Mayo de 1984
Cuatro versiones Incas de la leyenda del Dios blanco
Por Kirk Magleby
Nota: En el Intento de preservar la autenticidad de los escritos que sirven como referencia a este artículo, no se han hecho correcciones ni en la ortografía ni en la sintaxis castellana de los mismos. La redacción.
Es muy conocido el hecho de que casi todas las tribus Indígenas del Hemisferio Occidental han preservado tradiciones sobre la aparición en la antigüedad de un dios blanco que bajó del cielo para instruir y organizar a su pueblo. Algunas de las versiones más interesantes de esta extendida tradición proceden del Perú, donde se conoce a ese dios legendario bajo los nombres de Kon Tikl Viracocha, Tunupa, Pachacamac, Tarapacao Arnauan, según la reglón del país. Cuatro afamados cronistas que escribieron historias de los incas, Pedro Cieza de León, Pedro Sarmiento de Gamboa, Juan Betanzos y Juan de Santa Cruz Pa-chacuti, registraron interesantes relatos de ese dios blanco y barbado. Dichos escritos nos dan una descripción bastante detallada de su apariencia, personalidad y visitas a los antepasados de los indios andinos.
Cieza de León llegó a Perú en 1548 como soldado de un destacamento enviado para sofocar una rebelión que se había convertido en una guerra civil entre los españoles. Permaneció allí hasta 1550, tiempo durante el cual visitó casi toda aquella tierra recién conquistada, observando y registrando por escrito descripciones del terreno, la flora, las costumbres nativas y los aspectos más importantes de la historia indígena. Desde sus viajes a Colombia, en 1541, había llevado un diario de sus observaciones; pero en Perú, Cleza de León se dejó fascinar por la idea de escribir una historia del país y sus nativos. Después de terminar sus deberes militares, se dedicaba a conversar con los amautas (hombres sabios entre los indios) y los orejones (nobles Incas), así como con españoles versados en esos conocimientos, a fin de aprender todo lo que podía sobre la historia y las tradiciones del Imperio Inca.
“Lo que yo aquí escribo son verdades y cosas de Importancia, provechosas. . .” escribió en la dedicatoria de su primer libro, “pues muchas veces cuando los otros soldados descansaban, cansaba yo escribiendo.”
La primera obra de este historiador, La crónica del Perú, fue publicada por primera vez en Sevilla, en 1553; la última, El señorío de los incas, permaneció inédita hasta 1880. En el capítulo cinco de ésta última, Cieza de León relata la siguiente leyenda sobre la aparición de un dios blanco a los antepasados de aquellos indígenas:
«Antes que los Incas reinasen en estos reinos ni en ellos fuesen conocidos, cuentan estos indios otra cosa muy mayor que todas las que ellos dicen, porque afirman que estuvieron mucho tiempo sin ver el sol y que, padeciendo gran trabajo con esta falta, hacían grandes votos é plegarias á los que ellos tenían por dioses, pidiéndoles la lumbre de que carecían; y que estando desta suerte, salió de la isla de Titicaca, questá dentro de la gran laguna del Collao1, el sol muy resplandeciente, con que todos se alegraron. Y luego questo pasó, dicen que de hacia las partes del Mediodía vino y remanesció un hombre blanco de crecido cuerpo, el cual en su aspecto y persona mostraba gran autoridad y veneración, y queste varón, que así vieron, tenia tan gran poder, que de los cerros hacia llanuras y de las llanuras hacia cerros grandes, haciendo fuentes en piedras vivas; y como tal poder reconociesen, llamábanle Hacedor de todas las cosas criadas, Principio deltas, Padre del sol, porque, sin esto, dicen que hacia otras cosas mayores, porque dió sér ál os hombres y animales, y que, en fin, por su mano les vino notable beneficio. Y este tal, cuentan los indios que á mi me lo dixeron, que oyeron á sus pasados, que ellos también oyeron en los cantares que ellos de lo muy antiguo tenían, que fué de largo hacia el NORTE, haciendo y obrando estas maravillas, por el camino de la serranía, y que nunca jamás lo volvieron á ver. En muchos lugares diz que dió orden á los hombres cómo viviesen, y que les hablaba amorosamente y con mucha mansedumbre, amonestándoles que fuesen buenos y los unos á los otros no se hiciesen daño ni injuria, ántes, amándose, en todos hobiese caridad. Generalmente le nombran en la mayor parte Ticivlracocha, aunque en la provincia del Collao le llaman Tuapaca, y en otros lugares della Arnauan. Fuéronle en muchas partes hechos templos, en los cuales pusieron bultos de piedra á su semejanza, y delante dellos hadan sacrificios: los bultos grandes questán en el pueblo de Tiahuanacu2, se tiene que fué desde aquellos tiempos; y aunque, por fama que tienen de lo pasado, cuentan esto que digo de Ticiviracocha, no saben decir déI más, ni que volviese á parte ninguna deste reino.»3
Pedro Sarmiento de Gamboa fue un navegante y escritor español, que era capitán en el ejército de su país. Mientras se encontraba estacionado en Cuzco, Perú, recibió del virrey Francisco de Toledo la orden de recopilar una historia de los incas. Sarmiento de Gamboa convocó a los hombres sabios más viejos que había en esa capital de los incas y habló con ellos, uno a uno, personalmente; luego comparó sus declaraciones, sacó sus propias conclusiones y escribió parte de la historia que se le había solicitado. Su manuscrito llevaba el título Historia de los Incas,’Segunda Parte de La Historia Llamada Indica, y fue el segundo tomo de una gran obra que originalmente se pensó publicar en tres volúmenes. Sin embargo, el manuscrito Inédito permaneció bajo custodia de los reyes españoles durante muchos años, siendo finalmente vendido a la biblioteca de la Universidad de Gotinga, en Alemania, donde fue descubierto y finalmente publicado en Berlín, en 1906. La versión que da Sarmiento de Gamboa sobre la leyenda del dios blanco aparece a continuación:
“Todos concuerdan en que la creación destas gentes la hizo el dicho Vira cocha, el cual tienen noticia que fue un hombre de mediana estatura, blanco y vestido de una ropa blanca a manera de alba ceñida por el cuerpo, y traía un báculo y un libro en las manos. Y tras esto cuentan un extraño caso, que, como después que! Viracocha crió todas las gentes, viniese caminando, llegó a un asiento donde se habían congregado muchos hombres de los por él criados . . .
“Viracocha prosiguió su camino, haciendo sus obras e instruyendo las gentes criadas… Y quiriendo dejarla tierra del Pirú, hizo una habla a los que había criado, avisándoles de cosas que les habían de suceder. Les dijo que vendrían gentes algunas que dijesen que ellos eran el Viracocha, su Criador, y que no los creyesen, y queI en los tiempos venideros les enviaría sus mensajeros para que los amparasen y enseñasen. Y esto dicho, se metió con sus dos criados por la mar, e iban caminando sobre las aguas, como por la tierra, sin hundirse.”4
Juan de Betanzos era un cronista y conquistador español, de los primeros que invadieron el Perú al mando de Francisco Pizarra. Apenas llegaron a esa tierra, Betanzos comenzó a estudiar el quechua, el Idioma de los Incas, y pudo dominarlo hasta el punto de ser nombrado Intérprete oficial de la corte real. Las primeras de sus obras que se publicaron fueron dos diccionarios Español- Quechua. Betanzos se casó con una princesa Inca y se estableció en Cuzco, reuniendo datos y observaciones que él mismo conseguía, hasta 1551, año en que se publicó su tratado sobre la historia y las tradiciones de los indios andinos titulado Suma y narración de los incas. Al escribir, tenía especial cuidado en “guardar la manera y orden de hablar de los naturales” (dedicatoria del libro). Esta es su descripción del dios Viracocha:
«. . . que preguntando á los Indios que figura tenía este Viracocha cuando ansí le vieron los antiguos, según que dello ellos tenian noticia y dijeronme que era un hombre alto de cuerpo y que tenía vestidura blanca que le daba hasta los pies, y questa vestidura traía ceñida, é que traía el cabello corto y una corona hecha en la cabeza á manera de sacerdote y andaba destocado, y que traía en las manos cierta cosa que á ellos les parece el día de hoy como estos breviarios que los sacerdotes traían en las manos . . . preguntóles como se llamaba aquella persona en cuyo lugar aquella piedra era puesta5, y dijéronme que se llama Con TicI Viracocha Pachaya- chachic, que quiere decir en su lengua, Dios Hacedor del mundo.»6
Muy poco se sabe del que escribió la leyenda que aparece más abajo. Se trataba de un Indio procedente del sur del Imperio inca, que se enorgullecía de haber sido “cristianizado”. Firmó sus escritos con el nombre don Juan de Santa- cruz Pachacuti Yamqui, y el manuscrito, hecho en una extraña mezcla de español y quechua, permaneció Inédito hasta 1880. No obstante, la versión del dios blanco que da este autor es por demás Interesante:
«Y passado algunos años después de aberlos y do y echado a los demonios . . . desta tierra, an llegado entonces a esas provincias y rey nos de Tabanatinsuyo7 un hombre barbudo, mediano de cuerpo y con cabellos largos, y con camissas algo largas, y dizen que era ya hombre passado más que de moco, y trayey las canas, hera flaco, el qual andava con su bordon, y era que enseñaba a los naturales con gran amor, llamándoles a todos hijos y hijas, el qual no fueron oydos ni hechos casso de los naturales, y guando andaba por
todas las provincias ha hecho muchos milagros, y bisibles; solamente con tocar a los enfermos los sanaba, el qual no trayey enterés ninguno ni trayey atos, el qual dizen que todas las lenguas habla- va mejor que los naturales, y le nombra- van TON APA o TARAPACA VIRACO- CHANPA CH AY ACHI CACHAN o PACCHACAN Y BICCHHAYCAMAYOC CUANACUYCAMAYOC . . . Reprehendiéndoles con amor afable, y por el dicho Apotampo8 los oyeron con atención, recibiéndole el dicho palo en su mano, de modo que en un palo los recibieron lo que les predicava, señalándoles y rayándoles cada capitulo de las rrazones. Este barón llamado Thonapa dizen que andubo por aquellas provincias de los collasuyos9, predicándoles sin descansar. .. El cual dicho Thonapa dizen que los maldijo el dicho pueblo, de que vino a azer anegados con agua, y el día de oy se llama Yamqui Cupaco- cha, la laguna, que los yndios deste tiempo casi todos lo saben que como antiguamente hera pueblo principal y agora es laguna. Lo uno dizen que en un cerro muy alto llamado Cachaqueara,. estaba o abia un y dolo en figura de mujer, a el cual dizen que Tunapa tuvo gran odio con el dicho ydolo, y después le hecho fuego y se abrasó el dicho cerro con el dicho ydolo, rrebentandoles y derretiendoles como una cera el dicho cerro, y hasta el día de oy hay señales de aquel milagro espantable, jamás oído en el mundo . . . Dizen queI dicho Tunapa pasó siguiendo al rrío de Chacamarca, hasta topar en la mar. Entiendo que pasó por el estrecho hacía la otra mar. Esto han averiguado por antiguos inqas antiquísimos.»10 Uniendo los elementos de estas cuatro versiones de la tradición inca del dios blanco en una sola descripción, surge un interesante retrato del dios Viracocha. Se trataba de un dios creador que vino a la tierra a visitar a los hombres a quienes había creado, a instruirlos y organizarlos. Era de piel blanca, de estatura mediana o grande, y llevaba puesta una túnica blanca, sujeta en la cintura, que le llegaba hasta los pies; ya no era un jovenzuelo; tenía el pelo blanco y era delgado; cuando caminaba, llevaba un báculo y un libro en las manos, y algunas veces se le vio llevar una corona en la cabeza. Aunque demostraba suprema autoridad, hablaba con humildad y amor, llamando a todos sus hijos e hijas.
Muy anterior a la época del imperio inca, la visita de este Viracocha se constituyó en la tradición más importante de los pueblos andinos. Durante muchos días antes de su venida, el sol se oscureció y la gente sufrió tremendas privaciones por la falta de luz solar. Sólo después de mucho suplicar y orar Intensamente se les devolvió la luz, después de lo cual apareció el Viracocha.
En todas las partes que visitó, llevó a cabo milagros; hizo que se aplanaran las colinas y se levantaran los valles para formar montañas; hizo brotar agua de las rocas, devolvió la vida a hombres y animales y caminó sobre las aguas; curó a los enfermos con solamente tocarlos, y hablaba todos los Idiomas de la región con igual facilidad. Cuando Viracocha maldijo una ciudad, ésta quedó sumergida en un lago y todos sus habitantes se ahogaron; maldijo una montaña, y ésta fue consumida por fuego del cielo. El dio a los hombres los mandamientos de amar a su prójimo y tratarlo con caridad; además, amonestó a la gente por su Iniquidad. Les entregó una copla de su sermón, escrita en un palo, y luego la revisó con ellos haciendo hincapié en los puntos Importantes. Habló a una gran congregación, diciéndoles los acontecimientos que sobrevendrían, y les advirtió que aparecerían hombres que declararían falsamente ser el Viracocha; pero también les prometió que en tiempos futuros les enviaría mensajeros y siervos suyos para enseñarles y protegerlos. No poseyendo valores materiales, Viracocha se fue sobre el mar al final de su visita, y el pueblo jamás volvió a saber de él.
No resulta difícil comprender que algunas personas declaren que existe una fuerte relación entre las muchas versiones de la leyenda del dios blanco que tienen los diversos pueblos Indígenas de América y el relato de la visita del Cristo resucitado a los pueblos americanos, registrado en el Libro de Mormón. Muchos de los detalles de estas versiones peruanas de dicha leyenda parecen dar crédito a esas afirmaciones. Más aún, parecería que los Indios que las relataron a los cronistas españoles las conocían muy bien.
Notas
- “La gran laguna del Collao tiene por nombre Titicaca, por el templo que estuvo edificado en la misma laguna; de donde los naturales tuvieron por opinión una vanidad muy grande, y es que cuentan estos Indios que sus antiguos lo afirmaron por cierto, como hicieron otras burlerías que dice, que carecieron de lumbre muchos días, y que estando todos puestos en tinieblas y obscuridad salió desta Isla de Titicaca el sol muy resplandeciente, por la cual la tuvieron por cosa sagrada.” (Pedro Cieza de León, La crónica del Perú, Clll.)
- Las ruinas de la ciudad de Tlahua- naco, el vestigio más importante de la cultura del mismo nombre, se encuentran en el este de Bollvia, muy próximas al Lago Titicaca.
- Pedro Cienza de León, El señorío de los incas, Lima: Editorial Universo S. A., 1973, cap. V, págs. 18-19.
- Pedro Sarmiento de Gamboa, Historia de los incas, segunda parte de la Historia Indica, Buenos Aires: Emecé Editores, 1943, págs. 108-109.
- El monumento de piedra al cual se refiere era una estatua en tamaño natural del dios Tikivlracocha, que antiguamente se encontraba en el Templo de Viracocha, en el sur del Perú. Véase Pedro Cieza de León, La crónica del Perú, XCVIII.
- Juan Diez de Betanzos, Suma y narración de los incas, Madrid: Marcos Jiménez de la Espada, Imprenta de Manuel G. Hernández, 1880, cap. II, pág. 7.
- Tahuantlnsuyo, nombre dado al Imperio Inca cuya capital era Cuzco y que se extendía abarcando casi 2 millones de km2; estaba dividido en cuatro grandes reglones, y éstas en provincias.
- Los apotampos eran posadas que había a lo largo de los caminos del Imperio, a través de los Andes.
- Collasuyo, al sur de Cuzco, era una de las cuatro grandes reglones en que se encontraba dividido el Imperio Inca, y abarcaba la zona del Lago Titicaca.
- Juan de Santa Cruz Pachacutl Yamqul, Relación de antigüedades deste Rey no del Pirú, en Tres relaciones de antigüedades peruanas, Asunción del Paraguay: Editorial Guaranla, 1950, págs. 210-213.

























io kiero un rezumen :v
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