Sé que mi redentor vive

Conferencia General Octubre 1971

Sé que mi redentor vive

Joseph Fielding Smith

Por el presidente Joseph Fielding Smith


Mis queridos hermanos y hermanas, os doy la bienvenida a otra conferencia general de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, y me regocijo por el privilegio que tengo de ponerme de pie ante vosotros y dar testimonio de la verdad y divinidad de esta gran obra de los postreros días.

Nosotros, los Santos de los Ultimos Días, somos un pueblo bendecido y favorecido.  Es nuestro el privilegio de llegar a ser «un reino de sacerdotes, y gente santa» (Exodo 19:6).  El Señor nos ha elegido, como eligió a nuestros padres en la antigüedad «para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra» (Deuteronomio 7:6).

Nuestra posición es una de fuerza, porque se funda sobre la verdad eterna.  No hay necesidad de temer los dardos encendidos del enemigo, ni acongojarnos por las condiciones del mundo, en tanto que andemos de acuerdo con la luz que un Padre bondadoso ha derramado sobre nosotros tan abundantemente en esta dispensación final del evangelio.

En su infinita sabiduría, y para cumplir las promesas y convenios que concertó con los profetas de la antigüedad, el Señor ha restaurado en estos postreros días la plenitud de su evangelio eterno.  Este evangelio es el plan de salvación; se ordenó y estableció en los concilios de la eternidad antes de ser puestos los fundamentos de esta tierra, y se ha revelado de nuevo en nuestra época para la salvación y bendición de todos los hijos de nuestro Padre en todas partes.

De acuerdo con este gran y eterno plan, la salvación está en Cristo.  Viene por motivo de la expiación infinita y eterna que El llevó a efecto derramando su sangre.  Es el Hijo de Dios, y vino al mundo para rescatar a los hombres de la muerte temporal y espiritual que sobrevino a causa de lo que llamamos la Caída.

Por medio de su bondad y su gracia todo hombre se levantará del sepulcro, para ser juzgado de acuerdo con los hechos cometidos en la carne.  Entonces los que hayan creído y obedecido sus leyes recibirán una herencia de vida eterna en el reino de nuestro Padre Celestial.  Esta gloriosa bendición está a nuestro alcance por motivo de su sacrificio expiatorio, y se concede a aquellos que lo aman y le sirven con todas sus fuerzas.

Yo testifico que estas leyes que los hombres deben obedecer para lograr la salvación, y que constituyen el evangelio de Jesucristo, han sido reveladas en esta época a profetas y apóstoles, y que en la actualidad son administradas por su Iglesia que El de nuevo ha establecido sobre la tierra.

Pero estas grandes y eternas verdades, a las cuales los hombres deben sujetarse si es que quieren ser salvos, no se han revelado para nuestro beneficio solamente.  Son para todos los hombres de toda nación y tribu y lengua y pueblo.

Casi seiscientos años antes de Cristo, es decir, antes de su venida, el gran profeta Nefi dijo a su pueblo: «Hay un Dios y un Pastor sobre toda la tierra.  Y viene el tiempo en que él se manifestará a todas las naciones» (1 Nefi 13:41,42).

El alba de ese día prometido ahora está rompiendo.  Esta es la época señalada para la predicación del evangelio en todo el mundo y para la edificación del reino del Señor en toda nación.  Hay personas buenas y rectas en todos los países que quieren aceptar la verdad; que quieren ingresar a la Iglesia y quienes llegarán a ser la luz para guiar; a su propio pueblo.

En la conferencia reciente que efectuamos en Manchester, Inglaterra, vimos muchos ejemplos de la fuerza y la habilidad para dirigir que hay entre el pueblo británico.  La Iglesia ha llegado a su edad madura en la Gran Bretaña, y los miembros están preparados y capacitados para administrar el evangelio a los de su propia nación.

Y así como con ellos, tal sucederá en otras naciones.  El evangelio es para todo pueblo, y el Señor espera que aquellos que lo recibirán obedezcan sus verdades y las ofrezcan a los de su propia nación y lengua.

De modo que, con el espíritu de amor y hermandad, ahora invitamos a todos los hombres en todas partes a que presten atención a las palabras de vida eterna reveladas en esta época por conducto del profeta José Smith y sus coadjutores.

Extendemos esta invitación a los demás hijos (le nuestro Padre Celestial: «Venid a Cristo, y perfeccionaos en El, y absteneos de toda impureza» (Moroni 10:32).

Los invitamos a que crean en Cristo y en su evangelio, a que vengan a su Iglesia y sean uno con sus santos.

Hemos gustado de los frutos del evangelio y sabemos que son buenos, y deseamos que todos los hombres, reciban las mismas bendiciones y el mismo espíritu que ha sido derramado tan abundantemente sobre nosotros.

Nuestra responsabilidad en la Iglesia es adorar al Señor en espíritu y en verdad, Y esto es lo que estamos procurando hacer con todo el corazón, fuerza y mente.  Jesús dijo «Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás (Mateo 4:10).

Creemos que la adoración es mucho más que orar, predicar y efectuar las ordenarlas del evangelio. El arte supremo de la adoración es guardar los mandamientos, seguir los pasos del Hijo de Dios, hacer en todo momento las cosas que le agradan.  Una cosa es servir de boca al Señor; otra, completamente diferente, es respetar y honrar su voluntad siguiendo el ejemplo que El nos ha dado.

Nuestro Salvador, Jesucristo, es el gran modelo.  Nuestra misión consiste en disponer nuestra vida según su ejemplo y hacer las cosas que El quiere que hagamos.  «¿Qué clase de hombres debéis de ser?», preguntó El a sus discípulos nefitas; y entonces respondió «En verdad os digo, debéis de ser así como yo soy» (3 Nefi 27:27).

Me regocijo por el privilegio de seguir sus pasos.  Estoy agradecido por las palabras de vida eterna que he recibido en este mundo, y por la esperanza de vida eterna que tengo en el mundo venidero, si me conservo fiel y constante hasta el fin.

Toda mi vida he estudiado y meditado los principios del evangelio, y he procurado obedecer las leyes del Señor.  Como consecuencia ha llegado a mi corazón un gran amor por El y por su obra y por todos aquellos que procuran adelantar sus propósitos en la tierra.

Yo sé que El vive; que reina arriba en los cielos y abajo en la tierra, y que sus propósitos prevalecerán.  Es nuestro Señor y nuestro Dios; y como El mismo le dijo a José Smith:

«El Señor es Dios, y aparte de él no hay Salvador.  Grande es su juicio, maravillosas son sus vías y el fin de sus obras nadie lo puede saber» (D. y C. 76:1, 2).

Me inclino a decir como Job en la antigüedad; cuyo conocimiento provino de la misma fuente de la que ha venido el mío: «Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo», y que «en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán» (Job 19:25-27).

Y al unir mi testimonio al de Job, también quisiera unirme a él con agradecimiento en su exclamación nacida de la angustia y pesar de su alma: «Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito» (Job 1-21).

Ruego que todos seamos guiados por el poder del Espíritu Santo, para que andemos rectamente ante el Señor y podamos heredar la vida eterna en las mansiones y reinos que están preparados para los obedientes.  Esta es mi oración en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.  Amén.

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1 Response to Sé que mi redentor vive

  1. Avatar de José Carlos Matías Cruz José Carlos Matías Cruz dice:

    Agradezco por la vicion que cada líder tiene este es el año que yo nací y 18 años después conosi la iglesia del Señor he visto milagros y recibido bendiciones Dios nos bendiga hnos

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