Conferencia General Octubre 1978
Dignos de confianza
Elder Robert E. Wells
del Primer Consejo de los Setenta
Mis queridos hermanos, oro para que nos unamos en Espíritu, para que nos edifiquemos y nos regocijemos en las bellezas del Evangelio. Los profetas nos han enseñado a confiar en el Señor; a confiar como David confió al enfrentarse con Goliath. El Señor quiere que le tengamos confianza, pero también quiere poder confiar en nosotros. Uno de nuestros grandes profetas ha dicho: ‘ Es de mayor valor ser digno de confianza que ser amado True to the faith, por el Presidente David 0. McKay. (SLC, Bookcraft 1966, pág. 274.)
Uno de los propósitos principales de esta vida es saber si el Señor puede tenernos confianza. Una escritura conocida dice:
»Y así los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare. » (Abraham 3:25.)
Nuestro destino es el de ser probados durante esta jornada terrestre para ver si somos dignos de confianza.
El profeta José Smith indicó que para alcanzar las mayores bendiciones de esta vida, seremos probados hasta que el Señor pueda asegurarse de que puede confiar en nosotros en todo, por grande que sea el sacrificio o el peligro personal. El Señor ama a todos sus hijos, pero a algunos puede tenerles mayor confianza que a otros. Es mucho mejor cuando además de que puede amarnos, también puede tenernos confianza.
La fórmula que aplica un banquero para medir la confianza que se le puede tener a la persona que solicite un préstamo, no se relaciona con las posesiones materiales del solicitante, sino con el crédito que tenga a fin de confiarle el dinero de otros. Esta misma fórmula puede aplicarse directamente a los asuntos espirituales. Tal como el banquero mide el carácter, la habilidad y el capital del solicitante, el Señor puede medir también nuestro carácter, habilidad y capital espiritual, o sea las reservas espirituales que tenemos, para identificar a aquellos en quienes El puede confiar.
El carácter es parte de la confianza. Si el banquero tiene la menor duda en cuanto al carácter del solicitante, su ética y sus normas morales, que le impulsaran a cumplir con sus obligaciones puntualmente por grande que sea el sacrificio, no le tendrá confianza, y no le otorgará el préstamo.
El Señor necesita saber si somos dignos de confianza bajo cualquier circunstancia. José de Egipto tenia un buen puesto envidiable como mayordomo en casa de Potifar, cuya esposa le invitó al pecado; José estaba lejos de su hogar y su familia; era un esclavo, nadie sabría ni a nadie le habría importado su moralidad. Aunque sabia que rechazar a la mujer seguramente le traería grandes complicaciones, permaneció fiel a su carácter noble; huyó del pecado y lo metieron en la cárcel; así pagó el precio de su pureza. Pero haber hecho lo contrario, habría sido admitir una trágica flaqueza de carácter.
La fortaleza de Nefi le llevó al cumplimiento de un mandamiento. Labán bien podría haberle matado, pero el no obedecer, teniendo el testimonio de que el Señor le abriría el camino para que consiguiera las planchas, habría sido una mancha en su carácter. El Señor pudo confiar en José y en Nefi.
Una persona de carácter digno testifica, y después vive de acuerdo con su testimonio. Martin Lutero, en la Dieta de la ciudad de Vorms, demostró el principio de ser fiel a sí mismo.
«No puedo», dijo, »no me retractare. No hay seguridad en actuar contra la conciencia, ni es conveniente hacerlo. Esta es mi posición. No puedo hacer otra cosa. Que Dios me ayude. »
José Smith describe el carácter de Pablo:
«vio una luz y oyó una voz . . . unos dijeron que estaba mintiendo, otros, que estaba loco . . . Pero aquello no destruyó la realidad de su visión. Había visto una visión, sabia que la había visto, y toda la persecución debajo del cielo no podría cambiar aquello . . . «
Y José Smith agrega su testimonio, revelando la fuerza de su propio carácter:
»Porque había visto una visión. . . Yo lo sabia y comprendía que Dios lo sabia; y no podía negarlo, ni osaría hacerlo…» (J. Smith 2:24-25.)
José Smith fue un hombre de carácter grande y noble, y el Señor sabia que podía poner su confianza en él, fuera cual fuere el sacrificio requerido.
El presidente David 0. McKay dijo:
»La mayor preocupación del hombre no debería ser obtener riquezas, ni fama, ni bienes materiales. No debería ser el desarrollo de habilidades físicas ni de poder intelectual. Su meta la mas alta de la vida-debe ser la de desarrollar un carácter cristiano.» (True to the faith. pág. 32.)
El ser miembro activo de la Iglesia de Jesucristo desarrolla un carácter cristiano. Servir una misión desarrolla un carácter cristiano, un carácter en el que el Señor puede confiar.
La habilidad que el banquero busca en su cliente es la de hacer lo que ha prometido. La habilidad que busca el Señor en nosotros es la de que lleguemos a ser siervos útiles para El. El Señor nos ha dado talentos, dones y bendiciones, y a fin de que nos tenga confianza, espera que los magnifiquemos y los usemos en el servicio de los demás.
El siervo a quien se dio cinco talentos devolvió diez y recibió el encomio: ‘ ‘Bien, buen siervo fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré» (Mateo 25:21). El siervo que había recibido dos talentos devolvió cuatro y recibió el mismo encomio que el primero. Pero el Señor castigó al siervo perezoso que había recibido un talento, por no haber multiplicado lo que se le había dado. La norma es clara: al Señor le gusta ver que se duplica nuestra habilidad, le gusta que sus siervos sepan duplicar lo que se les ha dado, ya sean talentos o responsabilidades, y es evidente que también al presidente Kimball le agrada esto. Le gusta que se duplique el número de misioneros, que se duplique el número de miembros fieles que se bautizan, que se duplique la asistencia a la reunión sacramental, etc. Creo que cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de multiplicar sus esfuerzos y habilidades en todo aspecto, y de esa manera el Señor podrá tener mayor confianza en nosotros como siervos.
Además del servicio en la Iglesia, hay muchos otros aspectos en los que podemos esforzarnos para aumentar nuestra habilidad: Debemos hacer lo posible por aumentar nuestra habilidad para ganar el pan diario; debemos tratar de mejorar nuestra habilidad como padres y maestros; debemos aumentar nuestra habilidad para compartir el evangelio, haciendo las »preguntas de oro’, debemos aumentar nuestra habilidad como buenos ciudadanos, y como vecinos cristianos prestando servicio a otros. El Señor puede aumentar su confianza en nosotros a medida que aumentamos nuestra habilidad de servirlo. El ser miembro activo en la Iglesia desarrolla tanto la habilidad espiritual como la temporal. Servir una misión desarrolla una habilidad personal en la que el Señor puede confiar.
El capital espiritual es también parte de la confianza. El banquero ve el capital como una reserva con la que el cliente puede enfrentar emergencias, y como una evaluación de la dedicación del cliente al compromiso que adquiere. Desde el punto de vista espiritual, podemos decir que el Señor, además de buscar en el individuo la reserva espiritual con la que podrá enfrentar las emergencias de la vida, también hace una evaluación de su dedicación al reino de Dios.
El capital espiritual es, en un sentido, una inversión que cada uno hace en la vida recta; es un valor en reserva, del que podemos depender en caso de necesidad. ¿Cómo desarrollamos reservas y capital espiritual’? Tenemos que hacer una inversión de tiempo estudiando las Escrituras y las palabras de los profetas vivientes; una inversión en la oración; una inversión en el amor y servicio desinteresados; una inversión en la obra misional, la cual reserva para nosotros bendiciones y perdón de pecados; una inversión en ser mejores padres e hijos más obedientes; una inversión en duplicar nuestros esfuerzos en cualquier llamamiento que recibamos. Estas inversiones traerán tales reservas espirituales, que el Señor podrá confiar en nosotros para que venzamos las tentaciones y frustraciones del mundo.
Los pioneros mormones crearon grandes reservas espirituales haciendo inversiones en sacrificio. Ellos podían enfrentar cualquier dificultad porque sabían que su vida personal estaba en orden, y sabían que el cielo les favorecía por los sacrificios que habían hecho al seguir al Profeta. Sufrieron persecuciones; salieron como misioneros, dejando a su familia; abandonaron sus tierras productivas y sus cómodas y sólidas casas, para ir al desierto seco y a las frías montañas a fin de comenzar de nuevo. El profeta José Smith dijo:
«La religión que no requiere el sacrificio de todas las cosas nunca tienen el poder suficiente de producir la fe necesaria para la vida y la salvación.» (Lectures on faith, SLC, Bookcraft, pág. 58.)
El ser miembro activo de la Iglesia desarrolla gran capital y reservas espirituales; servir una misión crea capital y reservas espirituales firmes e indestructibles.
En Doctrinas y Convenios 124:20 dice:
» . . . se puede confiar en él por motivo de la integridad de su corazón; y por el amor de mi testimonio que él tiene, yo, el Señor, lo quiero».
Testifico solemnemente, que Dios vive y nos ama; que Jesucristo, su Hijo divino, esta glorificado y exaltado y dirige esta Iglesia que lleva su santo nombre: que el vocero autorizado del Señor aquí en la tierra es nuestro Profeta viviente, que guía esta grande y divina Iglesia que fue restaurada por el profeta José Smith. En el nombre de Jesucristo. Amén.

























GRACIAS POR EL MENSAJE.
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