Febrero 2001
Testigos inseparables de Cristo
por el élder John M. Madsen
de los Setenta
Doctrina y Convenios testifica de la veracidad del Libro de Mormón, y ambos libros dan testimonio del Salvador.
Doctrina y Convenios y el Libro de Mormón son testigos inseparables y poderosos de la divinidad de Jesucristo y de Su gran obra en los últimos días. Estos dos volúmenes de Escritura cumplen, al menos en parte, una promesa que el Señor le hizo a Enoc: “y justicia enviaré desde los cielos; y la verdad haré brotar de la tierra para testificar de mi Unigénito, de su resurrección de entre los muertos, sí, y también de la resurrección de todos los hombres; y haré que la justicia y la verdad inunden la tierra como con un diluvio, a fin de recoger a mis escogidos de las cuatro partes de la tierra” (Moisés 7:62).
Tras citar ese versículo en un discurso de una conferencia general, el presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) dijo que “el Libro de Mormón salió de la tierra, rebosante de verdad” y que Doctrina y Convenios está repleta de “revelación tras revelación de Dios” (“El don de la revelación moderna”, Liahona, enero de 1987, pág. 81).
Podemos aprender muchas cosas en cuanto a la importancia del Libro de Mormón al leer las revelaciones que se encuentran en Doctrina y Convenios.
LAZOS ENTRE EL LIBRO DE MORMÓN Y DOCTRINA Y CONVENIOS
Mientras daba a conocer su glorioso mensaje acerca de un libro “escrito sobre planchas de oro”, el ángel Moroni “declaró que en él se encerraba la plenitud del evangelio eterno” (José Smith—Historia 1:34). Después de especificar los medios mediante los cuales se traduciría el libro, Moroni comenzó a citar profecías del Antiguo y del Nuevo Testamento. Primero citó del tercer capítulo de Malaquías y luego del cuarto. La sección 2 de Doctrina y Convenios contiene un breve registro de esa visita.
Entonces, en el verano de 1828, el profeta José Smith recibió dos revelaciones adicionales con relación a la traducción del Libro de Mormón: las secciones 3 y 10 tienen que ver con las 116 páginas del manuscrito que le fueron confiadas a Martin Harris para que pudiera “llevar los escritos a su hogar y mostrarlos” (History of the Church 1:21).
En febrero de 1829, Joseph Smith, padre, visitó a su hijo, siendo plenamente consciente de todo lo que había ocurrido: la visión del Padre y del Hijo al joven José, la promesa de la que habló el Señor de “que la plenitud del Evangelio se daría a conocer en un tiempo futuro” (History of the Church, 4:536), las visitas del ángel Moroni, el recibimiento de las planchas de oro, la obra de traducción, la pérdida de las 116 páginas del manuscrito, y la desaparición y posterior devolución de las planchas y del Urim y Tumim. En esa ocasión, el profeta José consultó al Señor en favor de su padre y recibió la sección 4, la cual comienza diciendo: “He aquí, una obra maravillosa está a punto de aparecer entre los hijos de los hombres”. La traducción del Libro de Mormón era una gran parte de esa grande y maravillosa obra de la Restauración.
En marzo de 1829, Martin Harris estaba profundamente arrepentido y apenado por la pérdida de las 116 páginas de la traducción, y de nuevo viajó a Harmony, Pensilvania, donde suplicó a José que consultara al Señor en su favor. De nuevo el Profeta recibió otra revelación, la sección 5, en la que Martin Harris fue llamado a testificar de las planchas de oro si se arrepentía y humillaba ante el Señor.
En abril de 1829, Oliver Cowdery, al enterarse que José había recibido las planchas, viajó a Harmony, Pensilvania, y de inmediato tomó parte en la obra de la traducción, ayudando a José como su escriba (véase History of the Church, 1:32–33). Durante ese mes se recibieron las secciones 6, 8 y 9 como respuesta a las preguntas que surgieron durante la traducción del Libro de Mormón. La sección 13 es otro maravilloso ejemplo de revelación dada al Profeta como respuesta a preguntas que se presentaron durante la traducción del Libro de Mormón. José dijo: “El mes siguiente (mayo de 1829), encontrándonos todavía realizando el trabajo de la traducción, nos retiramos al bosque un cierto día para orar y preguntar al Señor acerca del bautismo para la remisión de los pecados, del cual vimos que se hablaba en la traducción de las planchas. Mientras en esto nos hallábamos, orando e implorando al Señor, descendió un mensajero del cielo en una nube de luz y, habiendo puesto sus manos sobre nosotros, nos ordenó diciendo:
“ ‘Sobre vosotros, mis consiervos, en el nombre del Mesías, confiero el Sacerdocio de Aarón, el cual tiene las llaves del ministerio de ángeles, y del evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados’ ” (José Smith—Historia 1:68–69; cursiva agregada al versículo 68; véase también D. y C. 13).
Ese mensajero celestial, quien se identificó como “Juan, el mismo que es llamado Juan el Bautista en el Nuevo Testamento”, explicó a José y a Oliver “que obraba bajo la dirección de Pedro, Santiago y Juan, quienes poseían las llaves del Sacerdocio de Melquisedec, el cual nos sería conferido en la ocasión oportuna” (History of the Church, 1:40). De este modo, la salida a luz del Libro de Mormón no sólo dio como resultado las numerosas revelaciones que aparecen en Doctrina y Convenios, sino que también fue el catalizador de la restauración de los santos sacerdocios, el de Aarón y el de Melquisedec, como preparación para el restablecimiento de la Iglesia y reino de Dios en estos últimos días.
Las secciones 14, 15, 16, 17, 18, 19 y 20 ilustran más a fondo la relación que existe entre la salida a luz del Libro de Mormón y Doctrina y Convenios.
ENSEÑANZAS SOBRE LA IMPORTANCIA DEL LIBRO DE MORMÓN
Un poco más de un año y medio después de la traducción y publicación del Libro de Mormón y de la organización de la Iglesia, el Señor reveló Su “prefacio” para Doctrina y Convenios, según se encuentra en la sección 1. En ese prefacio revelado, el Señor testifica que el profeta José Smith recibió el poder para traducir el Libro de Mormón “mediante la misericordia y el poder de Dios” (D. y C. 1:29).
En la sección 3, el Señor declaró algunas de las razones por las que sacó a luz el Libro de Mormón:
“…por cuanto el conocimiento de un Salvador ha venido al mundo, mediante el testimonio de los judíos, así también llegará a mi pueblo el conocimiento de un Salvador,
“y a los nefitas… mediante el testimonio de sus padres,
“y este testimonio llegará al conocimiento de los lamanitas…
“Y para este propósito mismo se preservan estas planchas que contienen esta historia, a fin de que se cumplan las promesas del Señor a su pueblo;
“y para que los lamanitas lleguen al conocimiento de sus padres, y sepan de las promesas del Señor, y crean en el evangelio y tengan confianza en los méritos de Jesucristo, y sean glorificados por medio de la fe en su nombre, y se salven mediante su arrepentimiento” (D. y C. 3:16–20; cursiva agregada).
En la sección 5, el Señor tiene mucho que decir sobre la importancia del Libro de Mormón en la restauración del Evangelio. El Señor le recordó a José: “tienes un don para traducir las planchas; y éste es el primer don que te conferí; y te he mandado no profesar tener ningún otro don sino hasta que mi propósito [la traducción y publicación del Libro de Mormón] se cumpla” (D. y C. 5:4; cursiva agregada). El Señor le dejó bien claro a Su siervo José Smith que el Libro de Mormón tenía que ser traducido y estar disponible antes de que Su gran obra de los últimos días siguiera adelante.
También en la sección 5, versículos del 5 al 16, el Señor explicó por qué el Libro de Mormón es tan importante en el establecimiento de Su reino en la tierra. En esos versículos el Señor empleó de forma repetida la frase mis palabras para referirse al Libro de Mormón, el cual pronto iba a salir a luz “mediante” el profeta José Smith (véase también 3 Nefi 21:9–11). El Señor declaró que si los hijos de los hombres “no quieren creer mis palabras [contenidas en el Libro de Mormón], no te creerían a ti, mi siervo José” (D. y C. 5:7; cursiva agregada).
Estos breves versículos ilustran la gran verdad declarada por el profeta José en cuanto a “que el Libro de Mormón [es]… la clave de nuestra religión” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 233). Un testimonio de la divinidad y la veracidad del Libro de Mormón confirma que Jesús es el Cristo, que José Smith es un profeta verdadero y que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tal como la organizó el profeta José, es verdadera. Con un testimonio tal del Espíritu, las almas valientes de todas las naciones de la tierra están abrazando el Evangelio restaurado (véase D. y C. 5:16).
En Doctrina y Convenios 6:9, el Señor instruyó a Oliver Cowdery que “[ayudara] a que [saliera] a luz mi obra”. De hecho, Oliver fue un instrumento en sacar a luz el Libro de Mormón, que contiene la “plenitud del evangelio” (véase D. y C. 20:8–9; 27:5; 42:12; 135:3). El Señor enviaría a Sus siervos con este registro en la mano para “[hacer] una obra maravillosa entre los hijos de los hombres, para convencer a muchos de ellos de sus pecados, para que se arrepientan y lleguen al reino de mi Padre” (D. y C. 18:44).
La sección 17 de Doctrina y Convenios contiene uno de los testimonios más claros y poderosos de todos los que se han registrado en cuanto al Libro de Mormón. El Señor Jesucristo, de quien el Libro de Mormón es “otro testamento”, declara que “mi siervo José Smith, hijo… ha traducido el libro [de Mormón], sí, la parte que le he mandado; y vive vuestro Señor y vuestro Dios, que es verdadero” (D. y C. 17:5–6).
¿Quién puede leer u oír ese testimonio y tener duda alguna en cuanto a la estima que el Señor tiene por el Libro de Mormón? Es algo serio oír o leer estas palabras y meditar en ellas, pues son suficientes para condenarnos si alguna vez rechazamos el libro o no somos fieles a la causa de Cristo y Su reino (véase D. y C. 5:15,18).
En junio de 1829, el Señor declaró a Oliver Cowdery, escriba del Profeta, este poderoso testimonio de la veracidad e importancia del Libro de Mormón: “He aquí, te he manifestado por mi Espíritu en varias ocasiones, que las cosas que has escrito son verdaderas…
“Y… te mando que confíes en las cosas que están escritas;
“porque en ellas se hallan escritas todas las cosas concernientes al fundamento de mi iglesia, mi evangelio y mi roca.
“De modo que si edificas mi iglesia sobre el fundamento de mi evangelio y mi roca, las puertas del infierno no prevalecerán en contra de ti” (D. y C. 18:2–5; cursiva agregada). De este modo, el Libro de Mormón contiene las enseñanzas fundamentales de la Iglesia restaurada de Jesucristo, tal como el Señor mismo lo testificó.
La sección 20 contiene un tratado extenso sobre el Libro de Mormón. Resulta significativo que la revelación para organizar formalmente la Iglesia no se haya dado sino hasta que el Libro de Mormón estuvo traducido y publicado. Después de confirmar que José Smith y Oliver Cowdery fueron debidamente llamados de Dios y autorizados para organizar y dirigir Su Iglesia, el Señor declaró lo siguiente:
“[Dios] le dio [al profeta José Smith] poder de lo alto para traducir el Libro de Mormón, por los medios preparados de antemano,
“el cual contiene la historia de un pueblo caído, y la plenitud del evangelio de Jesucristo a los gentiles y también a los judíos;
“el cual se dio por inspiración, y se confirma a otros por la ministración de ángeles, y por ellos [los Tres Testigos] se declara al mundo;
“probando al mundo que las Santas Escrituras son verdaderas, y que Dios inspira a los hombres y los llama a su santa obra en esta edad y generación, así como en las antiguas;
“demostrando por este medio que él es el mismo Dios ayer, hoy y para siempre…
“Teniendo, pues, tan grandes testigos [José Smith, los Tres Testigos, los Ocho Testigos e incluso aquellos que recopilaron el Libro de Mormón], por ellos será juzgado el mundo, sí, cuantos desde ahora en adelante lleguen a tener conocimiento de esta obra [el Libro de Mormón].
“Y los que la reciban con fe, y obren con rectitud, recibirán una corona de vida eterna” (D. y C. 20:8–14).
En la sección 84 el Señor hizo otra alusión significativa y dio una seria amonestación con respecto al Libro de Mormón. El Señor dijo a los santos en 1832:
“Y en ocasiones pasadas vuestras mentes se han ofuscado a causa de la incredulidad, y por haber tratado ligeramente las cosas que habéis recibido,
“y esta incredulidad y vanidad han traído la condenación sobre toda la iglesia.
“Y esta condenación pesa sobre los hijos de Sión, sí, todos ellos;
“y permanecerán bajo esta condenación hasta que se arrepientan y recuerden el nuevo convenio, a saber, el Libro de Mormón y los mandamientos anteriores que les he dado, no sólo de hablar, sino de obrar de acuerdo con lo que he escrito” (D. y C. 84:54–57; cursiva agregada).
En diversas ocasiones, el presidente Ezra Taft Benson exhortó a los miembros de la Iglesia a estudiar y a emplear los preceptos del Libro de Mormón, y a ceñirse a ellos, para librarse de esa misma condenación pronunciada sobre los primeros Santos de los Últimos Días (véase A Witness and a Warning, 1988, págs. 6–8).
CONCLUSIÓN
Ciertamente, el Señor tiene mucho que decir sobre el Libro de Mormón en Doctrina y Convenios. Estos dos volúmenes de Escritura son, de hecho, testigos inseparables y poderosos de la divinidad de Cristo y de Su gran obra de los últimos días. El presidente Benson explicó la importante relación que existe entre estos dos libros sagrados:
“Excluyendo los testigos del Libro de Mormón, el libro de Doctrina y Convenios es sin duda el testigo y la evidencia externa más grande que tenemos del Señor de que el Libro de Mormón es verdadero…
“Doctrina y Convenios es el eslabón entre el Libro de Mormón y la obra continua de la Restauración a través del profeta José Smith y sus sucesores…
“El Libro de Mormón lleva a los hombres a Cristo. Doctrina y Convenios lleva a los hombres al Reino de Cristo…
“El Libro de Mormón es la ‘piedra angular’ de nuestra religión, y Doctrina y Convenios es la ‘piedra de coronamiento’, con la revelación moderna constante. El Señor ha puesto su sello de aprobación en ambas piedras” (“El Libro de Mormón y Doctrina y Convenios”, Liahona, julio de 1987, pág. 85).




























