Conferencia General Abril 1986
La felicidad
élder Jack H. Goaslind
de la Presidencia del Primer Quórum de los Setenta
«Si no somos felices, examinémonos para ver donde necesitamos arrepentirnos. Si tenemos dudas en cuanto a lo que tenemos que hacer o no hacer, solo necesitamos escuchar a nuestra conciencia y seguir los susurros del Espíritu.»
El verano pasado mientras seguía a un coche en la autopista vi algo muy Interesante; una gran vagoneta que obviamente había pasado muchas horas en la carretera. La parte de arriba estaba cubierta de equipaje. y los asientos llenos de gente. Cuatro pies descalzos colgaban de la ventanilla trasera y codos y brazos de las ventanas de los lados. En el asiento delantero se veía a la madre que luchaba con un inquieto niño mientras que al mismo tiempo trataba de calmar a un bebe. El padre trataba desesperadamente de conducir en cl pesado trafico. Era obvio que esta familia estaba de vacaciones. Mientras examinaba la situación con cierto grado de compasión me fije en un letrero que tenían en cl parachoques y decía: «¿Ya estamos divirtiéndonos?
Me río cada vez que recuerdo esta escena. Creo que es divertido porque demuestra un irónico punto de vista de la naturaleza humana; revela un aspecto muy real de la condición humana: la insatisfecha búsqueda de la felicidad. Lo que encierra la pregunta: «¿Ya estamos divirtiéndonos?» es de profundo significado.
¿Cuantas personas en este mundo están en búsqueda de la felicidad. pero esta los elude ? Maquinan placeres inventan diversiones e invierten grandes sumas en la recreación; viajan a países extranjeros en búsqueda de este extraño don pero fracasan al no ver la evidencia del mismo a su alrededor; la fuente esta dentro de si mismos .
Conforme he tenido la oportunidad de estar con personas maravillosas por todo el mundo. a menudo me conmueve la infinidad de personas que están en búsqueda de la felicidad pero que no la encuentran. Añoran. se esfuerzan y perseveran pero parece que se preguntan: ¿Ya soy feliz ? Deseo aseguraros que la felicidad es real; se puede gozar de ella aquí y podemos conocer una plenitud de gozo en el mas allá. Permitidme compartir con vosotros algunas perspectivas acerca de la clase de felicidad que promete cl evangelio de Jesucristo.
En las palabras de Lehi a su hijo Jacob se incluye una verdad muy profunda: Pero he aquí. todas las cosas han sido hechas según la sabiduría de aquel que todo lo sabe. Adán cayo par a que los hombres existiesen: y existen los hombres para que tengan gozo . (2 Nefi 2: 24-25.)
Nuestro sabio y amoroso Padre en los cielos se preocupa por el bienestar de sus hijo y desea vernos felices. El propósito mismo de nuestra vida se puede definir en términos de felicidad. El profeta José Smith declaro: «La felicidad es el objeto y propósito de nuestra existencia: y también será el fin de ella, si seguimos el camino que nos conduce a la felicidad». (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 312.)
Dios implantó en nuestro corazón nuestro anhelo por la felicidad. Representan una clase de nostalgia porque tenemos una memoria restante de nuestra existencia preterrenal. Además, son el sabor anticipado de la plenitud de gozo, que se promete a los fieles. Podemos esperar con una fe perfecta que nuestro Padre satisfaga nuestros mas profundos deseos de gozo. De hecho, el plan que nos ha dado para guiarnos se llama: «plan de la felicidad». (Alma 42:16.) En el meridiano de los tiempos, los mensajeros celestiales lo anunciaron como «las nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo». (Lucas 2:10.)
El Libro de Mormón expresa claramente que la felicidad es nuestro destino. Habla de morar «con Dios en un estado de interminable felicidad». (Mosíah 2:41.) También declara que «todas las cosas serán restablecidas a su propio orden; cada cosa a su forma natural. . . resucitada a una felicidad sin fin para hereda; el reino de Dios, o a una miseria interminable para heredar el reino del diablo». (Alma 41:4) Además, aprendemos que uno será «resucitado a la dicha, de acuerdo con sus deseos de felicidad.». (Versículo 5.)
Palabras tales como cosechar, restaurar, y desear, implican que la felicidad es una consecuencia, no una recompensa. Somos restaurados a un estado de felicidad cuando escogimos vivir de acuerdo con el plan de la felicidad. Nuestro gozo en el reino de Dios será una extensión natural de la felicidad que cultivemos en esta vida.
Nuestra felicidad disminuye cuando menos por dos cosas: El pecado y la adversidad. De los dos, el pecado es cl mas trágico. El pecado es la causa mas persistente del sufrimiento humano, y de los dos es el que causa mayor remordimiento. El pecado y la tentación para hacer el mal son parte de nuestra probación terrenal. Se nos esta probando para ver si escogeremos el bien o el mal. Es una prueba difícil y solo aquellos que han resistido la tentación pueden saber y obtener la fortaleza que de ella deriva. El pecado es pecado porque destruye en lugar de salvar; derriba en lugar de edificar; causa desesperación en lugar de esperanza.
El Libro de Mormón habla de hombres que se hallan «en un estado carnal . . . en las ligaduras de la iniquidad; se encuentran sin Dios en c1 mundo, y han obrado contrario a la naturaleza de Dios, por tanto. se hallan en un estado que es contrario a la naturaleza de la felicidad». (Alma 41:1 1) Registra también la exhortación de Samuel el Lamanita a los nefitas: ‘. . . porque todos los días de vuestra vida habéis procurado aquello que no podíais obtener, y habéis buscado la dicha cometiendo iniquidades, lo cual es contrario a la naturaleza de esa justicia que existe en nuestro gran y Eterno Caudillo». (Helamán 13:38.)Alma resume concisamente la doctrina: «la maldad nunca fue felicidad». (Alma 41:10, cursiva agregada.) Si no somos puros, seríamos desdichados en la presencia de Dios y de Cristo, quienes, debido a su naturaleza. son felices y no pueden considerar el pecado con el mas mínimo grado de tolerancia .
El sufrimiento que resulta del pecado es bastante trágico ya que mediante nuestra elección podemos evitarlo. Tenemos ese poder; poseemos también la capacidad para arrepentirnos de nuestros pecados y de saborear el dulce gozo del perdón. Si no somos felices. examinémonos para ver donde necesitamos arrepentirnos. Si tenemos dudas en cuanto a lo que tenemos que hacer o no hacer. solo necesitamos escuchar a nuestra conciencia y seguir los susurros del Espíritu.
Conozco a un hombre que en su juventud se rebelo contra la Iglesia. Durante ese tiempo cometió algunos pecados y desarrolló algunos hábitos. Sin embargo por fin reaccionó; sirvió una misión y regresó a casa para servir en muchos cargos de responsabilidad en la Iglesia; aun así. no se sentía verdaderamente feliz. Pudo haber dicho como Nefi:
«Me veo circundado a causa de las tentaciones y pecados que tan fácilmente me asedian.
«Y cuando deseo regocijarme, mi corazón gime a causa de mis pecados.» (2 Nefi 4: 18-19.)
Por fin. en una noche de tribulación espiritual, el hombre reconoció que nunca había abandonado totalmente sus pecados. Aunque no había cometido pecados que requirieran la atención de un tribunal de la Iglesia, todavía albergaba actitudes y pensamientos que le robaban la espiritualidad. y pasó por periodos de culpabilidad y desesperación que disminuían su felicidad. Decidió cambiar y cumplió con su promesa. Rompió las cadenas del pecado y la desesperación y. por primera vez desde que el recordaba. empezó a gozar de la felicidad. Si alguien le hubiese preguntado, «¿Ya estamos divirtiéndonos ?» podría haber contestado: ‘Si, con mas felicidad y gozo del que me había imaginado.
La lucha por la felicidad es una jornada larga y difícil con muchos problemas. Requiere vigilancia eterna para ganar la victoria. No se puede lograr éxito con reflejos pequeños y esporádicos de esfuerzo. Es necesario un vivir constante y valiente. Es por esa razón que la paciencia y la fe se asocian tan a menudo con las Escrituras. Vosotros debéis: «resistir toda tentación del diablo, con su fe en el Señor Jesucristo». (Alma 37:33.) Recordad que la fe no es una formula mágica. Es necesario que deliberadamente os decidáis a hacer el bien y a cumplir con vuestra decisión. Hacedlo, sencillamente hacedlo, y hacedlo lo suficientemente para lograr éxito no importa cuan difícil os parezca. La victoria sobre vosotros mismos brinda la comunión con Dios y resulta en felicidad duradera y eterna.
La otra cosa que puede disminuir nuestra felicidad es la adversidad. La adversidad es también parte de nuestra probación terrenal, y todos tenemos que pasar por ella. Sin embargo, es diferente al pecado. Podemos evitar el pecado; pero por lo general no podemos escoger no tener adversidad. Estoy convencido de que si vamos a ser felices en nuestro corazón, debemos aprender a retener esta felicidad en nuestro corazón, aun en medio de problemas y tribulación. Podemos controlar nuestra actitud hacia la adversidad. Algunas personas se dejan vencer y se amargan por la adversidad, mientras que otras triunfan y cultivan atributos divinos en medio de ella.
Recuerdo una historia verdadera de nuestra herencia pionera que ilustra la manera en que podemos elegir cómo responderemos a la adversidad. Hace mas de cien años, una familia sueca que se había unido a la Iglesia realizó un largo viaje en barco para llegar a América, un viaje en tren hacia Nueva York y Omaha y después una jornada en carreta hasta Salt Lake City. Durante el viaje en tren viajaron en vagones que se usaban para transportar cerdos y estaban sucios y llenos de piojos. En el viaje en carreta por las planicies les nació un robusto bebe, pero su hijo de tres años contrajo el cólera. Durante la noche, el padre fue a una carreta vecina para pedir una vela prestada pero le dijeron que no tenían ninguna de sobra. Esto lo enfadó y se pasó toda la noche echando chispas, con el cuerpecito febril y debilitado de su hijo en brazos. El niño murió esa misma noche.
A la mañana siguiente, el capitán de la caravana anunció que cavarían una fosa no muy profunda y efectuarían un corto servicio fúnebre. Se encontraban en territorio indio y no había tiempo para mas. El padre insistió en quedarse a cavar una tumba lo suficientemente profunda para que los animales salvajes no desenterraran el cuerpo. Antes de llegar a Salt Lake City pasaron por otras tribulaciones.
Pues bien, ambos padres experimentaron las mismas pruebas, pero el padre se volvió retraído, malhumorado y amargado; dejó de ir a la Iglesia y criticaba a los líderes. Se dejó envolver en sus propios infortunios y la luz de Cristo se fue apagando gradualmente en su vida.
Por otro lado, la fe de la madre aumentó; cada nuevo problema parecía fortificarla. Se convirtió en un ángel de misericordia, llena de amor, compasión y caridad. Era como una luz a los que la rodeaban; su familia se acercaba a ella y la consideraban su líder. Ella era feliz; su esposo desdichado. (Véase Steve Dunn Hanson, Ensign, Feb. 1981, págs. 54-55)
Os ofrezco una clave para mantener vuestra felicidad a pesar de la adversidad, Cristo dijo: «Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, este la salvara». (Lucas 9:24.) Si deseáis lograr felicidad y gozo, entregaos a una causa noble. Un propósito digno debe ser el centro de toda vida digna El presidente Stephen L Richards acertó que «la vida es una misión, no una carrera». (Where is Wisdom, Salt Lake City; Deseret Book Co., 1955, pág. 74.) Como miembros de la lglesia, nuestra misión debería ser la mas grandiosa y noble del universo-la salvación de almas. Al presidente David O. McKay le gustaba citar las palabras del poeta Robert Browning, que dijo: «Existe una respuesta a los anhelos pasionales del corazón para satisfacerse, yo lo sabia; y la respuesta es esta: Olvidaos de vosotros mismos en amor y entonces recibiréis gozo. Esa es la vida de Dios y debería ser la nuestra. En El se logra y es perfecta; pero en todo lo que El ha creado hay una lección que se debe aprender lentamente y a través de dificultades».
El servicio nos ayuda a olvidarnos de nuestras congojas; engrandece nuestra alma y nos da una mayor capacidad para perseverar en nuestras propias pruebas.
He hablado del plan de felicidad de nuestro Padre, mediante el cual nos guía a un gozo eterno. He hablado de vencer el pecado mediante el arrepentimiento y el autocontrol; también he mencionado la manera de erradicar la adversidad por medio del servicio. El autodominio y el servicio son las claves del plan de nuestro Padre. Cristo dijo a sus discípulos, «Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor;. . . estas cosas os he hablado, para que mi gozo este en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido». (Juan 15:10 )
Los mandamientos son guías para la felicidad. Os insto a que los sigáis.
«¿Ya estamos divirtiéndonos?» Yo si. Encuentro gran gozo en la vida mediante la obediencia y el servicio. Ruego que vosotros también descubráis el tesoro tan evasivo de la verdadera felicidad mediante los medios que fueron ordenados por nuestro Padre. En el nombre de Jesucristo. Amén.
























