C. G. Abril 1975
Cómo alcanzar el éxito mediante el autodominio
Por el presidente Marion G. Romney
Segundo Consejero en la Primera Presidencia
Mis amados hermanos, siempre es un gran privilegio, una bendición y una inspiración para mí contemplar a los poseedores del sacerdocio reunidos en este Tabernáculo, así como pensar en los cientos de miles que nos escuchan en diferentes partes del mundo. ¡Cuán glorioso es pertenecer a la Iglesia de Jesucristo y poseer el Sacerdocio de Dios con la autoridad para actuar en su nombre! Pensar en los miles de poseedores del sacerdocio de todo el mundo nos infunde gran aliento, a la vez que nuestra alma rebosa de alabanzas al Señor.
Cuando asistimos a las conferencias de área en Sudamérica dimos gracias al Señor al ver en Buenos Aires más de mil trescientos hermanos en la reunión de directores del Sacerdocio de Melquisedec, representantes de Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile. En las sesiones de las conferencias generales hubo una asistencia de más de cinco mil quinientas personas en Brasil y más de diez mil en Argentina.
Es evidente que la obra del Señor está avanzando y que su reino se está edificando en todo el mundo. Los miembros de la Iglesia sudamericanos se mostraron vivamente emocionados, a la vez que sumamente agradecidos y entusiastas, cuando el Presidente anunció que se erigiría un templo en Sao Paulo, Brasil; tanto los hermanos de Brasil como de Argentina empeñaron su palabra de que brindarán todo su apoyo para este fin.
También, ver el cambio que se verifica en la vida de las personas que aceptan el evangelio y viven de acuerdo con sus enseñanzas, así como escuchar sus testimonios, constituye un poderoso incentivo para nosotros a la par que un testimonio concreto de la veracidad del evangelio. Quisiera relataros una pequeña experiencia que tuve en Caracas, Venezuela. En este lugar asistimos una noche a una reunión en la que había miembros de la iglesia e investigadores, con asistencia aproximada de quinientas personas. Cuando me correspondió hablar, pedí que se pusieran de pie aquellos que se habían bautizado en 1974 y 1975, luego, solicité lo mismo a los que se habían bautizado en 1973 y 1972, y en seguida, a los que lo habían hecho en 1971 y 1970.
Después de esto, pedí que se pusieran de pie a los que habían estado en la Iglesia durante más de cinco años; sólo tres se pararon, y eran visitantes. Esto os dará una idea de cómo va adelantando la obra del Señor en esa región.
En esta ocasión, hermanos, quisiera hacer hincapié en el gran privilegio que es poseer el sacerdocio; quisiera poder lograr que todos os dieseis cuenta de esto y que este entendimiento nos sirviera a todos para que tomáramos la determinación de honrar el sacerdocio y magnificar nuestros llamamientos, a fin de ser una luz ante el mundo y ayudar a edificar el reino de Dios, preparándonos al mismo tiempo para la inmortalidad y la vida eterna. Ninguna meta que nos estableciéramos podría ser más elevada, como ningún progreso que lográramos podría ser más grande; ni podríamos llegar a experimentar un gozo y una satisfacción más grande que los que sentiríamos al tomar la firme resolución de aceptar a Jesucristo como el Salvador del mundo y vivir sus enseñanzas.
No me cabe duda de que todos los que me escuchan desean más que nada prepararse para la vida eterna y la exaltación, como asimismo llegar a experimentar la certeza de que el Señor está complacido con sus acciones. No obstante, hay muchos que no siempre tienen esto presente, y algunos que no están preparados para desarrollar los esfuerzos necesarios a fin de ser dignos de estas bendiciones. Teniendo esto en cuenta, me gustaría deciros algo en cuanto al autodominio, lo cual es sumamente importante que consideremos si hemos de alcanzar las metas que nos establezcamos y disfrutar de las bendiciones que tanto deseamos.
A continuación, me gustaría citaros unas palabras de Platón y en seguida, otras de Leonardo de Vinci.
Platón dijo: «La victoria más grande que puede conseguirse es la conquista del propio yo; ser conquistado por el yo, es la más vergonzosa y vil de todas las cosas.»
Leonardo de Vinci dijo: «Nunca podréis ejercer un mayor o un menor dominio que el que ejerzáis sobre vosotros mismos. El grado del éxito de un hombre lo determina el dominio que tenga sobre sí mismo mientras que la profundidad de su fracaso lo determinará la forma en que se abandone. . . Esta ley es la expresión de la justicia eterna. Aquel que no pueda ejercer dominio sobre sí mismo, nunca podrá ejercerlo sobre los demás.» Apoyándonos en esto, y dicho en otras palabras, el varón que no pueda ejercer el autodominio, no podrá ser un padre ni un líder digno.
Salomón, en su gran sabiduría, dijo lo siguiente: «Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad» (Proverbios 16:32).
En el autodominio cuentan dos puntos importantes: Primero, la firme determinación de seguir el camino recto para alcanzar la meta, lo cual sería como izar el velamen de una embarcación para hacerse a la mar; y segundo, la obtención de la fuerza de voluntad necesaria para alcanzar tales metas, que vendría a ser como el viento que impulsa las velas hacia adelante. Como dije anteriormente, la personalidad se determina según el grado hasta el cual podemos dominarnos en nuestro camino hacia los buenos propósitos. Es difícil definir con precisión qué cualidades forman una personalidad íntegra; sin embargo, cuando tenemos una ante nosotros, la reconocemos y siempre causa nuestra admiración, mientras que su ausencia nos produce lástima. El factor determinante en todo esto es la fuerza de voluntad.
William Lloyd Garrison, absolutista estadounidense, manifestó su firme decisión cuando en una situación que tuvo que afrontar, dijo: «Estoy resuelto a perseverar; no utilizaré términos ambiguos; no procuraré justificación; no retrocederé ni una pulgada; ¡y se oirá mi voz!» (William Lloyd Garrison, discurso de bienvenida de the Liberator, lo. de enero de 183l).
Esto debe aplicarse a todos los que estamos entregados a la causa de la justicia y la verdad.
Cristo nos dio una respuesta más exacta y clara en cuanto a la forma de alcanzar el éxito, cuando dijo:
«Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.» (Mateo 7:13-14.)
Cuando se considera esto, salta a la vista que aquellos que tienen éxito en la vida y disfrutan el desarrollo de sus capacidades así como de la satisfacción de lo que han logrado, son los que se mantienen en el camino recto y angosto que los lleva a la consecución de sus metas, y se dan cuenta de que la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos y que los desvíos son muy peligroso. Esto requiere tanto autodominio como autodisciplina.
Por otra parte, aquellos que no tienen siempre presente sus metas y no se autodisciplinan, se encontrarán por desviaciones y senderos que conducen al fracaso y a la destrucción.
Hay quienes se quejan de que seguir el camino recto y angosto exige limitaciones y restricciones, a la vez que tienen que superar malos hábitos y prescindir de ciertas cosas que para ellos son tentadoras. Sin embargo, debemos recordar que si establecemos nuestras metas y somos capaces de concentrarnos en alcanzarlas siguiendo el camino recto, lograremos conseguir la victoria.
Angosto es una significativa palabra. Muchas veces la gente nos acusa de estrechez de criterio porque seguimos el camino recto y angosto, lo que ciertamente requiere autodominio y la renunciación a muchas cosas. Debemos darnos cuenta de lo que esto significa y estar preparados para aceptar el hecho de que en ciertos aspectos nos limita y nos restringe; pero aclaremos que esto no pone trabas ni levanta barreras a la humanidad, pues por el contrario, es el camino hacia la emancipación, la independencia y la libertad.
Recordad lo siguiente:
Las alturas a que los grandes hombres llegan
(y en las cuales se mantienen) no se
alcanzan repentinamente; pues ellos,
mientras los demás dormían,
por subir trabajan afanosamente.
Henry Wadsworth Longfellow,
«The Ladder of St. Augustine» (Traducción libre).
Recordad además que la naturaleza nunca paga lo que no se ganó y que jamás deja de pagar lo que se ha ganado. Si deseáis lograr éxito económicamente, si queréis ser felices, saludables, moralmente limpios, si deseáis hallar paz y tranquilidad espiritual, tenéis sólo un camino seguro, y éste es el recto y angosto, vale decir, el del honor, la industria, la moderación, la sencillez y la virtud.
Vosotros jóvenes, si queréis tener éxito y sobresalir en cualquier campo o empeño, es importante que toméis la determinación de ser excelentes muchachos mientras todavía sois jóvenes, sin esperar a que seáis hombres para ser excelentes hombres; y entonces, tened el valor, la fortaleza y la determinación de disciplinaras a vosotros mismos y de poner en práctica el autodominio.
Tengo un nieto que es excelente deportista, habiéndose convertido en campeón ya a los dieciséis años. Ha logrado todo esto corriendo kilómetros todas las mañanas y manteniéndose en buena aptitud física. Sin descuidar sus estudios ha practicado sus deportes sin cesar, habiendo observado estrictamente la Palabra de Sabiduría y seguido al pie de la letra los principios relativos a la salud, por lo cual lo admiro y lo respeto.
Vosotros, los poseedores del sacerdocio de todo el mundo, debéis apreciar el gran privilegio que tenéis de poseer el sacerdocio y al mismo tiempo, entender que cuando lo aceptasteis hicisteis un convenio con el Señor de que honrarías ese sacerdocio y viviríais dignos de él.
Es sumamente importante que os mantengáis limpios y puros y que no participéis en ninguna práctica vulgar, ni impura, ni profana. Cuando vayáis a la Escuela Dominical y la reunión sacramental y se os permita administrar la Santa Cena en memoria del supremo sacrificio que hizo el Salvador por nosotros, estad seguros de ser dignos, que vuestras manos estén limpias y que vuestro corazón sea puro, que no hayáis hecho durante la semana nada que os haga indignos.
Al asistir hace unos días a una reunión sacramental, me sentí muy complacido al notar que los hermanos que bendijeron y repartieron la Santa Cena usaban camisa blanca y corbata y se veían bien arreglados y limpios; además, fueron reverentes durante toda la reunión. Por mi parte, felicité a los jóvenes y también a su obispo expresándoles mi certeza de que el Señor estaba complacido con la manera en que se había administrado el sacramento.
Me pregunto cómo podría el Señor sentirse complacido cuando no mostramos respeto ni reverencia; tampoco puede sentirse complacido cuando los jóvenes que poseen el sacerdocio hacen y dicen cosas que saben no son correcta s.
Hace varios años, el mayor de mis nietos que había sido diácono durante un año, se acercó a decirme que desde que lo habían ordenado diácono había asistido siempre a la reunión sacramental, la Escuela Dominical y la reunión del sacerdocio obteniendo un cien por ciento de asistencia. Felicitándolo por ello, le dije que si continuaba con ese porcentaje de asistencia a la Iglesia, yo le pagaría su misión cuando cumpliera la edad suficiente. El, sonriendo, me dijo que lo lograría.
Yo pensé que me hallaba totalmente a salvo del compromiso, pero él se dio a la tarea de salir adelante con su cien por ciento de asistencia a la Iglesia. Recuerdo cómo en dos ocasiones supo Poner en práctica la autodisciplina: en una oportunidad, su tío lo invitó a una viaje que iban a hacer él y sus hijos que incluía el domingo lejos de la casa. Mi nieto les preguntó si en el lugar adonde irían podría asistir a la Iglesia; como le dijeron que allí no sería posible, él contestó que en tal caso no podría ir porque estaba empeñado en lograr su cien por ciento de asistencia; y sacrificó así un lindo paseo al mar y a una isla. En la otra ocasión, se fracturó una pierna cerca de un fin de semana y lo primero que le preguntó al médico que lo atendió fue si iba a poder asistir a la Iglesia el domingo siguiente. Como podéis figuramos, fue a las reuniones con muletas.
Cuando cumplió 19 años, me dijo: «Abuelo, mi asistencia a la Iglesia ha sido en un cien por ciento desde que hicimos el trato.» Naturalmente, le pagué la misión y con mucho gusto. Aquel logro ha ejercido una gran influencia en su vida, pues ahora no es tan difícil para él hacer aquellas cosas que debe hacer y que le acarrearán el éxito.
Cuán importante es que todo poseedor del sacerdocio observe estrictamente la Palabra de Sabiduría, que jamás se contamine con tabaco, ni té, café, bebidas alcohólicas ni drogas; que guarde el día de reposo; que sea decoroso, honorable y recto en sus tratos con los demás; que se autodiscipline en todos los aspectos de su vida a fin de asegurarse de que es digno y aceptable delante del Señor.
Satanás trabaja continuamente y en su modo astuto nos tienta a hacer cosas que no son correctas ni debidas, valiéndose de los apetitos y las pasiones humanas así como de nuestros amigos. Muchas veces, no sólo nuestros jóvenes, sino hermanos que ocupan elevados cargos sucumben a la tentación. Siempre debemos estar en guardia en contra de la maldad, sin ceder nunca en nada y sin olvidar quiénes somos y qué es lo que estamos tratando de alcanzar.
Hace poco, tuve una experiencia muy triste al hablar con un misionero que había sido culpable de inmoralidad antes de ser llamado al campo misional. No le había dicho esto a su obispo ni al presidente de su estaca; de hecho, había mentido sobre ello y había ido a la misión culpable de transgresión y de mentira. No le fue posible obtener el Espíritu del Señor, y finalmente confesó su falta a su presidente de misión. Estaba profundamente arrepentido y le rogaba al Señor que lo perdonase.
Cuando hablé con él, me dijo: «Estoy preparado para que se me excomulgue de la Iglesia o se me aplique cualquier otra sanción. Todo lo que deseo es volver a estar en armonía con el Señor y que El me perdone.»
No podemos permitirnos titubear en ninguna forma. Hemos de tener siempre presente que intentamos prepararnos para cumplir misiones, llegar al matrimonio en el templo, ser activos en la Iglesia y ejemplos de lo bueno a fin de que podamos influir en otras personas por la forma en que vivimos.
Muchas personas dicen: «Un cigarrillo, una taza de café, o de té o una bocanada de marihuana no le hace mal a nadie; tampoco una bebida alcohólica perjudicará el organismo humano.»
Quiero aseguramos que si nunca dais el primer paso en estas cosas que acabo de mencionar, jamás daréis el segundo ni os convertiréis nunca en alcohólico ni drogadicto.
El Señor mantiene su interés constante en todos los muchachos, dondequiera que se hallen y sea lo que fuera que estén haciendo. Todos hemos sido preordinados para algún oficio, algún llamamiento, algún cargo, alguna responsabilidad.
Cuando el presidente Kimball era muchacho, no tenía idea de que alguna vez llegaría a ser apóstol; ha dicho que cuando fue llamado como apóstol derramó lágrimas y oró constantemente rogando que pudiese ser digno de tal llamamiento. Menciono esta experiencia del Presidente simplemente porque no conozco otro ejemplo mejor de un joven que se haya preparado tan eficazmente ejerciendo el autodominio, para la posición que el Señor tenía para él. Ahora, él, como profeta de Dios, os ha pedido a todos vosotros, los varones jóvenes de la Iglesia, que estudiéis y os preparéis para cumplir misiones, guardándoos limpios, puros y dignos, y ahorrando dinero para vuestra misión.
Deseo deciros, jóvenes, que si hacéis lo que el Presidente de la Iglesia os pide, seréis personas felices y tendréis más éxito en lo que emprendáis, al mismo tiempo que actuaréis con mayor eficacia y estaréis listos para cualquier llamamiento que podáis recibir del Señor mediante aquellos que tienen autoridad para actuar en su nombre.
Cuando estuve en la conferencia de área en Buenos Aires, conocí a un joven que es director de la Compañía Gillette Razor en toda Sudamérica. Siendo niño, tomó la resolución de vivir de la manera que el Señor quería que lo ‘hiciera, de magnificar cualquier oficio que tuviera en el sacerdocio. De Argentina fue a estudiar a la Universidad Brigham Young, en Provo, Utah, donde llegó a ser presidente del estudiantado; después comenzó a trabajar para la Compañía Gillette en los Estados Unidos, habiendo sido asignado recientemente como director en toda Sudamérica. Este hermano sirvió de intérprete al presidente Kimball en todos los discursos que pronunció en la conferencia de área.
Me dijo que había sido un gran honor para él haber podido traducir para un profeta; me habló además de lo que el evangelio significaba en su vida y cómo esto lo había preparado para el trabajo que ahora realizaba.
El Señor siempre anda en busca de hombres en los cuales pueda depositar toda su confianza, que puedan representarlo en el campo misional, varones que puedan ser dignos de confianza en todo aspecto y que estén preparados para ayudar a edificar su reino. El dijo: » …ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre» (Moisés 1:39). El Señor nos pregunta a nosotros, los poseedores del sacerdocio, si acudiremos a su llamado y le ayudaremos a esparcir el evangelio, viviendo de tal manera que seamos dignos de gozar de inmortalidad y vida eterna, y ayudando a otros a llegar a disfrutar de estas mismas bendiciones.
Quiero expresar mi testimonio, tanto ante vosotros como ante el mundo, en esta temporada de la Pascua de Resurrección, de que Jesús vive y que es en verdad el Hijo del Dios viviente, que vino a esta tierra y dio su vida por todos nosotros; que nos otorgó el plan de vida y salvación, el cual es el evangelio que enseñamos en su Iglesia restaurada; que somos guiados por un profeta de Dios: Spencer W. Kimball.
Que podamos poner en práctica los principios del autodominio, a fin de que seamos dignos de las muchas bendiciones que recibimos como poseedores del sacerdocio y caminemos rectamente delante del Señor en todo momento. Lo ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.
























