El plan de Salvación

El plan de Salvación

Escalando el Monte a la Exaltación
de lo telestial a lo terrestre

por Genevieve De Hoyos


El conocer y entender el Plan de Salvación establecido por nuestro Padre Celestial antes de la fundación de esta tierra, es una de las más grandiosas y significantes bendiciones en nuestra dispensación. El plan de salvación nos da a conocer tantas cosas. Nos dice de donde venimos, a donde vamos, y para qué estamos aquí en la tierra. Nos revela la mente de Dios. Aunque sea brevemente, el revisar este plan siempre alimenta nuestra fe y da aliento a una vida que, a veces, se hace algo difícil para todos nosotros.

El plan de salvación nos servirá de marco de referencia para entender, evaluar, y tal vez cambiar lo que estamos haciendo con nues­tra vida aquí en la tierra.

Las seis etapas del Plan de Salvación

En este capítulo, relatamos brevemente los eventos preparados por Dios para nosotros. Porque suponemos que la mayoría de los lectores ya cono­cen el plan muy bien, usaremos pocas referencias. Además, la Guía para El Estudio de las Escrituras puede resolver cualquier duda.1  Como sabemos, las seis etapas del plan de salvación son:

  • Como Inteligencia(s)
  • Nuestra Vida Pre-mortal
  • Nuestra Prueba Mortal
  • El Mundo de los Espíritus
  • El Fin del Mundo y el Milenio
  • El Juicio Final y las Tres Glorias

Aquí revisaremos brevemente cada una de estas seis etapas, con el propósi­to de recordar quienes somos realmente, de cómo entender lo que nos pasa en esta vida, y de saber las cosas maravillosas que nos esperan si buscamos el camino recto y tratamos de cambiar. Nuestro Padre Celestial nos ha dado albedrío moral y el evangelio nos dice que nuestra vida y nuestro futuro eterno dependen de nosotros. Depende:

  • De la fuerza de nuestro deseo de conocer y obedecer la voluntad de Dios por medio de las escrituras y del Espíritu
  • De nuestra paciencia
  • De seguir siendo justos a pesar de todo lo que está pasando en nuestras vidas, a pesar de las tentaciones
  • De no dejar que nuestro corazón se endurezca
  • De cambiar dentro de nosotros lo que tiene que ser cambiado, y
  • De nuestra esperanza en Cristo, porque sólo él puede ayudarnos a sanar y cambiar nuestra mente y nuestro corazón

Etapa N° 1 Como Inteligencia(s)

Existe en el universo una materia prima y eterna llamada inteligencia. Esa inteligencia no tiene ni comienzo, ni fin. No fue creada ni hecha, y tiene albedrío. (DyC 93:29-31) Es luz y verdad así como la gloria que hace res­plandecer a los seres divinos. En diferentes grados esa luz y verdad, esa inteligencia está en el centro de todo y da vida a todas las creaciones de Dios.2

Entonces, siempre hemos existido. Fuimos parte de la materia prima que existe por todo el universo. Por eso se ha dicho que somos como un anillo, sin comienzo y sin fin. Esa inteligencia es usada para dar vida a todas las creaciones de Dios. Así nuestra inteligencia dio vida a nuestro espíritu, a! ser creado hijo o hija espiritual de nuestros Padres Celestiales. Y nuestro Padre Celestial estableció el plan de salvación con el solo propósito de ayudarnos a sus hijos e hijas, a llegar a ser como él.

Etapa N° 2 La Vida Pre-mortal

Todos nosotros, los seres humanos, nacimos de nuestro Padre y Madre Ce­lestiales, fuimos creados a su imagen, y vivificados con esa inteligencia eter­na. Todos fuimos criados y educados por nuestros padres, en preparación para nuestra venida a este mundo.

Por medio de La Perla de Gran Precio sabemos cómo nuestro Padre Celestial nos llamó a todos en un Gran Concilio, para compartir su visión para con nosotros.3 Su deseo era que todos tuviéramos la oportunidad de llegar a ser como él, seres resucitados y dioses, con su conocimiento, su poder, y su sabiduría. Quería que heredáramos tronos, reinos, principados, potesta­des y dominios.

Para realizar ese fin, Dios el Padre nos presentó su plan de salvación, que incluye (1) una caída, y (2) una redención. La caída nos separa de Dios, para ver si tenemos una fe suficiente para volver a Dios por medio de la redención. En el proceso, nuestro deseo de seguirle obedeciéndolo es severamente probado.

Y con esto los probaremos para ver si harán todas ¡as cosas que el Señor su Dios les mandare. (Abraham 3:25)

Entendiendo perfectamente el plan de nuestro Padre Celestial, el mayor de todos nosotros, Jehová, se ofreció como cordero expiatorio. Vendría a esta tierra, guardaría su inocencia al no hacer nada que no fuera la voluntad del Padre, sacrificaría su vida por nosotros, y daría a Dios toda la gloria.

Fue entonces cuando una rebelión se levantó. Lucifer, uno de nuestros hermanos mayores, también se ofreció como redentor… PERO, a su manera. Él no solamente quería la gloria, sino que también decidió que sería más fácil quitarnos el albedrío y obligarnos a aceptar las condiciones estableci­das para ganar la salvación. Así todos se “salvarían,» según él.

Eso fue totalmente inaceptable para nuestro Padre Celestial porque, en su sabiduría, él sabía que por la fuerza nada de valor se obtiene. Pero ese segundo plan no les pareció tan mal a una tercera parte de los hijos espiri­tuales de Dios. Y así se declaró una guerra de testimonios, en nuestro hogar celestial, entre los que siguieron a Lucifer y los que siguieron a Cristo. Por supuesto que, al final, la justicia ganó, y Lucifer y sus partidarios fueron echados a la tierra.

Sin saberlo, Lucifer (ahora llamado Satanás) y su hueste están ayudando al plan de Dios, porque proveen oposición en todas las cosas. Así, aquí en la tierra, la guerra entre el bien y el mal sigue. Y Satanás no da cuartel.

Algunos pensamientos sobre la vida pre-mortal

Nuestra iglesia es la única iglesia Cristiana que cree en la doctrina de la vida pre-mortal. Todas las demás iglesias creen que somos creados al momento de nacer aquí en la tierra, a pesar de que esa doctrina es mencionada tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo.4

El saber que hemos vivido antes con nuestro Padre Celestial nos da:

  1. Una visión de quienes somos, de los propósitos de Dios para con noso­tros, del valor que él nos da, y el potencial que tenemos. Y eso nos ayuda grandemente a tratar de subyugar a nuestro hombre (y mujer) natural mientras estamos aquí en la tierra.
  2. Una perspectiva más realista de nuestra vida aquí en la tierra. Como inteligencia y como hijos espirituales de nuestro Padre Celestial hemos vivido por eones de tiempo, y después de esta vida viviremos eternamen­te. Si así es, cuán corta es esta vida: el promedio de setenta años, es como una gota de agua en un océano. Y sin embargo, cuán importante porque determina donde pasaremos nuestra eternidad.
  3. El saber que hemos vivido antes explica tanto. Venimos aquí con una historia, y esa historia explica todo lo que somos: nuestra personalidad, nuestros dones, nuestra situación, nuestras oportunidades, nuestra rela­ción con nuestro Padre Celestial. Hemos hecho convenios con él y con muchos alrededor nuestro. Y todo fue hecho por la sabiduría de Dios con el único fin de que podamos alcanzar la exaltación.

Etapa N° 3 Nuestra Prueba Mortal

La prueba mortal empezó cuando Adán y Eva comieron del fruto prohibido.

La Caída

Nuestro Padre Celestial mandó a Jehová que creara nuestro mundo en un ambiente terrestre. Ahí todos los animales vivían juntos, en paz. Todas las plantas crecían sin obstáculo y sin malas yerbas. Después de su creación, Adán y Eva también vivían en paz, cuidando del jardín y caminando con Dios al atardecer. Nuestro mundo era un paraíso. Pero no era perfecto porque en ese estado, no podían progresar o cumplir el propósito de su creación. Es decir, no podían morir y no podían tener progenie.

Satanás, ansioso de hacer sentir su presencia, y sin conocer la mente de Dios (Moisés 4:6), tentó a Eva quien comió del fruto prohibido. Adán, para no quedarse solo, también comió del fruto, y esa transgresión abrió la puerta a nuestra experiencia terrenal que nos había hecho gritar de alegría en el Gran Concilio.

La tierra cayó literalmente a un nivel telestial (de la misma manera que volverá al nivel terrestre antes de la Segunda Venida del Señor. (Isa 13:13) Con lo telestial vinieron enemistad entre animales así como malas yerbas. Vinieron las enfermedades, la vejez, y la muerte. Se extendió un velo entre Dios y los seres humanos, trayendo la ignorancia y la muerte espiritual.

Pero desde el comienzo, en el plan, no existe tal cosa como “caída sin redención.” Adán y Eva, los que cayeron, fueron los primeros que iban a entender el sublime favor que nos hicieron. En su amor infinito, nuestro Padre Celestial mandó a su ángel para hacerles saber que Cristo vendría para redimir al mundo no solamente de la transgresión original, sino de todos los pecados que, de otra manera, nos hubieran destinado a una des­trucción eterna. De esta manera empezó la primera de las siete dispensaciones. (Moisés 5:4-12)

Las Siete Dispensaciones del Evangelio

Oficialmente, entre Adán y la Segunda Venida, siete dispensaciones fueron establecidas por siete profetas de Dios. Siete veces el mensaje de la reden­ción fue mandado a esta tierra, seis de ellas después de serias apostasías. La sexta dispensación fue abierta por el Hijo de Dios, perfecto en obediencia, y digno de ser el cordero propiciador, el sacrificio expiatorio para todos no­sotros. Los otros seis profetas que abrieron dispensaciones, aunque sobre­salientes en fe, en obediencia, en humildad, en dedicación, y en sacrificio, también demostraron flaquezas humanas. Y eso nos hace entender que, gracias a Cristo, aún el más débil de nosotros puede tener esperanza de salvación.

Esas dispensaciones fueron abiertas por:

Antes del diluvio: En el tiempo de los patriarcas

Adán
Enoc
Noé

Entre el diluvio y Cristo: Entre el Pueblo de Israel

Abraham
Moisés

En el meridiano de los tiempos: De los Judíos a los gentiles

Cristo

Los últimos días: Recogimiento de Israel

José Smith

Todos esos profetas fueron hombres fascinantes, con vidas igualmente fascinantes. Todos eran únicos en personalidad. Pero todos vinieron para proclamar el evangelio de redención, el evangelio de Cristo. Todos pusieron su fe en el Señor y se dejaron guiar por él, y llegaron a ser uno con Dios. Y todos fueron exaltados por sus sacrificios al obedecer.

Edad al llamamiento

Con excepción de Cristo y José Smith, todos fueron llamados después de los sesenta años de edad.

Linaje

Todos los profetas vinieron de familias justas y creyentes, con la excepción de Abraham. Su padre era un idólatra empedernido.

Reacción al llamamiento de Dios

Tres de esos profetas, antes de recibir su llamamiento, solicitaron una mani­festación de Dios: Adán (con Eva), Abraham, y José Smith. Cristo, antes que el mundo fuera, ofreció su vida así como su muerte para salvarnos. En cambio, al menos dos de ellos no se sentían dignos o particularmente entu­siasmados al ser llamados.

Enoc tampoco reaccionó muy bien. Dijo que era demasiado joven, un joven­zuelo de 65 años, y que era despreciado por su gente por ser tardo en el habla. El Señor le prometió que su boca se llenaría y le presentó una visión panorámica del mundo. Con eso, Enoc fue y convirtió a muchos, estableciendo la primera Sión.

Moisés fue el que protestó más. Apacentaba las ovejas de su suegro cuando fue llamado por Jehová de una zarza ardiente. En seguida dijo: “Quién soy yo para que vaya a Faraón?” Arguyó muchos puntos, hasta que finalmente reclamó que era tardo en el habla y torpe de lengua. Entonces, Jehová se enojó con Moisés. Pero en su bondad, el Señor ya le tenía preparado a su hermano Aarón, para servirle de boca. Finalmente, Moisés, entendiendo su pre-ordinación, se resignó y aceptó el llamamiento.

Intervención de Satanás

Cada profeta de las siete dispensaciones, incluyendo a Jesús, fue llamado a predicar de Cristo. Ese mensaje aterra a Satanás, porque trae salvación al mundo. Por eso, tan pronto como nuestro Señor llama a un profeta para abrir una nueva dispensación, Satanás se tira al ruedo. Para los cinco primeros profetas, eso está claramente indicado en la Perla de Gran Precio.

Con Adán, Satanás trató de destruir la obra de Dios tentándolo en el jardín de Edén. Luego tentó a sus hijos, primero los mayores, luego a Caín, y ellos prefirieron seguir al diablo que a Dios.

Enoc vio a Satanás levantar enemigos en contra de él. Pero, él habló la palabra del Señor y tembló la tierra, huyeron las montañas, los ríos se des­viaron, y el rugido de los leones sonó en el desierto. Llenos de temor, los enemigos del Señor huyeron lejos y cesaron de ser un peligro para los jus­tos.

Para Noé, la oposición tomó la forma de ciento veinte años de rechazo a su predicación.

Desde el principio, Satanás trató de matar a Abraham. Tentó al padre de Abraham, Taré, quien ofreció a su hijo al sacerdote de Faraón, como sacrifi­cio al dios Elkénah. Sólo la intervención de un ángel lo salvó.

Moisés tuvo un encuentro con Satanás, después de conversar con Jehová. Pero el profeta había hablado cara a cara con Dios, y la diferencia entre la gloria de Dios y las tinieblas del enemigo fue tan grande que no tuvo dificul­tad en saber a quien seguir.

Cristo fue tentado tres veces por Satanás, después de ayunar por cuarenta días y cuarenta noches. Pero Cristo simplemente no le hizo caso.

José Smith tuvo su encuentro con el diablo al momento de recibir la contes­tación a su Primera Oración. Envuelto por la oscuridad del mal, el poder de Dios lo salvó de la destrucción.

Satanás siempre ha tratado de destruir la obra de Dios, atacando a sus profetas.

Experiencias muy especiales

Las escrituras relatan eventos que nos dan una visión del calibre de hombres llamados por Dios para abrir nuevas dispensaciones. Esos hombres, con Dios y con ios justos, eran humildes, abiertos, enseñables, obedientes, be­nignos, cariñosos, generosos y propensos a perdonar. Pero hacia los rebel­des y hacia el mundo, eran indómitos, poderosos, fuertes, firmes, duros, apasionados, impetuosos, y sin temor.

Adán

La historia de Adán demuestra su fe, la grandeza de su alma, su obediencia, y su gran paciencia en los años difíciles entre su expulsión del jardín de Edén y su reintegración en la gracia de Dios. (Véase, Moisés capítulos 5 y 6). En el jardín, él recibe instrucciones y en esta tierra telestial, las pone en práctica. Por ejemplo,

Su esposa es su igual, su compañera idónea (de su mismo calibre) y Adán establece una asociación firme con su esposa y los dos trabajan juntos, uno al lado del otro.

Él debe dominar su medio ambiente y proveer para su familia: cultiva la tierra, cuida sus rebaños; y los dos tienen y crían hijos. El hombre debe dejar a sus padres para allegarse a su mujer:

Adán y su esposa dejan que sus hijos se vayan, para poblar el mundo, pareja por pareja.

Dios nos ama, nos enseña, y nos guía:

Adán y Eva invocan el nombre del Señor hasta que su voz les manda ofrecer el sacrificio y ofrenda de las primicias de sus rebaños. Y sin conocer la razón, Adán cumple con eso.

Después de muchos días (que muchas veces son años de nuestro tiempo), un ángel viene y explica a Adán que los sacrificios son para anunciar el futuro sacrificio del Redentor. Así aprenden nuestros primeros padres que la caída había sido necesaria y que Cristo moriría para borrarla y traernos salvación.

Eva se regocija y su sentido de culpabilidad desaparece. Ahora, sola­mente quiere convencer a sus hijos e hijas que la salvación es posible. Pero no es fácil: los hijos no creen y Caín mata a Abel. Finalmente viene Set, quien establece el linaje justo de los patriarcas.

Enoc

Enoc nace en una época de semi-apostasía. Los “hijos de Dios» todavía son dirigidos por los patriarcas y todavía poseen el sacerdocio. Pero en otras partes, Satanás reina en medio de tinieblas, rebeldía, juramentos, asesina­tos y feroces guerras.

Cuando el Señor llama a Enoc como el profeta de la segunda dispensación, su autoestima anda por los suelos. Pero Dios le promete conocimiento y poder celestiales. Y le muestra una visión panorámica de toda la historia de esta tierra, desde el comienzo hasta el fin. Entendiendo su misión, Enoc empieza a predicar el evangelio de Cristo, llamando a todos al arrepenti­miento. Su entusiasmo es tal que sus amigos lo llaman vidente, y sus enemi­gos, demente. Pero todos tiemblan en su presencia. Los ejércitos de sus enemigos se levantan en contra de él, pero al retirarse vencidos, murmuran: “Cada vez que salimos a la batalla en contra de ese hombre, la tierra tiem­bla, las montañas desaparecen, los ríos nos bloquean el camino, los leones rugen amenazantes en el desierto. ¿Qué podemos hacer en contra de él?” Le toma trescientos sesenta y cinco años perfeccionar a su pueblo. Les enseña a vivir la ley de Cristo y la ley de consagración, y a ser uno en corazón y voluntad. Cristo camina con ellos, y al final, su ciudad es llevada al cielo. Y la gente alrededor dice: “Sión ha huido.”

Noé

Como todos los profetas que abren una dispensación, Noé se distingue por su obediencia a la voluntad de Dios. Pero no todos han tenido la experiencia de predicar el evangelio por ciento veinte años sin convertir a nadie, salvo a su esposa, sus tres hijos con sus tres esposas.

Abraham

La historia de Abraham está llena de drama y aventura. (P.de GP. 1-2; Génesis 11-25) Nacido en Mesopotamia de un padre idolatra, sólo la intervención de un ángel lo salva de ser sacrificado a un dios falso. Escapando del hambre, pasa un tiempo en la tierra de Ur donde toma como esposa a la hermosísi­ma Sarai. Más tarde, guiado por el Señor hacia la tierra de Canaán, recibe las promesas que su descendencia iba a ser la casa de Israel, el pueblo de Dios, y que todo el mundo sería bendecido por medio de su posteridad. Escapando de otra temporada de hambre, Abraham se refugia en Egipto donde enseña lo que Dios le ha revelado sobre las estrellas en el firmamen­to. Bien acogido en la corte de Faraón, Abraham empieza a acumular una fortuna en siervos y ganado. De vuelta a Canaán, Abraham ya no es un simple pastor. Es tan rico y tiene tanto poder que puede involucrarse con éxito en una guerra entre reyes, para liberar a su sobrino, Lot, quien ha caído prisionero. En ese tiempo él también visita a Melquisedec, el justo rey de Salem.

La fe de Abraham llega a ser legendaria cuando acepta sin objeciones el terrible mandato de sacrificar a su hijo único, tan esperado y tan amado, el hijo de la promesa. Tampoco lo detiene el recuerdo de su propio fallido sacrificio a manos de su idólatra de padre. Lo para hasta que un ángel de Dios procura un escape, un cordero para el sacrificio requerido por Dios. Pero en el proceso, Abraham se da cuenta de lo que Dios iba a sufrir al dejar que su Hijo Bien amado muriera en la cruz. Al morir, Abraham deja a ocho hijos, y ocho pueblos. Pero es el hijo de la promesa, Isaac quien, por medio de Jacob, establece las doce tribus de Israel.

Moisés

Moisés, un Israelita de la tribu de Leví, nacido esclavo, es criado como un príncipe de Egipto. Siendo adulto, Moisés huye de Egipto a la tierra de Madián, donde Jehová lo llama como profeta para liberar a Israel.

Moisés, con Aarón, confronta al Faraón con diez plagas milagrosas antes de que éste deje libres a los Israelitas. El último milagro, la muerte de todos los primogénitos, incluyendo al hijo del Faraón, toma lugar durante la Pas­cua, cuando un ángel de Dios protege a todo Israel. Pero el Faraón persigue a Israel, alcanzándolos en el Mar Rojo, que Israel cruza sin mojarse los pies, mientras que los Egipcios mueren ahogados. Después de eso, Moisés dirige a Israel hacia la tierra prometida, recibiendo las tablas de piedra con la ley de los Diez Mandamientos. Esa ley menor es la única que los Israelitas pueden aguantar, y esto, a duras penas. Al desaparecer en el desierto, Moisés pasa su manto a Josué. Más tarde, él trae las llaves del sacerdocio a Cristo, Pedro, Santiago y Juan, en el monte de transfiguración, y las llaves del recogimiento de Israel a José Smith en el templo de Kirtland. Los Diez Man­damientos que Moisés recibe de Jehová en el monte Sinaí, rigen a Israel hasta la Primera Venida de Cristo, y hoy siguen influenciando a muchas naciones del mundo.

Cristo

Cristo viene a abrir la dispensación del meridiano de los tiempos para traer el evangelio verdadero después de una larga semi-apostasía dentro de la tribu de Judá. También viene para proveernos con un modelo de cómo actúa un Hijo de Dios que solamente hace la voluntad de Dios. Pero sobre todo, Cristo viene para ofrecer un sacrificio perfecto y sin mancha, para que todos seamos redimidos. Todos conocemos su corta vida. Nace en Belén, en un pesebre. Después de un corto tiempo en Egipto, vive con sus padres en Nazaret, trabajando como carpintero. Es bautizado en el río Jordán por Juan el Bautista. Después de ayunar por cuarenta días, la tentación ofrecida por Satanás no tiene ningún efecto sobre Jesús. Declara ser el Hijo de Dios y el Mesías en Nazaret donde casi lo matan. Camina por todo Israel, con sus doce apóstoles, enseñando y curando a muchos por tres años. En el proceso, hace muchos enemigos. Es severamente condenado por los Fariseos y Saduceos. Es condenado al echar los vendedores del templo. Es condenado por violar el día de reposo, viajando, recogiendo y comiendo trigo, haciendo milagros, y curando a los necesitados. Es condenado por perdonar y comer con los pecadores. Es condenado por modificar la Ley de Moisés, y por enseñar que él era el Hijo de Dios, el Salvador, el Pan de Vida. Es traicionado por uno de sus discípulos, por los líderes religiosos de Israel, por los líderes Romanos, y por todo su pueblo. Después de su sufrimiento en Getsemaní, es ridiculizado, torturado, azotado, y finalmente ejecutado por aquellos a quienes traía salvación.

Pero, por ser el Unigénito de Dios, resucita al tercer día, gloriosamente. Y sigue enseñando por muchos días, primero entre los Judíos, después entre los Nefitas, y aún después, entre las Diez Tribus Perdidas.

Pero Jesús es distinto de los demás profetas porque siempre consulta con Dios en todo. Por eso nunca peca y nunca hace nada que no sea la voluntad de Dios. Inocente como un cordero, perfecto y sin mancha, sólo él pudo ser sacrificado para traer salvación al mundo.

José Smith

Todos conocemos la historia de José, el jovencito de catorce años que se dirige a Dios para saber a cual iglesia debería unirse. Esa simple súplica resulta en una cadena sin fin de visiones celestiales, revelaciones, dones espirituales, milagros que abren al mundo una nueva dispensación del evangelio. Así son Introducidas muchas nuevas escrituras, la autoridad del sacerdocio, y una iglesia organizada perfectamente para preparar al mundo para la Se­gunda Venida de nuestro Señor.

A pesar de las muchas y seguidas persecuciones de sus enemigos, José crece de un jovenzuelo sin educación a un experto en lenguas antiguas y modernas, un traductor de libros, un autor de renombre, el gobernante de su pueblo, el constructor de dos templos, y el fundador de toda una ciudad. Abre la obra misional para el recogimiento de Israel en los últimos días. Es el portavoz de nuestro Señor Jesucristo, abriendo para nosotros la inmensi­dad del universo y la profundidad del evangelio de Dios en ésta, la dispensación de la plenitud de todos los tiempos.

Hoy, seguimos recibiendo la voluntad de Dios en todas las cosas por me­dio de nuestros profetas. Dentro de la iglesia tenemos la obra misional que predica el evangelio por todo el mundo, para recoger a todo Israel en estos últimos días. Tenemos organizaciones que perfeccionan a los santos, los quorums del sacerdocio para los hombres, la sociedad de socorro para las mujeres, la organización de los adultos solteros para los que todavía no están casados, la primaria para los niños, y el programa de Hombres y Mujeres Jóvenes para la juventud. Tenemos una organización que nos ayuda a hacer la genealogía de nuestros antepasados y a salvar a nuestros familia­res muertos. Tenemos templos para todos los adultos que son dignos, en muchos lugares de la tierra. Tenemos programas para ayudar a los pobres dentro de la iglesia, y programas mundiales para ayudar en casos de desas­tres naturales. Y todo es para que el pueblo de Dios establezca a Sión antes de la Segunda Venida de nuestro Señor.

Algunas impresiones personales

Primero, sin excepción, el propósito de cada dispensación ha sido el ense­ñar que Cristo es nuestro Redentor, nuestro Salvador, el único nombre por el cual podemos retornar gloriosamente a nuestro Padre Celestial. La Perla de Gran Precio confirma que todos los profetas enseñaron de Cristo y su plan de redención. (D&C 20:26) Empezando con Adán. (Moisés 5:7-9; 6:62)

Nuestra iglesia, por ser el portavoz de la séptima dispensación, ofrece al mundo exactamente el mismo mensaje de salvación por medio de Cristo. Y ese mensaje es sostenido por la misma organización, con un profeta a la cabecera, con la autoridad del sacerdocio para bautizar y otorgar el don del Espíritu Santo, predicar el evangelio, perfeccionar a los santos, y oficiar en las ordenanzas del templo.

Segundo, nuestra experiencia en esta vida, sea buena o mala, es última­mente positiva porque el ganar un cuerpo es indispensable para nuestro progreso eterno. Y el grado de gloria que ganamos, sea lo que sea, nos trae más cerca de nuestro Padre Celestial. Por eso, en el Gran Concilio, gritamos con alegría.

Tercero, nuestra tierra ha sufrido de mucha apostasía, pero en nuestra generación, el evangelio de Cristo de nuevo está entre nosotros. Estamos viviendo en un tiempo magnífico, lleno de desafíos y problemas, pero en medio de un tremendo conocimiento tecnológico y científico, y con mucha libertad, un tiempo cuando el seguir a Dios o a Satanás depende entera­mente de nosotros. La maldad está creciendo todo alrededor nuestro, y el fin del mundo como lo conocemos se acerca más y más. Pero también está creciendo la influencia de Dios por medio de sus profetas, por medio de sus misioneros, y por medio de nuestros propios esfuerzos en perfeccionarnos.

Nosotros somos los guerreros de los últimos días. Nosotros, así como nuestros hijos e hijas, nietos y nietas, somos los que estableceremos Sión. Para entonces, tenemos que estar escalando el monte a la exaltación, para que podamos morar en la presencia de nuestro Señor sin ser destruidos por su ardiente gloria. Ya listos y llenos de rectitud, somos los que establecere­mos Sión en el estado de Missouri. Somos los que oiremos de la visita de Cristo a los Judíos, en Jerusalén. Somos los que recibiremos a las Diez Tribus Perdidas. Somos los que daremos la bienvenida a Cristo y su hueste, en su Segunda Venida. Somos los que atestiguaremos de los grandes cam­bios milagrosos que vendrán al cambiarse nuestra tierra del nivel telestial al nivel terrestre. Y somos los que abriremos el Milenio, los mil años de justi­cia, paz, y felicidad.

Pero antes de que eso llegue, muchos de nosotros moriremos e ¡remos a juntarnos con nuestros antepasados en el mundo de los espíritus. Si hicimos todo lo necesario para cumplir las condiciones de salvación, estare­mos listos para resucitar y juntarnos a las huestes que bajarán con Cristo, para traer la gloria milenaria a nuestra tierra.

Etapa N° 4: El mundo de los espíritus

Un velo nos impide ver el lugar donde vamos a ir al morir. Pero, por medio de las escrituras, tenemos algo de información sobre ese lugar. Sabemos que los justos van al paraíso, mientras que los injustos van al infierno para pagar por sus propios pecados (Alma 40:9-14; DyC 19:4,15-18), a menos que se arrepientan. También sabemos que el infierno no es para siempre. (DyC 19:6-12) Solamente dura hasta el fin del milenio cuando todos los muertos resucitan.

Sabemos que el paraíso es un lugar de paz y felicidad, un lugar donde descansamos de todos nuestros labores en este mundo. Sabemos que Cristo, después de su muerte, organizó la obra misional para la conver­sión de los habitantes de la prisión. (DyC 138:6-9; 18-19) También sabe­mos que el infierno fue llamado por Alma las “tinieblas de afuera,” un lugar de oscuridad y frío. El fuego mencionado tan a menudo por el mun­do, en conexión con el infierno, debe referirse al dolor que los malvados sienten cuando están en la presencia de la luz y verdad que Dios les man­da para que se arrepienten. En realidad, es en el paraíso donde moran los personajes de luz y verdad, de poder y gloria, los que resplandecen como un fuego ardiente, como Cristo. (Apo 1:13-16; DyC 110:2-3) Ni los malvados, ni los habitantes de esta tierra y ni siquiera los que viven de manera terrestre pueden aguantar la plenitud de la gloria de Dios, sin que él los proteja.

Secularmente, también estamos ganando más información sobre la vida después de la muerte. Por años, se han publicado muchos relatos escritos por personas que han tenido la experiencia única de morir y vol­ver a la vida. Pero más recientemente, debido a adelantos médicos, mu­chos más casos de resucitación ocurren. Los profesionales y algunos cien­tíficos, al fin, se están interesando en ese fenómeno y sus estudios se han publicado, dándonos más y más entendimiento de nuestro futuro en el otro lado del velo.

Brent L. Top y Wendy C. Top, un autor Mormón y su esposa (él es el decano de uno de los departamentos de religión en la universidad de Brigham Young, en Pravo, Utah), escribieron un libro para ver hasta qué punto esos relatos reflejan las doctrinas de nuestra iglesia. En Inglés, ese libro es titulado: Beyond Death’s Door: Understanding Near-Death Experiences in Light of the Restored Gospei, Salí Lake City Utah: Bookcraft, 1993. En ese libro, los autores concluyen que, por cierto, los reportes de los que tuvieron la oportunidad de ver al mundo de los espíritus, en nada contradicen lo que creemos.

Usaremos algunos de sus relatos y conclusiones, junto con las escri­turas, para entender mejor esta cuarta etapa de nuestra existencia.

Ubicación del mundo de los espíritus

Por medio de las escrituras, sabemos que, cuando morimos, entramos en un lugar invisible, detrás de un velo, un lugar paralelo a nuestro mundo. Es allí donde pasamos un intervalo de tiempo, entre la muerte y nuestra resurrección.

Los que vuelven de la muerte también nos dicen que el lugar que visi­taron está en esta tierra, muy cerca pero en otra dimensión, y por eso invisible para nosotros. Todos los que vuelven están de acuerdo que ese lugar es muy similar a la tierra pero muchísimo más hermoso, mejor or­ganizado, y muy pacífico. (Top y Top, Capítulo 7)

Tres sectores en el mundo de los espíritus

Alma, cuando enseña acerca de lo que nos espera al morir (Alma 40:9-14), solamente menciona dos sectores:

El paraíso donde residen los justos
El infierno donde viven los injustos.

Y posiblemente así era en el tiempo de Alma. Pero ahora tenemos tres fuentes de conocimiento que claramente declaran que Jesucristo, durante los tres días entre su muerte y su resurrección, estableció un tercer lugar para la obra entre los muertos.

  1. En DyC 76:73 y 1 Pe 3:19-20 se habla de espíritus de los hombres ence­rrados en prisión, que fueron visitados y enseñados por Jesucristo.
  2. En DyC 138:29-34, se clarifica esta misma situación. Cristo no fue perso­nalmente a esa prisión donde residían los que habían rechazado los pro­fetas. Lo que hizo nuestro Señor fue el establecer un lugar para organi­zar sus fuerzas y dar poder y autoridad a sus mensajeros para que fue­ran a predicar a los encarcelados que estaban dispuestos a arrepentirse de sus pecados y recibir el evangelio.
    A ellos se les enseñó la doctrina de fe, arrepentimiento, bautismo para la remisión de pecados y el don del Espíritu Santo por imposición de ma­nos, así como otros principios del evangelio. (DyC 138:33-34)
  3. Mundo de los Espíritus, en Doctrina Mormona (pág. 499) Élder McConkie resuelve todo eso diciendo que:

Existe un gran golfo entre los justos y los inicuos. Los justos están en el paraíso y los inicuos están en el infierno. Pero cuando Cristo, durante su corta estadía en el mundo de los espíritus, organizó la obra misional entre los inicuos arrepentidos, se creó un lugar donde los dos grupos se podían juntar y entremezclarse. McConkie no da nombre a ese nuevo lugar, pero menciona que la prisión es realmente parte del infierno. Duane Crowther, en su libro La Vida Sempiterna, habla de tres sectores: el paraí­so, el infierno, y en medio, la prisión. (Duane S. Crowther, La Vida Sempi­terna, México, DF. Editorial Zarahemia, SA, 1984, Caps. 3, 5, 6).

En este libro, guardaremos esa nomenclatura, aunque creemos que la parte del medio podría llamarse: la escuela.

El Paraíso

La gran mayoría de los que vuelven del mundo de los espíritus no han visita­do el Paraíso. Pero todos saben que los guías, espíritus radiantes de luz y gloria, vienen de allí. Esos guías son luminosos. Se visten de ropa larga hecha de luz, tan blanca que resplandece. Se comunican por medio de la telepatía. Enseñan, edifican, hacen que todos se sientan amados y estima­dos. Hasta tienen sentido del humor. Nunca son crueles, ni siquiera son negativos. (Top y Top, Capítulo 6)

Los visitantes oyen de la ciudad amada donde viven los espíritus llenos del radiante y puro amor de Cristo. En el centro están los más justos, los que viven en familia. Los que son menos justos, pero que todavía pertenecen al paraíso, resplandecen menos y viven en la periferia de la ciudad. (Top y Top, Capítulos 7, 9)

El Infierno

Las escrituras claramente anuncian que hay un infierno. Los que directa­mente van ahí son los que no escucharon, a nuestro Dios, y que no se arre­pintieron de pecados telestiales, pecados de maldad hacia otros y hacia ellos mismos, así como pecados de rebelión en contra de nuestro Padre Celestial. En vida ni siquiera trataron de obedecer la ley preparatoria, los Diez Mandamientos de Moisés. Son los mentirosos, envidiosos, adúlteros, asesinos, que simplemente hicieron y todavía hacen lo que se les da la gana, sin tomar en cuenta a Dios. (D&C 1:16; 88:35; 1 Ne 15:33-35)

También algunos de los que visitaron el reino de los espíritus testifican de la realidad del infierno. Sus relatos verifican que es un lugar sin luz y sin calor. Observaron que esos espíritus, sólo por estar en el infierno, no se libran de su maldad, de su crueldad, de sus adicciones. Ni siquiera se dan cuenta de que el bien les rodea. No ven que personajes de luz los observan y supervisan de arriba. Siguen viviendo como lo hicieron en sus vidas. Allí hay orgullo, celos, frustración, resentimiento y odio, una profunda furia que lleva al conflicto y a Ja violencia. Su mayor frustración viene de su inhabilidad de seguir hiriendo a otros. Les enfurece el no tener el poder que les da un cuerpo, el poder de lastimar. Además, algunos notaron que el infierno es un lugar donde no existe el amor. Ciertamente no hay amor entre los prisione­ros, pero tampoco existe el amor de Dios. Y esa falta del amor de Dios es lo que hace ese lugar tan siniestro. (Top y Top, Capítulos 6 y 10)

La Prisión (o sea, la Escuela)

Lo que llamamos aquí la prisión es un lugar de enseñanza, donde todos son al menos terrestres en su estilo de vida. Pero todavía necesitan cambiar algunas cosas. Tienen que prepararse con conocimiento, y una más profun­da conversión. Tienen que aceptar y recibir (en los templos de la tierra) las ordenanzas y los convenios necesarios para adelantar en el camino a la rectitud. Así, los que entran allí son:

  1. Los que mantuvieron una vida justa en esta tierra, a pesar de no haber conocido el evangelio, o tomado las ordenanzas requeridas
  2. Los que recibieron el evangelio pero no fueron tan valientes como hubie­ran debido en su testimonio de Cristo
  3. Los que se arrepintieron después de pasar tiempo en el infierno, para pagar por sus propios pecados. Gracias a los relatos hechos por los que murieron y volvieron al mundo, tenemos más detallada información acerca de ese lugar que cualquier otro. (Top y Top, Capítulo 6, 7-9)

El Juicio Preliminar

Al llegar, todos son recibidos por un personaje de luz, un representante de Cristo, quien recibe su autoridad por investidura divina. Muy pronto ese personaje de luz hace preguntas que indican lo que se considera impor­tante en ese reino. No preguntan los títulos universitarios que uno trae, su posición social, o sus riquezas. Preguntan: “¿Como trató usted a su espo­sa o esposo, a sus hijos e hijas?» Y también preguntan: “¿Cuán honesto fue dentro de su familia? ¿en sus negocios con otros?” Además de esas preguntas personales, al llegar, muchos reportan que pasaron por la ex­periencia de ver públicamente proyectadas, las memorias que son parte íntegra de su ser. Esas memorias, aparentemente grabadas en el espíritu mismo, se hacen imágenes para que todos puedan observarlas. No es ne­cesario el tener testigos. No se requiere confesión verbal, porque la comunicación es telepática. Así, no hay manera de ocultar, de mentir, de negar la realidad de esas memorias que involuntariamente surgen de uno mismo.

Al final del examen, aunque el guía celestial no critica ni reprende, el enjuiciado sabe perfectamente bien lo bueno y lo malo que ha hecho. Tam­bién sabe claramente el lugar donde pertenece. Y el que tiene que volver al mundo para completar su misión, también sabe lo que deberá cambiar antes de morir de nuevo. (Top y Top, Capítulo 11)

Ese juicio también puede dar entendimiento y puede sanar

Entre los muchos que pasaron por ese juicio preliminar, algunos menciona­ron que esa experiencia les dio un profundo entendimiento del porqué de su mal ajuste a la vida. Ese entendimiento vino a su mente al entender la conexión entre lo que les pasó de niños y lo que hicieron el resto de su vida. Con ese entendimiento, se sintieron sanados y finalmente libres de profun­dos traumas psicológicos que ocurrieron en su infancia.

Por ejemplo, una mujer se vio a sí misma, de niña, maltratada por su madre quien la acusó de ser una muchacha tonta y mata, una niña sin cora­zón. Y vio como después de tales maltratos, ella se convenció que era muy mala y muy tonta. Por eso, toda su vida, buscó la compañía de personas que tenían muchos problemas como ella. Se casó con una de esas personas problemáticas, un joven que eventualmente, la abandonó con sus niños. Por primera vez ella entendió la conexión entre todas esas cosas, y sintió como si un peso enorme hubiera caído de sus hombros. Al retornar al mundo, con una mejor y más realista imagen propia, ella cambió su vida completamente y, al fin, logró felicidad. (Top y Top, Capítulo 11)

La belleza del mundo de los espíritus

Durante su estadía, los que visitan se maravillan de las cosas extrañas y bellas que encuentran en ese mundo.

La naturaleza presenta colores más brillantes y al mismo tiempo, más suaves que aquí en la tierra, colores más allá del arco iris, colores con reflejos de oro y plata. Las montañas, las cascadas de agua, las praderas, los valles son todos más opulentos que en nuestro mundo. Las piedras y los metales son extraordinarios en su brillo, colores, y texturas. Fragancias, sonidos, música no son de este mundo. Reflejan una combinación de serenidad y de luz. (Top y Top, Capítulo 7)

La organización social

En todas partes, hay orden y paz. Hay paz en la atmósfera porque el tiempo no existe. El pasado, el presente, y el futuro, todo tiene lugar en el presente. Hay paz entre los que residen allí porque todos son buena gente, satisfechos de estar con sus seres amados. Hay paz porque todos parecen sumamente ocupados haciendo muchas cosas interesantes, pero todo en perfecto or­den, guiados por “ángeles,” obviamente espíritus que vienen del paraíso.

Los edificios son más magníficos que el templo de Salomón. Hay galerías llenas de trabajos de arte, algunos conocidos aquí en la tierra, otros nunca vistos antes. Las librerías están llenas de libros que traen todo el conoci­miento del universo a través de las edades. Las universidades están tan bien organizadas que caben en un solo edificio.

Las ocupaciones varían, como aquí. Hay barrenderos en las calles, mien­tras otros espíritus pasan todo su tiempo estudiando, creando ideas o tec­nologías, no solamente para los que viven allí, sino también para ayudar a los hombres y mujeres de la tierra. (Top y Top, Capítulos 7 y 8)

La educación

Obviamente existe un gran interés en la educación, porque hay muchos maestros. Algunos predican, otros enseñan asuntos cívicos, aun otros ense­ñan el evangelio. Hay clases por doquier. Los alumnos son agrupados por edad, las mujeres de un lado y los hombres del otro.

Por eso, a algunos de los que volvieron, se les dijo que deberían esforzar­se más en estudiar y aprender de todo. Según eso, la educación adquirida en esta vida conduce a muchas oportunidades especiales y maravillosas en el más alla. Como vimos, algunos relatos mencionan la existencia de univer­sidades, oficinas, aulas y laboratorios donde los que estudiaron en este mundo, siguen estudiando y enseñando en el mundo de los espíritus. El entender eso ha llevado a muchos de los que vuelven, hombres y mujeres, a cambiar de carrera, a ir de vuelta a la escuela, a empezar a leer de todo, a educarse de una manera u otra. (Top y Top, Capítulos 7 y 8)

De hecho muchos, al retornar de una visita al mundo de los espíritus, entendieron que tres cosas son sumamente importantes para los persona­jes de luz:

  • buen trato y amor dentro de la familia
  • ayuda al prójimo, y
  • la adquisición de conocimiento

Adicionalmente, los que vieron el infierno se dieron cuenta que el negativismo, la impaciencia, el enojo, la rabia, el resentimiento, y la violencia pertenecen al infierno. Ninguna de esas cosas se permiten excepto en el infierno.

Los que volvieron a la tierra recuerdan más que nada la sensación de paz que sintieron allí. Pero también sienten que, antes de morir de nuevo, tienen que hacer dos cosas: (1) resolver pacíficamente los problemas que tienen con otros; y (2)completar sus misiones aquí. Habiendo hecho eso, pueden ir de vuelta en paz. (Top y Top, Capítulo 14)

Mientras tanto, en la tierra, las cosas no andan tan bien.

Etapa N° 5: El fin del mundo y el Milenio

Sobre los inicuos, los profetas han dicho que, antes de que venga el Milenio, tiene que venir la destrucción del mundo como lo conocemos. Estamos en los últimos días y el proceso de la destrucción ya ha empezado. Los terre­motos y las erupciones de volcanes se multiplican. El clima está cambiando y señales están apareciendo en los cielos. Las aguas se están saliendo de sus límites. Crueles y destructivos conflictos y guerras ya no cesan por todo el mundo. Este es el tiempo cuando “los ‘esclavos’ (todos los que se sienten abusados y explotados) se sublevarán contra sus amos, los cuales serán movilizados y disciplinados para la guerra.” (DyC 87:4)

Mucho más está por venir: tempestades y granizos, la destrucción de cosechas, pestes, escasez de comida, epidemias, la disolución de institucio­nes sociales. Poco a poco el mal se extiende en todas partes. Los justos tienen que aislarse y establecer Sión. El recogimiento de Israel se completa y la gran destrucción toma lugar. Cristo aparece primero a los judíos en Jerusalén, salvándolos de sus enemigos. Y cuando llegan las diez tribus perdidas, el Señor aparece a todo el mundo.

Simultáneamente la tierra vuelve a su lugar terrestre, (el lugar donde estaba en el tiempo de Adán y Eva, Isa 13:13) ganando de nuevo su gloria paradisiaca. En el proceso, la tierra es renovada por fuego, las estrellas parecen caer, el sol y la luna cambian de lugar. Las montañas y los océanos desaparecen. Y por toda la tierra brotan innumerables fuentes de agua.

Los sobrevivientes son resucitados y cambiados en un abrir y cerrar de ojos. Al volver, ellos son los testigos de grandes alteraciones en todo. Ahora Jesús el Cristo gobierna al mundo. Los animales ya no se pelean entre sí, y ya no atacan a los seres humanos. Las malas yerbas y las plagas han desapare­cido. Hay agua dulce por doquier. Hay paz y tranquilidad. Todos los que sobrevivieron son buena gente, al menos terrestres. Satanás está atado. Los pecados telestiales han desaparecido, como la pobreza, el crimen, la maldad, así como la pena y el dolor. Ya no hay enfermedades o muerte. Hay paz, felicidad y amor por doquier.

La tierra está lista para dar la bienvenida a los que vienen resucitando mientras siguen las generaciones, una tras otra trayendo almas buenas que crecen en salud, bienestar, satisfacción, justicia y bondad.

Durante el milenio, hay dos resurrecciones que realmente son tres

El Milenio comienza cuando Cristo baja de los cielos vestido de rojo. Con él vienen los resucitados celestiales, las primicias, los primeros frutos del sacrificio de Cristo. Y poco a poco, en esa mañana de la primera resurrec­ción, resucitan todos los justos con un cuerpo celestial.

Eventualmente, más o menos a mediados del milenio, empieza la tar­de de la primera resurrección. Esa es la resurrección de honorables hom­bres y mujeres, honestos en sus relaciones con otros, los que resucitan con un cuerpo terrestre.

La segunda resurrección viene al fin del milenio. Es la resurrección de los telestiales, los que hicieron lo que se les dio la gana en esta vida, maltratando a todos los que les molestaron en su camino. Éstos han pasado todo el milenio en el infierno para pagar por sus propios pecados, y para darles tiempo de reconocer a Cristo como nuestro Dios y Salvador.

Cuando los telestiales resucitan, muy pronto Satanás es desatado y enseguida se dirige a los recién llegados. El los reúne para la batalla final en contra de la ciudad amada. Pero esta vez, Dios no les da tiempo de hacer mucho daño. Manda fuego del cielo que los consume. (Apo 20:5-10)

Ese es el tiempo cuando el milenio termina, y la tierra es preparada para servir de residencia para los que ganan la gloria celestial: “un globo semejante a un mar de vidrio y fuego,” un mar de cristal, un gran Urim y Tumim. (DyC 130:7-9) Y se abren los libros de la vida, para el juicio final. Cristo es el juez supremo y cada uno de nosotros compareceremos delan­te de él. Todos nuestros hechos serán publicados, excepto por los santifi­cados. Los santificados han sido perdonados y purificados porque se arre­pintieron de sus pecados y pusieron toda su fe en el poder de Cristo para salvar.

Al final, aceptando la infalible justicia de Dios, aceptamos el juicio y nos colocamos por el resto de las eternidades, en el lugar que ganamos den­tro de una de las tres glorias.

Etapa N° 6: Las tres glorias

La sección 76 de Doctrina y Convenios nos provee con una buena descripción de los que serán recibidos en cada gloria.

La Gloria Telestial es para los mentirosos, los adúlteros, los que aman y obran la mentira. (DyC 76:103-106) Es para los que, sin preocuparse de la voluntad de Dios, hicieron lo que se les dio la gana aquí en la tierra. (DyC 1:16; 88:35) Son los que causaron dolor y pena a sus familiares, sus vecinos, en el mundo. Son los que, si no se arrepienten en esta vida, buscando el poder de Cristo para salvar, irán al infierno para pagar por sus propios pecados. Son los que ganan la gloria de las estrellas.

La Gloria Terrestre se alcanza al tratar a otros con honestidad y equidad. Los terrestres son los hombres y mujeres honorables de la tierra que fueron cegados por las artimañas del mundo. También son los que recibieron un testimonio de Cristo pero que no fueron valientes, y por eso no guardaron todos los convenios que habían hecho con él. (DyC 76:71-79) Los de la gloria terrestre serán juzgados por la ley que aprendieron dentro de sus familias, de su pueblo, aun si la ley que rige su pueblo no es la ley dada por Dios.

Esa gloria, la gloria de la luna, será supervisada por la gloria celestial. Así mismo de la gloria terrestre, saldrán los líderes que supervisarán a los telestiales. (DyC 76:86-88)

La Gloria Celestial es para los que recibieron el testimonio de Jesús, guardaron sus mandamientos, y ganaron la compañía constante del Espíritu Santo, la santificación. Son los que pusieron su fe en Cristo, en el poder que él ganó en la cruz, el poder de purificarnos de todos nuestros pecados, el poder de traernos salvación. No podemos entrar en la gloria celestial sin ganar la santificación. (DyC 105:36)

Pero para lograr la vida eterna, o sea la vida que los dioses obtuvieron, debemos tener nuestro matrimonio sellado por el Santo Espíritu de la Pro­mesa, y recibir nuestra vocación y elección segura. (DyC 131) Esto nos dice que logramos la vida eterna, el poder de tener progenie por la eternidad, y de crear mundos para estos hijos e hijas espirituales. (DyC 132) Así conti­nuará la obra y gloria de Dios que es el llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre. (Moisés 1:39)

Los que logran la vida eterna son parejas quienes, además de guardar todos sus convenios con Dios, también han ganado, AQUÍ EN LA TIERRA, una relación muy especial como esposo o esposa.

Esa buena relación vino porque los dos decidieron temprano al casarse, vivir dentro del sistema de mayordomía. que es el estilo del gobierno de Dios. Este sistema requiere que los dos participantes compartan todo lo que tie­nen según la ley de consagración, con el propósito de salvarse mutuamente. Por eso, desde el comienzo, se trataron mutuamente con amor y respeto, como iguales, compartiendo todo. Compartieron su amor, sus sentimientos, sus actividades, sus bienes temporales, su dolor y sus alegrías, sus pensamientos, sus posesiones, su conocimiento de las cosas de Dios, así como su amor por Dios y por Cristo. Trabajaron íntimamente juntos, sin coerción, con igual poder, como socios, en todas las áreas de la vida, como se indica en DyC 121. Así establecieron entre sí una intimidad emocional, una intimidad intelectual, una intimidad financiera, una intimidad religiosa, una intimidad en la crianza de los hijos, una intimidad en el trabajo, una intimidad al tomar decisiones, todo eso en el proceso de alcanzar metas justas que los dos establecieron juntos.

Esa intimidad es la mayor señal de que una pareja ha llegado a ser uno. Y las escrituras nos dicen que el ser uno es la bendición que viene a los que viven el sistema de mayordomía establecido por Dios en la administración de su reino. (DyC 72:3-4; 51:19)

Los que llegaron a ser UNO son los que reciben el segundo sellamiento por el Santo Espíritu de la promesa. Ese sellamiento viene años y años des­pués de hacer el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio en el templo. Después de que una pareja establece esa vida de intimidad y amor, esa unidad divina, sea en este mundo o en el otro, los dos son llamados en el templo por el profeta, y una segunda ceremonia tiene lugar. Pero esta vez la unión es sellada por el Santo Espíritu de la promesa, o sea, el Espíritu Santo.

Esta ceremonia ya no es un ensayo, es de verdad y durará por todas las eternidades. Y es cuando ese segundo sellamiento toma lugar que gana­mos la vida eterna. (DyC 131, 132) Entonces ellos serán sacerdotes y sacerdotizas, reyes y reinas, dioses y diosas, e hijos e hijas de Dios. Y continuarán la obra de Dios para siempre.

Desde antes de la fundación del mundo, ésta fue la gloriosa meta del plan de salvación: que ganáramos la vida eterna, como parejas, ni el hombre sin la mujer, ni la mujer sin el hombre. Si alcanzamos esto, podemos llegar a ser como Cristo, co-herederos con él, y como él, dioses para toda la eternidad, dedicados a repetir para siempre jamás, el ciclo que nuestro Padre Celestial empezó.

Resumen

Hicimos la lista de las seis etapas del Plan de Salvación, establecido por nuestro Padre Celestial en el Gran Concilio en los cielos.

Después revisamos las primeras etapas del plan:

Primera etapa: •Como inteligencia(s)
Segunda etapa: •La vida pre-mortal
Tercera etapa: •Nuestra prueba mortal, incluyendo
•La caída, y
•Las siete dispensaciones del evangelio

El plan de salvación ha sido preparado con un propósito divino. El propó­sito ha sido, desde el comienzo, de ayudarnos a progresar:

  • de inteligencia a
  • espíritu hijo e hija de nuestros Padres Celestiales,
  • de espíritu hijo e hija de Dios a
  • alma viviente de carne y hueso
  • de alma viviente que busca hacer la voluntad de Dios a
  • un ser resucitado y glorioso como nuestro Padre y Madre Celestial

Todo eso ocurre en seis etapas

  • Como inteligencias
  • En la vida pre-mortal
  • En nuestra prueba mortal
  • En el mundo de los espíritus
  • Pasando por los últimos días y el Milenio
  • Y obteniendo una posición en una de las tres glorias

Con una estadía en tres lugares:

  • En algún lugar en el universo,
  • Donde nuestros Padres Celestiales viven,
  • En la tierra de nuestra probación
  • En la tierra pero en otra dimensión, y de nuevo
  • En la tierra si ganamos la gloria celestial

Pasando tres pruebas rigurosas:

Primera prueba: Seguramente Dios estableció su propio criterio para se­leccionarnos como sus futuros hijos e hijas. De otra manera hubiéramos podido ser llamados como parte de una montaña, de un océano, del polvo de la tierra, o como una zanahoria, o tal vez como un pájaro, un león, o una mariposa. En vez de eso, se nos dio la gran oportunidad de vivificar un cuerpo espiritual hecho a la imagen de nuestros Padres Celestiales, con la potencialidad de llegar a ser como ellos.

Segunda prueba: Luego pasamos con éxito nuestra segunda prueba en la vida pre-mortal, cuando no nos dejamos engañar por Satanás y participa­mos en la guerra al lado de Cristo.

Tercera prueba: Ahora estamos en este mundo, pasando nuestra tercera y última prueba, la mayor de todas, porque lo que elegimos hacer en esta vida determinará el resto de nuestra eternidad.

Pero ese maravilloso plan de salvación solamente fue posible porque, en el gran concilio, se estableció un plan de redención.

El Plan de Redención

Este plan de redención era necesario para resolver el dilema en el cual todos nosotros nos encontramos:

  1. No podemos adquirir un cuerpo sin volvernos hombres y mujeres natura­les
  2. Separados de nuestro Padre Celestial todos nosotros, los hombres y mujeres naturales, cometemos pecados, porque hacemos nuestra pro­pia voluntad (o la voluntad del adversario) en lugar de obedecer la volun­tad de Dios
  3. Al pecar, nuestro mismo cuerpo registra nuestros pecados y somos su­cios. Al morir en ese estado de pecado, por nosotros mismos, no pode­mos resucitar. Y aun menos tenemos el poder de volver a Dios, porque no podríamos estar en la presencia de Dios sin ser consumidos por su gloria.

Este dilema solamente podía ser solucionado por medio del plan de re­dención que fue instituido durante el gran concilio. Fue allí cuando Cristo, nuestro hermano mayor, voluntariamente propuso venir a la tierra, con el propósito de morir por nosotros y así redimirnos.

Como muchas veces las escrituras explican, nuestro Padre Celestial ce­saría de ser Dios si no fuera justo, equitativo, e imparcial. Pero, él puede invocar una ley mayor, la ley de la misericordia si un ser sin pecado, sin mancha es sacrificado por nuestra salvación.

Así se estableció el plan: al sufrir el martirio en Getsemaní y en la cruz, Jesús el Cristo adquiere el poder de resucitar a todos los que vivieron y murieron en esta tierra. Ese sufrimiento que ni siquiera podemos imaginar, también le da a Cristo el poder de limpiar, santificar, purificar todos los peca­dos incrustados en nuestros seres, para que podamos volver a nuestro Pa­dre Celestial, en su reino. Pero eso solamente puede ocurrir después de hacer cuanto podamos (2Ne 25:23), y después de ejercer la fe de Enós, la fe que lo hizo orar fervientemente por unas veinticuatro horas en los bosques de la tierra de Nefi.

No es nada sorprendente que cada dispensación fue establecida con el propósito de introducir de nuevo a los hijos de los hombres, las buenas nuevas, el evangelio de nuestro Señor, el conocimiento del sacrificio de Cris­to, el único nombre por medio del cual podemos ganar salvación.

Unos comentarios sobre el plan

Primero, no hay otra iglesia que tenga un plan de salvación tan completo como el nuestro.

Es fácil darnos cuenta cuán completo es el plan de salvación presentado por Dios. Etapa por etapa, el plan nos lleva de nuestro primer estado (la materia prima llamada inteligencia), hasta la posibilidad de llegar a ser dioses, como nuestro Padre y Madre Celestiales. Somos la única iglesia cristiana que nos provee con esa visión, la visión completa del plan de Dios. Las demás iglesias Cristianas enseñan que nuestro comienzo ocurre al momento de la concepción o del nacimiento. Sin conocer los propósitos de Dios, muchos se sienten perdidos en estasegunda etapa, niegan a Dios, o piensan que Dios ha muerto. La vida no parece tener razón de ser. Y la tercera etapa es todavía peor, porque no ofrece una segunda oportunidad, y no tiene fin.

Después de la muerte, la mayoría de las iglesias Cristianas ofrecen so­lamente dos alternativas donde pasar el resto de la eternidad: el paraíso para los que cumplen con todo lo requerido; el infierno para los que no. Algunas ofrecen, caritativamente, un tercer lugar para los que, sin culpa propia, no pudieron cumplir con todo: el limbo. Típicamente, lo requerido es muy específico y muy estricto. Para algunos es el participar en todas las ordenanzas ofrecidas por la iglesia, para otros, es aceptar a Cristo como el Salvador. No es que esos requerimientos sean difíciles. El problema es que la vida, a veces, no facilita las cosas. Muchos han vivido en países donde jamás oyeron de Cristo. Muchos buenos cristianos nacieron y murieron en lugares lejos de ministros de su fe, otros murieron de pronto, tal vez en un campo de batalla donde no recibieron la última unción. Según esas creen­cias, millones de buenas personas son destinadas a pasar las eternidades sufriendo quemazones horribles, simplemente porque no nacieron o no murieron en otra situación distinta. Y eso ocurre sin explicación alguna de parte de Dios.

Porque conocemos seis de nuestras etapas en lugar de solamente dos, es muchísimo más fácil para nosotros entender la mente de Dios y su plan para nosotros. Por supuesto, ese conocimiento también nos da muchísima más responsabilidad para estudiar ese plan y vivirlo correctamente.

Además, el plan de salvación nos da un marco de referencia que puede mejorar grandemente nuestro entendimiento de la vida y de las opciones abiertas en esta maravillosa vida que Dios nos ha dado.


Notas

  1. También pueden consultar el Libro El Plan de Salvación, por Genevieve y Arturo De Hoyos, México, D.F., EditorialZarahemia, S.A., 1986.
  2. Véase las referencias bajo “lnteligencia(s)”en la GEE, la Guía para el Estudio de las Escrituras, página 99.
  3. GEE, Vida Pre terrenal, páginas209-210.
  4. GEE, Vida Preter renal.
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3 Responses to El plan de Salvación

  1. Avatar de Arturo Garcia Vasquez Arturo Garcia Vasquez dice:

    QUE HERMOSO ES CONOCER LA VERDAD. GRACIAS POR COMPARTIRLA.

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  2. Avatar de Arturo Garcia Vasquez Arturo Garcia Vasquez dice:

    gracias por compartir este conocimiento

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  3. Avatar de luis fernando arcos luis fernando arcos dice:

    muy especial el compartir este conocimiento bien ahy

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