Enseñanzas del Libro de Mormón

Capítulo 13

El principio y la Ordenanza del Bautismo


La mayoría de los Cristianos cree en el bautismo, sea que se realice en una forma u otra. Los hechos de que Juan el Bautista bauti­zara a todo arrepentido que viniera a él; que Jesucristo mismo se sujetara a la ordenanza; que el Maestro requiriera que Sus discí­pulos y creyentes recibieran el bautismo y autorizara a Sus após­toles a administrarlo; que el Señor resucitado ordenara a los Doce a llevar el mensaje de Su evangelio y bautizar a todo aquel que creyere, han establecido el principio y la ordenanza del bautismo como esencial para todos los creyentes en la Santa Biblia. El entendimiento de las distintas doctrinas Cristianas acerca del prin­cipio y significado del bautismo, ha variado enormemente y, con el correr de los siglos, diversas formas para la administración de la ordenanza han sido establecidas. No resultan muy convincentes las razones de tanta divergencia; generalmente, la mayor parte de ellas ha derivado de necesidades de conveniencia. Podríamos alegar que una ordenanza como ésta, tan destacada por Juan el Bautista, Jesús y los Apóstoles, debiera estar claramente estable­cida y ser especialmente realizada, de manera que pueda crear una impresión imperecedera en cuanto a forma y significado, pero tal no es el caso.

Los antiguos escritores Cristianos nos indican que la forma de administrar la ordenanza del bautismo era bien entendida en sus tiempos. Tertuliano, que vivió entre los años 160 y 240 de nuestra era, refiriéndose a la ceremonia bautismal, escribió:

No importa que seamos lavados en el mar o en una pileta, en un río o en una fuente, en un lago o en un canal; no existen diferencias entre aque­llos que Juan sumergió en el Jordán y los que Pedro sumergió en el Tíber. . . . Todos somos inmersos en el agua. (Citado por Talmage, The Great Apostasy (“La Gran Apostasía”), página 93.)

Justino, otro historiador y sacerdote antiguo, martirizado en el año 165, describe la ordenanza tal cual él mismo la practicó:

. . . Después, les llevamos donde hay agua y allí nacen otra vez en el tipo de nuevo nacimiento del que nosotros mismos naciéramos. Porque la inmersión en el agua es efectuada en el nombre del Padre y Señor de todo, y de Jesucristo y del Espíritu Santo. (Ibid., página 93)

No vamos a discutir aquí los hechos que determinaron los dis­tintos cambios sufridos por esta importante ordenanza. Pero es y ha sido evidente para todo estudiante de Historia, que han habido muchas modificaciones al respecto y que son muchas las formas distintas en que actualmente se practica. Las mayores discrepan­cias surgen de los mismos pasajes bíblicos que han perdido claridad u omiten explicarlo. Por consiguiente, ya que la Biblia no describe otras formas de bautismo que la inmersión en agua, muchos reli­giosos se han sentido libres de hacer innovaciones en la materia. Lo mismo sucede con relación a los requisitos que debe cumplir el candidato al bautismo, cuándo debe administrarse, las oraciones a utilizarse en la ceremonia y la específica autoridad del que la rea­liza. El Nuevo Testamento parece no contener muchas referencias en cuanto al bautismo infantil y al de aquellos que no conocen la ley. No obstante ello, los Santos de los Últimos Días, gracias a la luz adicional que les ha sido revelada, encuentran mayor claridad en los conceptos de la Biblia, mientras que el resto del mundo re­ligioso no consigue ponerse de acuerdo entre sí al respecto.

El Libro de Mormón ofrece un claro y consistente concepto del bautismo, y junto con las revelaciones modernas (Véase Doc. y Con. 20:37, 72-74; 68:27; 76:50-52, etc.), fundamenta la doctrina y la práctica correspondiente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

El Bautismo, una Ordenanza Eterna

Muchos eruditos bíblicos, a raíz del relativo silencio del Anti­guo Testamento en cuanto al bautismo, han terminado por creer que dicha ordenanza no había sido realizada antes de Juan el Bautista. Realmente, aunque los historiadores han descripto una fuente bautismal como parte del Templo de Salomón, nada menciona el Antiguo Testamento acerca del uso específico de la misma.

Cualesquiera sean las imperfecciones del Antiguo Testamento en cuanto a la explicación de este particular, el Libro de Mormón no las tiene. Seiscientos años antes de la venida del Salvador, bau­tizaban ya los nefitas en el nombre de Jesucristo, de quien sabían que vendría al mundo. A poco de haberse separado este pueblo de sus contemporáneos hebreos, encontramos a Jacob diciendo:

Y (Jesucristo) manda a todos los hombres que se arrepientan y se bauticen en su nombre, con perfecta fe en el Santo de Israel. . . El Señor Dios, el Santo de Israel, lo ha dicho. (2 Nefi 9:23-24)

Más tarde, Nefi amonestó a los de su generación:

Y también percibí la voz del Hijo, que me decía: A quien se bau­tizare en mi nombre, el Padre dará el Espíritu Santo, como a mí; por tanto, seguidme y haced las cosas que me habéis visto hacer.

Así pues, amados hermanos míos, sé que si seguís al Hijo con íntegro propósito de corazón, sin acción hipócrita o decepción ante Dios, sino con verdadera intención, arrepintiéndoos de vuestros pecados, testificando al Padre que deseáis tomar sobre vosotros el nombre de Cristo por medio del bautismo, sí, siguiendo a vuestro Señor y Salvador al agua, según su palabra, he aquí, entonces recibiréis al Espíritu Santo; sí, entonces sigue el bautismo de fuego y del Espíritu Santo; y entonces podréis hablar en lenguas de ángeles y prorrumpir en alabanzas al Santo de Israel. (2 Nefi 31:12-13)

El profeta Nefi no estaba hablando de una ordenanza “nueva”, ya que insistía en que el pueblo debía “hacer las cosas que les había dicho anteriormente.”1

Puesto que los nefitas no entran a considerar los orígenes de la ordenanza del bautismo, y aceptaban el mismo ya cientos de años antes de la venida del Señor, podemos deducir que era una práctica común entre sus antepasados. Más aún, en las planchas de bronce tenían ellos una copia del Libro de Moisés mucho más completa que la que contiene el Antiguo Testamento. Si la misma es comparable al texto de Moisés que le fuera revelado al profeta José Smith, significa que los nefitas sabían del bautismo de Adán, su familia y todos los que confiaron en los profetas en la antigüe­dad.2

El Propósito del Bautismo

Para poder abogar abiertamente por la ordenanza del bautis­mo, debemos primeramente comprender el propósito del mismo y su significado. Las iglesias Cristianas en general, lo han estado colocando dentro de un inusitado marco de misterio, inculcando en miles de creyentes la idea de que por medio del acto mecánico del bautismo, todos los pecados del individuo son automática e in­comprensiblemente reemplazados por la justicia de Cristo. Algunas de ellas han declarado que el bautismo es esencial para entrar en el reino de Dios, condenando para siempre a todo aquél que no se bautice, no importa su edad o condición circunstancial, mientras que muchos predicadores modernos y grupos religiosos consideran que dicha ordenanza es un rito anticuado, importante sólo para los débiles e ignorantes, pero no para entrar en el reino de Dios. Pese a que, según los escritores del Libro de Mormón, el pueblo nefita parece no haber comprendido siempre el propósito del bautismo,3 sus profetas concordaban en sus enseñanzas al respecto.

Habiendo tenido una visión del bautismo del Salvador,4 Nefi enseñó a su pueblo que:

. . .si el Cordero de Dios, que es santo, tiene necesidad de ser bautizado en el agua para cumplir con toda justicia, ¿cuánto mayor, entonces, la nece­sidad que tenemos nosotros, siendo pecadores, de ser bautizados en el agua?

Y ahora, quisiera preguntaros, amados hermanos míos, ¿cómo cumplió el Cordero de Dios con toda justicia bautizándose en el agua?

¿Acaso no sabéis que era santo? Más no obstante su santidad, él muestra a los hijos de los hombres que, según la carne, se humilla ente el Padre, tes­tificándole que le sería obediente en la observancia de sus mandamientos. (2 Nefi 31:5-7)

Alma comprendió que el bautismo es un convenio de obedecer al Padre, por lo cual dijo a los que escuchaban sus predicaciones:

Os digo ahora que si éste es el deseo de vuestros corazones, ¿qué os impide ser bautizados en el nombre del Señor, como testimonio ante él de servirle y obedecer sus mandamientos, para que pueda derramar su Espíritu más abundantemente sobre vosotros? (Mosíah 18:10)

Para todos aquellos que llegan a conocer el propósito del bau­tismo, la ordenanza deja de pertenecer a un ambiente misterioso y se hace comprensible y razonable.

La conversión o cambio que el bautismo produce en el indi­viduo, emana del acto en sí. No acompaña al acto físico y me­cánico de la ordenanza, sino que resulta ser una consecuencia de la misma. Así nos dice Nefi:

Porque la puerta por la cual debéis entrar es el arrepentimiento y el bautismo en el agua; y entonces sigue la remisión de vuestros pecados por fuego y por el Espíritu Santo. (2 Nefi 31:17)

De igual manera, Mormón establece la separación existente entre el acto simbólico y físico del bautismo y las bendiciones que suceden al mismo, cuando declara:

Y el primer fruto del arrepentimiento es el bautismo; y el bautismo viene por la fe para cumplir los mandamientos; y el cumplimiento de los mandamientos trae la remisión de los pecados;

Y de la remisión de los pecados proceden la mansedumbre y la humildad de corazón; y por motivo de la mansedumbre y la humildad de corazón, viene la visitación del Espíritu Santo. . . . (Moroni 8:25-26)

Todo lo que el hombre puede hacer es someterse al bautismo, el cual, si es administrado por uno que tenga autoridad para ello, le ha de sujetar al convenio de guardar los mandamientos del Señor. Pero esta ordenanza, en sí, carece de valor si la persona no cumple los mandamientos divinos o si no es complementado por el “bau­tismo de fuego”, o del Espíritu Santo. Asimismo, cuando los élderes de la Iglesia imponen sus manos para otorgar el don del Espíritu Santo, no significa que la persona comenzará a participar del mis­mo inmediatamente, si es que aún no se ha arrepentido completa­mente de todos sus pecados y no está realmente en condiciones de merecer la compañía del Espíritu. Esto fue manifestado por Jesús, cuando dijo a los nefitas:

. . .Bienaventurados sois si prestáis atención a las palabras de estos doce que yo he escogido de entre vosotros para ejercer su ministerio en bien de vosotros y serviros; y les he dado el poder para que os bauticen en el agua; y luego de haberos bautizado en el agua, he aquí, os bautizaré con fuego y con el Espíritu Santo. (3 Nefi 12:1)

Luego agregó que no sólo serían “visitados con fuego y con el Espíritu Santo”, sino que también “recibirán la remisión de sus pecados.”3

Jesús declaró al hermano de Jared que todos aquellos que crean en Su nombre, llegarán a ser Sus hijos e hijas.6

Esta doctrina es aclarada más aún por medio las revelaciones dadas al profeta José Smith, en las cuales se destaca que el recibir al Señor, incluye el convenio del bautismo y el cumplimiento de Sus leyes y mandamientos.7

Forma y Oración del Bautismo

A los fines de enseñar el modo correcto del bautismo a todos aquellos que recibirían el Libro de Mormón, éste incluyó en él las palabras de Jesús a los nefitas sobre el particular:

Y además, el Señor llamó a otros, y les habló en igual manera, y les dio poder para bautizar. Y les dijo: De esta manera bautizaréis; y no habrá disputas entre vosotros:

De cierto os digo que de este modo bautizaréis a quien se arrepintiere de sus pecados a causa de vuestras palabras, y deseare ser bautizado en mi nombre: He aquí, iréis y entraréis en el agua, y en mi nombre lo bautizaréis.

Y he aquí las palabras que pronunciaréis, llamando a cada uno por su nombre:

Habiéndoseme dado autoridad de Jesucristo, yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Y entonces lo sumergiréis en el agua, y volveréis a salir del agua. (3 Nefi 11:22-26)

Cabe destacar que por instrucciones de la Primera Presidencia de la Iglesia, la fórmula ha sido ligeramente modificada, y tal como hoy se utiliza en la administración del bautismo, la palabra “comisionado” reemplaza a “autorizado”. Por tanto, la oración debe ser ésta: “Habiendo sido comisionado por Jesucristo, yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.” Todo élder o presbítero tiene el poder que le autoriza para bautizar, pero en la oportunidad de cada bautismo, sólo el que es específicamente comisionado para ello puede administrarlo.

¿Quiénes Necesitan el Bautismo?

Puesto que los reales valores del bautismo se manifiestan des­pués de efectuada la ordenanza física, y consiste en la transforma­ción y mejoramiento espiritual, aquél es incompleto si esta con­versión del corazón no se produce. Por consiguiente, un retardado mental no necesitaba ser bautizado, ya que nada puede comprender ni la ordenanza puede alterar su modo de vivir. Y si esto es así, quiere decir que no puede acercarlo más a la salvación de lo que está. Por ello es que el Señor no requiere la ordenanza del bautismo en tales casos, puesto que no tendría propósito. Y lo mismo sucede con respecto a los que están “sin ley”, es decir, los que no han sido enseñados y no están en condición de discernir entre lo malo y lo bueno o no “conocen el bien y el mal.” (Alma 29:5) También es ésta la situación de los niños. Mientras no hayan desarrollado sus mentes hasta el punto en que los principios del evangelio puedan serles enseñados, la ordenanza del bautismo no tendrá significado para ellos ni alterará el curso de sus vidas. Pero en el caso de los niños pequeños, interviene asimismo otro factor preponderante: ellos no han pecado y por lo tanto no necesitan el arrepentimiento ni que el Espíritu Santo les rescate de un error en el que no están o les remita transgresiones que no han cometido. Así que tampoco el bautismo infantil tiene valor o significado alguno ni es reque­rido por el Señor.

Muchas iglesias Cristianas administran el bautismo a los niños pequeños y elaboran toda clase de argumentos inconsistentes en su defensa.

El Libro de Mormón menciona con sobrada claridad este parti­cular. Moroni registró las siguientes palabras pronunciadas por la boca del Señor:

Escucha las palabras de Cristo, tu Redentor, tu Señor y tu Dios: He aquí, no vine al mundo para llamar a los justos al arrepentimiento, sino a los pecadores; los sanos no necesitan de médico, sino los enfermos; por tanto, los niños pequeños son puros, porque son incapaces de pecar; así pues, la maldición de Adán les ha sido quitada en mí, de modo que no tiene poder sobre ellos; y la ley de la circuncisión se ha abrogado en mí.

Porque he aquí, todos los niños pequeñitos viven en Cristo, así como todos aquellos que están sin ley. Porque el poder de la redención comprende a todos aquellos que se hallan sin ley; por tanto, el que no ha sido condenado, o el que no está bajo condenación, no puede arrepentirse; y para el tal el bautismo de nada sirve;

Antes es una burla a los ojos de Dios, porque se niegan las misericordias de Cristo y el poder de su Santo Espíritu, y se fía en obras muertas. (Moroni 8:8, 22, 23)8


2 Nefi 31:17; 32:1-6.
Moisés 6:51-58.
Mosíah 26:4.
1 Nefi 11:27.
3 Nefi 12:2; léase también 3 Nefi 11:21-41.
Éter 3:14.
7  Doc. y Con. 25:1; 11:30; 34:3; 35:2; 39:4; 42:52; 45:8.
8  El lector hará bien en leer completamente Moroni 8:5-26.

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2 Responses to Enseñanzas del Libro de Mormón

  1. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Gracias por tan importante altura Gracias bendiciones saludos

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  2. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Gracias por este bello mensaje Gracias excelente explicacion

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