Seamos pueblo Santo

C. G. Octubre 1976logo pdf
Seamos pueblo santo
por el presidente N. Eldon Tanner
de la Primera Presidencia

N. Eldon TannerHermanos, es gloriosa la vista de todos los poseedores del sacerdocio reunidos en este histórico Tabernáculo y glorioso comprender que miles de sacerdotes se encuentran reunidos en otros edificios de la Iglesia, hombres que poseen el Sacerdocio de Dios con el poder y la autoridad de actuar en su nombre. Todos nosotros, estoy seguro, deseamos participar activamente en el desarrollo del reino de Dios y estar preparados para contestar el llamado de nuestro presidente, Spencer W. Kimball, el Profeta de Dios, mediante el cual el Señor habla y dirige su obra aquí sobre la tierra. Cuando hablo a un grupo de poseedores del sacerdocio, siento una gran responsabilidad y espero y humildemente ruego que el Espíritu y las bendiciones del Señor estén con nosotros y nos guíen en nuestros pensamientos mientras os dirijo la palabra.

A menudo me pregunto si realmente comprendemos el gran privilegio y bendición que tenemos de ser miembros de la Iglesia de Jesucristo, poseer el Sacerdocio de Dios, y saber que somos la única gente en el mundo que tiene esta gran bendición y privilegio. Nunca debemos olvidar que este honor lleva consigo una gran responsabilidad que cada uno de nosotros debe aceptar, desde el presidente Kimball hasta el último diácono ordenado en la Iglesia. No nos debilitemos, ni olvidemos que hemos sido llamados por el Señor y que El espera que honremos el sacerdocio y magnifiquemos nuestro llamamiento.

Hemos oído, oímos, y continuaremos oyendo mucho sobre las maldades del mundo actual, que son reales, muy serias y que casi han inundado todo el mundo. Estoy seguro de que estaréis cansados de oír hablar de esto como lo estoy yo, y consideráis que estamos escuchando un disco rayado.

Quisiera leer algunos extractos de un discurso de John A. Howard, Presidente del Colegio Rockford, de Illinois, pronunciado en la Universidad de Brigham Young. Refiriéndose a los problemas y sacrificios hechos por nuestros pioneros que cruzaron las planicies rumbo al valle de Lago Salado, dijo:

«La hora que encara vuestra generación no es menos ardua. Los desiertos que tenéis que hacer florecer no son menos áridos, sino que vuestra misión tal vez demande aún mayores esfuerzos, porque al contrario de los pioneros de este Estado, estáis confrontados a un desierto sutil, cambiante y evasivo. En verdad, el desierto que vosotros tenéis que conquistar está disfrazado de civilización, por lo cual existe una doble necesidad de desenmascarar el engaño, de distinguir entre lo que es auténtico y lo que es falso, y esforzarse en mantener lo primero y oponerse a lo segundo.

La depravación moral que aparece en la televisión rivaliza con la de las universidades, donde la vida en común entre ambos sexos está generalizada y donde la utilización de drogas ya no asombra a nadie.

Quizás sea difícil para vuestra generación concebir lo que era esta sociedad hace apenas diez años. El lenguaje obsceno era casi desconocido en las plataformas públicas, así como en el teatro o en los cines; los alojamientos mixtos para estudiantes ni siquiera existían; la mayoría de la gente no tenía temor de caminar por las calles a altas horas de la noche; la literatura obscena no estaba disponible al público en las librerías o locales de venta de revistas. Creo que no existe ningún grupo de personas de vuestra generación en todos los Estados Unidos, que estén tan bien entrenadas en sus obligaciones religiosas, tan dispuestas a trabajar largas horas y hacer grandes sacrificios por sus principios, ni tan versadas en la dignidad de la autonomía, como vosotros. Si este cálculo es correcto, sois altamente bendecidos y, privilegiados.»

Este es un gran cumplido para la Universidad de Brigham Young; recordad que viene de alguien que no es miembro de la Iglesia, que preside otra universidad, y está al tanto de las condiciones del mundo actual, y se encuentra bien calificado para hablar sobre el tema.

Después de leer su discurso me pregunté: «¿Qué fue lo que puso a la Universidad de Brigham Young en tal poderosa posición?». Quisiera sugerir tres o cuatro razones para ello: Primero, fue establecida bajo la dirección del Sacerdocio de Dios y continúa funcionando bajo su influencia, siendo el presidente así como la mayoría de los profesores, hombres y mujeres que tienen poderosos testimonios del evangelio, que saben quiénes son, de dónde vienen y hacia dónde se dirigen, y que están preparados y ansiosos por enseñar los principios del evangelio restaurado, tanto por precepto como por ejemplo. Segundo, a la mayoría de los estudiantes que asisten a la universidad se les ha enseñado en sus hogares estos mismos principios, y también a entender que son hijos espirituales de Dios y cómo pueden prepararse para volver a su presencia. Tercero, mediante las organizaciones de la Iglesia y el ejemplo de los oficiales y maestros, la juventud crece con gran fortaleza, y después se beneficia mucho al participar como oficiales, maestros y miembros de ramas y estacas en el ámbito universitario. Cuarto, la gran fortaleza de los misioneros, que regresan con sus poderosos testimonios y experiencias, contribuyen mucho a la atmósfera religiosa de la universidad.

Antes de proseguir, quisiera aprovechar esta oportunidad para hacer sonar la más importante alarma: ni la universidad ni la Iglesia, así como tampoco nosotros como individuos, debemos adoptar la actitud de que ya llegamos a la meta, de que estamos a salvo y no necesitamos arrepentimiento, que no es necesario continuar tratando de mejorar y de vivir más fielmente las enseñanzas del evangelio.

Si lo que el señor Howard dijo acerca de la responsabilidad de los estudiantes de la Universidad de Brigham Young es verdad, y creo que lo es, se aplica aún más a la Iglesia, sus oficiales y sus miembros. Como ya lo mencioné, ésta es la Iglesia de Jesucristo, la única Iglesia dirigida por el Sacerdocio de Dios que tiene su poder, y a la cual se ha dado la responsabilidad de enseñar el evangelio a toda la gente y prepararle para la segunda venida de Cristo. Esto solamente puede hacerse honrando el Sacerdocio de Dios y magnificado el oficio y llamamiento que se nos ha dado.

Es evidente que debemos esforzarnos aún más como Iglesia y como individuos si hemos de soportar la maldad del mundo. La Primera Presidencia demás Autoridades Generales estamos sumamente preocupados porque las maldades y tentaciones están alcanzando a la Iglesia y afectando la vida de muchos de sus jóvenes y aun de los adultos; nos destroza el corazón ver cuántos y cuán seriamente son afectados. Comprendemos que el valor de un alma es grande ante la vista del Señor y queremos hacer todo lo que esté en nuestro poder, mediante el amor, la bondad y la advertencia, para ayudar a fortalecer y a guiar a todos los miembros en los caminos de la verdad y la justicia. Nos sentimos como Nefi cuando la «iniquidad había resultado entre los nefitas . . . y se le hinchó el corazón de dolor dentro del pecho, y exclamó  con la angustia de su alma» (Hel. 7:6). » Nuestra preocupación es y debería ser la de toda familia, todo padre, todo adulto, y todo poseedor del sacerdocio: ¿Cómo podríamos guardarnos y protegernos, nosotros mismos, a nuestros hijos y a otros, de las maldades del mundo?

Quisiera referirme parafraseándola algo a «la parábola de la batería defectuosa», escrita por el élder James E. Talmage. El relató que, a los efectos de llevar a cabo cierto experimento de laboratorio, necesitaba una poderosa corriente eléctrica, por lo que le pidió a su ayudante que preparara una batería consistente de una docena de células de tipo simple. Su ayudante siguió el procedimiento usual y preparó doce recipientes que contenían una solución ácida en la cual sumergió un par de planchas, una de carbón y otra de cinc; las células fueron entonces conectadas «en series», de lo que debía resultar una energía igual a la fuerza total. Sin embargo, se descubrió que el ayudante no había prestado suficiente atención a ciertos detalles de los que parecen triviales pero son lo que obtienen o malogran la perfección. Dice en su relato el élder Talmage que se sintió decepcionado cuando trató de utilizar la batería, cuya eficiencia se hallaba muy por debajo de lo que esperaba; al inspeccionarla encontró que las células no trabajaban en forma similar; algunas eran intensamente activas y el líquido parecía estar sirviendo, como consecuencia de los gases que escapaban; pero la corriente que emanaba era muy débil, pues la energía procedente de dicha célula era prácticamente anulada por el esfuerzo de vencer su propia resistencia interna, dejándola sin poder. Así que desarmó la batería y examinó cada una de las células; las primeras ocho estaban en buenas condiciones. Sin embargo, la novena era seriamente defectuosa; apartó ésta y probó las otras, que una vez más demostraron encontrarse en buen estado. Era claro que la célula número nueve era la causante del desperfecto; dejándola afuera, conectó las otras 11 y encontró que eran adecuadas y suficientes como para operar un receptor eléctrico o enviar una corriente eléctrica hasta el otro lado del mundo.

Más tarde, comenzó a inspeccionar la unidad desechada y encontró que había producido un corto circuito por su misma espuma y humo; el ácido había destruido la aislación en algunas partes y la corriente, que de otra forma habría sido útil, fue totalmente utilizada en una corrosión destructiva dentro del recipiente. Había violado la ley de la buena acción; se había corrompido en su propio estado defectuoso; no sólo era sin valor alguno como unidad laboral, sino también un miembro improductivo dentro de una comunidad de células. Era peor aún que sin valor, puesto que causaba una eficaz resistencia en la operación de las otras unidades limpias y dispuestas para el trabajo. Pero él no la destruyó ni la tiró, como si fuera imposible de repararla, sino que pensó en la posibilidad de restaurarla hasta que regresara a algún grado de actividad. Investigó su interior y con un cuchillo y una lima removió a la parte corroída; la «bautizó» en un baño limpiador, la compuso y nuevamente la probó; gradualmente, la célula desarrolló energía hasta que llegó a trabajar casi tan bien como las otras células. Sin embargo, él continuó observándola con especial cuidado, sin confiar demasiado, como no lo había hecho antes de que se corrompiera.

El élder Talmage dice que esto fue una experiencia verdadera; pero él la llamó parábola, y nos comparó a la célula voltaica. Hay personas que son agresivas y jactanciosas, a veces ofensivas en su actitud anormal. Pero, ¿qué logran en labor eficaz? Su energía se consume completamente en tratar de vencer la resistencia interna de sus propios defectos. Hay otras que no duermen ni sueñan. Son perezosas, haraganas, y juzgándolas por la utilidad que prestan, están muertas.

Pero hay personas que trabajan tan silenciosamente que apenas revelan el hecho de que están trabajando con ahínco; no existe en ellas evidencia de ostentosas demostraciones ni vana actividad; aún así, mediante su diligente devoción, influyen grandemente en la vida de aquellos con quienes se relacionan.

Sin embargo, la célula sucia actuó en gran manera como el pecador: su condición inservible fue el efecto directo del desorden interno, que causó la autocorrupción. En los hombres, tal defecto se llama pecado, y es esencialmente la violación de la ley. Ellos, en su relación con otros que son limpios, capaces y empeñosos, constituyen una obstrucción a la corriente, y la eficacia de los demás queda disminuida, o completamente neutralizada, por una sola unidad defectuosa.

Ningún poseedor del sacerdocio elegiría ser una célula defectuosa, retrasando la obra del Señor. Todos quisiéramos vivir de tal manera que el Señor se sintiera feliz por nuestra devoción y actividad, y sentir que estamos ayudando a edificar el reino de Dios. Para lograrlo es necesario que estemos alerta y que hagamos todo lo que se encuentra en nuestro poder para frustrar los malignos designios de Satanás y sus huestes; especialmente en tiempo de prosperidad, cuando el pueblo se encuentre inclinado a desviarse de las enseñanzas del Señor.

Los miembros de la Iglesia en la actualidad se encuentran en una mejor posición financiera que nunca; la Iglesia está creciendo rápidamente y es aceptada en el mundo; parecería que existe un mayor sentimiento de seguridad, y todo esto tiene la tendencia a hacer que nos desviemos de la Iglesia porque ponemos con ahínco nuestra mente en las cosas del mundo. Nefi advirtió a su pueblo contra las envestidas de las tentaciones de Satanás, con estas palabras:

«Porque he aquí, en aquel día él enfurecerá los corazones de los hijos de los hombres y los agitará a la ira en contra de lo que es bueno.

Y a otros pacificará y los adormecerá con seguridad carnal de modo que dirán: Todo va bien en Sión, sí, Sión prospera, todo va bien. Y así el diablo engaña a sus almas y los conduce astutamente al infierno.» (2 Nefi 28:20-21.) Consideremos tres cosas en especial, que están perdiendo a la gente: primero, el fracaso en guardar el día domingo; segundo, la violación de la palabra de sabiduría; y tercero, la violación de la ley de castidad.

El día de reposo parece haberse convertido en un día de recreo. Los deportes profesionales mantienen a miles de personas en el hogar con sus televisores encendidos o viajando de un lugar a otro, donde se llevan a cabo los partidos; miles también participan como jugadores o espectadores, y en su afluencia la gente compra lanchas, motocicletas, artículos de campamento, de pesca y otros equipos deportivos, y creen que es un desperdicio no utilizarlos plenamente durante los fines de semana, incluyendo el domingo.

La búsqueda de los placeres mundanos lleva a muchos jóvenes a senderos prohibidos donde comienzan a hacer experimentos con el alcohol, el tabaco y las drogas, todos ellos formadores de vicios, y se involucran en muchas otras maldades relacionadas con estas últimas. La influencia de la televisión especialmente, es extremadamente dañina, ya que el alcohol, el tabaco y la relación sexual, se muestran como factores indispensables a la popularidad, haciendo que el individuo sienta que «forma parte del grupo».

Abunda la pornografía y sus malos efectos son evidentes en todos lados. Todos sabemos lo que es. Diré simplemente que ni el adulto ni el joven pueden ver o escuchar la pornografía sin contaminarse y poner en peligro la fibra moral de la comunidad. El pervertido sexual, el violador y el ladrón han llegado a ser lo que son como consecuencia del «alimento» que le han dado a su mente, la que a su vez les ha impulsado a hacer lo que hacen. La inmoralidad y la falta de castidad son tan comunes en la actualidad, que nuestra juventud, viendo muchos tipos de perversiones en la televisión y en las películas, que son aceptables modos de vida. No puedo dejar de poner énfasis en la importancia de mantenernos limpios, puros y castos, a los efectos de ser dignos de llevar este Santo Sacerdocio y preservarnos, nosotros mismos y nuestras familias, para la vida eterna.

Se nos ha dado el programa de la noche de hogar como una forma de combatir la maldad y fortalecer a nuestra juventud; con él, podemos enseñar a nuestros hijos a orar y a caminar rectamente delante del Señor. Siempre debemos recordar que aun cuando estamos en el mundo, no debemos ser parte de  él; no podemos seguir las vías del mundo, sino que tenemos que atrevernos a  ser diferentes. No debemos dejarnos influir por aquellos que nos tildan de «peculiares». El Señor dijo de los hijos  de Israel:

«Porque eres pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido para que seas pueblo único entre todos los pueblos que están sobre la tierra.» (Deut. 14:2.)

Mis hermanos, quisiera dejaros mi testimonio de que sé, tan bien como que estoy aquí, que Dios es un ser personal y viviente, a cuya imagen fuimos creados, que se interesa en nosotros y desea que alcancemos la máxima felicidad; que El «de tal manera amó . . . al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan3:16): que El nos ha indicado la forma en que debemos vivir y actuar como los poseedores del sacerdocio que somos; que El y su Hijo Jesucristo vinieron a esta tierra y restauraron el evangelio en su plenitud. Somos muy afortunados, hermanos, de tener ese evangelio, saber quiénes somos, porqué estamos aquí y cómo podemos volver a la presencia de nuestro Padre Celestial. El espera que cada uno de nosotros sea un ejemplo para el bien.

Exhorto a todo hombre y todo joven que se encuentren al alcance de mi voz esta noche, a hacer una evaluación personal y tomar la determinación de vivir de forma que complazca al Señor, y hacer sentir en todo momento su influencia para bien. Si cada uno de nosotros hace esto, será bienvenido a la presencia de nuestro Padre Celestial. Que podamos encontrarnos allí cuando hayamos finalizado nuestra obra en este mundo. Lo ruego humildemente en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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1 Response to Seamos pueblo Santo

  1. Avatar de Henry Méndez C Henry Méndez C dice:

    Agradezco a quines suben o dejan una huella de discursos de nuestros líderes del siglo pasado que aún son vigentes para nosotros en la actualidad del 2020

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