La lección de Lucifer
(Tomado de The Church News)
La historia de Lucifer es una historia trágica. Es una advertencia para cada uno de nosotros, quienes debemos recordar que, no importa cuán elevada sea nuestra posición, cualquiera puede caer de la gracia.
Consideremos la historia de Lucifer.
El Libro de Mormón nos enseña que un ángel del Señor se convirtió en diablo. Cayó del cielo y se tornó miserable para siempre. Al relatarnos la historia, Lehi nos dice que este ángel caído procuró también “la miseria de toda la humanidad’’.
No pensamos muy frecuentemente en Lucifer como un ángel caído. Pero el libro de las Doctrinas y Convenios lo confirma como tal y dice:
“. . . Un ángel que tuvo autoridad en la presencia de Dios, se rebeló contra el Unigénito Hijo, a quien el Padre amaba y quien fué en el seno del Padre, por lo que fué arrojado de la presencia de Dios y del Hijo, y fué llamado Perdición, porque los cielos lloraron por él—éste fué Lucifer, el hijo de la mañana. Y vimos; y lie aquí ¡ha caído, aun el hijo de la mañana ha caído!” (Doc. y Con. 76:25-27)
Entonces quiere decir que Lucifer fué una vez un ángel de Dios, con autoridad en la presencia de Dios. ¿No es acaso asombroso que los ciclos lloraran a causa de su caída? ¿No lloraríamos nosotros por algún personaje grande que de entre nosotros se tornara traidor, cayera de la gracia y fuera desterrado para siempre?
Lucifer cayó por causa de su ambición, obstinación, orgullo y arrogancia. Parece que él juzgó ciegamente las cosas y, como consecuencia de su orgullo, ambición desmedida y egoísmo, fué hacia su propia destrucción. En su caída, como Lehi nos dice, llegó a ser miserable para siempre. Y ahora busca hacernos miserables como él mismo.
Su subida y su caída, no son diferentes de las de muchos que conocemos en esta vida.
Entre nuestros amigos ¿no hay alguno que es egoísta, orgulloso y arrogante? ¿Es él feliz? ¿No es acaso él mismo su propio enemigo? Y generalmente ¿no está él tratando de que otros lleguen a ser también miserables?
¿Conocemos a alguien que haya robado un banco, defraudado la ley o seducido a alguna persona inocente, que no sea miserable?
El Libro de Mormón nos enseña también que la iniquidad nunca trae felicidad. El precio del pecado es la muerte.
¿Cuándo somos miserables? ¿Cuándo somos felices?
La miseria llama a nuestra puerta cuando cometemos pecado, cuando ofendemos a alguien, cuando escapamos a nuestras responsabilidades y faltamos a nuestras obligaciones, cuando no cumplimos con las normas de la Iglesia.
¿Hay algo comparable al remordimiento que sienten las conciencias fatuas?
¿Hay algo comparable a la vergüenza resultante de un pecado descubierto?
Más, por otra parte, ¿hay algo mejor que la paz y el gozo que producen un trabajo bien hecho, un acto bondadoso o el principio de la obediencia? ¿Hay satisfacción comparable a la de ser y saberse limpios?
Lehi, hablándonos de la caída, nos dice que el hombre existe para que tenga gozo. La limpieza, la santidad, la obediencia y el vivir el evangelio, producen gozo verdadero.
Lucifer trata de que todos los hombres sean miserables, tanto en nuestros días como en el transcurso de todas las edades. Y lo intenta mediante la decepción, apelando al egoísmo, la auto gratificación y el orgullo.
¿Es él a quien seguiremos? ¿Es su ejemplo por el cual debemos guiar nuestras vidas?
Las Escrituras nos dicen que Satanás entró en Judas, quien traicionó a Cristo. El egoísta de Judas, como recompensa, recibió treinta monedas de plata. Pero ¿le proporcionó eso la felicidad? Su ignominia no hizo otra cosa que llevar a cabo las enseñanzas de Satanás.
Jesús es la personificación del gozo. En Él está la paz. Mediante Él podemos llegar a ser como Dios es.
Con seguir al ángel caído, sólo nos convertiremos en ángeles caídos nosotros mismos.
Con seguir a Dios, vamos hacia la divinidad.


























Una muy buena reflexión Dios los bendiga
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