El está cerca, dispuesto a ayudarnos

Diciembre de 1982
El está cerca, dispuesto a ayudarnos
Por el élder Ted E. Brewerton
Del Primer Quórum de los Setenta

Teddy E. BrewertonNunca nadie debe dar cabida a la idea de que está solo, porque tenemos muchas evidencias para demostrar lo contrario. Nosotros, como hijos e hijas literales de un Dios viviente, tenemos todos los derechos de saber que nuestro Padre Celestial nos ama y que siempre está disponible y deseoso de ayudamos. De todas maneras, debemos tener en cuenta que Él puede ver más allá de todas las cosas y, conociendo mejor que nosotros nuestras verdaderas necesidades, nos ayuda de acuerdo con su propia sabiduría. Por esta razón, es de suma importancia que confiemos en El.

Por medio del profeta José Smith, el Señor nos hace llegar esta invitación reconfortante:

“Junto con este mandamiento que os doy, de llamarme mientras estoy cerca. . .

“Allegaos a mí, y yo me allegaré a vosotros; buscadme diligentemente, y me hallaréis; pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá.” (D. y C. 88:62-63.)

Cuando yo servía como presidente de misión en América Central, tuve la oportunidad de conocer a un misionero que tuvo una maravillosa experiencia, la cual demuestra la proximidad del Señor y su deseo de ayudamos en momentos de necesidad. Este élder apenas era algo mayor que el resto de los misioneros. Era converso a la Iglesia y, después de haber estado en el servicio militar, se había preparado para ir a la misión. Cuando recibió su llamamiento, fue al centro de capacitación misional en Salt Lake City y estando ya allí, se preguntó: “Yo tengo un testimonio, ¿pero dónde está? Si en la misión voy a gastar mis propios ahorros, debo saber en verdad si José Smith fue un verdadero Profeta de Dios”.

Esa noche se hincó en su habitación y abrió su corazón a nuestro Padre Celestial, rogándole le hiciera saber si José Smith era realmente un profeta. Para su desilusión, no tuvo una experiencia que le diera la confirmación que deseaba, de modo que, al día siguiente, continuó asistiendo a las reuniones. Era el día en que una Autoridad General iba a dirigirles la palabra. Sin mucho interés, se sentó en la parte de atrás, detrás de otros 305 misioneros. Cuando el presidente N. Eldon Tanner entró en la habitación, el élder pensó: “Pues él tiene el mismo aspecto que cualquier otro hombre de negocios bien vestido; esto no quiere decir que parezca un profeta”.

Cuando el presidente Tanner empezó a hablar, el élder, desilusionado aún, sintió un leve deseo de escuchar. Pero a medida que pasaron los minutos, comenzó a poner más atención. De pronto, el presidente Tanner preguntó: “¿Podrían por favor ponerse de pie todos los misioneros mayores de veinticuatro años?” ¿Cuántos misioneros de esa edad pensáis que había presentes? Solamente uno: el élder a quien me estoy refiriendo.

El presidente Tanner le pidió que pasara al frente, y él lo hizo, aunque con desgana.

Fue mientras se acercaba al presidente Tanner que recibió el testimonio por el cual había pedido la noche anterior: El testimonió de la divinidad del llamamiento del Profeta de Dios. A continuación, el presidente Tanner le pidió que expresara su testimonio concerniente a la divina naturaleza del llamamiento del profeta José Smith. Y así lo hizo, declarando que sabía que José Smith había recibido un llamamiento divino y que era un Profeta de Dios.

Dios vive y nos ama, y está constantemente cerca de nosotros y dispuesto a ayudarnos; de esto no debemos tener ninguna duda. Todos los miembros de la Iglesia que cumplen con las leyes divinas sienten la realidad de la influencia de Dios. Pueden también percibirla aquellos que no pertenecen a la Iglesia cuando esto es Su voluntad. Este principio quedó demostrado una vez más con la siguiente experiencia que sucedió en el Templo de Sao Paulo.

Durante el mes de septiembre de 1978, el templo quedó abierto al público en general, y luego se cerró para prepararlo para su dedicación. Entre los muchos visitantes que sintieron la influencia de este templo especial, hubo un periodista que no pertenecía a la Iglesia.

Durante la gira, llegaron a la puerta del salón celestial; las pocas personas que lo acompañaban vieron que repentinamente se detenía y bajaba la cabeza. Permaneció por algunos momentos en esa posición, con los ojos cerrados y la cabeza inclinada. Entonces, abrió lentamente los ojos al mismo tiempo que miraba de un lado a otro con una expresión en su rostro como si preguntara: “¿Quién está allí?” o “¿Hay alguien ahí?”

Unos minutos después estaba ya recuperado y, por la expresión de su rostro, podía verse que sabía que allí había algo santo; los que estaban allí pudieron ver las lágrimas que le corrían por las mejillas. Él había sentido la hermosa influencia del Espíritu que tan a menudo se encuentra en los templos; sabía que había allí algo hermoso y sintió gozo por ello. Era algo real, un sentimiento tangible.

Especialmente durante los años de la juventud, hay muchas decisiones que tomar y metas que establecer. Para ello, debemos aprender a confiar en nuestro Padre Celestial y a depender de Él. El proveerá lo que realmente necesitamos; y sólo tenemos que tenerle fe y confianza y Él nos guiará y nos apoyará para que logremos ciertas metas específicas tales como cumplir una misión, que es uno de los esfuerzos que más valor tendrá para nosotros, así como también casarnos en el templo, o sea, a la manera del Señor. Después de establecer estas metas, no debemos permitir que nada se interponga o nos impida alcanzarlas, recordando siempre la proximidad y la disponibilidad de nuestro Padre Celestial.

Sobre todo, El desea que seamos felices, y si tenemos confianza en su consejo y obedecemos su voluntad, recibiremos un gozo incomparable. Sé que Dios vive, que se preocupa por cada uno de nosotros, y que está constantemente a nuestro lado dispuesto a ayudarnos.

“En mi casa tengo un hermoso instrumento llamado radio. Cuando todo está en orden, podemos sintonizar una estación determinada y oír a un orador, o la voz de un cantante que está al otro extremo del continente, o a veces, en alguna otra parte lejana del mundo. Podemos oír el programa como si estuviera allí, en nuestra propia casa. Pero después de usar la radio por un tiempo, hay algunas partes delicadas o conexiones eléctricas, llamadas lámparas, que comienzan a deteriorarse…. Si no las cuidamos debidamente,. . . bueno, la radio está allí, como antes, pero algo ha cambiado en su interior; ya no podemos oír ni sintonizarla para escuchar a un cantante o a un orador.

“Ahora. . . tanto vosotros como yo tenemos en nuestro interior algo que puede ser el equivalente a esas lámparas. Tenemos lámparas a las que podríamos llamar ‘id a la reunión sacramental’, ‘guardad la Palabra de Sabiduría’, ‘pagad los diezmos’, ‘haced las oraciones familiares’, ‘leed las Escrituras’ y . . . ‘guardaos moralmente limpios’. Si una de éstas deja de funcionar por falta de uso o por inactividad, en una palabra, si no guardamos los mandamientos de Dios, causará en nuestro espíritu el mismo efecto que tiene la lámpara gastada de la radio de mi casa cuando queremos recibir un mensaje que viene de lejos . . .

“. . . Si guardamos los mandamientos de Dios, recibiremos las respuestas de nuestro Padre Celestial para nuestra guía y dirección.” (Harold B. Lee,“Radio Tubes” —Lámparas de radio—, New Era, marzo de 1973, págs. 10-11.)

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario