Dios, el centro de la vida familiar

8 de marzo de 1975, Conferencia General de Área en Buenos Aires
Dios, el centro de la vida familiar
por el élder Richard G. Scott
Representante Regional de los Doce

Elder Richard G. ScottTodos hemos sido profundamente conmovidos e inspirados por este poderoso mensaje del élder Kimball, nuestro Presidente. El anuncio del Templo es tan importante que tal vez no lleguemos aún a apreciarlo en toda su magnitud; sin embargo toda persona que se prepare y acuda al templo será eternamente bendecida. El élder Kimball ha interpretado específicamente la voluntad del Señor, con respecto a cada uno de nosotros. Yo testifico que él es el Profeta de nuestro Padre Celestial, prestémosle atento oído y obedezcamos su consejo de escoger servir al Señor. Hoy me siento sumamente conmovido, pues se encuentran aquí muchos de mis más íntimos amigos. Amo profundamente al pueblo sudamericano. Admiro vuestra calidez, sinceridad y exuberancia por la vida, respeto vuestro sincero amor por los niños, vuestras profundas raíces familiares y la tradición que ubica al padre como patriarca de la familia.

Ocurren verdaderos milagros cuando estos rasgos naturales se aumentan e intensifican mediante la aplicación del evangelio restaurado de Jesucristo. El progreso de la Iglesia es muy grande aquí; el poder de los líderes, impresionante, pero para mí, lo más hermoso es el número creciente de individuos y unidades familiares que irradian el amor de Dios. Con esta conferencia conmemoramos el quincuagésimo aniversario de la prédica del evangelio en Sudamérica y percibo que esto señala el comienzo de una nueva era de actividad, desarrollo y bendición. Esta conferencia influirá en vuestras vidas en proporción directa a la actitud espiritual que adoptéis y a vuestra fidelidad, y constante aplicación de las verdades aquí señaladas. Se nos enseña que la familia es la unidad básica de la Iglesia y la sociedad, el llamamiento más importante en esta vida y en la eternidad es el de padres y lo más importante de la obra del Señor es la que llevamos a cabo dentro de las paredes de nuestros propios hogares. Algunos podrán preguntarse con la seria situación económica, las inquietudes políticas y las malvadas influencias que nos rodean, ¿cómo podemos nosotros, los padres, proteger a nuestras familias? Consideremos esta analogía: Se diseña una nave espacial para cumplir una misión. La tripulación maneja la nave con la dirección del capitán y copiloto, la tripulación recibe instrucción de ellos y se establecen eslabones de comunicación entre ambas partes; el control central proporciona dirección constante y la ayuda necesaria en caso de emergencia.

El hogar es semejante a una nave espacial que viaja por la peligrosa jornada de la vida. Su capitán es el divinamente designado padre; el copiloto, la madre y los hijos son el resto de la tripulación. El destino es la exaltación junto al Padre Celestial. Sus miembros reciben el poder de controlar los importantes aspectos de la vida familiar, y existe un sistema de comunicaciones entre cada miembro de la familia y vuestro Padre Celestial. Se da a cada tripulante la oportunidad de ser entrenado mediante los padres y éstos, tienen a su disposición la totalidad de los recursos de la Iglesia, bajo la dirección del sacerdocio, para asistirles en su importantísima responsabilidad.

En la familia modelo del Señor, el padre posee el Sacerdocio de Melquisedec. Con el aliento y el apoyo de su esposa, él establece el buen ejemplo de fiel obediencia a los mandamientos del Señor y enseña principios correctos a cada miembro de la familia. Su voluntad y deseos personales se sujetan a las necesidades de la familia; reconoce que debe dedicar tiempo específico a su esposa y a sus hijos.

¿Qué capitán de una nave espacial dirigida hacia la luna, cambiaría la trayectoria por capricho? ¿Qué sucedería si una tripulación cortara sus comunicaciones con el centro de control, porque se considerara suficientemente competente como para enfrentarse con todos los desafíos del viaje, sin ayuda ni guía?

Ninguna tripulación espacial haría semejante cosa. Pero, cuán a menudo se alejan las familias de sus objetivos específicos de «inmortalidad y vida eterna» gozo y felicidad a través de su jornada terrestre, debido a actos irresponsables originados por padres o hijos inconscientes. Contamos con el plan del evangelio para lograr una felicidad total ahora y en la eternidad. El manto de la autoridad del sacerdocio está al alcance de cada padre que esté dispuesto a pagar el precio en obediencia y servicio. Podemos recibir guía y dirección del Señor y de sus siervos escogidos. Pero aún así, esas líneas de comunicación son tan sensibles, que sólo funcionan eficazmente en base a la obediencia y los principios del evangelio, sobre la pureza de vida, el honor, respeto mutuos y el amor y la armonía en el hogar.

Pero, ¿qué sucede con la influencia maligna que nos rodea? Consideremos la nave espacial.

Al regresar a la tierra, la tripulación se enfrenta con el terrible peligro de la atmósfera. Un pequeño error, y la nave puede caer como un meteoro flameante, o ser desechada hacia el espacio para vagar por allí. Pero si el capitán sigue las direcciones del centro de control, la amenazante atmósfera proveerá los medios para contrarrestar la tremenda velocidad del vehículo, haciendo posible entonces un aterrizaje seguro.

¿No son acaso las adversidades que nos rodean, oportunidades de desarrollo que logramos al seguir obedientes a las enseñanzas del Señor y de sus siervos? El Señor utiliza adversidades que desarrollan nuestras habilidades, aumentan nuestro entendimiento y perfeccionan cada rasgo necesario para el carácter y el liderismo, tanto aquí como en su reino. Creo que si nos preocupáramos menos por los desafíos que tenemos que enfrentar y nos preocupamos más acerca de la obediencia a los consejos del Señor, las mismas cosas que pudieran desalentarnos, llegarían a ser fuentes de fortaleza y de desarrollo del carácter.

Un padre no puede ejercer injusto dominio o vivir de acuerdo con una doble norma de vida en cuanto a la moral y la virtud, y esperar el respeto de la familia. Para fortalecer a su familia, decidle a vuestra esposa que la amáis y demostrádselo.

Estableced un sentimiento de confianza y respeto por sí mismos en vuestros hijos.

Hijos: Demostradles a vuestros padres amor y respeto, pues así los motivaréis poderosamente para el bien.

Los niños que aprenden en el hogar a vencer las tentaciones de la ira, el egoísmo, la desobediencia y la represalia, desarrollan el dominio de sí mismos. Entonces, cuando llegué el momento en que tengan que enfrentarse solos a las presiones mundanas de compañeros o las tentaciones de los caminos prohibidos, responderán naturalmente a las leyes espirituales. Ellos estarán vestidos con la armadura espiritual que los proteja de los fieros dardos de Satanás.

Amados jóvenes presentes, con todo mi ser quisiera llegar al corazón de cada uno de vosotros; especialmente a los varones, a fin de lograr que os comuniquéis con vuestro Padre Celestial en ferviente oración concerniente a una misión. No hay nada que pueda infundir en vosotros mayor confianza y seguridad para vuestra vida futura que una misión; nada que os brinde la oportunidad de rendir mayor servicio al prójimo, nada que pueda prepararos mejor para un llamamiento de padre o líder en el sacerdocio que cumplir dignamente una misión. Jóvenes sed misioneros, decidíos hoy a ser misioneros y convertid vuestra decisión en realidad. Lo digo en él nombre de Jesucristo. Amén.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario