Joseph Fielding Smith

Joseph Fielding Smith

Puntos sobresalientes en la vida de Joseph Fielding Smith (1876-1972)
Edad  
  Nace en la ciudad de Salt Lake, hijo del sexto Presidente de la Iglesia (julio 19,1876).
1 Fallece el presidente Brigham Young (1877).
11 Fallece el presidente John Taylor (1887).
20 Su bendición patriarcal proclama: «Será vuestro deber sentaros en consejo con vuestros hermanos y presidir entre el pueblo» (1896).
21 Es ordenado élder (1897).
22 Contrae matrimonio con Louie Emyla Shurtliff; ella muere en 1908, dejando dos hijas; fallece el presidente Wilford Woodruff (1898).
22 Inicia su misión en Inglaterra (1899).
25 Llega a ser secretario de la Oficina del Historiador de la Iglesia; fallece el presidente Lorenzo Snow (1901).
32 Contrae matrimonio con Ethel Georgina Reynolds; cinco hijos y cuatro hijas nacen de este matrimonio. Ella fallece en 1937 (1908).
33 Es ordenado apóstol por su padre (1910).
42 Joseph F. Smith padre fallece (1918).
44 Es llamado como Historiador de la Iglesia (1921).
57 Llega a ser presidente de la Sociedad Genealógica (1934).
61 Contrae matrimonio con Jessie Ella Evans; ella fallece en 1971 (1938).
63 Hace un viaje por Europa; estalla la Segunda Guerra Mundial; dirije la evacuación de todos los misioneros de Europa (1939).
68 Es apartado como presidente del Templo de Salt Lake; fallece el presidente George Albert Smith. (1951).
74 Llega a ser presidente del Consejo de los Doce; fallece el presidente George Albert Smith (1951).
79 Viaja por el Lejano Oriente y dedica cuatro países para la predicación del evangelio (1955).
89 Es llamado como consejero del presidente David O. McKay en la Primera Presidencia (1965).
93 Es sostenido como Presidente de la Iglesia a la muerte del presidente David O. McKay (1970).
95 Cumple noventa y cinco años; preside la primera Conferencia General de Area de la Iglesia en Manchester, Inglaterra (1971).
95 Fallece en la ciudad de Salt Lake, Utah, (julio 2, 1972).

 1. La ordenación como Presidente de la Iglesia

En la mañana del viernes 23 de enero de 1970, el presidente Joseph Fielding Smith a la edad de noventa y tres años, fue ordenado y apartado en la sala de consejo del Templo de Salt Lake como décimo presidente, profeta, vidente y revelador de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Él se encontraba altamente preparado para este elevado llama­miento, habiendo prestado servicio por casi sesenta años como apóstol del Señor Jesucristo.

El presidente Smith era nieto de Hyrum Smith, quien fue patriarca de la Iglesia y mártir, junto con su hermano el profeta José, en Carthage, Illinois, en 1844. Es la tercera persona que preside la Iglesia y que lleva el nombre de José Smith.

2. De la juventud a la madurez

Era un verano caluroso y las calles estaban polvosas. Aunque todo estaba tranquilo, este sería un año que se recordaría durante mucho tiempo. Dos semanas antes se habían llevado a cabo las celebraciones, desfiles, batallas simula­das y discursos marcando el centenario de la na­ción. Ulysses S. Grant era Presidente de los Esta­dos Unidos en esa época. El mismo año en que George Armstrong Custer (1839-1876), coronel del ejército norteamericano, fue derrotado con todo su regimiento por Caballo Loco (1849-1877) jefe de la tribu sioux y Toro Sen­tado (1834-1890) brujo de la misma tribu, en un sitio próximo a un río, llamado Little Big Horn donde Custer y su regimiento habían sido ani­quilados. Cinco días después, diez mil Santos de los Últimos Días procedentes del territorio de Utah, se reunirían en su nuevo tabernáculo, para conmemorar el vigésimo noveno aniversario de la llegada de los pioneros al gran Valle de Salt Lake. Escucharían a Orson Pratt relatar la histo­ria y luego el consejo paternal de Brigham Young.

El 19 de julio de 1876 era un día caluroso, 32 grados centígrados en la sombra, si es que se podía conseguir un lugar con sombra. Ese día había un gran entusiasmo en el hogar de los Smith, en la calle Second West de Salt Lake City, pues un niño había nacido. Este niño era sumamente especial, ya que era el primer hijo de Julina Lambson Smith y Joseph F. Smith. Sí, esta criatura estaba destinada a seguir los pasos de su padre como misionero, historiador, apóstol, erudito en Escrituras, teólogo, consejero en la Primera Presidencia y finalmente, pro feta del Señor. La voz de su padre llegaría a ser la voz de su hijo; ambos vivirían como apóstoles durante un lapso de tiempo que se extendería en una cadena ininterrumpida por más de cien años. Por primogenitura contaba con un nombre muy honrado, el nombre llevado por su padre y por su tío abuelo, el profeta José Smith. También había sido el nombre del hijo de Jacob quien había sido vendido en Egipto. Se esperaba que él lo honrara y al igual que su padre crecería sintiendo que ese nombre tenía algo de sagrado.

Es significativo que el nacimiento de esta criatura, que llevaba al nombre de su padre, vino como respuesta a las súplicas de su madre al Señor, Julina había tenido tres hijas y tenía un gran deseo de dar a su esposo un hijo. Así es que, al igual que la Ana de la antigüedad fue ante el Señor e “hizo votos”. Prometió que si se le concedía un hijo “haría todo lo que estuviera a su alcance para ayudarle a ser una honra para el Señor y para su padre”.1

Su primogenitura era una de nobleza, su vida estaría llena de oportunidades de trabajo y sacri­ficio. Sería sumamente bendecido con todas aquellas cosas maravillosas que el dinero no pue­de comprar. No sería perturbado por las distrac­ciones que ofrece una vida fácil y cómoda. Jo­seph Fielding nunca satisfizo su deseo de recibir una educación formal. En lugar de una educa­ción secular, recibiría instrucciones del espíritu y su diploma de Dios. Llegaría a ser un erudito y un escritor prolífero, no en búsqueda de los ho­nores de los hombres, sino en búsqueda de la defensa de la verdad. “De mis primeros recuer­dos”, dijo, “desde que pude por primera vez leer, he recibido más gozo y una mayor satisfac­ción del estudio de las Escrituras, así como de la lectura acerca del Señor Jesucristo, del profeta José Smith y la obra que se está cumpliendo para la salvación del hombre, que de cualquier otra cosa en el mundo”.2 A esta declaración podía agregarse el hecho de que su padre le con­cedió más que un honroso nombre. Joseph F. Smith fue un maestro de maestros que dedicó muchas horas contestando a las preguntas de sus hijos y asegurándose de que estuvieran reci­biendo una adecuada educación en los principios de la verdad. “Entre mis recuerdos más que­ridos”, Joseph Fielding diría años más tarde, “se encuentran las horas que permanecí a su lado hablando sobre los principios del evangelio y re­cibiendo instrucciones en la forma en que sola­mente él podía hacerlo. De esta manera los ci­mientos mi propio conocimiento se basaban en la verdad, por lo que yo también puedo afirmar que sé que mi Redentor vive y que José Smith es, fue y siempre será un profeta viviente de Dios.”3

Y qué lugar más apropiado para educar a un profeta que en el hogar de un profeta. Su madre, Julina Lambson Smith, creció en el hogar de George A. Smith, primo y amigo íntimo del profeta José Smith. “El tío George”, como co­múnmente le llamaban, también que como un padre para el joven Joseph Smith F., ya que su propio padre, Hyrum Smith, había sido asesina­do en la cárcel de Carthage. George A. Smith fue un hombre de un gran espíritu, así como lo fue en estatura, pues llegó a pesar más de 97 kilos. Se le llamó el apostolado a la edad de veintidós años, el hombre más joven con tal cargo en esta dispensación. Con la muerte de Heber C. Kimball, se le sostuvo como primer consejero del presidente Brigham Young. Un hombre que po­seía un fino sentido del humor y una memoria sobresaliente para recordar datos históricos. Du­rante muchos años George A. Smith trabajó como Historiador de la Iglesia. Por cierto que en la Oficina del Historiador, se conocieron Julina Lambson y Joseph F. Smith. Al describir de aquel evento, Julina comentó:

Un joven apuesto llamado Joseph F. Smith había regresado de su tercera misión y ayudaba como secretario en la Oficina del Historiador. Con frecuencia le veía y admiraba pensando que era el hombre más bien parecido y gentil que jamás había visto. Nunca me pasó por la mente que él se había fijado en mí, pero después supe que me había estado observando durante un buen tiempo y que se había enamorado de mí. Cuando me propuso matrimonio me sentí un tan­to alarmada pero también felizmente sorpren­dida. Le contesté diciéndole “no me casaré con nadie que no aprueba mi tío George. Joseph se dirigió inmediatamente con mi tío George A. . . y le pidió mi mano, a lo que él respondió: Joseph, no existe otro joven en todo el mundo a quien se la daría con mayor gusto.” 4

Durante esos años emotivos de la juven­tud de Joseph Fielding, las fuerzas combinadas de la tierra y el infierno se unieron con el propósito de destruir el reino de Dios sobre la tierra. La década de los años de 1880 fue testigo de un esfuerzo unido por parte de una prensa maliciosa y políticos corruptos para imponer una legislación en contra de la Iglesia. Esta legis­lación motivó que los dirigentes se refugiaran en el exilio y muchos miembros cruzaron las fronte­ras de los Estados Unidos. Esto desincorporó a la Iglesia como entidad legal, se confiscó la propie­dad de la Iglesia y principalmente se negó a los miembros todos los derechos por los que sus padres habían luchado en la Guerra de la Revo­lución.

En los últimos meses de 1884 se hicieron verdaderos esfuerzos por parte de jueces y oficia­les de los tribunales de justicia para poner en vigor la nueva ley que prohibía la poligamia. La prosecusión pronto se convirtió en persecución, ocasionando que el padre de Joseph Fielding permaneciera en el exilio durante la juventud de su hijo (de los ocho a los quince años.) El presi­dente Taylor tuvo un interés especial de mante­nerlo fuera del peligro debido a su amplio conocimiento de los registros de la Iglesia. Durante este período, Joseph F. Smith cumplió una mi­sión en Hawai usando el nombre de J.F. Speight y luego en Washington D.C. con el nombre de Jason Mack donde también participó en los trá­mites para la admisión de Utah como estado.

Al regreso de su período de exilio en Hawai, fue necesario que Joseph F. Smith continuara separado. Sin embargo, durante estos días de ais­lamiento pudo permanecer muchos días en su hogar. “En tales ocasiones se tenían frecuentes reuniones familiares, en las que él dedicaba su tiempo instruyendo a sus hijos en los principios del evangelio…,”s La familia se regocijaba con su presencia y se prestaba mucha atención a su con­sejo e instrucción. De aquellos días, Joseph Fiel­ding comentó: “Se puede con verdad decir que los niños mayores que recuerdan estas felices escenas, vividas en medio de la ansiedad, nunca han olvi­dado lo que se les enseñó, y los efectos causados han permanecido con ellos y seguramente para siempre.”6

Joseph F. Smith relata que aun cuando esta­ban juntos, aquellos años no eran fáciles para la numerosa y cada vez mayor familia.

Tratábamos desesperadamente de mantener unidos cuerpo y alma. En estas desalentadoras condiciones, salí de la casa un día antes de Navi­dad con un sentimiento en mi alma que no podía describir. Anhelaba hacer algo que alegra­ra a mis hijos y hacer de esta Navidad un día diferente, pero no contaba con un solo centavo. Recorrí varias veces la calle Main viendo los apara­dores de muchas tiendas. Me aparté de la vista de todos y me puse a llorar como niño hasta que pude aliviar la pena que llenaba mi corazón, para luego regresar a casa con las manos tan vacías como cuando había salido. . .7

Estos fueron los años en que Joseph Fielding aprendió el trabajo tenaz y en los que fue testigo de la gran virtud del servicio que le mostró la vida de su santa madre. Ella tomó un curso de obstetricia hasta que se graduó como enfermera partera. Años después, trajo a casi mil niños al mundo y pudo decir con orgullo: “nunca se me murió ni una madre ni un niño en los partos que atendí.”8 Este servicio con frecuencia era ofre­cido gratuitamente e incluía una visita diaria durante cinco o seis días para atender a la madre y al niño. Esto requería que a menudo Joseph se levantara a medianoche y “llevara la linterna al oscuro granero para enganchar los caballos a la carreta”. Luego llevaba a su mamá al hogar del paciente y esperaba en la carreta. “Me pregun­taba”, dijo, “porqué casi siempre nacerán los niños a medianoche.”9

Dedicó muchas horas de su juventud pasto­reando vacas cerca del río Jordán y trabajando con sus hermanos en la granja de la familia en Taylorsville. Estuvo muy cerca de la muerte en una ocasión en el campo, cuando cargaba con su hermano menor una carreta de pastura. Se ha­bían detenido cerca de un canal para acomodar unas pacas y dar de beber a los animales. Siendo que uno de los caballos era algo espantadizo, Joseph dio instrucciones a George de pararse en­frente de los caballos y sostener los frenos mien­tras él se subía a tomar las riendas. En lugar de esto, George se fue atrás de la carreta y empezó a estirar las correas con que estaban atadas las pacas a la carreta. En ese momento, los caballos se arrancaron repentinamente y Joseph cayó en­tre los caballos sobre el eje. Él pensó; “¡Segura­mente voy a morir!” Pero algo desvió a los ca­ballos y corrieron hacia el canal donde fue a caer lejos de las pesuñas y ruedas de la carreta. Cuan­do Joseph se levantó, amonestó seriamente a George y rápidamente se dirigió a su casa, tem­blando, pero agradecido de estar a salvo. Su padre salió a recibirlo preguntándole qué proble­ma había tenido, pues había recibido una fuerte impresión de que su hijo se encontraba en peli­gro.

Por naturaleza, Joseph era más quieto y estu­dioso que sus hermanos. Tenía el hábito de apu­rarse con sus tareas para después ir a la biblio­teca de su padre a estudiar. Leyó el Libro de Mormón antes de ser ordenado diácono. Sus her­manos Alvin, Richards, Frank y Edward gozaron todos de la cacería y de la pesca. El joven Joseph Fielding no salía a cazar con ellos por negarse a matar animales. En ocasiones aceptaba salir a pescar aunque prefería quedarse a leer sus libros. Le gustaba el deporte y de joven llegó a ser un buen jugador de béisbol. Años más tarde, se convirtió en un experto jugador de rugby, deporte que dejó de practicar hasta la edad de sesenta y cinco años a insistencia de su médico. Frecuentemente ha comentado que el dejar ese deporte fue una de las cosas más duras para él.

A la edad de veinte años Joseph Fielding recibió una bendición patriarcal de John Smith, el patriarca de la Iglesia. En esta bendición se profetizó que viviría “muchos años”, que sería “un hombre fuerte en Israel” y presidiría “entre el pueblo”. El siguiente párrafo está tomado de esa bendición.

Os contáis entre los hijos de Sión, de quienes mucho se espera. Vuestro nombre está escrito en el Libro de la Vida del Cordero y será anotado en las crónicas de vuestros padres con vuestros hermanos. Es vuestro privilegio vivir muchos años y el deseo del Señor es que lleguéis a ser un hombre fuerte en Israel. Por lo tanto os digo, reflexionad sobre vuestro pasado, presente y fu­turo. Si adquirís sabiduría por las experiencias del pasado, podréis comprender que la mano del Señor está sobre ti protegiéndote y que vuestra vida ha sido preservada por un sabio propósito. Podréis también comprender que tenéis mucho por hacer para completar vuestra misión en la tierra. Será vuestro deber sentaros en consejo con vuestros hermanos y presidir entre el pue­blo. Será también vuestro deber viajar exten­samente en vuestro país y en el extranjero por tierra y por mar, trabajando en el ministerio. Os digo, levantad vuestra cabeza, elevad vuestra voz sin temor o precaución, ya que el espíritu del Señor os dirigirá y las bendiciones del Señor des­cansarán sobre ti. Su espíritu dirigirá vuestra mente y os proporcionará las palabras y el enten­dimiento con el que confundiréis la sabiduría de los inicuos y desecharéis el consejo del injusto.10

3. Matrimonio y una misión

Una hermosa señorita llamada Louie Shurtliff llegó a la ciudad de Salt Lake, invitada por Joseph F. Smith para permanecer en su hogar mientras asistía a la Universidad de Utah. Ella era hija del presidente de la Estaca de Weber, Louie Shurtliff, quien había sido amigo íntimo del presidente Smith desde su niñez en Nauvoo. El arreglo resultó muy conveniente, ya que la universidad se encontraba en la calle Second West, a solo unos minutos de la casa de los Smith. Fue ahí donde Louie conoció a Joseph Fielding Smith. Su amistad rápidamente se con­virtió en amor y el 26 de abril de 1889 contra­jeron matrimonio en el Templo de Salt Lake.

Cuando solo tenían un año de haber con­traído matrimonio, Joseph Fielding Smith recibió del presidente Lorenzo Snow un llamado para salir a la Misión Británica. De tal manera que él y su esposa partieron, ella de regreso a Ogden, donde trabajó como maestra, escribió cartas y esperó; él, a levantar una voz de adver­tencia al pueblo de las Islas Británicas.

Las experiencias misionales del élder Smith fueron típicas de su época. Al referirse a ellas dijo: “He sido corrido y he estado en las esqui­nas de las calles presenciando cómo la gente se convertía en chusma y nos arrojaba todo lo que estuviera a su alcance”.11

4. La mejor compañía

El élder Smith regresó en junio de 1901 de su misión. Esta fue una feliz reunión con su es­posa Louie. Ya juntos hicieron proyectos para formar un hogar y una familia y él inició la búsqueda de un empleo que le permitiera llegar a ser un apto proveedor de su familia. Fue entonces cuando le ofrecieron trabajo con un alto salario. La oferta, aunque muy atractiva, le podía llevar a situaciones inconvenientes. Al hablar del asunto con su padre, le relató la forma en que le habían ofrecido el cargo. Parece que la persona que anteriormente había ocupado el puesto, cayó en tentación debido a las circuns­tancias que le rodeaban y en consecuencia lo despidieron. La respuesta sencilla pero sabía de su padre fue: “Hijo mío, las mejores amistades nunca son demasiado buenas”.12 Reconociendo la sabiduría de este consejo, Joseph Fielding no aceptó el trabajo. Reflexionando sobre esta ex­periencia escribió las siguientes líneas que poste­riormente fueron adaptadas a un arreglo musical por Tracy Cannon.

Con fe camino por la tierra,
Abrigando una esperanza en mi ser;
Sabiendo que si fiel yo perduro
Una mansión gloriosa heredaré.

Padre, toma tú mi mano
y protégeme del malhechor;
Concédeme valor para luchar
Por esa verdad que recibí.

Lo mejor, no es suficiente para mí;
Ya que los cielos siempre pueden ofrecer
Mejores cosas como es poder mirar
Tu santo reino la tierra revestir.13

Al poco tiempo consiguió empleo en la Ofi­cina del Historiador de la Iglesia, posición que le llevó al cargo de auxiliar de éste en 1906.

Pocos meses después de que Joseph Fielding regresó de la misión, el presidente Snow falleció y Joseph F. Smith fue sostenido como Presi­dente de la Iglesia. Joseph Fielding iba frecuen­temente después de terminar su trabajo en la Oficina del Historiador, a la oficina de su padre a ofrecer sus servicios como secretario y disminuir así la gran carga que tenía como Presidente de la Iglesia. En una ocasión, su padre recibió la invi­tación de dar un discurso en la ciudad de Brigham. En el último momento le fue imposible ir, por lo que envió a Joseph Fielding en su lugar. El presidente de la estaca se enteró de lo que había sucedido mientras esperaba la llegada del tren, por lo que dijo: “Esperaba al Presidente de la Iglesia y me mandan a un niño”.14

5. En la defensa

Joseph Fielding Smith contestó en 1905 con una carta abierta el artículo de un periódico que informaba sobre la entrevista hecha con R. C. Evans, miembro de la Primera Presidencia de la Iglesia Reorganizada. Ambos artículos fueron publicados en el periódico Toronto Daily Star. Esto se convirtió en un intercambio público de cartas y respuestas publicadas en el Saints Herald. En este debate, Joseph Fielding Smith de­fendió hábilmente a la Iglesia con argumentos firmes y con una erudición superior. Debido a la gran demanda de estos artículos, tanto las cartas del señor Evans como las respuestas del élder Smith fueron publicadas en un folleto llamado Blood Atonement and the Origin of Plural Marriage.

Durante los veranos de 1906 y 1907, un grupo de ministros se dedicaron a la obra proselitista en las ciudades de Salt Lake y Ogden. Estos misioneros eran sumamente vengativos al referirse a Brigham Young y por consiguiente a los dirigentes de la Iglesia. Como resultado de esta situación, los jóvenes de la región de Ogden solicitaron a su presidencia de estaca que al­guien hiciera frente a estos insultos. Como res­puesta a tal solicitud, la presidencia de la estaca de Weber, invitó a Joseph Fielding a hablar en defensa de la fe en el tabernáculo de Ogden. La invitación fue aceptada y se pronunciaron dos discursos sobre los temas de sucesión de autoridad, el primero el 10 de marzo y el segun­do el 28 de abril de 1907. Estos discursos se publicaron en el Deseret News, sin embargo, por la gran demanda que tuvieron se publicaron en un folleto con el título de Origin of the Reorganized Church and the Question of Succession.

El 30 de marzo de 1908, falleció Louie, la querida esposa y compañera de Joseph. La causa de la muerte fue un vómito fatal ocasionado por un embarazo que hubiera sido fácilmente reme­diado con el conocimiento médico de nuestros días. Su matrimonio duró únicamente diez años, de los cuales, dos estuvieron separados debido a la misión de Joseph. Ella tuvo dos hijas, Josephine que entonces contaba con cinco años y Julina de dos. Louie fue una mujer de “un trato particularmente bondadoso y de un carácter de­cidido”,1 5 y la pena de su muerte fue muy grande.

Los siguientes meses fueron de soledad y tristeza. El presidente Joseph F. Smith sabiendo que no es bueno que el hombre esté solo y que Josephine y Julina necesitaban de una madre, aconsejó a su hijo a volverse a casar. Así, pues, Joseph Fielding buscó fervientemente una nueva compañera. Necesitaba una joven especial que no únicamente estuviera a su lado sino que ama­ra a sus hijas como si fueran propias. Tal joven fue encontrada, su nombre era Ethel Reynolds, joven vivaz y sensible pero que sobre todas sus virtudes poseía una maravillosa habilidad de amar y que resultaría en una bendición eterna para su esposo y sus once hijos. Inherentes tam­bién a su naturaleza fueron el amor al Señor y la lealtad a la Iglesia. Ethel Reynolds provenía de una noble estirpe ya que su padre, George Rey­nolds, había sido durante muchos años secre­tario particular de Brigham Young; y durante casi veinte años miembro del Primer Consejo de los Setenta. Y sus nietos recuerdan a su madre, una meticulosa inglesa llamada Amelia Jane Schofild Reynolds como una mujer reservada y estricta en todas las cosas incluyendo la devo­ción a su fe.

6. Tiempo de preparación.

Los años de 1901 y 1909 fueron decisivos y desafiantes; fue un período de formación y preparación en el que no se perdió el entusiasmo por la obra misional. Al regreso de su misión, Joseph Fielding Smith ingresó al Vigésimo Cuar­to Quorum de Setenta e inmediatamente inició una activa labor como misionero local; actividad que continuó y de la que tuvo que ser relevado al ser llamado al Quorum de los Doce. Prestó también sus servicios como instructor del quo­rum y en 1903 fue llamado para ser uno de los presidentes de este quorum. Ese mismo año se le llamó para que trabajara en la Mesa General de la Asociación de Mejoramiento Mutuo donde con­tinuó hasta 1919. En 1904 fue llamado a traba­jar como miembro del sumo consejo de la estaca de Salt Lake, llamamiento que conservó hasta que lo apartaron como apóstol. Con el llama­miento al sumo consejo vino la ordenación al oficio de sumo sacerdote bajo las manos de su hermano Hyrum. Su eficiente trabajo en la So­ciedad Genealógica tampoco se dejó de ver, ya que en 1907 fue asignado secretario y director de la Sociedad Genealógica de Utah y en 1909, bibliotecario y tesorero de esa misma organiza­ción.

7. El llamado al apostolado

Cuando Joseph Fielding Smith cruzaba el umbral de la entrada a la cuadra del templo, para asistir a la última sesión de la conferencia de abril de 1910, uno de los vigilantes en la puerta le preguntó: “¿Bien, quién va a ser llamado este día a ocupar la vacante en el Consejo de los Doce? ” Joseph Fielding contestó: “no lo sé, pero hay algo que sí le puedo asegurar, no voy a ser yo y no va a ser usted”.16 Joseph Fielding continuó su camino hasta tomar su lugar en el tabernáculo.

Su padre inició la reunión y anunció el pri­mer himno “Te damos Señor nuestras gracias”. La invocación fue ofrecida por Brigham H. Roberts después de la cual el coro cantó “El Espí­ritu de Dios”. Heber J. Grant se levantó a pre­sentar los nombres de las Autoridades Generales para el voto de sostenimiento. Unos treinta se­gundos antes de que leyera el nombre del nuevo apóstol, Joseph Fielding repentinamente supo que el nombre que se leería sería el suyo, y así sucedió. (En aquellos días no era una práctica común entrevistar de antemano a los hermanos que eran llamados.)

Julina, esposa del presidente Joseph F. Smith había notado antes de esa conferencia que su esposo había llegado a casa de la reunión con el Quorum de los Doce y la Primera Presidencia más serio que en otras ocasiones y casi con un semblante de consternación. Al preguntarle lo que le sucedía, el Presidente le informó que el consejo, por medio de votación, había llamado ese mismo día a su hijo Joseph Fielding a ocupar la vacante que surgiría en el Quorum de los Doce por la reorganización de la Primera Presidencia. El presidente Smith estaba totalmente conscien­te de la crítica que vendría por ese llamamiento. Julina sabía que el Señor había escogido a Joseph Fielding aún antes de su nacimiento y con la fe perfecta que acompaña a la maternidad le aseguró a su esposo de aquello que él también sabía: El Señor lo había llamado.

8. El Espíritu de Elías

Pocos hombres han sido animados por el es­píritu de Elías como Joseph Fielding Smith. En 1902, al siguiente verano del regreso de su misión, Joseph Fielding viajó a Massachusetts donde re­copiló la genealogía de la familia Smith. Obtuvo datos familiares hasta llegar al nombre de Robert Smith, el primer Smith que llegó a las Américas. A su regreso cumplió esta información y la pre­paró para que se publicara en 1903, con el nom­bre de Asahel Smith of Topsfield, Massachusetts, with Some Account of the Smith Family.

A pesar del poco tiempo con que contaba, Joseph Fielding Smith llegó a ser uno de los pi­lares más fuertes de la Sociedad Genealógica de Utah. Fue secretario de esa organización de 1907 a 1922, en 1908 se le asignó a la mesa directiva y en 1909 él y un compañero visitaron todas las bibliotecas genealógicas de las ciudades más importantes del este de los Estados Unidos, en busca de mejores sistemas de llevar y archivar los registros. Regresaron con muchas sugeren­cias, prácticas y valiosas, que fueron adoptadas por la sociedad de Utah. Una de sus recomenda­ciones fue que se publicara una revista genealó­gica similar a aquéllas publicadas por las socie­dades de Nueva Inglaterra. Esto se aprobó y se asignó al élder Smith como editor y gerente de la nueva Utah Genealogical and Historical Magazine, que apareció en enero de 1910. La pre­paración del primer número había apenas prin­cipiando cuando al élder Smith y su familia se les puso en cuarentena debido a que sus hijos habían contraído la fiebre escarlata. Tal condi­ción hubiera desanimado a cualquiera, sin em­bargo, no sucedió así con Joseph Fielding Smith que preparó el manuscrito, lo limpió con un an­tiséptico y lo colocó en una caja en la puerta de su casa. De ahí, los manuscritos fueron llevados al impresor donde se prepararon las pruebas y se enviaron para su aprobación. Joseph Fielding las revisó, fumigó y las colocó en la puerta para que fueran entregadas al impresor. Así pues, el pri­mer número de la revista salió a tiempo y con­tinuó teniendo éxito hasta 1940, cuando la so­ciedad recibió un control más directo del sacer­docio y la publicación fue reemplazada con otros programas.

Aunque los deberes relacionados con su lla­mamiento en el Quórum de los Doce requerían que renunciara a su cargo como editor de la Revista Genealógica, él continuó brindando apoyo y teniendo interés en esta obra. Actuó como vicepresidente de la sociedad de 1925 a 1934 y a la muerte de Anthony W. Ivins, presi­dente de la sociedad, Joseph Fielding Smith asumió tal responsabilidad.

Como ejemplo de la inspiración que típica­mente ha acompañado a Joseph Fielding Smith en la obra genealógica, la siguiente historia apa­reció hace algunos años en Improvement Era.

Poco después de haberse iniciado la Segunda Guerra Mundial, el hermano Archibald F. Bennett informó a la mesa directiva de la Socie­dad Genealógica que se habían interrumpido los esfuerzos por continuar las negociaciones con Dinamarca para microfilmar sus registros más importantes y que el inició de la guerra había sido la causa de que Inglaterra también les recha­zara ese privilegio. Este informe inquietó mucho a los miembros de la mesa directiva que expre­saron su preocupación por la preservación y ob­tención de registros. El élder Smith permaneció muy callado y luego expresó sus sentimientos diciendo que el resultado de la guerra haría posible que se tuviera acceso a los registros dis­ponibles que en ese momento no se tenían. Sub­rayó: “El Señor cuidará de los suyos”. La reco­pilación de millones de nombres de éstos y otros países europeos muestra el cumplimiento literal de esta inspiración del hermano Smith.17

La obra en el templo fue también una de las cosas que más interesaron al presidente Smith. El 6 de enero de 1919 fue apartado como primer consejero de Anthon H. Lund, presidente del Templo de Salt Lake.

El presidente Lund murió en marzo de 1921 y fue sucedido por el élder George F. Richards, quien también llamó a Joseph Fielding Smith como su primer consejero, cargo que ocupó has­ta enero de 1935. En junio de 1945, el presiden­te George Albert Smith le apartó como presiden­te del Templo de Salt Lake donde trabajó hasta julio de 1949.

9. Historiador, autor y predicador

Desde 1901 hasta que llegó a ser presidente de la Iglesia en 1970 Joseph Fielding Smith ha desempeñado un papel de importancia escribien­do la historia de la Iglesia. En la perspectiva de los años, esto representa casi la mitad de la historia de la Iglesia. En 1906, llegó a ser asisten­te al historiador de la Iglesia y en 1921, a la muerte de Anthon H. Lund, fue llamado y soste­nido como historiador dé ésta. Su servicio en este cargo (de mayor duración que cualquiera de los quince historiadores anteriores) asocia su nom­bre al de personajes del pasado tan notables como Willard Richards, George A. Smith, Wilford Woodruff y Franklin D. Richards.

El presidente Smith ha tomado con toda se­riedad su responsabilidad como historiador y ha hecho un gran esfuerzo por aumentar en los miembros de la Iglesia el conocimiento de la his­toria de la misma. Sinceramente cree que cada miembro debe tener un amplio conocimiento de ella. Durante los años de 1921-22, escribió Ele­mentos de la Historia de la Iglesia con el propó­sito de llenar la necesidad que había de un libro que pudiera ser utilizado como lectura general y como libro de texto para los quórumes del sacer­docio, escuelas de la Iglesia y organizaciones auxiliares. Unos treinta años después, recopiló otra serie de lecciones sobre la historia de la Igle­sia que fueron utilizadas en el sacerdocio y pos­teriormente publicadas en una obra de dos tomos titulada Church History and Modern Revelation.

El presidente Smith es uno de los escritores más prolíficos en la historia de la Iglesia, aunque es de interés anotar que él nunca trató de obtener este reconocimiento. La mayoría de las veinti­cinco publicaciones que llevan su nombre han sido impresas con el propósito de cubrir la de­manda que han tenido las publicaciones de sus discursos. Todas las demás, han aparecido debi­do a la apremiante necesidad de contar con in­formación precisa sobre un tema determinado o a instancia de sus hermanos para hacer frente a un desafío en particular. Esto representa un gran tributo para un hombre modesto que ha evitado conscientemente la especulación y el sensacionalismo en sus sermones y escritos.

Cuando él se paraba tras de un púlpito, lo hacía con toda solemnidad, para enseñar la pala­bra de Dios tal como se encuentra en las Escritu­ras. En reuniones públicas el presidente Smith no aparece como la persona que relata historias o entretiene a su audiencia. Aquéllos que gozan razonar sobre los bien establecidos principios del evangelio, les fascinaba oírle hablar; a menu­do otros mostraban menos interés. Un verdadero avalúo de su contribución como predicador y maestro llegará solo retrospectivamente. Aque­llos hermanos que vivieron en la primera época de la historia de la Iglesia y que en la actualidad citamos sus palabras con más frecuencia, fueron expositores de doctrina y no necesariamente los oradores más populares de su época. Sin lugar a duda, Joseph Fielding Smith será citado extensa­mente por sus palabras en años futuros.

“Nunca aprendí a dar un discurso”, dijo Joseph Fielding Smith, “sin referirse a las Escri­turas”.18 En 1960, fue honrado con un premio por su servicio, que le otorgó la Universidad de Brigham Young y que en parte decía: “Él es, indudablemente uno de los más sobresalientes eruditos en las Escrituras de esta dispensación, uno que en verdad sabe lo que dice”.19 Bruce R. McConkie, quien editó la obra de tres volúmenes del presidente Smith, que está basada en la ense­ñanza de la doctrina y que se intitula Doctrines of Salvation, dijo de él: “Joseph Fielding Smith es el erudito más destacado del evangelio y el maestro de doctrina más grande de esta genera­ción. Pocos hombres en esta dispensación se han acercado a él en conocimiento del evangelio o le han superado en comprensión espiritual. Suya es la fe y conocimiento de su padre, el presidente Joseph F. Smith y de su abuelo el patriarca Hyrum Smith.”20

10. Esposo y padre

Su esposa Ethel escribió en respuesta a una pregunta:

Usted me pide que le hable del hombre que conozco. He pensado con frecuencia lo que la gente dice de él cuando se retira. “Es un hombre muy bueno, sincero, correcto, etc.Hablan de él tal como el público lo conoce, sin embargo, el hombre que ellos tienen en mente es muy dife­rente al hombre que yo conozco. Este es bonda­doso, es un esposo amoroso y un padre cuya mayor ambición en la vida es hacer feliz a su familia, olvidándose completamente de sí mismo en su esfuerzo por lograrlo. Él es el hombre que arrulla al niño que tiene miedo hasta que duer­me, que cuenta historias de cuna a los niños, que nunca está demasiado cansado u ocupado para permanecer hasta altas horas de la noche o para levantarse muy temprano y ayudar a los hijos más grandes a resolver sus problemas de la escue­la. Cuando viene una enfermedad el hombre que conozco atiende con ternura al afligido. Él es el padre por quien ellos lloran, sintiendo que su presencia ahuyenta todas sus preocupaciones. Son sus manos las que vendan las heridas, son sus brazos los que alientan al que sufre, su voz, la que amonesta con delicadeza cuando caen en el error, hasta que sienten felicidad haciendo aquellas cosas que le hacen a él feliz.

El hombre que conozco es sumamente gentil y si siente que ha sido injusto con alguien, la distancia nunca es demasiada para ir con pala­bras amorosas o con hechos bondadosos a borrar la herida. Recibe con gusto a los jóvenes en su hogar y nunca se siente más feliz que cuando habla con ellos sobre temas de actualidad, como deportes o todo aquello que más les interesa. Sabe gozar de un buen relato y fácilmente en­cuentra el humor de una situación ya sea para reír o aceptar que se rían de él, siempre dispues­to a participar en una actividad sana.

El hombre que conozco no es egoísta ni se le oye lamentarse, es considerado, precavido, bon­dadoso haciendo todo cuanto puede por hacer de la vida un gozo supremo para sus seres queri­dos. Ese es el hombre que conozco.21

Joseph Fielding Smith se deleitaba al reunir­se por la noche con su numerosa y joven familia y relatarles historias de las Escrituras o de la historia de la Iglesia. Es significativo que cuando así lo hacía, siempre daba su testimonio que in­cluía no únicamente expresiones de amor por el Señor sino expresiones de amor para cada uno de sus hijos y esposa. Constantemente alentó a sus hijos a vivir en la forma en que habían sido educados y siempre procuró que tuvieran una adecuada enseñanza.

Durante el desayuno, con frecuencia relataba historias a los niños antes de que éstos partieran a la escuela. Era común que se olvidara de la hora en la que los niños estaban ansiosos por escuchar la conclusión del relato. Antes de cam­biarse de la casa que se localizaba en el centro de Salt Lake, solía concluir sus historias al encami­narlos a la escuela que quedaba en la misma di­rección que las oficinas de la Iglesia. Otra cosa especial de aquella casa, era que los niños podían ir a pie hasta la estación del ferrocarril para des­pedir o recibir a su padre cuando las numerosas asignaciones le llevaban a diferentes conferen­cias. Los niños menores siempre soñaban en viajar en tren algún día y constantemente rogaban a su padre que les llevara con él. Por esta razón, cuando recibió la asignación de asistir a una conferencia en Chicago, donde vivía una de sus hijas casadas, aprovechó para llevar a los niños menores en la que sería una de sus contadas vacaciones.

Se llevaron a cabo muchos partidos de béisbol en el patio de la casa de los Smith y en los que el profeta jugaba primera base o toman­do su turno al bat. Cuando la familia creció, el Presidente llevaba a sus hijos al viejo gimnasio Deseret donde les permitía que escogieran la mano que no debía usar en el partido de rugby y que siempre ganaba fácilmente.

Cuando un miembro de la familia necesi­taba que lo corrigieran le disciplinaba con amor y una vez que se discutía el problema, colocando sus manos sobre sus hombros y mirándoles a los ojos les decía suavemente, ¡“Quiero que mis niños sean buenos! ”22 Uno de sus hijos comentó: “nunca le respondimos a papá porque nunca nos dio motivo para hacerlo. Lo amábamos tanto, que ni dándonos un motivo lo hubiéramos hecho.”23 Ninguna tunda podía conseguir lo que este padre bondadoso lograba con el amor. Todos sus hijos comparten recuer­dos inmemorables de él, cuando les cuidaba de niños, cuando les narraba cuentos, como amigo y como un sabio consejero.

Sin embargo, los momentos de pena no son desconocidos en esta familia. En noviembre 1937, la segunda esposa del presidente Smith, Ethel Reynolds falleció después de padecer una larga enfermedad. Ella fue en verdad una mujer sobresaliente que trajo nueve hijos al mundo y fue madre de once. Además de ser esposa y madre, ella prestó durante muchos años sus ser­vicios en la Directiva General de la Sociedad de Socorro.

El 12 de abril de 1938, el presidente Smith contrajo matrimonio con Jessie Ella Evans en el Templo de Salt Lake. “La tía Jessie”, como era conocida en la familia, había recibido la invita­ción de cantar como contralto en la Metropo­litan Opera de la ciudad de Nueva York. Ella decidió orar al respecto y estudiar con cuidado su bendición patriarcal. Su bendición le prome­tía que su nombre será escuchado en su país y en el extranjero por su habilidad en el canto, pero que el éxito llegaría por el servicio que dedicara al Señor. En ese consejo ella encontró la respues­ta. Regresó a casa y formó parte del Coro del Tabernáculo. Esta decisión con el tiempo le con­dujo a su matrimonio con el presidente Smith y a las muchas oportunidades posteriores de viajar con él y el coro por todo el mundo, declarando su testimonio por medio del canto. “Trato de aprender cuando menos un himno en el idioma que se habla en cada país que visitamos”,24 comentó en una ocasión.

Pocas mujeres tan bendecidas con el talento de Jessie Evans Smith han sido tan generosas en compartir su talento con otros. Su vida estaba llena de más invitaciones para cantar, que las que podía aceptar, y aún encontró tiempo para can­tar hasta en veintiocho servicios fúnebres en un solo mes.

Jessie Evans, artista en público como en pri­vado, logró con su naturaleza vivaz y alegre ani­mar al presidente Smith. Ella siempre estuvo contenta a su lado hasta su muerte el 3 de agosto de 1971. Le brindó un apoyo total en su trabajo en el ministerio y juntos gozaron la clase de compañerismo que nace de un verdadero amor y devoción.

11. La evacuación europea y los viajes

Poco después de la conferencia de abril de 1939, Joseph Fielding Smith y su esposa Jessie Evans partieron a un viaje por las misiones euro­peas. En junio se celebró una conferencia en Lú­ceme, Suiza, en la que se reunieron los presi­dentes de las diez misiones europeas. Sus infor­mes sobre la obra misional fueron positivos aun­que señalaron la inestabilidad de la situación po­lítica. Para agosto, sus peores temores se habían confirmado; era evidente que Alemania estaba por iniciar las hostilidades en contra de Polonia. El 24 de agosto de 1939, siendo aparente que la guerra era inevitable, la Primera Presidencia envió instrucciones para que todos los misioneros en Alemania fueran transferidos a países neutrales. El presidente Smith dirigió el cambio de los mi­sioneros de Alemania Oriental a Dinamarca y los de la Misión Occidental a Holanda. Holanda negó el permiso a estos misioneros de cruzar sus fronteras, por que los misioneros de la Alemania Occidental fueron también enviados a Dinamarca.

El élder Orson B. West, interprete del pre­sidente Smith, recuerda que profetizó que el pueblo danés sería bendecido por la ayuda que había brindado a los misioneros. Una vez que los misioneros fueron evacuados, el élder West, quien fue apartado para presidir en la Misión Danesa, testificó que su nación fue bendecida y que aunque estuvo bajo el dominio de las fuerzas nazis, nunca tuvieron problemas como otros países europeos.

La invasión de Alemania a Polonia y la pos­terior declaración de guerra de Inglaterra y Francia, puso término a las esperanzas de redis­tribuir a los misioneros en Europa. Inmedia­tamente, las otras naciones europeas anunciaron que todos los extranjeros deberían salir de sus países. Fue entonces la responsabilidad del presi­dente Smith, dirigir la evacuación de todos los misioneros en Europa hacia los Estados Unidos. Esto se llevó a cabo en veintitrés embarcaciones, la mayoría de las cuales eran naves de carga que habían sido improvisadas para pasajeros. Todos los misioneros regresaron sin accidente y con la seguridad de que la mano del Señor los protegió en su éxodo. Aquéllos que no habían terminado su misión fueron reasignados a nuevas misiones en los Estados Unidos. Cuando fue posible, la organización de las ramas, distritos y misiones en Europa se dejó intacta bajo la dirección de miembros locales.

Esta asignación resultó ser un tanto peligrosa y triste para el Presidente y la hermana Smith. De la casa de misión de Copenhague, él escribió a su familia relatándoles acerca de los miembros en Alemania: “Algunos de ellos son tan fieles como los que pueden encontrarse en cualquier otro país. . . He sentido un fuerte deseo, si tuvie­ra el poder para hacerlo, de recogerlos a to­dos. . . y trasplantarlos a algún lugar en Sión. . ,”26

En noviembre de ese mismo año, el Presiden­te y la hermana Smith regresaron a la ciudad de Salt Lake, habiendo concluido la tarea no previs­ta en el momento de su partida. Únicamente tres presidentes de misión y once misioneros, inclu­yendo a su hijo Lewis fueron dejados en Europa para hacer los últimos arreglos de transición a los dirigentes locales.

12. Una época de cambios

La administración del presidente Smith fue vigorosa y se caracterizó por los cambios, en número tal, que si se detallan resultan sorpren­dentes, especialmente si se considera el corto tiempo de su administración como Presidente. Casi todos los departamentos de las organizacio­nes auxiliares en la Iglesia sufrieron cambios significativos.

Las publicaciones de la Iglesia, The Ensign, New Era y Friend fueron introducidas, reempla­zando a Improvement Era, Instructor, Children’s Friend, Relief Society Magazine y otras publi­caciones.

Se llamó a un comisionado de educación a que dirigiera todas las escuelas de la Iglesia. Se instalaron a nuevos presidentes en las Universi­dades de Ricks, Hawai y Brigham Young. Se hicieron cambios administrativos en el Departa­mento de Seminarios e Institutos de Religión, agrupando todo el sistema educativo de la Iglesia bajo una sola administración.

El Obispado Presidente instituyó un progra­ma, que para el beneficio de la juventud, reunía a los dirigentes del Sacerdocio Aarónico y de la AMM en una cooperación más cercana. Juntamente con esto, el programa de escultismo fue correlacionado y el Obispado Presidente tomó la dirección del Comité de Escultismo General de la Iglesia. Se inició un nuevo progra­ma de logros personales para la juventud en el que se insta a los jóvenes a señalar sus propias metas en la Iglesia y otras actividades, de una manera cuidadosamente correlacionada con sus dirigentes y su obispo. Los obispos recibieron instrucciones de asignar a un presbítero como director del grupo de su quorum junto con dos asistentes y un secretario. El director del quorum de presbíteros podría así representarles en el comité juvenil del obispo. Los obispos tam­bién recibieron instrucciones de ordenar presbí­teros dignos al oficio de élderes a la edad de diecinueve años, independientemente del llamado a una misión. (Actualmente los presbíteros pue­den ser ordenados élderes a la edad de dieciocho años.)

El presidente Smith colocó la primera piedra del Templo de Ogden, presidió la misma cere­monia para el Templo de Provo y los servicios de dedicación de ambos templos. Ofreció la oración dedicatoria para el Templo de Ogden en enero de 1972 y habló en los servicios del Templo de Pro­vo en febrero del mismo año. Reorganizó las pre­sidencias de los templos de los Angeles, Mesa, Idaho Falls, St. George y el de Salt Lake. Este activísimo hombre también visitó a los miem­bros en Hawai y México y habló a los jóvenes de la Iglesia en California y en las Universidades de Utah, Brigham Young, del estado de Utah, Ricks College, Southern Utah y Snow College.

Entre las innovaciones más importantes de su administración se encuentran los esfuerzos para mejorar tanto la enseñanza como la direc­ción en la Iglesia. Bajo su dirección se inició un nuevo programa de desarrollo del maestro, pro­porcionando entrenamiento al futuro maestro, a los maestros en funciones y a los supervisores. Se inauguró un nuevo programa de entrenamiento para obispos con el propósito de ayudarles a diri­gir con mayor eficacia sus numerosas responsabi­lidades.

Las necesidades de salubridad en la Iglesia fueron también reconocidas por el presidente Smith, por lo que se organizaron los servicios de salud de la Iglesia. El propósito y objetivo gene­ral de los servicios de salud es el de proporcionar a la Iglesia hospitales y actividades relacionadas con la salud. Se organizó un comité de servicio social que ayudara a los miembros con proble­mas sociales y emocionales. Los presidentes de estaca recibieron instrucciones de organizar este comité a nivel de estaca para luego incluir traba­jadores sociales profesionales empleados por la Iglesia.

Se dio mayor realce más que en ninguna otra época a la familia. Las noches del día lunes fue­ron reservadas en toda la Iglesia para la noche de hogar; todas las demás actividades de la Iglesia fueron programadas para no interrumpir esta ac­tividad.

Bajo la dirección del presidente Smith, la piedra que Daniel vio avanzar continuó aumen­tando en fuerza. En julio de 1971, el número de miembros de la Iglesia superó la marca de los tres millones; y el año anterior el presidente Smith presenció la organización de la estaca nú­mero quinientos. A fines de 1970, el número había aumentado a quinientos treinta y cinco con la formación de nuevas estacas en lugares tan distantes como Perú, Japón, Sudáfrica, las Islas del Pacífico y Brasil. El programa misional también continuó su desarrollo con la creación de nuevas misiones en Ecuador, España, Pensylvania, Japón y Taiwan, alcanzándose el número de noventa y tres misiones para fines de 1970.

La Primera Conferencia de Área fue efectua­da en la Gran Bretaña en 1971 bajo la dirección del presidente Smith. Esta conferencia se llevó a cabo en Manchester, Inglaterra, del 27 al 29 de agosto. De los 70,000 miembros de la Iglesia en esta área, asistieron a las sesiones entre doce y catorce mil, procedentes de Inglaterra, Escocia, Irlanda y Gales. El presidente Smith pronunció cinco discursos durante las sesiones de esta con­ferencia.

Joseph Fielding Smith nació durante la ad­ministración de Brigham Young y vio y escuchó a todos los presidentes de la Iglesia con excep­ción de José Smith. En su juventud se estre­meció con los testimonios de John Taylor, Wilford Woodruff y Lorenzo Snow. Permaneció muchas horas escuchando a su padre el presi­dente Joseph F. Smith contar sus experiencias con el profeta José y otros. Joseph Fielding Smith pudo captar el fuego de esos testimonios y permaneció leal a su patrimonio. Escribió mu­chos volúmenes y predicó grandes sermones en defensa del evangelio. Es uno de los más extraor­dinarios profetas de esta dispensación y como todos los demás, permanece como una ancla a nuestra fe.


  1. Entrevista con Edith Patrick (hermana del presidente Joseph Fielding Smith), abril 29, 1971.
  2. Joseph Fielding Smith en Conference Report of The Church of Jesús Christ of Latter-day Saints, abril de 1930, pág. 91.
  3. Bryant S. Hinckley, “Joseph Fielding Smith”, Im-provement Era 35:459 (junio de 1932).
  4. Julina Lambson Smith, “Family History” (manuscrito sin publicar en posesión de la familia).
  5. Joseph F. McConkie, True and Faithful, (Salt Lake City: Bookcraft, 1971), pág. 15.
  6. Joseph Fielding Smith, comp., Life of Joseph F. Smith (Salt Lake City: Deseret Book Co., 1969), pág. 286.
  7. Doyle L. Green, “President Joseph Fielding Smith” Improvement Era 69:615-16 (julio de 1966).
  8. McConkie, True, pág. 15.
  9. Ibid pág. 18
  10. A. William Lund, “Eider Joseph Fielding Smith” improvement Era 53:315 (abril de 1950).
  11. Discurso dado en el segundo barrio de Kenwood, rs:aca de Wilford, junio 26 de 1960.
  12. McConkie, True, pág. 27.
  13. Ibid.
  14. Ibid„ pág. 28.
  15. Ib id., pág. 32.
  16. Ibid., pág. 35.
  17. Lund, “Eider Joseph Fielding Smith”, pág. 275.
  18. Ibid., pág. 44
  19. Joseph Fielding Smith, Answers to Gospel Questions, 5 vols. (Salt Lake City: Deseret Book Co., 1960) 3:5.
  20. Joseph Fielding Smith, Doctrines of Salvation, (comp. Bruce R. McConkie, 3 vols. Salt Lake City: Bookcraft, 1954), 1:5.
  21. McConkie, True, pág. 86.
  22. Ibid.,
  23. Ibid„ pág. 51.
  24. Hinkley, “Joseph Fielding Smith,” pág. 459.
  25. Entrevista con Orson B. West, mayo 18 de 1971.
  26. Joseph Fielding Smith, Jr. and John J. Stewart, The Life of Joseph Fielding Smith (Salt Lake City: Deseret Book Co., 1972) pág. 282.

Este artículo fue preparado por Joseph F. McConkie y gran parte del material empleado se encuentra también en su libro, True and Faithful.

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