La voz de inspiración

C. G. Abril 1976logo pdf
La voz de la inspiración
por el élder S. Dilworth Young
del Primer Consejo de los Setenta

S. Dilworth YoungExtendemos nuestra bienvenida a los cuatro nuevos miembros del Primer Quórum de los Setenta y les aseguramos nuestro amor, nuestro completo apoyo y nuestra aceptación a sus llamamientos, comprometiéndonos a hacer todo lo que esté de nuestra parte para cooperar con ellos en su nueva función.

Desearía leeros una experiencia de Elías, según la encontramos en el decimonoveno capítulo del libro de 1 Reyes.

«El le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto.

Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado.

Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí Elías?» (1 Reyes 19:11-13.)

Cuando Elías supo que estaba en comunicación con el Señor, le explicó su problema y porqué se encontraba escondido en la cueva. Entonces recibió instrucciones en cuanto a lo que debía hacer.

Dos mil setecientos años después, se han restaurado sobre nosotros los medios a través de los cuales podemos escuchar la apacible voz del Señor. Como Elías lo descubrió, no escucharemos esta voz cual potente ráfaga de viento; ni como un trueno, ni en forma de relámpago ni de ningún otro modo espectacular, sino que nos llegará, al igual que le llegó a Elías, como un «silbo apacible».

No es mi intención enumerar todas las formas de que el Señor puede valerse para hablar a su Profeta escogido; podríamos mencionar apariciones personales, voces que emanan de las nubes y, por supuesto, la forma recién mencionada.

Pero al miembro de la Iglesia que trata de guardar los mandamientos, que necesita guía personal en sus. asuntos diarios, que ruega por la vida de un ser querido que se encuentra desesperadamente enfermo, el Señor le ha indicado muchas veces que recibirá la respuesta como un «silbo apacible». ¿Cómo puedo yo, entonces, saber cómo recibir y qué esperar?

Primero, el Señor hablará a través de su Espíritu, que es el Espíritu Santo. Hablando a los Doce Apóstoles en 1829, El les dijo, refiriéndose a las palabras que había pronunciado:

«Porque es mi voz que os las habla; porque os son dadas por mi Espíritu». (D. y C. 18:35.)

Más tarde, en 1832, instruyó a los élderes de la siguiente forma: «Yo, el que hablo por la voz de mi Espíritu. . .» (D. y C. 75:1).

Es importante que aprendamos a entender cuando el Señor nos habla a través de su Espíritu, pues es de seguro que les hablará a los justos y a quienes lo merezcan.

Segundo, lo percibirá la mente de quien lo recibe. Por ejemplo, el profeta Enós estaba hablando con el Señor y describió su experiencia de este modo:

«Y mientras me hallaba así luchando en el espíritu, he aquí que la voz del Señor de nuevo llegó a mi alma, diciendo. . .» (Enós 10).

No me concierne en forma personal lo que el Señor le dijo a Enós, sino los medios que utilizó y que ilustra la escritura. La palabra del Señor penetra la mente.

Tercero, escuchemos por un momento las instrucciones dadas por el Señor a Oliverio Cowdery, cuando éste quería traducir y se le dijo que cabía la posibilidad de que lo hiciera:

«Sí, he aquí, te lo manifestaré en tu mente y corazón por medio del Espíritu Santo que vendrá sobre ti y morará en tu corazón.

Ahora, he aquí, éste es el espíritu de revelación; he aquí, éste es el espíritu mediante el cual Moisés condujo a los hijos de Israel por el Mar Rojo a pie enjuto.» (D. y C. 8:2-3.)

En esta escritura se amplía lo que Enós dijo: mente y corazón, no el corazón que late sino lo que es sinónimo de «sentimiento».

Oliverio Cowdery lo intentó, pero fracasó, y se le dijo:

«Pero, he aquí, te digo que tienes que estudiarlo en tu mente; entonces que has de preguntarme si está bien; y si así fuere, causaré que arda tu pecho dentro de ti; por lo tanto, sentirás que está bien.

Mas si no estuviere bien, no sentirás tal cosa, sino que vendrá sobre ti un estupor de pensamiento que te hará olvidar la cosa errónea; por lo tanto, no puedes escribir lo que sea sagrado a no ser que te lo diga yo.» (D. y C. 9:8-9.)

Quizás vosotros no lo concibáis de la misma manera.

El ardor en el pecho al que se refiere es otra forma de decir que el sentimiento es una parte importante en el proceso de la revelación.

Cuarto, en la amonestación dada por Nefi a sus hermanos concerniente a sus intenciones asesinas, él les dijo:

«Estáis prontos a cometer la iniquidad, y lentos en recordar al Señor vuestro Dios. Habéis visto a un ángel que os ha hablado; sí, habéis oído su voz de cuando en cuando; y os ha hablado con una voz dulce y delicada, pero habíais perdido todo sentimiento, de modo que no pudisteis percibir sus palabras; por tanto, tuvo que hablaros como con voz de trueno que hizo temblar la tierra como si fuera a partirse.» (2 Nefi 17:45.)

Repito: «os ha hablado con una voz dulce y delicada, pero habéis perdido todo sentimiento, de modo que no pudisteis percibir sus palabras.» ¿Por qué no dijo «habéis perdido el poder de escuchar y no oísteis sus palabras?» Porque la seguridad viene a través del sentimiento.

Si yo estoy por recibir una revelación del Señor debo estar en armonía con El, guardando sus mandamientos: Entonces, según sea necesario, de acuerdo con su sabiduría, mi mente percibirá su palabra a través de mis pensamientos, y esto irá acompañado por un sentimiento en la región de mi pecho; es un sentimiento que no puede ser descrito, pero la palabra más aproximada podría ser «ardor». En forma complementaria siempre se experimenta un sentimiento de paz, una especie de atestiguación más profunda de que lo que uno ha escuchado es correcto. Una vez que uno reconoce ese ardor, ese sentimiento, esa paz, ya no se verá privado de la guía que pueda recibir en su vida diaria; también podrá saber que si esa revelación está en armonía con los principios revelados, es correcta, y si no lo está, no es del Señor. El Señor no se contradice. Es vital que todos sepamos que nadie jamás ha recibido revelación alguna que sea contraria a la palabra dada por el Profeta viviente. La aplicación de este principio evitará muchas de las frustraciones que podemos enfrentar en nuestra vida diaria.

La mayoría de nosotros ha tenido esta experiencia varias veces, pero muchos de nuestros hijos no lo han vivido y necesitan ser guiados para entender.

¿Cuándo debemos enseñar este principio? Cuando nos apercibimos de situaciones que nos señalan su aplicación. En una ocasión, cuando un niño se enojó con un compañero de juegos, entró a la casa declarando que nunca más volvería a jugar con su amigo otra vez y que jamás le permitiría entrar a su casa. La madre, una mujer sabia, interrumpió por un momento lo que estaba haciendo y le dijo: «Hijo, debemos ir a tu cuarto, arrodillarnos y hablar con nuestro Padre Celestial». Allí le explicó al muchacho que debía aprender a perdonar y le dijo que tendría que orar al respecto. Ella oró primero y luego le ayudó al niño a comenzar. Cuando salieron del cuarto, el niño miró a su madre y le dijo: «Creo que voy a jugar con él otra vez y dejarlo venir a casa». Es posible que digáis que se trata de una respuesta a la oración; quizás, pero fue también el comienzo para ese niño de la habilidad de escuchar la voz del Señor, y eso es lo más importante.

A medida que nuestros jóvenes crecen, hay muchas oportunidades en que deben buscar la inspiración del Espíritu para saber cómo actuar o lo que hacer. ¿Cuándo comienzan los padres a enseñarles? ¿Cómo? ¿En las noches de hogar? Sí, pero es mucho más importante enseñar cuando se presenta la necesidad, o en el momento propicio. Entonces entienden que, si son justos, la voz del Señor hablará a su mente, y tendrán una cierta sensación en el pecho, acompañada por un sentimiento de paz. En esa forma, recibirán la palabra del Señor exclusivamente dirigida a ellos en ese momento.

Por este medio el profeta José Smith recibió revelación, del mismo modo que aquellos que le sucedieron como presidentes de la Iglesia. Y por este medio la Iglesia se mantiene en armonía con la voluntad del Señor, a través del presidente Spencer W. Kimball. Por este medio podremos hallar nuestro camino a la vida eterna, y ruego que podamos comprenderlo. Os dejo mi testimonio de la veracidad de estas cosas y de que el presidente Spencer W. Kimball es un Profeta de Dios, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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