La sombra prolongada de la mano de Dios

Conferencia General Abril 1987logo 4
La sombra prolongada de la mano de Dios
presidente Gordon B. Hinckley
Primer Consejero de la Primera Presidencia

Gordon B. HinckleyNo hubo nunca una época mejor en la historia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días.

Mis hermanos, estoy agradecido por la oportunidad y el privilegio de estar con vosotros en esta gran conferencia mundial. Estoy agradecido de estar vivo para ver este tiempo de cumplimiento de profecías en la gran obra del Señor.

No hubo nunca una época mejor en la historia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. No hubo nunca una época en la que la obra del Señor prosperara como ahora, ni un tiempo en el que hubiera mayor motivo de regocijo y gratitud para los santos en todas partes.

Ayer escuchamos el informe estadístico anual de la Iglesia; a algunos les parecerá una aburridora lista de cifras. Para mí, esa información representa un milagro. A fin de año la cantidad de miembros de la Iglesia sobrepasó fácilmente los seis millones. ¡Que milagroso y extraordinario florecimiento de aquella pequeña semilla plantada el 6 de abril de 1830, en la casa de troncos de Peter Whitmer, donde seis hombres organizaron formalmente la Iglesia!

Al finalizar el año 1986, había 1.622 estacas de Sión. ¡Qué avance de enormes proporciones desde la primera pequeña estaca que se organizo en Kirtland en 1831!

Al fin del año pasado había mas de 15.000 congregaciones locales en 122 naciones, territorios y colonias; había 193 misiones organizadas y casi 32.000 misioneros sirviendo en ellas. ¡Qué gran cambio desde que Samuel Smith, aun antes de que se organizara la Iglesia, puso unos cuantos ejemplares del Libro de Mormón en su mochila, y recorrió los caminos del oeste del estado de Nueva York dejando un ejemplar aquí y otro allí con el fin de influir para el bien eterno de aquellos que lo leyeran!

Hubo 5.000 ejemplares de aquella primera edición, cuya impresión fue posible gracias a la generosidad de Martin Harris, que hipoteco una granja para pagarla. El año pasado se imprimieron 1.643.000 ejemplares del mismo libro solo en ingles, distribuyéndose cerca de 3.000.000 de ejemplares en todos los idiomas.

A pesar de sus problemas, siento un gran amor por Martin Harris, que empeñó la seguridad de sus tierras para hacer posible la impresión de este registro sagrado. Fue un acto de fe que ha dado un dulce fruto en la vida de millones de personas, el fruto de la conversión y el testimonio y el amor por el Señor. Siento gratitud por la repetida exhortación de nuestro Profeta para que leamos ese registro sagrado con la promesa de que si lo hacemos nos acercaremos mas al Señor.

Todas las semanas, el Comité de Apropiaciones de la Iglesia se reúne para considerar la autorización de gastos de los fondos de la Iglesia en la edificación de capillas y para otros propósitos. La agenda es básicamente una lista de nombres de barrios y estacas junto con cifras de egresos.

Una persona de afuera que considerara esa reunión, semana tras semana, quizás la viera como algo mas bien prosaico. Pero para mí, es un milagro que se renueva constantemente. He traído un breve ejemplo de una agenda típica: ( 1 ) Un edificio nuevo para el Barrio Mikkeli, de la Estaca Helsinki, Finlandia; (2) otro para el Barrio Obrajes, de la Estaca Miraflores, La Paz, Bolivia; (3) otro para el Barrio Quilmes Oeste, de la Estaca Quilmes, Buenos Aires, Argentina; (4) uno también para el Barrio Campo Grande 1, de la Estaca Sao Paulo Norte, en Brasil; (5) para el Barrio Gympie de la Estaca Brisbane, Australia; (6) para el Barrio Bu Chon, de la Estaca Kang Seo de Seul, Corea; (7) para el Barrio Kennedy I de la Estaca Kennedy de Bogotá, Colombia; (8) para el Barrio Caurimare de la Estaca Caracas, en Venezuela. Habla mas, pero he mencionado estos sólo para ilustrar la creciente universalidad de esta obra.

Y así continua, semana tras semana, en la gran empresa de proveer edificios para las unidades de la Iglesia en todas partes.

El Templo de Kirtland fue el primer edificio que la Iglesia construyó en esta dispensación y eso fue hace sólo ciento cincuenta y un años. ¡Qué extraordinario progreso se ha llevado a cabo!

Ahora pienso en esta Manzana del Templo en cuyo Tabernáculo nos reunimos. Se ha convertido en una de las atracciones turísticas importantes del país, que visitaron 2.600.000 personas el año pasado. Quisiera leeros los comentarios que escribieron algunos de esos visitantes en una sola semana.

Un presbiteriano del estado de Michigan: ‘Noto en su gente una absoluta dedicación a Jesucristo».

Un cristiano de California: »Es increíble el impacto que ha hecho en mi la Manzana del Templo. Tengo que averiguar mas al respecto».

De un pastor bautista de California: »Esta visita ha sido maravillosa. Estoy asombrado. Que Dios los bendiga».

De un turista de Argentina: »Los necesito».

De un luterano del estado de Wisconsin: «La vida había perdido su rumbo. He leído el Libro de Mormón y me ha causado una gran impresión.»

De Australia: »Agradezco lo que me ha enseñado su gira que explica la vida de Cristo».

Del estado de Illinois: »Espero que ustedes tengan una iglesia en Chicago».

De un bautista canadiense: »Quiero tener conmigo siempre esa paz interior que sentí en la Manzana del Templo».

De un miembro de la Iglesia Anglicana: »Quiero tomar parte en esto, ser miembro de esta Iglesia. ¿Es posible?»

¿No es todo esto un milagro, mis hermanos? Quiero mencionar otro hecho sobresaliente e impresionante. El próximo mes de julio será un periodo de celebración para los miembros de la Iglesia en las Islas Británicas, al conmemorarse los ciento cincuenta años de la creación de la Misión Británica. También eso fue un acto de fe.

Fue en el año I 837. Los Santos de los Ultimos Días se encontraban en dos regiones, la mayoría en Kirtland, Ohio, y sus alrededores, y otros en Misuri, a mas de 1.300 kilómetros de distancia. Era una época de depresión económica en que los bancos daban j quiebra y se perdían fortunas. El banco de Kirtland se encontraba entre los fracasados, y un espíritu de crítica y calumnias amenazaba a la Iglesia. En esas circunstancias, José Smith le dijo a Heber C. Kimball: «Hermano Heber, el Espíritu del Señor me ha dicho: Que mi siervo Heber vaya a Inglaterra a proclamar mi evangelio y abrir la puerta de la salvación a los de esa nación» (Orson F. Whitney, Life of Heber C. Kimball, Salt Lake City: Bookcraft, 1945, pág. 104).

Es difícil para nosotros comprender la enormidad de ese llamamiento; si hubiera provenido de un hombre común, se habría considerado increíble. Significaba dejar a una familia en la pobreza y viajar hasta Nueva York y a través del océano, cuando el no tenía dinero. Significaba que un hombre que de escasa instrucción, que había crecido y vivido en pequeñas poblaciones fronterizas, iría a las grandes ciudades de las Islas Británicas, entre gente que se destacaba por su educación.

Intimamente, Heber C. Kimball vaciló. Sopeso todos esos problemas. y después escribió en su diario:

»Sin embargo, todas esas consideraciones no me apartaron de la senda del deber; en el momento en que comprendí la voluntad de mi Padre Celestial, sentí la determinación de ir contra todo riesgo, con la seguridad de que Él me sostendría con su omnipotente poder y me investiría con toda cualidad que necesitara. Y aunque mi familia me era muy querida, y tendría que dejarla en la pobreza, sentí que la causa de la verdad, el evangelio de Jesucristo, tenia más peso que cualquier otra consideración.» (Life of Heber C. Kimball, pág. 104.)

Se hablara mucho de esta empresa en los meses próximos. Baste decir que Heber C. Kimball, al llamado de José Smith, y sus seis compañeros dejaron atrás su hogar, atravesaron tierra y mar y pusieron el cimiento de una gran obra en las Islas Británicas, desde donde la causa se extendió por Europa y después por todo el mundo.

¿Qué es esto de lo que hablo? Es la sombra prolongada de la mano de Dios; es la sombra prolongada de un Profeta extraordinario, José Smith, que fue llamado y ordenado para abrir esta dispensación, la del cumplimiento de los tiempos, de que se habla en las Escrituras. Sus muchos críticos, de ahora como de antes, pasan su vida tratando de definirlo a partir de una base diferente de la que él indicó.

¿Qué crédito se le puede dar a la evaluación de ellos en comparación con las opiniones de los que estuvieron con el estableciendo los cimientos para esta obra que crece y se fortalece  continuamente?

Permitídme leeros cuatro o cinco testimonios breves de personas que lo conocieron, que trabajaron con él, oraron con él, sufrieron con él y sacrificaron comodidades y riquezas por su convicción de que él era el ungido del Todopoderoso, un Profeta en esta generación.

Empiezo con Brigham Young, que investigo dos años antes de unirse a la Iglesia. Él dijo de su líder:

»¿Quién puede decir con justicia lo mas mínimo contra José Smith? Yo lo conocí también como cualquiera; no creo que sus propios padres lo conocieran mejor que yo. No creo que haya nadie en la tierra que lo conociera mejor que yo. Y me atrevo a decir que, con la excepción de Jesucristo, no ha vivido ni vive en esta tierra un hombre mejor que él. Soy su testigo.» (Discourses of’ Brigham Young, sel. por John A. Widtsoe, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1941, pág. 459).

John Taylor era un inglés talentoso y educado, predicador laico del evangelio, hombre de reconocida inteligencia. Él dijo:

»Conocí a José Smith durante años. Viajé con él. He estado con él en publico y en privado; he participado con él en consejos de todas clases; he oído cientos de veces sus enseñanzas en publico y el consejo de naturaleza privada dado a sus amigos y compañeros . . . Estuve con él mientras vivía y con el cuándo murió, cuando fue asesinado en la cárcel de Carthage por un populacho cruel con las caras pintadas de negro. Estuve allí, y yo mismo fui herido. Lo he visto en todas esas circunstancias diversas, y testifico ante Dios, ángeles y hombres que era un hombre bueno, honorable y virtuoso, que su carácter tanto en publico como en privado era irreprochable, y que vivió y murió como hombre de Dios.» (En Ezra C. Dalby, »Joseph Smith, Prophet of God», manuscrito, discurso pronunciado el 12 de diciembre de 1926, Salt Lake City, pág. 13.)

Wilford Woodruff no fue bautizado sino hasta tres o cuatro años después de la organización de la Iglesia. Fue a Kirtland y allí conoció a José Smith; luego viajo con él a Misuri. Él dijo:

Viajamos mil quinientos kilómetros juntos. Ahí fue cuando tuve mi primera experiencia de los tratos de Dios con su Profeta. Comprendí muy bien que era un Profeta. Leí la visión, leí sus revelaciones y supe que no podían provenir de ningún hombre sobre la faz de la tierra, sino de la inspiración del Dios Todopoderoso.» (Matthias F. Cowley, Wilford Woodruff; Salt Lake City: Bookcraft, 1969, pág. 610.)

Orson Pratt, un hombre de inteligencia aguda, dijo:

»En 1830 conocí muy de cerca al profeta José Smith y continúe en una amistad intima con él hasta el día de su muerte. Tuve el gran privilegio . . . de parar . . . en su casa, por lo que no sólo lo vi como maestro publico sino también en su vida privada de ciudadano, esposo y padre. Fui testigo de sus sinceras y humildes oraciones de la mañana y la noche con su familia. Oí salir de sus labios palabras de vida eterna nutriendo, sosegando y consolando a su familia, vecinos y amigos. Vi iluminársele el rostro al descansar sobre él la inspiración del Espíritu Santo, dictándole las grandes y más preciosas revelaciones que ahora tenemos impresas como guía . . .

«Yo sabia que él era un hombre de Dios; no era para mi cuestión de opinión, puesto que recibí un testimonio de los cielos al respecto.» (En Ezra C. Dalby, pág. 14.)

Esas son las palabras de evaluación de cuatro de aquellos que lo conocían íntimamente y hubieran dado su vida por él.

Pero había otros en su época que no eran de su fe y también evaluaron su carácter. El mas citado es Josiah Quirley, un talentoso hombre de Nueva Inglaterra que visitó Nauvoo cuarenta y tres días antes del martirio del Profeta. Mas tarde llegó a ser el distinguido alcalde de Boston. Sus observaciones sobre el profeta José Smith merecen repetirse:

»Nacido en medio de la pobreza, sin instrucción escolar y con el más común de los nombres, había hecho de sí mismo a los treinta y nueve años una potestad sobre la tierra. De la multitud de personas del apellido Smith . . . ninguno se ganó el corazón de otros ni modeló vidas como este José Smith. Su influencia, ya sea para bien o para mal, es potente hoy, y todavía no ha cesado.» (Josiah Quincy, Figures of the Past, 5th ed., Boston: Robert Brothers, 1883, pág. 400).

Alguien que lo quería dijo de este gran Profeta:

«Cuando un hombre da su vida por la causa que ha defendido, pasa la prueba más grande de su honestidad y sinceridad que su generación o cualquier otra del futuro pudieran pedirle con justicia. Al morir por el testimonio que ha expresado, todas las lenguas malignas deberían silenciarse para siempre y todas las voces callar con reverencia ante un sacrificio tan absoluto.» (Ezra Dalby, pág. 1).

Este Libro de Mormón, que él sacó a luz por el poder y la inspiración del Todopoderoso, solo este libro extraordinario seria mas que suficiente para asegurarle un lugar permanente en la historia. Si a esto se agregan las maravillosas revelaciones que se recibieron mediante él por el poder de Dios, tenemos un Profeta cuya estatura espiritual sobrepuja a la de todos sus insignificantes detractores, como un santo gigante que mirara desde arriba a una multitud de pigmeos.

Citare a otro, uno que lo ofendió y lo traicionó, y después recibió su perdón y su amor:

«Grande su gloria, su nombre
siempre jamás él las llaves tendrá.
Justo y fiel entrará en su reino,
Entre profetas nombrado será.
(W. W. Phelps, »Loor al Profeta», Himnos de Sión núm. 190.)

¿Es de extrañar que esta obra avance de nación a nación, de pueblo a pueblo’? ¿Es de extrañar que crezca en fuerza y en numero, en influencia e interés, a pesar de sus críticos y detractores? Es la obra de Dios restaurada a la tierra por medio de un Profeta de quien Parley P. Pratt, contemporáneo suyo, dijo:

»Sus obras sobrevivirán eternamente e innumerables millones de personas, todavía por nacer, mencionaran su nombre con honra, como el noble instrumento en las manos de Dios que, durante su corta vida, estableció los cimientos de ese reino del que hablo Daniel el profeta, diciendo que destrozaría todos los demás reinos y permanecería para siempre.» (Autobiography of Parley Parker Pratt. Parley P. Pratt, sexta edición, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1938, pág. 46.) Como dije en el principio, me maravillo ante lo que sucede con el progreso y la expansión de esta obra. Sin embargo, sé que lo que vemos hoy es solo una gota en el océano de sucesos mucho mas grandiosos todavía por venir. Testifico esto por el poder del Espíritu Santo. Testifico de la viviente realidad de Dios el Eterno Padre y del Señor Jesucristo. Testifico del divino llamamiento del profeta José Smith y de cada uno de los que lo han seguido en ese llamamiento profético. Testifico de la veracidad y vitalidad de esta Iglesia en el nombre de Aquel cuyo nombre lleva y cuya obra esta es, el nombre de Jesucristo. Amén.

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