C. G. Octubre 1970
¿Dónde entonces está la esperanza?
por el élder Howard W. Hunter
del Consejo de los Doce
Vivimos un período en la historia de la humanidad muy interesante. El paso lento del progreso del hombre desde el principio, gradualmente comenzó a acelerar y a ganar velocidad. Hoy vemos al progreso moviéndose con tal impulso, que muchas veces nos asustamos pensando en el futuro. El hombre siente orgullo de los rápidos avances de la ciencia, que ha creado muchas comodidades para su vida diaria. Su salud ha mejorado con el progreso de la medicina y su promedio de vida ha aumentado. Reformas generales en muchas áreas de la sociedad han mejorado su bienestar. Los negocios y la industria están yendo hacia delante a un ritmo nunca antes conocido y esta generación tiene el más alto nivel de vida nunca antes gozado por el hombre. Nosotros estamos orgullosos de vivir en un mundo moderno de grandes logros.
¿Será bueno para el hombre todo este progreso en los años venideros?
¿Será benéfico en todos los aspectos para nuestros hijos y nuestros nietos?
Nosotros estaremos de acuerdo en que, sin duda, hay muchas cosas que nos preocupan. ¿Qué hay del futuro de la familia y de la vida hogareña, la que en pasadas generaciones ha sido la gran fuerza estabilizadora de la sociedad? ¿Qué hay de la solidaridad de la comunidad y de la vida nacional? ¿Y qué hay del futuro de nuestra economía como consecuencia de la inflación y de la deuda creciente? En fin, ¿qué hay del moderno curso de deterioro de la moralidad y de sus efectos sobre los individuos, las familias, las naciones y el mundo entero? Estamos forzados a admitir que lo que llamamos progreso, trae consigo muchas consecuencias que causan seria preocupación.
Estamos, entrando, o yendo a través de un período de la historia en el cual el pensamiento moderno, así llamado, está tomando precedencia en la mente de muchas personas, quienes se clasifican a sí mismas como abogados de una generación moderna. Los más extremistas se inclinan por el libre pensamiento y la libre acción, sin asumir la responsabilidad que un hombre tiene ante los demás hombres. ¿A dónde seremos elevados si seguimos a los partidarios de la libertad en el uso de drogas y en la «libertad» moral? ¿Cuál será el resultado del amor libre universal, de vivir con, o tener intimidades físicas con alguien del sexo opuesto sin estar casado, practicar el aborto a voluntad, la homosexualidad o la pornografía legalizada?
¿Qué hay de los valores espirituales y los ideales religiosos de las pasadas generaciones, que han sido la gran fuerza estabilizadora de la sociedad? Los pensamientos modernos afirman que esas fueron las influencias que disuadieron al hombre respecto a las libertades que ahora buscan, hay un gran esfuerzo de parte de los llamados modernistas para cambiar las creencias religiosas y las enseñanzas del pasado, para conformarlas al pensamiento moderno y a la investigación crítica. Ellos restan importancia a las enseñanzas de la Biblia mediante modernos métodos críticos, y niegan que las Escrituras son inspiradas. Los modernistas enseñan que Cristo no es el Hijo de Dios, niegan la doctrina del sacrificio expiatorio por el cual todos los hombres pueden salvarse; niegan la realidad de la resurrección del Salvador del mundo y lo relegan a la condición de un simple maestro de ética. ¿Dónde, entonces, está la esperanza? ¿Qué ha sido de la fe?
El Antiguo Testamento relata la historia de la creación de la tierra y del hombre por Dios. ¿Podríamos ahora olvidar este relato, y modernizar la historia de la creación de acuerdo con las teorías de los modernistas? ¿Podríamos decir que no hubo un Jardín de Edén, ni un Adán ni una Eva? Y porque los modernistas declaran ahora que la historia del Diluvio es irrazonable, e imposible, ¿dejaremos de creer la historia de Noé y el Diluvio tal como se relata en el Antiguo Testamento?
Examinemos lo que dijo el Maestro, cuando los discípulos vinieron a El en el Monte de los Olivos. Ellos le pidieron que les hablara acerca del tiempo de su venida y del fin del mundo. Jesús contesto: «Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre, porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre» (Mateo 24:36-39). En esta declaración, el Maestro confirmó la historia del diluvio sin modernizaría. ¿Podemos aceptar algunas de las declaraciones del Señor como verdaderas y al mismo tiempo rechazar otras por suponer que son falsas?
Cuando Marta oyó que Jesús venia, salió a su encuentro y discutió con El el asunto de la muerte de su hermano y la resurrección. Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá» (Juan 11:25). Ambas declaraciones, la que se refiere a Noé y al Diluvio, y la otra en que El se declara como la resurrección y la vida, fueron hechas por el Señor mismo. ¿Cómo podemos creer en una de ellas y en la otra no? ¿Cómo podríamos modernizar la historia del diluvio o referirnos a ella como un mito y aferrarnos todavía a la veracidad de la otra? ¿Cómo podemos modernizar la Biblia y tenerla como una luz que nos guía y una influencia vital para nuestras creencias? Ahí están quienes declaran que es anticuado creer en la Biblia. ¿Es anticuado creer en Dios, en Jesucristo, en el Hijo del Dios viviente?
¿Es anticuado creer en su sacrificio expiatorio y en la resurrección? Si es así, yo me declaro anticuado y la Iglesia es anticuada.
Con gran simplicidad, el Maestro enseñó los principios de vida eterna y lecciones que traen felicidad a aquellos con suficiente fe para creer.
No parece razonable modernizar esas enseñanzas del Maestro. Su mensaje se refiere a principios eternos. Siguiendo esos principios, millones de personas han encontrado ricas experiencias religiosas en su vida. La gente del mundo actual busca un propósito significativo en la vida, y miles de personas están buscando una experiencia religiosa significativa también. ¿Tal experiencia puede encontrarse mediante la sola meditación, o en una reunión para recibir comunicaciones espirituales? ¿Puede una experiencia significativa encontrarse en las drogas, o en relaciones sexuales colectivas?
‘Tal intento es como entrar por la puerta posterior, o por la puerta lateral o saltando la barda, no por el camino correcto indicado por el Señor.
Cuando el Señor habló a los fariseos en la Fiesta de los Tabernáculos, empleó estas palabras: «De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador.
«Volvió, pues Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas» (Juan 10:1,7).
Una experiencia religiosa significativa no puede venir de otra manera que no sea a través de esa puerta, a través del Señor Jesucristo.
Siempre estaban también aquellos que pedían señales para poder creer. Durante su ministerio, al Maestro en muchas ocasiones le fue pedida una señal.
«Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal del cielo.
«Más él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles.
«Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!
«La generación mala y adúltera demanda señal…» (Mateo 16:1-4).
Quizá así como fue con ellos, sucede con muchos hoy, la verdad no es reconocida como verdad, a menos que venga acompañada de lo sensacional. ¿Qué se hubiera conseguido si el Señor hubiera llamado truenos y relámpagos o hubiera arrancado una estrella del cielo, o dividido las aguas para satisfacer la curiosidad de los hombres? Ellos probablemente hubieran dicho que era obra del demonio, o que sus ojos los habían engañado.
La señales son evidentes para los fieles. Las personas enfermas son sanadas; las oraciones son contestadas, se producen cambios en la vida de aquellos que creen, aceptan y viven los mandamientos. Nosotros probamos a Cristo viviendo los principios de su evangelio. El hizo grandes promesas de bendiciones a aquellos que viven sus mandamientos: «Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo; mas cuando no hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis» (D. y C. 82:10). Muchos de los mandamientos son restrictivos, pero la razón dicta que es para el bien del hombre. Además de los mandamientos restrictivos, están las amonestaciones positivas. Los dos grandes imperativos son amar a Dios y amar a nuestro prójimo.
«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas» (Mateo 22:37-40).
¿Qué leyes más grandes podrían haberse dado para traer paz, prosperidad y progreso al hombre, si él vive fielmente los mandamientos de amar?
En estos tiempos de frecuentes cambios, podemos mantener un equilibrio si preservamos nuestra creencia en Dios y nuestro amor por él, pero nosotros no podemos amar a Dios a menos que amemos también a sus hijos. Ellos son nuestros hermanos, y el amor verdadero no sabe de clase, color, raza, cultura o credo.
Los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, abren sus brazos a sus hermanos, dondequiera que estén. La Iglesia restaurada de Cristo asume su cargo y responsabilidad de llevar el evangelio a sus hermanos de todo el mundo y se empeña en ayudar a aquellos que reciben el evangelio a vivir las enseñanzas del Maestro.
En este mundo de confusión, precipitación y progreso temporal, necesitamos volver a la simplicidad de Cristo. Necesitamos amar, honrar y reverenciar a Cristo. Para adquirir espiritualidad y tener su influencia en nuestra vida, no debemos ser confundidos ni mal dirigidos por las enseñanzas torcidas de los modernistas. Necesitamos estudiar los simples fundamentos de las verdades enseñadas por el Maestro y eliminar toda controversia. Nuestra fe en Dios necesita ser real y no especulativa. El evangelio restaurado de Jesucristo puede convertirse en una influencia dinámica y motora, y la verdadera aceptación de él nos da una experiencia religiosa muy significativa. Una de las más grandes fuerzas de la religión mormona, es esta traducción de nuestras creencias en el pensamiento diario y la conducta. Esto reemplaza al tumulto y a la confusión con paz y tranquilidad.
La Iglesia se sostiene firmemente contra la negligencia o los cambios en la moralidad, y se opone decididamente a la llamada nueva moralidad.
Los valores espirituales no pueden hacerse a un lado, no obstante que los modernistas quieran destruirlos. Nosotros podemos ser modernos sin darle entrada a la influencia de los modernistas. Si es anticuado creer en la Biblia, deberíamos dar gracias a Dios por el privilegio de ser anticuados.
Permitidme concluir con mi convicción y testimonio personales. Yo sé que Dios vive, y que es el mismo Dios descrito en el Antiguo y en el Nuevo Testamento.
Yo sé que Jesucristo es su Hijo. El dio su vida en el gran sacrificio expiatorio con el que vino a ser mi Salvador, vuestro Salvador y el Salvador de toda la humanidad. También sé que hay un profeta de Dios en la tierra que comunica la voluntad del Señor a sus hijos, de la misma manera en que los profetas han hablado a los hijos de Dios en todas las edades del pasado. Que el Señor nos dé la capacidad de entender sus enseñanzas y la fuerza para seguirlas con convicción y firmeza, lo pido en el nombre de Jesucristo. Amén.
























