los hombres han pedido al Señor un testimonio especial y a menudo no lo han recibido. Parecen querer oír la voz del Señor. Confieso que muchas veces he querido oír la voz del Señor, sin saber que todos estos años la he estado oyendo con oídos sordos. Esto me despertó.
Puedo testificar que, al leer, oigo la voz del Señor. También testifico que cuando oyen al Profeta, aquí sentado en el estrado, hablar con la voz de profecía y con el espíritu de inspiración que lo posee, ustedes también oyen, a través de él, la voz del Señor. En el nombre de Jesucristo. Amén.
























