Un Ejemplo para todos los Hombres

Un Ejemplo para todos los Hombres

Por el Presidente David O. McKay
Liahona Junio 1951

En hechos de amor y servicio bondadoso, el Presidente Smith sobresale como uno que ama a sus semejantes; por consiguiente, “su nombre está a la cabeza de todos los demás” como uno que ama al Señor.

En las mentes de los miembros de la Iglesia y miles de amigos será despenado, como joyas en una diadema, las muchas virtudes que contribuyeron al carácter noble del Presidente Jorge Alberto Smith. De éstos mencionaré solamente dos —Amor y Confianza— mientras rindo tributo a aquel con quien fui honrado en asociarme y conocer íntimamente por más de medio siglo. A las virtudes que contribuyen al éxito en la vida, estas dos son lo que el diamante y la perla son para otras joyas preciosas.

Amor Para con sus Semejantes

Cuando a Jesús se le preguntó cuáles eran los dos mandamientos mayores, él respondió:

Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente.
Este es el primero y el grande mandamiento.
Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. —Mateo: 22:37-40.

El presidente Smith ejemplificó esta verdad durante toda su vida. Como un verdadero representante del Señor hizo siempre el bien —ministrando a los enfermos, consolando a los acongojados, amonestando con bondad a los descafilados, visitando a los huérfanos y las viudas, enseñando la luz del evangelio a los que basta entonces no conocían su gloria— ganando la gratitud de aquellos que habían creído que se les había tratado injustamente, y obteniendo el favor merecido de hombres en altas posiciones.

Verdaderamente, en hechos de amor y servicio bondadoso, sobresalió como uno que ama a sus semejantes; por consiguiente, “su nombre está a la cabeza de todos los demás” como uno que ama al Señor.

Guardó sin Mancha un Nombre Honrado

Cada persona normal que nace en este mundo trae consigo una grande responsabilidad —el linaje de sus antepasados. Si ese linaje fué noble cuando lo recibió, tiene la responsabilidad de guardarlo noble y transmitirlo sin mancha a la generación que le sucede. Si hay debilidad en su linaje, es la responsabilidad del heredero fortalecerlo y transmitir a sus descendientes una norma mejor y más alta. Una de las súplicas más expresivas de Pablo a Timoteo fué, “guarda lo que se te ha encomendado” (Véase 1 Timoteo 6:20) A Daniel Webster una vez se le preguntó cuál era el pensamiento más grande que había ocupado su mente, y él respondió:

El conocimiento de nuestro deber —para causarnos dolor si es violado, y para consolarnos si lo cumplimos hasta donde Dios nos dé la gracia de hacerlo.

Por guardar lo que le fué encomendado por un linaje noble, manteniendo las normas de padres inspirados, el Presidente Smith ha dado un ejemplo digno de emulación no sólo por los jóvenes hombres y mujeres de la Iglesia, sino también por los de todo el mundo.

Sin duda, una de las experiencias más felices de su vida fué cuando, en sueño o visión, encontró a su finado abuelo, mien­tras estaba en su cama gravemente enfer­mo en St. George, Utah, habiéndose per­dido toda esperanza de que viviera, le pa­recía que se encontraba al otro lado del velo en la otra vida parado en las orillas de un bello lago con un bosque frente de él. “Recuerdo”, dijo él cuando relataba la experiencia, “cuán feliz estuve al ver a mi abuelo bajar por una vereda que pasaba por el bosque para encontrarme. A mí me habían dado su nombre, y siem­pre había sido orgulloso de él.

“Cuando mi abuelo llegó a unos pocos pasos de mí se detuvo. Al detenerse él, yo también me detuve. Entonces —y esto quiero que todos los muchachos y mucha­chas y jóvenes lo recuerden siempre— me miró con seriedad y dijo: “Deseo saber qué has hecho con mi nombre”.

“Todo lo que jamás había hecho pa­só ante mí como si fuera una película en una pantalla —todo lo que había hecho. Pronto esta consideración de cosas pasa­das llegó hasta el momento en que estu­ve allí parado. Toda mi vida había pasa­do ante mí. Sonreí y miré a mi abuelo y dije: ‘‘Jamás he hecho algo con tu nom­bre de que puedas estar avergonzado”.

“Él se acercó a mí y me tomó en sus brazos, y mientras lo hacía, otra vez lle­gué a ser consciente de mis derredores te­rrenales. Mi almohada estaba tan mojada como si se hubiera echado agua encima de ella —mojada con lágrimas de grati­tud de que pude contestar sin vergüenza.

“He pensado de esto muchas veces, y quiero decirles que he estado procurando, más que nunca, desde ese tiempo, tener cuidado con ése nombre. Así que quiero decir a todos los muchachos y muchachas, a los jóvenes y señoritas, a la juventud de la Iglesia y de todo el mundo: Honren a sus padres y a sus madres. Honren los nom­bres que llevan, porque algún día tendrán el privilegio y la obligación de dar cuenta a ellos (y a su Padre Celestial) de lo que hayan hecho con su nombre”.

El amor hacia el Señor y para con los semejantes de uno expresado por hechos benévolos y bondadosos, una confianza guardada inviolada por vivir una vida lim­pia y recta—estas son las virtudes santas que contribuyen a la nobleza del alma y son las cualidades que destacaron en la vida y el carácter del Presidente Jorge Alberto Smith.

Ninguno de nosotros estamos fuera del peligro a menos que guarde­mos los mandamientos de nuestro Padre Celestial. La senda de la justi­cia es el camino de la felicidad. No hay otra manera. —Jorge Alberto Smith.

Esta entrada fue publicada en Ejemplo, Rectitud y etiquetada , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario